Cuando el reloj marcaba las dos horas con cuarenta y cinco minutos, supo que sería una madrugada más. La historia se venía repitiendo desde hace mucho y entonces se formuló la misma pregunta que la corroía hace algunas noches atrás; ¿de verdad quería seguir con esto? ¿De verdad lo quería?
Aunque no debería preguntarse, se dijo, como se decía siempre. El hombre que llegaba en la madrugada a casa era su compañero de vida y el padre de su hijo o hija. Por supuesto que no se arrepentía, no podía. Lo amaba. Si. Debía amarlo o de lo contrario no seguiría ahí, ¿verdad? ¿La amaba él? las personas decían que sí, pero si Él la amara…
La puerta del departamento se abrió y cuando se cerró, ciertamente tuvo que escucharse en todo el edificio. La única luz encendida era la del cuarto, por eso pudo verlo cuando dejó su chaqueta caer en el suelo frío y reluciente; lo lavaba cada día, solo porque a él le molestaba verlo opaco y sucio. Cuando lo vio acercarse, la sensación de querer esconderse de apoderó de ella. ¿Estaría molesto? Cerró los ojos, con fuerza, y no se movió en absoluto. Quería que creyera que estaba dormida; hablarían en la mañana, cuando su labio roto y sus brazos no dolieran tanto.
Estaba cansada… sabía que no podría soportarlo una noche más. Lo amaba, pero no sabía que había hecho mal. Tendrían que hablarlo. Era mejor hablar.
—Levántate. —le quito el cobertor de encima de un tirón y lo dejo caer al suelo.
Temblaba. Tenía miedo.
—Que te levantes ¡ahora! No quiero obligarte. Y no quieres que te obligue, ¿verdad?
Abrió los ojos para mirarlo desde su lugar en la cama; llevaba la mirada inyectada de sangre, pero tenía una habilidad para no parecer ebrio, si no fuera por sus ojos ella no lo sabría. No le reclamaría nada, no debía. Porque él se molestaría y la golpearía. Y sería sólo su culpa.
Se sentó poco a poco y trato de poner distancia. Su error. Él no quería que sintiera miedo de él. ¿Por qué hacia cosas para molestarlo? Él acercó su rostro al de ella y el olor del alcohol le hizo provocar nauseas, pero se contuvo.
Iba a golpearla. Lo sabía.
— ¿Tienes miedo? —le Sonrío, y sabia que disfrutaba preguntárselo. Su sonrisa se reflejaba también en sus ojos.
Parecía a punto de matar a alguien.
A ella.
Llevo una de sus manos hasta su boca y presionó fuerte sobre ella. Negó. — ¿No? — No supo que había cerrado los ojos hasta que él le pidió que los abriera. Pero no lo miró. No era él. Se lo repetía cada madrugada. Ese no era él. El hombre que la amaba antes no era nada como este. Jamás le haría daño. ¿Ella lo había convertido en eso?
—Tiemblas. —puso su frente contra la de ella y apretó aun más la mano sobre su boca. La herida de antes se reventó un poco, sintió el sabor de la sangre correr por sus dientes. — ¿Por qué? ¿Por qué? —sentía su respiración agitada a medida de hablaba.
Bajo la mano por su cuello hasta llegar a su pecho y luego volvió a su cuello. Lo sabía. Y no quería saberlo porque entonces su recuerdo de Él ya no sería el mismo.
Presiono con el dedo anular sobre su garganta, presiono fuerte hasta que ella tuvo que abrir la boca para tomar aire. Podría mover los brazos, pero pesaban tanto como sus piernas. — ¿No hablas? … no hablarás. —Cerró la mano sobre su cuello, mientras negaba una y otra vez y ella levanto la mirada hasta los ojos que le dijeron que la amaban hace más de un año. ¿Quería él hacerles esto? Los ojos grises brillaban. Los conocía. Pero era lo único que conocía de él.
—N-n-o— llevo sus manos hasta el pecho de él y trato de empujarlo.
No lo haría, ¿verdad? Él no quería hacer eso. No era él. ¿Qué había hecho esta vez?
Iba a matarlos.
Se apagó la luz.
✓ AC
