Una niña había escapado de su hogar, caminaba por un gran bosque sin pensar. Sus lacios cabellos se enganchaban en las ramas y eso la hacía gritar. Estaba asustada, aún más enojada con su padre, a quien no podía perdonar. Buscaba un espíritu que la pudiera ayudar a hacer magia poderosa y su padre asesinar. Cuando el espíritu pudo encontrar este la hizo reflexionar, la acompañó a su casa y a su padre fue a castigar. Le quitaría su fuerza al extraer su poder, entonces ya no haría magia otra vez.

Meditaba cada día, buscaba paz y tranquilidad. La joven maga buscaba un lugar donde descansar. Entonces el bosque la llamó y en un suave arrullo ella durmió. Al despertar tocó mucho pelo, este era negro, suave y frondozo. Levantó la vista y era un gran lobo. Estaba quieto aún más dormido, sin pensarlo lo abrazó y al sueño se entregó, aquel era su amigo. Al despertar la acarició, se sentó a su lado y la miró practicar entonces su postura le corrigió. Aquel era un espíritu del bosque y su mentor.

Quitar la fuerza no debe ser tomado a la ligera, pues es peligroso y puede causar aún más resentimiento y dolor. El lobo se había abalanzado sobre Wener y al oído le había susurrado, aulló y del cuerpo de Wener su fuerza se fue. El lobo se apartó y se alejó. Wener perdió su magia y el mayor desafío se le presentó. Tenía que matar lo que más amaba para recuperar lo que más anhelaba. Desde esa noche todo cambió. Ya no hubo risas ni dolor, sólo la penumbra que a la familia cubrió.

Practicaba sin descansar, la joven maga mejoraba sin parar. Su magia desplegaba con orgullo y decisión, a sus familiares sorprendía y era motivo de envidia cada día. Una tarde el padre de la niña, Wener C. se había encerrado en la habitación, unos destellos se veían bajo la puerta y en su interior una joven mujer lloraba sin parar, entre bocanadas de aire pidiendo ayuda. La niña se enfureció al reconocer a su madre y sus ojos brillaron y volteó la puerta usando gran poder. —Déjala en paz —musitó

Su padre asintió desde el suelo donde había quedado por la explosión, espantado al saber que su hija también era hechicera. Widney se acercó a su madre y la abrazó, esta no reaccionó puesto que también estaba espantada por tal poder. Con el tiempo y el entrenamiento su poder creció y a ese ritmo su madre se alejó, su padre la rechazaba sin descanso y todos le temían a su alrededor. —Entonces ahora soy huérfana —dijo mientras limpiaba una lágrima de desolación al festejar sola su décimo cumpleaño

Me rompiste para decirme que me faltaba madurar. Me lastimaste para hacerme ver sensible. Me acusaste para provocarme, llegué a molestarme y lo llamaste excesivo. Traté de mostrarte otro lado mío y lo llamaste falso. Buscaste hacerme daño cuando yo cuidaba mis palabras para no excederme. Al final me fui porque ya no sabía que más hacer y me llamaste previsible. Al final encontraste muchas formas de llamarme, muchas definiciones carentes de fundamento y yo no llegué a saber que querías de mí.