En la pared de mi habitación marco el segundo conjunto de palitos, seria hipócrita si dijera que se trata de una prisión.
Hoy amaneció lloviendo, no es muy común en esta época del año, pero hay que disfrutar, es uno de mis secretos, no puedo decir que amo este tipo de clima, pero lo disfruto.
Observo desde el pent-house gente que va y viene bajo este temporal.
Llevo mi mirada al reloj enorme que instalo en la pared, solo dos minutos más e ingresara por esa puerta.
—¡Buenos días! — no volteo, su rostro angular y esa sonrisa de todo está bien me ofusca mucho en estos días.
—¿Qué demonios tienen de buenos? — me quejo y recibo el vaso de Starbucks.
—Tu humor no ha mejorado— se aleja y toma asiento en el sofá a un costado del gran ventanal.
—¿Tiene hielo suficiente? — le propino un sorbo y contraigo el entrecejo, el maldito le coloco de más.
Me vuelvo y lo fulmino con la mirada.
—Ya que estas empeorando, ¿Has sabido algo de los demás? — se cruza de piernas y sus muslos se presionan tanto que presiento que el jean cederá.
Emito un sonido para que entienda que sí.
—Lie— me insiste.
—Mina se ha mudado con Liam hace más de un año, pronto se recibirá de psicóloga infantil, algo irónico me resulta— sonrió y vuelvo mi atención a mi vaso.
—Continua— abanica su mano y le lanzo un cojín, se ríe y al contrario de él, mi humor se tiñe de negro muerte.
—Liam, ha puesto unos cuantos bares a los que visita con poca regularidad, su inversionista, Brunei, nada menos que alguien de su misma calaña— me sonrío, aquí es el momento donde Ael pierde un poco su calma y mi mayor satisfacción llega a su punto culmine.
—¿Cómo esta Darcy? Y ¿Nella…?— eso último se oye tan bajo que creo que lo he imaginado.
—Darcy… lo que oí es que fue mamá de gemelas, no puedo más con la diversión que me provoca el idiota de Brunei— regreso y me apoyo en el ventanal con una amplia sonrisa, necesito oírlo.
—No te dejare arruinar mi día para animar el tuyo— mastica el sorbete, yo me encamino al dormitorio, necesito vestirme.
—¡Esta bien! ¡Eres una maldita!— me grita desde la cocina.
Le lanzo con mi salto de cama y regreso a él en mi ropa interior negra.
—Maldita no, porque fui muy limpia de mi pasado, bastardo— uso a mi vaso de café helado como proyectil.
El silencio se hace entre nosotros, pero él no se mueve ni tampoco yo.
Empiezo a sacar del placard algunos jeans, vestidos, faldas y no me decanto por ninguna pieza, me lanzo a la cama y rebuzno de la frustración.
—¿Puedo? — su dulce voz invade la habitación, no levanto mi cabeza de la almohada pero palmeo el colchón para que entienda que tiene mi permiso.
—Lo siento— se disculpa.
—¿No te cansas de ser tan educado, amable y leal? — me vuelvo y soy consciente que permanezco en mi ropa interior, pero Ael no es un hombre, es Ael.
—Igual por ti, la maldad agota y mucho— tira de mi bretel.
—Ganaste; con Arden están esperando su segundo hijo, de hecho es una nena, el terror de Arden— me vuelvo de espalda y permanezco con la mirada en el techo.
—De verdad, necesitamos hacer algo más que aferrarnos al pasado— pellizca mi nariz.
—Si propones sexo sin compromiso, puede que lo considere— le guiño el ojo y su rostro se tiñe de rubor.
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