«¡No!... Aún no es tiempo… Coff... A-aún no…»
Clink… Clink… Hay sangre goteando, cae lentamente sobre la blanca cerámica.
Clink… Clink… Veo a un hombre endeble, él camina con la cabeza baja, es el dueño de la sangre; es quien camina lamentándose por este corredor. Su mano cubre la boca, de sus delgados dedos gotea la sangre, pero si escuchas atentamente a su corazón, es como si se desgarrara desde dentro, son como gritos de desesperación.
Tick… Tack… El reloj marca una hora que no puedo recordar, y entrecortadamente murmulla: “Alguien… Por favor, que alguien me ayude” Pero nadie responde a su petición, tan solo miran al hombre como un perro agonizante; miran y murmuran, es todo lo que hacen.
«Ya no puedo más… Se acabó.»
El hombre quitó su mano y como una fuente roja comenzó a regar el suelo. Estoy viendo rojo, sus rodillas se doblan como una hoja de papel y su corazón lentamente dice adiós. Nadie acude a su caída, todo lo que hacen es dejarle atrás; oh, estos sofocantes días… El verde césped del jardín se ha pintado de rojo, ¿llorará alguien por él, o simplemente tomarán una fotografía para reír? Sus palabras y sus sofocantes gritos han desaparecido, todo ha quedado en silencio, ¿estará el creador viendo cómo duerme? Nadie sabe quién era, y tampoco se preocupan por saberlo.
Alguien ha regresado a casa, ha visto como los colores se tornan pálidos, y el cómo todo su mundo se llena de gris. En el silencio espera pacientemente mientras las saladas lágrimas se deslizan sobre su rostro.
«Él nunca regresará a casa…»
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