La jaula Follow story

Vio que la puerta de la jaula estaba abierta. Buscó por toda la casa, dejando todo patas arriba. Comprobó que no pudiese haber escapado por alguna ventana o puerta, pero todas estaban cerradas. La mujer no era capaz de encontrarlo, por mucho que lo intentara. Mantenerlo allí encerrado era la esencia de su vida, y todo esto provocó estragos en su mente.

Entre muebles, almohadas, plumas, se mantuvo llorando durante días. No quería comer, no quería dormir, no sin saber que aquello estaba aún con ella. Pronto la tristeza se convirtió en ira, y nuevamente retomó a su origen.

Sus dos hermanos regresaron de trabajar, y por su sorpresa, se encontraron todo aquel revuelo. Uno de ellos se acercó y le abrazó para intentarla reconfortar. Mientras el otro buscaba cual podría haber sido el motivo de aquel brote. Finalmente lo descubrió.

Mientras que ella lloraba en sus hombros, el otro cerró la puerta de la jaula, y acercándose a ella, le dijo que lo había encontrado y estaba en su sitio.

Emocionada se levantó de un salto y salió corriendo a comprobarlo. Con una sonrisa le hablaba y le regañaba por haberse escapado. La jaula estaba vacía.

Pasó años de depresión tras la muerte de su marido, incluso comenzó a decir que él estaba con ella. Su familia preocupada pensó en buscar una solución, y la mejor que encontraron fue desviar su atención. Le regalaron un pájaro.

Funcionó. Desvió toda su mirada hacia el pájaro, pero no se responsabilizó de darle de comer y beber. Murió de hambre. Por suerte su familia lo descubrió antes que ella y enterraron el cadáver, pero antes de que pudieran dar el cambiazo, ella ya había visto la jaula.

La familia alucinó al verla hablar con la jaula, meter el dedo entre sus barrotes simulando acariciar el pico del pájaro. Escondieron el repuesto y sin hacerle mucho caso a su locura dejaron que se divirtiera con sus alucinaciones, simplemente para evitar que aquello fuera a peor.