gregrivers L. Gregorio Torre Rivero

Poemas reflejos, como su nombre indica son reflexiones nacidas de la contemplación del mundo, la naturaleza y el interior, desde una óptica creyente. Se estructuran en verso libre o versículos, evitando así la constricción de la rima y la métrica y dando prioridad al contenido y no a la forma.


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#reflexión #contemplación #naturaleza #Interioridad
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POEMAS REFLEJOS


A Laura. DEDICADO

con amor filial ...


ÍNDICE:


ALMA DE VIENTO Y LLUVIA

1. De piedra y viento

2. Tiempo del sueño

3. Evocación norteña

4. Tardes del cálido verano

5. Breve ilapso

6. Blackie, en la memoria


ALMA DE VIENTO Y LLUVIA

I I


DE PIEDRA Y VIENTO


Dormidas sendas,

antiguos caminos labrados

por los desnudos pies de los ancestros,

viejos hayedos desvencijados,

a cuya sombra se cobija

el destello del segur,

el fulgor del hacha y el rayo.


Montes habitados por perenne niebla

que ascienden vertiginosos,

ocultando a la vista

impávidos murallones de caliza,

el vuelo del águila real,

la zarpa del oso,

la fósil pezuña del íbice,

aéreos enjambres recolectores,

el áspid y la salamandra,

hongos, insolentes ortigas, helechos,

rampantes madreselvas ...


Camino arriba, sediento,

aspergido de trecho en trecho

por el incesante goteo

de las aguas innúmeras;

zaherido, desarbolado

por la fuerza del vendaval,

tormenta inacabable,

a duras penas avanzo.


Más que subir, reptar,

atento el oído

al latir de una presencia

que tiernamente me amamanta.


Me acoge a la sombra de sus alas,

guarda celosamente

el secreto de mis númenes,

la fecha exacta de mi óbito,

para el día del Juicio Santo,

de su Santo Juicio.


Musito a cada instante,

el dulce nombre de su nombre,

me embriago completamente

de la serena paz de su hermosura.


Con más voluntad

que fuerza en el pecho,

por encima de la espesura,

al pie del abismo,

me alzo extenuado, exultante,

ante un horizonte ancho

de nacientes luminarias.


Estridentes, metálicos sonidos

pueblan el bosque,

como oración, himno, lamento,

mientras yo, el hombre,

portentosa criatura,

firmemente erguido,

cual piedra miliar

que indica el limen imperceptible,

umbral del misterio

que un día traspasaré,

menhir hundido en la hierba,

que rezuma aún el olor de la mañana,

de tantas mañanas,

petroglifo esculpido por el viento

y la artesanal lluvia,

contemplo con extraña somnolencia,

mezcla de cansancio y estupor,

el relumbrar de los últimos rayos del sol,

por entre las altas praderas,

tiñendo de rojo

las fulmíneas aristas,

las recias cumbres,

inexpugnables torres de mi serranía.


Lentamente aspiro

las fragancias del crepúsculo,

noche que lentamente envuelve mis ojos,

liberando mi mente adormecida.


Más, ¡alerta!, el tiempo insaciable

no renunciará a tus despojos,

¡ora, purifica tu alma!

trascendiéndote,

humillándote,

unificándote,

ante quien en sueños te instruye

y en lo más profundo se revela;

pues, está escrito, suyo eres

y nada en ti descansará

hasta que a Él retornes.


II


TIEMPO DEL SUEÑO


Tiempo del sueño,

etéreo como el sinuoso humo,

trepa por mi leñoso cuerpo

cual lábil enredadera.


Siluetas de árboles, ya fósiles,

recortan pálidos horizontes

ceñidos por densa niebla.


Hombres que caminan a tientas,

adivinando sendas.

Tenue luz de un hogar

que refulge lejanamente,

como vaga certeza de calor y descanso.


El estómago de los rumiantes varados

regurgita una verde pasta mucilaginosa:

ubres repletas de promesas.


El oscuro hogar se anima

con los colores del fuego

que aprisiona pupilas,

que calienta pies inertes,

y manos inanimadas,

sombras espectrales danzan.


Desde un camastro de mullido jergón,

ojos inquietos brillan;

diminutas mariposas nictémeras

anuncian cartas de seres queridos,

llegadas desde las orillas de otro océano,

obscuras y temidas saturnias

golpean muros y puertas,

celebrando el despertar de los muertos.


Mi niñez transcurre lentamente,

entre hayas y riscos,

habita una casa erigida

en un palmo de tierra,

piedra sobre piedra y argamasa,

labrada por pétreos hombres,

alma de viento y lluvia,

con un balcón suspendido

del tiempo y las estrellas.


No deseo conocer otro paisaje,

ni otra compañía

sino el nocturnal viento

que arrastra quimeras

y torrentes de blancas

y pulidas piedras,

y mi negra perra lanuda,

que me enseño a observar

los secretos mundos imperceptibles.


Tiempo de humo y esencia,

que mi memoria rescata

para sosiego del alma,

cuando escucho la voz que susurra:

hijo mío amado,

qué perdido te hallas;

retrocede hasta la encrucijada,

verás mis señales;

busca la senda abrupta

que te llevará a mi casa,

la que ahora recorres

no lleva a ninguna parte;

ahí sólo encontrarás miedo y dolor,

soledad y espanto,

y, al final, el negro abismo de la desesperanza.


III


EVOCACIÓN NORTEÑA

(A Cangas de Onís)


Cierro los ojos …,

evocación de un paisaje,

luz del norte, suave y melancólica, difusa y pálida..,

añoranza ,”spleen” incurable,

rostros imborrables,

el primer amor, a veces, el único.


Flores blancas, rojas y amarillas

se funden en el verdín;

la primavera se anticipa espléndida,

vívidas y vibrantes pinceladas,

extensas manchas de color tachonan la campiña.


Los torrentes de montaña,

arrastran guijarros pintados por ondinas ;

el río donde juegan la trucha y el salmón,

corre impetuoso, a caudal pleno,

lamiendo los campos de maíz.


Estridulan los grillos negros de redonda cabeza,

con su collar de oro, el príncipe grillo, canta una endecha,

el martín pescador de azules plumas

y la lavandera , raudos vuelan,

a ras del agua y de la tierra;

el pinzón alimenta a sus polluelos,

el atrevido raitán picotea el grano,

el temeroso mirlo, las frutas y bayas.


Metálicos trinos, timbres discordantes

alegran el cercano bosque,

los paseos de olmos, quejigos y plátanos

de frutos redondos y erizados,

los primorosos parques, los setos de boj,

las rosaledas, y los parterres,

los senderos de grijo , los estanques.

y los blancos tendales ,

donde, a la suave brisa,

se orean las sábanas.


Los niños corren tras la pelota,

sus juegos, sus voces estridentes y gritos,

llenan el espacio del recreo

y las vacías aulas.


Retornarán las lluvias,

para que no olvidemos,

por qué los campos son verdes,

y los árboles frondosos,

por qué crece todo tan deprisa,

Todo, como mi propia infancia,

” ¡Oh, plenitud del tiempo consumado!”,

sucesión de días interminables,

en mi amada ciudad, tan bella y plácida.


IV


TARDES DEL CÁLIDO VERANO


Tardes del cálido verano,

recostado sobre la dorada hierba,

soñando el amor

de aquéllos ojos verdes.


Caminaba por la sierra,

cuando a mí se acercó;

sólo un tímido saludo,

unas palabras balbuceantes,

un postrero adiós.


Y el estremecimiento de los sentidos,

y la inquietud del espíritu.


Desapareció de mi vista;

era tan sólo una silueta

recortada sobre el cielo crepuscular,

un pequeño punto oscuro en la lejanía.

Y el aire, dormido,

aquietó el canto de las cigarras.


Y una luz ambarina

tiñó, como aureola,

las afiladas crestas.


Entonces, supe

que aquella confusa visión,

mezcla de sueño y materia,

no abandonaría mis noches,

ni daría descanso a mis días.


La perseguí en los delirios

de mi trastornada adolescencia;

la llame a voces, por entre los hayedos,

en las cimas de las montañas.


Y sólo un eco estentóreo

me devolvía la palabra

entre risas de ondinas.


Ángel alado,

demonio o hada maléfica,

que torturó mi alma

en el tiempo del sueño,

cuando la soledad y el deseo

dan vida a las quimeras.


V


BREVE ILAPSO


La pradera, como mar sinuoso,

en la última hora de la tarde,

acariciada por el apacible céfiro,

el sol oculto tras un horizonte purpúreo,

cuasi violáceo,

las montañas teñidas

de un azul plomizo.


La quietud se adueña de la tierra

y del espacio

y el vuelo del gavilán

en el aire se detiene,

y cesa el trino de los pájaros

y los rumiantes se tienden.


Mi fiel perro pastor,

cual estatua de negro azabache,

el hocico inquisitivo,

las orejas extendidas,

escuchando la sinfonía de los mundos.


Diríase que todas las criaturas,

los montes, los arroyos y las selvas,

se recogen, dando gracias al Creador.


Todas, menos el hombre,

guadaña al hombro,

con la muerte a cuestas,

ajeno y enajenado,

librando batalla

contra el mundo y contra sí.


Sucesión interminable

de actos irreflexivos,

sin sentido,

inconsciente de su finitud y grandeza,

ciego y sordo,

tensando la soga

que lleva ceñida a su cuello,

y caminando a traspié

hacia la cruenta fosa.


VI


BLACKIE, EN LA MEMORIA


Dormía un sueño profundo,

al despertar,

me hallé en medio de un prado,

cubierto de asfódelos,

de rojas amapolas,

y rebaños de blancas ovejas.


Pero ellos, a quienes tanto amo,

han desaparecido de mi vida.


Los busco sin descanso,

sin perder la esperanza.


Mi Dueño me llama,

oigo su voz a lo lejos,

pero siempre me adelanto

a los deseos de su corazón.


Me acaricia tiernamente,

me embriago de su paz

y consuelo.

Me obsequia con una escudilla

de deliciosa leche

con sabor a miel,

y con una rebanada

de sabroso pan,

recién horneado.


Gozo de una existencia plena,

he encontrado a mis cachorros soñados,

que, exultantes, se refugian en mi regazo;

dulcemente los alimento,

van y vienen, corren y saltan,

jugando con las mariposas,

y siguiendo el rastro

de los grillos cantores.


Más, cada día eterno,

con gran nostalgia,

me rondan los recuerdos

de la vida pasada,

y de los seres queridos;

en especial, de mi dulce,

adorada Laura.


¡Ojala mi Buen Pastor,

que conoce todos los caminos,

los encuentre y los traiga

pronto a mi lado!

No nos faltaría de nada,

y nuestra felicidad, entonces, sería completa.



Pamplona, 11 de Noviembre de 2019




Nov. 14, 2019, 4:10 p.m. 0 Report Embed Follow story
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