sadfyr1573067641 Sadfyr

El más temible de entre todos los monstruos es el que nosotros mismos albergamos.


Horror Monster literature All public.
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Arañas

— ¿Podrías volver a contarme lo de la última vez? Lo que pasó con tu perro.

— ¿Porqué? ¿Ya no se acuerda?

— Sí, sí, me acuerdo perfectamente, pero me gustaría que me lo volvieses a contar. Si no te importa, claro.

— Claro, claro, usted es el profesional. Como ya le dije en la sesión anterior, yo tenía diez u once años, no lo recuerdo bien. En aquel entonces aún vivíamos en el pueblo y yo era el único niño, todos los demás habitantes eran ancianos o gente sin hijos; todos los que tenían hijos se marchaban a la ciudad. Era algo normal, claro, en el pueblo no había colegio. Mis padres tenían intención de que nos mudásemos a la ciudad, pero no tenían suficiente dinero, así que era mi madre quien me enseñaba con ayuda de unos viejos libros de texto.

En realidad, salvo porque no había más niños, el pueblo no estaba tan mal. Yo me llevaba bastante bien con la mayoría de la gente, me contaban sus historias y algunos hasta de daban algún caramelo de vez en cuando. Además había justo a las afueras un bosquecillo que acababa en unas montañas, siguiendo el riachuelo podías llegar desde las tierras de labranza hasta las faldas de la montaña en poco más de dos horas. Yo me divertía en aquel bosque, explorando y tal.

Un día mi padre apareció con un perro, un perrazo en realidad, era casi tan alto como yo. Por lo que pude entender entonces un algún vecino se lo dio porque se iba y no se lo podía llevar, así que desde aquel momento tuve un amigo nuevo. No recuerdo cual era su nombre, yo lo rebauticé como Minit. Desde entonces cada tarde, al terminar con mis tareas, Minit y yo nos íbamos al bosque a jugar y a explorar.

Después de tanto tiempo me conocía casi cada rincón de aquél bosque, aunque había lugares en los que bien por ser difícil de acceder a ellos, bien porque me daban miedo, nunca había llegado a acercarme demasiado. Ese era el caso de la apertura en la montaña que le mencioné la última vez. Era una apertura bastante extraña en las faldas de la montaña, subiendo el riachuelo y luego andando durante casi una hora a la derecha. La apertura penetraba hacia dentro, debía tener una anchura de unos cuatro metros y estaba abierta por arriba, pero los árboles y los matorrales habían crecido dentro de ella, haciendo que entrar en ella fuese complicado incluso para un niño y dotándola de una oscuridad absoluta unos metros adentro. Como entenderá, aquello me daba bastante miedo, no sabía que podía haber dentro, no se veía absolutamente nada dentro y la imaginación de un niño es demasiado exagerada.

Un día, sin embargo, decidí que acompañado de Minit podría aventurarme a entrar, si algo pasaba él podría protegerme, así que cogí una linterna de casa antes de salir y allí que fuimos. Más de tres horas después Minit y yo estábamos frente a la entrada de aquella gruta, encendí la linterna, la apunté hacia dentro y comenzamos a andar, rozándonos con las ramas y los troncos de los árboles, con los matorrales, trepando algunos pedruscos que nos bloqueaban el camino, hasta que después de un buen rato en el que mi ropa acabó destrozada y yo lleno de arañazos, llegamos a una zona abierta. Al mirar hacia arriba pude ver las copas de los árboles tapando el cielo, tan altos, tan frondosos; nunca había visto algo así.

A nuestro alrededor sólo había árboles, estaba todo repleto. Me acerqué a ellos para ver qué había más allá y solo pude ver la pared del a montaña, recorrí toda la circunferencia que formaban pero, salvo la apertura por la que habíamos entrado, todo era madera y roca.

Decidí sentarme a descansar un poco antes de volver a salir, tanto Minit como yo estábamos agotados y todo para aquello. Sí, era algo bastante curioso, puede que impresionante por cómo estaba formado, pero esperaba algo más, no sabría decirle qué, pero algo más. Llevábamos ahí quizá diez minutos cuando de repente Minit comenzó a gruñir mirando a todos lados, parecía asustado y no dejaba de girar a un lado y a otro. Yo me levanté algo asustado por esa reacción de mi perro, jamás lo había visto así, y miraba a los mismos lugares a los que él, pero no veía absolutamente nada. Entonces comencé a oír ruidos, al principio tenues, de forma que no lograba distinguir qué eran exactamente; puede que las ramas de los árboles movidas por el viento, aunque no hacía ni una pizca. Pero poco a poco se comenzaron a oír más fuertes, eran similares a cuando tiras de la cuerda del pozo y esta roza con la polea, una especie de roce; al principio pensé que efectivamente serían las ramas rozando, pero cada vez se oían más fuertes, por todos lados y cada vez los roces sonaban con mayor frecuencia, desde varias direcciones a la vez. Minit comenzó a ladrar hacia todos lados, desquiciado, entonces creí haber dejado de escuchar esos roces, se habían detenido de repente. Minit dejó de ladrar y comenzó a gimotear, se agachó completamente muerto de miedo, a nuestro alrededor ya no se oía nada, todo estaba completamente en silencio como si todo aquello sólo hubiese sido algo que me había imaginado.

Encones comenzó, cientos, miles de golpecitos empezaron a sonar por todas partes, cada vez más cerca de nosotros; miré a todos lados y entonces lo vi, estábamos completamente rodeados de arañas; un millar de ellas se acercaban a toda velocidad hacia nosotros. Yo no sabía qué hacer, no tenía nada con lo que defendernos salvo la linterna, en el suelo no había absolutamente, nada, ni una sóla rama, ni una sóla piedra, era todo arena y Minit estaba agazapado y no dejaba de temblar y sollozar. De repente, como a un metro antes de alcanzarnos, las arañas se detuvieron en seco formando un círculo perfecto; desde tan poca distancia pude verlas bien, eran del tamaño de un puño, completamente negras, con el cuerpo liso y mate. Miles de pequeños ojos negros nos miraban y yo estaba completamente aterrorizado, no sólo por todas las arañas que habían ido corriendo hacia nosotros, si no porque no entendía porqué se habían parado de repente.

Entonces la vi. Justo delante mía había aparecido de repente, como salida de la nada, una araña enorme, tan grande como Minit, tan negra que parecía que absorbiese la luz, cubierta de un pequeño pelaje negro. Sus dos únicos ojos me miraban fijamente, directamente a los míos. Estuvimos manteniendo la mirada un rato, no sé cuánto exactamente, pero me pareció una eternidad. Entonces saltó hacia Minit, en un momento estaba absolutamente inmóvil y al segundo siguiente estaba encima del perro. Minit comenzó a retorcerse para quitársela de encima, pero la araña clavó sus patas en sus costados y le empezó a morder en el lomo; aunque el perro se retorcía e intentaba morder a la araña, no era capaz y poco poco empezó a moverse cada vez menos, supongo que por el efecto del veneno. Entonces la araña se desplazó sobre el cuerpo de Minit hasta quedarse frente a su pecho y clavó sus dientes, dió un tirón y arrancó de cuajo una costilla; Minit hizo un sonido de dolor apenas audible, en sus ojos se podía ver su sufrimiento, su miedo y su dolor; entonces la araña volvió a morder y arrancó otra costilla.

Yo salí corriendo, despavorido, pasé por encima del resto de arañas, aplastando a las que no se quitaban a tiempo. Me daba igual lo que aquellas arañas pudiesen hacerme, era la otra la que realmente me aterraba. Cruce toda la estrechura sin el más mínimo cuidado, rozándome con las ramas y haciéndome heridas bastante profundas. Cuando salí eche a correr a través del bosque, directo hacia el pueblo, tropezando varias veces con ramas y piedras. Cuando llegué a casa estaba cubierto de sangre, heridas y arañazos. Mis padres, al verme en aquel estado, fueron corriendo para ver qué me había pasado; yo les conté todo, lo de la gruta, las arañas y lo que le había pasado a Minit. Mi madre me lavó y me curó las heridas mientras mi padre cogía su escopeta y se marchó para ir a buscar la perro.

Algunas horas después mi padre volvió con el semblante abatido. No me dieron detalles, pero pude escuchar cómo le contaba a mi madre que había encontrado al perro destrozado, algo le había abierto el pecho arrancándole todas las costillas y le habían quitado el corazón y los pulmones. Mi padre enterró a Minit y prendió fuego a aquel lugar, le dijo a mi madre que él no había visto ninguna araña, ni ningún animal, pero que suponía que lo que fuese se habría ido o estaría escondido, así que era mejor asegurarse.

Poco después nos mudamos a la ciudad, fue algo que supuso muchísimo esfuerzo a mis padres, pero querían alejarme todo lo posible de aquello.

— ¿No había tenido problemas con las arañas hasta aquel suceso?

— No, jamás. Bueno, lo normal, las arañas grandes de daban algo de miedo, pero como a cualquier niño.

— Bien, me preguntaba... ¿Le importaría si probase algo con usted?

— No, claro, por supuesto, adelante.

— Póngase de pie, por favor, y acérquese a mi escritorio. Quiero que abra la caja que hay sobre él.

— ¡Vaya! Qué imaginativo, una caja llena de arañitas. Verá, venga mire esto. ¿Ve? Son ellas las que me tienen miedo a mi, no yo a ellas. Es normal que no lo haya entendido, no he sido del todo claro; no tengo miedo a las arañas, temo a aquella araña en concreto. Verá, me ha llevado mucho tiempo comprenderlo, ¿sabe? Ahora tengo veintidós años, entonces tenía solo once y no entendía bien lo que pasó con Minit, pero se lo voy a explicar; fui yo quien le abrió el pecho a mi perro y se comió sus órganos, aquellas arañas que vi sólo eran una especie de presagio de lo que se me venía encima, mi padre tenía toda la razón, en aquel lugar lo único que había era el cadáver de un perro.

Hace algunos día comencé a ver de nuevo aquellas arañas, por todas partes rodeándome. Y también la vi a ella, la grande, la que que mató a mi perro. Pero ahora he entendido lo que no entendí entonces, sólo tengo hambre, un hambre que no se sacia con comida, tengo hambre de depredar. Y bueno, creo que usted tendrá que valer.

Nov. 6, 2019, 7:21 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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