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www.sexoenpresentecontinuo.com

Según una conferencia a las que asistimos por parte de la escuela, nuestro país es uno de los primeros en la lista latinoamericana del uso del envío o intercambio de fotografías pornográficas, reveladoras o insinuantes de hombres y mujeres jóvenes, resumido o llamado más sencillamente (absurdamente) en estos días como sexting.

A veces parece ridículo que en lugar de buscar una solución buscamos un término “sencillo” y “atractivo” o fácil de recordar para tener como “identificarlo”.

Posiblemente algunos piensen que se le pone un nombre o algo para que sea identificable, que es ilógico el no hacerlo, pero el nombrarlo es simplemente reconocer su existencia., no porque tengamos que hacernos de la vista gorda e ignorarlo, sino porque el termino, que será recordado por años y años (probablemente), es lo que dará inicio al problema o por lo menos a su agravación al vivir en un mundo lleno de ovejitas, y talvez no todos tengamos las herramientas para solucionarlo.

Yo no las tuve.

Mi nombre no es de su incumbencia.

Mi edad tal vez se revele conforme estén leyendo esta parte de mi vida.

Mi arrepentimiento, mi tristeza y mi remordimiento queda bastante claro desde que comienza este texto.

Estoy en mi segundo año de secundaria y todas las promesas de momentos inolvidables, eternas memorias y amistades incondicionales parecían estar, o comenzando, a realizarse.

Es una escuela grande, y aun así es impresionante la rapidez e ineficiencia con la que la información corre por estos pasillos.

Por si a los lectores les interesa, hay hombres muy atractivos, la minoría son bajitos o algo pasados de peso, incluso algunos profesores y maestros suplentes que se han presentado llegaron a ser perseguidos por las estudiantes. Yo incluida.

El profesor más apuesto que he conocido, y que conoceré. Llegó casi a mediados del año del ciclo escolar. Supliría al profesor de química, que había tenido que dejar el país por una orden de restricción que había violado al estar a noventa y ocho metros de su exesposa, quien levantó esa orden porque simplemente no quería que sus hijos supieran quien era su padre. Que maldita.

Pero volviendo al punto, el nuevo profesor era bastante guapo, era alto y evidentemente se ejercitaba. Su cabello era rizado y negro, sus ojos eran de un hermoso color miel; nariz recta y varonil, dientes perfectos y unos labios hermosos. Tenía buen trasero, en mi opinión. Era joven para ser maestro, talvez tendría unos veintiocho años, pero no parecía tener más de treinta.

En los descansos se sentaba con las estudiantes, ya que, cuando lo vimos solo el primer día, por ser el profesor nuevo al que nadie conoce, nos pareció un lindo gesto el dejarlo que almorzara con nosotras.

Era soltero, y siempre llevaba su termo lleno de café, un paquete de galletas y una manzana. Algunas veces llegó a llevar un sándwich o rebanadas de pizza, pero esa sorpresa venía acompañada con alguna anécdota acerca de una reunión con sus amigos, y si llevaba sobras de una comida decente se había tratado de una cita terminada en desastre.

Creía que nunca sería capaz de encontrar a alguien para él, pero ahí estaba yo, sentada siempre al otro lado de la mesa, con nuestros pies y rodillas a unos centímetros, nuestras manos a dos pulgadas de distancia, pero sus labios a casi un metro de los suyos.

Talvez esto suene demasiado romántico, más como una novela de García Márquez, dramática y con un final trágico y predecible, pero no podía evitar pensar que el hombre perfecto para mí era mucho mayor como pare que un enamoramiento no se vería más que como algo antinatural a los ojos de la sociedad.

La hora de química era la hora más esperada. La misma hora, todos los días después del almuerzo.

El mismo lugar, con la misma banca, todos los días a solo dos filas y tres bancas de su escritorio, con el ángulo perfecto para verlo en su silla, con un tobillo sobre su rodilla, un libro de Oscar Wilde en sus manos y sus lentes de marco negro, haciéndolo ver todavía más atractivo.

Estaba a punto de finalizar el segundo año, y mis sentimientos por el maestro suplente no habían cambiado para mal, solo me obsesionaba más la química, para ser la mejor de la clase, que él me felicitara, me diera una palmada en la espalda o revolviera mi cabello. Solo me enamoraba más y más de sus hermosos ojos y su deslumbrante sonrisa. Estaba tan profunda y sin sentidamente enamorada de él, y aun así nadie parecía notarlo. Intentaba no ser muy obvia, y eso no era algo de lo que me hubiera gustado hablar con mis amigas. Enamorada de un profesor. ¿Qué tan loco sonaría eso? Lo único que sí consultaba con ellas era como seducir a un hombre, dándoles cómo únicos detalles, para obtener consejos con rúbricas más específicas, fue que era mayor y que no iba en nuestra escuela. Claro que ellas pensaron que se trataba de alguien de preparatoria, por lo cual no preguntaron su nombre, ya que probablemente no lo hubieran conocido.

Me dijeron que podía intentar ser más coqueta, además de parecerlo; usar máscara de pestañas, labial con colores lindos, un poco de rubor y esforzarme por ser atractiva, sin parecer provocativa.

Seguí esos consejos, pero no parecía llamar su atención más de lo normal.

Cuando estaba a punto de darme por vencida, escuché en la clase de español este término: enganchar

Llamar la atención de una manera culminante para que no quieran dejar de leer, ver o escuchar.

Eso necesitaba. Engancharlo.

Como pensaba que los consejos de mis amigas en realidad no servían, comencé a investigar en la red la solución a mis problemas. ¿Cómo seducir a un hombre?

Encontré de todo tipo de respuestas a esa pregunta, pero lo más relevante o repetitivo que pude encontrar fue “enviar tu pack”. Enviar a su correo fotos provocativas con tus genitales expuestos.

En casa teníamos un lindo sillón rojo, elegante, en una sala con luz amarilla y tenue.

Mis padres no estaban y mi hermano pequeño se había quedado a dormir en casa de uno de sus amigos.

Tomé el maquillaje de mi madre y lo dejé junto al lavamanos de mi baño. Sujeté mi cabello en una coleta, entré en la regadera y comencé a prepararme. Cuando salí, lo primero que hice, después de secar mi cara y cubrirme con una bata, fue sacar de la cosmetiquera la cuchara con la que mi madre acostumbra a rizar sus pestañas. Usé un poco de base para cubrir las imperfecciones que a mi edad pueden arruinar todo un día.

Había visto a lo largo de mi vida varios tutoriales de maquillaje, e intenté recordar lo más importante. Dar luz a los pómulos, delinear o marcar los “contornos” de las mejillas y la nariz, brillo a los labios e intensidad a los ojos.



Jan. 28, 2021, midnight 2 Report Embed Follow story
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The End

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S. Abraján S. Abraján
Supongo que después habrá un presente perfecto.
April 13, 2023, 00:49
supu tamadre supu tamadre
Me hiciste sonrojar, pues yo fui docente y alguna vez me enredé con una estudiante.
March 08, 2021, 03:27
~