Que putada es crecer como persona, tan de repente, que no siento que alguna idea reciente recupere el calor que alguna vez le ví. No creo que sea culpa de las ideas, y muy probablemente el problema radique en que yo, simplemente, no sepa cómo traducir aún esas premisas que se están ensamblando en el taller.
Muchas veces tengo ganas de escribir pero no sé de qué, y muchas otras veces tengo de qué escribir, pero no ganas. Son momentos difíciles y desesperantes, donde no la estoy pasando mal precisamente, pero sí tengo una necesidad que necesita ser cumplida y que no sé muy bien cómo solventar; eso me da tensión. Me quedo con que a veces ese chip se activa, y esas palabras desorganizadas e imperfectas se juntan para crear textos que me encantan.
Parte de todo esto, también he pensado, se influencia por la falta de soledad. Me encanta el cariño de la gente, pero el hablar con uno mismo y meditar es algo claramente infravalorado. Cada vez que estoy en esos paripés, alguien viene, y me frustra. Esas historias se van como dientes de león después del soplido de un adolescente queriendo ser romántico.
O tal vez sea la falta de práctica. El concentrarme tanto en mi parte académica, tal vez, hizo que me desconectara de mi centro más artístico. Eso explica el por qué, cuando intentaba hacer ciertos textos que mi yo de hace unos meses estaría encantado en hacer, no encontraba las palabras y no le veía pasión a la subjetividad de hacer metáforas, haciendo que el mensaje se pierda completamente. Y por ende, el propósito de la escritura: porque si intento que todo quede claro, nada me va a salir ni mucho menos, ni tampoco voy a transmitir de la manera que quiero todo lo que tengo para decir.
Y las palabras ruedan y ruedan, como si las sacara de una bolsa para luego quemarlas. Se van repitiendo poco a poco y ahí me tienes después de unas horas, recogiendo los pedazos de ceniza que antes quemé sin siquiera darme cuenta. El rollo se va desgastando, y no puedo plasmar los colores que tiene el idioma español en los lienzos de los que antes me apasionaba. Irónico que cuente todo esto teniendo 10 diccionarios al frente mío.
Descubrí que podía vivir sin la escritura. Sentado, por las noches, intentaba descifrar si eso era algo bueno o no. Muchas veces me carcome la idea de "hacerme el artista", el que ve belleza en todo y el que suele romantizar las actitudes tóxicas como un intento por llegar al lector, en vez de simplemente reflejar la vida como la veo y transmitirme a mi mismo.
Entonces ahí, escribir era algo bueno. Podía desconectar de todo ese veneno que me autoinducía. Luego llegaba el momento del día en el que tenía que escribir la novela y ahí me sentía en desconexión con la vida una vez más; era raro. Si se supone que había aprendido que mi manera de escribir no era esa, ¿qué podía ser lo que me estaba estancando a escribir otra vez? no lo sabía. Supongo que era el ver cómo mis personajes y yo tomábamos caminos distintos, en una obra que narra un cambio de opinión, curiosamente. Y no concluía nada. Y se pasaban las horas: tenía que lavar los platos.
Me apasiona el mundo de la escritura, lo juro. Me quedo horas y horas haciendo rimas en mi cabeza, me quedo escuchando historias y entrevistas de gente que sólo se hizo conocida por escribir (por irónico que parezca), y escucho poemas recurrentemente. Me encanta la lectura a pesar de que tengamos una relación más bien distante, pero igual: cada vez que agarro ese libro me siento en las puertas del paisaje, cada página resultando ser un nuevo racimo de hojas que se desvela en pleno ocaso. Al mismo tiempo, recibo críticas de gente autoproclamada "flexible" que dice que sin lectura no hay escritura. Y no habría problema en que esas opiniones existan, de no ser porque estoy completamente de acuerdo con ellos.
¿Cómo me resuelvo entonces? supongo que si estoy escribiendo esto es por algo, y esto es similar a plantar una semilla y darle sus primeros goteos, los que decidirán si seguirá viviendo, al menos como un retoño.
Thank you for reading!
Emites muy bien las diferentes situaciones que el escritor pasa cuando quiere escribir sobre determinados temas y las distintas sensaciones al momento de plasmar las ideas. Excelente, sigue así.
En este cuento se relatan los problemas a las que se enfretan un escritor ante el bloqueo narrativo. Lo mejor que se puede de este cuento es que se siente real, se nota como una vivencia personal del escritor y, al mismo tiempo, logra conectar con el lector. Muy bueno. #TheAuthorsCup #TheReviewer
Un cuento muy identificativo, se relaciona tanto en lectores como escritores. Aunque a veces el uso de las figuras literarias me desconcertaba un poco. Es un texto muy calificado.
Una temática muy interesante! Además, lo párrafos poseen una impronta original en su forma de ser redactados
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