Treinta días antes del fin [ EN EDICIÓN ] Seguir blog

u15519752281551975228 Ibán José Velázquez de Castro Castillo Carlos es un chico de 18 años que quiere meterse al ejército, el típico niño que se cree que lo sabe todo y que es el mejor en todo lo que hace, hasta que tiene que enfrentarse a un verdadero reto del que no pude escapar ni mentirse, el fin del mundo se avecina y todo va girando en torno a él, teniendo que madurar y darse cuenta de golpe que no puede seguir engañándose a si mismo, es humano y comete muchos errores y esa será su mayor virtud para sobrevivir a lo que se avecina. 0 reseñas

#apocalipsis #aventura #fantasía #horror #terror #demonios #miedo #monstruos #novelajuvenil
AA Compartir

Día veintinueve

Diría que me desperté a la misma hora que siempre, a las seis de la mañana, pero mentiría. Simplemente apenas dormí unas horas y estaba cansado de estar en la cama, así que decidí quitarle trabajo a mi madre, ¡lo que es el aburrimiento!

Hice mi desayuno y el de ella y lavé dos vasos, al tercero ya me había cansado de ser buen hijo y estaba en el sofá, sentado con el mando de la tele entre las piernas y los pies encima de la mesa. Me interesaban mucho las noticias, me informaba de que ocurría a mi alrededor, era un tío culto diría a los colegas, pero la verdad, mi programa favorito era "Mujeres hombres y viceversa", pero eso lo confesaría solo bajo tortura. Fue casualidad que acabara en el Telediario, es verdad que solía verlo a esas horas porque era lo único decente que había en la programación. Aparecía una reportera, rubita de ojos claros, asaltando a preguntas a los policías y bomberos que entraban y salían de un edificio en llamas. Otro incendio más... Lo que realmente captó mi atención fue que era en un hotel y además en un hotel cercano a mi casa, a no más de 5 km.

Aunque la pereza estaba ganando fuerza en mi y apenas había dormido esa noche, decidí vestirme e ir hacía el lugar del incendio, total, estaba cerca de la ruta donde solía ir a correr y además la entrevistadora era guapa y no podía ser mucho más mayor que yo y aunque así fuera, la faldita que llevaba merecía la pena verla en directo, todo fuera por prepararse para las pruebas del ejército. La noticia según decían era en directo.

Me vestí rápido, 5 minutos, una visita al váter y me fui a correr, decidido a averiguar qué había pasado realmente, o sea a marujear, para luego tener algo que contar a los amigos y hacerme el importante. Al llegar vi un despliegue impresionante, había 4 coches de policía, 2 camiones de bomberos y 3 ambulancias para los "muertos". Había mucha gente parada en los alrededores, aunque el cordón policial impedía que se acercaran mucho.

No pude resistir el impulso de acercarme y preguntar.

Se trataba de un hombre de unos 80 años, con pantalones lisos y elegantes y camisa de cuadros algo arrugada. Tenía el ceño fruncido mientras sus pobladas cejas parecían unirse en una sola. Pensé que ese debía ser el sitio donde más pelo le quedaba.

- Menuda se ha liado aquí - comenté

-¿Cómo dices?

-¡Qué menuda hay aquí liada! - dije en un tono más alto

-¿Cómo, no entiendo?

-¡JODER, QUÉ MENUDO LÍO HAY AQUÍ!

- Sigo sin entender ese lenguaje tan poco definido que utilizáis la juventud hoy en día - el viejo parecía sonreír

- ¡HAY QUE JODERSE CON EL VIEJO! - no era lo que había dicho si no el tonito sarcástico con el que al parecer estaba vacilándome, lo que hacía que la paciencia se me hubiera esfumado en ese momento.

- ¡SSSHHHH!, está ardiendo un edificio, no has dado ni los buenos días y no sabes hablar con propiedad, ni respetar a una persona mayor que tú... creo chico, que deberías reconsiderar tu forma de actuar.

Realmente era un viejo "tocapelotas", era casi surrealista encontrarse alguien así en medio de un escenario como aquel... no daba crédito.

- ¿Vas a darme los buenos días antes de preguntar muchacho?

-¡BUENOS DÍAS!, ¿contento? - casi se me atragantan esas dos palabras, esto era increíble, increíble.

-Ahora dime, ¿Qué querías jovencito? - carraspeó el viejo

Estábamos a unos cincuenta metros del incendio, aún así se notaba el intenso calor llegar hasta nosotros, incluso la calva del viejo lo notaba, había como gotas de sudor recorriéndola a modo de pequeños bichos que quisieran bajar de un alto peñasco. El incendio parecía extenderse sólo. Estuve contemplando las llamas, que salían del edificio como serpientes de fuego que escapaban por las ventanas, sigilosas, para después morder a sus víctimas. Otra cosa impresionante era la cantidad de humo que salía hacia el cielo desde todas partes, creando una niebla densa que daba la sensación de que el cielo era una extensión más del edificio. Estaba todo cubierto.

El hotel tenía 8 plantas, era grande y opulento, uno de esos de "5 estrellas". En Valencia, aunque había edificios altos, no eran algo normal, como en otras ciudades, así que podía considerarse un gran edificio para la zona.

Ensimismado con las llamas no me di cuenta de que el viejo dejó de prestarme atención y se alejaba hacía el edificio, rodeando el cordón policial.

-Espere, discúlpeme, quería preguntarle por el incendio, ¿sabe cómo se ha producido?

El viejo llevaba un garrote, en el que se apoyaba, giró la cabeza hacia atrás y sonrió. No me gustó, era una sonrisa fría y amarga, sus dientes negros parecían estar afilándose unos contra otros, mientras me miraba a los ojos, de forma fija.

- No ha sobrevivido nadie del bloque, 46 personas han muerto allí dentro, calcinadas por el fuego, hasta sus huesos habrán sido reducidos a cenizas... eso quien no haya... sufrido un destino... peor...

-¿¡PERO QUÉ DICE VIEJO!?- no sabia si seguía tomándome el pelo o no, pero el viejo siguió avanzando hasta que se coló entre la multitud, agolpada alrededor, que impedía que nadie se acercase mucho más al incendio de donde estábamos - ¡OIGAAA!

Pero el hombre no me oyó, se había perdido entre la gente y aun no se por qué, pero lo seguí, pero ya no estaba, había desaparecido.

- Menudo chalado -pensé

Justo en ese momento una explosión sacudió el edificio y di un traspié hacia atrás chocando con una chica rubia. Llevaba una falda marrón con bordados rojos y una blusa blanca con una chaqueta de color "beige", sus ojos claros se cruzaron con los míos justo cuando me di la vuelta al tropezar y caer y no fue una mirada precisamente agradecida, llevaba un micrófono en la mano. El cámara, estaba en ese momento filmando el edificio, que estaba prendiendo ante nuestros ojos de forma mucho más rápida, expandiéndose por los restantes pisos, imparable, mientras llovían cascotes de la explosión alrededor.

-¿Te puedes quitar de encima por favor? - la chica tendría unos 23 años y me miraba con ojos enfurecidos y llorosos al mismo tiempo, por lo que supe más adelante era su primer directo en un telediario, llevaba allí horas retransmitiendo y estaba cansada. Yo le había hecho quedar en ridículo con una caída así en directo, menos mal que su compañero fue rápido al apartar la imagen.

-Disculpa, no ha sido culpa mía - dije mientras continuaba en el suelo sin moverme

- Ya ya, pero levántate por amor de dios, ¡YA!

- Si, sí, claro - me levanté deprisa, intentando que viera bien mis escasos músculos e intenté ayudarla a levantarse, pero cuando me dio la mano resbalé y caí arrastrándola a ella ahora.

-¡JODER! - no pudo evitar la exclamación - se puso rápido en pie y me dejó allí tirado, no paraba de menear la cabeza al mirarme. Enseguida pasó las manos por su pelo, se arregló una diadema que tenía, se colocó el micro en los labios y miró a la cámara que había captado el último tropiezo y sin más, continuó hablando sobre el incendio.

- La policía nos confirma que aun no se sabe nada sobre los heridos, tampoco pueden adelantarnos nada acerca de las causas, ni siquiera han querido responder sobre la ola de incidentes que se ha cernido sobre nuestro país en estos últimos días. ¿Está todo conectado?, ¿Hay algún tipo de mafia u organización de pirómanos empeñada en hacer arder edificios importantes o emblemáticos? Todas estas preguntas siguen sin respuesta, les seguiremos informando en unas horas, aquí Laura Valenzuela desde la PRIMERA.

- Corta Jacobo - El cámara hizo lo que le pidió la chica - Este inútil me ha hecho quedar mal, anda vamos a ver que saben los de allí.

-¡HAY QUE JODERSE CON LA RUBIA CREIDITA! - dije ya recién levantado

-Piérdete

Me quedé allí pensando que había sido muy tonto al pensar que esa chica era guapa al verla en la tele, era una niña de mama, seguramente enchufada o a saber que habría tenido que hacer para tan joven estar de reportera en una cadena como la PRIMERA.

-¡CRETINA! - mi voz se perdió en la multitud, porque la chica ya no me oía

Quién se había creído que era, menuda... prefería no pensarlo, con lo bueno que yo estaba, mis músculos marcados y mi cara guapa y esa, había pasado de mi, apenas me había mirado y había sido con desprecio, bueno ella se lo perdía, claro que ahora que lo pensaba tenía que haber salido en la tele, iba a ser famoso, aunque ser famoso porque te insulte en público una reportera o por hacerla caer tampoco daba muchos puntos.

Pero aún así seguro que mis amigos iban a "flipar" cuando les contará lo blandito que tenía el pecho al haber caído encima de ella.

Con estos pensamientos tan "maduros", no me di cuenta de que el edificio estaba ahora ardiendo sus 8 plantas por completo, de abajo a arriba, saliendo las llamas por cada hueco de la construcción, como si de un coloso ardiente se tratase.¿Era eso posible?,¿toda la finca a la vez ardiendo?

📷

Iba ya a abandonar el lugar. Estaba algo abochornado aun y la explosión anterior me había dejado algo inquieto y además ese viejo me dio escalofríos, vamos que no quería pasar más tiempo del necesario allí, pero como buen niñatillo tenía que elegir una excusa plausible para auto-engañarme y no pensar lo que era en realidad, tenía miedo, ansiedad y mucho calor.

Iba a dar la vuelta cuando por el rabillo del ojo ¡lo vi! Y aún hoy en día sigue pareciéndome un sueño, no podía creerlo, una de las llamas salió bruscamente por una ventana del segundo piso, como si tuviera vida propia y se alargara y serpenteara por el aire a voluntad, más como si de un látigo ardiente se tratase. Salió y fue en busca de la escalera del coche de bomberos. Justo en ese momento el bombero que había subido bajó y la llama hendió el aire vacío donde segundos antes estaba el hombre. Este se alarmó al ver las llamas tan cerca, pero no le dio ninguna interpretación extraña al asunto. Después de eso, en la ventana parecían bailar arriba y abajo sombras anaranjadas que terminaban en dos manchas más rojizas, incandescentes, a modo de ojos que parecían no querer perderme a mí de vista. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo mientras no podía más que mantener casi de forma hipnótica la mirada y fijarme en la nada que rodeaba a esas dos manchas que pronto se diluyeron en el aire. Giré la vista y salí corriendo, pero volví a tropezarme, cayendo a un duro suelo de nuevo, pero esta vez sólo.

- Allí dentro no puede haber nada vivo, ¡NO! – mi mente bullía y no podía controlar este pensamiento que se repetía de forma incesante – durante unos instantes, volví a ser ese niño pequeño que se meaba en la cama y lloraba cada vez que se quedaba solo en la oscuridad, imaginando mil horrores que salían del armario o que estaban acechándome en cualquier recoveco o sombra de la casa.

Empecé a correr de nuevo, pero esta vez mirando al suelo y lo hice hasta que la calle quedó vacía y lejana. Llegué a casa con el corazón en un puño, pero al menos había completado el circuito de vuelta sin pararme una sola vez, hay que ser siempre positivo como mi madre me ha recordado siempre desde que tengo memoria, aunque, para ser sinceros, no le he hecho nunca mucho caso.

Ya en casa, dejé las llaves en las entrada, era muy despistado y no quería tener que salir por la tarde con los amigos y olvidármelas en casa, tenía que ser el más ordenado, pronto iba a ser un cualidad que iban a exigirme seguramente, ser ordenado, aseado y puntual.

Realmente, mi voz interior no se creías del todo esto del orden, el aseo y la puntualidad, pero siempre he sido muy muy bueno auto engañándome.

Cogí una bolsa de galletas, tiré la cazadora en el suelo de la cocina, me tumbé en el sofá con los pies encima de la mesa, con el móvil en la mano libre y con el mando de la tele cerca de mí, no sin antes haber encendido el radiador y ponerlo a tope, lo que solía ser tema de incesantes discusiones con mi madre.

Que si gasto mucho, que si la electricidad no la pago yo, que si soy un inconsciente, ¿qué se había creído ella?, con los problemas que tenía yo y siempre pensando en esas cosas, yo tenía frío y soy su hijo y me tenía que cuidar, a ver si ahora era más importante el puto dinero que la salud de su hijo... seriamente, aunque el lector, en este momento pueda sonreírse, creía que mi madre era muy injusta y una gran egoísta conmigo.

Un pitido irregular hizo vibrar unos instantes mi móvil, era Adela, la chica que venía detrás de mí desde hacía unos meses, era normal pensaba yo, este cuerpo mío lo valía. Lo que supe más tarde era que le parecía muy tierno y se reía de mi junto a su novio, aunque eso ahora no es un dato relevante para la historia.

- Hola guapetona, ¿Cómo va la mañana?, ¿tan insoportable ha sido no poder hablar antes conmigo? – dije con movimientos teatrales de cabeza, imaginando que la tenía delante

- Sí, sí, insoportable el hecho de no llamarte después de ver "la ostia" que te has pegado con esa reportera en la tele.... Jajajajajaja – la notaba algo mordaz al teléfono, pero seguramente era solo una impresión mía quería creer – Por cierto aquí te han visto ya toda la clase, se han pasado el vídeo en medio de la clase con el de sociales que lo ha puesto en el proyector... eres un chico famoso Carlos.

- Me cago en mi puta vida...

- Pues sí, ha sido muy divertido... al menos has alegrado algo el resto de noticias... - los incendios se han extendido ahora también a Madrid, ya van 3 simultáneos esta mañana

Durante un instante se le pasó la idea de contarle lo de las llamas y lo del viejo, pero algo lo retuvo, ya tenía bastante con hacer el ridículo una vez al día. Ahora que lo pensaba, ¿cómo sabía el viejo cuánta gente había desaparecido?, ni siquiera la policía tenía una estadística o dato concreto sobre ello aun.

9 de Marzo de 2019 a las 12:43 0 Reporte Insertar 1
~

Día treinta

Ese día me levanté temprano, a pesar de mi pereza habitual, eso no lo puedo evitar, me gusta mucho la cama. Las seis de la mañana y aun era de noche. Tenía la ventana abierta y desde allí vislumbraba una bonita imagen panorámica de toda la calle, en ese momento desierta y vacía. El camión de la basura llegó con su habitual ronroneo puntual a su cita con la acera de enfrente y no tardó en perderse en la lejanía.

Quería presentarme a las fuerzas armadas, ser un soldado profesional. Para ello tenía que prepararme para las pruebas físicas. Desde hacía unos años, los exámenes de acceso se habían endurecido, puede que tuviera algo que ver la incipiente crisis de la que todo el mundo hablaba, aun así quería sacar la máxima puntuación y nada lo iba a impedir. Iba a ser un gran soldado.

Había terminado la E.S.O , enseñanza secundaria obligatoria, el año anterior y había perdido la motivación por todo, ya no sabía cuál era mi lugar, ni donde encajaba; sentía que nadie me comprendía, por eso la vida de ser soldado era tan atrayente, quería aprender a sobrevivir, no sentirme pegado a ningún lugar , aprender a esquiar, escalar, ser un nómada, no tener que encajar en ningún lado, ni integrarme en esta sociedad tan fría. Quería ser un alma errante, que viviera aquí y allá disfrutando de hacer lo que quisiera y de tener tiempo libre.

Yo creía por aquellos días, que me gustaba la acción, el riesgo y la aventura. Por este motivo me estaba levantando toda la semana a las seis, para acostumbrarme, para irme a correr, hacer flexiones y abdominales, para estar preparado para la semana siguiente. Al menos eso ocurría en mi mente, otra cosa era lo que en realidad terminaba pasando; no me levantaba hasta antes de las 11:00, con un dolor de cabeza muy grande por haberme quedado el día anterior jugando a juegos en línea hasta altas horas de la noche. Me apunté al ejército la semana anterior. Todo lo que tuve que hacer fue entregar los papeles en un cuartel de Valencia y me dieron cita para presentarme al examen "psico-técnico". Decían que era complicado pero yo no creía en aquel momento que hubiera mucho de que preocuparse, aunque como más adelante vería, no tuve la oportunidad de llegar siquiera a intentarlo.

Era un chico normal, moreno, de pelo corto y de punta. Llevaba siempre una gorra negra y un colgante con una bala de 9 mm vacía, que me había dado un amigo de mi padre, que era militar, luego me enteré que "ese amigo" la había comprado en los "chinos". Parecía más joven de lo que era y quería creer, en aquel momento, que se notaba algo el esfuerzo de las últimas semanas en el gimnasio, sobretodo al enseñar mi pecho y brazos, estaba orgulloso de ello. Ahora en la distancia admito que el gimnasio durante 3 semanas a intervalos irregulares apenas había tenido un gran efecto en mi, pero eso de haberme depilado el pecho y los brazos y algo de mi mermada autoestima ayudaban a sobrevalorar los efectos conseguidos. No era un chico muy corpulento muy a pesar de mi ego interior. Tenía 18 años y creía que lo sabía todo, creo que es un gran defecto de estas edades, nuestro afán de independencia y de sentirnos diferentes y mejores nos llevan por caminos poco realistas sobre nuestras capacidades y virtudes. Hoy en día puedo decir que mi mejor característica era la soberbia, de la cual me emborrachaba a diario, cuando quise darme cuenta de que no lo sabía todo ya era tarde...

📷

La calle estaba desierta... mi ritmo era rápido, aunque nunca se me había dado muy bien "correr", me gustaba. Durante una hora te olvidabas de que el mundo existía y lograba sumirme en un trance sanativo, que cicatrizaba todas las heridas que mi mente juvenil se autoinflijía con supuestos atentados a mi persona, cabreos impersonales contra el mundo, por no dejarme vivir sin necesidad de tener que trabajar y esforzarme, todo parecía ir contra mi, tenía que limpiar, lavarme, tratar bien a los demás y todo a pesar de mi rabia creciente por no saber hacer nada y no querer tampoco esforzarme en ello, el mundo no era justo conmigo.Cada día estaba recorriendo cerca de 10 km, como imagináis eso era de lo que intentaba auto-convencerme, de eso y de mi ritmo sobrehumano, si puede decirse que una hora y media es un récord para ello, cosa que no creo. Solía pararme a la media hora como mucho, con la lengua fuera y jadeando como un perrito insolente, que quisiese burlarse de su dueño y luego andaba tres cuartos de hora antes de animarme el último tramo a llegar corriendo a casa y meterme en la ducha, creyéndome invencible.
Así pasó la mañana, recorriendo a paso rápido los alrededores de la ciudad, viendo como las farolas empezaban a apagarse a medida que se hacía de día. Esa mañana no tenía muchas cosas que hacer. Ya le dije a mi madre que no quería seguir estudiando que me iba a preparar para el ejercito y ella con un bufido me dejó, como hacía siempre, no sin antes advertirme lo que ya sabía que iba a pasar y yo terminaba entre gritos saliendo de casa y diciendo que me dejarán en paz, no me comprendían. A día de hoy puedo decir que mi madre solía tener razón "SIEMPRE" y puede que fuera eso lo que más me cabreara.

Viví con ella a solas prácticamente toda mi infancia. Mi mamá se llamaba Amanda, era una mujer atractiva de 40 años, muy bien conservada, rubia, de ojos color miel, dulces y duros al mismo tiempo. Mi padre murió cuando yo tenía 5 años y apenas tengo un gran recuerdo de él. Un "bicho" de esos microscópicos se le metió por una herida pequeña y le infectó parte del brazo. Él creyó que sólo era una pequeña hinchazón debida a un golpe, grave error. El brazo se le gangrenó por no haber acudido de inmediato al hospital y antes de poder darse cuenta, llevaba 20 operaciones de limpieza de pus, que terminaron en un "shock tóxico" provocado por las toxinas que liberaba la gangrena en su avance, causándole un falló multi-orgánico que terminó finalmente con su vida.

Habían pasado ya 13 años desde aquello y mi madre estaba aun intentando rehacer su vida. Creo que recuerdo haberla oído llorar todas y cada una de las noches que recuerdo desde que pasó. En algunas ocasiones entraba y la abrazaba y hacia como si no me afectara la situación, eso si lo recordaba, al menos antes lo hacía, ahora creo que mi rabia y mi orgullo habían anestesiado esa parte importante de un ser humano llamada comprensión. No quería entrar, no quería ayudar, solo quería olvidar que alguna vez había tenido padre, estaba rabioso con él, por habernos abandonado, por haber muerto, lo culpaba de todo lo que iba mal en mi vida, por que si, era más fácil culparlo de todo, que darme cuenta del verdadero culpable de lo que pasaba en mi vida día a día.

Ahora ella empezaba a salir otra vez un poco con amigas y alguna vez había quedado con un hombre que conoció a cenar. Pero no era nada serio y no creía que en mucho tiempo pudiera serlo. Mi padre hecho raíces alrededor de su corazón y aun estaban ahí, acompañándola en cada bombeo de su vida, aun guardaba todas sus cosas en un caja, que revisaba cada semana como si fuera un ritual, recordando su cara, no quería olvidar nada de él y eso le seguía causando mucho dolor.

Yo era un chico duro, sin sentimientos, cierto que tenía 5 años cuando lo perdí y cierto que lo echaba de menos y lloré durante mucho tiempo en silencio su muerte los primeros años y aun lo hacía en esa época, pero en el fondo de mi sabia que yo era un chico duro, jamás admitiría el recuerdo de haber llorado.

Seguro que ahora estaría en un lugar mejor, la vida era una mierda.

Cuando llegaba de correr por las mañanas, mi madre me tenía preparado el desayuno en algunas ocasiones como aquella. Me lo tomaba con rapidez. La verdad es que soy muy nervioso, excepto cuando me ponía hasta el culo de porros o cuando me pasaba la tarde entera sin hacer nada hasta que me dolía todo el cuerpo al levantarme del sillón, claro.

Cuando llegué a casa, me tomé la leche con cola-cao, una magdalena y me duché. Al salir la tele estaba puesta en el salón y se oían las noticias. Eran las nueve y mi madre se iba a trabajar ya. Entraba en media hora, así que no tardaría mucho en irse. Era limpiadora del hogar y tenía una serie de pisos que limpiar todos los días. Era un trabajo duro y que no dejaba mucho dinero en casa, pero lo suficiente para que pudiéramos salir adelante, aunque tal vez si yo hubiera decidido trabajar también, habríamos pasado menos penas.

En la tele escuché la noticia de varios grandes incendios ocurridos a lo largo de todo Madrid. Una sala de cine, unas oficinas del centro y un listado de otros lugares menores que tenían en jaque a todo el cuerpo de bomberos y policía de la zona. Lo más raro es que en ninguno de los lugares se habían encontrado ninguna víctima.

No había cuerpos, aunque se sabía de docenas de desaparecidos en cada uno de los incendios.

La caja tonta siguió dando sus reportajes y ya no le presté demasiada atención. El día pasó rápido. Yo en el ordenador, jugando a "call of duty" y bebiendo 2 litros de coca-cola de. Por la tarde llegó mi madre sobre las ocho, preparó la cena y me fui a dormir, supuestamente claro, ya sabéis que continué haciendo durante prácticamente toda la noche, ¿no?

9 de Marzo de 2019 a las 12:43 2 Reporte Insertar 0
~
Leer más Página de inicio 1