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Pablo Bilbao
Un diario, sin ahondar en los eventos, y profundizando en los sentimientos y reflexiones que provocan 0 reseñas
Historia No Verificada

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Dominó

Todos conocemos el efecto dominó: una ficha que al caer trae como consecuencia el derrumbe de las demás piezas del eslabón; ese efecto, tiene sus variantes, como el de la fila que inicia con una pieza pequeña, y mientras avanza crecen exponencialmente, haciendo posible que esa primera pieza sea capaz de derribar una con un tamaño hasta mil veces mayor, y no solemos atribuirle la culpa a esa primera pieza, que a simple vista, parecía incapaz de hacer cualquier daño (spoiler alert: wrong).


Cada vida tiene su propia suma de situaciones trágicas: un amor no correspondido, la muerte de un familiar o la perdida de la relación con el mejor amigo. Inevitablemente tenemos que dejar atrás esas experiencias, de forma lenta y constante, dando un paso a la vez, hacia la promesa de un futuro en que el dolor que se siente tan presente, se difumine en un recuerdo.


Sin embargo, en el surco que deja nuestra pisada, al mirar con detenimiento, nos podemos dar cuenta que nace un rastro, que si lo materializáramos, sería parecido a una línea de dominos: pequeños e incapaces de hacer daños, o de interrumpir el camino que aquellas firmes pisadas han marcado con tanto esfuerzo.


No es necesario que el golpe sea fuerte; basta una fotografía, una fecha, o un aroma, con el impulso suficiente para derribar la primera ficha, que solo tiene ojos para una cosa: la ficha que está frente a ella; y un objetivo: continuar derribando hasta alcanzar el paso que aún no se ha dado.


Acto seguido: caos. Esa insignificante pieza pudo derribar un proceso de años, dejándonos en el suelo, confundidos y sin entender como un impulso tan pequeño pudo ocasionar tanto daño,   y es importante que al levantarnos nos volvamos conscientes de lo delicado que es el camino que hemos estado recorriendo y con base a eso,  construir piezas más resistentes... porque por más que nos esforcemos, lo frágil de la primera ficha siempre será una constante en nuestras vidas (al ser la más cercana al recuerdo).


Y tal vez, después de muchos intentos y de muchas piezas en el suelo, seamos capaces de, al sentir el impacto, tambalearnos... pero no caernos, y sentir la fuerza que sólo surge después de muchas caídas.


17 de Enero de 2019 a las 00:18 0 Reporte Insertar 0
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Desde la trinchera

La vida es una guerra, y no una que se desata de un día para otro. Más bien, de esas en las que un día estás sentado en tu escritorio y te das cuenta que no son miradas, sino balas que llevaban esperando en la mirilla a que bajaras la guardia, no eran comentarios, eran los ecos de una granada que a la distancia amenazaban con una onda de destrucción. Debes cuidar tu espalda, pues en cualquier momento, de las sombras, emerge un enemigo sin otra intención que asestar el tiro de gracia.

Es lo que pensé al llegar al trabajo hoy, mientras que las tropas rivales, disfrazadas con la sonrisa de una compañera se acercó, y al ver a esa furtiva guerrera con paso decisivo, como lo ha hecho en anteriores batallas, me preparé para la batalla, permitiéndole que diera un ataque que no me esperaba, se sentó frente a mi, y entendí que batalla íbamos a tener, no con espadas o puños, sino una en un tablero, volviéndonos comandantes, a la espera del menor descuido del adversario, para destronar a su rey, y con él, su imperio.

Ante la sorpresa, acepté el enfrentamiento, y les di las piezas blancas, permitiéndole el primer movimiento, porque que nunca se me ha dado tomar la iniciativa y preferí reaccionar. No podía predecir sus movimientos, un frente de simples peones, que no mostraban señales de buscar defenderse o de atacar, que compartían su opinión sobre tal película y lo que hicieron ayer. ¿Dónde estaba la salida del alfil que podía atacar de frente con el "no has hablado con el jefe?, ¿Porqué no aprovechaba el furtivo movimiento de sus caballos, escondiendo el malicioso comentario que lo ha visto hablarme en secreto? 


Esas son las batallas más frustrantes, en las que no se percibe el ánimo de atacar, en las que gobierna un sentimiento de paz; porque es en esas, en las que sin previo aviso y sin ninguna señal de advertencia, abres los ojos... y ya no hay tablero frente a ti, no hay trinchera donde esconderse, fuiste vencido en un terreno del que no sabías eras parte y en un juego en el que nunca quisiste participar... todo esto, en la sala de aquella oficina.

Tal vez... lo que para mí era una guerra y lo que yo sentía como una partida... para ella era otra clase de juego, uno en el que no se pierde... uno en el que no se cuentan los puntos... y tal vez, solo tal vez, sea yo quien elige jugar a la guerra, porque puede ser como siempre he percibido mi vida, con pequeños ataques, que lastiman, que marcan, que definen.


Fui vencido en aquella batalla (que al parecer nunca lo fue), y pensé que más valiente que el soldado dispuesto a dar el primer ataque, debería permitirme bajar el escudo, ver que tanto desgarra la espada, atreverme a quitarme la armadura... con el riesgo de que entre algo... o peor aún... de que salga.

5 de Enero de 2019 a las 01:03 0 Reporte Insertar 28
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02/01/2019

Hoy fue un día estresante, pareciera que cuando algo bueno te pasa, empiezas a emitir una especie de luz o de frecuencia que tiene el mismo efecto que un imán. El problema es, que no podemos controlar a los seres que se acercan, desde personas que buscan un poco de calor, comodidad o simplemente una guía cuando su obscuridad es demasiado penetrante, hasta molestos mosquitos, cuya intención pareciera la de declararle la guerra con la fuerza de sus cabezas a aquello que les impide sumergirse en su obscuridad que tanto adoran.

De camino al trabajo, pensé en que mi padre se enteraría de un aumento en el salario que tuve, y como siempre ha sido un hombre... "especial", con el dinero, pensé que le molestaría que no le dijera y que luego yo me molestaría con mi madre, porque en toda esta fantasía seguramente ella le había dicho, y tras una discusión de varias horas, dejaba de hablarle a ambos... apenas había empezado mi día y el Pablo de mi cabeza ya había destrozado a su familia por la avaricia que le atribuía su padre y su falta de paciencia, como le llamaba su madre.

No se si sea solo yo, pero cuando me pasan cosas buenas, tengo esta... tendencia a pensar en escenarios negativos, que pongan en orden la balanza de la vida, porque si pasan demasiadas cosas buenas en una vida los mosquitos unidos del mundo harían una huelga de abstinencia de sangre, (me anoto como fiel seguidor de su noble causa), pero la Fuerza Mayor (al menos la que yo me imagino), no se quiere arriesgar a que esa huelga desemboque en algo catastrófico, por lo que genera situaciones negativas en la vida de uno, para que no se empalague con los pequeños éxitos de la vida.


Por eso mismo, prefiero ser yo quien cree esos escenarios en mi cabeza, y se que es un poco cruel hacer que el desdichado Pablo de mi cabeza le pida perdón a su padre en su lecho de muerte, (porque hasta ese punto tengo planeada su vida). Y tal vez, inconscientemente, me genero estos escenarios con la esperanza de que el sentimiento de culpa y remordimiento por el simple hecho de crearlos, sea suficiente para evitar que cosas peores se manifiesten en mi vida. Se que a veces se me va la mano con el Pablo Ideal (por vivir en un mundo de ideas), pero... es un hombre fuerte, y se que podrá soportarlo.


Sin embargo, es un año nuevo, y con el viene la promesa de cosas mejores, desde propósito sencillos como empezar a publicar lo que escribes, hasta grandes proezas, como la de Pablo Ideal de presentarse en un concierto, habiendo superado toda la toxicidad que tan frecuentemente le administro... espero que sea un gran año para los dos, y por el bien de nosotros mismos... dejar en paz esa balanza, que ninguno tiene dotes de comerciante.

4 de Enero de 2019 a las 03:58 0 Reporte Insertar 0
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