Es un día caluroso, pero aún más caluroso para el Señor Stern, un gallardo herrero de fuerte carácter, la tarea del día era fabricar unos azadones y otros implementos para el trabajo de campo, él se encontraba muy orgulloso por el empeño que le ha puesto a su trabajo, pero había algo que le inquietaba:
—¡James ven aquí!, esas palas no se van a hacer solas—gritó el herrero.
Aquel joven de dieciocho años, de vivaces ojos azules y cabello castaño casi cobrizo, se encontraba echado sobre un árbol que quedaba en el patio de la casa, una pequeña edificación agreste y humilde, edificada con piedras, al igual que las demás viviendas del pueblo RockFish lo que le daba un poco de encanto rústico, al lado se encontraba la forja, el sustento familiar de la familia Stern. Él muchacho bosteza levemente mientras observaba el tranquilo pero monótono paisaje, su padre sigue vociferando y habla con más contundencia.
—¡Ya estás muy grande para que venga aquí a jalarte de las orejas!
El joven se levanta y se sacude el polvo de sus pantalones y le responde:
—¡Viejo, relájate, ya he laborado bastante!
—Deja de holgazanear, hay mucho trabajo por hacer, ya estas empezando a ser un adulto y todavía sigues holgazaneando.
James ignora a su padre, pero este se molesta y corre furioso hacia su hijo. El joven se levanta e intenta evadir el aparente castigo del herrero, el cual dice mientras intenta atrapar a su hijo.
—No te da vergüenza, con los vecinos.
Mientras tanto pasa un hombre que iba en una carreta cargada de heno y comenta:
—Ya estamos acostumbrados.
A su vez un niño de diez años observa la escena y muestra una sonrisa burlona.
El Sr Stern dice:
—A este paso Joey podría ser un mejor herrero que tú.
James observa a su hermano menor, el cual le saca la lengua y muestra algo de molestia al sentir como el niño parecía burlarse de él. Por lo que procede a cumplir con sus oficios.
Tras unas horas de trabajo, James se sentía bastante acalorado y tenía los brazos resentidos por el constante martilleo en la forja, así que para refrescarse va a caminar hacia el puerto, el cual quedaba bajando una pequeña colina sobre la cual se encontraba su hogar.
El pueblo de RockFish se encuentra en la costa suroeste del modesto país de Jaser. La principal economía de este pueblo se basa en la pesca y el comercio. Normalmente los productos fabricados en el pueblo eran mandados a otras regiones del país y era usual ver pequeños barcos pesqueros y mercantes en el puerto.
En su camino escucha a dos ancianos hablando. El primero comenta:
—Hace poco recibí una carta de mi hermano, él vive en el centro de Jaser y en la presente dice que el gran imperio Kokoa, ha conquistado la capital de nuestro país. Desde hace un mes somos parte del imperio.
—Y ni siquiera el alcalde se ha tomado la molestia de decírnoslo, este pueblo sea parte de Jaser o Kokoa, a nadie le importa. Cada vez menos gente compra nuestros productos.
—Pero eso no es lo que me intriga, en la carta mencionaba a unas bestias de metal y vapor.
—¡Sorprendente!
—Él dice que esas bestias son la clave del poder del imperio.
Al escucharlos, James comenta asombrado:
—¡Genial, me gustaría ver esas bestias!
Él continúa andando por el camino costero, disfrutando de la suave brisa marina y por el costado se veían casas modestas dispuestas en una colina, hasta que observa en el muelle, un tumulto de gente sorprendida, ya que no era usual en este pueblo ver uno de los llamativos navíos gubernamentales. Un majestuoso galeón rodeado de una espesa nube grisácea, había llegado al puerto.
Para no acercarse a la muchedumbre, James le pregunta a Finbert, su amigo, otro joven de su edad, de cabello largo y recogido en una cola de caballo, de color azabache al igual que sus ojos y de piel bronceada debido a su oficio como pescador.
—Hola Chico Aleta, que tal el día.
Finbert dice preocupado:
—La pesca ha estado regular, pero al menos lo poco que hay es suficiente para abastecerse.
—Mira esa gran nave de allí, no es usual que este tipo de barco se pase por nuestro puerto. ¿Que habrán visto en este aburrido pueblo?
Finbert dice con un tono alerta:
—Espero que no sean malas noticias.
Del barco se baja una pequeña tripulación de unas treinta personas, entre esos unos cuantos marineros, acompañados por algunos exploradores con uniforme, el cual consistía en unos pantalones azul marino y unas chaquetas verdes de tonalidad oscura; los cuales eran funcionarios del imperio, entre ellos el más notable era un hombre joven alto de cabello corto, negro y simétrico con un semblante bastante serio y frío, el cual su sola mirada infundía bastante respeto.
—Algunas personas se acercan a recibirlos, uno de ellos va a avisar al alcalde sobre dicha visita. El humilde pueblo de RockFish ha sido algo insignificante a los ojos del mundo, la sola presencia de esos funcionarios indicaba grandes noticias.
James comenta:
—Mira lo caradura que es ese tipo, que intimidante y la gente lo mira con respeto, si fuera como él, podría hacer todo lo que quisiera sin que me estén dando órdenes.
Finbert dice con tono serio:
—Sabes que eso nunca pasará.
Los visitantes son bien recibidos por el pueblo y por el alcalde, el cual muestra un gesto de respeto hacia los visitantes y los saluda.
—Bienvenidos, funcionarios del imperio Kokoa, a que se debe su visita.
Las personas emiten diversos comentarios.
—Ahora este pueblo es parte de un gran imperio, como eso fuera cambiar algo.
—¿Qué querrán estos hombres aquí?
—¡Que envidia, miren esa ropa tan bonita y nosotros vistiendo harapos!
El hombre de semblante serio se presenta:
Mi nombre es Larsen Kroll, capitán de la unidad de exploración del gobierno, tenemos una información importante que dar sobre determinados territorios. Tras nuestro más reciente viaje, hemos encontrado tierras prosperas, las cuales serán anexadas al imperio.
El alcalde pregunta algo preocupado:
—Se refiere a una invasión, van a colonizar algún reino vecino.
Larsen muestra una ligera sonrisa y responde:
—Nuestros vecinos estarían envidiosos de nuestros hallazgos, hemos divisado un grupo de islas hacia el mar de suroeste y hemos visto que no hay asentamientos humanos, son nuevos territorios con bastantes recursos para el imperio.
La gente empieza a notarse algo aliviada y empieza a comentar entre ellos.
Uno de los comerciantes menciona:
—Pero los mares del suroeste están atestados de piratas y no solo eso, también esos corsarios del imperio Tera, son unos inescrupulosos que no les importa atacar a barcos comerciantes.
Larsen al responder, mira con firmeza y muestra una sonrisa confiada:
—El imperio Kokoa tiene los medios para conquistar países y derrotar a sus enemigos, causando el menor número de bajas posibles.
James le susurra a Finbert.
—Debe estar hablando de las bestias metálicas.
—¿Cuáles bestias metálicas?
—No sé, se lo escuche a unos ancianos.
El severo hombre sigue hablando:
—Su país, Jaser, junto con otros pequeños países, que rodeaban al imperio, fueron territorios que obtuvimos con diplomacia, a través de acuerdos comerciales, nosotros vivimos en el mismo continente, nuestra gente es la misma. Aunque hemos tenido una fuerte oposición, estos acuerdos han sido la clave para unificar estas tierras y mejorar la calidad de vida de todos.
Las personas del pueblo empiezan a hablar sobre dicha situación generando todo tipo de reacciones, algunos se veían extrañados otros sentían una leve sensación de esperanza y otros denotaban recelo como James.
Tras terminar de hablar Larsen y sus hombres se dirigen hacia la posada, pasa el día y anochece.
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