Me dijeron que no fuera a ningún lugar. Pero fui.

El viento mueve las frutas de los árboles, pero sólo caen las hojas.

Toqué la puerta. "No hay nadie", respondieron del otro lado. Volví a tocar. "No hay nadie", repitieron. Desesperado, entré por la fuerza, y en efecto no había nadie.

El hombre sin pies pisó al hombre sin manos. Éste respondió con un puñetazo. El hombre sin boca les dijo que dejaran de pelear mientras el hombre sin cara miraba todo con desapruebo. El hombre sin cabeza reflexionaba sobre sus compañeros. El hombre sin cuerpo se reía de todos.

De inmediato encendí la luz y apareció ante mí algo monstruoso, aterrador, horrible, espantoso, terrorífico, repugnante, pesadillesco, horripilante, espeluznante, horrendo, repulsivo, abominable, funesto, nefasto, hórrido, pavoroso, temible, atroz...

"Yo no odio ni condeno". Y me llamaste buena persona, pues no odié ni condené aquello que no creías merecedor de odio y condena. "Yo no odio ni condeno". Y me llamaste mala persona, pues no odié ni condené aquello que sí creías merecedor de odio y condena .

Tenía tantos problemas que perdí la cabeza. Afortunadamente, la encontré sobre mi cama.

Me retaron a contar hasta un número tan grande que, para cuando terminé, ya no había nadie a quien le importara.

Tenía hambre. Comí y se me quitó el hambre. Pero luego tuve sed.

¡Cállense!

Algo se movió adentro.

Sus manos cubrieron lo que la tela descubrió.

Entre los árboles lo vio ahogarse.

"Tortuguita de plata, ¿por qué vas tan triste?" "Mi caparazón pesa mucho. Tengo frio en invierno y calor en verano." "Te daré un cuerpo de madera." "No, porque me quemaré." "Te daré un cuerpo de roca." "No, porque me veré fea." "Te daré un cuerpo de carne." "No, porque me querrán comer." "¿Qué quieres entonces" "Un cuerpo de oro." "Pero tu caparazón pesará más, y sentirás más frío y calor." "Sí, pero me adorarán; no tendré que caminar y me cuidarán bien porque no querrán perderme."

Pásame el martillo.

Un ciempiés dijo una vez, en un ataque de estupidez, que se está mejor en la vejez, y se lo comió un pez.