urescritor Alberto Jiménez Ure

«Nunca olvidaré los aciagos días cuando un profesor de la universidad [donde permaneceré adscrito hasta mi muerte] agitado fomentó la quema de mis libros de ficción entre sus alumnos, sólo por no adherir al terrorismo doctrinal de gobierno que reinaba en el mundo» (Alberto JIMÉNEZ URE)


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RESEÑADORES



Jules MACDONALD PETROVICH

(Curador)

https://www.linkedin.com/in/jules-macdonald-petrovich-498b0b155

FUENTE:

https://albertjure2009.medium.com/cometieron-sobre-obras-literarias-de-j-ure-8ecb1d454910?postPublishedType=initial


(Ednodio QUINTERO/Juan CALZADILLA/Alexis VÁZQUEZ CHÁVEZ/Ennio JIMÉNEZ EMÁN /Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ/José Antonio YÉPES AZPARREN/Néstor L. RIVERA URDANETA/Héctor LOPEZ/Marisol MARRERO/Carlos DANÉZ/Juan LISCANO/María Conchita MAURO C./Isabel ABANTO ALDA/Ramón AZÓCAR/Manuel GAHETE/Luis BENITEZ/José Manuel BRICEÑO GUERRERO/Alberto José PÉREZ/ Gabriel JIMÉNEZ EMÁN/ Luis DE SAN MARTÍN/ Pedro RANGEL MORA/ Lidia SALAS/ María Antonieta FLORES/Enrique PLATA RAMÍREZ/ Juan LISCANO/Gustavo GUERRERO/Ángel J. CAPPELLETTI/Sebastián ARENA/Gabriel MANTILLA CHAPARRO/Melissa UGANDA/Javier Alexander ROA/Juan Gregorio RODRÍGUEZ SÁNCHEZ/José SANT ROZ/Mauricio NAVIA A./Juan Antonio CALZADILLA ARREAZA/Roberto J. LOVERA DE SOLA/María DEL AMPARO PASTOR Y COS/Rodolfo QUINTERO NOGUERA/Leonardo PEREIRA MELÉNDEZ, Oscar ALBAN, José SANT ROZ, Joan Sebastián ARAUJO ARENAS, Rafael RATTIA/Eliéser William OJEDA MONTIEL y Miguel SZINETÁR)


«Está emparentado, en esencia, con la obra de dos gigantes de la literatura, si literatura se puede llamar lo escrito por KAFKA o por BECKETT. Si en vez de haber nacido en Venezuela JIMÉNEZ URE perteneciera a un país desarrollado, su obra -fundamentalmente indagadora de un más allá- ocuparía aquí un puesto de reconocimiento. Nada tiene que ver con lo fantástico: una receta»

(Juan LISCANO en El Universal, Caracas, 27 de septiembre, 1995)

«Alberto es terrible porque se adelanta a su tiempo, y la gente que le rodea. Tiene un sentido de las relaciones humanas que no cala con su manera simple y justa de ver las cosas. No pretende ser lo que no puede. No busca nada por la vía de la falsedad política, y tiene el juicio demasiado lúcido para comprender las formas blandas y sucias de la maldad oculta que lo rodea. Y anota, registra o recuerda. Podría escribir argumentos de varias novelas en ese diario trajinar por las calles»

(José SANT ROZ en Fin de Semana, Caracas, 23-12-1988)

PÓRTICO

«Hoy el nombre de Alberto JIMÉNEZ URE se ha consolidado en el ámbito nacional e internacional. Su obra está rondando los cincuenta títulos, varios de los cuales han sido editados por universidades e instituciones extranjeras. Diversos autores nacionales y del exterior le han dedicado cientos de páginas, así como tesis de pregrado, de maestría y de doctorado a su portentosa obra, que no es fácil (dicho sea de paso), ya que bordea los peligrosos senderos de lo pérfido que anida en el alma humana, de allí las reticencias de algunos de acercarse a ella»

[Ricardo GIL OTAIZA]

Por Moisés CÁRDENAS

([email protected])

Mucho se han estudiado las obras del escritor venezolano Alberto JIMÉNEZ URE (n. el 13 de abril de 1952, en el campo petrolero de Tía Juana, Estado Zulia, Venezuela), como advertirán los lectores de esta compilación selecta de críticas. De espíritu liberal, es autor de más de cuarenta libros en distintos géneros: Novela, Ensayo, Cuento, Poesía y Pensamiento Político-Filosófico. Seguro aumentará su haber literario con más obras que analizarán los críticos. Es evidente que en sus invenciones, fluyen lo místico, lo asombroso y la fantasía. Estamos ante un autor reflexivo e intuitivo. Quizás estas manifestaciones se den por causa del lugar donde vive, la realidad de las cosas que experimenta y especialmente su observación de los «amos y señores». Las esferas del pedazo de tierra en el cual habita hacen de él un pensador, un hombre conectado con el Universo. La obra Macabros, por ejemplo, publicada por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes (Mérida, 1996) esgrime la piel de quienes hemos tenido la oportunidad de envolvernos en lo fantástico y real de sus creaciones filosóficas-literarias.

Seguir a Alberto JIMÉNEZ URE en Macabros, como en otros de sus libros, es ingresar en la tragedia intrínseca del hombre: su perversidad imposible de enmascarar. Viajar con su obra Macabros es contemplar lo vil de un sector de la Humanidad, lo despiadada y contaminante que es nuestra especie: la única con el Don de la Inteligencia, pero de comportamiento malvado y abominable. De esta obra quiero destacar tres cuentos significativos para el estudio psicológico, social y cultural: Mutilado, El virus de la desintegración y Extremaunción. Son «espantosos», «escalofriantes», «viscerales» y -por ende- realistas. Digo realistas porque, al examinar a sus personajes, delatan lo aborrecibles que podemos ser: nuestro oculto infractor en la sociedad, nuestras pasiones más bajas, las mayores miserias del ser. Razón tiene Edilio PEÑA cuando sobre este libro afirma: «[…] Todo el diseño caracterológico de los personajes contenidos en Macabros bordea la irracionalidad: bien a través del odio, el resentimiento, el desenfreno sexual o la castración. Los personajes se comportan –en sus universos vivenciales- como entes desacralizados; en algunas ocasiones con motivos fundamentales, y en otras como fieles a una particular moral […]»

Considero que estos tres cuentos podrían estigmatizar la obra total de JIMÉNEZ URE porque revelan nuestra violenta naturaleza, lo destructivos y maléficos que podemos ser. Mutilado es una aberrante manera de describir lo animalesco de nuestra naturaleza. Es retorno a lo bestial y mísero de cada uno como ente de este mundo. Ya que nos encontramos en las esferas oscuras de la vida y la muerte. Simplemente, así somos. Como dice el filósofo español Miguel DE UNAMUNO en torno al Hombre: «[…] Ni lo humano ni la Humanidad: el Hombre. El Hombre de carne y hueso en que nace, sufre y muere: sobre todo muere […]». Para mis adentros, el Hombre es sentimental. Pero, ¿qué sentimientos expresamos? -La ira, la avaricia y el amor, tres cosas que nos llevan a convertirnos en criaturas despiadadas. Somos celosos, bien sea por píos o impíos. Cuando el odio se acrecienta, el fuego nos consume y nos convierte en devoradores. Cubrimos los espejos con sangre y dejamos en ellos las huellas de nuestros pecados como animales salvajes, feroces, monstruosos. Volvemos a ser bestias. La casi totalidad de su producción literaria, semejante al libro Macabros, es clasificable como escatológica y grotesca. Me recuerdan las obras pictóricas de Francis BACON, en las cuales los cuerpos se exhiben mutilados y vaciados. El artista fue una especie de cirujano que diseccionaba el cuerpo para exponer nuestra vulnerabilidad, creando un texto fisiológico de lo más abyecto del Ser Humano, mostrándonos la agresividad y violencia que lo ha transformado en criatura peligrosa. ¿Acaso las atrocidades hechas por los nazis no fue una mutilación a la Humanidad? Queda en el lector abrir las páginas de Alberto JIMÉNEZ URE para reconocerse en lo despiadado que es o puede ser. Leamos lo que expresó el propio BACON: «[…] He preferido estudiar los libros que a los hombres […]».

El texto Mutilado no es una mentira. Narra a una especie destinada a devorarse como animal salvaje, es un vómito de podredumbre. El virus de la desintegración muestra prácticas funestas como las que caracterizaron a los nazis, quienes iban exterminando a los enfermos y deformes: luego a los improductivos, a los que pensaban distinto ideológicamente y a quienes no fueran alemanes «arios». Podemos decir que por siglos el Hombre ha lanzado virus para acabar con la especie. La existencia ha sido estropeada por nosotros mismos. Las bacterias están dentro de nosotros. Y el virus está cuando escupimos las palabras y perjudicamos al inocente, al otro. El Hombre ha olvidado el mandamiento de Lucas 10:27: «[…] Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo […]» La Humanidad no es más que un polvo lanzado por un bellaco que introdujo su pasión dentro del vientre de una mujer, para propagar las condenadas de la maldición. El virus sigue y seguirá. Solo haría falta la diosa Panacea para que pueda curar las heridas.

Las narraciones de Alberto JIMÉNEZ URE son como el título de unos de sus cuentos: Extremaunción. En él los estados enfermizos del Hombre se presentan mediante su soberbia, la búsqueda del poder, su endiosamiento e inclinaciones hacia lo tenebroso. Para rescatarlo se debe llegar a la «extremaunción», a ese sacramento que hoy conocemos como unción de los enfermos reservada para los moribundos, donde Dios mira en el momento de dolor y la Iglesia muestra solidaridad con el enfermo. Bien infiere la institucionalidad eclesiástica sobre este sacramento: «[…] Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios […]»

Creo que la Humanidad necesita hoy, más que nunca, la «extremaunción» por verter los gusanos en la tierra y acabarse. Ella misma es todo un pesar. Siguiendo al escritor Alberto JIMÉNEZ URE llego a creer que sus escritos están basados en premoniciones. Muchos de sus cuentos tienen que ver con las situaciones que experimenta la Humanidad. Pero, circunscribo mi atención a la republica donde el escritor porque los cuentos Extremaunción y Mutilado son reflejos de una sociedad rehén del Mal. Sus obras son esas pesadillas que nos agitan, que nos hacen despertar con gritos y nos sumerge en cavilaciones durante el día. Están cargadas de percepciones extrasensoriales notablemente desarrolladas. Almas como las de Alberto JIMÉNEZ URE nos advierten de una persistente tragedia y del caos que nos depara el futuro.

(Compilador)

-I-

SOBRE «ESPECTROS» EN LA NARRATIVA DE JIMÉNEZ URE

«Filosofía del absurdo o como se le quiera llamar, y por la posibilidad cierta de contribución a la renovación de un arte tan antiguo como el hombre»

Por Ednodio QUINTERO

Lo fantástico y absurdo se dan la mano en las breves narraciones de Alberto JIMÉNEZ URE, joven escritor venezolano residenciado en Mérida y dedicado por entero al oficio de fabulador.

Su primer libro: Acarigua, escenario de espectros («Punto de Fuga», Mérida, 1976) nos muestra, a través de un estilo directo, historias imposibles en las cuales se cuestiona, de una manera incisiva, sin rodeos ni sutilezas, nuestra forma tradicional de pensamiento regida por Descartes, el tiempo solar y el aburrimiento. Las situaciones se plantean dentro del marco de lo verosímil y derivan, a menudo, hacia finales sorprendentes, pero en los cuales la sorpresa viene dada por una alteración en las reglas de juego que rompe el esquema «acostumbrado» sus reglas, produciendo en el lector cierto malestar pues se ha atentado contra su credulidad. El resultado es válido por sí mismo: escritura, «por el planteamiento; «filosofía del absurdo» o como se le quiera llamar, y por la posibilidad cierta de contribución a la renovación de un arte tan antiguo como el hombre.

Se podría seguir ahondando en los aciertos de una escritura que, por su originalidad, reclama su sitio en el controvertido panorama de nuestra narrativa (…) El desarrollo de su obra nos desmentirá o nos dará la razón (En el Diario Ultimas Noticias, «Suplemento Cultural». Noviembre 13 de 1977)

-II-

SOBRE «ACERTIJOS»

«Alberto se nos revela como hábil constructor de situaciones vitales insólitas, como un autor fantástico que, abandonando todo prejuicio de la escritura formal, sabe mezclar el humor negro con la experiencia cotidiana»

Por Juan CALZADILLA

Los relatos de Alberto JIMÉNEZ URE, a diferencia de lo que en el «Género Cuento» hace la mayoría de nuestros jóvenes narradores venezolanos, aportan una inquietud esencial que me parece necesaria traducir a este comentario, puesto que sus textos se apartan por completo de los patrones que llevan a pensar en el «Cuento» como en un género absolutamente literario y, por tanto, excluyente de lo que no se ajusta a esos moldes predeterminados. Esa inquietud se refiere a la forma aparentemente discursiva que adopta para elaborar una ficción conceptual que apela a los mitos argumentales para hacerse y responder preguntas esenciales sobre la existencia del Ser.

A despecho de un andamiaje reflexivo que sirve de base a una estructura dialogada, ágil y flexible y a menudo abstracta y demostrativa, Alberto se nos revela como hábil constructor de situaciones vitales insólitas, como un autor fantástico que, abandonando todo prejuicio de la «escritura formal», sabe mezclar el humor negro con la experiencia cotidiana.

Curiosamente, lo más extraño –y por ello lo que bajo ciertas condiciones es lo más atrayente de su libro- es el marco de realidad en que se desarrollan sus narraciones; se trata de un contexto bien conocido por todos nosotros: Mérida, Barquisimeto, Los Andes, con personajes que tienen nombre y apellido: poetas, soñadores, figuras contrahechas y, por supuesto, todos los demonios y ángeles derivados de la tradición del pensamiento mágico que nos viene de todos lados, de Occidente y de América, pero, en todo caso, del Cristianismo frente al cual JIMÉNEZ URE se erige un acusador.

Por todo lo dicho, previendo los alcances de una literatura que sirva para reflexionar, soy de la opinión que la publicación de un libro como Acertijos no sólo fundamenta la razón de ser de nuevos modos de producir la ficción y el mito de nuestra realidad, sino también que beneficia a quien, como él, no aportando ningún tipo de complacencia a una sociedad conformista, se lanza por un camino en el que seguramente encontrará muchos estímulos.

-III-

JIMÉNEZ URE Y EL MITO DEL REBELDE (LOGOSÍMBOLO)

[Anotaciones sobre su obra poética]

«Nada podría haber existido con tanta complejidad científica sin que le precediera una Entidad Providencial»

(A. J. URE)

Por Alexis VÁZQUEZ CHÁVEZ

Alberto JIMÉNEZ URE ejemplifica el rigor del oficio de la escritura desde muy joven, con el libro de cuentos Acarigua, escenario de espectros (1976). Escritor y poeta de obra considerable. Ejecuta, con esteticidad, la palabra. Autor de novelas, cuentos, ensayos, poesías y reflexiones. Su impronta atrapa al lector, éste en ocasiones lee indiferente a la identidad del hacedor (y luego lo reconoce), en especial los artículos, sin percatarse que conduce a un–ver–el–mundo: brota la idea de su lógica. Indaga en la Filosofía y antiguos mitos, fundamento de religiones y tradición esotérica. Desde los iniciales textos, se identificó con la tendencia idealista del pensamiento filosófico (BERKELEY, HEIDDEGER) conectándose a la «gnoseología» y «metafísica». La referencia de BERKELEY persevera en la primera fase, pensador al que denominan padre del Idealismo y adversario teórico del Materialismo, la otra vertiente que ocasionó la ruptura de la Filosofía al convertirla MARX y ENGELS en método científico. El Idealismo alega: «Todo no existe más que en nuestro espíritu». Propuesta inherente al Solipsismo que acude al Yo para inducirlo a elaborar un sistema literario de tejido psicológico, mediante actores –personajes– que accionan [re]velando el sólo–yo–mismo y originan sensaciones, en lugar de cosas como ilusión virtual. Crea estructura de noción ideal, como única realidad que inventa a la materia.

En su trayectoria idealista se descubren matices de filósofos: DESCARTES o pesimistas como SHOPENHAUER y CIORÁN que anotó, en Silogismos de la Amargura: «La libertad es el bien supremo solamente para aquellos a quienes anima la voluntad de ser herejes». Etapas adelante, en artículos –ensayos–, defiende su posición frente a la injusticia, acérrimo juzga la corrupción de la casta política. Actitud de beligerancia intelectual ante la situación social, política, económica, ideológica y cultural, que lo acerca a la corriente Materialista en relación con la Historia y su dialéctica; pero, se aleja al emitir opinión de sesgo misantrópico que contradice concepciones humanistas en algunos escritos. La trama de implicación teológica, existencial y psicoanalítica, la resuelve con voluntarismo subjetivo, estriba en la circunstancia interna. Indicación kantiana y praxis de equivalencia teórica y metafísica en supuesta asociación con SHOPENAHUER. En Aciago (Edición del «Rectorado» de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1955) se lee:

«Sin embargo, quizá sea un equivocado; un cínico que busca conciliarse/Con la Razón Pura del Bien: más allá de la palabra atribuida a Dios./Me han seducido la quiescencia, el recogimiento y la sumisión a los auténticos/Dictados de la Moral Impersonal en una sociedad corrompida e irremediablemente/Perturbada por los que prodigan el Mal tras proferir bonitos discursos» (X de la Ob. cit., p. 16)

Orientaciones con finalidad emancipadora al discernir la intuición de NIETZSCHE, pues, alude al Cristianismo, Socialismo e Igualitarismo Democrático como ideas morales a superar para situarse a salvo del Bien y el Mal. Describe la firmeza de la vida y del poder en discordancia con la moral del esclavo y el rebaño, opuesta a la ética del señor de sí mismo, el Superhombre, aristócrata del espíritu. Las introspecciones de JIMÉNEZ URE no surgen de la meditación fortuita, sino en vigilia y asidua observación al acecho cauteloso de cavilaciones. Notorio en Lucubraciones (Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1994):

«[…] Me he quedado sin Dios:/Yo, que alguna vez fui su devoto./Me he transformado en un hombre /Cuyo destino de sí mismo depende[…]» (I, Sin Dios. Ob. cit. P. 17)

Es el rebelde que canta al maldito, a la libertad de creencias y de inventiva. Lo confiesa en Luxfero (Edición del Pen Club de Venezuela, Caracas, 1995): «Soy el miembro número uno de una extinta/Raza de hombres cuya imaginación lo hizo libre/[…] La muchedumbre ignora que soy/El santo de Armagedón nacido»

Lo reafirma al invocar el Eterno Seductor que, emplazado, acerca a sus oídos el mensaje misterioso en Revelaciones (Edición del Pen Club de Venezuela, Caracas, 1997): «Quien tenga inteligencia y razonamientos/Predique las palabras que –en representación de Lucifer– enuncio:/El Mal que suple al Bien germinará en tu psique y trascenderá,/Excepto cuando Ecto dicte la eliminación/Psíquica o física de todo lo diseñado por el Arbitrario Creador» (IV, ob. cit. P. 18)

En el pórtico de Revelaciones (Edición del Pen Club de Venezuela, Caracas, 1997) advierte a quien deduce erráticas especulaciones por el empleo de palabras y conceptos connotativos. Navega aguas inexploradas, trashumante de islas y continentes desconocidos a quien posee temores atávicos y es reo de juicios mediatizados, y no enfrenta la aventura de atestiguar hechos inexplicables que muestra la Realidad a cazadores del saber. Alberto no se adhiere a posiciones que cercenen el vuelo ascendente del espíritu. Expresa: «[…] Soy un clariaudiente, un instrumento para la misteriosa formulación de antítesis. Un metapsíquico quizás, un perceptor del más allá de las cosas fácilmente asimilables. En su decurso, nuestra especie ha aceptado la existencia de fenómenos inexplicables y de fuerzas todavía no científicamente tenidas por verídicas […]» (Idem., p. 13)

En su poética narrativa, se perciben diversidad de motivos que desdibujan la opacidad y ominoso latente en la existencia: Lo «abominable» y la «sordidez» de la miseria humana; el fracaso de la Vida y la Muerte; la «violencia», lo «absurdo», el «horror», lo «demoníaco», «divino» y «profano»; las putrefactas llagas; la irracional razón de la sinrazón y viceversa, como procedimiento de la sociedad de hipócritas y egoístas. Acento trágico de la desesperanza y la paradoja sombría: La crueldad y lo fúnebre. El hombre propenso a la inevitable extinción, indicio fehaciente de la Ley de Auto-negación y Designio Ineludible demarcado por la fatalidad de phatos y tanatos. Notable en las novelas Aberraciones (Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1987), Dionisia (Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1993) y en Cuentos abominables (I Edición de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1991/II Edición de la Universidad de Costa Rica, San José, 2002). Inventor de neologismos con originalidad y actitud lúdica de palabra creada, al componer agentes descriptivos de ámbito hiper-textual. Además, interviene con apotegmas de aguda reflexión. También despoja de ornamentos la obstinación dogmática, la duda e ironía del decadente cuerpo social estigmatizado por la estupidez contumaz de concupiscencia e individualismo egotista, en Pensamientos dispersos (Edición de la Gobernación del Estado Mérida, Venezuela, 1988) y Epitafios (Edición de la Asociación de Escritores de Venezuela, 1990).

Sistema literario que induce a revisar autores, quizás colindantes, en sutil analogía acorde a similitud de significados con la natural diferencia de estilos. Para ello se recurre a la estrategia de inferencia y del conocimiento previo. Los hallazgos refieren, imperceptibles, a: LAUTRÈMONT, RILKE, DOSTOIEVSKY, KAFKA, BAUDELAIRE, HESSE, BORGES, SARTRE, RAMOS SUCRE, PIRANDELO, SVEVO, HAMSUM, STRINDBERG, HARDY, POE, CAMUS y FREUD […] entre la diversidad de afamados autores. Lo confirman tonos de exaltación, de angustia, y lo tenebroso en perspectiva metafísica y trágica. Asevera que no es prudente continuar el mismo derrotero, la necesidad de modificaciones y meditar la problemática ontológica ante el crudo y desagradable mundo deshumanizado que conoce el escritor, ajeno a «experimentos del lenguaje» y «formas», dedicándose, con severidad y estética, sus quehaceres literarios-filosóficos. Ante el auxilio discursivo, inquiere en la estructura del argumento donde la conciencia no abandona el texto: ni distancia la pavorosa existencia al encontrar la síntesis del símbolo, el desasosiego y fragmentación del hombre contemporáneo.

La transparencia de veladuras conforma motivos que dejan entrever el tema –tesis- y líneas de conexión inter y trans-textual (para nombrar a GENETTE) recíprocas enlazan la literalidad en beneficio de la unidad y el sentido. Los tópicos son de índole substancial, objetos–fetiche e imágenes interactivas, estabilizadas como norma del inconsciente: para trocar en «metalenguaje» de términos con valor esotérico, y mítico, del Universo Jimenezureano. De allí la transcripción del último poema de Luxfero, con propósito de paradigma, ya que el personaje es de reiterada presencia y le dedica particular atención:

«Hoy he visto a (Luxfero) quien la luz lleva/Y –bajo una iluminación metafísica– me ha dicho:/Llevarás mi palabra a todos los hombres de la tierra/Soy quien del Demonio su poder y generosidad predica:/Su anunciador bíblico, lugarteniente e hijo pródigo./Vulgo, escuchadme: haciéndolo, entraréis felizmente/A los infiernos y hasta seréis coronado Príncipe de la Legión […]»

«Luxfero», «Lucífero», «Lucero» («Venus»), «Lucifer», «Luzbel», «Luzbella», «Príncipe de la Luz». El célebre Diablo, Satanás, Demonio, Ángel Rebelde o caído, alegoría de la pérdida de la inocencia o del Paraíso. «El Patrón», según la imaginería popular. Líder o caudillo de los «ángeles disidentes» expulsados del Reino de Dios (Jehová, Absoluto, Yhavé, Espíritu Supremo, El Creador, Lo Inefable; el nombre varía de acuerdo a religiones y culturas) por atreverse a desobedecer y cuestionar las órdenes del «Jefe Máximo» de la Región Celeste. El Demonio es objeto de estudio de la Demonología, del «demonismo» y la Teología Cristiana. Conocido como El Maligno, que organiza y dirige el Mal desde Pandemónium al mando de los capitanes (de las huestes de serafines): «Belcebú», «Mammón», «Moloc», «Camos», «Baal», «Astarot», «Astarté», «Tanmuz»«Dagón», «Rimón», «Belial» y otros demonios arcángeles. Es valorable consultar el Paraíso Perdido de MILTON, poeta del Barroco que explica el Génesis al describir la epopeya mítica del origen del Mundo y el Hombre.

Para Alberto, es apelación literaria que sorprende y sacude conciencias avecindadas en la superstición y que evaden la comprensión de realidades ajenas al dogma religioso. Medran en el fanatismo del redil y desconocen comarcas del renegado. En sus libros, Lucifer es símbolo de lo contradictorio: tentación, error, desatino existencial, pestilencia, corrupción. Leámoslo: […] «Que no me llamen hereje los idiotas que exhiben una cruz en el pecho/Para no ser juzgados por sus delitos./Percibo y discierno una futura Humanidad despierta/Y emancipada de los fetichistas o profetas cual plaga diseminados por el planeta tierra[…]» (Cfr., p. 25). Y no son diez los Mandamientos, sino doce: el Dodecálogo. Los dos finales encubiertos por vicarios con la intención de evitar que los siervos despierten, y accedan al oculto conocimiento, el onceavo invita a cumplir el deber y el duodécimo ordena que te ilumines porque eres Divinidad.

Investiga fuentes de la arcaica mitología solar y lunar, para conocer el nacimiento del Cosmos y la Humanidad: encerradas en lo recóndito de la psiquis, el orden cósmico y el ideario de dos disciplinas espirituales en pugna permanente, con el objetivo de conquistar el alma humana mediante inéditas enseñanzas que resulten victoriosas. El mito corrobora –con desemejanzas respecto al Antiguo Testamento, pero de la tradición judeo cristiana– siete períodos en la formación de la tierra, signo holístico y divergencia entre amor y odio, encuentro y oposición de elementos en dicotomía: aunque complementarios al servicio de la vida. Hipótesis fabulosa, que sintetiza las corrientes Creacionista y Evolutiva. En el Tiempo, primero denominado Saturnianoo Época Polar, imperaban las tinieblas y el calor (fuego) era el único factor y mineral el Reino en evolución. La Sabiduría Occidental confiere el nombre de Padre al «Supremo Iniciado» de ése período. Luego, la «Fase Solar» o la «Hoguera en Llamas». El ámbito tenebroso cedió paso al globo ardiente de ígnea neblina con las palabras de poder: «[…] Hágase la luz […]»

Nace el «Hijo» (Iniciado Solar) y la «Luz»(Luzbel) del Mundo. El «Fuego» es el Padre y la llama el Hijo, fundamento del Culto al Sol o al fuego; la adoración a Nuestro Padre que está en el Cielo.

La ordinaria gente («mineral») saturniana evolucionó en la Era Solar hasta el esplendor de los arcángeles, que no tenían antagonismos a pesar de los grados de adelanto espiritual entre unos y otros. La Humanidad actual había ascendido al Estado Vegetal y prevalecía la unión. En la Etapa Lunar o Lemuriana, se engendró la humedad (agua) debido al contacto entre el frío del espacio y la esfera en combustión: y comenzó la feroz lucha de los elementos. El globo ardiente evaporaba el rocío, empujándolo al hiperespacio para producir el vacío y mantener su autonomía (el fuego).

Pero, en la Naturaleza no es posible la vacuidad. Sucedió que la corriente impelida fue condensada al transcurrir siglos y milenios, en incesante vaivén, movimiento pendular entre las jerarquías espirituales de las divisiones de vida en la bola ardorosa y el Cosmos: manifestación del Padre. Los espíritus de las llamas, vehementes, ansían obtener amplitud de conciencia. Sin embargo, el Absoluto persiste envuelto en la invisible vestidura del Universo. En Él están todas las posibilidades y fuerzas, oponiéndose a cualquier intento de consumir su energía: potencia imprescindible para la transformación del Sistema Solar. Y utilizó el agua para apagar el fuego de los activos seres. He aquí la simbología de la tradición del Agua Bendita. Los ángeles de hoy fueron hombres en el Estadio Lunar y el «Supremo Iniciado» es el Espíritu Santo («Jehová», «Dios», «Yhavé», el «Innombrable» […], según el mito.

A humanos, animales y plantas afectan los elementos, unos prefieren el frío y otros calor, requieren de humedad o sequedad. Así, entre los ángeles de la Época Lunar, había quienes tenían afinidad por el agua y los que la aborrecían inclinándose hacia el fuego. Los continuos ciclos de disipación y licuación de la acuosidad, que rodeaba el globo incandescente, produjeron solidificación incrustada. El Padre se propuso modelar esa tierra roja, designada Adam, en formas para apresar y aplacar a las substancias de las llamas. Pronunció el verbo «hágase» y aparecieron prototipos de peces, aves y demás organismos vivientes; incluso, la primitiva configuración humana que fue diseño de ángeles y ayudantes del Maestro. Esperaba someter a su voluntad lo que vive y se moviliza. Contra el proyecto, de rebeló una minoría de ángeles. Millares en legiones comandadas por capitanes de Lucifer, que los lideraba. Afines con el fuego, no soportaban el contacto con agua: negándose acatar el plan ordenado por el Padre de crear los arquetipos. Perdieron la oportunidad de progresar en determinada dirección espiritual y optaron por ser anomalías amorfas en la Naturaleza. Aparte del repudio a la autoridad del «Supremo», debían esforzarse por sí solos en lograr la salvación. Declararon la primera y terrible Gran Conflagración Revolucionaria de la que se tiene memoria. En pavoroso encuentro, fueron desalojados por los ejércitos del «Creador» y cayeron en el oscuro abismo del Hiperespacio.

Es el inicio de la Era Terrestre o Atlante, fin de la involución, origen de la evolución y de los sexos: «Masculino» y «Femenino». El misterio Atlante de su enseñanza, contenida en el Antiguo Testamento, señala que en el comienzo el Ser Humano fue creado «macho/hembra», bisexual o andrógino (remite al Mito del Hermafrodita). Cada individuo propagaba la especie sin la participación de otro, como aún algunos vegetales. Teoría en correspondencia con la Leyenda Mítica de Adán y Eva. Fue el momento de la diferenciación de los planetas que proporcionaron un adecuado ambiente evolutivo a cada clase de espíritu.

Los ángeles obedientes interactuaron entre habitantes de planetas con satélites, mientras Lucifer y los suyos moraban en Marte. El Arcángel Gabriel es embajador en la «Tierra de la Jerarquía Lunar», presidida por Jehová y el Arcángel Samael es el enviado de Lucifer. Gabriel (quien anunció a María -«Madre Naturaleza»- el nacimiento de Jesús) y sus ángeles lunares son los «donantes de vida física», en tanto Samaely las huestes marcianas los ángeles de la muerte. Surgió, así, la guerra en el amanecer del día cósmico. La Francmasonería, y otras instituciones afines, son la intención de los «jerarcas del fuego» (Línea Solar o espíritus de Lucifer) para dar Luz al alma aprisionada: que le permita ver y conocer. Así, el Catolicismo es la disciplina de los «dignatarios del agua». De allí la «pila bautismal», con agua bendita, en la entrada de los templos: para calmar a las almas que desean Luz y Conocimiento e infundirles «Fe en Dios». Cito, de nuevo, a JIMÉNEZ URE:

«Toda criatura nace en parto abrupto y, por ello,/Propende al enfrentamiento./Física y psíquicamente indefensa, primero encara/La hostilidad de una atmósfera contaminada:/De virus, bacterias, desechos industriales, detritus y doctrinas (religiosas o políticas)/Absurdamente, devenimos ulterior a la irracionalidad/De una concepción y necesidad de procreación que nos confina/A un mundo irremediablemente destinado a lo criminal […]»(X: Nacer para el enfrentamiento, inserto en el poemario Lucubraciones. Idem., p. 58)

JIMÉNEZ URE es actor y voz de su producción literaria. En la indefensión sin esperanza, se declara «anticlerical» y esgrime el derecho del Ser que rompe ataduras al encontrar el propio Yo. El poema anterior es causa para retornar a la recreación mitológica que explica: El átomo -simiente humana- proviene de la dimensión invisible. Lo tomó en sus manos el Dios Lunar de la generación, mediante el Ángel Gabriel. Es cuando se efectúa la concepción. Sin embargo, si el cuerpo tuviese que ser hecho sólo de agua y sus concreciones, jamás podría nacer. Al transcurrir cuatro meses, el feto está más desarrollado: y Samael, portavoz de Lucifer, penetra el acuoso dominio lunar para infundir la ígnea chispa-espiritual en la inerte conformación para darle energía. Moldea su individualidad y libre albedrío. En ese instante, el alma muere a la vida en el nivel suprasensible y anima la materia que usará en la Tierra.

Citas de Luzbella, otros demonios y divinidades con atributos correlativos, son abundantes en literatura: mitos y leyendas tradicionales, en la variedad cultural de pueblos del planeta. En la Antigua Grecia (465 años antes de esta era) Esquilo escribió la tragedia Prometeo Encadenado. El protagonista es el «Dios del Fuego» en la Mitología Clásica, descendiente de titanes, inicia la primera Humanidad. Robó el fuego a Zeus para entregarlo a los hombres, y así evitaría sus muertes. Fue encadenado a una roca, como castigo del atrevimiento. Simboliza luz, civilización, saber, congoja, cambio y sacrificio. Hades, griego, y el Plutón equivalente romano, son «dioses del Infierno». En la Literatura Germánica Antigua, los poemas de la Edda refieren mitos que testifican la presencia, en el panteón nórdico, de: Thor, Dios del Rayo; Baldr, de la luz y Loki, del fuego. En laDivina Comedia se lee en la puerta del Infierno:

«[…] Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada. La justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría y el primer amor. Antes que yo, no hubo nada creado: a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros, los que entráis: abandonad toda esperanza! […]»

En el canto vigésimo primero del mismo libro, Dante y su guía espiritual (el poeta Virgilio) tienen un encuentro frontal con los Diablos Malebranche («malas garras») y Malacoda («cola maldita»). Se generaron series de obras artísticas (en dramaturgia, poesía, música, ópera, pintura y narrativa) sobre la leyenda del medioevo alemán que narra vivencias del célebre Doctor Fausto: sabio, taumaturgo, alquimista, hechicero y astrólogo. Quizás vivió entre los años 1480-1550. Pactó con el Diablo, a cambio de su alma y éste lo asesinó en una taberna de WITTEMBERG. El relato fue transmitido por la oralidad popular, hasta que SPIESS lo versionó y publicó en Francfort (1587).

Que el lector disculpe la digresión motivada. Pero es importante notificar, sin casualidad (sí causal), que la página del volumen que informa tiene el número 666: señal y marca de «La Bestia», «El Anticristo». Así tituló un libro NIETZSCHE. La traducción inglesa de la narración sirvió al dramaturgo Christopher MARLOWE, que la interpretó a su antojo al escribir The Tragical History of The Dr. Faustus (1558) quien igual vendió su alma al demonio Mefisto. Por ambición de poder, solicita veinticuatro años que le permitan convertirse en monarca del mundo. La maldición del Doctor Fausto siguió a MARLOWE. En trágicas circunstancias, perdió la vida a los veintinueve años: apuñalado en una tasca de Londres. Nótese la semejanza del deceso y sitio.

GOETHE lo recrea con el poema dramático El Fausto (1808-1832), dividido en dos partes. En la primera, «negocia el alma» con Mefistófeles por juventud y goces sensuales (es una obra juvenil); la segunda, trata respecto a la madurez: con temática «mitológica», y de la «psicología indagatoria»de sí mismo e insatisfacción. Se realiza en la caridad, filantropía y restricción del intelecto. Tema que lo vincula al rebelde Prometeo, reelaborado, en la modernidad, por Thomas MANNM con su novela Doktor Faustus (de la antigua leyenda ostenta la sensibilidad y tristeza del Doctor Fausto). Pretende extinguir el Mito del Superhombre Alemán. Es la historia del músico y compositor ficticio Adrián LEVERKÜN, distinguido e inteligente aristócrata: espécimen de la Colectividad Fáustica que detenta lo despiadado y el Híbrido Nazismo. Personifica, en triple simultaneidad, a Fausto, NIETZSCHE y al pueblo alemán idealizado. A su vez, contiene rasgos de tres músicos germanos con destino demoníaco por la facultad del influjo musical: BEETHOVEN, MAHLER Y SCHOMBERG.

Stefan ZWEIZ escribió en torno al combate que libran los hacedores contra las fuerzas satánicas, en su libro La Lucha con el Demonio. Afirma que HÖLDERLIN, KLEISTG Y NIETZSCHE «habitan en la dimensión luciferina de la creación». El argentino Estanislao DEL CAMPO produjo los poemas gauchescos que tituló Fausto(1866), como efecto por asistir a la ópera Fausto de Gound en el «Teatro Colón». Argumenta el contraste entre la realidad del campesino, su lenguaje y el arte de Europa. La influencia «fáustica» y lo «demoníaco» distinguen, con mayor presencia, su intervención en culturas de raigambre anglosajona y germánica: selladas por la tradición judeocristiana, y la represión espiritual señalada en la Historia por el genocidio de Las Cruzadas y la brutal Inquisición. Tanto artistas europeos como norteamericanos introdujeron la «creación demoníaca» con sentido de rebeldía e independencia ideológica.

En América Latina, la situación es distinta debido al mestizaje y el sincretismo religioso. El aparente predominio judeocristiano se diluye al intervenir «factores africanistas y de aborigen», ambas con la riqueza pragmática del «pensamiento mágico» (chamanismo) y sus deidades demoníacas.

Al tirar las barajas del Tarot y voltearlos, aparece el «Arcano Mayor Nº XV»: el Diablo. En éste método de investigación sicológica, que predice el porvenir, esa carta simboliza pasión: fatalismo, magia, elocuencia, predestinación y lujuria. La figura es un «hermafrodita» con alas de murciélago, patas de cabra, manos de mono y cuernos: de sexo masculino y senos femeninos. Significa el Hombre encadenado a la naturaleza por su instinto animal. Inaccesible a la Lógica, es presencia onírica y contraria a la templanza. En la mano derecha sostiene una antorcha, representativa del fuego astral: Luzbel («luz mañanera»), Lucifer, transmisión de la vida («torcha», Falo). Anhela ocupar el lugar de Dios y abolirlo. Si consideramos las desigualdades obvias, la idea del binomio señala -por evocación- la concepción china de las «energías binarias» del Yin/Yang en la Filosofía del Taoísmo, el «Ser y No–Ser».

En Latinoamérica, son escasos los escritores que eligen la temática del Ángel Renegado: y, JIMÉNEZ URE es uno de ellos. Con lirismo, postula un ideario de repercusión intemporal en la ordenación social: material, síquica y espiritual, mediante explicaciones hermenéuticas. Se apodera de la capacidad de remisión, que traslada a la realización comparativa y referencial. Así, la incidencia polisémica (como propiedad de su creación proteica) se proyecta en redes de asociaciones: que, forzosas, desembocan en la metáfora de su mito personal. Poeta y pensador se compenetran al fundir razón y sensibilidad, creando -con matiz órfico- una obra de lenguaje y arte poético de corte luxferiano. Pero, elabora moldes propios: desecha formas fijas y ensaya métricas al unísono con trazos lingüísticos que guían lo esencial de sus visiones.

La «metamorfosis» explícita en los textos no es óbice (al contrario) para confrontar sus diferentes libros, y propiciar conjeturas que contribuyan al acercamiento valorativo. Son recomendables las lecturas de Aproximaciones a la Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure (Edición de la Universidad de Los Andes, 1991), compilación de críticas y entrevistas que preparó Fernando BÁEZ, y El horror en la Narrativa de Alberto Jiménez Ure (Edición de la Universidad de Los Andes, 1996) escrito por el argentino Luis BENÍTEZ. La voz del poeta interviene, optimista, ante lo que fue un hipotético, liberador y promisorio futuro. JIMÉNEZ URE lo anunció: «[…] Me muestro abatido y lo estoy. Arrepentido no./Abrumado sí; pese a lo cual, esta noche y otras dormiré feliz./Despertaré y el mundo será otro: engendro de mi imaginación./Es cierto: La literatura me redimirá […]» (Supra., p. 23 de «Aciago»)

XXXVI

«Hoy he visto a (Luxfero) quien la luz lleva

Y –bajo una iluminación metafísica– me ha dicho:

«Llevarás mi palabra a todos los hombres de la tierra»

–Soy quien del Demonio su poder y generosidad predica:

Su anunciador bíblico, lugarteniente e hijo pródigo.

Vulgo, escuchadme: haciéndolo, entraréis felizmente

A los infiernos y hasta seréis coronado Príncipe de la Legión…»

Luxfero, Lucífero, Lucero (Venus), Lucifer, Luzbel, Luzbella, Príncipe de la Luz. El célebre Diablo, Satanás, Demonio, Ángel Rebelde o caído, alegoría de la pérdida de la inocencia o del Paraíso. El Patrón, según la imaginería popular. Líder o caudillo de los ángeles disidentes expulsados del Reino de Dios (Jehová, Absoluto, Yahvé, Espíritu Supremo, El Creador, Lo Inefable; el nombre varía de acuerdo a religiones y culturas) por atreverse a desobedecer y cuestionar las órdenes del Jefe Máximo de la región celeste. El Demonio es objeto de estudio de la demonología, del demonismo y la teología cristiana. Conocido como el Maligno, que organiza y dirige el Mal desde Pandemónium al mando de los capitanes (de las huestes de serafines): Belcebú, Mammón, Moloc, Camos, Baal, Astarot, Astarté, Tanmuz, Dagón, Rimón, Belial y otros demonios arcángeles. Es valorable consultar El paraíso perdido de Milton, poeta del Barroco que explica el Génesis al describir la epopeya mítica del origen del mundo y el hombre.

Para Alberto es apelación literaria que sorprende y sacude conciencias avecindadas en la superstición y que evaden la comprensión de realidades ajenas al dogma religioso. Medran en el fanatismo del redil y desconocen comarcas del Renegado. En sus libros Lucifer es símbolo de lo contradictorio, tentación, error, desatino existencial, pestilencia, corrupción (…) «[…] Que no me llamen hereje los idiotas que exhiben una cruz en el pecho / Para no ser juzgados por sus delitos. Percibo y discierno una futura Humanidad despierta / Y emancipada de los fetichistas o profetas cual plaga diseminados por el planeta tierra[…]»Y no son diez los Mandamientos sino doce, el «Docecálogo»: Los dos finales encubiertos por vicarios con la intención de evitar que los siervos despierten y accedan al oculto conocimiento, el onceavo invita a cumplir el deber y el duodécimo ordena que te ilumines porque eres divinidad.

Investiga fuentes de la arcaica mitología solar y lunar, para conocer el nacimiento del Cosmos y la humanidad, encerradas en lo recóndito de la psiquis, el orden cósmico y el ideario de dos disciplinas espirituales en pugna permanente con el objetivo de conquistar el alma humana mediante inéditas enseñanzas la que resulte victoriosa. El mito corrobora –con desemejanzas respecto al Antiguo Testamento, pero de la tradición judeocristiana– siete períodos en la formación de la tierra, signo holístico y divergencia entre amor y odio, encuentro y oposición de elementos en dicotomía aunque complementarios al servicio de la vida. Hipótesis fabulosa que sintetiza las corrientes creacionista y evolutiva: En el tiempo primero denominado Saturniano o Época Polar imperaban las tinieblas y el calor (fuego) era el único factor y mineral el reino en evolución. La sabiduría occidental confiere el nombre de Padre al Supremo Iniciado de ése período. Luego la fase Solar o Hiperbórea cuando el aire se entre fundió con el calor y apareció la hoguera en llamas, el ámbito tenebroso cedió paso al globo ardiente de ígnea neblina con las palabras de poder: Hágase la luz. Nace el Hijo, Iniciado Solar, La Luz (Luzbel) del mundo. El fuego es el Padre y la llama el Hijo, fundamento del culto al Sol o al fuego; la adoración a Nuestro Padre que está en el cielo.

La ordinaria gente (mineral) saturniana evolucionó en la Era Solar hasta el esplendor de los Arcángeles que no tenían antagonismos a pesar de los grados de adelanto espiritual entre unos y otros. La humanidad actual había ascendido al estado vegetal y prevalecía la unión. En la etapa Lunar o Lemuriana se engendró la humedad (agua) debido al contacto entre el frío del espacio con la esfera en combustión y comenzó la feroz lucha de los elementos. El globo ardiente evaporaba el rocío, empujándolo al hiperespacio para producir el vacío y mantener su autonomía -el fuego-; pero en la naturaleza no es posible la vacuidad. Sucedió que la corriente impelida fue condensada al transcurrir siglos y milenios, en incesante vaivén, movimiento pendular entre las jerarquías espirituales de las divisiones de vida en la bola ardorosa y el Cosmos manifestación del Padre. Los espíritus de las llamas, vehementes, ansían obtener amplitud de conciencia, sin embargo, el Absoluto persiste envuelto en la invisible vestidura del Universo. En Él están todas las posibilidades y fuerzas, oponiéndose a cualquier intento de consumir su energía, la potencia imprescindible para la transformación del sistema solar; y utilizó el agua para apagar el fuego de los activos seres. He aquí la simbología de la tradición del agua bendita. Los ángeles de hoy fueron hombres en el estadio Lunar y el Supremo Iniciado es el Espíritu Santo (Jehová, Dios, Yhavé, el Innombrable…), según el mito.

A humanos, animales y plantas, afectan los elementos, unos prefieren fríos y otros calientes, requieren de humedad o sequedad. Así, entre los ángeles de la Época Lunar, había quienes tenían afinidad por el agua y los que la aborrecían inclinándose hacia el fuego. Los continuos ciclos de disipación y licuación de la acuosidad, que rodeaba el globo incandescente, produjeron solidificación incrustada. El Padre se propuso modelar esa tierra roja, designada Adam, en formas para apresar y aplacar a las substancias de las llamas. Pronunció el verbo hágase y aparecieron prototipos de peces, aves y demás organismos vivientes; incluso la primitiva configuración humana que fue diseño de ángeles, ayudantes del Maestro. Esperaba someter a su voluntad lo que vive y se moviliza. Contra el proyecto de rebeló una minoría de ángeles: Millares en legiones comandadas por capitanes de Lucifer que los lideraba. Afines con el fuego no soportaban el contacto con agua, negándose a acatar el plan ordenado por el Padre de crear los arquetipos. Perdieron la oportunidad de progresar en determinada dirección espiritual y optaron por ser anomalías amorfas en la naturaleza. Aparte del repudio a la autoridad del Supremo debían esforzarse por sí solos en lograr la salvación. Declararon la primera y terrible gran conflagración revolucionaria de la que se tiene memoria. En pavoroso encuentro fueron desalojados por los ejércitos del Creador y cayeron en el oscuro abismo del hiperespacio.

Es el inicio de la Era Terrestre o Atlante, fin de la involución, origen de la evolución y de los sexos: Masculino y femenino. El misterio atlante en su enseñanza contenida en el Antiguo Testamento, señala que en el comienzo el ser humano fue creado macho/hembra, bisexual o andrógino (remite al mito del hermafrodita), cada individuo propagaba la especie sin la participación de otro, como aún algunos vegetales. Teoría en correspondencia con la leyenda mítica de Adán y Eva. Fue el momento de la diferenciación de los planetas que proporcionaron un adecuado ambiente evolutivo a cada clase de espíritu. Los ángeles obedientes interactuaron entre habitantes de planetas con satélites, mientras Lucifer y sus ángeles moraban en Marte. El Arcángel Gabriel es embajador en la tierra de la jerarquía lunar presidida por Jehová y el Arcángel Samael es el enviado de Lucifer. Gabriel (quien anunció a María –Madre Naturaleza– el nacimiento de Jesús) y sus ángeles lunares son los donantes de vida física, en tanto Samael y las huestes marcianas los ángeles de la muerte. Surgió así la guerra en el amanecer del día cósmico. La Francmasonería y otras instituciones afines son la intención de los jerarcas del fuego (línea solar o espíritus de Lucifer) para dar Luz, al alma aprisionada, que le permita VER y CONOCER. Así el Catolicismo es la disciplina de los dignatarios del agua. De allí la pila bautismal con agua bendita en la entrada de los templos para calmar a las almas que desean Luz y Conocimiento e infundirles Fe en Dios.

X

(Nacer para el enfrentamiento)

«Toda criatura nace en parto abrupto y por ello,

Propende al enfrentamiento.

Física y psíquicamente indefensa, primero encara

La hostilidad de una atmósfera contaminada:

De «virus», «bacterias», «desechos industriales»,

«Detritus» y «doctrinas» (religiosas o políticas)

Absurdamente, devenimos ulterior a la irracionalidad

De una concepción y necesidad de procreación que nos confina

A un mundo irremediablemente destinado a lo criminal…»

(Del libro «Lucubraciones»)

JIMÉNEZ URE es actor y voz de su producción literaria. En la indefensión sin esperanza se declara anticlerical y esgrime el derecho del ser que rompe ataduras al encontrar el propio yo. El poema anterior es causa para retornar a la recreación mitológica que explica: El átomo–simiente humana- proviene de la dimensión invisible. Lo tomó en sus manos el Dios lunar de la generación mediante el ángel Gabriel. Es cuando se efectúa la concepción. Sin embargo, si el cuerpo es construido sólo de agua y sus concreciones jamás podría nacer. Al transcurrir cuatro meses el feto está más desarrollado y Samael, portavoz de Lucifer, penetra el acuoso dominio lunar para infundir la ígnea chispa espiritual en la inerte conformación y darle energía, moldea su individualidad y libre albedrío. En ese instante el alma muere a la vida en el nivel suprasensible y anima la materia que usará en la tierra.

Citas de Luzbella, otros demonios y divinidades con atributos correlativos son abundantes en literatura, mitos y leyendas tradicionales en la variedad cultural de pueblos del planeta. En la antigua Grecia (465 años antes de esta era) Esquilo escribió la tragedia Prometeo encadenado. El protagonista es el dios del fuego en la mitología clásica, descendiente de titanes, inicia la primera humanidad. Robó el fuego a Zeus para entregarlo a los hombres y así evitaría sus muertes. Fue encadenado a una roca como castigo del atrevimiento. Simboliza luz, civilización, saber, congoja, cambio y sacrificio. Hades, griego y Plutón equivalente romano son dioses del Infierno. En la literatura germánica antigua los poemas de la Edda refieren mitos que testifican la presencia, en el panteón nórdico, de Thor dios del rayo, Baldr de la luz y Loki del fuego. En la Divina Comedia se lee en la puerta del Infierno: «[…] Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza! […]» En el canto vigésimo primero del mismo libro, Dante y su guía espiritual, el poeta Virgilio, tienen un encuentro frontal con los diablos Malebranche (malas garras) y Malacoda (cola maldita)

Se generó una serie de obras artísticas (en dramaturgia, poesía, música, ópera, pintura y narrativa) de la leyenda del medioevo alemán que narra vivencias del célebre doctor Fausto: Sabio, taumaturgo, alquimista, hechicero y astrólogo; quizás vivió entre los años 1480–1550. Pactó con el Diablo a cambio del alma y éste lo asesinó en una taberna de Wittemberg. El relato fue transmitido por la oralidad popular hasta que Spies lo versionó y publicó en Francfort (1587). Que el lector disculpe la digresión motivada pero es de notificar, sin casualidad –sí causal–, que la página del volumen que proporcionó la información tiene el número 666, señal y marca de la Bestia, el Anticristo: Así tituló un libro Nietzsche. La traducción inglesa de la narración sirvió al dramaturgo Christopher Marlowe que la interpretó a su antojo al escribir Thetragical history of Dr. Faustus (1558) quien vendió su alma al demonio Mefisto. Por ambición de poder solicita veinticuatro años que le permitan convertirse en monarca del mundo. La maldición del doctor Fausto siguió a Marlowe en trágicas circunstancias perdió la vida a los veintinueve años, apuñalado en una tasca de Londres. Nótese semejanza del deceso y sitio.

Goethe lo recrea con el poema dramático El Fausto (1808–1832) dividido en dos partes. En la primera negocia el alma con Mefistófeles por juventud y goces sensuales (es obra juvenil); la segunda es de la madurez con temática mitológica y de la psicología, indagatoria de sí mismo e insatisfacción. Se realiza en la caridad, filantropía y restricción del intelecto. Tema que lo vincula al rebelde Prometeo, reelaborado en la modernidad por Thomas Mann con su novela Doktor Faustus, de la antigua leyenda ostenta la sensibilidad y tristeza del doctor Fausto. Pretende extinguir el mito del superhombre alemán. Es la historia del músico y compositor ficticio Adrián Leverkün, distinguido e inteligente aristócrata, espécimen de colectividad faústica que detenta lo despiadado y el híbrido nazismo. Personifica en triple simultaneidad a Fausto, Nietzsche y al pueblo alemán idealizado. A su vez contiene rasgos de tres músicos germanos de destino demoníaco por la facultad del influjo musical: Beethoven, Mahler y Schomberg.

Stefan Zweig escribió del combate que libran los hacedores contra las fuerzas satánicas en su libro La lucha con el demonio. Afirma que Hölderlin, Kleist y Nietzsche habitan en la dimensión luciferina de la creación. El argentino Estanislao del Campo produjo los poemas gauchescos que tituló Fausto (1866) como efecto de asistir a la ópera Fausto de Gounod en el Teatro Colón. Trata del contraste entre la realidad del campesino, su lenguaje y el arte de Europa. La influencia faústica y lo demoníaco distingue con mayor presencia su intervención en culturas de raigambre anglosajona y germánica, selladas por la tradición judeocristiana y la represión espiritual señalada en la historia por el genocidio de las cruzadas y la brutal inquisición. Artistas europeos como norteamericanos introducen la creación demoníaca con sentido de rebeldía e independencia ideológica. En América Latina la situación es distinta debido al mestizaje y el sincretismo religioso. El aparente predominio judeocristiano se diluye al intervenir factores africanistas y aborigen, ambas con la riqueza pragmática del pensamiento mágico (chamanismo) y sus deidades demoníacas.

Al tirar las barajas del Tarot y voltearlos aparece el Arcano Mayor Nº XV, el Diablo. En éste método de investigación sicológica, que predice el porvenir, ésa carta simboliza pasión, fatalismo, magia, elocuencia, predestinación y lujuria. La figura es un hermafrodita con alas de murciélago, patas de cabra, manos de mono y cuernos, de sexo masculino y senos femeninos. Significa el hombre encadenado a la naturaleza por el instinto animal. Inaccesible a la lógica es presencia onírica y contrario a la templanza. En la mano derecha sostiene una antorcha representativa del fuego astral, Luzbel (luz mañanera), Lucifer, transmisión de la vida (torcha: Falo). Anhela ocupar el lugar de Dios y abolirlo. Si consideramos las desigualdades obvias la idea del binomio indica, por evocación a la concepción china de las energías binarias del yin/yang en la filosofía del Taoísmo, el ser y no–ser.

En Latinoamérica son escasos los escritores que eligen el asunto del ángel renegado y JIMÉNEZ URE es uno de ellos. Con lirismo postula un ideario de repercusión intemporal en la ordenación social, material, síquica y espiritual, mediante explicaciones hermenéuticas. Se apodera de la capacidad de remisión que traslada a la realización comparativa y referencial. Así, la incidencia polisémica como propiedad de su creación proteica se proyecta en red de asociaciones que forzosas desembocan en la metáfora del mito personal. Poeta y pensador se compenetran al fundir razón y sensibilidad, creando con matiz órfico la obra de lenguaje y arte poético. Elabora moldes propios, desecha formas fijas y ensaya métricas al unísono de trazos lingüísticos que guían a lo esencial de sus visiones. La metamorfosis instituida en los textos no es óbice, al contrario, para confrontar con diferentes libros y propiciar conjeturas que contribuyan al acercamiento valorativo. Es recomendable la lectura de Aproximaciones a la obra literaria de Alberto Jiménez Ure (1991), compilación de críticas y entrevistas que hizo Fernando Báez y El horror en la narrativa de Alberto JIMÉNEZ URE (1996) escrito por Luis Benítez. La voz del poeta interviene optimista ante el futuro promisorio y liberador: «[…] Me muestro abatido y lo estoy. Arrepentido no. /Abrumado sí; pese a lo cual, esta noche y otras dormiré feliz./Despertaré y el mundo será otro: engendro de mi imaginación./Es cierto: la Literatura me redimirá […]»

-IV-

«REVELACIONES» DE JIMÉNEZ URE: LA CLAVE GNÓSTICA

«El trasfondo del libro plantea una confrontación o un conflicto maniqueo, expuesto por el iniciado entre dos entidades o divinidades: una propicia y otra perversa, sólo que aquí se invierten lo papeles. A la tradicionalmente buena se le considera un Falso Bienhechor y a la malvada se le asigna el papel de Iluminador»

Por Ennio JIMÉNEZ EMÁN

El libro Revelaciones (1997), del escritor venezolano Alberto JIMÉNEZ URE, a mi parecer, está imbuido de ideas gnósticas subyacentes al tema central del mismo: la confrontación Dios-Demonio. Veamos en qué sentido. Comentaremos primero algunos de sus textos y luego los relacionaremos con algunos tópicos de la doctrina gnóstica. Según lo explica su autor en el pórtico, este texto perturbador surgió en medio de una profunda depresión y como producto de una crisis existencial: «Revelaciones es la compilación de los mensajes que, bajo extrema depresión, capté de alguien al que no puedo precisar cual dibujo encima de una blanca hoja (...) Por ello, advierto: desde el Principio del Tiempo los intelectuales hemos sido réplica de una entidad pocas veces codificable, de la Palabra Misteriosa, predecesora», afirma JIMÉNEZ URE.

Compuesto de 61 textos, el libro expone desde sus comienzos una blasfema imprecación contra el Dios bíblico del Antiguo Testamento. La creación acaeció con un fin malvado: «[…] Ocurrió para divertimento de un hacedor perverso: de ese a quien nombran Dios[…]» (XXVI). Plantea el mismo una apología del mal a través de un discípulo del Maligno o aspirante a Primer Príncipe o Príncipe de Legión que, a medida que se va iniciando, va exponiendo la doctrina que le es revelada: «Impartirás el conocimiento del Mal que suplirá definitivamente al Bien», declara la voz poética. En el texto XXIII esa misma voz poética afirma: «[…] No hay razones para ejecutar el Bien/Cuando del Mal viven los pueblos[…]». Es más, el Mal forma parte de la naturaleza de ese Dios que tentó a la pareja primordial para luego castigarla eternamente a través de la especie. El «Torturador Bíblico», se le denomina en el texto XIV. Si este Dios -se pregunta la voz poética- es tan bondadoso y sensato, ¿entonces por qué creo a partir de La Nada y El Caos un mundo donde el mal existe enseñoreándose raigalmente sobre él?: «[…] O, acaso, no reina el Diablo por encima de/Los hipócritas mandamientos de su espurio progenitor», se pregunta dicha voz en el texto número III. En fin, el mundo y con él la especie humana, debieron haber permanecido en La Nada, «estadio del cual nunca debimos partir para experimentar/Dolores, tragedias, desigualdad, humillaciones, odio u oprobio[…]» (XLIII) «[…] La Nada espera a la materia porque la existencia/Es una fosa incolora que, en el espacio infinito,/Se absorbe a sí misma y cuanto contiene[…]» (XLIV)

El trasfondo del libro plantea una confrontación o un conflicto maniqueo, expuesto por el iniciado entre dos entidades o divinidades: una propicia y otra perversa, sólo que aquí se invierten lo papeles. A la tradicionalmente buena se le considera un «Falso Bienhechor» y a la malvada se le asigna el papel de Iluminador. Ahora bien, separando estas ideas del Antiguo y Nuevo Testamento y tratando de conectarlas con un trasfondo gnóstico, por ejemplo, recordemos que Manés (Mesopotamia, 246 d. C.) creador de una gnosis dualista derivada del mazdeísmo iraní o zoroastrismo, de la que después se alimentará el catarismo y otros círculos teosóficos, considera, como muchas otras sectas, que el mundo actual es una creación del Arconte o «Príncipe de las Tinieblas», equivalente al Dios del Antiguo Testamento, enfrentado a un Dios bueno que a veces toma la forma de «Ángel Caído», invirtiéndose así los términos convencionales del Bien y el Mal.

Un estudioso de la materia como Harold BLOOM, en su libro Presagios del milenio («Editorial Anagrama», Barcelona, España, 1997), plantea que el Gnosticismo es tan viejo como la religión misma. Siendo en sus orígenes una tradición herética de la religión ortodoxa hebrea (siglo I a. de C.), es considerada incluso como una religión por el estudioso judío Hans JONAS, una religión paralela, en permanente contradicción con la institucional, aunque sin embargo siempre se planteó como un culto del que no se conocieron en el mundo antiguo templos o iglesias. Escribe el ensayista: «[…] El Gnosticismo y la gnosis fueron antaño un fenómeno elitista: una religión para uno pocos, casi siempre intelectuales. No creo que sea algo deplorable o encomiable: la imaginación espiritual no suele ser un don universal. Blake, que tuvo su propia gnosis, opinaba que una sola ley para el león y para el buey era opresión […]»

Así, pues, según esta tradición, en sus orígenes hebreos, opuesta a la falsa creación del Génesis, el nacimiento del Hombre es una catástrofe o una caída infortunada; como bien afirma Blom, este hecho «nos presenta la historia central de todo Gnosticismo, la caída de Antrophos, el hombre primigenio o «Adán-Dios», hasta convertirse en el «Adán Inferior», nosotros mismos. Para el ensayista estadounidense, antes de los cristianos, ya había tradiciones judías que proclamaban que «Adán era un ser superior a los ángeles, y lo consideraban el verdadero profeta, o Christos, el Cristo Ángel», siendo uno de los primeros gnósticos el samaritano Dimón el Mago, dicípulo de Juan el Bautita y supuesto rival de Jesús el Mago.

Posterior a esta tendencia inicial, surge aproximadamente 200 años después el llamado Gnosticismo Alejandrino, cuyo representante más importante y reconocido fue Valentín de Alejandría (100-175 d. C.), considerado por muchos como el más importante de los gnósticos. De él sólo se conoce uno que otro sermón completo (por ejemplo, El Evangelio de la Verdad y fragmentos «sentenciosos y enigmáticos» al igual que segmentos de una obra poética: Cosecha de Verano. Según la tradición valentiniana, un «demiurgo«» o «dios falso» creó el mundo y nos hizo descender del lugar divino que nos era propio en la plenitud o pléroma, y nos echó a otro de la creación-caída, tal como lo plantea el texto de JIMÉNEZ URE. Por ejemplo, según la gnosis de Valentín, el mundo actual es el kenoma o vacuidad cosmológica: «[…] Lo que somos ahora está infestado de demonios y atrapado en una concepción del destino gobernada por unos ángeles hostiles llamados arcontes», los «príncipes de nuestra cautividad […]», expone BLOOM, como ya lo habíamos señalado antes en la gnosis de Manés y como es planteado por JIMÉNEZ URE en varios de los textos señalados (XLIII, XLIV).

Así, pues, si apartamos la lectura del libro de JIMÉNEZ URE del aparentemente explícito simbolismo convencional bíblico y lo relacionamos con la tradición gnóstica, encontramos que la idea principal de ésta es explicar la Caída y promover la salvación en un mundo donde la creación tiene un carácter esencialmente malo ya que es concebida por un ser «perverso», tal como se trasparenta en los textos de Revelaciones. Es, pues, como hemos visto, una constante de las diversas sectas gnósticas plantear una contradicción entre el Bien y el Mal, entre la Luz y las Tinieblas, sólo que estas categorías dejan de tener el sentido tradicional bíblico, el cual es siempre rechazado por dichas sectas. Como afirma el estudioso Hervé MASSON: «[…]Con excepción de las sectas judaizantes, la mayoría de los gnósticos rechazaban casi todo el Antiguo Testamento, considerándolo una obra falaz de los profetas inspirados por el Dios de los judíos[…]». Yhavé, decían, no era otro que el mismísimo Demiurgo, el creador irascible, rencoroso y cruel de este imperfecto mundo. Sólo desprecio le inspiraba el «Dios del Génesis», cuyo «espíritu flotaba sobre las aguas», que se dejaba engañar por Adán y Eva y la serpiente, que se «arrepentía de su propia creación». Este Dios era malo y limitado. Se trataba del «Segundo Arconte», el «hijo del Caos», «Ialdabaoth» (Manual-diccionario de esoterismo. Editorial Roca, México, 1975).

Así, para la tradición gnóstica valentiniana, el Arconte Ialdabaoth es un «demiurgo» tan perverso que no sólo es culpable de la caída del hombre, sino que engendró a los ángeles, guió a Abraham, engañó a Moisés en el Monte Sinaí haciéndose pasar por Dios y orquestó la pasión y crucifixión de Cristo. Si el actual mundo es obra de Ialdabaoth, entonces surge Lucifer como el verdadero salvador de la Humanidad Caída y resucitador del Antrophos Primordial. Para los gnósticos este personaje, «el portador de la luz», es la verdadera personificación de la Gnosis «que libera al hombre de la cadena de la ignorancia y le permite liberarse de la esclavitud en que lo mantiene el creador de este mundo malo». JIMÉNEZ URE parece referirse a este conocimiento cuando en el texto XXXII expone:

«Quien ha nacido con el Don del Entendimiento se [sabe

Irremediablemente guerrero del Demonio: del [bienamado

Capitán de la Llamas que, por intentar rescatarnos,

Frente a la maldición de lo existente o [fatuapercepción,

Ha sido blasfemado y equivocadamente descripto

Por quienes se autodefinen bíblicos»

Por eso, para esta tradición la reivindicación de Lucifer, Luxfero o Luzbel no significa la apología del satanismo, sino una invitación a la adquisición y difusión de la sabiduría a través de la gnosis. Visto dede esta óptica, el texto de Jiménez Ure cambia de sentido, invirtiéndose los signos y eliminándose el carácter demoníaco-satánico-destructor de su mensaje: «El Demonio ganó la contienda/Contra el Arbitrario Creador e instaura el Bien Auténtico» (XXXIV), como en realidad lo afirma la gnosis.

Como dato curioso, y como bien lo estudia BLOOM en el libro antes señalado, diré que la idea del Demonio como ente malvado no es hebrea, así como tampoco lo es la de los ángeles. Esta última provino del cautiverio de los judíos en Babilonia, donde pudieron apreciar lo que era una verdadera corte real, la cual reflejaba la supuesta jerarquía celeste y donde existían variadas criaturas aladas. La del Demonio como tal es más compleja. En la Biblia hebrea no existen ángeles caídos, incluso Satán no es un nombre propio (se le llama el Satán), sino título curialesco parecido al del fiscal. El Satán del Libro de Job es el «adversario», o fiscal, un sirviente de Dios que goza de buena posición y no es, ni mucho menos, malvado. «[…] Volviendo a Isaías, 14, 12-15, cuando el profeta canta la caída de Helel ben Shahar, la etrella de la mañana, no hay duda de que se refiere al rey de Babilonia y no a un ángel caído, como han creído los intérpretes cristianos[…]», afirma BLOOM; y sobre Lucifer, el Satán caído significa en el texto hebreo «simplemente Lucero, y el Infierno es el bastante distinto Sheol, una especie de hades».

La idea de Satán como criatura diabólica enemiga de la Humanidad y su transformación desde la serpiente de Edén, es cristiana y de origen ecléctico, una mezcla de deidades malvadas angélicas y animales que toman de civilizaciones como la sumeria y asiria (Huwawa, Humbaba, Tiamat, Ahrimán), posteriormente transformada por San juan, San Pablo y San Agustín. Así, «los nombres de los ángeles proceden de Babilonia, y la pérfida naturaleza de los ángeles caídos viene de Persia. Zoroastro, más que el texto yahvista o Isaías, e, irónicamente, el verdadero antepasado de San Pablo y San Agutín», precisa BLOOM.

Otro tópico expuesto en el libro es la «Teoría del Logos o Verbo», «Razón Divina» o principio activo que está en el origen de todas las cosas y que ha inspirado a la gran mayoría de las doctrinas gnósticas. Según ellas, todo se crea mediante la palabra, incluso el espíritu, tal cual lo expone JIMÉNEZ URE en el pórtico. Igualmente, en el texto XXXVII se hace explícito el planteamiento: «[…] En el principio, un nacido de la Palabra Misteriosa/Se erigió en Dios y Creador; Luego, sin vacilar, se atrevió/A la invención del cosmos y aparecimos para -absurdamente- sufrir[…]», ideas que igualmente se conectan con todo lo expuesto anteriormente.

Estas pocas ideas comentadas aquí en torno a una probable influencia «inconsciente» del gnosticismo sobre Revelaciones, corresponden a una lectura personal, y sólo tratan de sugerir un enfoque diferente de dicho texto donde un misterio perturbador parece hablar por boca de su autor, quien se considera a sí mismo «un clariaudiente, un instrumento para la misteriosa formulación de antítesis. Un metapsíquico quizá, un perceptor del más allá de las cosas fácilmente asimilables». De ser así, entonces la mente de su autor debe haber ido igualmente más allá del simple dualismo convencional (bien Dios-Demonio, Mal) que estas páginas literalmente expresan.

-V-

SOBRE «DICTADOS CONTRARREVOLUCIONARIOS»

[La inteligencia herida en la Materia Oculta de Jiménez Ure]

«Ningún escritor escapa de su tiempo, aunque no escriba directamente sobre él. Alberto tampoco. Hay tiranos, desviaciones políticas, rechazo del ejercicio de lo concerniente a la polis. La mujer, siempre. Y los inconvenientes del momento»

Por Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ

Alberto JIMÉNEZ URE nos tiene acostumbrados a escribir sobre la materia oscura, la oculta. Lo hace de manera tan particular que no tiene doble en la Literatura Venezolana. Por vía de la poesía se propone mirar el reverso. También yo lo he intentado y logrado. He conseguido asomarme al borde de la expansión. Puedo asegurar que está hecho como lo describe Alberto: gases, moléculas, paradójico blanco en la negrura. Antes, o después, asegura que nos atraviesan las partículas, buen lector, quien lo duda, de Física Cuántica. Proclamarse inmortal no tiene nada que ver con el hábitat de carne y huesos que nos envuelve en esta corta visita. Los poetas queremos regresar al verdadero seno materno que no tiene líquido amniótico. Podemos vislumbrarlo en esta vida y hacia él iremos: es lo que denomino el otro lado. Podría decir que el silencio es la última expresión de la partícula.

JIMÉNEZ URE, sin embargo, permanece un poco, todavía, en este otro y establece sus reclamos. Casualmente ahora leo al Sartre de un libro secundario y digo que las cosas no se aceptan, se asumen, porque son derivaciones de una condición, la humana. El poder, ni siquiera supremo, puede entrar en la mente eufórica de un poeta, pero, mientras estemos aquí, nos toca insultar al tirano. Sin libertad no podríamos adelantarnos al viaje. Claro que es perversa la libertad: nos permite decir cosas que el común no entiende. Lo diabólico está siempre presente en JIMÉNEZ URE. Cuando hice mi viaje anticipado no vi a Dios ni a su contrario.

Ningún escritor escapa de su tiempo, aunque no escriba directamente sobre él. Alberto tampoco. Hay tiranos, desviaciones políticas, rechazo del ejercicio de lo concerniente a la polis. La mujer, siempre. Y los inconvenientes del momento.

Alberto asegura que no escribe poesía convencional. En realidad, la que lo es no es. Aquí hay poesía. JIMÉNEZ URE es el escritor que es, pero quizás nadie ha dicho de su profunda religiosidad. Dios es la resignación, Lucifer es la imaginación. Es en este sentido que deben entenderse las continuas apelaciones de este escritor a un mundo diabólico. JIMÉNEZ URE es un reclamo desesperado a la inteligencia y a la bondad. Todas sus imprecaciones se deben a un entorno hostil donde prevalece la violencia, la deslealtad y la falsificación. Vean como apela al Bien desde un estado de absoluta ira. Si alguien no lo ama por sus antecedentes de escritor feroz es porque no tiene la comprensión de una inteligencia herida.

Él y yo hemos compartido muchas cosas, incluso viajes, pero ahora él sabe que yo sé y yo sé que él sabe. Por eso lo acompaño así:

«[…] La esencia/semeja la inundación de la represa/bajo las aguas/cuando, en el fondo,/no haya secreto […]»

-VI-

«ILUMINADO»

«Iluminado es no sólo un libro de poemas o un conjunto de textos donde se hace evidente la imposibilidad refractaria de los géneros en donde la poesía puede confluir y donde el autor indaga y se confiesa, a modo de un diario, para dar o mostrar las imágenes en lo más crudo de su pensamiento. Es, para decirlo, de otro modo más llano, un libro de un filósofo que escribe poesía, pero también poesía castigada para que las palabras digan al fin sus silencios más escondidos o lacerantes»

Por José Antonio YÉPES AZPARREN

Alberto JIMÉNEZ URE es un caso raro en la Literatura Venezolana; pues es uno de los autores más prolíficos y quizá el más atacado y, al mismo tiempo, el más estudiado de nuestra nueva literatura, con casi treinta años en el oficio de las letras, desde finales de siglo veinte a esta parte. Y por si esto fuera poco, el que más interés ha suscitado en las generaciones más recientes y en cierto sector intermitente (pero honesto) de nuestra crítica; que ha sabido situar sus hallazgos e indagaciones, entre ellos, por ejemplo, la pluma fundadora y lúcida de un Juan Liscano, quien al morir dejó un libro inédito sobre este autor ciertamente tan incómodo como leído; repudiado como admirado, publicado como vendido, que ha sabido despertar en los lectores dentro y fuera de nuestro ámbito una resonancia inusual, precisamente por no ser para nada acomodaticio y por sus atrevimientos en los temas que trata. El carácter polémico de sus temas ejerce una fascinación que produce las más contradictorias posturas o reacciones, pero no deja ileso a quien se aventure en su escritura. Así, pues, casi innecesario decir que sus libros, son al poco tiempo de publicados difíciles de encontrar.

Hace más de doce años dejé escrito en alguna parte que el desacato y la irreverencia le eran característicos: «dos vías para lo real imaginario». Aún los años transcurridos, es notorio que la rebeldía in-disimulada y resultante de estas dos vertientes mencionadas por mí como intrínsecas en la escritura de este narrador, ensayista y poeta de sintaxis castigada y enrarecida por un aire intemporal (pero nunca arcaizante y sí cada vez más sintética), mantienen su carácter multiplicador y de indagación de una realidad que otros escritores no se ha atrevido jamás a ensayar o abordar. Si bien yo prefiero el autor de sus primeros libros de cuentos y sus primeras novelas, cuando todavía su atrevimiento no se enrumbaba por otros fueros más descarnados y provocadores, su escritura no ha dejado de seducirme, aún en los momentos que no comparto sus temas, por su impecable escritura, rigurosa y sugerente; y ciertamente también porque pocas veces en nuestra literatura he encontrado un autor de una honestidad a rompeolas y «contracorriente» en la que se ha mantenido aun en los momentos más difíciles del oficio de escribir: al abrir sendas nuevas y transitarlas sin importarle la acogida que puedan dispensarles los otros (los lectores y la crítica, ésta última hoy ya inexistente en nuestro país). Esa honestidad y su carácter nada acomodaticio, paradójicamente, le han valido un interés, como señalé antes, que causa no poca sorpresa. Y, precisamente, por ello, comprensible.

Iluminado, su libro de poesía más reciente (Fondo Editorial de la Universidad Centro-Occidental «Lisandro Alvarado», UCLA, Colección Poesía, Barquisimeto, 2004) nos vuelve a mostrar que el autor sigue fiel a sus principios y a su manera de ver el mundo y asumirlo, abordarlo y volverlo escritura…. El tono de estos poemas es, a diferencia de otras ocasiones, más cercano al aforismo o al epigrama. Y las primeras dos partes del libro, aun la innegable correspondencia con la realidad, se me figuran que también pueden ser las elucubraciones de un monje taoísta laico; que escribe sobre el poder en pergaminos para tan sólo pegarlos en las paredes de su habitación (o de una ermita), sin intención de ser publicados, sino para contemplarlos en la más austera soledad esencial… Esta sección me hace pensar o me hace patente que los hombres y los tiempos pasamos y los libros quedan. Y que estas terribles sentencias acendradas en la filosofía mantendrán su carácter letal por siempre. Y también ese siempre se ensanchará para mantenerlo como un contemporáneo de los diferentes tiempos por venir, incluso los más distantes a nosotros.

En las otras secciones es donde encuentro su tono más natural de otros libros; y la poesía, sin dejar del todo la forma aforística o su honda concentración verbal, se aúna más acrisoladamente con el lirismo, como en el texto dedicado a Juan LISCANO [El lenguaje] o, en otros casos, para exponerse o disparar axiomas filosóficos, sentencias, hallazgos o dejarse llevar por entero ante el rapto o la pulsión de la poiesis en instancias y temas que le ha ido dictando su diario acontecer en esta parcela del mundo.

Iluminado es no sólo un libro de poemas o un conjunto de textos donde se hace evidente la imposibilidad refractaria de los géneros en donde la poesía puede confluir y donde el autor indaga y se confiesa, a modo de un diario, para dar o mostrar las imágenes en lo más crudo de su pensamiento. Es, para decirlo, de otro modo más llano, un libro de un filósofo que escribe poesía, pero también poesía castigada para que las palabras digan al fin sus silencios más escondidos o lacerantes.

De tal suerte, Iluminado, más que un volumen inclasificable, es un texto plural que estalla entre las manos del lector. Después de leerlo sobrevienen el silencio y el pensamiento. No es decir poco de un autor en tiempos donde el pensamiento no sobreviene, como tampoco la palabra saturada de sentido: la palabra que piensa e incita a pensar.

-VII-

EN LA TIERRA DE ABRAXAS

«Tengo muy mala opinión del ser humano»

(A. J. U.Diario El Nacional.

Caracas, 15-11-1999)

Por Néstor L. RIVERA URDANETA

Los cuentos y novelas del escritor Alberto JIMÉNEZ URE (Estado Zulia, 1952) recrean territorios extremos de esta civilización convertida en instrumento de su auto-aniquilación moral. Pero, más allá de señalar lo terrible para quedar a salvo en la acera opuesta, o legar moralejas didácticas, este escritor solo ha querido execrar algún malestar interno en cada obra y ponerse a salvo de su propia naturaleza abraxiana tras reconocerse parte de esta misma «Humanidad» que tanto rechaza.

De allí que la desacralización de la vida humana mediante textos críticos que rechazan la fatuidad del ser convertido en valor de cambio, la otredad maléfica, la corrupción política y el torcido manejo de las leyes, las relaciones erótico-sexuales como importantes indicadores de poder y de la necesidad de recibir y aplicar violencia en acto de liberación, vienen a erigirse en la estructura discursiva central de su obra, convirtiéndolo en un escritor sui generis -e incluso visionario- por su dilatada y profética toma de conciencia sobre estos elementos.

Desde Acarigua, escenario de espectros («Punto de Fuga», 1976) han pasado treinta años y ya en ese entonces el escritor se negó a encajar en cánones literarios tradicionales; de allí que toda la obra jimenezuriana –más de una treintena de libros- ha estado al margen de la prosa que vindica lo telúrico de la tierra, el realismo mágico y el realismo citadino, originando, en consecuencia, un constante interés por sus escritos, tanto en nuestro país como en el exterior.

Este escritor reconoce que prefirió un estilo propio, alucinante, escatológico, perverso, insólito, pero a la vez dotado de «mensajes narrativos» (BARRERA LINARES, 1997), y de planteamientos filosóficos, nihilistas. Seres desvalidos y otros demoníacos, confrontados en eterna lucha Bien-Mal, deben coincidir para desenmascarar la esencia terrible del Hombre, mientras están tocados por «un afán de renovación espiritual y física que se hace manifiesto en frases contundentes, llenas de calor y de profundidad» (Gil OTAIZA, 1997). Así que, reiterar mediante reflexiones e historias apesadumbradas, desacostumbradas, perturbadoras, el rechazo por el caos en que derivó el ideario de la modernidad, ha sido su principal propósito desde la década de los 70 del siglo pasado.

Su forma de expresión se nutre no sólo de los artificios que emanan de la ficción, sino que acoge e interpreta los fenómenos sociales suscitados en medio de una amplia diversidad de planos tangibles y verosímiles, acosado e influido por lo presenciado desde la infancia, tal y como revela en tono autobiográfico en el volumen de textos breves Inmaculado (1982): «[…] Tarzio, que había crecido entre pozos de petróleo y gente hostil a las Artes, fluía entre las escrituras cultas y lo único que admiraba (aparte del Relámpago del Catatumbo) era la Filosofía. Según él sólo un Platón, un Berkeley o un Shopenhauer pueden decir en otro mundo que sus vidas tuvieron sentido en la Tierra. Y buscaba, con avidez, merecer un sentido para su propia vida […]» (pp. 71-72).

El autor ha comentado que su trabajo también está estigmatizado por lo paranormal y místico, junto a todas las pasiones y aberraciones humanas en conjunción. Si atendemos a esto, junto a lo que señala Juan LISCANO en Panorama de la Literatura Venezolana Actual (Alfadil, 1995) acerca de las carencias abismales en la literatura nacional a la hora de abordarse el oficio de escribir, se deduce que JIMÉNEZ URE ha legado una bibliografía valiosa y orientada, en toda su magnitud, al llenado del vacío que dejaron ciertos bloqueos estilísticos.

Cuando en 1976 llegó a sus manos un ejemplar de Acarigua, escenario de espectros («Punto de Fuga», 1976), LISCANO (1995) también comentó acerca de Alberto JIMÉNEZ URE que «su literatura rechazaba el costumbrismo y el realismo urbano, el actualismo y el inmediatismo imperantes, la complejidad estructural. Predominaba el nihilismo sin proposición alguna redentora y, sobre todo, construía con ideas y no hechos existenciales» (p.282).

Pero, la voz más esclarecedora ha sido la de Juan CALZADILLA ARREAZA, quien trasciende de la superficie obvia y ubica a JIMÉNEZ URE en un estadio filosófico intermedio entre BORGES y Lezama Lima, pero aún más cercano a Juan EMAR. Y va más allá al expresar que «no construye, ni desarrolla. Si insistimos en hablar de fantástico, de filosófico, será forzosamente en un nuevo sentido» (p. 35). CALZADILLA ARREAZA sigue hurgando en la extensa producción jimenezuriana y comprende la intención del escritor zuliano; de allí que aseverara:«[…] Más que de construcción (…) parecería tratarse de destrucción. Sintaxis del antojo que no carece de rigor. JIMÉNEZ URE practica, sistemáticamente, no sabemos si concienzudamente, una especie de caos-análisis: reducir la realidad apenas representada a una descomposición posible, a su máxima expresión caótica, a sus mínimos elementos aleatorios […]» (pp. 35, 36).

Para JIMÉNEZ URE, escribir ha sido un acto liberador, de expiación ante el bombardeo constante de cotidianidades que hacen estragos, como si la saturación de la violencia pudiese engendrar un espacio posible para la conciliación con el espíritu y el lado menos lacerante de la humanidad, para alcanzar la tan ansiada paz interna rechazando «a la Babel de la modernidad tardía y, por lo tanto, sus temores apocalípticos» (VATTIMO, 1997)

-VIII-

«DESAHUCIADOS»

«No me resta más que celebrar la aparición de esta obra que nos entrega un espejo donde mirar y reconocer nuestro rostro social y quizás individual. Con ella, JIMÉNEZ URE fija un espacio en el panorama de nuestra narrativa, a pesar de los gustos y dureza de una forma de escritura que nos lanza en el rostro una imagen que nunca queremos ver ni reconocer, pero que también, devela fuerzas y aspiraciones que tampoco hemos sabido ni querido explotar»

Por Héctor LOPEZ

JIMÉNEZ URE, con Desahuciados (coedición entre «Monte Ávila Latinoamericana» y la «Universidad de Los Andes», Caracas, Venezuela, 1999), su última novela, logra condensar las líneas más características y significativas de su narrativa. Lo hace, sino en oposición de la estructura y característica de sus personajes, si en el sentido de los objetivos que estos se plantean. Con esto, quiero decir y significar que, siendo fiel a sí mismo o a su escritura, ha dado un giro por acercarse más a lo social. Ya los personajes tienen un interés y una preocupación que se integra a las necesidades colectivas. Con eso la novela se acerca a la parodia de un mundo político enrevesado, que busca clarificar sus sentidos. Al mismo tiempo, nos enfrenta al mundo alucinante de las utopías de fin de milenio. Pero, frente a esa desarticulación de los valores humanos, donde la economía se ha tragado todas las formas de relación y el hombre ha perdido todo el espacio de su libertad, estos «desahuciados» conquistan su capacidad de lucha y no se rinden hasta lograr implantar un mundo más humano y justo, derrotando así las fuerzas más pesimistas de la sociedad. Sin embargo, los temas recurrentes en la literatura de JIMÉNEZ URE, están presentes. El nombrar los objetos por sus características y funciones en una especie de anacronismo. La referencia a una sexualidad problematizada, demostrando la tesis de la relación entre el sexo y el poder, indagada por Michel Foucault; pero sin olvidar la responsabilidad social y política de la producción social de eunucos. Paródicamente, los hombres del poder, los que no son «desahuciados» han cometido distintos tipos de delitos, es decir, son verdaderos delincuentes que su condena pareciera ser la de ejercer el poder. Este cambio de perspectiva en la narrativa de JIMÉNEZ URE, que me parece fundamental, le ha dado una dimensión distinta a toda su producción y nos permite leer los conflictos sociales dentro de un espacio que se aleja de lo aberrante, de lo desquiciado, de lo estrictamente personal, de lo enfermo, para dejarnos frente al espejo que nos muestra el rostro de una sociedad anarquizante, dura, deshumanizada y deshumanizante, una sociedad que requiere cura para distintos males, entre ellos el de la depresión. Cito: «[…] Para tu curación, te ofrecemos sesiones de pláticas y la opción de beber De la Miel[…]»

Los XXXVI capítulos que constituyen la novela nos muestran como un grupo de hombres y mujeres van conformando un comando que se propone lograr la liberación de los hombres marginados o «desahuciados de la sociedad». Debo resaltar que el grupo pertenece a lo que podríamos llamar clase media. En esa búsqueda enfrentan la política del régimen y soportan las represiones del mismo, hasta que son exiliados unos y ejecutados los otros. Los exiliados descubren una dimensión distinta de la realidad (descubren que son eunucos y otros una concepción sobre los derechos humanos), en una sociedad que les resulta extraña y que terminan por dominar, hasta lograr reunir un «ejército de liberación». Mientras eso ocurre, uno de los exiliados es expulsado y tiene que regresar a su patria. Pero, contrariamente a lo que se puede esperar, es bien recibido por sus antiguos represores, hasta el punto de ser promocionado socialmente y también termina conquistando el poder, produciendo una revolución. Cuando llega el ejército liberador, lo que se produce es un encuentro de hombres libres: «vivirían emancipados de todo lo que duele, nunca de la palabra y la acción». Se logra -así- una sociedad marcada por el principio del placer. Cito el último párrafo de la novela: «[…] Los organismos multiplicarían y tendrían por impulso espontáneo el hedonismo, el placer ininterrumpido, excelso y sin la intervención de la Moral. No habría hombres, sino seres libres: felices de una condición natural y exenta de miedos absurdos […]» Para terminar como las escrituras bíblicas:

«[…]Yo fui el que era, sería el que fui y me transformé en La Nada. Quien tenga oídos y ojos escuchará mi voz y verá en mi muerte la suya: el fin del sufrimiento […]»

Indudablemente, esta será una de las novelas representativas de los noventa, con toda su carga de preocupaciones y expectativas sobre el futuro y juicio sobre la Historia y la Política, no sólo venezolana, sino del continente. En ella quedan al descubierto los núcleos de la escritura de Alberto JIMÉNEZ URE, de la razón de sus preocupaciones y la consolidación de una estética que -a lo largo de los años y las obras- ha ido cobrando sentido y un lugar en la narrativa nacional. No me resta más que celebrar la aparición de esta obra que nos entrega un espejo donde mirar y reconocer nuestro rostro social y quizás individual. Con ella, JIMÉNEZ URE fija un espacio en el panorama de nuestra narrativa, a pesar de los gustos y dureza de una forma de escritura que nos lanza en el rostro una imagen que nunca queremos ver ni reconocer, pero que también, devela fuerzas y aspiraciones que tampoco hemos sabido ni querido explotar. Esta novela es el otro perfil de nuestra sociedad y de nuestra novelística; el desconocido, el oculto, el que nos inspira un poco de temor y, al mismo tiempo, el que nos atrae con sus imágenes y el espacio de libertad que nos ofrece.

Con esta novela, JIMÉNEZ URE nos obliga a rehacer la lectura de la narrativa venezolana y, definitivamente, se incluye, ineludiblemente, en ese panorama.

Los escritores Ricardo Gil Otaiza y Denzil Romero [al fondo] Alberto Jiménez Ure, Marisol Marrero y Wilfredo Machado [sentados, al frente] En Caracas, 2000

-IX-

ANÁLISIS DEL LIBRO «DESAHUCIADOS»

«Cada cual se mira en los otros, cada cosa es todas las cosas»

(Plotino)

Por Marisol MARRERO

El sufrimiento se debe, sobre todo, al hecho de que el ser humano tiene considerables dificultades para encontrar el centro de su ser. Explorar la psiquis humana, sus escondrijos, madrigueras, y grietas, es doloroso. Por eso hay que ir con mucho cuidado hacia esa inmensa casa interior. Eso es lo que trataré de hacer con la novela Desahuciados, de Alberto JIMÉNEZ URE (editada por Monte Ávila Latinoamericana en coedición con la Universidad de Los Andes, año de 1999). Hurgaré de cuarto en cuarto, escudriñaré gaveta por gaveta, miraré sus ropajes y pertenencias. Haciendo esto nos formaremos una impresión del tipo de escritor con el que nos topamos.

JIMÉNEZ URE nos narra, en la citada y reciente novela, un mundo de escasez donde se agotan los recursos naturales y, por supuesto, donde cuesta mucho vivir. Ir hacia el futuro es volver a las miserias del pasado, a los eternos problemas del hombre: falta o abundancia de agua, de oxígeno, de alimentos, en fin, de los máximos o mínimos para existir, pues todo exceso produce catástrofes, ya lo hemos visto en acontecimientos de nuestro país. Tanto la mucha tecnología como su falta llevan a la destrucción.

Es ésta una extraña novela, llena de recovecos psicológicos. Al final se logra un todo coherente, a partir de la enmarañada psique de los personajes, solo hay que hallar las claves que permitan comprender esta particular historia. Pero, no adelantaré detalles alrededor de la trama antes de analizar su fantasía, el esclarecimiento de su situación vital, porque sabemos que la tendencia más profunda de la psique es la de representarse a sí misma a través de ella. Las fantasías son representaciones simbólicas de nuestras vidas, y la valentía de URE está justamente en aceptar lo malo y lo absurdo del ser humano como partes naturales e innatas de él. Pero, descubrirlo nos molesta porque no queremos aceptar lo horrible que llevamos dentro.

Lo turbio es la máscara que el autor usa para proyectar la imagen deseada. Alberto nos revela un territorio donde el oxígeno se acaba, el agua escasea, y la energía solar se vende. Un posible mundo del futuro, al cual se ha llegado por la deficiencia mental del ser humano. Aquí hay enfermos del cuerpo y del espíritu, depresivos por montón, y docentes destituidas de las universidades por sus ideas revolucionarias. ¿Quiénes son estos personajes? ¿Contra quienes se rebelan? ¿Cuáles son sus castigos? Todas estas preguntas debemos hacérnoslas para acceder a la complicada trama. En la ciudad del horror, Humandetritus, se establece la eterna lucha de clases, en este caso, los aventajados contra los desahuciados, que se rebelan contra el estatus, representado por los poderosos de siempre que mantienen dominan por medio de las armas. La conspiración y la insurgencia son actividades penadas con horribles castigos, como ser «comidos vivos» por niños predadores, «desollamientos en vida» y «amputaciones de lengua».

El miedo y las pesadillas se concretizan en la palabra del autor. Este se complace en lo deleznable del ser humano, que por la falta de alimentos llega a consumir carne fresca, y carne salada de seres fallecidos. ¡El horror impera en la ciudad! En cuanto a los personajes, no copulan: hembras y varones tienen un orificio entre las piernas por el cual orinan y defecan. La inseminación es artificial.

Uno se engaña sobre los motivos de sus propios actos, no se percata de los mismos sino a posteriori. Esto sucede en la novela de JIMÉNEZ URE. Los castrados, los rebeldes, no saben hacia dónde van, ni de las consecuencias de sus actos. Aquí todo se invierte, se podría decir: «[…] En mi final está mi principio […]». O, también: «[…] Principio y final son extremos de la misma cosa […]». Los personajes, angustiados, sufren depresiones, quieren morir, porque existen vejámenes que no se pueden permitir, pues lesionan su orgullo, su psique. Por todo ello, en esa ciudad existen persuapsíquicos como Palas de Athenais, para tratar de curar los trastornos psicológicos. ¿Quiénes se rebelan? Al final de la novela los miles de desahuciados pasan a la «fase esperpéntica […]» por falta de alimentos, asfixiándose por tener bajos salarios que no le permiten obtener oxígeno. Ante este estado de cosas surge la rebelión para derrocar al tirano, comandada por una mujer (Afrodita). A ella la acompañan en la revuelta: Fosfuros De Antares, y el persuapsíquico Palas De Athenais. Descubierta su conspiración, son exilados hacia una región llamada Demarcación Tropical, la cual descubren como un paraíso de bondades, lleno de alimentos frescos, donde los hombres reconocen en la vagina el albergue del pene y copulan para procrear. Por cierto que esto le trae problemas a Fósfurosy a Palas cuando se ven en la situación de acostarse con unas chicas de la demarcación. Para Fosfuros fue un trauma, incluso es puesto preso por violar a una mujer utilizando una serpiente (al verse frustrado por las burlas de esta, cuando lo vio castrado). La situación de Palas fue distinta, y es digna de un análisis especial.

Freud, en su ensayo La organización genital infantil, descubre la gran afinidad de la forma final de la sexualidad infantil con la estructura definitiva sexual del adulto. En la primera fase el niño no admite sino un sólo órgano sexual, el masculino, para ambos sexos. En el caso de la novela es el femenino, ese hueco que les quedó de una sociedad castradora a nivel físico y mental. El novelista se concentró en esta primera etapa del desarrollo sexual, pues todos son castrados. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que el persuapsíquico Palas de Athenais, o, mejor dicho, su apellido, corresponde -en la Mitología Griega Antigua- al sobrenombre de la diosa Athenea, que significa “La Virgen”. Según la tradición, nació de la cabeza de su padre ya adulta y armada del escudo y de la lanza. No sé si fue intencional o un desliz del inconsciente. ¿Qué mala pasada habría querido jugarle el inconsciente al escritor?

Ferenczi ha referido muy acertadamente que «el símbolo mitológico del horror, la cabeza de Medusa, se puede comparar con la impresión producida por la visión de los genitales femeninos faltos de pene». En la novela éste no es el caso, pues todos son castrados. ¿Qué puede significar esto? Freud agrega que, en su opinión, el mito se refiere a los genitales maternos en especial. Palas Athenea, que lleva en su armadura la cabeza de Medusa, es por ello la mujer imposible. El horror a los genitales maternos lo lleva a convertir la mujer prohibida, Palas De Athenais, en hombre, y, además, sin pene. Lo máximo de lo prohibido. El símbolo mitológico del terror, cuya visión ahoga toda idea de aproximación sexual. ¿Estamos ya claros? No hay ninguna posibilidad de incesto, sólo queda la paz y la tranquilidad, por los momentos.

En la segunda etapa de la formación sexual, el niño desarrolla una gran curiosidad. Fosfuros de Antares es un ejemplo de esto, pues muchas de las agresiones sexuales que el pequeño realiza, verificables en una edad posterior, serían juzgadas como manifestaciones de perversidad. Se revelan en el análisis freudiano como experimentos (cortar la cabeza de la serpiente para meterla en la vagina de la mujer) puestos al servicio de la investigación sexual. Por fin descubre que no todos son iguales, que existe «lo otro», pene y vagina.

En la tercera etapa, sobreviene el horror a la falta de pene. ¡Me falta ese algo! ¡Nada me cuelga! ¡Nada se balancea allá abajo! Después de leer esta novela, nos damos cuenta de que no es por casualidad que Alberto JIMNÉNEZ URE es uno de nuestros narradores más leídos en el exterior, hasta el punto de que los periódicos le dedican hojas enteras. Cosa que en nuestro país parece desconocerse o ignorarse. Recomendamos su original escritura, como una salida a tanta repetición.

-X-

«ALUCINADOS»

«En Alucinados, este autor de novelas breves no exagera ironizando la patología de la sociedad en la que vive: sino que resalta, mediante una leve distorsión, algunos rasgos particulares y colectivos como la drogadicción y el alcoholismo, la corrupción, la lujuria y la traición; jugando, libremente, con esos valores en una suerte de fantasía literaria»

Por Carlos DANÉZ

BAUDELAIRE comienza sus Flores del Mal con un poema dedicado al lector, al que llama hipócrita, ya que si no ha violado, ni ha incendiado, es por causa del miedo. El lector es su cómplice, su semejante y hermano, el haría cualquier cosa por liberarse del tedio. Alberto JIMÉNEZ URE, en el género de la novela inmoral, es un maestro como lo son SADE o DIDEROT; concibe personajes y sociedades sin miedo, donde el ejercicio de la «moralidad» no es un obstáculo para el libre desarrollo de la concupiscencia.

En Alucinados, este autor de novelas breves no exagera ironizando la patología de la sociedad en la que vive: sino que resalta, mediante una leve distorsión, algunos rasgos particulares y colectivos como la drogadicción y el alcoholismo, la corrupción, la lujuria y la traición; jugando, libremente, con esos valores en una suerte de fantasía literaria. Nada de lo que sucede en esta novela le es extraño al lector y, por eso, su atención queda capturada durante el breve desarrollo de su contenido en ochenta y ocho páginas con letra grande.

Los personajes de Alucinados, a diferencia de los personajes shakesperianos, no hacen grandes reflexiones, sin embargo su extraordinaria actuación en la incesante y absurda acción dramática les permite cumplir con la máxima hegeliana de ser artistas de sí mismos.

JIMÉNEZ URE, al igual que el florentino Dante ALIGHIERI, logran bucear en la profundidad del alma de los mortales, creando como consecuencia de sus enfoques y descripciones ámbitos aterradores. Lenguajes que se vuelven pavorosos al develar -sus autores- la condición humana, lo que los humanos no quieren ver de sí mismos. Si en Venezuela el vulgo leyera, bien pudiera acuñarse el termino jimeniano en vez de dantesco. Digo en Venezuela, ya que inmerecidamente Alberto es un autor poco conocido en el exterior. Sus novelas deberían estar en la librería «Espasa-Calpe» de Madrid, al lado de los libros de KAFKA. Pero, en nuestro país continúan existiendo políticas editoriales sin criterio asertivo y en manos de parcialidades.

Como todos sus cuentos y novelas, un narrador desbordado pero parco retrae y contrae la acción, de una manera totalmente intuitiva. Notamos una profundidad mística [evidente presencia luciferina] en la «maldad» que en la devastadora acción acontece, para satisfacernos mediante el asombro que es capaz de producir esta especie de catástrofe creativa.

Su lenguaje sexual y sensual -como en una oportunidad dijera Juan LISCANO- está impregnado de contenido sadomasoquista. Hay algo sapiencial y empírico en sus imprudentes, dementes situaciones que francamente escandaliza. Basta referir –en Alucinados- la elemental sensación de simplicidad, de la a su vez apoteósica metamorfosis que sufriera el personaje principal en cangrejo gigante. Después de todo, pudiéramos estar aprendiendo un proceso de catarsis estética del imaginario colectivo, que hasta ahora se satisface con las representaciones de orgasmos y crímenes.

Todo sufrimiento es tal, porque está en su naturaleza prolongarse, así nuestras vidas se convierten en pesadilla semejándose a la temporalidad narrativa de esta novela. Quedan así pontificados los espacios de la realidad y la ficción.

Una escéptica textura reflexiva se esconde tras las consecuencias de los hechos, que acontecen en primer plano de la narración. Pese a la personal postura ácrata del autor, en sus novelas afortunadamente no se precisa ningún propósito moral. Alucinados nos enfrenta a los lectores, con la grandeza del Mal; sobrecogiéndonos cuando lo disfrutamos, y nos estamos identificando de manera inconsciente con el espejo concupiscente que el autor despliega.

En ese sentido, es una ventaja que las novelas perversas de JIMÉNEZ URE no sean más largas de lo que son. Dejado en brevedad (desde su violencia figurativa) una sensación de infinito espanto.

-XI-

«CUENTOS ESCOGIDOS»

«Está emparentado, en esencia, con la obra de dos gigantes de la literatura, si literatura se puede llamar lo escrito por KAFKA o por BECKETT. Si en vez de haber nacido en Venezuela JIMÉNEZ URE perteneciera a un país desarrollado, su obra -fundamentalmente indagadora de un más allá- ocuparía aquí un puesto de reconocimiento. Nada tiene que ver con lo fantástico: una receta»

Por Juan LISCANO

De niño me gustaba oír los cuentos del acervo popular contados por mi tío Barceló, a quien yo llamaba «Tío JáJá»; o por la servidumbre, al calor del fogón que, entonces, año de 1920, era el alma de la cocina. Con el pasar del tiempo y después de leer libros de cuentos para niños y sumergirme en las historietas de piratas, indios, Búfalo Bill, detectives, llegué a la juventud. Leí muchos cuentos. Los breves me gustaron en particular. A veces, los largos me subyugaron como El corazón de las tinieblas de CONRAD. Ya contaba 20 años. Era en 1935. El año en que falleció el General Juan Vicente GÓMEZ, después de una dictadura ejercida como Presidente Constitucional o como Jefe del Ejército, el cual él mismo había creado. GÓMEZ, su poder, su terrible soledad.

Con el tiempo, me fui apartando un poco del género narrativo al cual había sido fiel hasta los años 50. De allí en adelante, exigí algo más que leer historias bien o mal aderezadas. Elegí. El trabajo con la poesía me alejaba de la narrativa, cuando no encontraba en ella alimento para la inspiración poética y la aventura interior del espíritu. La literatura por la literatura misma empezó a aburrirme. La literatura es para algo más, pensaba, no sólo forma y técnica. Discriminé. Hallé aliento y pensamiento en GALLEGOS, LAWRENCE, HESSE, MALRAUX, HUXLEY; CÉLINE me asombró.

Y así llegué a leer los primeros cuentos de JIMÉNEZ URE: quedé conquistado. El título era ya un hallazgo sugerente de misterio: Acarigua, escenario de espectros. Lo publicaba unas ediciones desconocidas. Era en 1976. El librito contenía relatos atroces; todos podían llamarse con el título de uno de ellos: Umbral de otros mundos. El personaje central, el protagonista inocultable, era la muerte; no como especulación filosófica o espiritual, sino como avasallante presencia en el aquí. JIMÉNEZ URE, a los 24 años, imagina once situaciones, once historias para la actuación de la muerte o, mejor dicho, para conocer la entrada hacia la muerte absoluta. Por lo tanto, sus invocaciones mortales no acceden al absoluto de la muerte, pero sí develan brutalmente la condición humana capaz de todo. Elucubración no propiamente de estética narrativa, sino de metafísica existencial, admitiendo que el hombre sopesa su cadáver.

Estos cuentos iniciales, si bien mantienen la acción de muerte en el discurso escrito, revelan algo que pertenece a la Filosofía, al innatismo, a las búsquedas esotéricas; que lo pensado es más real que la realidad empírica y que la muerte física, anecdótica, accidental o buscada, el suicidio, el tormento, el crimen, son umbral de otro mundo sin reflejo.

De modo que la obra toda de JIMÉNEZ URE se mantiene dentro de estos parámetros y da lugar al despliegue de situaciones límites, paroxismáticas, que operan como negativos de un arte de pensar insólito, donde fuerza las fronteras de la realidad para asomarse, en vano, hacia otro mundo, en un ejercicio que jamás ha realizado escritor venezolano alguno.

Está emparentado, en esencia, con la obra de dos gigantes de la literatura, si literatura se puede llamar lo escrito por KAFKA o por BECKETT. Si en vez de haber nacido en Venezuela JIMÉNEZ URE perteneciera a un país desarrollado, su obra -fundamentalmente indagadora de un más allá- ocuparía aquí un puesto de reconocimiento. Nada tiene que ver con lo fantástico: una receta.

Nunca hubiera sido un «bestseller», como no lo fueron, sea dicho de paso, ni kafka ni Beckett. El «best-seller» es concepción de mercado y no de imaginación creadora óntica, filosófica, desordenadora del realismo y de todas las seguridades hipócritamente buscadas en lecturas vacacionales. Hasta cierto punto, la obra de JIMÉNEZ URE podría calificarse con el término decimonónico de «maldita». No en el sentido de la bohemia en que nace y se mantiene, sino en lo arriesgado de la experiencia convulsiva y terminal. JIMÉNEZ URE no es dado a la bohemia.

En su obra hay videncia; hay intuiciones espirituales trascendentes; hay erotismo sádico-masoquista, me atrevería a decir, casi redentor, por lo purgativo; hay ciencia-ficción; hay cultivo del crimen como acto de rebelión total; hay preocupación interior por el destino humano; hay develamiento, blasfemia, insultos congelados, parodia de secretos íntimos, aberraciones, incesto, invocación sesgada demoníaca, delirio, maleficio, descomposición, fermentaciones enigmáticas. Su obra -y es su principal mérito- elude la cantidad para buscar una calidad inusitada, la cual no se afinca ni logra su propósito en la extensión verbal, sino en lo breve, sucinto, un tajo de palabra, un filo de arma blanca en la oscuridad del mundo.

Nadie puede disfrutar leyendo a JIMÉNEZ URE. Ingresa en lo insólito, lo desmesurado apretado en cápsula explosiva, en lo mínimo creciendo de pronto como un dinosaurio venenoso. Leerlo es un ejercicio de pensamiento y de trabajo interior. Estamos ante un universo semejante al de Bosco o Brueghel, al de los Caprichos de Goya en lo que este tiene de medieval. Y medieval es la obra toda de JIMÉNEZ URE, por su atrevimiento ontológico propio de inspiración diabólica, por el ángel que se esconde, por la crueldad de lo representado: eterna crucifixión del hombre.

El rito fundamental del cristianismo es la crucifixión después del martirio. En nada corresponde a la herencia de poder romano que el imperio agonizante dejó a la Iglesia. Esa contradicción entre lo intemporal del sufrimiento por predicar la Verdad y lo temporal de gobernar con política el imperio que será cristiano, explica el rostro doble del Cristiano: el símbolo de la Cruz en la empuñadura de la espada. Por transferencia la Iglesia sigue y seguirá crucificando a Cristo. Sin embargo, esa dualidad esencial motivó la expansión de la Iglesia y de Cristo, una antinomia. Lo apasionante fue la absorción de los antiguos misterios de muerte y resurrección, en el drama de la Pasión. Para el cristiano verdadero -y solemos serlo por momentos- el tránsito vital es una ruta que lleva a la muerte y a la resurrección del Juicio Final. Nacer, morir a ese nacimiento repugnante, resurgir para encontrar el verdadero camino de la muerte.

La obra de resonancia interior inagotable de JIMÉNEZ URE, tras su apariencia demencial, demoníaca, delirante, blasfematoria, oculta la expectativa del más allá, al cual se asoman sus personajes esquemáticos, urgentes, urgidos, absurdos, espectrales, gesticulando en una representación terrorífica, sin principio ni fin, de la muerte y el sexo.

Hay que leer sus Cuentos escogidos (Monte Ávila Latinoamericana, Caracas, 1995). Nos remiten a otros conjuntos narrativos anteriores: Suicidios, Inmaculado, Maleficio, Acarigua... JIMÉNEZ URE objetiva, en pocas palabras y en frases cortas (eficaces, taladrantes), los comportamientos humanos más increíbles, todos entre sangre, sexo, semen, extravío y muerte.

Lo que me seduce en JIMÉNEZ URE es su falta de respeto hacia la realidad, la metafísica contenida en sus píldoras cuentísticas, en sus mininovelas. Sus pensamientos, lucubraciones y poemas apenas transmiten el poder concentrado de su narrativa tan rica en situaciones de lo imaginario real, un modo de expresar la visión del mundo, entre la metamorfosis y la forma, la muerte y el enigma del más allá, la residencia en el umbral de todo lo que deja de ser.

-XII-

CONFESIONES ACERBAS DE JIMÉNEZ URE

[APUNTES SOBRE «CONFESO»]

«El tono y los temas del libro se encuentran bien alejados de inquietudes metafísicas; se centran, más bien, en la reflexión filosófica o existencial, la concreción de algunas obsesiones, el aforismo, la actitud irreverente, la recusación radical de ciertos valores políticos»

Por Ennio JIMÉNEZ EMÁN

Alberto JIMÉNEZ URE ha sido un cultivador persistente, perseverante y muy particular de la escritura poética. Conocido suficientemente en el ámbito literario venezolano por haber elaborado un corpus narrativo muy emblemático de nuestro desolado tiempo, mundo brutal e insensato que ejerce diariamente su macabro festín de perversiones, aberraciones y vicios irredimibles donde se desdibuja cruelmente la condición humana y que el narrador presenta de forma cruda, sin embargo ya desde la publicación de su primer volumen en este género: Trasnochos, poemas, 1970-1986, publicado en 1987, pasando por Luxfero (1991) y Lucubraciones (1994), dicha escritura poética, asumida en medio de espacios de angustioso desvelo, de reflexión vital o de furor existencial se vino a constituir en una estancia propicia para el cultivo de sus meditaciones, intuiciones, visiones, de manera concisa, alejada un tanto de su torrencial caudal narrativo poblado de seres inquietantes, esperpénticos, de pesadilla. El mismo autor había declarado en el postscriptum de Trasnochos: «[…] La poesía es un género menos difícil que la prosa y, sin embargo, rara vez los críticos encaran a los tramposos y los flojos de la síntesis filosófica. Indistintamente, he dedicado igual tiempo a la narrativa, la poesía o el ensayo. Si antes no quise publicar poemas fue porque no sentí la urgencia de los literatotastros por acreditarme […]». Así, en algunos de sus cuentos, novelas o noveletas, el narrador JIMÈNEZ URE había insertado poemas suyos y de otros autores, o fragmentos de ellos, en boca de algún personaje con tono irónico o desolado. Incluso en su última novela, Desahuciados (1999), el propio autor se incluye, con su segundo apellido, como un poeta apocalíptico de la Centuria XX, habitante de una anti-utopía ubicada en un país convulso en un futuro no muy lejano, e incluye varios textos, entre ellos uno de tono inquietantemente metafísico. Cito un fragmento del mismo: «[…] Morí y no se produjo el fin de los tiempos,/Sólo me fragmenté en la paz:/Una quietud condicionada,/Perdurable si logras trascender/Los espacios de luz donde somos[…]»

Pero en el texto que nos ocupa, Confeso («Universidad de Los Andes», Vicerrectorado Académico, 2000), el tono y los temas del libro se encuentran bien alejados de inquietudes metafísicas; se centran, más bien, en la reflexión filosófica o existencial, la concreción de algunas obsesiones, el aforismo, la actitud irreverente, la recusación radical de ciertos valores políticos. Por ejemplo, en un fragmento del poema número XI, su autor sentencia con sorna: «[…] Al miserable que pretende dirimir mediante la ventaja/Que el Poder otorga, fíjale el día de su muerte y ríe durante la espera[…]»(Ríe). Por el contrario, en el texto número VII, nos dice su autor, el verdadero poder reside en el lenguaje del creador, cuya práctica debería asumirse como oficio sacramental: «[…] La palabra es el máximo y auténtico poder que de El Oscuro procede/Y nada impide que con su develamiento, las cosas que proyecta/Se sucedan más allá de quien llaman El Supremo […]» (Elogio de la Palabra, p. 13). Por otro lado, la palabra escrita es igualmente instrumento esencial en nuestra guerra cotidiana, como sostén y defensa en un mundo hostil, carnívoro: «[…] Que mis enemigos se cuiden porque, a partir del alba,/Me transformo en palabras y todos me perciben en mayúscula[…]» (Elogio de la Palabra, supra). La palabra, pues, y por extensión la literatura, en un mundo que naufraga en la decadencia y donde el hombre se percibe como el verdugo del hombre, se arraiga y florece en los recovecos del espíritu brindándonos la posibilidad de una renovación interior, como queda determinado en el texto número XXV:«[…] La literatura es un encuentro permanente con la muerte y resurrección;/Es hallarme, de súbito, en un intenso y epistolar vínculo con quien seduce mi espíritu[…]» (p. 37).

La filosofía, hermana de la poesía, fuente original del asombro, es denigrada en nuestros días, y acorralada en los basureros del intelecto por la mente racionalista que amenaza devorarlo todo: «Obvia e intelectualmente inferiores, abundan criaturas/Que ven a la filosofía cual basura urbana camuflada en preciosa piedra» (Denigrada filosofía, p. 5)

Para JIMÉNEZ URE poeta, en líneas generales, el hombre de nuestro tiempo es un ser mutilado interiormente, guiado por oscuros intereses políticos o gregarios, alejado de cualquier auténtica aventura espiritual individual, habitante de un mundo que oscila entre la fragmentación, la dispersión, la muerte. Enderezarlo sólo sería posible llevando a cabo una mutación de todos los valores espurios existentes, cosa de por sí utópica. En este turbio panorama donde moran autómatas, entes cercenados moral y vitalmente, la sociedad le parece ser víctima de una funesta fatalidad donde sólo refulge nítidamente la imagen tormentosa y brutal de la muerte. En Similar a un patíbulo, texto XIX, declara: «[…] No puedo afirmar que siempre es nefasto el advenimiento de la muerte;/No puedo dejar de ver al mundo similar a un patíbulo,/donde todos seremos –finalmente- ejecutados[…]»(p. 27). Pero frente al obvio escepticismo que trasuntan estas páginas: «[…] Soy quien no sueña despierto,/Y merezco la calificación de escéptico:/Un rango que no se confiere y se gana mediante la Razón[…]», afirma en el texto No sueño despierto (p. 40), sin embargo su autor apuesta discretamente por una obvia esperanza al imponer, como creían algunos antiguos ocultistas, que existe una salvación individual, una conexión con un poder supremo que lo envuelve todo. Poder Supraterrenal, El Oscuro, El Supremo, lo llama su autor en varias páginas del libro. Como afirma Ives BONNEFOY estudiando la obra de RIMBAUD, creo que en estas páginas su autor se aviene con esta esperanzadora idea que subyace en toda la tradición oculta: «[…] que el hombre está a medio camino entre Dios y la oscuridad de la materia; que él es libre. El hombre puede decidir su salvación». El mismo poeta lo deja entrever en el texto Salvación intransferible: Será finalmente vana tu entrega/A la libertad de los hombres:/Cada una de sus conciencias/Es indivisible y tu salvación intransferible […]» (p. 18).

Por último, el erotismo, tópico recurrente en todos sus libros, también está presente en Confeso. No he estudiado de forma sistemática el erotismo en la obra poética de JIMÉNEZ URE, pero estoy casi seguro de que es asumido más o menos igual que en este libro: de forma desinhibida y sin tapujos. Con todo y lo banal o trivial en que se ha convertido la sexualidad –y el erotismo- en nuestros días gracias a la mercantilización de los medios de comunicación, no ha dejado de perder su seducción y de seguir siendo la posibilidad por excelencia para compartir la plenitud, en medio del caos afectivo que nos rodea. Escribe JIMÉNEZ URE en el poema XXIX:«[…] No era santa ni semana,/Sino un cuerpo con senos y piernas./No era santa ni semana,/Sólo el objeto de mis deseos carnales[…]» (p. 41), y en Elijo mirar tus piernas le dice a una musa inaccesible: «[…] Hoy quiero recordar los encuentros a partir/De los cuales he anhelado apretujarte,/Acariciar –jadeante- tu hermosa y rebelde cabellera[…]» (p. 33). El erotismo como hecho que envuelve la plenitud del ser, como forma de reconocernos en el otro, quizá sea, pues, la cierta posibilidad de que «entre las grietas de la nada, se pueda atisbar un nuevo tipo de paraíso».

-XIII-

EL DIGNATARIO DEL LIBRO «PERVERSOS»

«El hecho, para efectos de JIMÉNEZ URE es que la crítica social que se expresa en las líneas del Dignatario es, a decir poco, mordaz y ácida»

Por María Conchita MAURO C.

El cortísimo cuento de Alberto JIMÉNEZ URE, El Dignatario (inserto en el libro intitulado Perversos, Alfadil Ediciones, Caracas, 2005) es un reflejo claro y conciso de la realidad de un país por muchos años golpeado por las olas del descontento social y la pobre administración política del Estado. En el caso específico del Dignatario, éste se refiere con bastante claridad a la administración actual del país. Podemos saber esto por varias señales que nos envía el texto: en primer lugar, fue publicado en el 2004, ya bien entrado el periodo de Hugo CHÁVEZ. Por otra parte, la prosa misma nos da destellos a este respecto, como por ejemplo, que el protagonista del cuento se encuentra rodeado de fuerza militar y estos se refieren a él como «mi comandante», en un gobierno «revolucionario». En la realidad socio política actual del país existe una coyuntura expresada en términos de dos grandes bandos encontrados: el oficialismo, es decir quienes apoyan al presidente y la oposición. En este caso no es pertinente realizar conjeturas sobre quien tiene la razón sobre qué, o qué parte de la población es el mejor o menos. El hecho, para efectos de JIMÉNEZ URE es que la crítica social que se expresa en las líneas del Dignatario es, a decir poco, mordaz y ácida.

Un presidente, quien guía a su país desde el retrete del Palacio de Miramontaña, da de comer excrementos a sus ministros, así como a su pueblo que lo aclama desde la calle. El sentido de estos gestos repulsivos, inmersos en un cuento bastante escatológico, evidencian quizás el sentir del autor con respecto a las condiciones que vive la Venezuela de hoy.

El detalle, por ejemplo, de que los ministros se sienten en «lujosas y lustradas sillas», mientras el pueblo come defecaciones es una expresión simbólica de una dura realidad nacional, en la cual, mientras los políticos y, en general los poderosos del país lo tienen todo, existe también un porcentaje importante de la población que vive en la pobreza, millones en miseria crítica, es decir, que mueren de hambre. El presidente del cuento, además, se atiborra de una abominable cantidad de comida al desayuno: de nuevo la referencia a la población carente de alimentos para la subsistencia.

Otro hecho elocuente es el diario que lee el presidente: «Sin Censura» se llama y allí se le trata de «megalomaníaco y despótico militar», tal y como los sectores más radicales de la oposición se refieren a CHÁVEZ. El Dignatario entonces, procede a enviar un convoy de la Fuerza Armada Nacional para que cierren el periódico y cercenen las lenguas de los redactores: ¿acaso una crítica a la reciente Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, un instrumento legal que muchos catalogan como represivo y que los opositores del Presidente así como algunos medios de comunicación han llamado Ley Mordaza? JIMÉNEZ URE se cuida de mencionar nombres reales y deja bastante espacio a la libre interpretación del lector, por lo cual la respuesta a esta interrogante se encuentra en las manos de cada persona que lea el cuento.

Un personaje poco vistoso, pero bastante importante está encarnado por la edecana, descrita por JIMÉNEZ URE como «una coronela muy hermosa y eficiente». Esta mujer, cuya entera existencia está cargada de simbolismo, puede, en un cierto momento representar la justicia, por el solo hecho se ser una figura femenina. También puede ser la representación de la Cuarta República, pues obedece al Dignatario sin chistar y es la encargada de entregarle los documentos mediante los cuales podrá poner en práctica sus ideas y en marcha su plan. Es decir, es quien entrega el país en manos de este presidente diarreico. Además, por el hecho de ser de la milicia y la preferida del presidente, refleja en la pluma de URE a las Fuerzas Militares Venezolanas, pues es por medio del control de estas que muchos gobernantes han logrado sus propósitos y es bien sabido, en la Venezuela de hoy, el cariño profesado por el Presidente Chávez hacia los cuerpos de defensa militar del país.

Existen otros pormenores por demás hilarantes y fecundos en la prolijidad del Dignatario: la edecana limpia el trasero del presidente con una toalla marca Soberanía (juzgue usted mismo) luego, el presidente saluda a su obesa cocinera con un «lujurioso apretón de senos», es decir, el hombre hace y deshace a su entera voluntad.

La crítica social y el tema escatológico son elementos bastante frecuentes en la prosa de Jiménez Ure. Elementos como estos hacen de él un autor contemporáneo por excelencia.

-XIV-

LAS VOCES DE «LUXFERO»

«No señalo nada nuevo al decir que él estaría inclinado al escándalo en aras de ciertas fidelidades: es un «ético». El fluir de su lenguaje está caracterizado por el tono agresivo y a la vez reflexivo que le permite encauzar las vertientes rítmicas del poema en expresiones crudas y virulentas»

Por Carlos DANÉZ

«Luxfero», de Alberto JIMÉNEZ URE es un poemario sorprendente y que encanta al lector de una manera extrañamente «irritante». A través de las obras de este escritor (cuentista, novelista, ensayista y articulista), apreciamos una capacidad de síntesis natural que -tarde o temprano- lo conduciría a la poesía.

No señalo nada nuevo al decir que él estaría inclinado al «escándalo» en aras de ciertas fidelidades: es un «ético». El fluir de su lenguaje está caracterizado por el tono agresivo y a la vez reflexivo que le permite encauzar las vertientes rítmicas del poema en expresiones «crudas» y «virulentas»: «[…] No será que la falotración anal entre machos/Te deslumbra tanto como envidias el olor/y las formas de la mujer.../No será tu (im) postura filosófica una manera/Culta de encubrir tu falta de hombría hasta/Para ser un homosexual apacible y no el arlequín/De cualquier calle plagada de imbéciles […]» (p. 9). O: «Hoy empuño mi miembro y orino encima de lo finito» (p. 14). También: «[…] Empero, he acudido sucesivas veces al mismo lugar/Sucesivas veces atormentado de tanta e inúltil/Diligencia. He desenvainado mis próceres impresos/Para agilizar todas las operaciones que los burócratas/Tras las ventanillas de oficina volitivamente/Postergan. He deseado abofetear a esos idiotas […]» (p. 11). La presente tónica es constante en los 36 poemas de Luxfero, que tienen la virtud de no pagar «tributo de estilo» en forma epigonal.

JIMÉNEZ URE aporta sus propios recursos para configurar una pluralidad cardinal en lo que será la poesía venezolana de los 90; de esa manera despliega un juego de sentidos y significados utilizando los recursos de los paréntesis, puntos suspensivos, cursivas y las mayúsculas al inicio de los versos. El discurso contenido en estos poemas manifiesta la sutileza de la «ambigüedad» de manera expresiva, pensada y lograda. Trasluce un «sentido universal de justicia»; su voz (o voces) clama (n) por el bienvivir, no consagrado en, y a la vez consagrando los principios. Es una poesía de ideas concebidas en forma pathos-lógica: «[…] Los graduandos esperaban ser conducidos al estrado/por un funcionario derruido de tanta ceremonia […]» (p. 18). Ideas corrosivamente sugeridas, anteponiéndose a la imagen para enunciar lo inefable: pero, explícitamente entendido.

Aunque el nombre de este autor lo veamos constantemente en los medios de comunicación, nunca ha militado en lo que podemos llamar las filas de las Vedettas Nacionales de la Literatura, quienes, por supuesto, juegan un papel protagónico logrado gracias al control de los órganos de difusión cultural. Conviene aclarar que la permanencia de una tradición poética no corresponde a «modas» ni a «caprichos estilísticos» temporalmente impuestos en forma ilusoria, sino al producto literario logrado por enseñanzas espirituales en función de la «transformación interior» del hombre que busca su propia «perfección». Estas enseñanzas de la tradición son transmitidas de boca a oído, de maestro a discípulo o bien se encuentran en forma de códigos hermenéuticos insertos en las obras clásicas. La auténtica «tradición literaria» supera, incluso, las fronteras de la literatura y alcanza la totalidad de las posibilidades humanas.

Lejos de anquilosarse en «falsas seguridades» brindadas por la publicidad para lograr la aceptación colectiva de ciertas «maneras» y «modos fáciles», la «tradición literaria» compromete al creador en el camino del entendimiento en sí: descartando, de antemano, lo «superfluo» y lo «fácil», lo «premeditado» y «truculento», desarrollando la facultad oculta del poeta -incluso- a riesgo de su propia vida.

Es posible que Alberto cuente con buenos amigos, pero continúa siendo un «solitario» y así se puede apreciar por su rechazo de los escritores de «conciencia ordinaria» para configurar el «espejo de lo social» para asumir la pathos-lógica de la «consciencia superior». «Luxfero», «el caído», el «ángel rebelde», es el soñador iconoclasta y castigado por la injusticia «Divina»; su pecado es portar la luz de la «consciencia ígnea» en la que arde sin percatarse la «conciencia ordinaria». JIMÉNEZ URE, fiel al ethos del desacato, jamás aceptaría afiliarse a alguna escuela de la «tradición iniciática». Sin embargo, su lucidez de escritor maldito lo conecta con la tradición del «Mito de la Caída»: tradición «infernal» cantada por los clásicos y los indiscutibles místicos de la Humanidad. Para este intelectual, el «Infierno» es la analogía literaria de ese estado de la consciencia prisionera en la fatal condición humana. En el infierno de JIMÉNEZ URE percibimos las voces de un «misterio narrativo oculto», como sombra proyectada por el arquetipo que estructura el poema: el «arquetipo» de la revelación pathos-lógica que no puede ni debe reducirse a definiciones. Las voces son narraciones edificadas sobre un conjunto de ritmos poéticos que delatan al prosista, no desmereciendo calidad como poeta. Las voces son experiencias probadas por la conciencia, y su misterio proviene de regiones ocultas para la «conciencia ordinaria». Así leemos:

«Acaso no fue por el Poder del Mal que el Hombre

[surgió

En parto abrupto frente a una naturaleza [perpleja;

Acaso no soy hijo del Demonio que -con su [pensamiento-

Inventó las calamidades contra el aburrimiento humano.

-Acaso no soy igual progenitor de una criatura [diabólica

Por cuya causa el mundo cuenta con un [explosivo más.

-Acaso no soy (Luxfero) Lucifer: es decir, el que [la luz lleva»

(«El que lleva la luz», p. 34)

En Luxfero (cantos de una legión de tinieblas) el lector escuchará esas voces «blasfemas» repetir los himnos fundamentales de la Eternidad y les sabrá conformar un orden en el atanor del arquetipo de la revelación: maestro de las «ciencias» y el «arte». La unidad apolínea que contiene el misterio de la revelación: «[…] En cada una de las casas de cada ciudad alguien escribe/Cuanto al mismo tiempo todos juzgarán descubrimiento […]»(p. 25). Será separada por el huracán de lenguajes:

«Cuando se quiere imponer la reflexión al [mediocre y mecánico registro.

Cuando el Hombre, cansado, se hace luz en lo [tenebroso.

Cuando levanto mi mano, furioso, y golpeo mi [rostro.

Cuando huyo de mí porque soy el imbécil.

Cuando se me paga con dinero el agotamiento [físico.

Cuando vuelvo las tardes momentos para [enjuiciarme.

Lloro la tragedia de no poder emanciparme;

Lloro mis pasos perdidos en calles de asfalto;

Lloro, inconforme, el mundo que habito;

Lloro, en silencio, mis sueños

Y lloro definitivamente haber ignorado mi [esencia

Durante tan prolongado e inatrapable tiempo»

(«Epifonema», p. 36)

El mar antiguo de nuestra condición se agita en este poemario, y sabemos lo que nos habla y atrae en el oficio de este escritor. Su voz está acompañada por la refracción de sus voces que se multiplican al ser reflejadas en el «espejo de la eterna oscuridad».

-XV-

A PROPÓSITO DE «LUXFERO», DE JIMÉNEZ URE

«A veces, como en un rito iniciático, el individuo que consideramos poeta es capaz de entrever alguna respuesta a la eterna interrogante en que se convierte el ser humano desde su nacimiento»

Por Isabel ABANTO ALDA

¿Qué es un poeta? He aquí una pregunta que se repite, como un eco, desde que existe eso que nadie sabe definir, pero que nos obstinamos en llamar «poesía».

A veces, como en un rito iniciático, el individuo que consideramos poeta es capaz de entrever alguna respuesta a la eterna interrogante en que se convierte el ser humano desde su nacimiento. Parece, entonces, que agujerea la realidad tangible y logra vislumbrar -tímidamente- lo que oculta el otro lado del espejo. Pero, andar siempre coqueteando con lo imposible acaba por acarrear consecuencias que hacen del hombre un loco o un apestado. Y el poeta termina por ser un tipo maléfico, demoníaco, el «hijo del Demonio».

Locos, visionarios, demonios, poetas... todos pertenecen a la misma estirpe, todos son una misma raza («[…] tu grandeza es tu desequilibrio […]», p. 27). ¿Y no es más cierto que sólo los insensatos son capaces de decir las verdades que los demás callan?

El «clariaudiente» que ilumina el nuevo camino hallado es un revolucionario; un marginal que orina ante el vecino entrometido para desafiarlo (p. 22); un ácrata que rechaza documentos pueriles que lo aten a una sociedad paralizada y paralizante; un hombre liberado, en fin, por el poder del verso («[…] volví a la poesía porque estoy derrotado/De tanta podredumbre […]», p. 24).

Ahora bien: ¿quién marca los límites? -El que «lleva la luz» se acerca más al Demonio que a Dios; tiene más de diabólico que de Divino, porque la sabiduría siempre ha gustado de revestir un halo mefistofélico... Y así es como el poeta se convierte en un «Príncipe de legión» (p. 30), un profeta de Lucifer en la Tierra y, al cabo, en el propio Lucifer (Luxfero), heredero del primer hombre surgido a este mundo, precisamente, por la tentación del saber, del Mal, de la poesía […]

-XVI-

LOS «ADEPTOS» O LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD

«Encontramos en esta panorámica dos aspectos del consumo de estimulantes que nos sugieren una visión veraz y desprejuiciada del asunto: el primero ocurre en la Mérida lozana y apacible de los Años 70, cuando los jóvenes aún fumaban marihuana en la Plaza Bolívar»

Por Carlos DANÉZ

Revelarse contra el mundo que no los acepta todavía como adultos es propio de la juventud. Una explosión glandular acaba de ocurrir, hay que tomar el cielo por asalto (quizá la referencia está en los Paraísos Artificiales de Baudelaire, para otros en el Mayo Francés) y no se detendrán en ningún límite: el afán es la exploración. Los jóvenes no se conforman con explicaciones, la libertad debe ser un hecho tangible, el resultado de la experiencia; pero, pronto o más tarde la experiencia nos conduce al choque con el obstáculo principal: la «condición humana»: la mía y la del prójimo, el inevitable condicionamiento que se impone como una realidad que nos atrapa.

La nueva novela de Alberto JIMÉNEZ URE, Adeptos (Fundarte, Caracas, 1994), profundiza mediante el más fresco de sus estilos narrativos en un paradigma juvenil: abordando, sin ningún tipo de prejuicios, el tema del consumo de drogas y que continúa siendo un tabú pese a marcar -definitivamente- a nuestra generación (70).

En el Almuerzo Desnudo W. Burrous incursiona en el tabú de la homosexualidad y la adicción a las drogas heroicas; pero, la experiencia de nuestros «adeptos» es diferente a la de los norteamericanos y europeos. Alberto JIMÉNEZ URE, con vitalidad y fluidez escritural, nos presenta una panorámica del consumo de Cannabis Sativa, de drogas que BURROUS llama iniciáticas (el LSD, mescalina, hongos alucinógenos, cocaína).

Encontramos en esta panorámica dos aspectos del consumo de estimulantes que nos sugieren una visión veraz y desprejuiciada del asunto: el primero ocurre en la Mérida lozana y apacible de los Años 70, cuando los jóvenes aún fumaban marihuana en la Plaza Bolívar. Pese a ser «adeptos», eran muchachos relativamente sanos en su conducta ya que procuraban la libertad mediante la paz y el amor, renunciando a las convenciones:

«[…] La actitud de tales muchachos fue un postulado hermosamente transgresor. No importa cómo, bajo qué condiciones ni cuándo: subvertir toda autoridad mediocre es una sagrada misión individual y colectiva […]» (Ob. cit. p. 25).

El segundo transcurre bajo un perfil social y geográfico completamente diferente. Su escenario es Tía Juana -casualmente, lugar de nacimiento del autor-, caluroso campo petrolero. Siendo la primera vez que en la literatura venezolana se aborda la vida dentro de las cercas de esos parajes y en la época de las compañías concesionarias norteamericanas para la explotación del petróleo zuliano:

«[…] Debo admitir que los venezolanos nos sentíamos muy bien en ese foráneo y exquisitamente corrompido ambiente...» (Ídem., p. 15). En esta cardinal los jóvenes son más violentos y la rebelión carece de ideales o sentido; su móvil está determinado por un feroz individualismo: «-Juro que mataré a quien intente tocarla, seducirla o -simplemente- piropearla […]» (cfr. p. 49).

El espíritu romántico, signado a una prevaleciente patología, y que ha acompañado a este autor en el curso de sus narraciones, está presente en Adeptos. Sus obsesiones quedan reforzadas por el leitmotiv de la droga (la calle cubierta de numerosas muñecas ensangrentadas y atravesadas de cuchillos, p. 9), quedando explícito la condición mental del intoxicado («[…] experimentaba delirio persecutorio, anorexia, insomnio, cataplexia o dispersión intelectual […]», p. 19)

Ciertas drogas «iniciáticas» facilitan el contacto con ámbitos no ordinarios de la percepción, pero, el abuso de estos «paraísos artificiales» destierra al consumidor a la dispersión y la locura: «-En silencio, una oveja se acercó y me susurró cuánto veía en mí a un indisciplinado clarividente» (p. 27). La exageración y el absurdo forman parte del estilo narrativo de Jiménez Ure, así como el humor negro: «[…]mis familiares me hostigaban y acusaban de haberles provocado alucinaciones mediante drogas o sustancias ectoplásmicas emanadas por mi Ser Físico. El médico de confianza desmintió la primera versión citada, ello luego de practicarles rigurosos exámenes sanguíneos […]» (p. 49) «[…]Un millar de cangrejos, montados en las espaldas de igual número de iguanas y sobrevolados por murciélagos escalaban El Dique y se desplazaban rumbo a la residencia de mis parientes […]» (p. 47)

Resultaría casi imposible que no hallar rasgos autobiográficos del escritor en los personajes de sus novelas. En el caso específico de Adeptos, el personaje principal -Demódoco, quien narra en primera persona todos los sucesos y pocas veces es llamado por su nombre propio-, no sólo se parece físicamente al autor («probablemente me confundían con algún cantante de música moderna», p. 6), sino que también pronuncia reflexiones que corresponden a las adhesiones políticas de Alberto JIMÉNEZ URE: «[…] No justificaré la instauración de gobiernos o la autoridad. Ni en tiempos de caos, durante las guerras, cuando lo civil es desplazado por la irracionalidad o durante la dominación de la barbarie. El mundo es penitente con sus pasiones, errores, seres abominables y, algún día, allá donde los cerebros ordinarios rehúsan llegar, una paz definitiva y extraterrestre reinará […]» (p. 60)

A veces, JIMÉNEZ URE se presenta profundamente polémico y provocador. Sus valientes posturas intelectuales han enfrentado tabúes que la mayoría profesa sin explorarlos de manera exhaustiva. Alberto es un defensor de los Derechos Individuales del Hombre que, constantemente, pretenden ser abolidos por los gobiernos en miras de un proyecto que traería «bienestar social»:

«-Porque no somos idénticos, jamás experimentaremos auténticamente la libertad. Pese a ello, seguro que elijo la disidencia...» (p. 24)

El mismo Platón, luego de explorar la legislación en La República (libro de leyes), quien pretendió formular un Estado ideal, se preguntó: ¿Qué haremos con el disidente?. Tienen los jóvenes en Adeptos un espejo legitimador de las disidencias, un mapa del sinsentido universal, de nuestros errores y -por supuesto- de la inconformidad.

Como es de esperarse, la ironía -característica de la rica y recursiva trayectoria literaria de este autor- está presente y no nos abandona en esta novela ni siquiera en los momentos de clímax erótico: «-El lector podrá imaginar lo incómodo que me sentí. Rígido, ciego y malcriado, mi pene rehusaba cejar su efusión. Menos al verse fervorosamente succionado por mi amiga, pegada cual bebé a su madre. Impertinente, Bartholomew bromeaba rociándome cerveza en la espalda y los cabellos...» (p. 51)

Es necesario aclarar que JIMÉNEZ URE, bajo ninguna circunstancia, justifica -en el desarrollo de Adeptos- el consumo de drogas; sin embargo, le da al problema un trato objetivo y profundo: manteniendo un tono ameno en una trama realista levemente fusionada -de manera diestra- con elementos ficticios.

-XVII-

LOS «ADEPTOS» DE LA CONDICIÓN HUMANA

«El novelista ha experimentado estremecimientos psíquicos y físicos que lo han impulsado a reflexionar profundamente»

Por Ramón AZÓCAR

Una de las más recientes obras de Alberto JIMÉNEZ URE, titulada Adeptos (Fundarte, Caracas, 1994), es un acabado trabajo respecto a la búsqueda constante de la condición humana en tiempos modernos. Adeptos se presenta como una dosis de necesaria rebeldía ante los estigmas y dogmas de nuestra sociedad. Expresiones como «le asesté un golpe», «me comí cuatro hongos alucinógenos», etc., develan imágenes que llevan al lector a convertirse en cautivo de realidades que se ven distantes de lo cotidiano, pero que se mantienen entre los entretelones de los diversos paisajes de la sociedad burguesa.

Recordando el aporte intelectual de Balzac, quien describió la realidad social de la Francia del Siglo XIX, JIMÉNEZ URE retrata la realidad occidental del Siglo XX. Su ya remota «bohemia» y su minuciosidad en el oficio de redactarla le han abierto el camino para describir la fuerza y violencia de una sociedad de consumo similar a la de cualquier metrópolis del mundo: llena de depravaciones y abiertamente confesa de su infinito desprecio hacia el hombre.

Es bueno situar -en la realidad conceptual del término- la extinta «bohemia» de JIMÉNEZ URE. El novelista ha experimentado estremecimientos psíquicos y físicos que lo han impulsado a reflexionar profundamente. No se trata de que yo insinúe que él ha ejecutado en forma directa las «aberraciones» de los eventos que suele narrar. Su actitud contemplativa y escrutadora le ha permitido captar el fulgor y los residuos del medio social tal cual se presentan en las singularidades de los seres humanos.

Adeptos se inscribe en el género de la novela corta: fantástica o de ficción, que, más allá de profundizar en la imaginación acerca de las cosas y temas de inspiración meramente intelectual, extrae de la realidad ciertos elementos develadores de las contradicciones del sistema, o de los límites de la democracia burguesa, al punto de confrontarlos y, en ese proceso de creación fantástica, «llevarlos hasta las últimas consecuencias».

A juzgar por la trama de esta historia, se percibe una relación hombre-medio muy significativa. No se trata de exponer, en tono simple, las «aberraciones» del protagonista en su desplazamiento hacia el extremo físicamente opuesto, sino de la armonía que ellas establecen con el paisaje: es decir, en el caso de Adeptos, con el medio ambiente merideño.

Otro aspecto de Adeptos, digno de analizar, son las descripciones de los estragos que ocasiona el consumo de drogas alucinógenas. JIMÉNEZ URE se introduce en las entrañas de la bestia y dibuja, desde adentro de esa realidad, un mundo onírico y fantástico en el cual las acciones inconscientes manejan la trayectoria del relato. Alguna vez el autor me diría: «Pienso que toda pócima oculta su propio monstruo».

También sería profano desligar, abiertamente, al autor de su obra. El JIMÉNEZ URE hombre podría hallarse en algún lugar de la trama novelesca de Adeptos: hasta aparece amparando realidades por la vía de la aureola de existencia. Inclusive, narra en primera persona. Con fortaleza, evoca una acción hipotéticamente por él ejecutada y la vierte al papel. En otro aspecto, nos topamos con un creador lejano y pontificador que observa el desarrollo de los episodios como un espectador más: o lector de los cuadros pintados de fantasía narrativa.

En el marco de la narrativa hispanoamericana contemporánea, Adeptos es un cúmulo de elementos fantásticos que convergen y son entremezclados con la esencia de la filosofía occidental y lo mítico oriental: deja escapar una sensación intrincada, rebelde y dura de las relaciones interpersonales e inter-sociales que mueven la dialógica de los pueblos de Occidente.

En Adeptos, JIMÉNEZ URE formula, de modo crítico, las aspiraciones y metas de la juventud occidental de finales del siglo XX. No se trata de una crítica desde el ángulo marxista o anarquista, sino esencialista (representada en el librepensamiento). El intelectual no admite, lo delata en casi todos sus libros, las sociedades que privan de libertad e igualdad a los hombres. Es por ello que se percibe en sus textos (en Adeptos se matiza un poco el tema) una crítica despiadada a toda autoridad y a la deslealtad.

El caso de Bruno CIENFUEOS (el policía de la Dirección de Inteligencia Militar que no sólo apresó al personaje central sino que, abusando de la autoridad que le confiere la Ley, trató de asesinarlo) discierne los esfuerzos narrativos de JIMÉNEZ URE por descollar las depravaciones de la condición humana contemporánea.

Así como en el Siglo XIX el francés Gustave FALUBERT fue el mayor representante del romanticismo en la novela burguesa, JIMÉNEZ URE se erige -en pleno Siglo XX- en un destacado exponente de la novela fantástica a partir de los ámbitos de la burguesía actual.

-XVIII-

«CUENTOS ABOMINABLES»

«A JIMJÉNEZ URE habría que leerlo, sobre todo, como al creador de una escritura inequívocamente personal, que tiene su razón de ser en el desacato y la irreverencia»

Por José Antonio YÉPES AZPARREN

En Cuentos abominables (Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, Mérida, 1991), JIMÉNEZ URE incursiona más insistentemente -como ya se deja entrever en sus colecciones anteriores de relatos- en temas donde lo terrible y lo perverso se instauran como características sustantivas de su escritura. Y ello se corresponde, fielmente, a su intención de siempre -y de suyo irrenunciable- de ir contracorriente. En un medio como el nuestro, tan provinciano y desinformado, pocos escritores se atreven a esgrimir conceptos y tramas que escapan a los contenidos de una literatura tradicional, aunque se ensayen maneras nuevas en el planteamiento del lenguaje. Es de aclarar, sin embargo, que en el caso de JIMÉNEZ URE las peculiaridades de su escritura son el resultado de su connatural rebeldía, y de su repudio a temas y maneras tantas veces repetidos sin la necesaria invención que impone la narrativa.

En este nuevo, libro JIMÉNEZ URE ha prescindido de su costumbre de introducir axiomas filosóficos a sus narraciones; en su textos pervive ese aire intemporal que también estigmatiza su escritura fantástica, que, por su desenfado y singularidad, le ha ganado no pocos detractores entre escritores y lectores pacatos que son incapaces de reconocer sus aportes, y disfrutar del mismo divertimento que ha llevado a este autor a urdir lo absurdo en sus narraciones, a través de una decena de libros publicados (entre colecciones de cuentos y novelas cortas), que le han dado un nombre sólido entre los cultores de la ficción en Venezuela.

En uno de sus libros de cuentos anteriores, me parece que en Inmaculado («Monte Ávila Editores», 1982), JIMÉNEZ URE reclamaba para la lectura de sus cuentos la actitud del sabio: contemplativa. Ella sería la mejor manera de acercarse a sus cuentos, la forma que por excelencia nos permitiría disfrutar -verdaderamente- de un escritor atípico, que se atreve.

A JIMJÉNEZ URE habría que leerlo, sobre todo, como al creador de una escritura inequívocamente personal, que tiene su razón de ser en el desacato y la irreverencia: dos vías reales para lo nuevo imaginario. El maquetista, El sicario, El malentendido y El francotirador hacen de Cuentos Abominables un libro irrechazable.

-XIX-

JIMÉNEZ URE ENTRE LA SOLEDAD Y LA DESGRACIA

[APUNTES SOBRE «ACIAGO»]

«Es la revelación de un hombre que -a través de la palabra- nos sumerge en un ambiente de esencia y soledad: bajo el estigma de un oficio de escritor que tiene como búsqueda al Universo Fértil»

Por Ramón AZÓCAR

Alberto JIMÉNEZ URE (Tía Juana, Edo. Zulia, 1952) se ha constituido -desde 1976- en uno de los escritores más representativos de la moderna narrativa venezolana. No es la prolongación de una generación de autores que puedan identificarse con algún espectro literario, sino la autonomía intelectual de un escritor que se ha forjado con elementos de la realidad para edificar un mundo de imaginación y superposición de valores.

Una de sus más recientes obras, Aciago (Edición del Rectorado de la Universidad de Los Andes, 1995), es la revelación de un hombre que -a través de la palabra- nos sumerge en un ambiente de esencia y soledad: bajo el estigma de un oficio de escritor que tiene como búsqueda al Universo Fértil. En una palabra, Aciago es una de las fases de sus lucubraciones acerca de la ausencia y soledad en el Hombre.

JIMÉNEZ URE siempre ha confrontado en sus escritos una gran proyección filosófica y esencialista; abarca un grado de reflexión que hace coincidir a sus lectores con el hecho de estar ante la presencia de un escultor de vibraciones. Cada palabra utilizada en Aciago es potencia, fuerza, vitalidad; temblor, movimiento... Son destellos fulgurantes de reacciones humanas que al encontrarse atrapadas no ven otra vía de escape que la de cambiar su influencia externa, que no es más que el Universo Estéril y producto de simulaciones. Podemos sentir esa fuerza acusadora y rebelde en versos como «Tengo una habitación seca, iluminada, ventilada y limpia:/Un cubículo dotado de todo y de nada./De aparatos electrodomésticos y mecánicos, de papeles y libros,/Pero, a la vez, sin cuanto ilimitadamente amo: mis hijas...» (III. p. 9).

En un marco esencialista, JIMÉNEZ URE anuncia su gran batalla: «Dentro de mí se libra una lucha suprema bajo el influjo exterior...» (VII, p. 13). ¿Cuál es el influjo exterior para él? -Simplemente, el Universo Estéril; pero, no se trata de buscar definiciones simbólicas del lenguaje jiménez-urerista sino mostrar pequeñas frases que delineen una búsqueda y una lucha por la vida.

El escritor es un creador de universos. La sola atinada reflexión de la palabra involucra decantar quimeras de sensibilidad en donde la autodefinición y la autoproclamación son la única oratoria que trasciende: «Soy un benévolo sin credencial de hipócritas congregaciones...» (XI, p. XVII); y, mostrando más destellos aún: «Es cierto: la literatura me redimirá» (XVII, p. 23)

Ahora bien; JIMÉNEZ URE, como buen enamorado de la sabiduría, deja evidencias de una remarcada voz cartesiana: «Pero no soy testigo porque no experimenté el instante de mi creación o fecundación» (XXV, p. 31). Aquí captamos dos secuencias del empirismo metódico: la experiencia y la fecundación, contrastadas con un término -creación- teológico que deja entrever las raíces cristianas del autor.

Se me ha intentado persuadir en relación a que no debo dar importancia a los términos utilizados en la creación poética, pero es imposible desligar la palabra huérfana de cualquier preposición o elemento de oración: de ese sentido trascendental que intenta dar el autor. Me decía hace algunos años el maestro y escritor Renato RODRÍGUEZ que quien escribe lo hace para transmitir algo y -en eso-, cuando paso de escritor a lector, es en lo que más me fijo para poder comprender el sentido intuitivo de quien edifica un universo literario.

Aciago es la obra de JIMÉNEZ URE que más concentra un mensaje: el Hombre entre la soledad y la desgracia busca afanoso al Universo Fértil y superior donde los sentimientos abarcarían el infinito de las verdades. Alberto JIMÉNEZ URE ha legado con Aciago una obra que resume un gran llamado: «Pido que me dejen en paz porque he muerto al Universo Estéril» (XXIX, p. 35)

-XX-

LA NOVELA «ABERRACIONES»

«La novela nos habla de la sombra, pues, todo lo que posee substancia posee también una sombra. El ego se yergue ante la sombra como la luz ante la obscuridad. Por más que no queramos, somos imperfectos; hay aspectos inaceptables en nosotros mismos, y son estos aspectos los que se tratan en la obra. Incesto, masturbación, lujuria, lascivia, parricidio, violación y muerte son los contornos de la novela»

Por Marisol MARRERO

Leyendo el libro Aberraciones (Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones, 1993) de Alberto JIMÉNEZ URE, se me vienen a la mente una serie de observaciones que me gustaría compartir con los lectores.

Dice Lovera De Sola -en la contraportada del libro- que allí todo es al revés. No estoy de acuerdo con esto, pues, la obscuridad, la sombra, no es el revés del hombre, sino todo lo contrario: es parte de sí, lo impregna, lo adormece, lo arropa, es su propio «Yo», su revés y su envés.

La novela nos habla de la sombra, pues, todo lo que posee sustancia posee también una sombra. El ego se yergue ante la sombra como la luz ante la obscuridad. Por más que no queramos, somos imperfectos; hay aspectos inaceptables en nosotros mismos, y son estos aspectos los que se tratan en la obra. Incesto, masturbación, lujuria, lascivia, parricidio, violación y muerte son los contornos de la novela.

Solo incorporando la «Sombra» al «Yo» podemos acceder a nuestra propia humanidad. Esto es, a mi parecer, lo que intenta hacer JIMÉNEZ URE: incorporar o aceptar la sombra como parte del hombre, como parte de sí, porque -seguramente- le ha molestado por largo tiempo.

El libro -todo- es un encuentro con su aspecto más obscuro, pero suyo al fin. A través de la palabra, que se convierte en exorcismo, saca los demonios: es una suerte de «mea culpa» humana. El «Yo» reprimido estalla, sale a la luz; por eso debió dolerle mucho descubrir a los demás ese mundo tenebroso. Tuvo que ser un proceso doloroso, intenso, quebrantador de reglas (noche obscura del alma).

Para nosotros, los escritores, la sombra es el otro: nada es ficción, la palabra es el hombre, consustancial con él. Ya lo decía la Biblia: «Y el verbo se hizo carne»; hombre, que equivale a decir Dios y Demonio, principio de todo, causa primigenia.

Si ponemos atención en lo que se narra, si observamos profundamente, podemos aprender muchas cosas sobre la sombra del autor y sus contenidos psíquicos. Cuando la sombra aparece en el texto, reaccionamos ante ella con miedo: desagrado o desquicio. Queremos huir de lo obscuro, cerrar el libro, lanzarlo al piso; no queremos saber, huimos de la tenebra, la cortamos porque experimentamos o sentimos que nos persigue.

La tradición cristiana original reconocía que el Mal se halla dentro de cada uno de nosotros, pero, el Nuevo Testamento sostiene que si un individuo cede ante el Mal su alma empieza un proceso psicológico negativo que termina conduciéndolo a la destrucción y la degradación. Por eso el cristianismo ha perdido el contacto con la sombra, y no es de extrañar que -por ese proceso psicológico- el autor de Aberraciones se haya sentido excluido, rechazado, apedreado, porque saca a la luz lo peligroso, lo malo, lo diabólico que tenemos nosotros, esa extraña bestia que todos llevamos en nuestro interior y que, para salvarnos, proyectamos como Diablo, Lucifer o Ángel de Luz. Ángel Caído, qué extraña contradicción. Si observo la foto del autor en la contraportada del libro, me parece un ángel bueno, temeroso del Mal, luminoso, nada del diablo aquel que «tenía un enorme diamante por cerebro». ¡Brillante!

En la santería criolla, la maldad la personifica Elegguá, el más poderoso después de Obalatá. Este Satán (o Lucifer) tiene veintiún aspectos malos; creo que JIMÉNEZ URE los desarrolla todos en su novela, incluso hasta la magia negra o la brujería de los congos (Palo de monte o mayombé) a través del perro-niño huérfano. No sé si es consciente o inconscientemente.

Elegguá es lo peligroso, lo destructivo, sanguinario y astuto. Creció solo, y se hizo amigo del Dios de la Guerra, Oggún, pero, también este aspecto obscuro -este diablo- fue el primer vidente que enseñó a Orunlá la adivinación. Este personaje equivale al mago, al vidente de ojos de espejo de la novela, pues, sus poderes son diabólicos, pero tienen que ver con la salvación de la especie, con el acto primigenio (escena primordial) que, según los psicólogos, si es vista por los niños, debido a la promiscuidad, puede ser causante de deseos incestuosos, estimulando el Edipo. No sé por qué pienso que parte del drama interno que sufre el autor podría estar ahí, justamente.

El escritor loco, desquiciado (Federico Flavios) y sus demás compinches, todos exitosos hombres de la Cultura, con todas las aberraciones posibles, son hijos de madres alcohólicas, promiscuas, lujuriosas, insaciables en el sexo, serpientes; son mujeres que profesan el culto al falo, pero ahí está el problema: ese culto se relaciona con Dionisos. El deseo místico de estar «lleno de Dios» tiene su origen en el éxtasis de Eros. Volvemos a lo mismo: Dios hombre y demonio, bueno y malo, terror y bondad (recordemos a Job).

Otro aspecto que observo en el libro es la relación sadomasoquista en los personajes: ¿cómo pueden coincidir el dolor y el placer? Pues bien: el sadismo puede ser considerado como una expresión del aspecto destructivo de la sombra, del asesino que se esconde dentro de cada uno. Se trata de un rasgo específicamente humano que parece disfrutar con la destrucción. Existen seres que gozan con el asesinato y la tortura (Flavios y sus amigos) y este fenómeno está relacionado con la autodestrucción. No resulta -pues- sorprendente que el sadismo y el masoquismo sean fenómenos estrechamente relacionados y suelan aparecer juntos. El asesino autodestructivo se halla en el mismo centro de la sombra arquetípica, es el centro de la irreductible destructividad de los seres humanos (guerra, destrucción de la naturaleza, del ecosistema, del mundo en general).

¿Qué pasa cuando el ego se convierte en la sombra? Se pierden los amigos, la familia, el trabajo, las relaciones, hasta se pierde el piso, por eso hay que equilibrar muy bien el juego de luces y obscuridades, pues es peligroso sacar la «sombra» y no saber dominarla, no saber adaptarla o controlarla. Por lo menos a nivel psicológico es peligroso, no sé a nivel de la escritura, no lo he intentado; confieso que he tenido miedo.

¿Qué ha acarreado este libro a JIMÉNEZ URE? ¿Está solo o ha sido un éxito y le aplauden? -No sé, no lo conozco; simplemente, mi intuición me dice que algo no anda bien. Se metió con arquetipos muy peligrosos, aún no sabemos mucho de ellos, por lo menos como manejarlos, como domeñarlos, como hacerlos propios, aceptándolos sin que nos dañen.

Para finalizar, recuerdo que el cuerpo todo se ilumina con la sombra. Lucifer era Ángel de Luz. Afincarse en un solo aspecto es seguir con el mismo problema; la bondad sin la maldad no existe, es incompleta y -por lo tanto- artificial. El poeta Robert BLY, recordando la antigua tradición gnóstica, afirma que «nosotros no inventamos las cosas, sino que simplemente las recordamos».

-XXI-

LA NOVELA «ABERRACIONES»

«No juzgo el talante cínico ni la crítica agria que el escritor pretende argüir como justificación a un texto cargado de amoralidad, excentricidades y tenebrismo»

Por Manuel GAHETE JURADO

Avezado lector de las obras de los narradores hispanoamericanos, no me resulta extraño -aunque sí sorprendente- el ámbito de ficción hiperbólica que envuelve el texto «Aberraciones» del venezolano Alberto JIMÉNEZ URE. Fue otro autor de ese país, Rómulo Gallegos, quien consiguiera entrar en el espacio internacional con su novela Doña Bárbara: abriendo un importante camino de luz a la narrativa hispanoamericana, que no pasaba de ser una llama lejana en el remoto ultramar. Desde entonces, libros y nombres universales confirman la realidad y la fantasía que una narrativa poderosa (plena de vitalidad y fuerza expresiva, portadora de una ancestral historia de leyendas y mitos) que -arrancando de las raíces de la tierra- se eleva y magnifica hasta el culmen de la entelequia y de la ficción.

La nueva novela, lo que vendría a llamarse «realismo mágico», cuyos antecedentes ya anuncian en la crítica de arte europea, deviene en Hispanoamérica asociada a la figura del novelista cubano Alejo Carpentier y los ensayos del venezolano Arturo Uslar Pietri. Existencia y símbolo, alegoría y tragedia configuran -como nociones paradójicamente entremezcladas- la trama narrativa de esta novela, perfectamente identificable en el contexto fértil de lo «real maravilloso» que la engendra y la cobija.

La ordenación inversa de la acción, que, como «Crónica de una Muerte Anunciada» -de Gabriel García Márquez-, presenta el inminente final en la introducción del argumento, evoluciona hasta el origen y parece componer una historia concéntrica que se va anudando en sí misma. Crea un cierto clima de tensión o misterio, muy del gusto borgiano, sazonado por un buen número de imágenes superpuestas cuya procacidad corta la respiración más en la línea de la sicalíptica colección «La Sonrisa Vertical» que de las intermitencias eróticas de Adolfo Bioy Casares: cuya elegancia irónica contrasta con el también irónico impudor de JIMÉNEZ URE.

No juzgo el talante cínico ni la crítica agria que el escritor pretende argüir como justificación a un texto cargado de «amoralidad, excentricidades y tenebrismo». La oscura y lamentable biografía de Federico Flavios y sus adyacentes -inmersos en una borrascosa borrachera de hipocresía, fanatismo y sangre- permite al autor exponer sus categóricas ideas sobre la sociedad, la religión y Dios. La sórdida trama -de brutales crímenes, encabezadas por el incestuoso escritor- y un sentir pesaroso (marcado por la decepción más desoladora de la vida) nos sumergen en la misma atmósfera delirante y esperpéntica que sufren los protagonistas.

El sinsentido y la irrealidad de algunas afirmaciones actúa como contrapunto cómico a una historia iniciática de sadismo y muerte, producto de la frustración y el desorden moral de los actores, dopados por su terrible realidad, abocados inexorablemente al suicidio o la implacable crueldad de sus propios correligionarios.

Más de una docena de libros jalonan la trayectoria literaria del autor, cuyas narraciones han sido ya difundidas en importantes revistas norteamericanas y en varias de Latinoamérica. Títulos tan sugerentes como «Acarigua, Escenario de Espectros» (1976), «Acertijos» (1879), «Inmaculado», «Suicidios» (1982), «Lucífugo» (1983), «Facia» (1984), «Maleficio» (1986), «Abominables» (1991) y ahora «Aberraciones» (II Edición, 1993), señalan como clarividencia el camino abierto de Alberto JIMÉNEZ URE hacia la procelosa y gratificante aventura de escribir.

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SOBRE «EL DESPOTISMO»

«Por culpa tuya y de tu ensayo, «no he podido pegar un ojo hasta las 3 de la mañana», pero quería agradecértelo así, sobre caliente, pues «estoy ciertamente impresionado por tu trabajo». Recibe mi saludo y mi reconocimiento a tu capacidad creadora y, además, a tu toma de posición, acertadísima, política y humanamente hablando»

Por Luis BENITEZ

Querido y admirado amigo mío:

Estuve anoche leyendo, y releyendo, el ensayo que tuviste la generosidad de enviarme y realmente no pude contener las ganas de escribirte sobre la fuerte impresión que me ha causado tu escrito:

«Contiene una pasión que ya te conocía (sabes que soy uno de tus privilegiados lectores, desde hace mucho) pero además, es impresionante la exactitud y la profundidad con las que manejas los conceptos y las ideas, así como tu muy notable capacidad de exposición»

Ya conocía tus capacidades en esos sentidos, pero dado que hace un tiempo algo largo que no te leía, me impresionó vivamente cómo ha madurado tu prosa ensayística, cuando ya antes deslumbraba por su mérito. El conjunto del trabajo es impresionante, pero tiene para mí sus picos más altos -permíteme que te lo señale, desde mi subjetiva lectura- en secciones tales como Fenomenología de la Libertad, los agudos párrafos que le dedicas al Totalitarismo y a la Naturaleza Humana (que posee, esta última, un valor filosófico de gran peso, pese a su brevedad relativa); finalmente, los aforismos agrupados en la sección Pensamientos Políticos, configuran un remate ideal para un corpus tan poderoso como el que los precede.

Por culpa tuya y de tu ensayo, «no he podido pegar un ojo hasta las 3 de la mañana», pero quería agradecértelo así, sobre caliente, pues «estoy ciertamente impresionado por tu trabajo». Recibe mi saludo y mi reconocimiento a tu capacidad creadora y, además, a tu toma de posición, acertadísima, política y humanamente hablando.

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SOBRE LOS «PENSAMIENTOS» DE JIMÉNEZ URE

«Reconozco una vez más la inutilidad de los esquemas a la hora de la verdad, y me veo forzado a declarar sin ínfulas de juez, sin pedantería de evaluador sin sabihondez de crítico observo con asombro, interés, admiración y simpatía la agonal dedicación de este joven al pensamiento y a las letras esperando lo prometido por lo ya realizado desde un centro de consciencia luminoso que no será apagado por circunstancias hostiles ni por circunstancias favorables»

Por José M. BRICEÑO GUERRERO

Si yo me viera confrontado con la tarea de clasificar a todos los «escritores de ideas», es decir a todos los que «expresen sus pensamientos por escrito», y si fuera necesario establecer sólo dos categorías, y si yo escogiera la sistematicidad como criterio, entendiendo por sistematicidad el «despliegue deductivo» de la escritura a partir de una estructura de ideas conscientemente elaborada cuya coherencia unitaria gobernara los enfoques particulares determinando tanto el ordenamiento de las partes como las decisiones de índole valorativa, y si consecuentemente los dividiera en «sistemáticos y «no sistemáticos», observando en el primer grupo la tendencia por una parte de construir una gran síntesis omniabarcante de inmenso e imponente poder explicativo y por la otra a encerrarse en un aparato dogmático generador de conflictos maniqueos o de amputaciones y estiramientos procústicos, observando en el segundo grupo por una parte la actitud de quien tiene visiones en la noche a la luz de los relámpagos percibiendo y expresando objetos de un mundo en general obscuro y valoraciones profundas de un alma demasiado grande para aceptar formación conceptual y verbal pero radicalmente certera en el aislamiento de aforismos instantáneos constelables sólo a partir de una sabiduría exterior a la palabra, y por otra parte la actitud superficial del diletante inconsciente de las profundidades insensible para la voluntad de coherencia propia de la razón pero decidido a parecer pensador sin serlo, si yo procediera de esa manera y una vez construido el esquema intentara buscar en él al inquieto, talentoso y valientemente polémico escritor Alberto JIMÉNEZ URE tal como se presenta en su obra Pensamientos Dispersos y en las ideas discernibles como trastienda y retaguardia intelectual de su poderosa narrativa, me encontraría en la imposibilidad de colocarlo en el primer grupo porque ni la época en que vivimos ni su temperamento ni su vocación lo ha impulsado a construir un sistema filosófico , ni su amor a la libertad ni su mercurialidad creadora ni la amplitud de su espíritu le permitirían convertirse en «doctrinario», pero tampoco podría colocarlo en el segundo grupo porque tiende inconteniblemente a precisar su pensamiento y a formularlo inequívocamente, no está informado por ningún desbordado misticismo y nada está más alejado de él que la irresponsabilidad de la palabra pues ha asumido con auténtica seriedad el oficio de escritor con todos sus gajes peligros y martirios, de tal manera que reconozco una vez más la inutilidad de los esquemas a la hora de la verdad, y me veo forzado a declarar sin ínfulas de juez, sin pedantería de evaluador sin sabihondez de crítico observo con asombro, interés, admiración y simpatía la agonal dedicación de este joven al pensamiento y a las letras esperando lo prometido por lo ya realizado desde un centro de consciencia luminoso que no será apagado por circunstancias hostiles ni por circunstancias favorables.

(Escrito el 26 de Enero 1988, texto evaluativo del libro «Pensamientos» de JIMÉNEZ URE, publicado por el Rectorado y Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes el año de 1995)

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«RETRATO DE MEMORIA DE ALBERTO JIMÉNEZ URE»

«JIMÉNEZ URE es un pensador, mejor dicho, un escritor-filosofo, que a veces la fuerza de la poesía, lo atrapa, huracanea sus cabellos y sus pequeños y oscuros espejuelos, se convierten en los hitos que señalan las fronteras de un hombre, ante su realidad y su tiempo»

Por Alberto José PÉREZ

En Tía Juana, población del Estado Zulia, de la ahora República Bolivariana de Venezuela, nació el escritor, ensayista y poeta, Alberto JIMÉNEZ URE, vecino, hace muchos años, de la Ciudad de Mérida, donde, en alguna mesa o barra, de aguas encantadas, nos dimos la mano, de eso hará unos 30 años, por la medida chiquita, es decir, el tiempo mínimo que yo calculo, de nuestro encuentro, que sigue siendo el piso de una grata y fructífera amistad, por supuesto, ya se ha jubilado de sus labores en la Universidad, es un viejo como yo, laboralmente hablando.

Su primer volumen de cuentos: «Acarigua, Escenario de Espectros», es el testigo de una serie de títulos que abarcan todos los géneros literarios, sin dejar de lado la filosofía. JIMÉNEZ URE como Carlitos Contramaestre, su amigo y mío también, en su tiempo, ya ausente de nuestra vista más no de la memoria, es un testigo excepcional de la vida literaria, política y social de la ciudad de Mérida; en lo político es un referente obligado de la resistencia al actual gobierno sin desconocer la huella buena; en lo literario, no aplaude mediocridades ni medianías y vida social abundante, tiene, el escritor goza la atmósfera tibia del hogar, allí es el escenario de su oficio, la escritura, la calle ya no es emoción del goce de la noche ni del café, conversadito, vivimos tiempos de disparos, atracos y atropellos. Pero el escritor que es, no huye de esa realidad, la confronta con ideas que el crecimiento del mundo civilizado le permite esgrimir ante el regreso del abismo, las sombras del infierno, con quien combate cuerpo a cuerpo, lo he visto y así lo señalo, nadie me lo ha contado.

JIMÉNEZ URE es un pensador, mejor dicho, un escritor-filosofo, que a veces la fuerza de la poesía, lo atrapa, huracanea sus cabellos y sus pequeños y oscuros espejuelos, se convierten en los hitos que señalan las fronteras de un hombre, ante su realidad y su tiempo.

Muchas son las historias de ficción que Alberto, ha construido, mucha también su poesía, gratas, muy gratas sus reflexiones filosóficas, así como verlo en el marco de una ventana, asomado a una ventana, como si desafiara una bala perdida, es la imagen cinematográfica que él mismo se ha hecho, palabra a palabra como si fuera el mismísimo Alberto JIMÉNEZ URE, redivivo, en todos sus libros.

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«ABSURDOS»

«Debemos a la lucidez de Juan LISCANO el reconocimiento pleno de la obra de JIMÉNEZ URE. Fue Liscano quien vislumbró de modo consistente la importancia de su obra y abrió nuevos compases de interpretación para ella; una obra ciertamente difícil, que parece no obedecer a una tradición clara en la literatura venezolana»

Por Gabriel JIMÉNEZ EMÁN

Creo que he venido asistiendo, acaso sin proponérmelo, al desenvolvimiento del trabajo narrativo de Alberto JIMÉNEZ URE. Digo sin proponérmelo porque desde su segundo libro editado en Mérida en 1979, Acertijos, y acaso antes, desde Acarigua, escenario de espectros en 1976, he venido presenciando en él, hasta hoy [unos veinte libros narrativos, entre cuentos y novelas] una construcción minuciosa y casi obsesiva de textos, pensares y actitudes que constituyen en sí mismos un estilo literario y tal vez un estilo de existencia, tan obstinado es Alberto en sus relaciones paradójicas y peligrosas con la política y la belleza, y han determinado en él una suerte de ética personal, basada esencialmente en una actitud de inflexibilidad frente al abuso del poder político, de asumir una posición radical ante los mecanismos de ese poder, y a la vez ejercer una honestidad intelectual a toda prueba frente a éste, que le han acarreado no pocos inconvenientes. En realidad, «inconvenientes» es un eufemismo: JIMÉNEZ URE ha sufrido en carne propia el dicterio y la exclusión, la censura, el señalamiento moralista y los marginamientos académicos que le han conducido, primero, al aislamiento, y luego a una soledad fértil que es justamente la que le ha proporcionado el tiempo suficiente para dedicarlo a la literatura.

Debemos a la lucidez de Juan LISCANO el reconocimiento pleno de la obra de JIMÉNEZ URE. Fue Liscano quien vislumbró de modo consistente la importancia de su obra y abrió nuevos compases de interpretación para ella; una obra ciertamente difícil, que parece no obedecer a una tradición clara en la literatura venezolana. Entre otras cosas, LISCANO observó que [...] «Cada vez perfecciona más su empeño en sorprender, descolocar, golpear mediante el absurdo y lo irracional, lo obsceno y lo hiperrealista» […] «Con independencia de su postura literaria y de su temática, la producción de JIMÉNEZ URE se inscribe dentro de la rebelión yoica y ofrece valores espirituales que merecen consideración especial»

En efecto, Alberto ha transitado por vías difíciles: el absurdo, lo grotesco o lo escatológico, pero sobre todo por la naturaleza del mal. Es aquí donde tal vez resida su mayor logro, en cómo va penetrando, con la técnica de un bisturí que disecciona escrupulosamente los tejidos sociales de instituciones, investiduras, empresas y demás proyectos de Estado, del status o del Poder, y va extrayendo de allí la esencia de los personajes: sus perversiones, crueldades y sobre todo su capacidad para producir situaciones escabrosas o terribles. Júzguese sólo por los títulos de algunos de sus libros: Aberraciones, Perversos, Suicidios, Maleficios, Epitafios, Abominables, Macabros, Desahuciados. Tales abominaciones no están construidas, por supuesto, para los amantes de la literatura «hecha», de la literatura cerrada en una circularidad artística o estetizante. Ante todo, creo, la literatura de JIMÉNEZ URE quiere ir contra esa tradición, contra las convenciones de los personajes lineales, previsibles o cercados por las acciones sucesivas del capítulo, guiadas por las leyes del realismo o por cadencias estilísticas elegantes. JIMÉNEZ URE quiere ante todo mostrarnos lo absurdo, lo banal, lo insuficiente, lo inconcluso o lo fragmentario, lanzarnos a la reflexión o a la especulación filosófica. Sus cuentos no desean estar acabados; parecen más bien crónicas, relaciones escuetas o truncas de realidades dobles, de fondos ambiguos y lecturas subyacentes de la conciencia.

Por supuesto, estos rasgos generales no se aprecian todos en cada uno de sus libros (sus pensamientos y poemas también poseen estas cualidades heteróclitas; exhiben características narrativas y líricas mezcladas a sesgos conceptuales); más, sí podrían ser enunciados para buena parte de su cuentística. En Absurdos, por ejemplo, están más que ratificadas estas tendencias a examinar el poder, tanto en su fase «cívica» como en su fase militar, y por supuesto en una buena serie de sus escatologías, que van de la agresión sexual hasta el asesinato, desde el deseo más inocente hasta la violación: todo parece suceder en JIMÉNEZ URE de la manera más natural, se desnudan las acciones más descabelladas ante el lector como si fuesen lo más normal de este mundo. Ello hace que nos familiaricemos con sus personajes (una vez que ya hemos descifrado sus códigos secretos en nuestro inconsciente) y los acompañemos en sus acciones, nos gusten o no; presenciamos sus elecciones o desviaciones hasta el final, a veces con un rictus de desagrado en nuestros labios. En cualquier caso, representan un reto para el lector, un reto que no posee necesariamente consecuencias felices: gags, historietas truncas, comics, muecas, escorzos o trozos del todo, pero nunca el todo.

Para concluir, una anécdota de amistad personal. La eufonía JIMÉNEZ URE-JIMENEZ EMÁN nos ha jugado buenas y malas pasadas de gente que cree que yo soy el autor JIMÉNEZ URE o que él soy yo [quizá por ser cuentistas lacónicos y fantásticos ambos], cuestión que lejos de irritarnos nos permite intercambiar identidades e ir más allá de lo literario; es decir, yo puedo ser perfectamente Él y Él ser Yo sin que eso tenga que afectar nuestra literatura o nuestros cuentos, excepto cuando en alguna ocasión yo puedo asesinar a uno de sus personajes y él tal vez apoderarse de uno de los míos. Una vez esto tocó sus extremos en una librería del bulevar de Sabana Grande, en Caracas: un hombre quedó tan maravillado de reconocerme como JIMÉNEZ URE, que yo no quise desilusionarle y le seguí la corriente y hasta le acepté una invitación a almorzar. Cuando tomábamos el café en la sobremesa, luego de disfrutar de unos platillos suculentos, le confesé a mi consecuente lector mi verdadera identidad, y aquel señor pasó de un colapso de ira a una sonora carcajada que aún escucho retumbar en mi oído. Por supuesto, el título de este libro indica su sentido; o en todo caso el sentido de sus sinsentidos. Ni las situaciones ni las acciones de estos cuentos están enlazadas a una causalidad o a una lógica racionalista [como no sea a una lógica fantástica, como la comprendía G.K. CHESTERTON refiriéndose a «una lógica del país de las hadas»] muecas irresolutas, pesadillas o crueldades, toman el lugar de los comportamientos sociales aceptados y nos invitan a transgredir el entorno visible.

Yo diría que los textos de Absurdos se manejan principalmente desde las situaciones límites, y desde ahí se lanzan a embargar la realidad con una sobrerrealidad que a primera vista puede parecernos chocante o insolente, pero si somos pacientes pueden abrir un boquete en nuestra conciencia para que veamos un poco más allá de las comodidades cotidianas, y atisbemos o vislumbremos zonas vedadas del delirio o la alucinación.

-XXVI-

LAS «REVELACIONES» DE JIMÉNEZ URE

[El escritor «a quien el Diablo dicta»]

«Es preferible morir a odiar y temer: es preferible morir dos veces a hacerse odiar y temer»

«Soy donde no pienso»

(Friedrich NIETZSCHE)

Por Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ

Alberto JIMÉNEZ URE publica, de nuevo, poesía (Revelaciones, «Pen Club», Caracas, 1998) La premisa es clara. Procedemos de una creación arbitraria y las consecuencias son lamentables: enfermedades, dolor y discordia. El cosmos fue inventado y henos aquí sufriendo, absurdamente, lo que para nuestro autor significa que la existencia carece absolutamente de sentido. Los poemas de este libro le fueron dictados a JIMÉNEZ URE, llamado por el «dictante» cordialmente «discípulo», por el mismísimo Satanás. El poeta advierte al lector que no debe sorprenderse por su capacidad de recepción de estos mensajes, pues siempre ha sido un buen perceptor de las cosas del «Más Allá». Sin embargo, precede una segunda advertencia: el dictado fue hecho cuando el poeta estaba bajo extrema depresión. Sigue una explicación: el poeta justifica la entrega de estos textos al lector, asumiendo como un papel fundamental del hombre dar razonamientos (extraña palabra en un texto dictado desde el «Más Allá») que excedan las inquisiciones urdidas en concilio. Seguramente está pensando en capillas cerradas con sus dogmas y mandamientos.

En Revelaciones, JIMÉNEZ URE narra –lo que no debe extrañar en un texto poético- el inicio de sus relaciones con Dios, cuando era niño, católico y estaba sometido a las palabras de los sacerdotes, de los familiares y de los conocidos. Existía, entonces, miedo en el niño hacia quien era mencionado «Todopoderoso». Pero, ahora no: ahora el hombre Alberto JIMÉNEZ URE no tiene «miedo» ni puede atribuirle a aquél nada trascendental, lo que es una confesión importante. ¿Por qué habría sentirse miedo por alguien que, según el autor, perdió todo su poder?

El poder al que se refiere el escritor era aquél ejercido por el Diablo, quien se liberó gracias al ejercicio de un papel de hijo «parricida». El nuevo reinado es de Satán, quien está por encima de los mandamientos –definidos como «hipócritas en el texto- emanados de su espurio progenitor. Dios cae desde el mismo momento en que su hijo (el Diablo) lo desconoce. Me pregunto: ¿todo padre cae por la misma causa?

Quienes conocen la narrativa de JIMÉNEZ URE podrán recordar que la presencia humana en este planeta es uno de los absurdos fundamentales en su temática. La extinción de esa «presencia», en consecuencia, es el propósito que lo une a Luzbel, líder de un «Supremo proyecto de extinción». La vía expedita para realizarlo es que el Mal triunfe sobre el Bien hasta la eliminación total de todo lo diseñado por el «Creador Arbitrario». El Mal que se transforma, así, en justa «vindicación del desarraigado». Quienes no se adhieran al Mal pasan a ser molestosos, descartables e insectos. Comienza a expandirse, así, uno de los leivmotiv fundamentales en Revelaciones: «A quien cruz quiera/dale sobre la cruz muerte». Para ello hay que incitar a las naciones a que se hagan la guerra y el Universo debe morir bajo el fuego, pues, de allí provino.

Se inserta una condena a la palabra: ésta «no nació con nosotros, ella es anterior, nació de Dios y existe para su perverso disfrute»: en otras palabras, el difusor de la palabra de Satán está concluyendo en lo mismo que hemos dicho quienes no somos divulgadores de mensajes de tan sulfurosa procedencia: la palabra es de origen Divino. Una de dos: o ello le confiere un inmenso poder o, por el simple hecho de provenir de un poder destronado por la sublevación de Luzbel, está devaluada. Observo que –incluso- el mensaje del Diablo está formulado en palabras, lo que debe ser, entonces, grato a los oídos de Dios.

La apelación de uno de los poemas para que nadie se aferre «al Ser Físico signado por la transitoriedad», puede tener cualquier proveniencia, inclusive una cristiana de la infancia de JIMÉNEZ URE, o puede atribuirse a Satán previo a la gran ruptura. En cualquier caso no se niega nunca la existencia de Dios, puesto que Satán es un alzado contra Él. Se critica, en cambio, a Dios, y se le critica haber creado con arbitrariedad y habernos condenado al sufrimiento. En consecuencia, hay que destruir, mediante una gran alianza con Luzbel, esta condena. No hay posibilidades de salvación por otras vías: lo que está mal hecho debe ser quemado. En consecuencia, podemos hablar de un pesimismo total, vecino a cierto existencialismo: el hombre no tiene salvación.

Revelaciones no está exento de contradicciones que, lejos de anularlo, lo enriquecen, como veremos. En efecto, Satán dice a su «discípulo JIMÉNEZ URE» que deberá ocuparse de los execrados y abandonados de las sociedades, lo que nos conduce a un Demonio que ordena una misión de redención social. Deberá, asimismo, «enseñarles el Mal, para dar paso a la incandescencia, donde nadie sufrirá ni resucitará». En otras palabras, parece asomarse una vía y nos resulta la misma de muchas religiones orientales que no hablan del Mal sino que presentan vías como el Mandala, el Nirvana, la contemplación o cualquier otra, puesto que el objetivo es el mismo: olvidarse de las ataduras carnales, esperar la muerte y luego tratar de evitar –por todos los medios- la reencarnación, porque, en el fondo, el Infierno es dotarse de carne y huesos, vivir aquí, ser humanos. La inmovilidad de Hinduismo, por ejemplo, o del Budismo, pasa por el rechazo al deseo y acceder, aun desde esta misma vida, a los pormenores del «Más Allá», esto es, indica la búsqueda de la luz que está en el centro del Mandala, en un centro que tampoco está allí como en ninguna parte, pero que sigue siendo el centro. Tenemos, entonces, que el «discípulo» a quien Satanás confía sus «revelaciones», lo que quiere es la iluminación, el escape de las terrenas ataduras: quiere lo mismo a lo que aspiran las enseñanzas bien entendidas, y no las del Dios culpable de habernos sumido en el sufrimiento: quiere que lleguemos a tal estado que el alma no requiera de otra reencarnación, de otro aprendizaje, pues ya sabe tanto que ha escapado para siempre del dolor de nacer.

Nos enteramos, igualmente, «que Satanás no aspira a que nadie crea en su mensaje, los feligreses serán liberados con su solo envío. Derramarse sobre el cuerpo de muchas mujeres es una buena manera, puesto que llenarla de semen equivaldrá a frenar la procreación»

Satán manda a su «discípulo» a buscar el poder, pues eso lo ayudará notablemente a la difusión del Mal. Este concepto es recurrente en JIMÉNEZ URE, quien siempre ha satanizado el poder dando espacio a criterios vecinos al Anarquismo. El mundo de la Economía es para Satán, en su dictado, una prueba clara -ante el «discípulo»- de que no hay falacia alguna en el mensaje. Es de nuevo una requisitoria sobre la organización económico-social del mundo presente, que se confirma con la afirmación: «Del mal viven los pueblos». Me pregunto: si la maldad está instalada, si es el presente y el aquí, ¿qué interés puede tener un nuevo ejercicio de propagación o difusión? Este Satanás que dicta a JIMÉNEZ URE parece más una conciencia colectiva del Hombre que un ser de largas orejas dedicadas a robarle a Dios, su oponente, unas cuantas almas.

JIMÉNEZ URE parece más un reformador social, un denunciante feroz del Capitalismo Salvaje y de las iniquidades humanas que un «perceptor fiel de los mensajes de un supuesto Representante Supremo del Mal». Y, otra vez: la denuncia contra la obsesión por el dinero, al que, como sabemos sus lectores, JIMÉNEZ URE siempre llama próceres impresos. Y, por si fuera poco: el ataque contra los aparatos que nos dan confort pueril, contra los avances tecnológicos que supuestamente facilitan las comunicaciones (donde me parece encontrar una reminiscencia de Juan LISCANO). Fue que «Dios tuvo una concepción hedonista del nacimiento, por ello los males», concluye el poeta. Entonces, es Dios el creador del Mal y no Satán.

Tenemos que lo que JIMÉNEZ URE está profesando –en el fondo- es una aspiración desolada y aullante por la Justicia: es decir, lo que está reclamando, en verdad, es el Bien. Pero, veamos un poco la concepción de la vida y el universo en este libro: «estamos aquí penitentes sin ser culpables». ¿A dónde se dirige ahora el lamento? ¿Acaso a la pérdida del Edén, de la pureza original? Fue Eva quien, inducida, sedujo a su Adán a morder la manzana prohibida, si es que nos permitimos la Cosmogonía Cristiana para explicarnos el nacimiento del mundo. No recuerdo ninguna otra, indígena americana u oriental, donde todo no se haya iniciado con macho y hembra, es decir, con la conjunción de los opuestos en una unidad que conserva los dos elementos que uno pasa a conformar, pero que siguen siendo dos. En ellas, el Mal provenía de otras deidades, no por la vía de la rebelión como la de «Satán-Hijo» contra «Dios-Padre», sino, simplemente, de otras deidades porque la existencia del Mal resulta tan necesaria como la existencia del Bien. De allí el certero adagio de un autor, cuyo nombre no recuerdo: «Sin el Diablo no existiría el mundo». En otras palabras, es prudente recordarle a JIMÉNEZ URE que Satanás es tan culpable de nuestra existencia como Dios. Lo que existe siempre tiene anverso y reverso, «adentro» y «afuera», arriba y abajo, sólo que lo que está abajo está arriba, y lo que está oscuro tiene luz y la luz tiene oscuridad.

Descubrimos en Revelaciones que Luzbel no tiene ambiciones: «cuando el Universo desaparezca se marchará con nosotros». Está claro, si el Demonio quisiera poder, ante los ojos de JIMÉNEZ URE ya no sería digno de confianza: habría incurrido en el mismo error, puesto que este reformador social semi-oculto de quien nos ocupamos, este hombre que no soporta las injusticias a lo o largo y ancho de su ya vasta obra literaria, califica al poder como una fuente inagotable de perversidades. Y no le falta razón. Recordemos que, en toda su narrativa, JIMÉNEZ URE ha dicho «que nunca debimos partir de La Nada. A la Nada debemos regresar, pues, inexistentes, no habrá dolores, tragedias, desigualdad, humillaciones, odio u oprobio».

Yo siente en JIMÉNEZ URE la misma herida mía: el dolor humano. En el fondo, y quizás paradójicamente, veo a este perceptor supuesto de Satanás como un ser lleno de amor hacia el hombre, pues, es su sufrimiento lo que provoca el lamento.

¡Ah!, pero, no podía faltar la soberbia o rebelión de la Inteligencia y allí asoma otra indignación: «La mayor tragedia que puede un hacedor experimentar/Es la de ser gobernado por alguien intelectualmente inferior». JIMÉNEZ URE está olvidando que una ley del mundo es la de que el poder está reservado a seres intelectualmente inferiores. Si se leen los ensayos sobre las modernas corporaciones podrá encontrarse que, para dirigir una empresa, siempre son rechazados los más inteligentes, que se busca una media-práctica. JIMÉNE URE olvida que hay muchos casos como el suyo. Cuando se es demasiado inteligente, se asumen funciones literarias: es decir, funciones de inutilidad, divorciadas completamente del economicismo que domina al mundo perverso de hoy.

Al final, JIMÉNEZ URE nos hace la obvia confesión. Dice «que ha terminado de redactar la palabra que nos redimirá». Debo concluir con una afirmación obvia, con un lugar común, con una perogrullada, pero que, si vemos bien, no está exenta de malicia: al terminar de leer Revelaciones, queda sabido lo que ya sabíamos: que Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor y un poeta. Al margen de perdernos en SCHOPENHAUER o NIETZSCHE, de buscar las influencias filosóficas de varias procedencias que alimentan a este autor, debemos decir que es, simplemente, un provocador: es decir, un intelectual. Una digresión final: si JIMÉNEZ URE hubiese sido consecuente hasta la última gota de sangre con el planteamiento de este libro, ha debido atribuir a la palabra no un origen divino sino demoníaco. Aun así, habría cometido un error: La Palabra es Divina y es Demoníaca, al igual que el amor, al igual que todo. Toda oscuridad lleva la luz, toda luz lleva oscuridad, todo lleva dentro de sí lo opuesto. JIMÉNEZ URE no es la excepción, sólo que tiene una particularidad: él es uno de los escritores más importantes de este país en este tránsito de un siglo a otro.

-XXVII-

«CUENTOS ABOMINABLES»

«No busca que los personajes estén en un ambiente de felicidad y, en caso de estarlo, los transporta a un cuadro de pesimismo con un fuerte sentido de lo fatal»

Por AZHIEL (¿?)

En Cuentos Abominables (Universidad de los andes, Consejo de Publicaciones, 1991), Alberto JIMÉNEZ URE trata de realizar relatos con finales impactantes, pero un lector agudo o adiestrado es capaz de anticipar la culminación de las acciones.

No busca que los personajes estén en un ambiente de felicidad y, en caso de estarlo, los transporta a un cuadro de pesimismo con un fuerte sentido de lo fatal.

No utiliza frases con sentido poético, sino que construye oraciones sencillas, de fácil comprensión. En algunas oportunidades toma palabras que denotan lo común para amoldarlas a una descripción muy personal (para él los billetes serán próceres impresos).

Los temas principales de los relatos no dejan de ser fuertes e impactantes. La muerte se presenta en forma violenta y el erotismo es llevado a un punto poco normal (que puede llegar a los desagradable, el miedo, la incertidumbre). Gracias a la presión social que afecta el psicología individual, los personajes son llevados a la locura utilizando aquello que envuelve a todos los temas: lo absurdo. JIMÉNEZ URE es un filósofo de la burla, la cual está oculta en lo abominable de las acciones que se suceden en sus obras; ese es su fin, mofarse de la realidad. Describe acciones ilógicas en un ambiente común, situaciones inverosímiles sobre un marco real.

Su obra intenta ocultar esa verdadera intención de una gran cantidad de autores; elaborar críticas gracias al ingenio que poseen. JIMÉNEZ URE es, sobre todo, un crítico social que se vale de sus relatos o novelas para proyectar su sarcasmo. Para elaborar su obra, sencillamente, observa el comportamiento incongruente de las personas debido a sus razonamientos limitados que se ocultan tras la máscara de la lucidez; vanidad e ignorancia. Sus relatos explican que este proceder general es el miedo de confiar en cualquier en otros seres humanos. Algunos de los cuentos reflejan ese temor de la sociedad a la sociedad, como intentando ratificar que todos vivimos con un gran miedo a nosotros mismos.

Su burla es satírica; toma aquello considerado obsceno, inmoral, como pilares principales en sus obras; pero, da a entender que la vida puede ser llevadera si se aceptaran los tabúes impuestos por el hombre en su deseo de alcanzar el martirio.

Este autor nos da la oportunidad de conocer a un escritor con un estilo diferente. Por saber lo que elabora, es consciente de lo fuerte que una gran cantidad de lectores puede considerar su obra: quienes, por no comprenderla, llegan a un punto de reacción despectiva. Tal vez inconscientemente, el autor se mofa de ellos al saber que no tienen la capacidad de descubrir el doble sentido de su estilo. Entonces, a través de su trabajo, el creador los llama ciegos.

Esta característica, en la que un artista logra que el observador pase inadvertido los significados reales, es manejada diestramente por URE quien demuestra poseer una capacidad demasiado amplia que transforma en un bloque literario ambiguo (Tomado de www.buenastareas.com/Informes de libros/Mayo 17 de 2012)

-XXVIII-

«EL DESPOTISMO»

«No existe peor servidumbre que la que generan las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo bello»

Por Luis DE SAN MARTÍN

El primer e imborrable recuerdo que tengo de Alberto JIMÉNEZ URE se remonta a principios de los Años Ochenta (XX), cuando con nueve años y mi hermano Leo con siete, nos regaló un extraordinario ejercicio de «literatura fantástica» en la sala de un apartamento en Barquisimeto. Sólo años después comprendí que era un alarde de imaginación e histrionismo de un para entonces joven escritor, aunque, eso sí, en aquel momento quedé convencido de que esos duendes que se escondían en el cuarto deambulaban por allí esperando un despiste para llevarnos a esa dimensión en la que viven los unicornios, las sirenas y los troles. No aparecieron y para nosotros fue un verdadero alivio.

Con el tiempo, el querido Alberto fue madurando su prosa literaria y la vena periodística se le manifestó con tal fuerza que se convirtió en co-fundador de la Oficina de Prensa de la Universidad de Los Andes, dependencia que tuve el placer de dirigir hasta hace muy poco. Yo era de los que no dejaba de leer sus columnas semanales en El Impulso, porque su pasión por la literatura se había ya transformado en compromiso crítico con la realidad que lo rodeaba. Ese compromiso del que les hablo es el que lo lleva a embarcarse en este libro telúrico denominado El Despotismo, un ejercicio de erudición y claridad moral de alguien que asumió el más importante dictado de la ilustración: atreverse a pensar por cabeza propia.

Ser un librepensador no es ser un charlatán de cafetín dispuesto a aparentar conocimiento para impresionar a la galería, es ser, ante todo, un ciudadano honesto con lo que sabe y con lo que tiene que saber. Un libre pensador es la condición necesaria de una buena persona que se niega a dejar de ser político en el sentido filosófico del término. Alberto comprendió que si los habitantes de la «Polis» quieren seguir disfrutando de las libertades y derechos civiles deben asumir responsablemente el deber de participar en el debate político cotidiano, porque cuando los que siendo formados y competentes se apartan de él se les abren las puertas a los truhanes, oportunistas, demagogos y mediocres de toda calaña.

La libertad de expresión es la manifestación concreta de esa libertad esencial, íntima del libre pensamiento y mientras existan personas como Alberto estamos convencidos de que no morirá, aun cuando el influjo del Despotismo establecido pretenda domesticar, perseguir y despreciar a los insumisos como él, quien ante el oscurantismo de la propaganda lucha por encender la luz del conocimiento verdadero. No existe peor servidumbre que la que generan las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo bello.

El verdadero humanista ve con desconfianza al poder, porque no hay nada más humano que la tensión permanente entre la tiranía y la libertad y sólo imponiendo límites, mediante la crítica, los intelectuales preservan el libre y fecundo juego de las ideas. Alberto entendió que su libertad depende de la contribución que haga para desenmascarar a estos felones que escondiéndose detrás de las ansias de justicia del pueblo infligen el peor daño que la sociedad venezolano haya padecido en toda su historia republicana: la inoculación del odio entre hermanos y la promoción del estéril y esclavizador Culto a la Personalidad. Alberto JIMÉNEZ URE, con este libro, grita los argumentos de los que quieren vivir en una libertad perpetua.

-XXIX-

DE «DESAHUCIADOS» A «CONFESO»

«El desgarramiento existencial se expresa en la sustancia narrativizada, poetizada o ensayada: las fuertes tensiones entre lo material y lo espiritual, el conflicto entre el Bien y el Mal, lo individual y lo colectivo»

Por María Antonieta FLORES

La obra de Alberto JIMÉNEZ URE, tanto en la narrativa, ensayo y poesía, se ha desarrollado fiel a ciertas constantes: la actitud cuestionadora ante la existencia y el sistema, la rebeldía ante lo que llama Mundo físico, una espiritualidad que rompe los esquemas de lo angélico y lo demoníaco, la exploración de lo que puede denominarse bajo o abyecto, el señalamiento moral, una actitud ideológica que se ubica en la llamada «derecha», un decir violento que guarda relación con la sustancia de su obra. El desgarramiento existencial se expresa en la sustancia narrativizada, poetizada o ensayada: las fuertes tensiones entre lo material y lo espiritual, el conflicto entre el Bien y el Mal, lo individual y lo colectivo.

Por esto y por una evidente preocupación del papel del hombre en la sociedad, sus temas emergen de la violencia y la abyección para que el desencanto, la amargura y el escepticismo signen su palabra desde la pérdida y la incertidumbre.

En la novela breve Desahuciados (Caracas, Monte Ávila Latinoamericana/Universidad de Los Andes, 1998) elabora una metáfora de la sociedad actual con el auxilio de elementos mitológicos y alegóricos desde una perspectiva que, dentro de la misma novela, se señala ajena a la ciencia-ficción, aunque responda a las características del género.

En todo momento el narrador deja en claro que se está ante una propuesta de otra realidad que mantiene conexiones con la del planeta y que insiste en el tema de la castración psicológica como estado inevitable: derrota, imposibilidad y fracaso llevan a ese lugar donde no existe cura o remedio y se adentra en el terreno de lo desahuciado, de la condición esperpéntica.

Los personajes carentes de sexo, sin falo, son la narrativización de esa castración presentada como condición trágica. Sin embargo, muy tangencialmente se abre el espacio de la ironía con la intención de falsear toda una teoría psicoanalítica acerca del falo y lo que representa desde el punto de vista del Poder en todas sus instancias. Por otra parte, expresiones como «nunca tuve falo» y «no me recuerdo con falo» pueden ser interpretadas como el reconocimiento de la carencia del poder, dentro de esa condición de derrotado. Esta sensación de castración se revela como condición originaria y cruel: «quien nos creó nos castró»

«Nunca lo confesé a nadie, pero he vivido con la sensación de que era un ser incompleto...» Puede pensarse en el tópico tradicional y cristiano de la vida como «valle de lágrimas»: te conciben y te castigan.

En este mundo condenado, sus personajes sucumben. Todos son potencialmente dictadores, sombras que se rinden ante el Poder y lo ejercen despiadadamente. En mundo sin salvación ni esperanza, da cuenta de la angustia existencial del hombre contemporáneo.

En Confeso (Universidad de Los Andes, 1999) esta misma visión toma cuerpo pero de diferente manera. Los anti-poemas que lo conforman van revelando la sentencia y el aforismo. La voz del poeta se mantiene en vigilancia, como testigo señala y acusa. Increpa pero también se confiesa ante el amor y la paternidad. Estos libros de JIMÉNEZ URE revelan la coherencia de su particular visión del mundo y de sus deseos de trascendencia.

Su obra es su legado, así lo piensa y escribe: «Ya es el comienzo de la celebración infinita de mis invenciones», invenciones sostenidas con desespero y la derrota existencial.

-XXX-

«CUENTOS ABOMINABLES»

«Pluma certera, JIMÉNEZ URE -quizá uno de los francotiradores más activos entre los escritores venezolanos (en la guerra civil verbal que atraviesa el país)- dispara en sus cuentos su diatriba contra los personajes: contra el propio autor, y, probablemente, contra los lectores desprevenidos -léase castos-, por lo que habría que abordar el libro -lo que recomiendo- con una pistola en la cintura (¿dispararía también contra los críticos?»

Por Pedro RANGEL MORA

En ocasiones, me pregunto cómo -en medio de una sucesión de hechos que parecen conducir a Venezuela a su desmembramiento- pueden los escritores de ese país aislarse: separarse intelectualmente de tan «inefable» cotidianidad para construir sus «mundos» y ofrecernos sus «frutos»; probablemente las crisis sean «caldos de cultivo» idóneos para la creatividad. El Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes editó, recientemente (Mérida, Octubre de 1991) el libro «Abominables» de Alberto JIMÉNEZ URE: y cuyo título parece más bien nombrar el escenario político venezolano de hoy día. Pero: no es de política el libro que analizamos, sino de cuentos «macabros»

Doce textos, en el estricto sentido de la palabra, componen el volumen. JIMÉNEZ URE, al contrario de lo que se manifiesta en las últimas tendencias literarias que se desligan de los géneros, respeta las «normas de composición» del cuento, con buenos resultados gracias a una singular manera de narrar que vale la pena destacar. Con un lenguaje «inmediato», «efectivo», donde mucho importa la «historia», el autor cuenta con desenfado y frescura, sin crear ambientes atroces para influenciar al lector, dejando que sean las propias palabras -individualmente- sus significados, las que, como dardos precisos, golpeen y den la connotación macabra antes mencionada. Los personajes («bebé lechuza», «bebé lagarto», «nalgas pirañas», «macrocéfalo parricida», «sicario», «curandero», «policías», «decapitado», «francotirador», «prostituta», «onanista», «ahorcado», entre otros, cerrando con el «autor») no son transformados en monstruos y víctimas que aportillan la tranquilidad del lector, como en los cuentos de terror típicos; por el contrario, nos queda la sensación de que son títeres manejados diestramente, instrumentos indispensables para la construcción de las anécdotas de las ficciones desprovistas de «tensiones» y «suspensos» -prescindibles para las metas-, donde lo principal, lo que nos conmueve, son los acontecimientos siempre «terribles» (sucesos a los que están condenados los personajes en la puesta en escena) que se tornan sorpresivamente «fulminantes» en los desenlaces.

«Mutaciones», «asesinatos sangrientos», «monstruos», «zoofilia», «descuartizamiento», «suicidio», son los temas protagónicos de las fábulas de «Abominables» que, basadas en el salto metafísico, temas filosóficos (escasos, si revisamos otros libros del autor) y la sorpresa, trasladan nos trasladan al extraño «universo literario» de JIMÉNEZ URE: a sus modismos (máquina de rodamiento, próceres impresos venezolanos, Autopista de la Catequesis, Pablado de Alcaloides, etc.) y a una imaginación que hurga en las «convenciones burguesas», sin pautas morales -o contra ellas-, transformando en cotidianidad (he aquí el eje sobre el cual reside el interés de las tramas) hechos que -en la realidad- transgredirían la línea a la sombra, a cosmos en ocasiones imposibles, sin que la experiencia de la lectura deje de ser placentera por la truculencia de los temas, pues nunca dudamos del carácter de juegos y ficciones de las historias.

Pluma certera, JIMÉNEZ URE -quizá uno de los francotiradores más activos entre los escritores venezolanos (en la guerra civil verbal que atraviesa el país)- dispara en sus cuentos su diatriba contra los personajes: contra el propio autor, y, probablemente, contra los lectores desprevenidos -léase castos-, por lo que habría que abordar el libro -lo que recomiendo- con una pistola en la cintura (¿dispararía también contra los críticos? Por suerte, el autor de este comentario se encuentra a siete mil kilómetros de distancia). Para concluir, me siento en el deber de «disparar contra el pianista», afirmando, que los cuentos insertos en «Abominables» -si bien no guardan relación directa- están a tono con la «truculenta» realidad nacional venezolana.

-XXXI-

«DESAHUCIADOS»

(Degeneración, parodia y utopía)

«La escritura de JIMÉNEZ URE en Desahuciados recrea, como en sus otras obras, un panorama de extraña sensualidad, sustentado por la violencia y la sinrazón de hechos desagradables y obscuros»

Por Lidia SALAS

Desahuciados («Monte Ávila Editores Latinoamericana», 1999), novela de Alberto JIMÉNEZ URE escritor zuliano residenciado en Mérida, autor de más de veinte títulos signados por un eje narrativo en cuyo alrededor giran personajes amorales, perversos, ubicados en una realidad grotesca sin una salida diferente al absurdo y a la violencia.

Con independencia y perseverancia, este autor ha elaborado un mundo único en la «Literatura Venezolana», reconocido por críticos nacionales y extranjeros: Luis Benítez escribió en la Revista Literaria argentina Nueva Generación: […] «Es muy difícil, en estos tiempos, crear un personaje memorable en narrativa. Jiménez Ure lo ha logrado» (1995). Y Juan LISCANO, en el Diario El Nacional: […] «Cada vez perfecciona más su empeño en sorprender, descolocar, golpear mediante el absurdo y lo irracional, lo obsceno y lo hiperrealista» (1992).

Como en otros textos, el lector se estremece con la lectura de los párrafos iniciales. En esta novela se encaran personajes carentes no sólo de alimento e higiene, quienes […] «se disputaban trozos de un policía caído...» (p. 7), sino del oxígeno necesario para respirar. La degradación propuesta no es sólo física, este mundo futurista del Siglo XXI ha retornado al canibalismo abyecto y a la angustia de necesitar portaire para respirar. En forma contundente, JIMÉNEZ URE revela otra comarca de su geografía fantástica: Humandetritus, gobernada por Tiranushocico Demócratta, en donde sobreviven tres grupos enfrentados: aventajados, esperpentos y desahuciados.

Afrodita Amelians, Fósfurus de Antares y Palas de Athenais son clones sin historia ni recuerdos, sin sexo ni futuro que conspiran contra la Elite Adhesiana alentados quizás por el principio conocido por todos los oprimidos: […] «Nada nos afirma más en la existencia que la querella» (p. 9).

Existe un manual de castigos para los conspiradores, entre los cuales se enuncian: «La Pena de Devoramiento vivo», «La Pena de Desollamiento en Vivo», «La Pena de Amputación de Lengua y de Mano», «La Pena de Vejamen». «La Pena de Desprendimiento de Portaire» y «La pena de Extrañamiento». A ésta última son condenados los fundadores de la Insurgencia de Desahuciados, quienes, al traspasar las fronteras virtuales, llegan a Terrado, en donde conocerían el sexo, trascenderían su propia naturaleza para dar origen a una generación de nuevos gobernantes.

Los mandatarios no están inspirados en la justicia natural ni en el interés por dar una mayor felicidad a todos los habitantes, por el contrario, […] «Quien gobierna usurpa una no identificada, sobrenatural y superior voluntad. Asumir el poder implica ejercer institucionalmente la criminalidad» (p. 11). Se comprueba, así, una degradación política-social. El dolor de muchos sustenta el poder de unos pocos.

La escritura de JIMÉNEZ URE en Desahuciados recrea, como en sus otras obras, un panorama de extraña sensualidad, sustentado por la violencia y la sinrazón de hechos desagradables y obscuros. Se redime la lectura del asco y el temblor visceral a través de la oculta ironía, de la parodia que se intuye en los nombres de los personajes; de los objetos de ese mundo suspendido entre el universo de inventos y realidades futuristas y el pasado más remoto cuando el hombre era un ser primario, casi una bestia, prisionero de sus instintos más bajos. Se reconoce la infamia, la corrupción y la degradación de la realidad finisecular en la elaboración de esta pluma corrosiva, tan cercana al caos, a lo marginal, a la parodia.

Cuando BAJTIN reveló –en La poética de DOSTOIEVSKY- la desacralización de la literatura, para dar paso a una visión desordenada y popular de lo carnavalesco, instauró una metodología diferente para la comprensión y aproximación de otros textos. Se hace énfasis en la posibilidad del hombre para superar sus propias carencias: […] «La historia de la existencia de los seres pensantes revela que, sin fijarse en ascendencias o pedigree, en materia de vicios, perversiones y corrupción los hombres hemos comulgado sin dificultad» (p. 33). Y en la ficción literaria de quienes se alejan del mundo ideal y romántico para abordar una realidad grotesca. En esta novela, lo marginal está relacionado con el Mal, con la perversión, con lo abyecto, pero también con una lucha para […] «lograr transformaciones positivas en bien de la Casta Desahuciada y para salvar a numerosos esperpentos de una infame y prematura muerte» (p. 52). Cuando Afrodita Amelians regresa a Humandetritus se encuentra con unos jóvenes, quienes le informan: […] «Habitamos una demarcación donde al fin conseguimos la justicia social... Ahora nuestro territorio se llama Libre de Infamias. No conformaba una porción de territorio habitado por entes materiales: sólo luz, voces virtualmente navegando en la incandescencia, pensamiento y escritura indecibles... El placer ininterrumpido, excelso y sin la interrupción de la Moral. No habría hombres, sino seres libres: felices de una condición natural y exenta de miedos absurdos» (p. 88).

Humandetritus, el espacio en donde se ejercía el terror de la opresión más vil, se convierte -gracias al ajusticiamiento del tirano y a la acción de la palabra- en un edén virtual, semejante al paraíso del Corán, donde el sufrimiento termina, todo es paz, luz y placer. La utopía se presenta como una salida de esperanza, como una opción metafísica más cercana al […] «psiquismo arbitrario, vagamente filosófico...» enunciado por Juan LISCANO (1986)

En esta novela, ni el espacio ni el tiempo constituyen una unidad cerrada. El tiempo se presenta como una eternidad diacrónica. En Libre de Infamias nada está fuera de la luz, no hay medidas de tiempo. Se dice textualmente: […] «No padecemos centurias. La catarsis no tiene episodios» (p. 82)

JIMÉNEZ URE es un escritor incómodo porque sus temas arremeten contra los valores occidentales de la civilización judeo-cristiana; sus personajes sufren deformaciones físicas o psicológicas, se aparean en forma mecánica y obscena; la utilización de la violencia transgrede los niveles de aceptación común; sus ambientes están sustentados por un mecanicismo inhumano, y, finalmente, nada ni nadie se salva de su ácida ironía. Sin embargo, ¿no es su obra la que mejor describe estos finales de tiempo? ¿No es su escritura el espejo de las deformaciones de una sociedad cada vez más refinada en la práctica del mal?

-XXXII-
«OTREDAD, «PARADOJA Y «FICCIÓN» EN LA NARRATIVA DE ALBERTO JIMÉNEZ URE
(Notas sobre Moralejas, cuentos. Asociación de Escritores de Mérida, 2005. Primer Premio de Narrativa «Antonio Márquez Salas», 2004)
«Estamos, pues, ante la presencia de un escritor que aborda los espacios del absurdo, de la otredad, en una narrativa alucinante, paradójica, plena de momentos grotescos, inverosímiles, de abyecciones y juegos metatextuales»
Por Enrique PLATA RAMÍREZ
Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor que no necesita presentación alguna. Su amplio trabajo narrativo, ensayístico y poético no sólo es bastante conocido sino que comienza a ser estudiado y reseñado en las más importantes universidades nacionales, e incluso en algunas del exterior, como Salamanca y la Complutense, ambas de España.
Desde sus primeros trabajos narrativos, hasta Moralejas (Mérida, Asociación de Escritores de Mérida, 2004. Premio de Cuentos Asociación de Escritores de Mérida, 2004), que viene a representar su última publicación, la delineación de sus personajes muestra al sujeto de las carencias, resaltando sus minusvalías, pulsiones, complejos, miedos, terrores, que lo llevan a asumir estados de agitación, de agresión, de promiscuidad y/o de enajenación, viéndose entonces con todo cuanto subyace en su interioridad, como subhumanos, como los monstruos que suelen esconderse detrás de una máscara, la misma que asoma la condición de lo otro, de lo alterno, que oculta y devela, cual juego binario, los rostros del hombre y los del monstruo, la bestialidad que suele esconderse y a su vez emerger a través de cualquier resquicio humano, dando paso al surgimiento de distintos estados de enajenación, miedo, perversión y agresión, como única forma de superar la cruel paradoja de habitar mundos alternos que no son más que una larga pesadilla creada por la propia mente del hombre.
De esta manera, su narrativa trasluce un doble fondo que representa un complejo y heterogéneo mundo, desde el cual se aborda lo extraño, lo lúdico, lo erótico, lo pulsional, lo perverso, lo monstruoso, y más allá, en ese fondo del fondo, el doble fondo que mencionáramos, una jerarquización divina, a veces diabólica, dotada de múltiples sentidos y significaciones, que el lector acucioso no puede dejar escapar. Su narrativa toda sondea los espacios abismales de la ficción, desde donde emerge abruptamente una realidad otra, desquiciante, algunas veces monstruosa, otras más nihilistas, ambas plenas de elucubraciones, de motivos fantasmales, punzantes y desquiciantes. Se escenifica así la creación de mundos alternos, aquellos que (PAVEL, 1994), sostiene que emergen de los continuos trasvasamientos entre la realidad y la ficción, con coordenadas propias, con límites y espacios definidos, y que muestran parte de la realidad del sujeto contemporáneo. En esta narrativa persiste un extrañamiento, un desdoblamiento de la realidad que instaura la posibilidad de la verosimilitud; hay en ella un trasvasamiento de distintas líneas que van desde la compleja realidad del hombre postmoderno, el pensamiento filosófico que lo lleva a cuestionar la cosmogonía que habita, y la persistencia en unos espacios irreales, con atmósferas lúdicas, de ficción y realidad, que se entrecruzan alternamente, para sostener y recrear esos Mundos Otros en donde el hombre no es más que un ser inverosímil intentando subsistir, en donde para lograr lo terrible de su subsistencia acude a distintas pulsiones, a encuentros entre lo monstruoso y lo sagrado, al reto de la muerte misma, y crear en ella o desde ella su posibilidad de permanencia en esos espacios que se abren hacia lo grotesco, hacia lo aberrante, hacia lo alucinante. En el momento en que se encuentran o se cruzan las líneas de la ficción y de la realidad, que se da el trasvasamiento en ambas, se produce en ellas una fisura que asoma otros espacios, con imágenes brutales, crueles, alternas, insospechadas, de ámbitos que han permanecido dentro de la más escondida y oscura senda del hombre, desde donde emergen para instaurarse como una perplejidad, como una conciencia acusadora.
Estamos, pues, ante la presencia de un escritor que aborda los espacios del absurdo y de la otredad, en una narrativa alucinante, paradójica, plena de momentos grotescos, inverosímiles, de abyecciones y juegos metatextuales. El absurdo, por cierto, se manifiesta como un quiebre, como una ruptura con la realidad. Es otra de las formas de abordar las negaciones del individuo. Permite, a su vez, la irrupción de un mundo posible, de un mundo alterno. La ficción surge desde la burla, desde la ironía, y aún desde una profunda y paradójica realidad. Terry EAGLETON sostiene que: «La literatura puede definirse como obra de imaginación, en el sentido de ficción, de escribir sobre algo que no es literalmente real”, (EAGLETON, 1988: p, 15). Este sentido ficcional, alucinante, se escenifica en cuentos como «Los ruegos de Lunanueva» y «El sobreviviente», con fisuras del yo, abyecciones, lo absurdo, lo alucinante, y la irrupción de la otredad. El absurdo será a su vez una de las razones para que se produzca la fisura, el trasvasamiento fronterizo entre la ficción y la realidad. JIMÉNEZ URE aborda los espacios que otros escritores rehúyen o eluden, y desde allí irrumpe, agresiva, fustigante, densa, aberrante, toda una narrativa de la inconformidad, de rupturas con la tradición; una narrativa que se sustenta, como ya hemos dicho, desde el extrañamiento, desde lo Otro, como si adentrarse en ella fuese descender a las regiones infernales. Una narrativa que sondea los abismos de la otredad, de lo extraño y el sinsentido. Este ámbito de lo extraño y el sinsentido se manifiesta en forma urticante en cuentos como «El sobreviviente» y «El Niño Dios».
Así, la ironía, la meta escritura, los juegos del doble, estarán presentes a lo largo de la narrativa toda de JIMÉNEZ URE. Lo absurdo, lo aberrante, lo grotesco, todo en su máxima significancia, hilvanando los mundos de la alteridad, rica panoplia expresiva que sustenta a una escritura nada fácil, recrean las atmósferas, produciendo en ellas densidad e intensidad, y el extrañamiento mismo, la explosión o el giro inesperado, serán la consecuencia del final de cada cuento, el lector debe estar preparado para lo imprevisto, para lo cruel o para lo sublime, para el terror, el odio, o para la risa irónica, la magnificencia.
Leer a JIMÉNEZ URE es abordar lo extraño e intentar a la vez, descubrir las distintas variantes de un cosmos único, original, alejado de los mitos ontológicos e históricos que fundamentaron a la narrativa de lo(s) llamado(s) Realismo Mágico y/o Real Maravilloso Americano; alejado igualmente del producto final que intentó representar el Boom Latinoamericano. Alberto JIMÉNEZ URE viene a ser, o mejor, a significar en los finales del XX, y comienzos del XXI, lo que en su momento significaron autores tan disímiles y tan distantes como Roberto ARLT, Juan EMAR, Pablo PALACIOS, Julio GARMENDIA, Felisberto HERNÁNDEZ y aún MARIÑO PALACIOS; escritores incómodos, de lo fantástico, de lo lúdico, de lo inverosímil; sólo rescatados años después por una serie de estudiosos que han visto en su narrativa toda una proyección de las interioridades del individuo. JIMÉNEZ URE representa esa casta de escritor maldito, que fustiga a la literatura tradicional y se convierte en su propia conciencia. Viene a ser, por decirlo de alguna manera, parodiando a Michel FOUCAULT, ese ser extraño, empírico-trascendental y a la vez dueño de todo conocimiento: «El hombre, en la analítica de la finitud, es un extraño duplicado empírico-trascendental, ya que es un ser tal que en él se tomará conocimiento de aquello que hace posible todo conocimiento», (FOUCAULT, 1968: p. 310).
Ese extrañamiento le ha permitido la creación de todo un espacio, o mejor, de todo un mundo alucinante, alterno, en donde se suscitan los hechos más banales, pero esta vez vistos a través de una hendija que permite, en primer lugar, una especie de paneo televisivo, o mejor aún, cinematográfico, que nos muestra la amplitud del absurdo, de lo irónico, de lo fútil, y en segunda instancia, nos muestra como en un close up, una imagen centralizada, única y ampliada, de ese instante de lo aberrante, de lo degradante, de lo monstruoso, de lo abyecto. Todo ello presente en los cuentos «El enfermo del Mal de Parkinson», «Receptor de sonidos, ruidos y voces» y «Pelotón de fusilamientos», y en el resto de los trabajos que conforman este lúdico y paradójico libro.
Por otra parte, la alteridad representa la posibilidad de habitar mundos eminentemente disímiles, en los cuales, sin embargo, el hombre pareciera no tener escapatoria, posibilidad de redención, justificación de sí mismo. El Otro irrumpe, algunas veces abruptamente, otras desde una sutil ironía, desde detrás de la máscara que le oculta su verdadero rostro, o desde el fondo del Mal que instaura el permanente enfrentamiento, la tensión, o la disyuntiva entre los mundos binarios de El Bien y El Mal. Este enfrentamiento puede apreciarse en su cuento «El supremo de Imperio», con el cual abre su citado libro Moralejas. En este sentido, la escenificación de la alteridad representa la escenificación de una conciencia que fustiga al hombre ante su propia disimilitud. Otto Rank sostiene que “El síntoma más destacado de las formas que adopta el doble es una poderosa conciencia de culpa», (Rank, 1976: p. 122).
Los ámbitos de la ironía y la paradoja se cruzan constantemente con lo grotesco, lo abyecto, lo absurdo, lo perverso y lo dionisíaco, para recrear una tensión límite dentro de la cual subsiste, agónicamente, el sujeto. Ironía y paradoja en cuanto mirada que fustiga, que acosa, y aún, que se burla, resquebrajando los valores sobre los cuales ha venido sustentándose el ser humano, el sujeto de la postmodernidad. En este sentido, la locura del personaje femenino de su cuento «La casa nº 500», reconoce en su entramado, los trasvasamientos de la ironía y las paradojas, que instauran lo extraño, lo caótico y lo demencial.
Si la narrativa de JIMÉNEZ URE se abisma por caminos extraños, inexplicables, la fisura gestada, en cuanto obra literaria, dentro de las letras venezolanas, no ha sido suficientemente estudiada, salvo casos muy precisos y valiosos, como los de Rafael RATTIA y Juan LISCANO, por sólo mencionar a dos de sus más serios estudiosos. Su escritura escatológica ha permitido la observancia de una narrativa que se sustenta desde planos disímiles, y que casi a la par ha sido desarrollada por ese otro excelente escritor venezolano, Gabriel JIMÉNEZ EMÁN, autor de textos breves como Los Dientes de Raquel, (1973) y Saltos sobre la soga, (1975).
La valoración de JIMÉNEZ URE está dada no sólo desde el extrañamiento de su narrativa, sino desde la aproximación a esos ámbitos otros, desde donde juega con la ficción, la ciencia, la religión, la filosofía, el demonismo, etc., creando una fisura en la realidad, en el lenguaje, en la manera tradicional de narrar y contar. El crítico y estudioso español Alfredo PÉREZ ALENCART, considera a la ironía como una de las grandes herramientas de JIMÉNEZ URE: «El autor que comento maneja en sus cuentos -y dentro de unas atmósferas cargadas de absurdos y de personajes atormentados- una sutil ironía, importante si consideramos que ella es una de las grandes armas de la inteligencia. En sus cuentos pueden descubrirse hilos invisibles que se vuelven brillantes por un segundo, al trasluz de una lectura meditada, difícil, pues la escritura de JIMÉNEZ URE no hace concesiones a la belleza, pero va fecundando unos relatos pletóricos de sarcasmo y una entrañable aproximación a la muerte. Entiendo que busca atrapar en sus relatos todos los matices del comportamiento humano. Por ello, en su lectura encontramos el abrupto deseo: la nostalgia de lo primario, instantáneas del horror, la purga y la embestida, la intensidad de las emociones, el amor y la muerte, como corresponde; es decir, la destrucción por el eros o las intensidades femeninas»
Por ello, Alberto JIMÉNEZ URE significa, no sólo un latigazo para las letras venezolanas, sino su conciencia misma, al considerar las distintas posibilidades creativas que pueden ser abordadas por nuestros escritores. Posibilidades que han de ser acometidas por los críticos y los estudiosos a través de nuevos ojos, de otras miradas, o quizás de otras generaciones, menos escandalizadas y menos propensas a subterfugios y vanas discriminaciones.
BIBLIOGRAFÍA DIRECTA
Jiménez Ure, Alberto. Moralejas. Mérida, Asociación de Escritores de Mérida, 2004. (Cuentos)
TEÓRICA:
Eagleton, Ferry, 1988. Una introducción a la teoría literaria. México, Fondo de Cultura Económica.
Foucault, Michel. 1968. Las palabras y las cosas. México, Siglo Veintiuno.
Pavel, Thomas. 1994. Mundos de Ficción. Caracas, Monte Ávila.
Pérez Alencart, Alfredo. Alberto Jiménez Ure: sobre el dulce panal de la conciencia. En: Jiménez Ure, Alberto. Confeso. Mérida, Universidad de Los Andes, 1999. Rank, Otto. 1976. El doble. Buenos Aires, Orión.
-XXXIII-

«ACERTIJOS» Y RESPUESTAS

«Le récitn´est plus l´escrutyred´ybeaventure, maisl´aventured´uneécriture»

(Jean RICARDOU)

Por Gustavo GUERRERO J.

En un principio, la Literatura Fantástica y de Ficción sirve como pretexto -en cierta medida- para formular temáticas que los autores (debido al margen de censura existente) no osaban proponer de modo distinto. Tal y como lo señala el crítico rumano Tzevetan TODOROV, una revisión de diversos temas de esa literatura permitiría hacer el balance de las secuencias prohibidas por las necesidades de quienes se las dieron. Así, por ejemplo, la sexualidad es una latencia presente en la Literatura Fantástica de las culturas europeas a lo largo del Siglo XIX. A grandes rasgos, es la parte de la «función social» que correspondió a la gran mayoría de los trabajos literarios en ese género.

Hoy, el planteamiento va un poco más allá. La Literatura de lo Maravilloso y del Absurdo cumple su función en tanto pone en duda a la realidad presente (constituida a base de la razón de «la gran costumbre») con lo cual verifica un aspecto que pertenece a la naturaleza misma de la literatura, ya que, como señala el británico Northrop FRYE en su «TheAnatomy of Criticism» (Princeton UniversityPress, 1957): «[…] La Literatura, antítesis del Ser y del No Ser, tan importante para el pensamiento discursivo […] No puede decirse de HAMLET y FALSTAFFF que existen o que dejan de existir». Dando un paso más, diríamos con Jean RICARDOU: «[…] La Literatura es lo que pone en duda al mundo sometiéndolo a la prueba del lenguaje […]»

Acertijos, segundo libro de Alberto JIMÉNEZ URE (Universidad de Los Andes, 1979), llena, a cabalidad, el cometido antes mencionado y responde, precisamente, a esa dicotomía que se resuelve en el trabajo literario entre «lo que es» y «lo que puede ser». Nos presenta la ficción como medio de indagar el renglón ontológico a través del «absurdo», que desenmascara nuestra tradición «lógica-occidental». Utilizando justamente la Lógica, por medio del diálogo que maneja reiteradamente en sus narraciones (tal vez lo mejor de ellas), en una especie de «Mayéutica» elaborada por las preguntas y respuestas de sus personajes (entre los cuales él se confiesa uno más), el autor de Acertijos va construyendo una serie de silogismos que, desde el marco de la Lógica Formal, sin calificación previa de sus premisas, revelan una notable influencia de Lewis CARROL. Pero, quizá sea mucho más fuerte la incidencia de escritores franceses como Alfred JERRY o LAUTREMONT debido al «tono irreverente» y «contestatario» que marca este libro y que da a sus relatos una dimensión crítica e intimidatoria.

Por otra parte, encontramos mucho humor: que se desprende de las narraciones al constatar las contradicciones inherentes al medio tiempo en el que ellas se desarrollan, pero también al arribar a las conclusiones a las que nos llevan los «diálogos conceptuales» de los protagonistas. Cabría señalar, sin embargo, que las soluciones a los relatos y, en general, el absurdo mismo, requieren siempre de una «significación» (sin necesidad de caer en lo alegórico) que en este tipo de literatura a veces se pierde por la aparente sencillez de su manejo y la pluralidad de salidas que ofrece, desembocándose, entonces, en una respuesta trivial a lo tramado que redunda en un «absurdo» del «absurdo» y que, como toda doble negación, reafirma lo negado: es decir, deshace la duda frente a la realidad al subsumirla otra vez en ella.

En Acertijos las «maneras sacrílegas» de su escritura, el «terreno riesgoso» y de «cuestionamientos» en que ésta se mueve y la sorpresa desubican y molestan –sin dudas- al lector tradicional. Creemos que es lo que busca JIMÉNEZ URE: autor poco complaciente, para quien la Literatura no es sólo un campo crítico sino también una vivencia.

-XXXIV-

SOBRE SU LIBRO «PENSAMIENTOS», AMIGO URE

«Ni Ud., ni yo dudamos que, durante mucho tiempo, quizá no seremos lo suficientemente leídos: pero, igual no renunciamos a la práctica del pensamiento filosófico»

Por Ángel J. CAPPELLETTI

Durante nuestro almuerzo en el apartamento del honorable RODRÍGUEZ ARIAS-BUSTAMANTE, Ud. me formuló algunas preguntas que, con respecto a su dedicación «ex aula» al cultivo del Pensamiento Filosófico-Libertario, no pude responderle con exactitud. Ello se debió a nuestra dispersión, la suya, de Don Lino y la mía, claro, propia de la frivolidad que experimentábamos. En las comidas disfruta más el paladar que el cerebro. Además, recuerde que abordaría un avión para viajar a Caracas.

Ya en el hotel, cuando leí su libro inédito de enunciados decidí escribirle porque me inquieta la posibilidad que Ud. dude que realmente yo profese mi propia tesis según la cual «[…] la pedagogía anarquista no tiene otro fundamento distinto a la Libertad: toda coacción e imposición constituyen violaciones de derechos y deforman el alma […]». No quiero que se confunda y sospeche que sólo hago un profesoral y rutinario ejercicio filosófico, de «ceremonia académica-intelectual». Pero, JIMÉNEZ URE: ¿para qué escribir y publicar nuestros pensamientos cuando ambos sabemos que la única prioridad del Vulgo es procurarse alimentos y no «educarse»? Ni Ud., ni yo dudamos que, durante mucho tiempo, quizá no seremos lo suficientemente leídos: pero, igual no renunciamos a la práctica del pensamiento filosófico («extramuros» o formal de claustro que, finalmente, parto inteligente de la psiquis) ni tenemos por qué claudicar. En su condición de escritor, y aun si no lo hubiese sido, Ud. no confisca nada a la Academia ni la ofende cuando piensa y publica reflexiones como: «De habitantes salvajes de un mundo primitivo y violento, pasamos a formar parte de un enjambre fanático del crimen y diestro en provocar querellas». O, también éste: «No puede haber libertad bajo (regimiento) reglamento»

Hay en estos pensamientos una admirable voluntad de captar la verdad más allá de los esquemas, ideologías, prejuicios. Desgajados de una ya vasta obra periodística, adquieren sabor nietzscheanos por su osada agudeza y ponen una nota inusitadamente reflexiva y profunda en las letras venezolanas de hoy (Caracas, 1988)

-XXXV-

SOBRE «JIMÉNEZ URE A CONTRACORRIENTE»

«En mi caso, conocí primero a JIMÉNEZ URE, entre un montón de libros antiguos de mi abuela, que ejerció durante 28 años como profesora de castellano y literatura. La obra se titulaba Suicidios (1982, libro que pronto trabajaré para EPL), y mentiría si dijera que no lo pude soltar desde que lo descubrí, y que tuve que sentarme a leerlo inmediatamente (lo que me llevó dos días). El ingenio de su autor, aparte de la franqueza y sobriedad de su expresión, me resultó extraña, pero muy estimulante»

Por Joan Sebastián ARENA ARAUJO

En cierta forma es verdad lo que dice GIL OTAIZA de esta obra en su crítica (ya incluida): «[...] se muestra al Liscano humano [...]». Y es curioso esto, porque, dentro de mi familia, al mencionar que trabajaba un libro de Juan LISCANO, todos bajaban la mirada como si de una figura que estuviera en plena y permanente apoteosis se tratara.

En mi caso, conocí primero a JIMÉNEZ URE, entre un montón de libros antiguos de mi abuela, que ejerció durante 28 años como profesora de castellano y literatura. La obra se titulaba Suicidios (1982, libro que pronto trabajaré para EPL), y mentiría si dijera que no lo pude soltar desde que lo descubrí, y que tuve que sentarme a leerlo inmediatamente (lo que me llevó dos días). El ingenio de su autor, aparte de la franqueza y sobriedad de su expresión, me resultó extraña, pero muy estimulante. De pronto, como por encanto, creí en la posibilidad de la existencia del protagonista de uno de los relatos, un psicólogo que había experimento con sus dos hijos varones de formas extremas (aquí no caben especulaciones sobre abusos sexuales, y lo anoto por si acaso).

En lo que respecta a Liscano, me vi sorprendido por la reacción que tuviera frente a URE, allá en 1978, cuando había leído su primera obra. Recordé débilmente lo que revela un personaje ficticio: «[...] En ocasiones el crítico también se arriesga para defender algo nuevo [...]». Lo que apunta ya OTAIZA es lo que intuitivamente uno puede vislumbrar, existe la posibilidad de que LISCANO se identificara de tal manera con URE, que la acción de leer y comentar sus obras fuese similar, figurativamente, a verse y hablar con su propio reflejo en un espejo. Pero, lo que considero pudo ser el principal catalizador de la relación amistosa entre ambos escritores y entre el lector ureliano y su principal hacedor de ficciones, es que, tan sutil realidad despliega JIMÉNEZ URE en sus historias, que, uno empieza a dudar sobre el posible elemento experiencial detrás de cada palabra. Es decir, la posibilidad de que lo narrado tenga un trasfondo real, por pequeño que fuese; tal y como revelaría GALLEGOS en un prólogo a la Doña Bárbara de 1954. Un ejemplo para este planteamiento es la duda razonable que surgió en mí cuando, leyendo por vez primera Crimen y castigo, saboreé la posibilidad de que DOSTOIEVSKY hubiese al menos conocido personalmente a un criminal, y que de allí se hubiese servido para describir con total franqueza, irónicamente llena de tautologías, su psicología.

De cualquier manera, conocer cómo desde 1978 hasta 1997 permaneció firme una amistad, donde uno pudiera pensar que sólo cabría la envidia, es esperanzador. Lo único que realmente provoca temor al leer las lucubraciones de LISCANO frente a URE, es que exista aún y permanezca así, el desinterés frente al talento literario:

«Venezuela es un país sin tradición creativa literaria. GALLEGOS, después de su gran trilogía Doña Bárbara, Cantaclaro y Canaima, se asustó de sus fantasmas interiores, y suplantó la creación literaria por la acción política. Fuera de esos tres libros, lo demás es malo, malo. La nombradía política le gusta más a un escritor que el trabajo auténtico creativo, porque este no retribuye en prestigio social. Pero eso sucede porque, a su vez, la gente es indiferente a la labor creativa literaria. Le repito, en literatura, aquí no pasa nada, salvo cuando factores extraños a la misma, entran en juego. Y esa es la tentación peligrosa para el joven deseoso de imponerse: buscar el escándalo para atraer la opinión, el público.

«Muchos de los desplantes escriturales o públicos culturales se deben a ese deseo de llamar la atención. Pero eso es caer en el juego de inoperancia literaria, de bastardaje o de ignorancia. Hay que resignarse con voluntad pesimista de combate y estoicismo: los escritores y la literatura son minoría y para minorías. Si se quiere ser estrella, en un país como el nuestro, allí están las telenovelas y la política». (III. Carta de LISCANO a Alberto JIMÉNEZ URE sobre la Literatura Venezolana, incluida en Jiménez Ure a contracorriente.)

Respecto a esto, el único consuelo llega cuando se considera que se vive en un mundo de indiferentes selectivos.

-XXXVI-

JIMÉNEZ URE Y EL GOLIATISMO LITERARIO

[SOBRE «ABERRACIONES»]

«Apasionado, desmedido, cruel, irónico, afilado y punzante, directo, sin eufemismos, sin sombras» en su pensamiento, se reconoce impactado por las aberraciones de los hombres y las sociedades: de la Historia de Ayer y Hoy, y que le llevan a presagiar un oscuro porvenir al Mundo»

Por Gabriel MANTILLA CHAPARRO

Cercano a los cuarenta años, JIMÉNEZ URE mantiene una actitud permanentemente «subversiva» contra las manifestaciones que desvirtúan el Oficio de Escritor y sus connaturales preocupaciones. Afincado en la provincia venezolana, facturando una obra periodística y literaria que ha alcanzado un amplio espectro (labor que ha sido reconocida por propios y extraños). Confiesa que, desde temprana edad, se sintió atraído por la escritura (lo que corrobora en su prolífica producción). En sus libros hallamos referencias concretas –salvando la distancia «ficcional» de una «realidad» que le resulta inaceptable y entrampada en lo «absurdo». Encuentra en ella el fruto podrido que le ha llevado a reflexiones maduras, las cuales traslada a la «ficción», al «artículo de opinión» y a la «poesía».

Apasionado, desmedido, cruel, irónico, afilado y punzante, directo, sin eufemismos, sin «sombras» en su pensamiento, se reconoce impactado por las «aberraciones» de los hombres y las sociedades: de la Historia de Ayer y Hoy, y que le llevan a presagiar un oscuro porvenir al Mundo. Como SHOPENAHUER, CAMUS, KIERKEGARD y TRACK. Se ve envuelto en un pesimismo sin tregua. Considera que lo que hoy el Hombre considera «progreso», «racionalidad», «futuro» y «felicidad», no es más que la íntima aceptación, terca y torpe, de un descarrilamiento espiritual y moral donde se ha victimado la Ética, el pensamiento y la vitalidad del Ser. Para el escritor, hemos perdido el «Derecho a la Sustancia» y nos hemos quedado asidos a la «forma» y «materia» (interpretación que hacemos de la manera aristotélica para acceder al pensamiento y la realización). Obsedido, siempre, por una profunda preocupación filosófica, literaria y estética, que descansa en una heterogénea plataforma compuesta por: COMTE, BERKELEY, MARÍAS, EMPÉDOCLES, CAPELLETTI, PLATÓN, ARISTÓTELES […].

JIMÉNEZ URE desentraña los vicios que han terminado en normas sociales y que buscan su disfraz conforme a los niveles sociales, políticos, literarios, culturales, académicos o marginales donde se asientan. Nos dice: «[…] No es tremendismo mío llevar a mis escritos, como se capta, por ejemplo, en Aberraciones (1) cosas que -extraídas de la realidad- inserté a mi ficción narrativa […] En esa novela, vemos que personajes y situaciones son, claramente, reflejos de ambientes y circunstancias muy específicas de su vida como hombre y creador, como ser movido por la imaginación: el submundo editorial, político y sus prácticas a veces abominables en el concierto (inarmónico) de la Sociedad. Agrega: «[…] Personajes que entre más nombradía tienen, pueden manifestar iguales o peores actitudes abominables que otros de menor cultura y ventajas económicas o sociales. Esto, más que una simple denuncia, es algo que, como escritor y humano, me conmueve, me subleva, y constituye, por desgracia, una situación que observo con frecuencia, una mala experiencia en la vida […]» (2)

Una «mala experiencia» que le toca íntimamente, pues Alberto JIMÉNEZ URE es un hombre sensible. Quien lo conozca personalmente no logrará «encuadrar» al escritor con el hombre. El primero es maduro, punzante (como ya dijimos) y el otro, en cambio, mesurado, amable, sencillo, algo tímido: aunque no pierde su locuacidad, su criterio ni su decisión. Para R. J. LOVERA DE SOLA «[…] Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor siempre afincado sobre la página en blanco, quien, contra viento y marea, a veces contando con la oposición, envidia o el veneno de quienes no respetan su fidelidad a su vocación, se ha ido imponiendo con su obra –lo único que tiene el creador- como uno de los más coherentes hombres de letras de su generación. Tiene ya un puesto en nuestra Literatura, y su voz hay que saber oír […]» (3)

En la novela Aberraciones se describen las patologías sociales [de la «República de Pathos»] como el «incesto», la «violación», «sodomía», la relación conyugal «viciada», «drogadicción» y los «delitos de omisión». Todo lo «animal» del Ser: lo «escatológico», lo «neurótico», lo «irracional», lo «esquizoide» de una sociedad «aberrante», enquistada en una permanente duda, en su inconsciencia y en la destrucción de los valores que deberían constituir su verdadero fin, es lo que vemos en el «pensamiento acusador», «contracorriente» de JIMÉNEZ URE. De allí su convicción según la cual el Hombre es «abraxiano» (Dios-Demonio) y vive en constante pugna consigo mismo: cuya parte más insana, destructiva y maligna ha terminado imponiéndosele.

Para Hernando TRACK [un olvidado más] la clave de la existencia no consiste en «ser feliz», sino en «ser consciente». SÓCRATES, «El Viejo», optaba por el conocimiento de la Virtud, de la Justicia, del Valor, para llegar a la felicidad. ARISTÓTELES indagaba sobre ella auscultando en los objetivos y los métodos del filósofo, el político y el voluptuoso. Para él, al filósofo le complace en el empleo de sus horas a una inteligente, intensa y prudente indagación de la verdad. El voluptuoso (¡oiga y lea bien!) «[…] ejecutando actos nobles […]». Sin embargo, no deja de advertir que la gruesa parte de ellos no llevan dignamente ese calificativo por cuanto no son, en realidad, políticos. Y, como dice el poeta Orlando FLORES MENESSINI: «[…] Nos interesa cada vez más la Política porque los políticos nos interesan cada vez menos […]»

Alberto JIMÉNEZ URE busca la Felicidad en un mundo que agrede desmedidamente a los seres conscientes y honrados, pero logra hacerlo mediante una inextinguible lealtad a sus propias convicciones y junto con algunas de sus amistades. Y, al derecho (o al deber) que tiene de insertar en su obra (literaria o periodística) todo lo que le conmueve y determina su forma de pensamiento. Con ello no se traza el «norte de comulgar» con las «mafias literarias» o «políticas», pero si de «rebelarse» y «revelarse» contra lo que considera errado, contra lo que cree inauténtico. Juan LISCANO pesó muy bien los elementos que dan forma a la obra de JIMÉNEZ URE: […] Los ingredientes de su narración son lo fantasmal, el crimen, la sexualidad, el sadismo», lo monstruoso, lo aberrante, lo deforme, sin resquicio alguno de sublimación por el espíritu, obsesiva y creadora voluntad de creación […]» (4)

Se le ha calificado de «Yoísta» o «Narciso Literario» por parte de quienes se le oponen, precisamente, porque sus reflexiones causan escozor en quienes ideológicamente están ubicados al margen de sus convicciones: de su territorialidad conceptual. Pero, lo más extraño es que quienes viven de confesarse «derechistas» no se sienten con fuerzas para volver por él (tampoco lo necesita). Es obvio que esto ocurra en este rompecabezas de acomodos e intereses desviados y de espejismo político-cultural: cada bando tiene su cuota de chantaje y ambos se necesitan.

Debo aclarar que no comparto parte de sus premisas «ideológicas» y hasta, públicamente, nos hemos enfrentado. Pero, ello no es óbice para esconder la amistad con el renegado o escatimar el respeto que se merece por su coherencia: principios y su valentía al exponerlos. Sobre la acusación de «Yoísmo» declara: «[…] Yoísta, ¿yo? –dice con sorna-. Si lo fuera me hubiese silenciado e integrado a los grupos de poder para obtener ventajas. Viviría más preocupado por mí mismo que por mi obra literaria. Tengo mis opiniones, mis ideas, y las manifiesto, a través de mis escritos, en cualquier género. Si por ello la Sociedad Cultural me considera un renegado, o su enemigo, no es mi culpa. Hasta amenazas telefónicas he recibido (se sabe) porque creo que en una sociedad como ésta hay que retar y apostar a la civilidad. BORGES daba a conocer su número telefónico porque creía que la gente debía aprender actuar […]»

JIMÉNEZ URE profesa un profundo respeto hacia sí mismo, a su libertad personal. No aspira alcanzar el rango de «polemista enfermizo» que se le pretende endilgar. Lo desespera no ver salida alguna a las situaciones absurdas que padecemos; le desespera ver a los escritores amordazados ante la realidad, lo que contradice la verdadera línea de acción de un creador; le molesta la activación mafiosa de «promociones literarias» que han hecho mímesis de los pecados capitales de las agrupaciones políticas; le desespera la disolución de la Ética en ciertas personas que respetó. En fin, emerge contra una casta y su gama de actitudes que han convertido el pensamiento, el futuro, y «[…] la Literatura en un asunto de funcionarios […]», en un consorcio de redactores, asesores editoriales con una lista negra en la manga, jueces de concursos, premios y publicaciones, becas, bolsas de trabajo, et. Ese es un gran conflicto, aunado al derrumbe moral generalizado. Según él, somos una «[…] comarca cultural […]» (5) con un buen número de escritores inteligentes y abundantes lectores incultos que reconocen a Salvador GARMENDIA –para citar un caso- más por su trabajo de «libretoratura» (adaptaciones televisivas) que por su obra literaria.

JIMÉNEZ URE conoce sus caminos: los perceptibles, los íntimos y es consciente de lo abominable del Hombre en la Sociedad. Pero, no cesa en la búsqueda de un sentido. Cortázar decía: «[…] No puede ser que estemos aquí para no poder ser […]. De allí la inmersión definitiva de J. URE en la Filosofía, una de sus obsesiones. Esto, quizá, no responda a la pregunta que Juan LISCANO se hacía sobre el escritor: «[…] ¿Por qué JIMÉNEZ URE rechaza cualquier vía de sublimación? Se entiende la mofa, la sátira, la ironía, la blasfemia, demolición de mitos, la iconoclasia, el develamiento, la fascinación por el horror, pero, ¿con qué objetivo meta-literario? […]» (6)

LISCANO lo ubica, honorablemente (junto a Salvador GARMENDIA, José BALZA y Arturo USLAR PIETRI) entre las cuatro tendencias narrativas que él distingue como más sobresalientes en la actualidad. Las cuales son ampliadas a seis por JIMÉNEZ URE, quien agrega a Eduardo LIENDO y Gabriel JIMÉNEZ EMÁN. Respeto a ellos, opina: «[…] JIMÉNEZ EMÁN se ha forjado una narrativa propia, con características o rasgos que representan una corriente bien definida en el ámbito literario. Gabriel es original. Tanto LIENDO como él buscan imponer sus personalísimas ficciones, sin las influencias de escritores universalmente conocidos. En Eduardo se entrevé una fusión de estilos de personajes clásicos de la Literatura. Ambos trabajan en tendencias muy válidas y que no sé por cual causa LISCANO desatendió […]» He aquí la semblanza de un hombre que respeta la constancia y maduración de sus colegas intelectuales, y lo hace sin mezquindad ni estrabismo. El David de la provincia venezolana en constante pugna con el Goliat del Poder Político Cultural.

NOTAS

(1) JIMÉNEZ URE, Alberto: ABERRACIONES [Editorial Venezolana, 1987, 121 pp. Hay una II Edición por la Universidad de Los Andes, 1993]

(2) Entrevista realizada en su residencia, el 26 de Julio de 1991.

(3) DE SOLA, R. J.: JIMÉNEZ URE. LAS FANTASÍAS DE UN ÁCRATA (Diario El Nacional, Caracas, Venezuela, Diciembre 07 de 1987.

(4) LISCANO, Juan: ABERRACIONES DE JIMÉNEZ URE (Diario El Nacional, Caracas, Venezuela, Enero 31 de 1987)

(5) JIMÉNEZ, Maritza: VENEZUELA ES UNA COMARCA CULTURAL (Entrevista realizada a JIMENEZ URE para El Universal, Caracas, Venezuela, Agosto 02 de 1986)

(6) LISCANO, Juan (Art. ya citado)

-XXXVII-

ACERCAMIENTO A LA IRONÍA EN «LUCUBRACIONES»

«Su poesía logra cierta densidad con la experimentación semántica y sintáctica en su Lenguaje Poético, a la vez que impulsiva y existencialista. Lucubraciones es una «ceremonia» que devela a dos personas opuestas, el maniqueo rostro del Hombre frente el Mundo y sus tentaciones: representados en el Bien y el Mal»

Por Javier Alexander ROA

Con un filoso bisturí, Alberto JIMÉNEZ URE se sumerge en la «ironía» que expele en Lucubraciones («Universidad de Los Andes», 1994). Sin ninguna vacilación, describe, mediante su rítmica poética, a «quien le acecha» (en la Edad Media habría sido censurado por la Iglesia, calificándolo como adorador de Luzbel: y he ahí la confusión entre «Satanismo» e «ironía» en la «Conciencia Filosófica Pura»). Sabemos que, durante los Años 80, al escritor le censuraron y rechazaron la novela intitulada Adeptos (más tarde publicada por Fundarte, en Caracas, 1994). Según sus verdugos, rehusaron editarla para proteger la «Moral y Buenas Costumbres» de los venezolanos.

Con Lucubraciones, JIMÉNEZ URE busca librarse de las «trampas terrenales» y rescatar el espíritu de la angustia. En la Primera Parte (Contra Súcubo) el autor nos envuelve en la sensualidad seductora de lo «maléfico», de la cual escapa y se refugia en la soledad. Rechaza lo que le hiere y atormenta, con intensa fuerza: «[…] (Maquillado) oculto en la belleza, Súcubo de acecha/Y espera, cual gato, detrás de una columna de edificio;/Viste, como siempre, sus mejores ropas:/Su cuerpo se mueve frente a mí, desafiante, una vez más./Porque cree que su poder excede./El trampeador asume que los hombres debemos pagar/Un altísimo precio para penetrarlo:/Ignora –quizá- que aún transformándose en Ella/Su poder no se instaurará, bajo artificio, en la obscuridad./Elige el nombre de Luzbel para no ser advertido Lóbrego,/Pero sus ojos no iluminan los caminos./Busca maravillarme con exquisitos bailes y mediante pócimas […]» (Ob. cit. P. 7)

Se hace difícil evitar nombrarla, pues, a quien se describe es a «Ella» (¿su mujer?): quien, cotidianamente, lo espera en un apartamento para materializar en él sus morfológicos rituales de alma convulsa. «[…] ¿Qué hacer frente a hechos que me lastiman/Y no tienen alternativas?»/Súcubo me ofende, me humilla con su calculada frigidez./En esos instantes he querido estar definitivamente lejos/De (él) Ella, falsa diosa que aun ni adorando al Demonio/Podría admitirla e ignorar que me lesiona./Exhibe azules ojos, pero su belleza no oculta/Su auténtica y abominable naturaleza […]» (Súcubo tiene ojos azules. Ídem., p. 10)

Esa forma irónica de protestar no lo hace sólo contra quien pareciera su pareja, sino también contra la Sociedad (ese cúmulo de momias endurecidas). Se lamenta a causa de los «malos poetas» y escritores de este Siglo XX, y de los políticos mediocres «camuflados de académicos». Su «depresión» lo impulsa a colocar a Dios lejos de él: «[…] Me he quedado sin Dios:/Yo, que alguna vez fui su devoto./Me he transformado en un hombre/Cuyo destino de sí mismo depende./La oscuridad y el insomnio, una vez más,/Vuelven a hostigarme y precipitar/Cuanto a otros se presentó impío:/¿No será que debo experimentar/La redención mediante el desencanto religioso?/¿Por qué el Evangelio ya no es mandamiento/A seguir en este pueril, secular y mediocre Mundo […]» (Sin Dios. Ibídem, p. 17)

La poesía de JIMÉNEZ URE es reflexiva, pero carnal. Algunos dirán que el autor luce «individualista» y «sentimental», propenso a lucubrar sobre lo «doméstico». Tal vez porque alude a su esposa e hijas en la «Cuarta Parte» del libro: «[,…] Alguna vez pensé que no amaría de verdad:/Que semejante (emoción) sensación psíquica/A los frívolos correspondía. Hoy, después de verlas,/Admito que jamás experimenté felicidad y dolor mayores/Ante sus alegrías y padecimientos./A ustedes, Gretell Sally y Alejandra Linssey, las amo sin límites […]» (Mis Hijas. Cfr., p. 21)

Sin embargo, a pesar de tanta angustia y lamento, el escritor no pierde la sensibilidad para enamorarse y ver a otra «Hermosura Divina y Diabólica» y se rinde ante la tentación lujuriosa que se presenta ante cualquier mortal. La «Cuarta Parte» del libro («Tarde Poética») es un rito profundo del Ser para el Amor, pero «contra Súcubo», y permitiéndole recuperar su espiritualidad. Los anhelos, el encuentro con otra probable y nueva amante, hacen que el autor olvide su desencanto. Aquí JIMÉNEZ URE nos alerta respecto a otro rasgo de su Ser: «[…] Hoy he visto más explícitamente la delicia de tu cuerpo/Frente a mí: muy próximo –en extremo- a resistirlo./He deseado tocarlo cual si fuese indisoluble al mío./Hoy he recordado las veces que te acaricié en mi alcoba,/Las ocasiones cuando –presa de una inenarrable felicidad-/Sin cortejo pueril falotré profundamente tu sexo./He soñado incontables veces que,/ Luego de tenerte desnuda bajo mi Ser Físico/La muerte podría sobrevenirme./Pienso que no es finalmente temible ni tan real como tu orgasmo/Y mi eyaculación: como el agua que purifica nuestras pieles/De la contaminación de un Universo maldito, y fuera del Mundo Sacro (Ella. Ibídem., p. 32)

JIMÉNEZ URE rescata lo perdido de las «garras de una mercenaria» y encuentra en otra la «Luz Divina». Lucubraciones tiende a la acusación, al señalamiento «de lo mundano», a la comodidad de entregarse libre con la amante para la consumación de lo fálico y su santificación. Es, intensamente, alegórico, irónico, pero igual lírico. Su poesía logra cierta densidad con la experimentación «semántica» y «sintáctica» en su Lenguaje Poético, a la vez que impulsiva y existencialista. Lucubraciones es una «ceremonia» que devela a dos personas opuestas, el maniqueo rostro del Hombre frente el Mundo y sus tentaciones: representados en el «Bien» y el «Mal».

-XXXVIII-
«APROXIMACIONES A LA OBRA LITERARIA DE JIMÉNEZ URE»

«Los filósofos más sagaces han advertido que los hombres somos, irremediablemente, desalmados: cuanto más ostentamos benevolencia, más ocultamos nuestra propensión al crimen en nombre de la Justicia. Cuanto más juzgamos a otros por sus abominables acciones, más estamos en condición de ser castigados por las propias. Y, en los hechos que de la Inteligencia del Ser Humano dependieron, siempre estuvo presente la Soberbia»

(A. J. URE, 1988)

Por Juan Gregorio RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

Este libro es la «puesta en orden» de la casa intelectual de un desordenado y trasnochado escritor, que asoma a la cubierta como ascendiendo a una sima. Es, también, un compendio de «dicciones»: una selección, escogencia y eliminación. Por tanto, lectura, agrupación y clasificación de lo que otros han dicho sobre «el que se asoma» por el agujero de la portada: Alberto JIMÉNEZ URE. El autor de la selección es Fernando BÁEZ, un joven ensayista que apenas sobrepasa los veinte años. Publicar ensayos a esa edad es valentía, y hacerlo sobre JIMÉNEZ URE es audacia: pero, manifestar públicamente que lo admira es «locura». Báez tiene la grandeza de ser sincero con lo que cree y «con aquellos en quienes cree». De JIMÉNEZ URE aquí, en Mérida, y otros lugares, o «no se habla» o «se habla mal». Esto es, al menos, lo que consciente, inconsciente o subrepticiamente se nos ha hecho creer. Los que se callan es porque no tienen nada que decir, o no saben o no saben o no tienen «los corajes» para decirlo. Los que «hablan mal» exhalan, por lo general, «husmos de envidia», «tufos de resentimientos» o «vaharadas de odio». Pero, vino Fernando BÁEZ y «violó la Omertá» (1): reveló «el secreto» y puso de manifiesto que sobre el escritor JIMÉNEZ URE se han ocupado Juan LISCANO, Juan CALZADILLA, José Napoleón OROPEZA, Amparo PASTOR Y COS, y más estudiosos de la Literatura. Esos «otros muchos», «o pocos», no sé, andan preocupados por lo que publica y son los quienes tejen «velos de silencio» sobre su obra, los que traman «La Conjura de la Omertá contra J. URE». El opus que presenta Fernando BÁEZ rompe el silencio, deshace la urdimbre y «saca de quicio» a los presuntos despreocupados: los cuales se indignan, amenazan, injurian, denuestan, lo subestiman y lo vetan en ciertos círculos. Escudándose, por lo general, en «ideas progresistas» o «revolucionarias» falsas o mal digeridas.

Yo ni pertenezco a la «Orden que Cobija a JIMÉNEZ URE» ni a los «tentáculos que lo combaten» o La Conjura de la Omertá contra J. URE. Comparto algunas de sus opiniones, discrepo de otras muchas: pero, las discuto abiertamente con él. Tengo que reconocer que son muy pocos los escritores (en este país) que exhiben y practican una sinceridad valiente y sin disimulos o arrogancias. Llama pan al «pan» y vino al «vino». Al menos a lo que él piensa que son el «pan» y el «vino». En el texto que cierra la compilación, Fernando BÁEZ coloca a JIMÉNEZ URE al lado de QUEVEDO, GRACIÁN y BORGES. Alude una virtud que común en ellos: la precisión, la concisión y la limpieza del lenguaje que corren parejos con: la violencia, el desenfado y desvergüenza de sus opiniones. Dichas sin enmascaramientos ni tapujos (agraden o molesten, repugnen o atraigan). En su trabajo de investigación literaria, Fernando BÁEZ arrojó un guante a quienes decidan recogerlo. Su libro Aproximaciones a la Obra Literaria de Alberto JIMÉNEZ URE quizá lo aleje de algunos, pero, a otros nos acerca con interés y curiosidad alrededor del escritor analizado.

NOTA

(1) Omertá», o «Ley del Silencio», es el Código de Honor Siciliano que prohíbe informar sobre los delitos considerados asuntos que incumben a las personas implicadas.

-XXXIX-

SOBRE «PENSAMIENTOS DISPERSOS»

[JIMÉNEZ URE ante la duda y el dolor]

«Tiene la cualidad JIMÉNEZ URE de atrapar al lector y de sugerir ideas con pocas palabras. He leído más de una vez (y con ganas de añadir mis propios pensamientos a sus ideas) su libro Pensamientos Dispersos. Lo que más admiro del Hombre es saber agradecer, y esta es una cualidad que Alberto posee en gran medida»

Por José SANT ROZ

En un país como Venezuela, con diez millones de adultos, difícil es encontrar a un Ser Pensante: un ser que sea capaz de discriminar por sí mismo, y con valor, las calamidades que suelen acosar al Hombre. Porque vivir no es hacerse fuerte con el Capital o llenarse de amigos que lo defiendan a uno –como creen los tontos-, sino que es necesario cultivar la muralla intelectual capaz de vencer el envilecimiento producto de la estupidez y los conformismos grupales.

Lo que verdaderamente mata y acorrala al hombre es su cobardía para decidir por sí mismo, en medio de un mundo cuyos habitantes sólo desean yantar: dormir y cohabitar a placer con la vulgaridad nacional. Por supuesto, estos seres no se atreven a pensar ni mucho menos actuar. El hombre que piensa es señalado por la sociedad como peligroso, como enemigo del común denominador de la masa. Es por fuerza un tipo desconfiable porque no podrá seguir ninguna línea de solidaridad grupal, como esas que estilan en épocas de «crisis» y «terror moral». El joven JIMÉNEZ URE vive en el filo del pensamiento y es «culpable de delito capital» en medio de la especie ambigua que le rodea. No es fácil para él la comunicación, y, como fiera maltratada, se acerca a los rincones humanos para husmear alguna «tesis» que explique la eterna degradación del hombre. Por ejemplo, esa que le hace decir: «El Hombre es doble cobarde porque se adapta y, además, claudica» (p. 41 de Pensamientos Dispersos/1978-1987/«Gobernación del Estado Mérida»)

Alberto es terrible porque se adelanta a su tiempo, y a la gente que le rodea. Tiene un sentido de la «relación humana» que no cala con su manera simple y justa de ver las cosas. No pretende ser lo que no puede ser. No busca nada por la vía de la «falsedad política», y tiene el juicio demasiado lúcido para comprender las formas blandas y sucias de la maldad oculta que le rodea. Y «anota», «registra» o «recuerda». Podría escribir argumentos de varias novelas en ese diario trajinar por las calles y los café: desechando lo vulgar, seleccionando, enhebrando sus pensamientos que afloran a la hora de su lucha con las palabras, con esos párrafos claros y certeros que golpean como un mazo. Tiene la cualidad JIMÉNEZ URE de atrapar al lector y de sugerir ideas con pocas palabras. He leído más de una vez (y con ganas de añadir mis propios pensamientos a sus ideas) su libro Pensamientos Dispersos. Lo que más admiro del Hombre es saber agradecer, y esta es una cualidad que Alberto posee en gran medida. El Hombre que sabe agradecer es implacable consigo mismo y con tipos traidores. Y cuando un hombre sabe agradecer conoce muchas penas y pasa por el túnel precisamente de las grandes ingratitudes, y sobre ellas forja su manera de ser. No se hace muchas ilusiones con esas solidaridades que suelen proclamar los grupos humanos, y, sin embargo, concede la más amplia generosidad para que sean capaces de reformarse y descubrir sus errores. Pero sólo es agradecido aquél que es fiel a sí mismo.

JIMÉNEZ URE ha tenido el atrevimiento de desafiar algunos ignorantes cuyas armas son el espasmo, el grito, la argucia rastrera y la fuerza bruta que dan las idioteces partidistas. Este es un trabajo loable porque, en el fondo de la Historia Humana, los pensadores han tenido que afrontar la avalancha del odio y del miedo de quienes son incapaces de actuar por sí mismos y que esperan órdenes de cenáculos y tugurios (enfebrecidos por el alcohol o la incapacidad mental). Yo sé que JIMÉNEZ URE no es anticomunista, no es anti-nada: sino, sencillamente, un pensador que quiere «poner a prueba» el cerebro y coraje de los hombres. Un auténtico escritor que «deambula con su máquina detectora de tipos y caracteres». Él quiere que cada cual justifique su lugar y su permanencia en la Tierra con alguna forma de «Moral Individual» que, como sugiere, «esté más allá de toda jerarquía social». Le ha costado a Alberto vivir, pero no se ha adaptado: ni lo agarrarán envilecido por ninguna forma de conformismo social. Se ha liberado por la vía de una a «ardua lucha interior» y en nombre de ella se ha ganado el derecho a esputar sobre celebros purulentos, y sobre las momias felices y contentas de su propia perdición.

-XL-

SOBRE «SUICIDIOS» E «INMACULADO»

«En estas ficciones de Alberto JIMÉNEZ URE existe un retorno hacia las tensas reflexiones que habitan al filósofo, pero sumidas en la zozobra cotidiana del ciudadano actual»

Por Mauricio NAVIA A.

Dos títulos sorprendentes, y casi simultáneos, acaban de sucederse en el medio literario. Crudos, irreverentes, despreciados en sí mismos, salen a turbar la plácida tez de nuestras letras (saturadas de «letras» antes que de «conceptos» y «sentidos»). La virulencia pasmosa con que se lanzan contra el discurso literario establecido (así sean los trajinados intentos «experimentales») los colocan en una nueva dimensión literaria: extremista, pero reflexiva. Suicidios es el primero de ellos, que abre la esperada colección literaria de la Dirección de Cultura y Extensión de la ULA (digno y elegantemente plasmado, aparece a la altura de cualquier buena editorial española). Inmaculado, el segundo, publicado por Monte Ávila; breve, pero intenso.

En estas ficciones de Alberto JIMÉNEZ URE existe un retorno hacia las tensas reflexiones que habitan al filósofo, pero sumidas en la zozobra cotidiana del ciudadano actual. Vertiendo categorías metafísicas sobre las sensibilidades de personajes «lógicamente» desesperados, estructurando conceptos y confrontándolos con temerarias situaciones, JIMÉNEZ URE hace de la literatura un intento pujante hacia la Filosofía. Los dilemas, y las preguntas extremas que conmueven la actividad filosófica, son tocados con sagacidad e irreverencia: sin miedo al vértigo de sus consecuencias. Con fluida sagacidad, pero, sobre todo, colocadas con acierto y rigor en las estructuras circulares de sus ficciones.

Encontrar las definitivas influencias de BORGES o PLATÓN, de SARTRE o KAFKA, de IONESCO o BECKET en los cuentos de JIMÉNEZ URE, es tarea, por obvia, absurda. Hay un rasgo subterráneo en estos gélidos y devastados horizontes que contornean su narrativa: es el humor. Un humor cruel, que se mofa del absurdo mismo, que burla, sin compasión, la lógica de los razonamientos: que asesta golpes imprevistos a las expectativas del lector, que, incluso, se ironiza a sí mismo, es decir, a la inteligencia que estructura la narrativa. Todo un humor que trata de abatir la normalidad establecida, de romper la dimensión estética prevaleciente tanto en el pensamiento como en el sentimiento (JIMÉNEZ URE se acusa «de derecha», aunque parece más saludable acusarlo con su propio adjetivo: «anarquista»).

El humor negro filtra sus feroces ficciones fantásticas y sus delirantes juegos ontológicos, oscilando en un movimiento pendular: entre lo absurdo y el hilo conductor de sus narraciones, profundas e inteligentes. Lo insólito y lo reflexivo colidan en él con lo «demoníaco», con lo «dantesco», pero concluye sutilmente en el humor, puntual en sus cuentos breves.

JIMÉNEZ URE habla, constantemente, al lector: no lo pierde de vista, aunque descomponga la cronología lineal a través de compulsivos monólogos o crispando la sintaxis misma. Una pasión, propia de todo espíritu con la tendencia a lo abstracto, se reitera en ambos textos. La pasión de sustantivos conceptos dándoles vida y autonomía propia, pero, también, dándoles una fuerza satánica de destrucción, un ímpetu apologético por lo «maldito». Las ideas platónicas descienden del «Topus-Uranus» para desolar, implacables, el hábitat cotidiano de los personajes. Todo sucede en dimensiones vacías, en «paisajes sin notas», donde la musicalidad es sólo pensada por seres agobiados en reflexiones suicidas.

La obsesiva cercanía de la muerte se hace, como un LAUTREAMONT, fría y cruda, pero amorosa. Se la ama, se la desea y se la exalta. Ella marca la melodía, el «tempo» de las narraciones. Las intempestivas conmociones eróticas son tratadas con frío desdén, digno de un a-moralista situado «más allá del Bien y del Mal». Lo central, la obsesión, lo que empuja a la locura y el delirio, es el suicidio (término extremo de la libertad) y la muerte que ya no juega ajedrez sino béisbol en los campos petroleros. Las ficciones de JIMÉNEZ URE se presentan como una de las más interesantes aperturas hacia una literatura renovadora y universal.

-XLI-

LAS CONVERSACIONES DEL INQUISIDOR JIMÉNEZ URE

(SOBRE SU LIBRO «INQUISICIONES»)

«JIMÉNEZ URE, al igual que Heráclito DE EFESO, siente rechazo hacia la validación del criterio de las mayorías fundamentado en el sólo mérito de pertenecer a las mayorías, obviando la verdad o el error del asunto. Por eso lo encontraremos investido de «anticomunista» antagonizando con la chusma intelectualosa y otras veces desafiando a mafias literarias»

Por Carlos DANÉZ

Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor de ficciones de enorme capacidad discursiva. Sus narraciones, cuentos y novelas, son continuamente buscadas tanto por lectores jóvenes como veteranos. Al transcurrir las primeras líneas de sus fantásticas fábulas, que gozan de una patología especial, el lector queda irremediablemente atrapado por este autor (nacido en Tía Juana, Estado Zulia, 1952) que juega hábilmente con lo que S. T. COLERIDGE consideró «[…] la Imaginación Tercera o Fantasía […]», dándole a ésta el valor universal del arquetipo surgido desde su origen. No por escribir ficciones literarias es conocido como polémico, cuestión que le debe a premeditados pero valientes artículos de prensa (publicados en El Nacional, El Universal, Frontera, Correo de Los Andes, El Tiempo de Bogotá). Digo, a título personal, que no siempre he compartido sus aseveraciones, pero, sin embargo, reconozco mi simpatía por sus posiciones enfrentadas a snobismos políticos y literarios.

JIMÉNEZ URE, al igual que Heráclito DE EFESO, siente rechazo hacia la validación del criterio de las mayorías fundamentado en el sólo «mérito» de pertenecer a las «mayorías», obviando la verdad o el error del asunto. Por eso lo encontraremos investido de «anticomunista» antagonizando con la «chusma intelectualosa» y otras veces desafiando a «mafias literarias». Muchos recordarán cuando, de manera valiente, enfrentó al famoso Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ provocando la ira de incautos afiliados al bando del «Boom de la Literatura Latinoamericana». En realidad, Alberto, a diferencia de un simple provocador, es un intelectual de reforzado sentido moral: así se deduce de un justiciero-obsesivo en sus puntos de vista y dotado (tanto en el plano imaginativo como ideológico) de una agudeza comparable con la del Marqués DE SADE.

PERIODISMO INQUISITIVO

A JIMÉNEZ URE la Universidad de Los Andes acaba de publicarle Inquisiciones (Conversaciones con políticos, académicos e intelectuales, 1992). Según él, «[…] La inquisición periodística es contrario a la entrevista fría o parca porque logra que los personajes se manifiesten más profundamente […]». Luego asevera:

«[…] Mi libro Inquisiciones responde más a una rigurosa que no arbitraria selección de mis trabajos literarios más discutidos. Aparecieron a final de la Década de los Años 80 y principios de los 90, cuando Venezuela experimentaba las peores debacles de su Historia Democrática: fundamentalmente las financieras, políticas, éticas, morales y educativas […]»

Yo definiría a estas «inquisiciones periodísticas» como entrevistas donde las atmósferas son narrativas: muestran la densidad y profundidad que el entrevistado pareciera no querer revelar mediante el discurso. Notamos, en el desarrollo de estos textos periodísticos, que «El Inquisidor» mantiene cierto tono ideológico cuando pregunta: no necesariamente estereotipado. Una vez, José Manuel BRICEÑO GUERRERO me dijo que «[…] JIMÉNEZ URE es un fascista en el mejor sentido de la palabra […]». Esa inferencia de nuestro filósofo, por antonomasia, podría ser abordada de un modo deductivo o bien comprendida por la sensación que contiene.

En algunos aspectos, la situación política inmediata de Venezuela (1988-1991) que hila el texto de estas conversaciones ha variado. Se puede observar en los entrevistados que citaré: Carlos Andrés PÉREZ, Néstor LÓPEZ RODRÍGUEZ, Sofía ÍMBER, Guillermo MORÓN, Felipe PACHANO RIVERA, Denzil ROMERO, Luis VELÁSQUEZ ALVARAY, José MENDOZA ANGULO, Oswaldo TREJO, Jesús SERRA, Manuel DE LA FUENTE, Francisco RIVERA, Andrés Eloy LEÓN ROJAS y Antonio Luis CÁRDENAS. Todos debaten con «El Inquisidor» frente a motivaciones e intereses del inmediatismo. No por lo cual sus declaraciones perderán vigencia. Estas «inquisiciones» son documentos que permiten revisar el pasado e impiden la pérdida de la memoria en la Nación Venezolana.

CATÁRSIS HISTÓRICA

Siguiendo el curso del ardiente material inquisitorial, descubriremos que no es posible mantener distancia. Lo aquí expresado inflama al más descomprometido entre los investigadores de la realidad, quien será conducido a otros ámbitos desconocidos del fuego donde se queman los folios del desacierto nacional. Alberto JIMÉNEZ URE revela estos ámbitos ocultos en la huidiza ilusión del tiempo para que el lector, en un trascendente acto de «catarsis histórica», los confronte con el presente.

Las acertadas opiniones conservan su autenticidad en el curso del tiempo, y las fallidas inmediatamente evidencian su error. El acierto trasciende el estado temporal. Parménides, en su Discurso del Ser, diferencia las opiniones sobre la verdad: «[…] La «verdad» convierte a los humanos en seres extraordinarios, pues tiene una medida que dista de los hombres; por el contrario, las opiniones nos contradicen»

Estos documentos están conformados por opiniones vividas, experimentadas y probadas, luego algunas de ellas (obedeciendo a su naturaleza) exhiben contradicciones ante sucesos que no pierden actualidad, como la siguiente de Manuel DE LA FUENTE: «[…] Pienso que quien pretenda ser buen escultor tiene que olvidarse de otros asuntos. He conocido pocos artistas que hayan ejercido funciones en los gobiernos sin perjuicio de sus obras […]»

Inquisiciones es un grandioso espectáculo periodístico donde el lector asiste al entretejimiento de opiniones. Da cuenta de cómo los hechos actúan y viven en otros hechos, lo que se declara resuena fijando su tiempo en el registro histórico. Luego, el tratamiento dado por un sutil escritor de ficciones convierte este archivo histórico en una obra de arte. Leamos destacadas frases de algunos de los entrevistados: «[…] Las grandes obras parten y han surgido de esfuerzos individuales. Usar la Literatura como instrumento para el logro de recompensas extra-literarias es una forma de oportunismo tan execrable como cualquier otro […]» (Denzil ROMERO) «[…] Yo he podido percibir el reclamo de talentos ignorados o excluidos de la vida universitaria, personas que son más respetadas fuera de la universidad y hasta en el exterior. La Universidad ha fallado también en el objetivo de ser la Conciencia Crítica de la Nación» […] (Antonio Luis CÁRDENAS) «[…] Aunque hay grupos que se aprovechan de la autonomía con propósitos no siempre institucionales, también es cierto que, de no haber existido ese mecanismo, otros sectores igualmente inescrupulosos (como los cuerpos represivos) habrían vulnerado los intereses políticos y académicos de la universidad. La autonomía nos ha servido para mantener una actitud crítica ante la comunidad regional y nacional, y es imprescindible para la búsqueda de mejores logros […]» «[…] La liquidación del populismo que, con tanto esmero fue cultivando la universidad por más de cuatro lustros, utilizando para ello, sin muchos miramientos, el presupuesto, y la política de favores personales y retaliaciones ejecutadas sin contemplación, se inscriben en la dialéctica de la institución […]» «[…] Me sentiría impotente para entregar libros con temas pre-establecidos, y realizados con ficheros en mano. Me siento incapaz de entregar, ni cada dos años, volúmenes de 500 páginas cada uno, sobre lo Humano y Divino. Yo escribo como consecuencia de esa imposibilidad» (Oswaldo TREJO)

-XLII-

ALBERTO JIMÉNEZ URE: TEMÁTICA, ESCRITURA Y ACTITUD

«La infracción de la normalidad no es una protesta anárquica, sino tensión constante hacia la afirmación de su presencia. Hay rigor de la prosa, como ya lo hemos dicho. Más allá de su talento y cultura, ésta excelencia es precautelar, para decirlo con un venezolanismo forense. Él no puede ofrecer blancos vulnerables, no se lo permite dado que se interna en «terrenos prohibidos» al voltear cada página, necesita eliminar de antemano las críticas de tipo normativo y externo formal. Un examen exhaustivo extendería estos comentarios más allá de lo tolerable»

Por Juan Antonio VASCO

En Venezuela se renuevan rápidamente las generaciones literarias. Para limitarnos a dos géneros, siempre están retoñando poetas jóvenes y narradores. Mientras otros alcanzan la primera sazón, una jornada previa se consagra –como conjunto- aunque algunos integrantes naufraguen. Una cuarta falange reúne a los creadores plenamente granados y, como telón de fondo, se encuentran los clásicos vivientes. Alberto JIMÉNEZ URE (n. en Tía Juana, Edo. Zulia, Venezuela, 1952) está en su quinta colección narrativa, ya integrando la hueste que inicia la maduración. Su libro Suicidios («Universidad de Los Andes», 1982) contiene, y no por primera vez, un arte poético explícito. Los sitios donde se manifiesta son el Pórtico (p. 07) y el Post-Scriptum (pp. 167-169)

Habla de la poda como norma estilística. La veremos aplicada en todas sus páginas. Tan ceñido como lo fueron Julio CÉSAR, Baltasar GRACIÁN y Ramos SUCRE. Es, prácticamente, imposible resumirlo y él mismo dice que procura la mínima expresión cuantitativa. Enuncia, en relación con tal norma, una característica personal: el placer de destruir la mitad de lo escrito. Y otra de sus modalidades, radicalmente estilística, es la de evitar repetirse. Aludir a los antecedentes o influencias puede ser recurso de relleno, pero admitámoslo como propensión del lector: cuando dice hacedor y luego ficciones pensamos en BORGES. Sin embargo, no es el anciano escritor argentino donde JIMÉNEZ URE ha encontrado ejemplos para su temática bipartida, que ayunta manifestaciones crudamente confesionales: médicas o psicosociales, con la ingeniosa construcción de tramas narrativas. Llamo confesionales a los aspectos necrófilos, sádicos, escatológicos, onanistas. Mientras tanto, la prosa despojada de todo barroquismo (y también de todo folklorismo o viso nacionalista) dice historias cuyos finales sorprenden: formula peripecias que se apartan de la escritura lineal y producen, por antítesis, mudanzas temporales, funcionamientos fantásticos. Gran placer para el destinatario, en este caso un lector-comentador que ha seguido la evolución de JIMÉNEZ URE. En un punto disentiremos: cuando habla de «forma corriente» y «contenidos inusitados». No he descubierto la fusión del qué y el cómo. Para la tarea de disección puede ayudar separarlos como método, sin otorgar a la dicotomía entidad ontológica.

En referencia que podríamos llamar biográfica, dice el autor (p. 167 y s.) que no empezó a escribir por obsesión sino porque, desde niño, «[…] se complacía en reflexionar […]». También experimentaba el suceso creador cuando la meditación cuajaba en un hecho inédito, limitado todavía a su fuero interno. Pronto le daría forma comunicable puesto que escribió su primer cuento a los 9 años. Notemos, de paso, que no fue su primer poema: sino su primera pieza narrativa. Desde aquella infancia, el Arte de la Palabra (expresada en el relato) integra su personalidad. Aprecia el rigor y el sonido, la sugerencia sin esfuerzo de la prosa bajo el amparo de la vocación.

La ideología confesada en el epílogo tiende al Anarquismo: propicia un mundo «[…] emancipado de leyes y de gobiernos, porque sin las leyes desaparecen los infractores […]». Mientras los códigos existen para esperar a un culpable, la escritura es Don de Dios. No niega la propia ignorancia y tacha de todos los hombres que se confunden al caminar por el cielo: practicar la metempsicosis, viajar por lejanos sistemas planetarios, intentar explicarse el origen de la vida. Encontramos aquí un recurso a la función sibilina de la Creación, mechado con facultades fantásticas reconocidas en el hombre-escritor. Me parece una fantasía deliberada más que el torrente asociativo de los surrealistas, aunque también beba de esas aguas en algunas páginas.

SHOPENHAUER, HEIDEGGER, HEGEL, SPINOZA, PLATÓN, DESCARTES, COPI y HERÁCLITO han gravitado en su formación hasta volvérseles extensivos: aunque ya no caminen sobre la Tierra. La muerte «[…] no es la verdad absoluta; sólo puede predicarse tal atribución del suicidio y de la náusea precedente, síntoma de vida plena […]». El lector asocia éstos pensamientos con el Existencialismo, y no sólo porque se hable de náusea, sino porque se la presenta como componente de la vida plena, preludiando el suicidio. Queda esclarecido el título del libro. Echemos ahora un vistazo a cuatro o cinco relatos.

En Juddiee (pp. 11-13) comienza empleando el recurso conocido de relatar una historia de otro. Por eso anuncia: «[…] Narraré una impostura […]». La fuente de la fábula es su «abuelo», también escritor. JIMÉNEZ URE se tacha, consecuentemente, de plagiario. Pero, todo esto sucede en el ámbito de la escritura ya que el escritor funciona trasmutado en sujeto del relato. El abordaje del discurso empieza en la primera línea. El «Yo» sujeto de la ficción abandonó los estudios universitarios que llevaba a cabo en Norteamérica, más inclinado a la Filosofía que la Comunicación Social, e impelido de una vez por la claustrofobia: la inversión del Conductismo y una presunta autosuficiencia.

Era el Año 1951. En el avión que lo lleva de regreso a Venezuela piensa en su prima Juddiee con imágenes donde relumbran, explícitamente, las desnudeces de la joven. Tangencia con la que llaman «Realismo», hasta la confesión de la propia respuesta corporal, a esas imágenes voluptuosas. Sobreviene el clímax y recomienza el deseo, pensado como angustia metafísica que precipita la descarga precoz: vuelve el deseo inextinguible, desesperante.

El relato sigue en Mérida, donde se entera que Juddiee ha muerto. Detalle lujoso, tal vez simbolista: una esclava trae el té. Luego, en la visita al sepulcro, el desenfreno necrófilo. Vuelve a nuestra memoria aquél «Homenaje a la Necrofilia» que ejecutó Carlos CONTRAMAESTRE bajo El Techo de la Ballena. En un tiempo virtual más cercano, JIMÉNEZ URE condena a la Moral: así como RIMBAUD manifiesta: «[…] Hoy día sé saludar a la belleza […]». El lector piensa también en el Conde de LAUTREMONT. Y no se trata que señale influencias. La asociación parece impuesta por algunas ferocidades de los relatos. En este joven autor confluyen numerosos antecedentes: de ellos brota su plena originalidad.

Sin que obste lo dicho sobre el no-folklorismo del autor, el Mito del Ocioso (pp. 18-19) se sitúa en una población petrolera abandonada. La visión de Tía Juana reverbera con el sol del S. XXI. El solitario personaje de estos enunciados ejecuta un acto onanista, proponiendo la antítesis entre su producción y la del pozo, sugerente, infecunda. De su breve manantial biológico brotan criaturas humanas, rascacielos, automóviles, «smog»: en suma, la cultura industrial del S. XX que éste preciosista abrevia en notas apuntadas sobre una laminilla de oro. Adviértase que el salto se da hacia atrás, mientras el taumaturgo exclama «[…] Saltad, hijos míos: sentencio que seáis mi imagen y semejanza […]». Rescritura de las escrituras.

Como sucede en la poesía del sobresaliente Juan CALZADILLA, el autor de Suicidios suele desdoblarse. Así ocurre en El Hotel (pp. 83-86). Trama de joven maestro donde la estructura y sus elementos inter-juegan mientras se «desfasan» los tiempos y lugares. El autor describe la llegada de Gustavonovof al albergue pueblerino. Un palíndromo, recurso renovado, invierte el primer párrafo instalándose como segundo. Inesperado, pero potencialmente amenazador, un agente de policía indica al hotel adecuado, actitud a la que reacciona este personaje de nombre eslavo adoptando la posición de «firme». Por un carril paralelo se mueve el sujeto-narrador, alojado en habitación cómoda, húmeda, fría, de mohosas paredes. Aprecia el baño caliente, se desliza desnudo en la cama, atiende a su deseo inextinguible, señalando «[…] que los estoicos tienen por inteligente al hombre que de tal modo combate el hastío […]». Otra característica constante de JIMÉNEZ URE se muestra en el paisaje anotado: cultura vasta, incorporada a manera de órgano propio. Cuando despierte de su siesta revelará el morral –antes atribuido al forastero- del cual saca su arma. Pasamos de Gustavonovof a «Yo», el narrador, por cuyos ojos vemos que sale sangre del cuarto contiguo, deslizándose bajo la puerta. Un tiro suena minutos después. Acude gente mientras se oye el disparo, hablan con «Yo», el sujeto del relato. Llaman al cuarto contiguo comprobando que el forastero está allí, extrañado por la alarma. Se repite la ocurrencia y Gustavonovof replica a su extrañeza con una frase irracionalista, que también define a JIMÉNEZ URE: «[…] ¿Necesita entenderlo todo para sobrevivir? […]». A la tercera detonación ingresa en el propio cuarto, encuentra dos cadáveres en su cama. Aquí aparece una clave que liga al «Yo»-narrador con el forastero. En efecto, como se vio antes, nos enteramos que tiene un morral en cuyo interior un cuchillo. Desposta a los muertos, sale al campo y lanza morral y cuchillo al primer abismo que encuentra.

A continuación introduce otro «destiempo» y otro desplazamiento porque, transcurrido un año, hallándose en HOUSTON, entra en el cuarto del hotel y encuentra el periódico cuya primera plana despliega la noticia del doble asesinato. Lo estremece la llegada de la policía, pero es una falsa alarma: el agente viene a entregarle su pasaporte, olvidado en el aeropuerto. Frío en la extremidad final de conducto digestivo, helado sudor en la frente. Por la ventana ve el auto-patrulla. Aquél forastero de apellido esclavo está sentado en el techo. Por un instante se cruzan las miradas, se reconocen; luego el compañero monta en el carro y huye sin los otros. El autor escindido: relator y personaje.

El Lisiado (pp. 35-37) comienza con la manifestación tautológica de que la lluvia es infrecuente cuando brilla el sol. Establece correspondencias entre felicidad y frío, ira y calor. No es el lugar común lo que atrapa a JIMÉNEZ URE. La equiparación de «ira» con «calor» está disponible en toda la historia de la Literatura, pero el frío vivido como felicidad es una constante individual. El ser que titula esta pieza, baldado y sordomudo a la vez, sin que carezca de potencialidades productivas, puesto que un chileno lo explota, le quita el pan y lo come mientras el lisiado mima la masticación provocando la risa de algunos espectadores. También ríe el chileno con una risita que se describe como afeminada. Detalle muy propio del venezolano: que le suene homosexual el habla suave, tierna, de los chilenos. Peculiaridad que de ningún modo amengua la condición viril.

El inválido no canta por temor que insulten a su madre, en cuyo caso mataría al ofensor. Uno del corrillo, el que preguntó por qué no cantaba, lo escupe. La escena es repugnante y dolorosa, nos dice el autor. Y asevera que «[…] se aprende a querer a las personas, aun cuando sean piltrafas […]». El tullido da un salto, arremete con un bastón, lanza golpes contra el grupo. Se reúnen la situación límite, rota por la sorpresa de lo inesperado, con el razonamiento caritativo. Ya podemos atrevernos a un diagnóstico que atañe al hombre y al escritor. Pareciera que Alberto JIMÉNEZ URE hubiese estado en la cárcel de sí mismo. La ocultación e inmovilidad provocan la reacción antitética, lo mueven para que salte fuera, péndulo y contrapunto. La externalización no lo sacia. Al sentir los límites de su enfrentamiento con el mundo, exacerba los esfuerzos. La misma batalla da cauce a su escritura, extremosa porque intenta hacerla notoria.

La infracción de la normalidad no es una protesta anárquica, sino tensión constante hacia la afirmación de su presencia. Hay rigor de la prosa, como ya lo hemos dicho. Más allá de su talento y cultura, ésta excelencia es precautelar, para decirlo con un venezolanismo forense. Él no puede ofrecer blancos vulnerables, no se lo permite dado que se interna en «terrenos prohibidos» al voltear cada página, necesita eliminar de antemano las críticas de tipo normativo y externo formal. Un examen exhaustivo extendería estos comentarios más allá de lo tolerable. Pero, no podemos silenciar otras riquezas de su instrumental, la magia simpática. Por ejemplo: cuando el chileno come provoca la masticación del lisiado. Y, también, los detalles que he calificado de simbolistas o preciosistas: la esclava que trae el té, la escritura sobre laminilla de oro. Y toda la saña y desprecio con que se trata fóbicamente a sí mismo por intermedio de los otros (véase cómo gira de pronto 180 grados cuando predica la posibilidad de amar al prójimo aunque sea repugnante)

El Escritor (pp. 141-143) ya cerca del final del libro, resume muchos rasgos del autor, algunos ya referidos. Comienza con un impresionante despliegue de conducta infractora, ejecutada en plena calle con o contra una mujer que sirve de objeto. Pero los viandantes no advierten este comportamiento extremoso, pasan sin verlo: «[…] ellos son como piedras […]». El hombre y el escritor necesitan imponerse a la percepción ajena. Dejemos al primero, ya que este lector no tiene jurisdicción sobre la persona, sino, a lo sumo, sobre el escritor.

Comienza presentándose como violador. A la hora en que se establece la penumbra vespertina el escritor despierta de la pesadilla y se acerca a la ventana de su décimo piso. Suena la campanilla de la puerta y abre. «El Visitante», sin entrar, le muestra una fotografía: es la mujer del sueño. Presa de náuseas, cierra la puerta. Convulsionando, arroja una comida indigesta de dos días antes. El líquido sale debajo de la puerta. De nuevo el timbre porque «El Visitante» necesita interrogar al «Violador-Escritor». El «Yo» del relato querría insultarlo, le faltan fuerzas, sólo murmura: «[…] Déjame en paz […]». Reconoce en el presunto polizonte al asno de su última novela. Mientras el inoportuno esgrime una pistola, el escritor corre a su mesa. Pregunta «El Visitante» si busca un manuscrito, mostrándoselo con una mano mientras en la otra brilla el arma de fuego. El Escritor, en efecto, procura echar mano a los papeles, pero «El Visitante», temeroso de ser borrado, lanza las cartillas al piso. El «Yo»-relator busca frenéticamente la página del asno. Está a punto de borrarlo cuando su enemigo dispara. Suprimiendo al autor se aniquila a sí mismo.

Retorno al Post-Scriptum para notificarlos de algunas características auto-observadas por JIMÉNEZ URE. Está en su meta la construcción narrativa de un mundo que estimule la meditación; sus actos deberán aportar nociones a esta filosofía y su discurso anudará sus conclusiones en epifonemas, ese remate del enunciado que se practica en la Literatura desde hace unos largos veinte siglos. No ha caído al pasar a los predios de la Literatura, ni su vocación infante echó brotes silvestres. Tampoco se agota en cultura ni en la presa puesta sobre sus argumentos como piel sobre carne: una percepción original del mundo queda bien resumida así: «[…] Soy enemigo de la ficción: aquélla que se presenta al mundo tal cual nuestros ojos la ven […]» Aserto cuyo análisis conducirá al debate sobre ficción, realismo, realidad. Y corrobora la insurgencia contra cualquier mimetismo subordinante. Se siente humilde y feliz en la circunscripción de la Escritura porque «[…] nada es más importante que el pensamiento […]». Lejos del vértigo común, teme a lo finito. Vale decir que tropieza con la circunstancia, muralla contra la cual empeña fervor y esfuerzo. Ya hemos visto y las palabras precedentes lo confirman: vive lanzándose fuera de sí mismo en la más clara dimensión fisiológica con el indisoluble paralelo mental y literario. Lo finito rechaza cada una de sus extroversiones, vuelve a empujárselas dentro, recarga los resortes que repetirán el disparo. Equilibrio inestable que en su máxima comprensión explica el latido de todo organismo viviente. Entre muchos escepticismos, cree en la Palabra y «[…] en la perfección que le da un minuto de libertad absoluta […]»

-XLIII-

«LA NARRATIVA DE JIMÉNEZ URE O UNA AVENTURA PARA EL SER SONÁMBULO»

«Yo me identifico, a menudo, con otra persona que no me revela su nombre ni facciones. Entre dicha persona y yo, ambos extrañamente rencorosos, reina la beatitud y crueldad. Nos amamos y nos degollados. Somos dolientes y pequeños. En nuestros lechos hay una iguana, una rosa mustia (para los días de lluvia) y gatos sonámbulos que antaño pasaron sobre los tejados»

(Juan SÁNCHEZ PELÁEZ en Animal de Costumbres)

Por José Napoleón OROPEZA

Una tarde calurosa de Octubre de 1982, mientras revisaba los manuscritos de cuentos y novelas de un concurso organizado por «Monte Ávila Editores» para autores inéditos, conseguí un fajo de papeles poblados de caballos de luces, ahorcados que no terminaban de anudar la soga, pájaros y fantasmas errabundos que atravesaban épocas y espacios de luz dejando en el viento un rumor de hojas de oro, destellos fulgurantes y, luego, un espeso silencio. Una y otra vez volví a sus páginas. Dejé el libro. Tomé otro: pero el destello del manantial de luz de las páginas del libro Suicidios siguió atrayéndome.

No fue difícil descubrir que en el mismo concurso había dos libros de un mismo autor: Inmaculado creaba otra zona de duendes que habitaban por igual el día y la noche, blanco y negro en su naturaleza seductora por la sencillez de una prosa de un único origen, un solo sello. Escritos con un lenguaje de hinchazones o retorcimientos, ambos libros deberían provenir de un mismo autor.

De hechizo en hechizo fui descubriendo un mundo surreal donde el tiempo era abolido para crearnos la ilusión de estar viviendo un único universo en el presente, desde la lectura y convivencias con atmósferas extrañas en las que las palabras, con nitidez, creaban laberintos transparentes pese al humor negro y surreal que acercaban o alejabas las imágenes y rostros reflejados. Como los duendes, la zona del relato huía y regresaba bajo el relieve de hojas crepitantes, secas y vidrios destrozados sobre los que repentinamente surgía, reveladora, la imagen de un cochino, de un muerto o de una ventana.

Transitando tales incertidumbres pero apegado a los resplandores, supe más tarde que los relatos pertenecían a Alberto JIMÉNEZ URE: un narrador muy joven. En el momento en el que Salvador GARMENDIA, Gustavo Luis CARRERA y el autor de esta nota, como integrantes del jurado que habría de otorgar el premio de «Monte Ávila Editores» se disponían a dictaminar a favor de Suicidios y a destacar, igualmente, los valores intrínsecos en los relatos del libro Inmaculado, fuimos enterados de la publicación de ambos. Tales eventualidades nos impidió, por razones legales, otorgarle el premio a Suicidios. Tuvimos, entonces, que declarar desierto el premio, haciendo constar que nuestro voto hubiera sido, unánime, para Suicidios.

Volví al texto dos semanas después, al recibirlo publicado por la Universidad de Los Andes. De nuevo me agarró su prosa límpida y exacta en su expresión, ajustada a los propósitos de un narrador atento a una obsesiva idea, a un claro propósito aunador del clima y de la atmósfera: «[…] El relato debe tener rigurosidad y, bajo el influjo de la libertad absoluta, sonido. Debe brotar como un manantial, límpido, sin el obstáculo del esfuerzo ciego […]»

Tal propósito no sólo se evidencia en la escritura del narrador sino en la propia materia del relato, en la naturaleza que adquiere la narración. Lo primero que advertimos en la prosa es la clara intención del narrador de presentar un mundo ambiguo, proclive a un interrogarse a sí mismo a partir de la atmósfera poética de una narración que combina, con tales propósitos, elementos de la Cultura y el paisaje de Los Andes y de la Región Zuliana como excusas para lograr lo que parece ser la intención fundamental de JIMÉNEZ URE: crear un espacio para la indagación de mundos reales, convirtiendo el mundo en posibilidad de reflexión filosófica (o, si se quiere, indagación poética de un posible «mundo real»). Pero la intención no se nos ofrece forzada ni obligada.

La prosa de JIMÉNEZ URE alcanza tal destino por la rigurosidad con la que está trabajada y porque en sus atmósferas hay mucha poesía: hay la persuasión que exige el arte de contar y el encanto, el hechizo alcanzado con el empleo de la palabra justa, adecuada a un clima. Su caso es único en la narrativa joven de este país, tan dada al folklorismo barato, al color local sin mayores esfuerzos mentales y también al retorcimiento del lenguaje, a creer que se es más escritor cuanto más confuso se sea, o si se inventan palabras y se les coloca atropelladamente, sin sentido. O si se fuerza a un adjetivo, a producir verbos para dar la sensación de «que se es barroco o poeta con el lenguaje».

Tales posturas son ajenas al trabajo creador de JIMÉNEZ URE. Su prosa (sin que con esto pequemos de tremendistas en la afirmación) se enlazaría con la fina y acertada de Enrique Bernardo NÚÑEZ, de un Julio GARMENDIA y, recientemente, a la de los primeros trabajos de Ednodio QUINTERO. La palabra narrativa se apoya en el sustantivo, en el escueto uso del adjetivo y en el verbo creador de las atmósferas ambiguas y que encara el revés de un mundo real, deslumbrando la imaginación, mostrándonos el reverso de una aparente transparencia al combinar elementos surrealistas con imágenes que recuerdan en su origen ciertos recursos del Arte Pop. La atmósfera sugiere múltiples ideas y sentidos, la imagen encanta, seduce o repugna. O interpretamos o alucinamos: no hay otras salidas. Porque la escritura crea laberintos y una caja descubre otra y esta otra y otra: no hay permanencia real.

Si algo está presente en el trabajo de JIMÉNEZ URE es la conciencia de que hacer ficción supone algo más que transcribir lo real como se le ve en el momento. Hay mucho que decantar. Mucho de traer desde un pozo hondo, un inconsciente inventado o reinventado, lo que pudo haber sido vivencia. Se reconstruyen entonces elementos reales de una infancia que quedó envuelta en el humo, en las formas huidizas de un paisaje pleno de azufre, de moribundez, de los campos petroleros del Zulia o el mundo neblinoso de Los Andes con sus viejos que buscan al «Niño Jesús» o al escritor que habrá de aniquilarlos antes de soñar o de emprender un primer viaje donde los descubra a todos, montados en un caballo que otea un horizonte de muerte. Algunas aves negras habrán de cruzar el cielo y dejar en su lugar una imagen o una gota de sangre: signos de un «mundo real» a reinventarse mediante el doble juego o contrapunto con la imagen extraída de un universo literario ya creado o de una imagen mítica que vuelve a fundarse a partir de elementos reales de un espacio geográfico específico: de nuestros campos petroleros o Los Andes.

Hemos dicho antes que la ambigüedad signa esta escritura. Tal ambigüedad creadora está no sólo en las atmósferas híbridas construidas por diversas zonas de la realidad que coinciden, al mismo tiempo, en sustantivos o imágenes, sino en las tentaciones que provocan en el lector: éste querrá descifrar una zona última, lograr saber qué existe detrás de un suicidio siempre aplazado. O detrás de la imagen de un cerdo que aparece y reaparece, marcando ocasos y aventuras de los seres que lo ven surgir en la ventana, inadvertido, pero esperando. O detrás de algo tan aparentemente real y casi cotidiano como la «Paradura del Niño Jesús» en Los Andes Venezolanos, a propósito del relato La Paradura, una de las obras maestras del relato en Venezuela.

No sé cuántas veces he leído ese hermoso relato en el que una turba busca al «Niño Jesús». Tomando como imagen inicial una hermosa tradición de Los Andes Venezolanos, el «Día de Reyes», JIMÉNEZ URE construye un cuento donde se manifiestan plenamente las cualidades que animan y fundan su prosa: su simultaneidad de tiempos y espacios reales y míticos, ambigüedad en la atmósfera. El «Niño Jesús» es buscado. Alguien pinta la escena. Un escritor libra una batalla con un niño que desea asesinarlo. ¿Quién busca a quién, quién ha matado al otro? El hacedor de ficciones no nos permitirá estar seguros de nada: nos ha tentado a seguir el viaje y debemos echar de nuevo las cartas, soltarnos como sonámbulos detrás de la noche, encender lámparas en busca del niño: padecer el insomnio de la una vida que nunca fue real sino en el momento en que, fuera de lugar, la imaginamos.

Cuatro libros de relatos (Espectros, 1976; Acertijos, 1979; Inmaculado, 1982; Suicidios, 1982), una novela corta titulada Lucífugo (1982) y otra en preparación integran el importante y poético mundo narrativo de Alberto JIMÉNEZ URE: un escritor nacido en Tía Juana, Estado Zulia, en 1952, a quien admiro desde hace veinte años y cuyos textos releo con devoción, desde que los descubrí una tarde calurosa de Octubre en que inicié la nostalgia de un descubrimiento siempre maravillosamente aplazado, siempre comenzando. Nunca he cesado de girar en busca de un niño que mueve sus brazos intentando apresar la hojilla con la que yo inútilmente trataré de matarlo a él, antes de que los dos seamos buscados por una turba que tocará a las puertas, con encendidas lámparas, tratando de saber quién ha perdido a un niño, quién lo halló, quién lo busca.

Recientemente cayó entre mis manos otro libro poseedor de un signo inequívoco. Sí. La misma procedencia. Un libro titulado simplemente Lucífugo. En él me hundí unas horas, seis días, diez meses, veinte años. Cuando terminé de leer me di cuenta que no había comenzado aún: estaba en una calle, la calle donde comienza la narración, atrapado en la misma vereda poblada de cardones que se transforman en pájaros. Pero ellos aún no partían del sitio donde yo continuaba leyendo, sin advertir que habían transcurrido ocho años y que era Octubre de 1991. Pero en mi cuarto, como en la calle, habitaban los pájaros: no cruzaban el espacio, no salían. Oía su canto. Estuve escuchándolos durante ocho años y me preparaba para oírlos ininterrumpidamente hasta que ellos duraran en la Tierra y pudiera, por fin, entrar a la habitación en la cual una tarde calurosa de Octubre de 1982 alguien se quedó pasmado en la misma habitación, oyéndolos entrar tan pronto se dispuso abrir el libro, el paquete de hojas todavía sin anudar. Pero no tendría tiempo de preguntarme el por qué: duré otros años leyendo los relatos y ello fue suficiente para justificar una existencia en ese cuarto, apegado a tan bellos relatos, condenado a oír tan dulce melodía.

-XLIV-

Lectura del libro «Perversos»

«El auténtico rebelde no admite doctrina política que profesar ni consiente doblegarse por mendrugos, efímera quietud o merecer el perdón de cierta fábula ridícula»

(A. J. U)

«Si BAUDELAIRE dijo que DIDEROT es un autor sanguinario y POE escritor de los nervios», yo digo que JIMÉNEZ URE de la muerte»

(MC)

Por Moisés CÁRDENAS

En la contraportada del libro Perversos («Alfadil Ediciones», 2004) aparece las siguientes palabras que llaman la atención: «[…] Jiménez Ure usa a sus lectores como campo de su experimento narrativo que puebla de monstruosas imágenes […]». Recordé una ocasión cuando interactuaba con Alberto en el «chat» del Facebook, en la cual le dije que «me había inquietado y estimulado el libro». Él respondió: «Siempre que incomode, ilumine, despierte o perturbe las conciencias, la Literatura tendrá sentido». El comentario me dejó pensativo. Entonces, concluí durante mi indagación que la obra jimenezureana, cumple con el designio del genio creador: hacer que el lector encarnice a los personajes de los cuentos.

El autor de Perversos, agita el espíritu y explora el poderoso reino de la mente. Ante el libro sucumben los sentidos del lector: nos trasmite pensamientos buenos o malos. Las experiencias, los deseos, las motivaciones en el lector harán que se identifique o se comporte como los personajes que aparecen en Perversos. El parapsicólogo y profesor Roger LUC MARY sostiene: «[…] El autor que mejor cumple su tarea es aquél que sabe hacerse olvidar del lector para permitirle a éste que se descubra, que se reconozca, a fin de dejarle experimentar sólo su capacidad espiritual […]».

(1984: 62).

Alberto JIMÉNEZ URE no es el escritor «comercial» que escribe para entretener a los lectores. Al contrario, permite que el lector experimente sus capacidades: goce, disfrute y sea parte de él. De ahí mi siguiente afirmación: la escritura de URE es para despertar el animal que llevamos dentro y mirar lo que somos. No es para «pervertirnos», porque nacemos morimos «pervertidos».

Muchos escritores, investigadores y académicos han abordado sus obras. Cada uno especula o afirma lo que cree o considera sobre JIMÉNEZ URE, y seguirán haciéndolo por lo «extraño» de su literatura. Mientras la Humanidad continúe bajo «la fealdad de sus actos», siempre habrá motivos para escribirle «ficciones» que no se alejen de su «verdadera naturaleza».

Enrique PLATA RAMÍREZ afirma: «[…] Leer a Jiménez Ure es abordar lo extraño e interpretar, a la vez, descubrir las distintas variantes de un cosmos único, original […]» (2009: 116).

El libro Perversos es, sin duda, el espejo de nuestra especie, la más horrenda del planeta. Los 48 cuentos recogidos en el libro exponen las angustias de la existencia humana, la ansiedad ante el porvenir y la obligación de nuestro destino por hallar reparos. El escritor mantiene la línea destructiva y de cuestionamientos que se advierte en casi todos sus textos: va más allá de las tramas ficticias, se empecina en demostrar su «tesis» según la cual el Ser Humano debe voluntariamente desaparecer del Universo. De este libro he seleccionado tres cuentos que son interesantes por describir escenas de «horror», «suicidio», «muerte», «sarcasmo», «venganza», «sátira» y el «poder». Todas las mencionadas, «inmanentes al ser pensante».

El cuento Metamorfo, la locura y el suicidio dominan al personaje. Busca la huida en manos de la muerte con planteamientos filosóficos: «[…] basta que el Hombre desee quitarse la vida para que, de hecho, no exista. Yo soy por cuanto me afirmo ante la realidad. Quien auténticamente morir anhela a nada se adhiere […]» (JIMÉNEZ URE, 2004: 52).

El auténtico rebelde no admite doctrina política que profesar ni consiente doblegarse por mendrugos, efímera quietud o merecer el perdón de cierta fábula ridícula –sostuvo JIMÉNEZ URE en uno de sus epifonemas-. Tal vez por eso el Hombre, durante milenios, se ha sentido la especie dominante: la «Razón y el Deicida». De ahí que desate su brutalidad cuando hiere o ajusticia al prójimo, y pocas veces se muestra misericordioso. Si en algún momento lo hiciere no sería por «converso» a determinada creencia religiosa. Pero, los pocos o muchos exterminadores de su propia especie saben que no están exentos.

En ese relato llama la atención el uso del número 11: «[…] regresó con 11 envases llenos y, sentándose frente a su escritorio, […]» (2004: 52). Otra mención que podemos encontrar: «[…] en 11 ocasiones se levantó de la silla para buscar los envases que yacían en el refrigerador […]» (2004: 53).

Se cree que el «11» simboliza un plano de conocimientos y realizaciones. También es el «número de las revelaciones». Pero es probable que en el cuento el 11 tenga que ver con «flagelarse», forma elegida por el personaje para escapar de la existencia. Las 11 ocasiones que se levanta, los intentos de acomodar la soga y el acto de orinar tres veces le causan placer; puede interpretarse como los pasos para encontrarse con la muerte. Aunque para llegar a ella tenga primero que danzarla.

En sociedades caóticas o incesante crisis, los ciudadanos pueden padecer o exhibir los síntomas del suicida: depresiones severas, desquicio y manifestaciones violentas contra el «otro». Es la sociedad de la cual forma parte la que lo incita, porque ella es suicida: […] «-¡calla, desgraciado, y entra sin ruido a la muerte! -le replicó uno de los vecinos que, al parecer y coincidentemente, igual ostentaba extrema embriaguez. ¡Mátate ya y déjanos dormir!» […] (2004: 53).

En el Capítulo 11 del libro bíblico de Juan, el Numero 11 infiere que «la muerte es un sueño». Al leer el capítulo, Lázaro ha muerto y Jesús acude a despertarlo del sueño. Luego, ésta acción da pie para que sus detractores persigan al maestro.

Tal vez el personaje del cuento Metamorfo quiera dormir en la muerte, y no la ve como un padecimiento o algo escalofriante. Quizá el personaje tenga conocimientos, instrucción filosófica sobre lo que significa la muerte. En lugares política y socialmente insufribles, muchos ciudadanos desean morir. Aunque lo piensen, planeen o pretendan infligirse daño para su consecución, el miedo a la «muerte» suele vencer sus propósitos. Es destacable el uso del Número 4 en el cuento: «[…] en el piso 4, Apartamento A-13, rápidamente, respondió uno de los entremetidos: tenga cuidado, está furioso […]» (2004: 53). En otra parte, leemos: «[…] Tienes suerte de que se detenga en el piso 4 […]» (2004: 53).

Los estudiosos en numerología exponen que el Número 4 es «símbolo del orden y los valores, que es signo de lo práctico, la lealtad, la rigidez y la represión». Para los cabalistas, es «orden y autoridad» (Aun WEOR, 1979: 311).

La presencia de gendarmes es símbolo de autoridad, represión y poder: «[…] de inmediato, los gendarmes (tres) desenfundaron sus armas: empujaron con sus pesados cuerpos las rejas y –a balazos-lograron ulteriormente abrir la puerta principal […]» (JIMÉNEZ URE, 2004: 54).

La obra jimenezureana se caracteriza por describir la fuerza en las manos de la autoridad y el poder que ella representa. El accionar de las armas y la manipulación del Hombre mediante su poder es una forma de mostrar su metamorfosis. Al ser humano, cuando se le da poder, se «transforma»: cambia, irreversiblemente, para «bien» o para «mal». Aunque las cantidades de veces sean más para el «Mal». Porque es lo que seduce a «las malditas almas atormentadas que gobiernan la faz de la tierra».

En el cuento El periodista y la policía del tránsito, el personaje Ulises Dellmorall Monagas se siente cautivado por Rosalba (la resguardaleyes). Le expresa su fantasía y anhelo de fornicar con una mujer policía. Él representaría al «pueblo» que siente deseos por la «autoridad», en la figura de una fémina «uniformada». ¿Cuántas veces hemos visto a mujeres sentirse seducidas por hombres con uniformes (militares o policías) sólo porque representarían al «poder». O viceversa, como Ulises Dellmorall Monagas? ¿Cuántos no ansían tener sexo hasta con monjas? Es decir: en el fondo, el Ser Humano es masoquista porque le encanta que la autoridad lo tome y domine. Un «pueblo» inculto es un pueblo vulnerable y propenso a la sumisión. Los «pueblos fantaseosos» son proclives a permitir que los ultrajen. Tarde comprenden que conceden «poder» a violadores. La autoridad es la única que obtiene, metafóricamente, «satisfacciones»:

«[…] En ese instante a ella le sobrevino un orgasmo y pitó tan fuerte que enloqueció al periodista. Él sacó su falo, que ya expelía semen, y le dio un puñetazo en la cara a la bella mujer policía. Rosalba reaccionó de inmediato: con su arma de reglamento, le apuntó en dirección a los testículos y disparó dos veces el enorme revólver […]» (JIMÉNEZ URE, 2004: 68).

Nuestra especie no es fiel en sus actos. Ante ciertos eventos actúa perversamente. Simbólicamente, el «Poder» toma su posición ante sus «amados»: ambos «fornican» y se complacen mutualmente, pero cuando la «autoridad» toca una parte del cuerpo (en este caso el «Estado») y quienes se revelan ante su ejercicio, entonces le son cortados sus «testículos». La cosa es que en lo que va de siglos al ser humano le gusta la perversión: de ahí que tengamos dementes, maniáticos, desalmados, monstruos que emplean la muerte para acabar con el «otro». Mario VARGAS LLOSA dice: «[…] el hombre necesita matar, es un ser predatorio. Comenzó haciéndolo, hace millones de años, porque era la única manera de sobrevivir, de comer, de no ser matado. Y ha seguido haciéndolo siempre, en todas las épocas de su historia, de manera refinada o brutal […]» (2003: 344)

No hay duda que la Especie Humana esta pervertida. En lo que llevamos de existencia, la muerte y destrucción gobiernan: son la autoridad. JIMÉNEZ URE nos transmite, muy bien y a fondo, su videncia. Es un ser trasvasado a otro mundo cuando escribe sus cuentos, por ello su literatura luce «extraña».

El dignatario es un relato satírico. El autor lacera, fustiga, nuevamente, la «autoridad y el poder» como principal fuente de dominación. La que gobierna y cautiva a mentes doblegadas para convertirlas en servidumbre. Aparece la figura del «caudillo», quien controla la sociedad bajo sus propios delirios. El personaje principal del cuento, el «Señor Comándate», obliga comer sus defecaciones a sus seguidores, adherentes políticos y al gabinete de gobierno. JIMÉNEZ URE narra escatológico:

«[…] -Con la cuchara sopera, servirás mis excrementos a los ministros en sus manos. De ese modo, los que conforman el Poder Ejecutivo demostrarán su lealtad a mi proyecto revolucionario […]» (2004: 120). El «Dignatario» describe el bestialismo de un gobernante autoritario prototípico que, en cualquier nación del mundo, ejerza demencialmente el poder y en perjuicio de un pueblo estúpido que lo ovaciona y por él delira. Un gobierno que ejerce su dominio en una ciudad o país como si fuera un cuartel. Sabe que la sociedad postrada a sus pies está idiotizada, y que le place alimentarse con las migajas que da el «Gobierno» sin importarle que sean orines o materia fecal. La mente de un pueblo inculto lo condena a la servidumbre. El «Dignatario» gobierna y folla al «vulgo» que somete a penurias de todo tipo. Porque la perversidad le provoca euforia al «gobernante». JIMÉNEZ URE lo expresa:

«[…] Fue inenarrable la felicidad experimentada por el pueblo cuando ingirió el caldo de las entrañas del poder. El Dignatario de la República Revolucionaria gobernó durante toda su vida y, similar al Mesías, siempre multiplicó su materia fecal para mantener bien alimentado a sus seguidores […]» (2004: 121).

En todo el planeta hay seres que «ofrecen su materia fecal» de forma simbólica mediante el ejercicio de un poder horrendo, y comenten todas sus delirantes acciones tras emitir pintorescas y aplaudidas peroratas. La perversidad gana terreno ante el juicio y controla la razón. El dignatario asemeja al personaje de la novela de Joel D. HIRST, El teniente de San Porfirio. En su trama el poder obliga obedecer: «[…] el gobierno es la fuente de toda autoridad, dice el comandante mientras blande un rifle AK-103 que compró con el dinero de nuestros impuestos para utilizar en nuestra contra» (2013: 230).

La Autoridad, el Poder, la Dominación, usa el Número 04 de forma literal. Ejecuta la posición «sexualmente», monta la existencia. Sabe que la Especie Humana es pervertida. Por los siglos de los siglos, el planeta es controlado por «perversos». Ya Moisés, hacia el año 1473, en las llanuras de Moab, manifestó:

«Déjame ocultar de ellos mi rostro, déjame ver cuál será su fin después. Porque son una generación de perversidad, hijos en quienes no hay fidelidad» (Deuteronomio, 32:20).

Es por eso que a JIMÉNEZ URE le repugna la Especie Humana. En sus obras manifiesta su anhelo por su extinción, planteamiento al cual adhiero: porque, verdaderamente, hemos desequilibrado la existencia, y para volver al orden debemos primero desaparecer. En una entrevista que le hicieran, aparecida por primera vez en el diario Tal Cual (Caracas, Junio 25 de 2009) Alberto JIMÉNEZ URE expresó:

«[…] Bogo por la desaparición no violenta de nuestra fracasada y cruel especie. Es imperativo, urgente, que el llamado Agujero Negro absorba a la materia y todo lo que implica su existencia […]»

Hay mucho por investigar en la estimulante e interesante obra jimenezureana. Mientras el mundo siga siendo caótico habrá motivos suficientes para el estudio, análisis, de la obra literaria de JIMÉNEZ URE: quien pareciera ser un elegido de otro mundo para denunciar y combatir nuestra especie. Si BAUDELAIRE dijo que DIDEROT fue un autor «sanguinario» y POE escritor «de los nervios», yo digo que JIMÉNEZ URE «de la muerte».

[BIBLIOGRAFÍA]

Aun Weor, Samael: Tarot y Cábala. «Asociación Gnóstica de estudios antropológicos y culturales», Ciudad de México, México [1979]

Hirst D, Joel: El Teniente de San Porfirio. «Editorial Grito Sagrado», Buenos Aires, Argentina [2013]

Jiménez Ure, Alberto: Perversos. «Ediciones Alfadil», Caracas, Venezuela

[2004]

Plata Ramírez, Enrique: Las fantasmagorías en Alberto Jiménez Ure. «Ediciones de Bolsillo, Alcaldía de Libertador», Mérida, Venezuela [2009]

Vargas Llosa, Mario: El lenguaje de la pasión. «Ediciones Grupo Santillana», Buenos Aires, Argentina [2003]

-XLV-

«ACIAGO»

«JIMÉNEZ URE siempre ha confrontado en sus escritos una gran proyección filosófica-esencialista; abarca un grado de reflexión que hace coincidir a sus lectores con el hecho de estar ante la presencia de un escultor de vibraciones. Cada palabra utilizada en Aciago es potencia, fuerza, vitalidad; temblor, movimiento»

Por Ramón E. AZÓCAR

Alberto JIMÉNEZ URE (Tía Juana, Edo. Zulia, 1952) se ha constituido -desde 1976- en uno de los escritores más representativos de la Moderna Narrativa Venezolana. No es la prolongación de una generación de autores que puedan identificarse con algún «espectro literario», sino la autonomía intelectual de un escritor que se ha forjado con elementos de la realidad para edificar un mundo de imaginación y superposición de valores.

Una de sus más recientes obras, Aciago (Edición del Rectorado de la Universidad de Los Andes, 1995), es la revelación de un hombre que -a través de la palabra- nos sumerge en un ambiente de esencia y soledad: bajo el estigma de un oficio de escritor que tiene como búsqueda al Universo Fértil. En una palabra, Aciago es una de las fases de sus lucubraciones acerca de la tragedia y soledad en el Hombre.

JIMÉNEZ URE siempre ha confrontado en sus escritos una gran proyección filosófica-esencialista; abarca un grado de reflexión que hace coincidir a sus lectores con el hecho de estar ante la presencia de un escultor de vibraciones. Cada palabra utilizada en Aciago es potencia, fuerza, vitalidad; temblor, movimiento […] Son destellos fulgurantes de reacciones humanas que, al encontrarse atrapadas, no ven otra vía de escape que la de cambiar su influencia externa: que no es más que el Universo Estéril y producto de simulaciones. Podemos sentir esa fuerza acusadora y rebelde en versos como: «[…] Tengo una habitación seca, iluminada, ventilada y limpia:/Un cubículo dotado de todo y de nada./De aparatos electrodomésticos y mecánicos, de papeles y libros./Pero, a la vez, sin cuanto ilimitadamente amo: mis hijas […]» (Ob. cit., p. 9).

En un marco esencialista, JIMÉNEZ URE anuncia su gran batalla: «[…] Dentro de mí se libra una lucha suprema bajo el influjo exterior […]» (Idem., p. 13). ¿Cuál es el influjo exterior para él? -Simplemente, el Universo Estéril; pero, no se trata de buscar definiciones simbólicas al lenguaje jiménez-urerista sino mostrar pequeñas frases que delineen una búsqueda y una lucha por la vida.

El escritor es un creador de universos. La sola atinada reflexión de la palabra involucra decantar quimeras de sensibilidad, en donde la autodefinición y la autoproclamación son la única oratoria que trasciende: «[…] Soy un benévolo sin credencial de hipócritas congregaciones […]» y, mostrando más destellos aún «[…] Es cierto: la Literatura me redimirá» (Ibídem., p. 23)

Ahora bien; JIMÉNEZ URE, como buen enamorado de la sabiduría, deja evidencias de una remarcada voz cartesiana: «[…] Pero, no soy testigo porque no experimenté el instante de mi creación o fecundación» (Cfr., p. 31). Aquí captamos dos secuencias del Empirismo Metodológico: la experiencia y la fecundación, contrastadas con un término («creación») teológico que deja entrever las raíces cristianas del autor.

Se me ha intentado persuadir en relación a que no debo dar importancia a los términos utilizados en la Creación Poética, pero es imposible desligar la palabra huérfana de cualquier preposición o elemento de oración: de ese sentido trascendental que intenta dar el autor. Me decía hace algunos años el maestro y escritor Renato RODRÍGUEZ que quien escribe lo hace para transmitir algo y, en eso, cuando paso de escritor a lector, es en lo que más me fijo para poder comprender el sentido intuitivo de quien edifica un universo literario.

Aciago es la obra de JIMÉNEZ URE que más concentra un mensaje: el Hombre, entre la soledad y la desgracia, busca, afanoso, al Universo Fértil y superior donde los sentimientos abarcarían el infinito de las verdades. Alberto JIMÉNEZ URE ha legado con Aciago una obra que resume un gran llamado: «[…] Pido que me dejen en paz porque he muerto al Universo Estéril» (Supra, p. 35)

-XLVI-

«SUICIDIOS», «LUCÍFUGO», «FACIA» E «INMACULADO»

«[…] Yo, que me precio de haber leído, con inusual fruición literaria, la fecunda obra en marcha de este «reaccionario del pensamiento estético y político», puedo dar fe de su titánico afán por demoler las «fronteras» sutiles que separan artificialmente la Poesía del Ensayo y éste del Cuento o de la Nívola: tal como gustaba llamar a la Novela Don Miguel DE UNAMUNO […]»

(Rafael RATTIA en el diario El Impulso, Barquisimeto, Venezuela, el 19-09-1998)

Por Roberto J. LOVERA DE SOLA

Entre los narradores venezolanos de las últimas promociones, entre los más jóvenes escritores, se destaca con rasgos propios Alberto JIMÉNEZ URE. Seis son los libros que ha publicado. Pretendemos ocuparnos ahora de los últimos cuatro. Dos de ellos, Inmaculado (Monte Ávila Editores, Caracas, 1982) y Suicidios (Universidad de Los Andes, 1982) están formados por narraciones cortas. Lucífugo (Fundacultura, Barquisimeto, 1983) y
Facia (Damocles Editores, 1984) son breves: denominadas «noveletas» por el autor.

Al entrar en los universos ficticios de JIMÉNEZ URE se imponen algunas consideraciones: no puede quien se enfrente a sus libros soslayar, dejar de lado, pasar por encima de su contendiente posición crítica sobre nuestra literatura. Alberto es uno de los pocos heterodoxos en estos días de poca rebeldía en nuestras letras. De ahí sus constantes cuestionamientos. Juicios que, en su caso, están cargados de beligerancia e ironía. Este joven creador posee, también, una sólida instrucción filosófica que asoma en forma importante en sus escritos imaginativos (nació en Tía Juana, Edo. Zulia, 1952. Ha estado ligado a la vida cultural larense, pero reside, desde hace casi una década, en Mérida). De ahí que no sean casuales confesiones suyas como ésta: «[…] Advierto al lector mi intención de distraer con cuentos pocos innovadores en forma e inusitados en contenido. No soy experimentalista cuando narro, ni textualista o buceador de técnicas: sólo obedezco a lo que creo infalible en la prosa […]» (p. 08 de Suicidios). Prefiere escribir relatos que casi siempre implican una reflexión o incitan a ella (p. 167 de ob. Cit.).

Inmaculado, Suicidios y facia, si bien constituyen diversos momentos de su proceso escritural, tienen un denominador común que los une: la inquietud filosófica, las interrogantes sobre la condición humana que subyace en ellos. Son textos fantásticos en los cuales desarrolla anécdotas antecedidas por observaciones personales o epilogadas con lucubraciones sobre el acto de escribir, cosa que también lo distingue entre la mayoría de nuestros narradores casi nunca inclinados a meditaciones autobiográficas sobre sus trabajos.

Claro está que, en el interior de los cauces que ha dado a sus escritos, JIMÉNEZ URE se ha propuesto romper los moldes del «Realismo» en la Ficción Venezolana. De la misma forma, sus planteamientos están, por momentos, muy cercanos a la «Literatura del Absurdo»: pero, no porque se haya propuesto seguir a los maestros de esa tendencia sino porque absurda es la época. Por esa vía es atrapada por este sensible creador. Así lo podemos observar en cada uno de los volúmenes que comentamos.

En Inmaculado, utilizando un humor negro y despiadado, sin salidas posibles, busca lo que denomina «el revés» (p. 08): lo que está detrás. En una de las historias un personaje irrespeta a sus padres, pone de manifiesto lo cobardes que son, considera «[…] que el infortunio conyugal era el precio de mi riqueza […]» (p. 25). U otro dice: «[…] Enloquecido quizá, me zumbé sobre ellos. Entonces me besaron, con infinita ternura, y me invitaron a nadar […]» (p. 25) Constatado esto, el narrador se encamina hacia los niveles superiores de la Conciencia: única que debe dominar nuestros actos, la única forma de «[…] subvertir regímenes de odio, coacción o leyes […]» (p. 27), cosa que es imposible sin un verdadero sentido de la Libertad, sin un pleno dominio de sí mismo. Otro personaje piensa: «[…] El Ser Humano debería tener madurez para no dejarse gobernar por cosa alguna, ente o superstición […]» (p. 33).

Se puede pensar que Inmaculado se propone una utopía realizable, si la entendemos en un sentido marcusiano. Subyace aquí la Tesis Anarquista. Entendida tal concepción en su sentido real, «verdadero». Como un acto dirigido hacia a la creación de la Mansión Humana para el Hombre y la Mujer en la Tierra. No en sentido «libertario» que, en Castellano, como nos enseñó el Padre BARNOLA, […] sólo invoca al destructor de la Libertad y no al Libertador […] (en Noto y Anoto. Academia Venezolana, Caracas, 1985, p. 79). Esta plena vertiente propiamente anarquista -no «anárquica» por desordenada, confusa- no sólo la encontramos en Inmaculado sino que igual está en la esencia de su noveleta Lucífugo: en la cual, de nuevo, nos propone una la Utopía Anarquista, ya que la anécdota transcurre en una ciudad libre donde no existe el Principio de Autoridad, una urbe donde el protagonista «[…] profesaba la idea de un mundo sin leyes, gobiernos ni títulos. Repudiaba a los hombres que hacían de las universidades mercados de febriles certificaciones y amaba el estudio solitario en beneficio de la Humanidad […]». JIMÉNEZ URE no es el único en plantear tales convicciones en la ficción nacional. Son perceptibles también en dos obras de Isaac CHOCRON: La Máxima Felicidad (Monte Ávila, Caracas, 1976, pieza teatral) y en Cincuenta Vacas Gordas (Monte Ávila Editores, Caracas, 1982, novela)

A través de Suicidios podemos mirar el lado oscuro del Ser Humano. Afirmamos esto a pesar del hecho que en ese libro encontramos relatos que tienen muchos paralelismos con los de Inmaculado. En ambos, lo «quimérico» (Suicidios, p. 17) y lo «absurdo» están. En Suicidios nos topamos con criaturas que en vez de sentir dolor sienten placer cuando deberían sufrir (p. 22), o nos encontramos con un asesino que se fuga incitado por los funcionarios policiales; hallamos una universidad en la que existe una «Cátedra de Atraco a Mano Armada» (p. 73)

En Facia nos ofrece una invención mediante la cual podemos seguir las dos caras –ángel-demonio- del Ser Humano. Lo afirmamos porque Facia y Odra, dos de sus personajes, podrían ser la misma persona (p.p. 24, 31, 51). Por su parte, el innombrado protagonista es un «espectro», apenas una sombra, y Facia «[…] una imagen que intenta comunicarme algo más profundo […]» (p. 11). Así, por medio de estas mujeres, una suicida (Facia) y un ser lleno de incertidumbre, escepticismo y amargura (Odra), JIMÉNEZ URE nos ofrece una demoledora sátira de nuestro tiempo, ya que a todo lo largo del texto el protagonista lucha «[…] por hallar una respuesta a lo inexplicable […]» (p. 31). A lo paradójico, a lo inaprehensible. A lo que quizá sólo sería probable atrapar con una angustiada lucidez.

-XLVII-

«INMACULADO»

«Podríamos inscribir a Alberto JIMÉNEZ URE en cualquier zona intermedia, pero si quisiéramos, por ejemplo, incluirlo en una lista no podríamos bajo el nombre de BORGES, tampoco, por otras razones, bajo el de Lezama LIMA. Quizá, dentro de un tiempo, su obra se deje asociar, bajo ciertos aspectos, con la de un tercer gigante más silencioso: con Umbral, de Juan EMAR»

Por Juan A. CALZADILLA ARREAZA

Si quisiéramos podríamos definir una «línea filosófica» en la Literatura Hispanoamericana Contemporánea, en cuyos extremos tensos (como dos ejes opuestos) se encontrarían BORGES de una parte y Lezama de la otra. Ésta hipótesis, deliberadamente audaz, tiene al menos el valor de recordarnos los dos polos antagónicos y complementarios en cuyo campo magnético se expresa toda actitud filosófica; un simple reojo a la Historia de la Filosofía parece confirmarnos que ARISTÓTELES y PLOTINO, la Teología y la Gnóstica, la Escolástica y la Mística, DESCARTES y PASCAL, KANT y JACOBI, HEGEL y KIERKEGARD, podrían ser pares típicos de este prolijo conflicto que opone de un pensamiento a la Razón, de la claridad inteligible a un pensamiento del afecto, de la intuición insondable.

BORGES nos parece encarnar el polo griego, clásico, racionalista, y Lezama LIMA el polo pagano o bárbaro, barroco, místico. El etnopluralismo de BORGES es aparente, su «des-occidentalización» temática corresponde perfectamente al proyecto cosmopolita, universal, enciclopédico, bibliotecológico de Occidente, su misterio es el misterio éclairé del mito y se resuelve en la operación límpida de la transcripción, se agota en el puro hecho literario. La no menos vasta erudición de Lezama LIMA es cuantitativamente distinta, su diversidad es la de la compilación de legendae, la del manual alquímico, la del bárbaro, su oscuridad no es la del significante mito, portador de una representación, sino la de la magia o hechicería, productora de milagros y alteraciones.

Pero, no insistamos en esta oposición. Tómese o déjese. Sólo queremos con esto delimitar un cierto marco, una horizontal y una vertical que nos permita ubicar, someramente, otros autores, otras obras, como vectores libres. Podríamos inscribir a Alberto JIMÉNEZ URE en cualquier zona intermedia, pero si quisiéramos, por ejemplo, incluirlo en una lista no podríamos bajo el nombre de BORGES, tampoco, por otras razones, bajo el de Lezama LIMA. Quizá, dentro de un tiempo, su obra se deje asociar, bajo ciertos aspectos, con la de un tercer gigante más silencioso: con Umbral, de Juan EMAR.

La crítica venezolana se ha apresurado en adelantar dos calificativos a propósito de la obra de JIMÉNEZ URE (Espectros, 1976, y Acertijos, 1980): fantástica, filosófica. Calificativos demasiado fáciles, demasiados inexactos. Al menos Inmaculado («Monte Ávila Editores», 1982, Caracas, Venezuela) nos parece escapar a esta doble denominación. Quien se atenga a ella y dirija su lectura en ese sentido resultará, inevitablemente, defraudado: porque JIMÉNEZ URE sería el autor de una árida literatura fantástica, de una in-lograda escritura filosófica. Salta a la vista inmediatamente lo que impide aquí la ejecución del tema fantástico, la consecución del lema filosófico: el elemento común de la incoherencia. Decimos bien el elemento porque no consideramos ésta querida in-cohesión como una falla, una ausencia, algo que ha faltado al texto. La incoherencia forma parte de ésta escritura. En última instancia, ella la produce; con su fuerza interna mayor, JIMÉNEZ URE nos propone (desde el comienzo) «[…] un mundo perdido en sí mismo, sin otra ley que la sintaxis que su antojo ha dictado en la soledad […]» («Prólogo», p. 08)

Ésta sintaxis, como veremos, es la de una inconexión. Digamos que lo fantástico es fruto de una construcción, sólidamente afincada en sí misma, que presenta una realidad abreviada y paralela, comprensible en su aislamiento. Si la ausencia de lo fantástico es su substracción, algo así como el principio leibniziano de «Razón Suficiente», no es menos cierto que, en tanto que posible lógico, se halla sometido al Principio de Contradicción. Lo fantástico es irrealizable pero concebible. Es en este sentido que lo absurdo se opone a lo fantástico. Lo filosófico podría definirse como una sucesión de operaciones analíticas y sintéticas: es decir, un desarrollo que se apoya continuamente en sus propios pasos y que busca abstraer de la cosa (res, en sentido amplio) una imagen de su «pensabilidad». Henos aquí, por los dos lados, fantástico y filosófico, en el elemento de lo concebible. Pero, la condición mayor de lo concebible es tal vez la coherencia: la facultad de hilar, ordenadamente, las representaciones, la susceptibilidad de la hilación de ser seguida por otros, en virtud de su ordenamiento; en el buen sentido y sentido común, JIMÉNEZ URE no construye, no desarrolla. Si insistimos en hablar de fantástico, de filosófico, será forzosamente en un nuevo sentido.

Hay una extraña maldad, crueldad, en esos escritos que se impiden a sí mismos, que no cesan de hacer abortar la anécdota, de descalabrar el pulso narrativo, de quebrar el hilo de la reflexión, en suma de cortocircuitar la función representatividad del texto. Relatos escritos al revés, como si el autor invirtiera el sentido de la creación; en lugar de un punto cero al producto logrado, la escritura parte de un mínimo hecho dado (un esbozo de situación anecdótica, por ejemplo: «[…] Frente a mi casa una mujer había decidido quebrantar mi estabilidad. Deduje sus intenciones porque, cada mañana a las siete, se posaba en la acera […]». «Sofisma», p. 41) a elaborar su disolución. Más que de construcción, como decíamos, parecería tratarse de destrucción. Sintaxis del antojo que no carece de rigor. JIMÉNEZ URE elabora, sistemáticamente, una especie de caos-análisis: reducir la realidad apenas representada a una descomposición posible, a su máxima expresión caótica, a sus mínimos elementos aleatorios. Escritura mucho menos fantástica que puramente absurda, que barajea al azar los imposibles desenlaces, cuyo efecto no es la sorpresa sino el estupor, el desconcierto, aun el desagrado. Pero, sentimos, sin embargo, que esto mismo nos llama a reflexión. Extraña exigencia de reflexión que le quita al pensamiento todo point de repére, que le niega el uso de sus posibilidades habituales. La Literatura Fantástica y Filosófica, en general, como hemos visto, apela a las facultades reflexivas comunes para validar, aunque sólo fuera locamente, la coherencia de sus construcciones, la hilación de sus desarrollos. Estos cuentos, so pena de permanecer impenetrables, requerirían una reflexión extra-ordinaria. Ésta reflexión no común, esto, que podría ser un ejercicio de abandono del pensamiento habitual, corresponde a la actitud que el autor mismo reclama del lector: la contemplación («[…] Pido al lector que adopte, ante cualquiera de mis elucubraciones y enunciados, la actitud del sabio: contemplativa […]» («Prólogo», Ídem., p. 08).

La contemplación podría definirse como la actitud del espíritu en la que el pensamiento, lejos de aprehender la cosa conceptualmente, desde su propia interioridad, por integración y diferenciación, se disuelve en ella, la penetra y anima. En este sentido, PLOTINO diría que la naturaleza entera es contemplación. En última instancia, no hay sujeto de contemplación, un alma que contempla, sino un fenómeno complejo en que la cosa como tal es contemplación de sí misma y el alma contemplativa forma parte de la apariencia contemplada. El alma se convierte así en el movimiento propio de la cosa y la cosa, por su parte, en el propio movimiento del alma. No se trata, simplemente, que pensamiento y cosa hagan Uno (aspiración platónica y en general «metafísica», en la acepción contemporánea) sino que la cosa, por una cierta actitud del pensamiento, sea una, única, singular, verdaderamente Otra con respecto a las artimañas narcisistas del entendimiento, que, como decía NIETZSCHE, sólo encuentra en ella lo que él mismo ha escondido. Si hay algún proyecto filosófico general en la escritura de JIMÉNEZ URE quizá sea éste: desquiciar el sentido común, desconcertar el buen sentido, actitudes elementales del pensamiento ordinario, para dar paso a la contemplación como producción y encuentro de lo Otro. Pero, aquí lo Otro, quepa esto como objeción muy personal, este «mundo perdido en sí mismo», se acerca demasiado a la muerte: éste es su nihilismo particular, la culminación extrema de su anarquismo. JIMÉNEZ URE, en su contemplación, pasa de largo ante la naturaleza, ante el cuerpo, objetos necesarios de un cierto «optimismo», para precipitarse hacia la extinción, el aniquilamiento. La crueldad máxima requerida para romper con la estupidez (y su pensamiento), para encontrar un mínimo de amor, sigue aquí su propio curso destructivo.

Ni «relato fantástico» ni «escritura filosófica», sino más bien una especie de Filosofía-Ficción que sería a la Filosofía lo que la Ciencia Ficción es a la Ciencia. En este género, Juan EMAR es un maestro. La relación con la Filosofía deja de ser aquí un mero adjetivo, un culto aditamento que el pensamiento se da de acompañante, bajo la forma de referencia erudita o de la reproducción análoga, parafrástica (aunque estos medios no quedan excluidos y menos que otro la simulación del estilo filosófico). Lo filosófico se encuentra aquí en las entrañas mismas de la escritura, y justamente no como bagaje cultural filosófico: el gesto literario (ruptura del silencio) echa andar pulsado por un gesto filosófico puro más profundo (ruptura de la estupidez). No se tratará de desarrollar una anécdota que nos de qué pensar, ni de trazar las implicaciones de una idea «que se tiene», ni de exponer argumentos bien hilados: es preciso que la escritura misma sea pensante, que reproduzca el movimiento bruto del pensamiento, que ejecute, como bailarina, por medio del lenguaje-cuerpo, sus saltos, sus ascensos, sus detenciones, sus encontronazos con La Nada.

(Escrito en París, 1985/En el diario El Impulso, Barquisimeto, Venezuela, 07 de Julio de 1985)

-XLVIII-

«FACIA» O LA OBSESIÓN POR EL ROSTRO

«El texto de JIMÉNEZ URE nos sitúa en un universo donde los tres personajes (Odra, Facia y Alberto) adquieren toda su profundidad en la agresión más horrible que pueda existir: la transgresión a la vida y, por ende, a la muerte»

Por María del Amparo PASTOR Y COS

La última noveleta de JIMÉNEZ URE, no por casualidad titulada Facia (etimología latina «fax-facis», rostro), aquí castellanizada por «facia», no se refiere a un rostro, sino a El Rostro por excelencia, el «eidos rostro», pues, si lo hiciera, el título de la obra, con la gran carga semántica que será «leit-motiv» de la novela, dejaría de ejercer la función de continente y contenido.

El texto de JIMÉNEZ URE nos sitúa en un universo donde los tres personajes (Odra, Facia y Alberto) adquieren toda su profundidad en la agresión más horrible que pueda existir: la transgresión a la vida y, por ende, a la muerte. Y, ¿es que acaso el amor –especialmente «l´amour fou» no es la ruptura de la norma, el elemento subversivo por excelencia? Alberto es un espectro que deja de serlo para convertirse en hombre por/para el amor, pues, es más difícil ser hombre que fantasma. Facia es también un espectro que muere varias veces de manera obsesiva y que se materializa por el amor de/hacia Alberto. Odra, hermana de Facia, es el único Ser Físico del que se nutren los otros dos, siendo el objetivo intermedio que le sirve de enlace.

La necesidad constructiva de Alberto, de hacer presente el rostro de Facia, por la no aceptación de la muerte, le lleva a utilizar a Odra (la que está viva), quien se confunde con su hermana a lo largo de toda la narración, sin pausas ni censuras, lo cual (desde el punto de vista sintáctico) constituye, sin lugar a dudas, el paso de una personalidad a otra: un terreno muy difícil en la prosa y el autor que lo consiga de manera impecable, sin cortes bruscos, como es el caso de JIMÉNEZ, se puede decir que domina –sin trabas- los recursos técnicos de la narración.

La rebelión final de Odra, que no acepta seguir siendo utilizada, y el ofrecimiento simbólico de su cuerpo cuando invita a Alberto a montar en su yegua, dan a la estructura novelística un final cerrado al aceptar Alberto dicha invitación tras contemplar la desaparición del ajedrez: símbolo, en ese contexto, de la norma de leyes lógicas que pretenden encasillar al deseo.

Finalmente, podemos decir que Facia (segunda publicación de «Damocles Editores») nos parece muy bien lograda: por la sencillez y profundidad de su lenguaje, con algunos neologismos acuñados por el propio JIMÉNEZ URE y por la perfección sintáctica (exceptuando el capítulo de La Fiesta que, a nuestro entender, quiebra consciente o inconscientemente la unidad argumental y psicológica de la narración) de la obra que hace que sus personajes –debido a la fuerza del deseo- sean capaces de romper los moldes cotidianos y sumergirnos en el mejor de los mundos, el de El Rostro del ser amado.

-XLIX-

LOS «PENSAMIENTOS DISPERSOS» DE J. URE

«[…] En mi imaginación no veía más que a Jesús crucificado con el rostro de nuestro pueblo, con sus vivencias de hambre y sufrimiento. Sentí un pecado de omisión y vergüenza al mismo tiempo […]»

Por Rafael PÉREZ CLAVIER

El cerebro joven y lleno de frescura de Alberto JIMÉNEZ URE me hace recordar el agua no contaminada del riachuelo, exenta de impurezas, con la transparencia que permite ver en la profundidad el hilo de palabras o simplemente su pensamiento. Se necesita ser muy permeable y estar despojado de toda cobertura epiletial para advertir el «proceso reflexivo», la idea que vaga por la imaginación del autor y que la deja caer en forma de oración gramatical con fuerza lapidaria.

JIMÉNEZ URE desarrolla un estilo y forma que nos habla de culto y devoción por la escritura. En ella existe un acabado y pulitura muy característica y personal. El fondo y contenido del cofre de vocablos está cargado de una sinceridad y valentía envidiables. JIMÉNEZ URE practica «el corte anatómico de la sentencia», diseca la palabra, y se sitúa en palco propio, cual invitado de honor en un teatro: «[…] No somos sino (ci) viles, seres (profesos) propensos a la demencia: palco desde el cual el Mundo se viste con leyes, retórica y mitotesis tras fulleros llamados vigías […]» (En El Universal, Caracas, 22-02-1987)

Un sábado en la mañana, en la oficina de correos de Mérida, JIMÉNEZ URE me obsequió su libro Pensamientos Dispersos, con prólogo de J. M. BRICEÑO GUERRERO, pensador, filósofo, hilvanador de idiomas y rico tejedor de conceptos. Hombre de vasta cultura universal quien, al referirse a Pensamientos Dispersos, expresa sin ambages «[…] ha asumido con auténtica seriedad el oficio de escritor con todos sus gajes, peligros y martirios, de tal manera que reconozco, una vez más, la inutilidad de los esquemas a la hora de la verdad y me veo forzado a declarar, sin ínfulas de juez, sin pedantería de evaluador, sin sabihondez de crítico, que observo con asombro, interés, admiración y simpatía la agonal dedicación de este joven al pensamiento y las letras esperando lo prometido por lo ya realizado desde un centro de conciencia ya luminoso que no será apagado por circunstancias hostiles ni por favorables […] Este final lo escribió BRICEÑO GUERRERO el 26-01-1988, un año antes del «Febrero Macabro», cuando no existía ni asomo del celaje de la centella con visos apocalípticos del «Movimiento Febrerista»

En Semana Santa, la misma de aquél lunes de cuaresma, fui analizando pensamiento por pensamiento y –como estación de viacrucis- me detuve en el XIII: «[…] Una nación es grande cuando se autoabastece y practica la Justicia Social. Miserable cuando, obsedidos por la ambición, sus habitantes se enfilan para conquistar otros pueblos […]» (En el diario El Nacional, el 28-02-1982)

Quien pensaría que –exactamente- siete años después ocurriría el desabastecimiento y los hechos bochornosos que afligieron nuestro espíritu, acontecimientos producto de la injusticia social por años. Sentía en mi corazón, en el viernes santo de dolor, a solas, la presencia testimonial de una «crucifixión». En mi imaginación no veía más que a Jesús crucificado con el rostro de nuestro pueblo, con sus vivencias de hambre y sufrimiento. Sentí un pecado de omisión y vergüenza al mismo tiempo. Repito: «[…] Una nación es grande cuando se autoabastece y practica la Justicia Social […]» Esa reflexión me hizo ver a Venezuela pequeña y disminuida de grandeza. Aquellos esfuerzos del Libertador no existían más; la obra portentosa echada abajo. Y continuemos celebrando «liturgias sin sentido sacramental» y ofrendando coronas con flores que al día siguiente se marchitan.

Vuelvo páginas atrás del libro Pensamiento Dispersos, de Alberto JIMÉNEZ URE: «[…] Promovemos el mundanismo, la reputación apresurada que otorga la persuasión política, el enriquecimiento ilícito, el culto a los mitos, las supersticiones y el crimen cuando no exigimos castigos para los rufianes […]» (En el diario El Nacional, el 18-02-1982) Es valiente y audaz en su pensamiento y en su pluma, desafía el ensayo y la opinión, trabaja la palabra y cultiva el Arte de Filosofar.

-L-

«PENSAMIENTOS DISPERSOS» Y «EPITAFIOS»

(EPÍSTOLA ANALÍTICA)

«Apoyo su rechazo a la violencia revolucionaria comunista que destruye lo antiguo para no mejorarlo, sino para sumirlo en un sopor estéril. Los comunistas, en verdad, son un caso digno de las carcajadas de un Zeus»

Por Fernando BÁEZ

Le escribo esta breve carta con el doble propósito de reiterarle mi admiración por su obra, y de agradecerle los libros que amablemente remitió a nuestro grupo Nuevas Cumbres.

La verdad, a mí, personalmente, no deja de asombrarme la manera con que maneja Ud. la prosa. La ha convertido en un instrumento totalmente propicio para expresar el pensamiento que, evidentemente, lo emparenta con la provecta tradición de un QUEVEDO, un GRACIÁN, UNAMUNO o un BORGES. Igualmente quisiera felicitarlo por Pensamientos Dispersos y Epitafios. Dice Ud., en el prólogo de uno de ellos, en el primero en yo mencionar, que:

«[…] Mucho he admirado y respetado a los verdaderos filósofos e infinitamente he deseado verme convertido en un pensador […]»

Ese deseo suyo está ya concretizado en sus anteriores obras, pero sobre todo en estas últimas. Resulta interesante esto de recopilar viejas ideas para mantenerlas frescas y dispuestas a nuevas reflexiones, y lo extraordinario proviene de la escasez de libros de esta especie en Venezuela. Mi mala memoria intenta, en vano, traerme ahora algunos antecedentes; no obstante, recuerdo ciertas páginas (casi olvidadas) de Juan Vicente GONZÁLEZ que aparecieron entre 1865 y 1866, en la antes famosa (hoy infamada) «Revista Literaria». GONZÁLEZ era el propio Director. De las ideas de este escritor es posible extraer joyas, muchas de ellas tan frescas como el día en el cual fueron escritas. Así dice una:

«[…] El castigo de los malos gobiernos es que se les cree peores de lo que son […]». Otra, no menos política y social: «[…] Ser capaz de respeto es hoy tan raro como ser digno […]»

De un modo más íntegro, están conformados para mí sus libros Pensamientos Dispersos y Epitafios: ya que han puesto, cuidadosamente, las bases que permitirán iniciar una tendencia reflexiva en nuestro país. Mantener una actitud contraria es propio de determinados políticos (vulgar mayoría) y de nostálgicos «anarquistas», desubicados mentales o activistas de la «ultra-izquierda». Atacar el conocimiento siempre ha sido su principal objetivo, y esto (cosa que Ud. ya sabe) porque no pueden mantener sus posiciones, sino mientras la gente se mantenga dentro de los límites de una ignorancia parecida a la que ellos ya tienen.

Ante los argumentos de Carlos RANGEL, no tuvieron otra salida que la de quemar –públicamente- la obra de este gran pensador. Y es curioso: los «amigos» de la «Libertad», de la «paz», cuando no tienen nada para confutar pruebas prácticas o teóricas, se refugian en acciones no distantes de las de un loco peligroso o de un imbécil incurable. Lamento que nuestra Universidad sea su principal fuente de municiones. Lamento que sea «la casa de la Razón» el hospicio de lo irracional. Pero, por supuesto, estas cosas van obliterándose gracias a fundamentos como los establecidos por Ud., y otros no muy alejados en el tiempo.

Apoyo su rechazo a la violencia revolucionaria comunista que destruye lo antiguo para no mejorarlo, sino para sumirlo en un sopor estéril. Los comunistas, en verdad, son un caso digno de las carcajadas de un Zeus. Ellos se ufanan de contar con la llave maestra que nos hace comprender la historia de modo científico. Sin embargo, su ciencia (llamémosla así) no es fructífera. Estanca y se encierra en límites exageradamente estrechos. Son capaces de asesinar mil hombres para demostrar que cinco (ellos mismos) deben vivir felices. Y su método materialista es capaz de inventar mitos contra algún país o algún hombre si este no se pliega a sus lineamientos (...) A usted se le busca llamar con epítetos. Ya sea reaccionario o peligroso. Pero, no importa. Es preferible ser reaccionario, es preferible ser un hombre peligroso, preocupado por el bienestar general del país, que ser un imbécil vacío o un político tranquilo (inepto, debí escribir aquí)

Dejo aquí esta carta. Retomo mis palabras iniciales, y me despido lleno de un profundo agradecimiento por abrirnos Ud., a los que vendremos después, el camino hacia un país más capaz de aportar razones y sistemas filosóficos que piedras o muertos por alcohol. Atentamente

(En Mérida, Venezuela, Enero de 1990)

-LI-

EL PENSAMIENTO DE ALBERTO JIMÉNEZ URE: BREVE APROXIMACIÓN

«Uno de sus mayores méritos precisamente radica en haber logrado que los extremos de dos de las búsquedas más universales, Saber y Crear, se toquen en una final síntesis, haciendo así, felizmente, presente la frase de Heráclito: Uno y el Mismo»

Por Fernando BÁEZ

Confieso que no deja de asombrarme la extraordinaria prosa de JIMÉNEZ URE. Una prosa en donde las palabras hieren como espinas y despiertan a bofetadas el pensamiento amodorrado, donde cada frase testimonia un paciente deseo de llegar al concepto, a la manera de un QUEVEDO, un GRACIÁN, un BORGES. Y es esta precisión, este rasgo tan peculiar, en verdad, el que le ha permitido acercar su obra a profundas fuentes filosóficas, estableciéndose una necesaria cercanía que ha terminado por hacer de todo libro suyo no mera colección de adjetivos y sustantivos inocuos sino rigurosa manifestación de ideas, de continuas preocupaciones. Este, naturalmente, es el principal motivo que nos asombra a quienes lo leemos.

Recientemente publicó dos compilaciones que muy bien podrían confirmar o aumentar plenamente lo dicho: hablo de Pensamientos Dispersos (1988) y Epitafios (1990). Este artículo intentará desglosar, partiendo de estos trabajos mencionados, algunas de las reflexiones que conforman su pensamiento.

Primero, la desilusión, la terrible desilusión por los oscuros lados vulgares de la realidad. Ya en una entrevista del año 1987 se había declarado enemigo de nuestra tendencia a racionalizar acontecimientos verdaderamente irracionales: «[…] La condición humana no es sino una cualidad más abominable que la de los animales tenidos por irracionales. Porque, entre matar por instinto de supervivencia y por motivos abstractos hay un enorme y demarcador surco […]» (En el diario «El Universal», Caracas, el 15-11-1987)

A su vez, la visión pesimista que le caracteriza arranca de un claro determinismo; tal como lo físico necesariamente se corrompe, la sociedad asimismo decae. Es decir: lo más cotidiano en el hombre es su tendencia a aniquilar todo lo anteriormente construido.

Segundo, la Libertad. Valdría preguntarse cuál es el papel del hombre en una sociedad cuyo final ya está decidido, cómo el Hombre puede superar el límite natural de la corrupción. JIMÉNEZ URE comienza a responder la inquietud al escribir: «[…] Un hombre se vuelve superior a otro cuando descubre que debe inquirir o cuando lo aprende (a inquirir) […]» (En «Pensamientos Dispersos», XXX, p. 40)

La Libertad del Hombre, pues, reside en su pensamiento, en su posibilidad de renovarlo. Pensar es ser libre, pero debido a las innumerables trabas de quienes predican la Libertad y procuran ahogarnos bajo el peso de la abstracción que disimula lo criminal, esta actividad que nos enriquece salvándonos de lo mediocre resulta casi imposible. El Hombre, generalmente, prefiere claudicar, y, así, queda toda sociedad sometida al riesgo de corromperse aún más rápido.

Evidentemente, estas ideas despertaron y siguen despertando apasionadas polémicas, aunque hay que reconocer que ninguna alcanza las dimensiones de la levantada el día cuando J. URE decidió confesar (públicamente) «que es un pensador de derecha», como un conservador de los principales rasgos libres de cualquier sociedad democrática: «[…] la disciplina social, la propiedad privada, la pública, el Estado de Derecho (entendido cual cúmulo de reglamentos para la convivencia pacífica), la libertad de crear empresas y el libre albedrío intelectual […]» (En «Epitafios», XII, p. 18)

Y, al arraigo, a la fundamentación de éstas ya de por sí sólidas creencias, contribuyó más que nadie
Carlos RANGEL, el previsor RANGEL, cuyos ensayos, además, han sido cuidadosamente difundidos por Alberto. Encontramos, igualmente, las fuertes influencias ejercidas sobre él, producto de pacientes lecturas, por SCHOPENHAUER, BERKELEY, RUSSEL, CAMUS, PLATÓN y otros pocos filósofos ilustres.

En definitiva, la proximidad entre Filosofía y Literatura, elemento que constituía el propósito probatorio de estas líneas, es algo innegable en su obra, hecho aún más constatable en sus dos últimas colecciones de pensamientos. Uno de sus mayores méritos precisamente radica en haber logrado que los extremos de dos de las búsquedas más universales, Saber y Crear, se toquen en una final síntesis, haciendo así, felizmente, presente la frase de Heráclito: «[…] Uno y el Mismo […]». Alberto JIMÉNEZ URE, desde un principio, se trazó cumplir en todas sus páginas con su propuesta esencial, que no es otra que la del librepensamiento, o, para decirlo mejor: un libro debe ser manantial de reflexiones y confirmación plena de la Libertad, y ha conseguido esto y lo sigue consiguiendo a diario, a través de sus columnas periodísticas, excelentes novelas, cuentos y poemas.

-LII-

«DICTADURA DE ULTIMOMUNDANO»

«Con toda seguridad, digo que los hombres son nada en el universo»

Por Moisés CÁRDENAS

Releí el libro Dictadura del Ultimomundano, del escritor Alberto JIMÉNEZ URE. Considero que es un visionario y un ser sensible. La escritura desplegada en sus líneas lleva afirmar que seres mundanos que carecen de espiritualidad tratan por todos los medios deejercer su poder en manos de los deseos de la carne. El mundano atónito por sus propios actos desborda todas sus pasiones en los placeres mundanos y abandona lo divino, lo sagrado, para destruir el mundo en que vive creyéndose ser el supremo. Con toda seguridad, digo que los hombres son nada en el universo: pues, aunque duren años maltratando al semejante, no son inmortales. Excelente obra de este escritor, la recomiendo.

-LIII-

ACERCAMIENTO A LA NOVELA «ABERRACIONES»

«El libro Aberraciones ya estaba escrito cuando Satanás se rebeló ante Dios, cuando Caín mató Abel, cuando los hijos de Adán y Eva se aparearon consumando el incesto y desparramaron la Humanidad»

Por Moisés CÁRDENAS

Nuestra naturaleza nos hace «moralistas e hipócritas en la sociedad», ante tabúes o temas tribales, y en la literatura ocurre lo mismo. En diversas épocas se han escrito obras que han sido objeto de polémicas hasta el extremo de criticar de forma severa a sus escritores. Hago este comentario porque la literatura desarrollada por el intelectual Alberto JIMÉNEZ URE es de potente intuición descarnada que habita en el alma de este ser. Muchos han dicho que la narrativa de JIMÉNEZ URE es visceral y repugnante. Pregunto: ¿es por él o por no leer lo desalmado que somos como seres humanos? Sé que cada quien tiene sus gustos en materia de lectura, ya que cada lector busca para sí mismo el goce y disfrute de la palabra.

Como profesor, poeta, escritor y lector, considero que la literatura de JIMÉNEZ URE es fantástica y magnifica por los mundos que crea. Estoy convencido que está hecha para personas que sean librepensadoras, sin prejuicios religiosos, culturales, sociales ni conservadurismos. Porque al leer a JIMÉNEZ URE es encontrar palabras crudas, aberrantes, explosivas, fuertes, monstruosas. Cuando leemos sus libros percibimos el aliento de un ser terrorífico sobre las páginas: hay que estar prestos a empaparse de la saliva de una bestia. Antes de comentar sobre la novela Aberraciones, quiero expresar que mi primer contacto con la literatura de Alberto JIMÉNEZ URE fue cuando yo dirigía junto con unos compañeros el grupo Ularte en la Universidad de los Andes-Táchira. En una tarde de niebla de esas que arropan la ciudad de San Cristóbal, un amigo de nombre Leonardo Bustamante, a quien le tengo mucho afecto por su conocimientos literarios, leyó unos poemas de Alberto de su libro Luxfero; textos que me llamaron mucho la atención y me indujeron a buscar sus obras. Tras preguntar sobre su literatura, llegué a encontrar una antología de cuentos eróticos donde incluía un cuento de Ure titulado El triángulo, cuyo relato me atrapo y movió mis sentidos. En la universidad traigo a la memoria a un amante de la literatura como lo es Erick Martínez quien invitó a que leyéramos a Alberto JIMÉNEZ URE. En la biblioteca pública de la ciudad de San Cristóbal hallé uno de sus libros. Lo presté, lo leí. Aunque tuve que devolverlo, en mi mente quedaron grabados sus relatos. En mis años universitarios leí varios autores venezolanos como Armando ROJAS GUARDIA, Ramón PALOMARES, Eugenio MONTEJO, Denzil ROMERO, José Antonio RAMOS SUCRE, Julio GARMENDIA y escritores de mi tierra del Táchira como a Manuel Felipe RUGELES. Grandes poetas como Antonio MORA, Pablo MORA, Manuel ROJAS, Segundo MEDINA y José OROPEZA, entre otros cultores de la palabra quienes cultivaron en mi la pasión por las letras. Además, las conversaciones literarias con José Antonio PULIDO ZAMBRANO y Eudes Alexander MONCADA y la lectura de sus poemas dieron encomio en mi alma. La literatura que fue llegando a mi espíritu me ayudó a comprender la «escritura venezolana» Pero todavía seguía en mi memoria leer más a Alberto JIMÉNEZ URE, pues consideraba que su obra tiene algo especial, que abordaría su «universo literario».

Las ansias de toparme con Alberto JIMÉNEZ URE me llevaron, por casualidades de la vida, al excelente poeta Rodolfo QUINTERO NOGUERA: a quien lo conocí una tarde en el Ateneo del Táchira. Recuerdo que él estimuló a varios de mis compañeros del grupo de extensión Ularte a que nos acercáramos a la literatura de URE. Pasó el tiempo y llegó el momento que, por fin, me encontré con muchos más textos de JIMÉNEZ URE y fue gracias al internet. Basta con colocar su nombre en el buscador y toparse con sus obras. Gracias a la tecnología podemos leer cuentos, pensamientos, poemas y novelas suyas. He leído obras como Dictadura de Ultimomundano, Absurdos (Antología máxima personal de sus cuentos) Aberraciones y Jiménez Ure a Contracorriente (de Juan LISCANO). En las líneas anteriores, he querido contar como me topé con JIMÉNEZ URE para desarrollar a partir de este momento unas modestas «notas» sobre su novela Aberraciones: un «acercamiento a su novela»

En primer lugar: estamos ante un genio del «cuento fantástico venezolano», ya que posee la energía cósmica para armar personajes, crear argumentos, envolver mundos, escribir sin prejuicios; en Alberto yace la sangre del maestro vidente literario. Bien tenía razón el intelectual Juan LISCANO al comentar sobre las invenciones de JIMÉNEZ URE: «[…] En su obra hay videncia; hay intuiciones espirituales trascendentes; hay erotismo sádico-masoquista, me atrevería a decir; casi redentor, por lo purgativo; hay ciencia-ficción […]».

Aunque no pretendo presentar una inexpugnable crítica literaria sobre su obra, quiero expresar que es (sin duda) trascendental: porque explorarla es implicarse con las incisivas reflexiones filosóficas que contiene. En Aberraciones, JIMÉNEZ URE discierne sus preocupaciones sociales: desuella al mundo como lo conocemos. También se puede observar que juega con el lenguaje. Sus obras están dirigidas a lectores no prejuiciados e inteligentes, que hay pocos porque a la mayoría gusta la literatura fácil. A causa de su lenguaje, la forma cómo describe a sus personajes, en Venezuela pocos lectores entienden a plenitud los contenidos de las obras de JIMÉNEZ URE. Su literatura no es comercial, pero tampoco inaccesible aun cuando tiene profundidad cósmica. Seres ávidos en lo espiritual movidos por la luz sideral pueden asimilar sus argumentos. La afamada escritora y psicóloga venezolana expresó sobre la novela lo siguiente: «[…] A través de la palabra, que se convierte en exorcismo, JIMÉNEZ URE saca los demonios: es una suerte de mea culpa humana. El Yo reprimido estalla, sale a la luz; por eso debió dolerle mucho descubrir a los demás ese mundo tenebroso. Tuvo que ser un proceso doloroso, intenso, quebrantador de reglas (noche obscura del alma) […]»

Aberraciones, como bien lo expresa el título, es engaño, blasfemia, horror, caos, desenfreno, oscuridad, cinismo, violaciones. ¿Acaso el mundo no está plagado de estas situaciones? En el planeta Tierra se practica las cosas más horrendas y macabras. Porque el hombre es destructivo, aberrante. Basta con leer la Historia de la Humanidad para darnos cuenta de los seres malvados que ha engendrado la Humanidad, indiscutiblemente numerosos.

JIMÉNEZ URE recrea «La Logia Aviesa del Mundo». Para crear el «Universo» se requiere de una reunión, una junta, un plan mediante mentes planificadoras. Satiriza creencias religiosas, como esa según la cual María no había pensado tener a Jesús sino que fue embarazada por la voluntad de un Ser Supremo que le habría dicho que tendría un hijo. Ella fue impelida a concebir.

Otros seres nacen producto de la violación y procrean a seres con desprecio que desarrollarán ira, malicia, maldad. Algunos cometerán actos deplorables que repiten la forma cómo llegaron a existir diseminando víctimas. Nuestro comienzo es de manera simbólica producto de las «ideas de una logia». En secreto planeó nuestra aparición y desvanecimiento.

En Aberraciones hablan los personajes, caminan, respiran y experimentan con intensidad el mundo. El personaje principal, Federico Flavios, tiene relaciones incestuosas con su hija Priscila. Percibo en él al caudillo que gobierna. Priscila simboliza el país manoseado, penetrado y, al mismo tiempo, excitado por las manos del gobernante. Ninoska es la madre de Priscila y esposa de Federico Flavios; ella es el Estado que le permite al gobernante ejercer la autoridad de Padre. Rosana representa el individuo que está al servicio del gobierno y hace lo que se le pide. Bobo, que así se llama el perro de Priscila, es el pueblo que obedece los dictados de su gobernante: es acariciado, abusado, abofeteado cuando no se necesita (el mandatario es zoófilo). Los otros personajes que se mencionan en la novela también son los ejecutores del plan e irrefutablemente están detrás de la mente creadora. Lo que afirmo forma parte de mis sensaciones personales respecto a los mensajes subliminales (lo oculto) en Aberraciones. Pero, si alguien se sorprendiera por mi análisis, yo le preguntaría: ¿no es verdad que en cualquier lugar surgen engendros malignos? Por lo tanto, esta novela de es una obra que descarna el nacimiento de nuestra especie.

El mundo fantástico que él describe es un espejo que refleja nuestras conductas aborrecibles en complicidad «con el otro, la otra» o a través del ultraje. El advenimiento de la especie fue posible mediante el «Mal» que es, paradójicamente, el «Bien». Porque se necesitan dos fuerzas opuestas para engendrar, nacer, cohabitar y hasta morir. Alberto JIMÉNEZ URE es intuitivo y pensador, decodifica lo que observa en su entorno para plasmarlo en sus obras. Nos transfiere su conocimiento de lo «oculto abominable». El libro Aberraciones ya estaba escrito cuando Satanás se rebeló ante Dios, cuando Caín mató Abel, cuando los hijos de Adán y Eva se aparearon consumando el incesto y desparramaron la Humanidad. Aberraciones siempre ha existido. El horror ya estaba consumado Literatura.

«[…] ¡Cálmate- le susurraba el bastardo al oído-. Es menester que engendres a Hs, mi hijo, a quien legaré conocimientos! […] »

-LIV-

«CUENTOS ABOMINABLES»

«A JIMÉNEZ URE habría que leerlo, sobre todo, como al creador de una escritura inequívocamente personal, que tiene su razón de ser en el desacato y la irreverencia»

Por José Antonio YÉPES AZPARREN

En Cuentos abominables («Universidad de Los Andes», Consejo de Publicaciones, Mérida, 1991), Alberto JIMÉNEZ URE incursiona más insistentemente -como ya se deja entrever en sus colecciones anteriores de relatos- en temas donde lo terrible y lo perverso se instauran como características sustantivas de su escritura. Y ello se corresponde, fielmente, a su intención de siempre -y de suyo irrenunciable- de ir contracorriente. En un medio como el nuestro, tan provinciano y desinformado, pocos escritores se atreven a esgrimir conceptos y tramas que escapan a los contenidos de una literatura tradicional, aunque se ensayen maneras nuevas en el planteamiento del lenguaje. Es de aclarar, sin embargo, que en su caso las peculiaridades de su escritura son el resultado de su connatural rebeldía, y de su repudio a temas y maneras tantas veces repetidos sin la necesaria invención que impone la narrativa.

En este nuevo, el escritor ha prescindido de su costumbre de introducir axiomas filosóficos a sus narraciones; en su textos pervive ese aire intemporal que también estigmatiza su escritura fantástica, que, por su desenfado y singularidad, le ha ganado no pocos detractores entre escritores y lectores pacatos que son incapaces de reconocer sus aportes, y disfrutar del mismo divertimento que ha llevado a este autor a urdir lo absurdo en sus narraciones, a través de una decena de libros publicados (entre colecciones de cuentos y novelas cortas), que le han dado un nombre sólido entre los cultores de la ficción en Venezuela.

En uno de sus libros de cuentos anteriores, me parece que en Inmaculado («Monte Ávila Editores, 1982»), JIMÉNEZ URE reclamaba para la lectura de sus cuentos la actitud del sabio: contemplativa. Ella sería la mejor manera de acercarse a sus cuentos, la forma que por excelencia nos permitiría disfrutar -verdaderamente- de un escritor atípico, que se atreve.

A él habría que leerlo, sobre todo, como al creador de una escritura inequívocamente personal, que tiene su razón de ser en el desacato y la irreverencia: dos vías reales para lo nuevo imaginario. El maquetista, El sicario, El malentendido y El francotirador hacen de Cuentos Abominables un libro irrechazable.

-LV-

VIGENCIA DE LA NOVELA DESAHUCIADOS

«En la lucha que emprendemos/para dignamente vivir,/todos somos ideólogos y propulsores/de la desigualdad y criminalidad./No hay una persona en el mundo/que ignore que es finita;/pese a lo cual, siempre irrumpe quien propugna ventajas/de unos en perjuicio de otros,/tras condenar a la mayoría recibir vejámenes/y padecer hambre fortuitamente./Amados seamos los habitantes de Terrado,/porque pronto serán abolidos los sufrimientos»

(J. URE en «Desahuciados»)

Por Melissa URANGA

A pesar que nunca había escuchado sobre la ciudad de «Humandetritus», al leer por primera vez sobre ella en la novela Desahuciados (de Alberto JIMÉNEZ URE) tuve la impresión que ya la conocía: o, quizás, fue que los habitantes de Humandetritus me hicieron recordar a mis amigos de Cuba, quienes, durante más de 40 años, no han gozado de Libertad de Expresión. O, tal vez, recordé a las mujeres de Afganistán, que, por años, han sido sometidas a seguir unas reglas que considero estúpidas y ortodoxas (disculpen la palabra, pero no encontré otra más original que esa), donde las obligaban a usar un velo para no mostrar el rostro. No se pueden escuchar sus pasos, ni disfrutar de sus sonrisas. O, ¿será que la ciudad de Humandetritus me recuerda a mi país Venezuela? Que, durante años, ha sido gobernada por unos cuantos «Tiranushocicos Demócratas» (traducido yo los llamaría tiranos demócratas)

Ya que estoy hablando sobre mi país, sería interesante conocer como defino su política. Es momento para aclarar que, de asuntos políticos, no sé nada; lo único que sé sobre ella, y eso porque lo leí en un artículo, es que «[…] es el arte referente al gobierno de los estados […]» Asimismo, revisé un reportaje sobre el nicaragüense Sergio RAMÍREZ, donde él define la política como «[…] una droga […]», porque el poder tiene muchos atributos; luego, agrega «[…]los hábitos del poderoso son muy distintos a los de uno, siempre hay alguien que te abre la puerta, alguien que te carga el maletín e inclusive alguien que paga por uno […]»Esta es una pequeña idea, hasta ahora, de lo que entiendo por política.

Cuando leí por primera vez sobre los personajes «Afrodita Amelians», «fósfurus de Antares», «Palas de Athenais», «Dioscuro» y «Esculapio», de la novela Desahuciados, no pude dejar de pensar en el término «escuálidos»: muy común en nuestros días, y cada vez que los veía en mi lectura los calificaba como escuálidos. No voy a negarles que, entre risas, llegue a pensar que «Tiranushocico Demócrata» fue CHÁVEZ, y me asustaba el hecho que este señor hubiese tenido la oportunidad de leer este libro e introdujera esas leyes en su gobierno. No me hubiese extrañado que un día lo hiciera, y en cadena nacional de cuatro horas. Pudo decirnos que había formulado tres nuevas reglas para la Constitución: Primera.- «A quien expresara su deseo de conspirar, instigase a terceros para que lo hiciesen, con el propósito de fomentar actitudes insurgentes o rebeliones contra mí, le será impuesta la Pena de Devoramiento Vivo»; Segunda.- «Difundir oralmente ideas u opiniones contra mi persona o mi régimen, es una osadía que cobraré al infractor con la Pena de Amputación de Lengua»; Tercera y última.- «Diseminar, por escrito, ideas u opiniones contra mi persona o mi régimen es un atrevimiento que castigare con Pena de Amputación de Manos». ¿Ustedes se imaginan si esto sucede? Dios nos libre de semejante situación!

Cuando se habla de Política, un mar de interrogantes navegan sobre mi mente. Yo asocio el término «Política» con poder, no hay otra razón para que tantos quieran formar parte de ella, sino el maravilloso poder que la acompaña siempre, sobre todo cuando se trata de gobernar un país y ser nombrado «El Indiscutible». Desde hace años, grupos de personas como los desahuciados han estado luchando por la libertad, esa palabra de solo ocho letras, pero, de gran importancia que significa mucho para todos los seres humanos. ¿Cuántas «Afrodita Amelians» han existido y seguirán existiendo en diferentes geografías, y cambiando de género en género? Pero, al igual que ella: ¿cuantos han fracasado?

Que lo diga Carlos MARX, con todo su «Materialismo Histórico», y su cuestión social. Como hay otros que han triunfado en sus objetivos, para más tarde decaer ante el poder y tirar sus ideales al pipote de la basura, como ocurrió con el personaje Meghomio de la novela: «[…] Dieciocho años más tarde, el presidente publicó un decreto en el que anunciaba la abolición de las elecciones en Terrado. Se autonombró Humanuntiranus» ¿Saben a quién me recuerda Meghomio? Al presidente cubano, Fidel CASTRO, quien comenzó con las mejores propuestas de la mano de su Movimiento 26 de Julio desde la provincia de oriente (la Sierra Maestra) acompañado de un grupo de personas que creían en él y lo veían como el gran «Therion», el salvador de su libertad. Los cubanos pensaron ese era el hombre que los haría un pueblo libre. Al fin se librarían del (c…) Fulgencio BAPTISTA (le antecede una palabra que no vale la pena repetir).

Pero, en la Habana los cubanos quedaron como seguramente quedarían los ciudadanos de Terrado: con los ojos pelados, las manos abiertas y sin poder decir ni hacer nada. Otra que también quedo sorprendida fue AfoditaAmelians quien lucho tanto por el Universal derecho a la Existencia Digna, y su propio hijo terminó convirtiéndose en un déspota: «[…] Afrodito Ptte Amelians gobernó en Terrado en el curso de más de cincuenta años de la centuria XXI. Se hizo llamar Primer Príncipe, o El Indiscutible […] doblegaría cada vez más a los habitantes que se le resistían y los condenaría a experimentar crueldades que, por indignación, no narraré […]» El poder siempre vence sobre la moral y más cuando se es humano.

¿Cuántos venezolanos han soñado con el país perfecto? A estas alturas, ya se cansaron de creer en la honestidad: porque siempre se encargan de ensuciarla. Pienso: ¿cómo será el mundo en el 2100? ¿Será que los carros ya no andarán por carretera, vendrá la era espacial? ¿Todo será virtual? ¿Ya no tendré que usar la cocina? ¡Yuppppiiii! ¿Se acabara la corrupción? ¿Renacerá un Juan Vicente GÓMEZ? Con tantos avances tecnológicos, nunca se sabe. ¿Será que encontraran la fórmula perfecta para clonar a las personas? ¿Ya no se necesitarán los hombres para procrear? ¿Y la reproducción será «una acción exclusiva de los científicos de la Casta Mayor de Aventajados, de la novela Desahuciados»? ¡Ojala nunca llegue a suceder!. Vale la pena aclarar que llamamos aventajados a todo aquel que sostenga el poder, así sea por un dedo y los medios para manejarlo.

¿Llegara el día que nos convertiremos en «esperpentos»? Si la situación del país sigue por este camino necesitaremos más que un grupo de personas para combatir y luchar por nuestro país, pero… «[…] aún en fase esperpéntica, puedes combatir contra el imperio de aventajados y nuestra muerte tendría otra significación: la defensa de la dignidad de nuestra especie […]»Hace muchos años los venezolanos salieron de sus casas a votar y creyeron que, al fin, había llegado «El Hombre» (el mesiánico que escuché decir a muchos). El cambio «revolucionario» llegó: ¿se acabó la corrupción, la pobreza, el hambre, ya no habrá más niños en la calle? ¿Bravoooo! ¡Ah¡ ¡ah¡ ¡ah¡, somos felices para siempre, al fin. Y, a los pobres terracos «[…] les faltó malicia para sospechar que algo tramaba el Tiranushocico Democratta».

Nunca se imaginarían los pobres terracos que el hombre los decepcionaría, ¡y de qué manera! Aunque, no voy a negar que si hubo un gran cambio, pero de peor a peor + 1 millón de Meghomios. ¡Ya se! ¡Tú eres el verdadero Meghomio! Y, el Presidente dijo: 1.- «[…] Rescatare de las calles a los dementes, niños abandonados, mendigos, ancianos e indigentes» 2.- «[…] Aboliré esas mafias institucionalizadas conocidos como partidos políticos» 3.- «Suspenderé los cursis, costosísimos e inútiles viajes presidenciales» 4.- «Aboliré los inútiles e infames parlamentos». Acabamos de ver unas cuantas mentiras al Soberano.

¿Cuántas personas no hemos deseado un país «libre de infamias»? Donde… «[…] vivirán emancipados de todo lo que duele, nunca de la palabra y la acción». No sé mucho sobre política, ni partidos políticos, pero, pienso y aún tengo el libre derecho de opinar. Lo único que espero es que nunca nadie me lo quite porque no lo pensaría dos veces para convertirme en una Afrodita Amelians, y lucharía por mis derechos. Espero no se tenga que llegar a los extremos de una guerra para socorrer y librar a nuestro país de manos de otro «Tiranushocico Demócrata».

Señores: desahuciados somos todos los que vivimos bajo un sistema político que no esté dispuesto a razonar. Desahuciados aún hay en Venezuela, lo único que no quiero ni deseo es llegar a ser un esperpento y… «[…] si intentan imponer límites a mi libertad de expresión lo hacen por carceleros o prepotentes […]»

-LVI-

DICTADOS CONTRARREVOLUCIONARIOS

«[…] Venezuela no es lo que pudo haber sido, y sirve de inspiración para retratar las situaciones más despreciables de concebir […]»

Por Joan Sebastián ARAUJO ARENAS

JIMÉNEZ URE siempre ha sido, aunque en los últimos años sea más reconocible, un librepensador y un libertario. Parece una contradicción pero no lo es, suponiendo, claro está, que, así como Marx distinguía al Socialismo como una etapa previa hacia el comunismo, ser librepensador podría ser una etapa previa para ser libertario.
Esta obra representa, pues, la posición política de su autor. Hay ciertos puntos que se repiten insaciablemente, pero la idea es la misma: Venezuela no es lo que pudo haber sido, y sirve de inspiración para retratar las situaciones más despreciables de concebir.
Los profesores universitarios satirizan respecto a esto y llegan a describir algunos de los aspectos que nos caracterizan a los venezolanos y siempre agregan, ya sea al final o al comienzo de su breve comentario, algo así como: «Esto es sólo un país hipotético, claro está...» Al final, las palabras de JIMÉNEZ URE adquieren cierta clase de trascendencia:

En maquillaciones prolija,
La Ciencia Política no difiere
De la perjuriosa Historia.

-LVII-

REVELACIONES

«Estas revelaciones, sin embargo, aunque en principio parecen ser una diatriba meramente religiosa, se enfocan con mayor ahínco en la propia condición humana»

Por Joan Sebastián ARAUJO ARENAS

Este poemario, si se le puede llamar así, repite una y otra vez lo siguiente: «a quien cruz quiera dale sobre la cruz muerte» (p. 23, 30, 35, 48 y 61); haciendo referencia, claro está, a los cristianos (p. 35), quienes, sin embargo, acá son «los bíblicos» (p. 30, 44, 46 y 69). Dios es denominado, por su lado, como el «Arbitrario Creador» (p. 20, 23, 26, 41, 48 y 65), el «Torturador [bíblico]» (p. 28, 52 y 62), el «Falso Señor» (p. 23) o el «Falso Bienhechor» (p. 50). Mientras que, por el otro, el Diablo es llamado «Capitán de las llamas» (p. 46 y 60), Luzbel (p. 19), Luxfero (p. 24), Lucifer (p. 20), Mefistófeles (p. 35), Belcebú (p. 61), Armagedón (p. 43), Demonio (p. 22, 46 y 48) y, con mayor frecuencia, simplemente como el «Iluminador» (p. 18, 21, 50 y 66).

Estas revelaciones, sin embargo, aunque en principio parecen ser una diatriba meramente religiosa, se enfocan con mayor ahínco en la propia condición humana y en el devenir de este «Universo almacenador de abominaciones» (p. 65). Esto está completamente explícito en la estrofa número XXIII:

«No hay razones para ejecutar el Bien/cuando del Mal viven los pueblos» (p. 37)

Algo que debería profundizarse, por supuesto, dado que se distingue entre un «Bien Falaz» que es aquel que se realiza en nombre del «Falaz y Arbitrario Creador» (p. 26) y un «Bien Auténtico» (p. 19 y 48) que se identifica con el «Mal Auténtico» (p. 22) que procede de la Razón e Incineración (p. 19) Es decir, un hacer y un re-hacer casi dialéctico que, curiosamente, utiliza referencias directas al fuego de Heráclito quien, además, llegó a decir que la guerra (lucha, pugna) es la paz: incineración (p. 19) llamas (p. 24), fuego (p. 25 y 43), luces (p. 50 y 59), incandescencia (p. 29) y «gigantesco crematorio» (p. 55).

La situación es esta: todo lo viviente fue creado/sacado de la Nada (p. 34) para el disfrute (p. 26) y divertimento de un hacedor perverso (p. 40), de modo que «aparecimos para -absurdamente- sufrir» (p. 51 y 57) Quien requiera pruebas sólo debe prestar atención a los resultados de una creación arbitraria: «propagación de enfermedades, dolor e ilimitada discordia» (p. 52). Ante todo esto, es evidente que, en mayor o menor medida, «todos anhelan emanciparse de la existencia» (p. 42), aunque no quieran reconocerlo abiertamente y, por otro lado, sin ser relevante el que crean en la Nada o en la Transmigración (p. 72).

El Iluminador, el desarraigado (p. 21), el hijo pródigo (p. 17), el Capitán de las llamas, vendrá entonces con el fuego para que «los caminos de [su] antítesis y caído “padre” no continúen obscuros ni empedrados» (p. 18). Un conservar y un superar. O, dicho de otra manera, llevará a cabo su Supremo Proyecto de Extinción (p. 19 y 64) que promueve la «escisión y la paz última» (p. 62). Una muerte absoluta que no debe ser despreciada por lo viviente...

«No temas imaginar al planeta y los hombres/morir consumidos por el fuego, porque el Universo/de él surgió: de su decantación y temporal calma» (p. 25)

...puesto que:

«La Nada espera a la materia porque la existencia/es una fosa incolora que, en el espacio infinito,/se absorbe constantemente a sí misma y cuanto contiene» (p. 58)

Revelaciones es más que un poemario, es la transcripción de los mensajes que le fueron transmitidos a su autor por alguien a quien no puede precisar (p. 13). Pero, además, es «la palabra que nos redimirá» (p. 75)

-LVIII-

JIMÉNEZ URE A CONTRACORRIENTE

«Hallamos en estos textos epistolares a un Liscano humano, que establece con el joven escritor un vínculo de amistad que lo satisface y por ello decide retribuir la generosidad de aquél por la vía del intercambio literario, de la permanente lectura y crítica de sus textos, de confesiones personales en donde se nos muestra como el viejo literato que ve en el otro a un discípulo aventajado al que debe proteger ante su propio y desmesurado talento»

Por Ricardo GIL OTAIZA

Fuera de las cartas cruzadas entre Don Alfonso Reyes de México y Don Mariano Picón Salas de Mérida, compiladas y publicadas por Gregory Zambrano, nos hallamos ante un libro raro, extraño, si se quiere casi inaudito en el Ambiente Literario Nacional. En él se insertan cartas, notas breves, sesudos ensayos literarios [y mucha intimidad], escritas y remitidas todas, por el desaparecido poeta, ensayista y gran intelectual que fue Juan Liscano al cuentista, novelista, poeta, ensayista, periodista, crítico y estudioso de la obra de Alberto Jiménez Ure durante 19 años [de estrecha amistad personal y literaria entre ambos personajes, iniciada en 1978 y mantenida hasta la muerte, en el 2001, del maestro]

Suele pensarse que entre personas que profesan un mismo credo o un mismo oficio prevalece la camaradería, la sinceridad, la honestidad y la ayuda desinteresada. Sin embargo, estos valores son grandes ausentes en aquellos espacios, más aún en medio del difícil contexto de las letras, en donde el «sálvese quien pueda» parece ser muchas veces el grito de guerra. Encontrarse, entonces, con textos donde uno grande de la Literatura Nacional reconoce -sin empacho- su admiración por la obra de un joven y prometedor escritor [que vive en la provincia, y que, de paso, se perfila como un poeta, narrador y pensador a contracorriente, casi un «maldito»], no es usual entre nosotros. Y eso es, precisamente, lo que más admiramos en estos textos del muy recordado Juan Liscano y enviados a Alberto Jiménez Ure.

En la primera misiva [Caracas, 27 de Junio de 1978], Juan Liscano hace su profesión de fe: declara que le gustan muchos de los relatos que ya Jiménez Ure había publicado en su libro Acarigua, escenario de espectros que el avezado crítico ya había leído tiempo atrás. Agrega, además: […] «Por fin un narrador venezolano que escapa del realismo, el populismo o la manía experimental» […] No contento con tan clara declaración literaria, agrega un comentario comprometedor de índole política:

[…] «No estoy con el marxismo y su práctica política (la de Jiménez Ure) es una virtud» […]

Por otra parte, en esa misma carta, Liscano le manifiesta a Jiménez Ure que ha de tomar un texto de su libro Diálogo con Dios para enviarlo a la revista Zona Franca y entregará los originales a «Monte Ávila Editores». En otras palabras, esta primera carta marcará [a grandes rasgos] los elementos fundantes de la larga y fructífera amistad entre ambos personajes: literatura, política, sociedad e ideología.

Ya en la segunda carta [Caracas, 11 de Marzo de 1979] se adentra Liscano en los pormenores literarios [en lo cual era un maestro] de las obras leídas y admiradas, huelga decir: Acarigua, escenario de espectros y Acertijos. En esta misiva deja el autor fluir su pluma para describir, detallar y reflexionar sobre el valor de los textos incluidos en ambos libros, expresando sin ambages sus opiniones -las más de las veces elogiosas- sin dejar de lado la agudeza y la incisión que como crítico siempre le caracterizó. Hace gala de su erudición literaria y conocimiento profundo sobre la problemática de la «Narrativa Venezolana» y desea a Jiménez Ure que […] «se logre y logre su propósito bien intuido por Calzadilla, en las breves palabras de exordio a Acertijos» […], refiriéndose a que todo narrador debe alcanzar, no sólo el efecto «sorpresa» y un buen «tema» para contar, sino la perfección idiomática [...] «que no constituye un obstáculo, sino una transparencia» […]

En este mismo texto epistolar incluye Liscano críticas a obras de autores venezolanos de peso, como Salvador Garmendia, por ejemplo, y su relato El inquieto anacobero [publicado en el diario El Nacional], al que no vacila en calificar como «mediocre». De Gallegos comenta: […] «después de su trilogía Doña Bárbara, Cantaclaro, y Canaima, se asustó de sus fantasmas interiores» [...] «Fuera de esos tres libros, lo demás es malo, malo» […]

Más adelante en el mismo texto, después de analizar someramente y criticar el contexto cultural y farandulero venezolano, agrega:

[...] «Acepto el carácter minorista de la poesía, la poca recepción de la Literatura verdaderamente creativa o humanística, la marginalidad del verdadero creador» […] Como se puede percibir, toda una declaración de principios que bien podrían erigirse en la base y en el sustento del oficio de escribir.

En un ensayo crítico titulado Acertijos y Jiménez Ure, en donde Liscano habla -con acertado criterio- en torno al libro Acertijos, señala algo que llama poderosamente la atención: […] «Hay escritores que tienden, desde jóvenes, a la madurez. Jiménez Ure es uno de ellos» […]

Reconozcamos que la frase anterior pertenece a uno de los más caros conocedores del Panorama de la Literatura Venezolana [8] de buena parte del Siglo XX, y ello le confiere mayor peso a sus juicios, que buscan [de manera deliberada, ¿quién lo pone en duda?] insertar al joven escritor -como de hecho lo logra- en el cuadro de honor de los autores emergentes de ficción con mayor peso específico en el ámbito nacional. El padrinazgo, por decirlo de alguna manera, de Liscano a Jiménez Ure se erige, pues, en ingente impulso a su carrera literaria y es el «responsable» [amén de su reconocido talento] de la enorme figuración que nuestro autor comienza a tener entonces dentro y fuera del país.

En el mismo ensayo crítico, Liscano expresa más adelante: […] «aborda, desde una perspectiva fantástica, planteamientos filosóficos, existenciales, ontológicos, creando lo que el ya nombrado Calzadilla califica de ficción conceptual» […]

En este punto de análisis literario hallamos un elemento vinculante entre la escritura de Jiménez Ure y los anhelos de trascendencia en la vida de Liscano, que, con el correr del tiempo, se harían esenciales en su cosmovisión y en sus inclinaciones místicas. Es decir, encuentra Liscano, en los textos de Jiménez Ure vasos comunicantes con su propia búsqueda personal, que lo lleva a identificarse plenamente con su propuesta estética y hacerla suya de inmediato. Lo fantástico no niega la trascendencia [allí el error de percepción de algunos falsos críticos], sólo le insufla visos que hacen de «lo narrado» expresión compleja y multidimensional de la vida humana y sus deseos de perpetuidad inmanente.

Al denostar frecuentemente Juan Liscano del afán realista de la Literatura Venezolana y aceptar como válida [desde el punto de vista estético y conceptual] la propuesta jimenezuriana, el viejo iconoclasta da un salto cualitativo en su comprensión del hecho literario como tal, y se adentra -tal vez sin saberlo, o deliberadamente, da igual- en los espesos bosques de una mirada de asombro y de perplejidad ante el derrumbe de lo establecido de la mano de un joven creador, de allí su aquiescencia y su abrazo igualmente apasionado a lo inusual, a lo antitésico de su propuesta. A partir de entonces la visión liscaniana del texto narrativo y poético busca ir más allá de la forma, y se sumerge en aguas profundas donde no todos pueden ser invitados.

Admira Liscano, en estos textos, la capacidad del escritor Jiménez Ure de descomponer el tiempo lineal, de ir y regresar, de fusionar pasado, presente y futuro en un mismo acto, de estar aquí y en otro espacio sin que se pierda la noción de lo leído; de sumergir a sus personajes en atmósferas psicológicas en donde el peso filosófico y moral no es un artilugio del esteta, sino esencia de lo contado. Su capacidad para fundir lo sagrado y lo «profano», la precisión y la concisión de su escritura, su autenticidad y ascetismo, su ahora y su inmanencia en todo lo que atañe a la humana condición, su lanzarse permanentemente al abismo sin más certeza que su propia duda ante todo lo que lo rodea, son elementos claves frecuentemente exaltados por el viejo intelectual.

Es asombroso y ejemplarizante el permanente elogio por parte del maestro Liscano a la escritura de Jiménez Ure, y ese reconocer nuevos derroteros y esperanzas en sus textos. En carta remitida el 23 de Junio de 1985 expresa contundente: […] «Es heroico el esfuerzo que tú y algunos otros jóvenes hacen por sacar la narrativa del realismo, del historicismo, de la sociología» […]

Digo que es asombroso [y ejemplarizante] porque no se trata de meros «cumplidos», o de «frases hechas» para ganarse la aquiescencia del joven hacedor; nace de la convicción profunda de estar frente a un creador que rompe esquemas, que se aleja ostensiblemente de lo estatuido, que busca en su prosa y en sus versos una perfección estilística y una densidad metafísica pocas veces vistas en autores venezolanos del Siglo XX, fuera de voces extremas como la de un Ramos Sucre, por ejemplo, cuya limpieza literaria y profundidad ontológica son fuentes de encanto y de estudio aún en nuestros días. Sólo que en Jiménez Ure el realismo se aleja definitivamente y hace su entrada, sin remilgos, la ficción compleja, cuyo rico entramado sensorial y de lenguaje [permanentes neologismos y arcaísmos, entre otros elementos] atrae y repugna, eleva y humilla, enaltece los sentidos y la conciencia, o los sumerge indefectiblemente en las profundidades de lo desconocido.

Hallamos en estos textos epistolares a un Liscano humano, que establece con el joven escritor un vínculo de amistad que lo satisface y por ello decide retribuir la generosidad de aquel por la vía del intercambio literario, de la permanente lectura y crítica de sus textos, de confesiones personales en donde se nos muestra como el viejo literato que ve en el otro a un discípulo aventajado al que debe proteger ante su propio y desmesurado talento, y al que hay que seguir formando para que llegue a ser lo que se intuye como una semilla de inmensas posibilidades estéticas.

Es tal la prodigalidad de juicio del maestro ante el discípulo, que le declara, en la misma comunicación:

[…] «No abrigues el menor temor de que vaya a comprometer mi amistad tan espontánea y leal contigo porque no apruebe tu disconformidad y tus arremetidas contra tus colegas, por lo menos los que no te gustan. Más bien estoy escribiendo un largo trabajo sobre la Literatura Venezolana, para el Círculo de Lectores, y te voy a hacer justicia» […]

A propósito de los Cuentos abominables, Liscano le expresa a Jiménez Ure el 7 de Abril de 1991 lo siguiente:

[…] «Usted, como yo, somos inteligencias literarias outsider» […]

Interesante esa declaración, porque nos muestra, de manera categórica, en dónde radica, pues, el vínculo, el vaso comunicante, el hilo conductor -por llamarlo de alguna manera- de la inusitada empatía intelectual entre ambos personajes. Liscano se reconoce en su propio espejo, se siente imagen especular de la figura de un joven iconoclasta en lo literario y en lo público, se identifica con este narrador «extraño», fuera de lote, insólito, peculiar, atrevido, orgulloso, solitario; extranjero en su propia tierra.

Halla el viejo maestro la posibilidad de adentrarse en su propia poética narrativa, en su misma búsqueda, por la vía de dejarse seducir en lo literario por un creador [cuya obra en algún ensayo calificara de «maldita» e «irrespetuosa hacia la realidad»] que no buscó los caminos fáciles ni expeditos de las letras; todo lo contrario: decidió estar a contracorriente.

De allí la fascinación ante su propuesta de parte de inteligencias lúcidas y expectantes como la de Liscano, a pesar de haber declarado sin rubor y abiertamente que […] «Nadie puede disfrutar leyendo a Jiménez Ure» […] Se convierte en uno de sus incondicionales lectores y críticos.

Por la vía de lo dialógico encuentra el ya anciano maestro inspiración metafísica y valores espirituales, que «satisfacen» su búsqueda personal de un Más Allá. Veamos lo que expresa en la misma carta:

[…] «lo escrito por gente como tú será tomado en cuenta como retrato fantaseado de una estación de vacío, tinieblas, desorden, aberración, idolatría del dinero y reversión de valores. Dios no tiene la culpa como tampoco tiene que ver directamente con la Creación» […]

Más adelante, en una carta del 4 de Mayo de 1995 -y a propósito de este tema- expresa Liscano:

[…] «da para pensar y morir tranquilo» […]

Para cerrar su reflexión metafísica y trascendental, leamos un fragmento de un curioso texto inserto en una carta de fecha 6 de Noviembre de 1997 [la última de la compilación epistolar de Alvaro Parra Pinto], donde Liscano diserta en torno al libro Revelaciones, y declara:

[…] «Satán no es sino ficción de la rebeldía de nuestra mente ante un mundo que parece regido por aquél. Pero cuando medito en Cristo, en San Francisco, en la madre Teresa de Calcuta, en José Gregorio Hernández, Satán desaparece y resplandece el Rey del Sufrimiento Humano en su cruz […] Esa cruz crística me alumbrará. Lo espero. Hasta el final» […]

Sí, fue hasta el final, ocurrido el 16 de Febrero de 2001. El Hombre de Letras, el crítico, el burócrata, la figura nacional y continental: se sumergió en las profundas aguas de lo metafísico, de lo insondable. Nos quedan como legados sus textos poéticos, sus ensayos, sus agudas e incisivas reflexiones en torno al hecho literario, y todo ello lo describe en sus aspectos creativos e intelectuales. Pero, estas cartas, que hoy nos entrega póstumamente mediante las ediciones de ALEPH Universitaria, lo desnudan como al ser humano que fue, con todo ese espectro de altos y bajos que nos caracterizan, erigiéndose, pues, en fuentes primarias para la indagación literaria de un buen fragmento del portentoso Siglo XX, que nos legó gran herencia, aunque -deberíamos transigir- inmensos desafíos [...]

-LIX-

SUICIDIOS

«El ingenio de su autor, aparte de la franqueza y sobriedad de su expresión, me resultó extraña, pero muy estimulante. De pronto, como por encanto, creí en la posibilidad de la existencia del protagonista de uno de los relatos, un psicólogo que había experimento con sus dos hijos varones de formas extremas»

Por Joan Sebastián ARAÚJO ARENAS

En mi caso, conocí primero a Jiménez Ure, entre un montón de libros antiguos de mi abuela, que ejerció durante 28 años como profesora de castellano y literatura. La obra se titulaba Suicidios (1982), y mentiría si no dijera que no lo pude soltar desde que lo descubrí, y que tuve que sentarme a leerlo inmediatamente [lo que me llevó dos días]

El ingenio de su autor, aparte de la franqueza y sobriedad de su expresión, me resultó extraña, pero muy estimulante. De pronto, como por encanto, creí en la posibilidad de la existencia del protagonista de uno de los relatos, un psicólogo que había experimento con sus dos hijos varones de formas extremas [aquí no caben especulaciones sobre abusos sexuales, y lo anoto por si acaso]

Lo mismo se aplica al resto de las historias. Eran tan detalladas y, aun cuando había algunas bastante exageradas, todas me parecían en cierto modo posibles. Jiménez Ure es considerado un escritor perverso, hasta el punto en que uno de sus amigos escribió una novela específicamente para él con el siguiente título: https://www.researchgate.net/publication/316104636_LA_CARA_OSCURA_DEL_CRIMINAL_LITERARIO_POR_PARRA_PINTO Y, sin embargo, siempre se ha encargado de recordar que lo que sea que imagine, por macabro que parezca, es sólo una ficción. No es de sorprenderse que se considera a sí mismo no un escritor, sino un hacedor de ficciones [lo que viene a ser lo mismo, claro está, sólo que tiene otro tono]

-LX-

POESÍA CONFESA

«Un poema es una síntesis filosófica. Y mis textos lo son, enunciados del pensamiento»

(A.J.U.)

Por Rodolfo QUINTERO NOGUERA

Ya en conversaciones —entre amigos— lo advertí: Jiménez Ure es un poeta, lo sé. Un buen poeta. Mi pasión por la literatura [proclive a la creación poética] me ha llevado a la lectura acuciosa de una vastísima obra escrita en versos; no es osado, por lo tanto, reconocer —sin temor— una singularidad absoluta en la poemidad jiménezureana, cuya invención se suscita lejana a cualesquiera formas habituales de poesía, o movimientos poéticos con incidencia notable en hacedores venezolanos. Quienes se dedican a la necia y absurda labor de agrupar poetas —según sus signos y tiempo— se perderán ante la posibilidad de encasillar los poemas de Jiménez Ure a «escuela» alguna. Irresponsablemente forjarán identidad y semejanzas para establecer vinculación falaz con determinada cofradía literaria. Advierto, no es ligereza reconocer rasgos personalísimos en su obra. Es bien sabido que la gran mayoría de poetas venezolanos [contemporáneos] absorbieron las máximas poéticas de Bretón: Juan Sánchez Peláez, Rafael José Muñoz, José Lira Sosa, Alfredo Silva Estrada, por aludir sólo algunos nombres sobresalientes de nuestra literatura. Jiménez Ure, por el contrario, se supedita a los dictados que —según Kant— de la razón pura descienden. Su poesía embebida de fuentes filosóficas, devela antagonismo ante el automatismo propuesto por los surrealistas. Sus motivaciones e inquietudes, el influjo racional, el tono escritural, la invención sugerida, el insinuado silencio y la memoria proscrita, concurren inamovibles en su Ars poético, contumaz e iconoclasta. Ciertamente se devela un tono confesional en sus poemas. Jiménez Ure [confeso] declara su aversión contra quien —bajo el falso imperio de la razón— vulnera la palabra, contra quien —insulso— dirime con violencia, contra quien —tras depredar la naturaleza— promueve falacias ecologistas, contra quien [como yo] estoicamente se adhieren al postulado marxista, contra quien —por temor— profesa el advenimiento del «arbitrario creador». La poesía —en Jiménez Ure— es la posibilidad de dar voz a la conciencia lúcida de un exacerbado lucubrador e intérprete de situaciones mundanas. Ya lo anunciaba, con acierto, el poeta José Antonio Yépez Azparren [a propósito de Trasnochos]: «[…] los textos poéticos de Ure reflejan el pensamiento de su autor. Son, por lo tanto, autobiográficos, al tiempo que comentarios marginales o confesionales de sus emociones, deseos y experiencias […]».

La palabra —en Confeso— se convierte en punta de lanza que el autor atina sobre la complejidad nefasta de un mundo ganado al mal: «[…] Soy el confeso que advierte cuán forastero se siente en el mundo, el iluminado de fuerzas ocultas e indescifrables, un impío frente todas las religiones ideadas por los mortales […] El pecador que no peca porque procede de acuerdo con su Moral Individual[…]».

Es este mundo enrarecido y cariado el que promueve el desarraigo psíquico de este insumiso escritor, impelido siempre a disentir de lo social, moral e intelectualmente establecido. En otro sentido, vale desde luego disipar el enrarecido carácter polémico de sus escritos, que se insertan entre las breves hendijas de la razón y el deseo. Menos trillado que interesante resulta recordar a Nietzsche cuando establecía en síntesis, que el ser humano era movido por efluvios racionales [apolineanos] y sentimentales [dionisíacos]; y quienes lograran un equilibrio vertiendo sobre sus copas la brillantez y el deseo, alcanzaban la plenitud del ser […] ser alado capaz de volar a alturas superiores.

Si bien advertí con antelación las sentencias racionalmente apodícticas en su poesía, señalo ahora la efusividad y la peculiaridad de unos versos motivados por la afección genuina y el deseo: «[…] Hoy quiero recordar los encuentros a partir de los cuales he anhelado, acariciar —jadeante— tu hermosa y rebelde cabellera, igual tu vientre e incomparables muslos […] ». Príapo liberando sus pájaros y estos hacen de su vuelo un albur de sortilegios, un sentimentario del deseo. Lo admirado es la manera como Jiménez Ure prescinde de palabras amorosas para proyectar, con mesura, verdaderos sentimientos acumulados en el rescoldo de una codicia moderada. Intuyo el temor racional a un desmán amoroso, a una pasión que exceda. Freud —al hablar de libido— señaló que el aparato psíquico cedía y se supeditaba al principio del placer, placer [voluptuoso y/o amoroso] capaz de propugnar el inicio de innumerables manifestaciones de la actividad intelectual. Algunos versos de Jiménez Ure parecen ideados según lo freudeanamente establecido; «parecen ideados» digo, porque no ocurre de esa manera. Ure quebranta dicha teoría, en el momento de razonalizar los impulsos humanamente afectuosos, como si al envés se cumpliera la sentencia de Freud: el principio de placer supeditado a la razón.

«[…] Conocí su existencia en un irrevelable y de la meseta lugar. Lucía hermosa, apacible, dulcísima. Le dije: No soy un místico ni el Hijo del Hombre y he resucitado. Si tienes oídos e inteligencia, entiéndeme: Me ves, empero, materialmente nada me precede ni procederá fuera de la ilusión y el momento que experimentamos […]».

Se sabe de Alberto Jiménez Ure un extraordinario narrador, empero, su fortísima voz poética exige—como ya lo anunciaba el bardo Juan Liscano— consideraciones especiales. Nada más diré de su poesía. Sea el juez-lector que condene a quien confeso —advierto— no merecerá confinamiento.

-LXI-

SUSTRACCIÓN A LO FANTÁSTICO EN ALBERTO JIMÉNEZ URE

«Para escribir se debe ser libre, y yo, siempre lo he sido. De allí mi admiración por Alberto JIMÉNEZ URE, el único hacedor que escribe con una libertad envidiable, aunque, filosóficamente, no comparta sus ideales»

Por Leonardo PEREIRA MELÉNDEZ

-I-

Hay dos escritores que han influido terriblemente en mi pensamiento literario: Ludovico SILVA y Alberto JIMÉNEZ URE. Por la simple lectura de algunos libros de JIMÉNEZURE puedo colegir que sus ideas eran adversas, totalmente contrarias (¿?) alas del filósofo y poeta, Ludovico SILVA. Aunque no soy un verdadero crítico literario, más bien, para decirlo con palabras de ese gran monstruo de la crítica que fue Ronald BARTHES, tan solo soy un amateur de la literatura, un mero aficionado. Tan sólo eso. Porque a decir verdad el verdadero crítico, decía por cierto Juan Carlos SANTAELLA es, ante todo, «[…] un lector susceptible de estremecerse y asombrarse ante aquello que pasa en silencio por sus ojos y su imaginación. Lector primero, crítico después» […], porque de esa manera sabrá valorar lo existencial de los sobrenatural (subrayado mío). El escritor tiene que tener libertad para escribir. Para dejar volar su imaginación cual mariposa soñada. Escribirlos que siente. Apartarse de lo mundano. De no ser así será siempre un esclavo.

-II-

Quizá el libro que mejor ilustra el complejo pensamiento anti-poético de Alberto JIMÉNEZ URE (Tía Juana, Estado Zulia, 1952) es el que lleva por título Aberraciones (1987), el cual se ha convertido en un tratado sobre la psiquiatría. Por supuesto, esta sentencia no agota de por sí el estudio moralizante reflejado en su obra. Si un ignorante leyera los cuentos de JIMÉNEZ URE, lo tildaría de pornógrafo. Filósofo extraño, derechista, influido tal vez por las lecturas de BORGES, GRACIÁN, RANGEL (Carlos), CAMUS, Boris VIAN, SHOPENHAUER, para solo nombrar algunos de los escritores preferidos por Alberto JIMÉNEZ URE.

-III-

Me incluyo entre el reducidísimo grupo de personas que mantiene una actitud diferente frente a la vida. JIMÉNEZ URE afirma que «[…] un país se descompone cuando su destino depende delos ignorantes y los imbéciles con poder

[…]» refiriéndose a su novela Aberraciones donde desnuda la realidad patética denuestro país, el cual está (¿Siempre lo ha estado?) sumergido en la desidia gubernamental por culpa no solamente de los corruptos, los ladrones de cuello blanco, sino también (hay que decirlo, duélale a quien le duela) por los encubridores, que en este caso somos todos nosotros. Para muestra un botón: todo el mundo despotrica del ex mandatario Carlos Andrés PÉREZ, pero nos olvidamos que fuimos nosotros quienes lo elegimos como Presidente de la República, nada menos que en dos oportunidades. ¿Esquizofrenia? Dificulta dar una respuesta.

-IV-

Para escribir se debe ser libre, y yo, siempre lo he sido. De allí mi admiración por Alberto JIMÉNEZ URE, el único hacedor que escribe con una libertad envidiable, aunque, filosóficamente, no comparta sus ideales.

-LXII-

JIMÉNEZ URE ANTE LA JAURÍA

«La literatura que hace JIMÉNEZ URE será de la que se hablará en el futuro de Venezuela. Una literatura sin tiempo, metida en el ahogo de su propia evolución»

Por José RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ

Un escritor, está claro, debe tener una posición de principios o de dignidad ante la vida; no necesariamente una posición de grupos. Un verdadero escritor es un hombre solitario que no debe dar cuenta a nadie más que a él mismo de duros encuentros con la adversidad, con los prominentes fantasmas de su propio yo. En verdad, a un escritor verdadero le tiene sin cuidado la política de partidos. No porque sea apolítico, sino porque su lucha es más total: más extensa e intensa. Es una lucha ilímite, sin pretensiones reivindicativas, sin prácticas, ni de provechos inmediatos. No puede ser de partidos la lucha contra la nada, contra el sentido de la muerte que nos ha sido impuesta. ¿Cómo podríamos imaginarnos militando en un partido a https://es.wikipedia.org/wiki/William_Blake, a un https://es.wikipedia.org/wiki/José_Antonio_Ramos_Sucre, https://es.wikipedia.org/wiki/Fiódor_Dostoyevski, https://es.wikipedia.org/wiki/León_Tolstói, https://es.wikipedia.org/wiki/Stendhal, https://es.wikipedia.org/wiki/Marcel_Proust, https://es.wikipedia.org/wiki/Lord_Byron, https://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Conrad?

Un escritor dirige sus ojos hacia lo fecal, lo detecta en lugares donde casi nadie cree exista. El escritor lo delata con ira, con valor, con fuerza vehemente. No le importa al escritor de qué lado está el excremento: si en el oriente u occidente. Su deber es decir: «aquí huele mal, yo os juro que aquí huele mal y es necesario declarar una cuarentena en este lugar; es necesario fumigar las ratas y matar las alimañas». Entonces, los que antes vivían felices entre los malos olores comienzan a darse cuenta de que realmente huele mal y deben procurar limpiarse y asear a los demás. Si no lo hacen, si a pesar de saber que viven en la inmundicia no quieren asearse, ya sea por desidia o por cobardía de costumbre, entonces tendrán que admitir que son de una condición inferior y el escritor les desdeñará, los despreciará. Cada vez que esta gente vea al escritor descubrirá los vapores de su propio hedor. Esto siempre ha sido así.

https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Jiménez_Ure tiene su detector de malos gases y ha tenido la valentía de delatar muchos lugares putrefactos. En más de una ocasión ha gritado:

-«Aquí huele mal».

Desgraciadamente, no lo han escuchado como se merece. La reacción, en ocasiones, ha sido dura. Alberto la ha enfrentado solitariamente. Un hombre solo es peligroso. Un hombre solo es capaz de todo, de las verdades más insólitas. A un hombre solitario se le ocurren tantas cosas geniales y en este país tiene que tragarse o echarse a morir con sus revelaciones. Un hombre solitario no puede reunirse porque no sabe reír en grupo; un hombre solitario no conoce las modas literarias ni revolucionarias y no puede saber cómo se ríe y aplaude en grupo; ni cuál es la moda de la primavera moscovita, ni del otoño gringo. Un hombre solitario, por demás entregado a sus fantasmas, a su trabajo, no tiene tiempo para poses: es por fuerza un tipo antipático y serio.

La literatura que hace JIMÉNEZ URE será de la que se hablará en el futuro de Venezuela. Una literatura sin tiempo, metida en el ahogo de su propia evolución. Una literatura sana, sexualmente sana y valiente. Alberto se atreve, se arriesga en lugares difíciles y acierta. Y lo hace por un sentido positivo de su vida y de su obra; por la forma solitaria y briosa conque ha llevado su trabajo; por la nobleza y honestidad conque afronta las adversidades de cada día. Toda esa esperanza de gran escritor se percibe, sin duda, por su dedicación al trabajo creador. El trabajo ha purificado su vida; eso se ve en su obra, en su juventud, en las expresiones prudentes y serenas de sus escritos, del trato con las personas.

Yo he de confesar que no había leído nada de JIMÉNEZ URE hasta cuando lo conocí. Él estaba apoyado sobre el marco de una puerta en una oficina de la Universidad de Los Andes y, como un fantasma, al verme me preguntó:

-«¿Salió tu novela?»

No lo recordaba, no creía haberlo visto nunca y, sin responder a sus palabras, le pregunté:

-«¿Y tú escribes?»

Tengo la obsesión de conocer a la gente que trajina con los elementos de mi pasión y ese joven, sereno, me respondió:

-«A veces […]»

Entonces, hablamos y tuve algunos de sus libros, los cuales leí con avidez. Fue, de veras, un descubrimiento. Sobre todo Lucífugo, novela de sugerencias nobles, viriles, juveniles. Está uno tentado agregar frases a lo que dice. Quiere uno hacer la novela suya y llevarla por otros vericuetos de su agradable invención. Finamente elaborada, sin excedente de grandiosidad, dejando en cada frase el valor figurativo de un detalle que nos atrapa: -«No supe en qué momento me dormí. En plena madrugada desperté y oriné […]»

¿Cuánto sabe JIMÉNEZ URE de un tema tan complejo como el que aborda en Lucífugo? Es del sexo, madre de todas nuestras angustias y sublimes creaciones. De la única revolución que vale la pena afrontar. ¿Por qué será que los que se dicen revolucionarios tendrán tanto miedo de afrontar, con franqueza, las fuentes inagotables del sexo? Alberto no alardea. Está en libro como un tipo ingenuo, auscultando la belleza eterna de la hembra en dimensiones eróticas fuertes. Los diálogos son directos, cortos, sugerentes:

-«Me agrada tu excesiva feminidad.

-Yerras, Nomus. Soy lesbiana.

-¿Hablas en serio?

-¿Te aterra?

-No lo apruebo. Eres demasiado mujer […]

-Por ello soy lesbiana. Soy tan femenina, tan mujer, que sólo amo a un hombre cuando es lindísimo o una chica encantadora como yo […]»

La memoria poética de JIMÉNEZ URE da lo mejor de sí en este libro. Debemos sentirnos orgullosos de tener entre nosotros a un novelista como este joven que apenas inicia su carrera y cuyos primeros pasos son ya obras para la posteridad.

-LXIII-

DEL CUENTO BREVE MUTILADO

Se puede apreciar, en medios gráficos y digitales, fotografías macabras de asesinatos, accidentes, tragedias humanas, y estas cosas son publicadas; leídas. En cambio, escribir sobre estos menesteres en un relato hace horrorizar los ojos.

Por Moisés CÁRDENAS

En el año 2004 del presente siglo XXI, «Alfadil Ediciones» publicó el libro Perversos del escritor venezolano Alberto JIMÉNEZ URE (nacido en Tía Juana, Estado Zulia-Venezuela, Año 1952). Autor de más de 40 libros, que se destacan entre los géneros de poesía, novela y cuento; así como también ha publicado reflexiones y pensamientos. De ésta última temática, es la que envuelve su obra.

Alberto JIMÉNEZ URE es un poeta filosofal, un terrícola con una mente expandida hacía la galaxia literaria. El lugar de nacimiento influye en el desarrollo y la personalidad del ser, y como URE nació en Tía Juana, Campo Petrolero, tal vez el hidrocarburo yace en la piel del escritor; de ahí su fuerza oceánica y voraz.

La obra literaria de Alberto JIMÉNEZ URE es, obsesivamente, metafísica. Capaz sea una locura mía al considerar que el lugar de nacimiento del escritor tiene algo que ver con su escritura y forma de expresar los textos. El petróleo extraído de las rocas y del fondo de la tierra, salpica las palabras en URE, llevando consigo el líquido inflamable en cada una de sus obras.

En el universo literario se presentan escritores para todos los gustos y en otros casos disgustos. He notado que en la literatura venezolana las obras de URE causan disgustos o repugnancia en algunos sectores académicos pero en otros intelectuales admiración, y en los lectores donde importa la presencia de su obra, sus escritos gustan hasta el punto de querer leer más, llevándolos a una obsesión y vicio.

Tal es el caso, del libro de cuentos Perversos donde se narran escenas crudas, delirantes y monstruosas de nuestra especie. En Mutilado se encuentra la lucha animal de dos personajes, Bia una mujer hermosa, inteligente y encantadora; pero asume «los típicos comportamientos de las casadas» (2004: 14). El otro personaje Ocunue, su esposo, un hombre intelectual y atractivo para muchas mujeres. Acá es donde entra el conflicto. Sucede que Bia elige la violencia para hacerle la vida imposible a su marido. En unos de los párrafos del relato, se lee:

«-Eres un degenerado –solía gritarle-. Un tipejo egocéntrico, bruto, ordinario, camionero, promiscuo, sádico, estafador […]» (2004: 14). Eran las obscenidades que expedían la boca de la encantadora Bia. Pero lo animalesco, se presenta aquí:

«[…] De su boca brotaba espuma, sus ojos (que normalmente eran verdes) se volvían llamas y sus labios adquirían una mueca horrenda. Es decir: su belleza se transformaba en monstruosidad» (2004: 14-15).

El ambiente que prosigue en el relato se describe malvado. Bia y Ocunue se lanzan a las crueles mordidas de la realidad.

«[…] lo lesionaba con diferentes instrumentos, le arrancaba los cabellos, lo rasguñaba y hasta quiso dejarlo ciego (le arrojó el contenido de un frasco de alcohol puro en los ojos, provocándole una grave irritación corneana) […]» (JIMÉNEZ URE, 2004: 15).

El autor del cuento Mutilado lleva a la locura de los personajes. Por un lado la bella Bia, es un ser escalofriante, mientras Ocunue más que sumiso es la víctima. Encontramos lo que hoy se conoce como violencia de género. En la narración no es la ficción, es la realidad en las páginas del cuento.

«[…] De pronto, afiló el cuchillo que usaba para deshuesar pollos: y, luego de ponerlo erecto, cortó su falo. Automáticamente, del tronco brotaron chorros de un líquido color ocre (cuya consistencia recordaba al barro) […]» (JIMÉNEZ URE, 2004: 15).

El cuento, con un aurea fantástica, describe, de forma escalofriante, una escena de terror. En el universo literario de Jiménez Ure, lo horroroso está presente. En Venezuela es raro encontrar a escritores que relaten textos macabros o tenebrosos, donde se presente las acciones humanas. En un país perverso como el nuestro, el tema del terror humano está presente día a día. JIMÉNEZ URE no siente pudor en relevar su escritura. ¿Por qué ocultar la realidad?

El autor prefiere hablar del mundo, de manera implícita, lo muestra cuando lo expresó el 13 de abril del año 1981, del siglo pasado:

«[…] Soy enemigo de la ficción: aquella que presenta al mundo tal cual nuestros ojos lo ven. El folklorismo en la literatura es como la impaciencia en un budista: profana. Cuido mis textos de ese mal porque confisca a los autores a frívolas recompensas materiales, y no trasciende. Triunfa más quien durante su vida sostuvo su locura que quien, por cobardía, asume el papel de imbécil con miméticos pensamientos.» (Jiménez Ure 2018: 169).

El texto Mutilado no es un cuento, es una realidad. La violencia de Bia es la personificación de la violencia de género, ella semeja aquellas personas que usan la violencia verbal para llevar a la víctima a la locura. El falo de Ocunue es castigado, amputado por él mismo, bajo los influjos mentales de Bia. En la realidad hay mujeres perversas que cortan el miembro de su pareja, compañero o amante. En otros casos, castran el miembro, sin dar complacencia sexual y dejando al hombre con las ganas del coito. La literatura más allá de plasmar la escritura, también devela acontecimientos reales, la cuestión está en la forma de escribirlos.

Se puede apreciar, en medios gráficos y digitales, fotografías macabras de asesinatos, accidentes, tragedias humanas, y estas cosas son publicadas; leídas. En cambio, escribir sobre estos menesteres en un relato hace horrorizar los ojos. ¿Será que el texto ingresa en la mente? En el cuento, Bia prosigue con su violencia verbal:

«Hijo de puta –lo espetaba-. No tienes palo e igual me traicionas con tu lengua… He visto sangre en tus labios. Ni siquiera esperas que tu secretaria deje de menstruar para lamerla como lo que eres: un perro escabioso…» (JIMÉNEZ URE, 2004: 16).

El lenguaje soez de Bia es el vómito de su ira y maldad. La agresión física va más allá de ser dominante, es la materialización de la perversa. ¿Sucede en la realidad? Tanto hombres como mujeres se enfrentan a batallas mortíferas de ataques verbales y físicos. Jiménez Ure presenta en su cuento estas situaciones, donde Ocunue materializa los desequilibrios de Bia. Porque llega él hasta el punto de quitarse la lengua.

Ocunue pierde el habla, y le da paso a la bestia de Bia. Hoy en día nuestra sociedad es horrenda. La libertad de hablar y expresar es mutilada. El individuo es llevado hasta el punto del suicidio moral. El órgano más importante de nuestra especie, es eliminado. En los regímenes, la lengua de la población no tiene autoridad, solo la lengua de los poderosos, de los tiranos. Aunque el pueblo sumiso busque miles de formas de encontrar su órgano, la lengua es quemada por el fuego de la maldad.

En el cuento, cuando la lengua de Ocunue cae al suelo, surge el espanto:

«Un voluntario fue y pudo ver cómo el perro de Bia, un pequinés de hocico extra, se disputaba entre cucarachas y hormigas el pedazo de carne» (JIMÉNEZ URE, 2004: 17).

En el cuento, la carne es el trofeo donde los animales se pelean por tenerla. Es que desde el inicio del cuento, la carne está presente:

«Durante más de un lustro, Bia eligió la violencia para dirimir sus desacuerdos con Ocunue: los puños, las uñas y objetos domésticos […]» (JIMÉNEZ URE, 2004: 14)

Violencia y más violencia desatada en las paredes del departamento del matrimonio. La casa como epicentro del terror, metáfora de una nación autoritaria donde la carne puede ser profana o santa, presentándose con el disfraz de la mujer de Ocunue.

«Por su parte, Bia visitaba, todas las noches, una iglesia evangélica. Se confesaba arrepentida y penitente» (Jiménez Ure 2004: 17)

BIBLIOGRAFÍA

Jiménez Ure, Alberto: Perversos. «Ediciones Alfadil», Caracas, Venezuela, 2004.

Jiménez Ure, Alberto: Suicidios. Versión digitalizada. Consultado el 06-02-2020. Disponible en https://www.academia.edu/35668947/SUICIDIOS_POR_A._J._URE_DIGITALIZADO_2018.pdf

-LXIV-

CUENTOS ABOMINABLES

«Su obra intenta ocultar la verdadera intención de una gran cantidad de autores: elaborar críticas mediante el ingenio que poseen. JIMÉNEZ URE es –sobre todo- un crítico social» que se vale de sus cuentos y novelas para proyectar su «sarcasmo».

Por Oscar ALBAN

En Cuentos Abominables [«Universidad de Los Andes», Mérida, Venezuela, 1991. «Universidad de Costa Rica», San José, 2002] Alberto JIMÉNEZ URE nos presenta relatos con finales impactantes: pero, un lector agudo o diestro es capaz de anticipar la culminación de las tramas. No busca que los personajes estén en ambientes felices, y, en caso de estarlo, los transporta a situaciones pesimistas destinándolos a la fatalidad. No utiliza frases con poéticas, sino que construye oraciones sencillas: de fácil comprensión. En algunas oportunidades evita emplear expresiones «comunes» y crea personalísimas formas descriptivas, inclusive neologismos [para él los billetes son «próceres impresos», los ascensores «clautromóviles», et. ]

Los temas principales de los relatos no dejan de ser fuertes e impactantes. La muerte ocurre en forma violenta, y el erotismo llevado a extremos que lucen anormales (y que pueden provocar desagrado, miedo e incertidumbre). Gracias a la presión social que afecta el psicologismo colectivo, los personajes son llevados a la locura utilizando aquello que envuelve a todos los temas: lo «absurdo». JIMÉNEZ URE es un filósofo de la burla, la cual subyace en lo «abominable» de las acciones que se suceden en sus obras: es su fin «mofarse de la realidad». Describe acciones ilógicas en ambientes cotidianos, situaciones inverosímiles en un marco real.

Su obra intenta ocultar la verdadera intención de una gran cantidad de autores: elaborar críticas mediante el ingenio que poseen. JIMÉNEZ URE es –sobre todo- un «crítico social» que se vale de sus cuentos y novelas para proyectar su «sarcasmo». Para elaborar su obra, sencillamente observa el comportamiento incongruente de las personas: analiza sus limitados razonamientos que ocultan tras la máscara de la «lucidez»: la «vanidad» e «ignorancia». Sus textos develan el miedo del individuo frente a cualquier cosa, sus deleznables y generalizados hábitos. Algunos de sus textos reflejan el temor de la «sociedad» a la «sociedad», como intentando ratificar que todos vivimos presas de un inmenso «miedo a nosotros mismos». Su burla es «sátira». Toma lo considerado obsceno e inmoral como pilares principales en sus libros. Pero, da a entender que la vida podría ser llevadera si se aceptaran los tabúes impuestos por el Hombre proclive al «martirio».

Alberto JIMÉNEZ URE nos da la oportunidad de conocer a un escritor poseedor de un estilo diferente. Sabe lo que hace, y es consciente de lo fuerte que a muchos lectores les parece su obra: quienes, probablemente por incapacidad de comprenderla, reaccionan despectivamente ante ellas. Pero, el autor parece mofarse de ellos. JIMÉNEZ URE maneja, diestramente, las formas narrativas y significados. Exhibe una gran capacidad discursiva, la cual le permite alterar la realidad presentándonos situaciones ambiguas e inverosímiles. Esta obra es, fundamentalmente, una «crítica de hechos sociales».

-LXV-

SOBRE LUCÍFUGO

«Lo negativo, se sabe desde los griegos, es lo que cambia, lo que se mueve, lo que deviene. Lo positivo, por el contrario, es lo que permanece fijo, estático, lo que está muerto»

Por Joan Sebastián ARAUJO ARENAS

Lucífugo, la primera novela de Jiménez Ure, parece ser sólo un experimento: el intento de sobrepasar los límites de los géneros literarios más reconocidos (novela, cuento y poesía), precisamente uniéndolos. Es decir, prescindiendo de las abstracciones de las cuales somos tan aficionados aún sin saberlo. Por esto, además, simula ser una continuación a destiempo de aquél pequeño texto hegeliano («¿Quién piensa abstractamente?», 1807) que, a más de uno, puede despertarle de su «sueño dogmático».

Digo que conserva y supera («Aufhebung») el cuento y la novela, porque es ambos en cierta medida: parece en cuento por su extensión, y, sin embargo, es una novela por el tratamiento que se le da a los personajes y a sus circunstancias. En cuanto al recurso de la poesía, se puede citar un escrito del protagonista que, curiosamente, parece identificarse con el autor bajo otro nombre (Nomus Macedonios de la Fortuna):

CONJETURA

Soy, aristotélicamente,

un ente natural:

un ciudadano solitario que piensa,

cada mañana,

de noche y durante las tardes,

en el suicidio por placer

y amor…

Soy racional y, por ello,

sufro al no decidir el riesgo de perderte:

pequeña luz, sí,

pero en mis tinieblas…

Una suerte de confesión que cobra mayor importancia y sentido cuando se tiene en cuenta que «Lucífugo», tal y como lo apunta el prologuista, significa «el que huye de la luz». Y si hipotéticamente se asumiera que la luz es símbolo de lo real, se entendería por qué, detrás de la trama, hay un hilo conductor que lo explica todo: la evasión, la negación.

Lo negativo, se sabe desde los griegos, es lo que cambia, lo que se mueve, lo que deviene. Lo positivo, por el contrario, es lo que permanece fijo, estático, lo que está muerto. Uno y otro están en constante interrelación, claro está, pero, lo que se debe plantear respecto a esto, es que, el artista, sin importar de qué tipo sea su obra, niega constantemente lo dado. De modo que, el escultor niega la condición de la materia prima que use para dar forma a su trabajo, el escritor niega la condición de la hoja en blanco, y así sucesivamente en cada caso.

Nomus Macedonios de la Fortuna, estudiante auto-didacta de filosofía y prolífico escritor dentro y fuera de Ciudad Kentucfield y Ciudad Xifoides, es, como ya dijo otro antes de mí, el «soñador absoluto» del mundo posible del que forma parte (Ciudad Espectral). Por ello huye de la luz, de lo real, de lo verdadero. El artista siempre es, aunque no lo admita, un extremo cobarde. Pero de su profundo aborrecimiento y miedo por lo que le es insoportable, surge su legado.

Jiménez Ure, retomando lo que se dijo al comienzo, incluso confiesa su experimento al ser el hacedor de esta ficción en uno de los diálogos que la conforman:

«Sabes que me gustan las invenciones. Pero: ¿qué puedo proclamar insólito dentro de los sueños? En cambio, la novela me ofrece una linealidad absurda»

Un sentido anacrónico que va desde utilizar el nombre de una ciudad ocho años antes de que siquiera haya sido fundada, y el que, curiosamente, el hijo del protagonista fuese a vivir lo mismo que su padre. El eterno retorno de lo mismo, como postulaba Nietzsche repitiendo a los griegos.

-LXVI-

RELECTURA DEL LIBRO PERVERSOS

«La obra jimenezureana se caracteriza por describir la fuerza en las manos de la autoridad y el poder que ella representa»

Por Moisés CÁRDENAS

(https://eldienteroto.org/wp49/category/autores/)

En la contraportada del libro Perversos («Alfadil Ediciones», 2004) aparece las siguientes palabras que llaman la atención: «[…] Jiménez Ure usa a sus lectores como campo de su experimento narrativo que puebla de monstruosas imágenes […]». Recordé una ocasión cuando interactuaba con Alberto en el «chat» del Facebook, en la cual le dije que «me había inquietado y estimulado el libro». Él respondió: «Siempre que incomode, ilumine, despierte o perturbe las conciencias, la Literatura tendrá sentido». El comentario me dejó pensativo. Entonces, concluí durante mi indagación que la obra jimenezureana, cumple con el designio del genio creador: hacer que el lector encarnice a los personajes de los cuentos.

El autor de Perversos, agita el espíritu y explora el poderoso reino de la mente. Ante el libro sucumben los sentidos del lector: nos trasmite pensamientos buenos o malos. Las experiencias, los deseos, las motivaciones en el lector harán que se identifique o se comporte como los personajes que aparecen en Perversos. El parapsicólogo y profesor Roger Luc Mary sostiene: «[…] El autor que mejor cumple su tarea es aquél que sabe hacerse olvidar del lector para permitirle a éste que se descubra, que se reconozca, a fin de dejarle experimentar sólo su capacidad espiritual […]».

(1984: 62).

Alberto Jiménez Ure no es el escritor «comercial» que escribe para entretener a los lectores. Al contrario, permite que el lector experimente sus capacidades: goce, disfrute y sea parte de él. De ahí mi siguiente afirmación: la escritura de URE es para despertar el animal que llevamos dentro y mirar lo que somos. No es para «pervertirnos», porque nacemos morimos «pervertidos».

Muchos escritores, investigadores y académicos han abordado sus obras. Cada uno especula o afirma lo que cree o considera sobre Jiménez Ure, y seguirán haciéndolo por lo «extraño» de su literatura. Mientras la Humanidad continúe bajo «la fealdad de sus actos», siempre habrá motivos para escribirle «ficciones» que no se alejen de su «verdadera naturaleza».

Enrique Plata Ramírez afirma: «[…] Leer a Jiménez Ure es abordar lo extraño e interpretar, a la vez, descubrir las distintas variantes de un cosmos único, original […]» (2009: 116).

El libro Perversos es, sin duda, el espejo de nuestra especie, la más horrenda del planeta. Los 48 cuentos recogidos en el libro exponen las angustias de la existencia humana, la ansiedad ante el porvenir y la obligación de nuestro destino por hallar reparos. El escritor mantiene la línea destructiva y de cuestionamientos que se advierte en casi todos sus textos: va más allá de las tramas ficticias, se empecina en demostrar su «tesis» según la cual el Ser Humano debe voluntariamente desaparecer del Universo. De este libro he seleccionado tres cuentos que son interesantes por describir escenas de «horror», «suicidio», «muerte», «sarcasmo», «venganza», «sátira» y el «poder». Todas las mencionadas, «inmanentes al ser pensante».

El cuento Metamorfo, la locura y el suicidio dominan al personaje. Busca la huida en manos de la muerte con planteamientos filosóficos: «[…] basta que el Hombre desee quitarse la vida para que, de hecho, no exista. Yo soy por cuanto me afirmo ante la realidad. Quien auténticamente morir anhela a nada se adhiere […]» (Jiménez Ure, 2004: 52).

El auténtico rebelde no admite doctrina política que profesar ni consiente doblegarse por mendrugos, efímera quietud o merecer el perdón de cierta fábula ridícula –sostuvo Jiménez Ure en uno de sus epifonemas-. Tal vez por eso el Hombre, durante milenios, se ha sentido la especie dominante: la «Razón y el Deicida». De ahí que desate su brutalidad cuando hiere o ajusticia al prójimo, y pocas veces se muestra misericordioso. Si en algún momento lo hiciere no sería por «converso» a determinada creencia religiosa. Pero, los pocos o muchos exterminadores de su propia especie saben que no están exentos.

En ese relato llama la atención el uso del número 11: «[…] regresó con 11 envases llenos y, sentándose frente a su escritorio, […]» (2004: 52). Otra mención que podemos encontrar: «[…] en 11 ocasiones se levantó de la silla para buscar los envases que yacían en el refrigerador […]» (2004: 53).

Se cree que el «11» simboliza un plano de conocimientos y realizaciones. También es el «número de las revelaciones». Pero es probable que en el cuento el 11 tenga que ver con «flagelarse», forma elegida por el personaje para escapar de la existencia. Las 11 ocasiones que se levanta, los intentos de acomodar la soga y el acto de orinar tres veces le causan placer; puede interpretarse como los pasos para encontrarse con la muerte. Aunque para llegar a ella tenga primero que danzarla.

En sociedades caóticas o incesante crisis, los ciudadanos pueden padecer o exhibir los síntomas del suicida: depresiones severas, desquicio y manifestaciones violentas contra el «otro». Es la sociedad de la cual forma parte la que lo incita, porque ella es suicida: […] «-¡calla, desgraciado, y entra sin ruido a la muerte! -le replicó uno de los vecinos que, al parecer y coincidentemente, igual ostentaba extrema embriaguez. ¡Mátate ya y déjanos dormir!» […] (2004: 53).

En el Capítulo 11 del libro bíblico de Juan, el Numero 11 infiere que «la muerte es un sueño». Al leer el capítulo, Lázaro ha muerto y Jesús acude a despertarlo del sueño. Luego, ésta acción da pie para que sus detractores persigan al maestro.

Tal vez el personaje del cuento Metamorfo quiera dormir en la muerte, y no la ve como un padecimiento o algo escalofriante. Quizá el personaje tenga conocimientos, instrucción filosófica sobre lo que significa la muerte. En lugares política y socialmente insufribles, muchos ciudadanos desean morir. Aunque lo piensen, planeen o pretendan infligirse daño para su consecución, el miedo a la «muerte» suele vencer sus propósitos. Es destacable el uso del Número 4 en el cuento: «[…] en el piso 4, Apartamento A-13, rápidamente, respondió uno de los entremetidos: tenga cuidado, está furioso […]» (2004: 53). En otra parte, leemos: «[…] Tienes suerte de que se detenga en el piso 4 […]» (2004: 53).

Los estudiosos en numerología exponen que el Número 4 es «símbolo del orden y los valores, que es signo de lo práctico, la lealtad, la rigidez y la represión». Para los cabalistas, es «orden y autoridad» (Aun Weor, 1979: 311).

La presencia de gendarmes es símbolo de autoridad, represión y poder: «[…] de inmediato, los gendarmes (tres) desenfundaron sus armas: empujaron con sus pesados cuerpos las rejas y –a balazos-lograron ulteriormente abrir la puerta principal […]» (Jiménez Ure, 2004: 54).

La obra jimenezureana se caracteriza por describir la fuerza en las manos de la autoridad y el poder que ella representa. El accionar de las armas y la manipulación del Hombre mediante su poder es una forma de mostrar su metamorfosis. Al ser humano, cuando se le da poder, se «transforma»: cambia, irreversiblemente, para «bien» o para «mal». Aunque las cantidades de veces sean más para el «Mal». Porque es lo que seduce a «las malditas almas atormentadas que gobiernan la faz de la tierra».

En el cuento El periodista y la policía del tránsito, el personaje Ulises Dellmorall Monagas se siente cautivado por Rosalba (la resguardaleyes). Le expresa su fantasía y anhelo de fornicar con una mujer policía. Él representaría al «pueblo» que siente deseos por la «autoridad», en la figura de una fémina «uniformada». ¿Cuántas veces hemos visto a mujeres sentirse seducidas por hombres con uniformes (militares o policías) sólo porque representarían al «poder». O viceversa, como Ulises Dellmorall Monagas? ¿Cuántos no ansían tener sexo hasta con monjas? Es decir: en el fondo, el Ser Humano es masoquista porque le encanta que la autoridad lo tome y domine. Un «pueblo» inculto es un pueblo vulnerable y propenso a la sumisión. Los «pueblos fantaseosos» son proclives a permitir que los ultrajen. Tarde comprenden que conceden «poder» a violadores. La autoridad es la única que obtiene, metafóricamente, «satisfacciones»:

«[…] En ese instante a ella le sobrevino un orgasmo y pitó tan fuerte que enloqueció al periodista. Él sacó su falo, que ya expelía semen, y le dio un puñetazo en la cara a la bella mujer policía. Rosalba reaccionó de inmediato: con su arma de reglamento, le apuntó en dirección a los testículos y disparó dos veces el enorme revólver […]» (Jiménez Ure, 2004: 68).

Nuestra especie no es fiel en sus actos. Ante ciertos eventos actúa perversamente. Simbólicamente, el «Poder» toma su posición ante sus «amados»: ambos «fornican» y se complacen mutualmente, pero cuando la «autoridad» toca una parte del cuerpo (en este caso el «Estado») y quienes se revelan ante su ejercicio, entonces le son cortados sus «testículos». La cosa es que en lo que va de siglos al ser humano le gusta la perversión: de ahí que tengamos dementes, maniáticos, desalmados, monstruos que emplean la muerte para acabar con el «otro». Mario Vargas Llosa dice: «[…] el hombre necesita matar, es un ser predatorio. Comenzó haciéndolo, hace millones de años, porque era la única manera de sobrevivir, de comer, de no ser matado. Y ha seguido haciéndolo siempre, en todas las épocas de su historia, de manera refinada o brutal […]» (2003: 344)

No hay duda que la Especie Humana esta pervertida. En lo que llevamos de existencia, la muerte y destrucción gobiernan: son la autoridad. Jiménez Ure nos transmite, muy bien y a fondo, su videncia. Es un ser trasvasado a otro mundo cuando escribe sus cuentos, por ello su literatura luce «extraña».

El dignatario es un relato satírico. El autor lacera, fustiga, nuevamente, la «autoridad y el poder» como principal fuente de dominación. La que gobierna y cautiva a mentes doblegadas para convertirlas en servidumbre. Aparece la figura del «caudillo», quien controla la sociedad bajo sus propios delirios. El personaje principal del cuento, el «Señor Comándate», obliga comer sus defecaciones a sus seguidores, adherentes políticos y al gabinete de gobierno. Jiménez Ure narra escatológico:

«[…] –Con la cuchara sopera, servirás mis excrementos a los ministros en sus manos. De ese modo, los que conforman el Poder Ejecutivo demostrarán su lealtad a mi proyecto revolucionario […]» (2004: 120). El «Dignatario» describe el bestialismo de un gobernante autoritario prototípico que, en cualquier nación del mundo, ejerza demencialmente el poder y en perjuicio de un pueblo estúpido que lo ovaciona y por él delira. Un gobierno que ejerce su dominio en una ciudad o país como si fuera un cuartel. Sabe que la sociedad postrada a sus pies está idiotizada, y que le place alimentarse con las migajas que da el «Gobierno» sin importarle que sean orines o materia fecal. La mente de un pueblo inculto lo condena a la servidumbre. El «Dignatario» gobierna y folla al «vulgo» que somete a penurias de todo tipo. Porque la perversidad le provoca euforia al «gobernante». Jiménez Ure lo expresa:

«[…] Fue inenarrable la felicidad experimentada por el pueblo cuando ingirió el caldo de las entrañas del poder. El Dignatario de la República Revolucionaria gobernó durante toda su vida y, similar al Mesías, siempre multiplicó su materia fecal para mantener bien alimentado a sus seguidores […]» (2004: 121).

En todo el planeta hay seres que «ofrecen su materia fecal» de forma simbólica mediante el ejercicio de un poder horrendo, y comenten todas sus delirantes acciones tras emitir pintorescas y aplaudidas peroratas. La perversidad gana terreno ante el juicio y controla la razón. El dignatario asemeja al personaje de la novela de Joel D. Hirst, El teniente de San Porfirio. En su trama el poder obliga obedecer: «[…] el gobierno es la fuente de toda autoridad, dice el comandante mientras blande un rifle AK-103 que compró con el dinero de nuestros impuestos para utilizar en nuestra contra» (2013: 230).

La Autoridad, el Poder, la Dominación, usa el Número 04 de forma literal. Ejecuta la posición «sexualmente», monta la existencia. Sabe que la Especie Humana es pervertida. Por los siglos de los siglos, el planeta es controlado por «perversos». Ya Moisés, hacia el año 1473, en las llanuras de Moab, manifestó:

«Déjame ocultar de ellos mi rostro, déjame ver cuál será su fin después. Porque son una generación de perversidad, hijos en quienes no hay fidelidad» (Deuteronomio, 32:20).

Es por eso que a Jiménez Ure le repugna la Especie Humana. En sus obras manifiesta su anhelo por su extinción, planteamiento al cual adhiero: porque, verdaderamente, hemos desequilibrado la existencia, y para volver al orden debemos primero desaparecer. En una entrevista que le hicieran, aparecida por primera vez en el diario Tal Cual (Caracas, Junio 25 de 2009) Alberto Jiménez Ure expresó:

«[…] Bogo por la desaparición no violenta de nuestra fracasada y cruel especie. Es imperativo, urgente, que el llamado Agujero Negro absorba a la materia y todo lo que implica su existencia […]»

Hay mucho por investigar en la estimulante e interesante obra jimenezureana. Mientras el mundo siga siendo caótico habrá motivos suficientes para el estudio, análisis, de la obra literaria de Jiménez Ure: quien pareciera ser un elegido de otro mundo para denunciar y combatir nuestra especie. Si Baudelaire dijo que Diderot fue un autor «sanguinario» y POE escritor «de los nervios», yo digo que Jiménez Ure «de la muerte».

BIBLIOGRAFÍA

Aun Weor, Samael: Tarot y Cábala. «Asociación Gnóstica de estudios antropológicos y culturales», Ciudad de México, México [1979]

Hirst D, Joel: El Teniente de San Porfirio. «Editorial Grito Sagrado», Buenos Aires, Argentina [2013]

Jiménez Ure, Alberto: Perversos. «Ediciones Alfadil», Caracas, Venezuela [2004]

Plata Ramírez, Enrique: Las fantasmagorías en Alberto Jiménez Ure. «Ediciones de Bolsillo, Alcaldía de Libertador», Mérida, Venezuela [2009]

Vargas Llosa, Mario: El lenguaje de la pasión. «Ediciones Grupo Santillana», Buenos Aires, Argentina [2003]

-LXVII-

DE PER-VER-SOS A LA OBRA ÍNTEGRA JIMENEZUREANA

«La mente del hombre es un lujo tenerla sólo como desperdicio de una bombilla sin luz»

(EWO, M.)

Por Eliéser William

OJEDA MONTIEL

Inicio esta crítica sobre la obra jimenezureana con la advertencia de haber leído solo uno de los textos de la extensa producción de Alberto Jiménez Ure [Aberraciones]. Coterráneo, campo petrolero de Tía Juana (1952), y sustentado en la lectura de una prolija recopilación analítica sobre la misma organizada por Moisés Cárdenas: Apuntes sobre obras literarias de Alberto Jiménez Ure, al igual que los comentarios literarios, de este mismo articulista, respecto de la misma obra del escritor aludidos en La cara oscura del criminal literario.

Pero: quiero valerme de uno de sus escritos para mis propósitos, ella es Per-ver-sos, la que tampoco ha pasado por mis ojos; más la utilizaré como pivote oportuno por la descomposición silábica que presenta tal denominación, por demás intencional y «capciosa», como toda su escritura literario-filosófica por inferencia cómoda de mi parte para quien pretenda enfrentar una lectura nada «lúdica»; por la perseverancia, arduo quehacer de sesuda caligrafía en palabra preferida del autor señalado supra. Tal vez peque de plagio en los criterios que verteré sobre la singular obra escrita de Jiménez Ure [la mente es traicionera en ello: no pretendo hacer eso]; pero me excuso precavidamente de ello acogiéndome al criterio del gran Borges, pues él mismo reconoció plagios cometidos en su singular producción literaria. Esto, si algún crítico avezado me pilla en mi objetivo: la tradición literaria es una permanente imitación, corresponde a una síntesis de subjetividad social; pero vista desde ángulos disímiles e influenciada por el entorno del escritor que se propone hacerlo, no es mi caso; para ello se necesita cierta astucia y retórica elocutiva como de una sabiduría y acervo cultural «extraños». En alguna oportunidad, a voluntad de todo esto, dije a mi amigo virtual Jiménez Ure, a quien solo conozco por las redes, con motivo de un comentario de mi parte a uno de sus tantos «post», que él coloca en el «Mar de la Web», generador de conversaciones con los que suele acompañar su acrimonia de pensamientos. Decía yo que su literatura, de lo poco que he leído, repito, no es para lectores de mente «fresita»; de allí que aluda a lo nada «lúdico» de su magna obra, insisto, me baso en los grandiosos comentarios de su obra y yo no deseo rezagarme en ello.

Pero por otra parte mi índole, a la que incito, es a una lectura de la obra completa de este escritor-filósofo, desde su primera producción; aconsejable para seguir el desarrollo y progreso de su pensamiento [en ello me he de empeñar, en la medida de lo posible], de la claudicación o de la resistencia de su cogitar; sin escrúpulo ni suspicacia. Ha de adoptarse, en sus inicios de lectura, una postura con mente flexible para beber de una literatura nada ortodoxa recubierta por el musgo de la filosofía, que otorga calibre a sus narrativas y planteamientos de reflexivo y ¿extraño?, numen. Todo, con advertencia de conocer qué tipo de intelecto enfrentaremos; leer y percatarse respecto de la temática de sus escritos más que fantásticos, a mi entender, extraídos de una realidad profana, frívola y banal de vivencias humanas de seres Per-ver-sos materializadas desde la sempiterna existencia del ser humano; desde la propia maldad natural de este, de nosotros mismos, de las flaquezas de nuestro espíritu, del Mal instalado en nuestro «Yo», pues él se encuentra con nosotros; mortales que convivimos con lo abyecto del cotidiano vivir velado por la máscara del rostro del cual presumimos y mostramos los ¿humanos?, como doble faz y dicotomía con el miserere de nuestro «divino» actuar. Pero, sin más preámbulo, a lo anunciado. Como lo he proclamado, Per-ver-sos es la punta de lanza sobre mi propuesta de comentario. Y lo que diré no es lucidez de mi parte, es inferencia, no me lo agradezcan a mí, sino a él: escritor del cual me ocupo. Es lo que he dado en llamar, en metáfora propia de mi cosecha, «lectura poliniza de ideas y pensamientos», implícita en la descomposición de esa cabecera del libro. Es propósito velado del autor: el que tenga ojos que vea, es parte del plan concebido de este como toda palabra utilizada por él que extrae con pinza quirúrgica de su acervada retórica, posicionándola con esmero en su, además, telegráfica y nada sobrante escritura. Entonces, descoyuntado el título como lo muestra la portada de la obra tenemos que, per, como prefijo, nos indica intensidad o totalidad: pertinaz, pervivir, perfecto [Real Academia Española]. En consecuencia, nos encontramos con un herrero, con un forjador de la palabra obstinado de su quehacer y de su verbo todo en que el papel es su yunque más preciado; sus martillos, con los que aporrea sus caracteres tipográficos, el teclado, como medios con los que da lustre a la palabra precisa y perfecta para pervivencia de su pertinaz labor de creador de mundos de «Realismo Mágico», como demiurgo de la palabra y consecuencialmente de su obra plena.

El vocablo ver. Basta con acceder al diccionario de la RAE para percatarse de la implicancia de los vastos significados entre los que destacan asertos precisos de la intención de nuestro autor en estudio, al intitular, así, su particular obra. En tales acepciones para dicha voz hay inteligencia para zanjar y nominarla como lo ha hecho avenida con la temática de esta; pero a su vez servir de alarma al lector que se atreva a leer este particular libro; reconocer con cuidado y atención algo, leyéndolo o examinándolo [con mayor implicancia en su poética]; prevenir las cosas del futuro; anteverlas o inferirlas de lo que sucede en el presente (RAE). ¿Existe alguna duda en cuanto a su obra escrita sobre acontecimientos expresados, ya, por la crítica literaria toda, conteste en qué su obra es premonitoria de precisos hechos ocurridos y consumados, plasmados en ella? Si continuamos atentos a dicha partícula sobre lo que la RAE ha establecido en su glosario para ella, podemos colegir otras confirmaciones sobre el asunto en cuestión. En cuanto a la partícula o sufico sos como constitutiva del nombre que anuncia la obra, la misma podría sugerir significados como rogar por ayuda , asumirla en la conjugación verbal, además, como la segunda persona del singular (vos) del presente de indicativo de «ser». Como señal de «ayuda» al ubicarnos como lector en la obra de Jiménez Ure, quizá su intención sea la de no abandonarlo en esa lucha solitaria emprendida desde sus inicios de escritor «maldito», pues es un combate con el ser interior por la «Luz»; pero que su dolor es ver la humanidad inerme y desvalida de esta. El ser humano se desvive en mayor medida por lo mundano y trivial soslayando lo «divino», potencial en él. Luego, entonces, cómo hacer que este dé un giro de 180 grados y alcance la libertad de su intelecto; salir de su medianía toda y logre ser el tan buscado «hombre nuevo», renacer para dejar de ser subyugado y convertirse en el Prometeo que aborreció sus dioses todos, esperado por Jiménez Ure.

Para finalizar, «sos quien eres por despreciar la Luz» parece gritarnos el autor desde su obra, desde otro contexto. Expresión implícita acompañada con el dedo acusador; pero con la dicotomía del índice, asimismo, de un dios del Mal en el que la resurrección imperial cristiana es el círculo vicioso de la crucifixión, del sufrimiento eterno del humano ser; renacimiento, represión y entierro. Hinkelammert, F (2008: 33) Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la modernidad. Materiales para la discusión. Como se ve, pues, Alberto se erige como el heraldo bien hechorde la postmodernidad:

«El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga».

-LXVII-

LA ESCRITURA DE ALBERTO JIMÉNEZ URE

(2016)

Por Miguel SZINETÁR

(https://tropicoabsoluto.com/author/miguel-szinetar/)

La escritura de Alberto JIMÉNEZ URE (AJU), desplegada en vertientes (narrativas, ensayísticas, poéticas) y publicada (en más de 40 libros y mil artículos de prensa), sistemáticamente, desde hace más de 40 años, dentro y fuera de Venezuela, está anclada en una condición psíquica, y específicamente perceptiva, experimentada por él desde la más temprana infancia.

Esta condición perceptiva ha generado en él, dos modos antagónicos de representación de la realidad. Uno ordinario, general, normado: cercano al que todos, de alguna manera, compartimos. Otro: no ordinario. Sujeto a límites, leyes, restricciones de origen y de funcionamiento aparentemente desconocidos por el autor. Estos dos modos de representación de la realidad constituyen una unidad de opuestos que se contienen uno al otro y se inter penetran de manera singular. El proyecto escritural de AJU, intenta (esencialmente) exponer, a través de pensamientos, poemas y relatos, el tipo de interconexión de estos modos.

En los relatos de AJU, la estructura de la representación no ordinaria (que vincula a seres sin origen, sin pasado ni historia, animados e inanimados, internos y externos) irrumpe, siempre, de manera inesperada, de súbito, pacífica o violentamente, en el mundo de la normalidad y lo subvierten: transgrediéndolo. Lo desconcierta. Lo asusta abriendo en sus seres la escisión (la herida) ontológica, provocando estupor, indiferencia, perplejidad, angustia, miedo, horror, terror y temblor.

Para dar cuenta, de su experiencia perceptiva e interpretativa, AJU modifica (tuerce) su medio de expresión: el lenguaje: lo eleva a instancias sutiles o lo degrada en un plano escatológico que oscila entre lo obsceno y lo pornográfico; pone en tensión las referencias espacio-temporales, gramaticales y sintácticas. Crea una «sub-lengua», con una específica nomenclatura y toponimia. Y, en sus textos de pensamiento, convierte su visión en objeto de reflexión, revelándose como un moralista, como hombre que coloca en el centro de su proyecto vital, la dimensión ético-moral.

FUENTE:

http://prensa.ula.ve/2016/06/10/discursos-e-intervi%C3%BA-en-homenaje-de-la-academia-de-m%C3%A9rida-al-escritor-alberto-jim%C3%A9nez-ure«EPÍLOGO» 01

«Hoy el nombre de Alberto JIMÉNEZ URE se ha consolidado en el ámbito nacional e internacional. Su obra está rondando los cincuenta títulos, varios de los cuales han sido editados por universidades e instituciones extranjeras»

Por Ricardo GIL OTAIZA

(@GilOtaiza)

Conozco a Alberto JIMÉNEZ URE desde hace casi veinte años, cuando aún era miembro activo de la oficina de prensa de la Universidad de Los Andes. Me acerqué a él como tantos otros jóvenes escritores, que buscábamos en su poderosa figura literaria abrigo para nuestros propios sueños. Alberto (como lo llamaré en lo sucesivo) constituía una especie de gran oráculo, cuya oficina no daba abasto para albergar al sinnúmero de poetas, narradores y ensayistas en ciernes, que veíamos en él un ejemplo a seguir en el espinoso camino de las letras.

Contrario a lo que suele suceder con aquellos personajes que se han ganado un importante espacio en cualquier actividad humana, que se erigen en seres inalcanzables, acartonados y «exquisitos», en Alberto hallábamos a un literato de trato diáfano y cortés, que no cejaba en ofrecernos posibilidades reales para que alcanzáramos nuestras metas. Lejano a cualquier tipo de vanidad o de soberbia, que nos hiciera sentir como seres inferiores frente a su indiscutible consagración, en este escritor zuliano encontramos a un «igual», a un intelectual ganado a una apertura inaudita y escasa (escasísima, diría) en nuestro mezquino medio académico y cultural. A cualquiera —con la trayectoria de Alberto— se le hubiese subido los humos a la cabeza. Ya para aquél entonces (comienzos de los noventa) contaba con una vasta obra en diversos géneros: narrativa (cuento y novela), poesía, ensayo y crítica literaria. Era articulista consentido de los diarios regionales (de Mérida y Lara) y de los más importantes rotativos del país. Mantenía amistad y comunicación epistolar con los más relevantes intelectuales de Venezuela y del exterior. Su incisivo parecer sobre disímiles aspectos (culturales, políticos y académicos, entre otros), era altamente cotizado (y buscado) por los medios de comunicación de acá y de más allá. Era invitado permanente en los postgrados de literatura para que disertara sobre su obra, era jurado de concursos literarios, y había recibido suficientes reconocimientos como para sentirse satisfecho con tan portentoso recorrido.

Ese que acabo de describir era el perfil humano y autoral de Alberto para entonces. Como se supondrá, quedé enganchado, y a partir de esos días mantenemos estrecha amistad: compartimos honores en jornadas literarias, en bienales, en programas de televisión, preparamos ediciones de libros, y hasta viajamos juntos durante varios años a la Feria Internacional del Libro de Caracas (en sus mejores tiempos), en la que con frecuencia se presentaban nuestros libros. Gracias a Alberto conocí a importantes figuras literarias: Mempo GIARDINELLI (quien ganara el Premio Internacional de Novela «Rómulo GALLEGOS» con su libro Santo oficio de la memoria), Oswaldo TREJO, José Ramón MEDINA, Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ, Eva FELD, Marisol MARRERO, Eleazar ONTIVEROS PAOLINI, Juan LISCANO, Denzil ROMERO, Salvador GARMENDIA, Anabelle AGUILAR BREALY, Héctor LÓPEZ, Enrique PLATA RAMÍREZ, Fernando BÁEZ, José Antonio YÉPES AZPARREN, María Luisa LÁZZARO, Wilfredo MACHADO, Eduardo LIENDO, Edilio PEÑA, Gabriel JIMÉNEZ EMÁN, y un largo etcétera.

Hoy el nombre de Alberto JIMÉNEZ URE se ha consolidado en el ámbito nacional e internacional. Su obra está rondando los cincuenta títulos, varios de los cuales han sido editados por universidades e instituciones extranjeras. Diversos autores nacionales y del exterior le han dedicado cientos de páginas, así como tesis de pregrado, de maestría y de doctorado a su portentosa obra, que no es fácil (dicho sea de paso), ya que bordea los peligrosos senderos de lo pérfido que anida en el alma humana, de allí las reticencias de algunos de acercarse a ella.

Alberto hace literatura en torno a esa otra cara de la moneda, de ese lado oscuro y siniestro que todos llevamos dentro. Sus personajes son complejos y se mueven en un claroscuro que muchas veces logra perturbarnos, en un afán ontológico de comprensión de su propuesta. En lo particular, puedo expresar con orgullo que el año pasado el Vicerrectorado Administrativo de la ULA me editó el libro Jiménez Ure ante la crítica gilotaiziana, en el que discurro en el análisis crítico de su obra publicada a lo largo de las dos últimas décadas. Creo (toco madera) que este libro abre trochas, caminos y senderos en un intento «académico» por dar al conjunto de su propuesta estética una visión «totalizadora», ajena a distorsiones y tergiversaciones de parte de posturas pacatas, que buscan con afán su descrédito por la vía del latiguillo moral.

Nos queda mucho por esperar todavía de la pluma de este gran literato venezolano, quien con dedicación y disciplina monástica (aunque no tenga nada de asceta) ha logrado posicionar su pluma en espacios connaturales y diversos, dejando sentado su talento, su agudo verbo, su cultura universal y, sobre todo, una pasión literaria a toda prueba, la cual no ha dado descanso en las últimas décadas hasta llegar a construir una obra gigantesca que de seguro no caerá en el olvido.

ALBERTO JIMÉNEZ URE

(2020)

Mérida-Venezuela

«EPÍLOGO» 02

«En esos días en que conocí a JIMÉNEZ URE yo venía de un complejo proceso cismático del espíritu y experimentaba intensos descalabros en mi edificio mental e ideológico del cual había abrevado como exmilitante de la teología ateológica conocida como marxismo que intoxicó a media humanidad durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el largo y dilatado siglo XX»

Por Rafael RATTIA

(lnkd.in/etnyudB)

Llegaba a la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes con cierta regularidad a saludar a sus amigos, profesores y estudiantes de las escuelas de Letras, Educación e Historia y en una de esas intempestivas visitas me lo presentaron. Ya Jiménez Ure tenía un respetable camino andado como escritor, tenía cierta notoriedad entre los jóvenes narradores residenciados en el Occidente de Venezuela. Cuando le conocí ya Alberto había publicado Acarigua, escenario de espectros y Lucífugo.

Poco a poco fui conociendo y familiarizándome con la portentosa prosa narrativa de este hacedor de asombrosos e ígneos universos ficcionales y trabando amistad intelectual con el escritor que se ganaba la vida como empleado público en la «Oficina de Prensa» de la bicentenaria y autónoma Universidad de Los Andes de Mérida [Venezuela]. En esos días en que conocí a Jiménez Ure yo venía de un complejo proceso cismático del espíritu y experimentaba intensos descalabros en mi edificio mental e ideológico del cual había abrevado como exmilitante de la teología ateológica conocida como marxismo que intoxicó a media humanidad durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el largo y dilatado siglo XX. Ciertamente, Alberto era «duro y destemplado» con su escritura. Su nombre figuraba entre las más inteligentes y beligerantes «plumas» de los diarios locales y regionales de Mérida, a saber: Frontera, El correo de los Andes, El Vigilante y también sostenía con idéntica pasión política y literaria una columna en los diarios caraqueños El Universal y El Nacional. En este último diario aún escribe semanalmente enalteciéndome al compartir los días jueves el espacio de la Sección de Opinión de este aguerrido y combativo periódico nacido de la mano del mítico y legendario narrador y ensayista venezolano Miguel Otero Silva.

Dentro de la historia de la cuentística y de la novela venezolana del XX y XXI este prolífico y enjundioso narrador afincado en los Andes Venezolanos desde por lo menos hace más de medio siglo ocupa un destacadísimo lugar de insoslayable privilegio descollando como un auténtico maestro de un «Ars narrativa» que descubre vetas sobresalientes por su impecable factura lingüística [aportes y contribuciones lexicales y neolinguisticas de personalísimo sello expresivo]. No por nada el gran poeta, crítico literario y ensayista venezolano Juan Liscano ponderó con serena sindéresis y ecuanimidad analítica la obra literaria de Jiménez Ure como una de las más aquilatadas en lo referente a originalidad formal e incluso en lo tocante a sus desafiantes u osados ejes temáticos. Yo -sin temor a incurrir en el más mínimo ápice de exageración- afirmo categóricamente que Jiménez Ure es nuestro Rudyard Kipling de la literatura venezolana.

En todo caso, ahí está su obra que habla por sí sola y ya no necesita por fortuna de la exégesis apologética de la reseña lisonjera y ni de los prologuillos de ocasión. Por JIMÉNEZ URE hablarán sus libros enhorabuena muníficos. Cuando en el futuro la historiografía literaria venezolana deba realizar los saldos que dejó para la posteridad la producción estético-escritural de los últimos 150 años en materia de narrativa no podrá soslayar este «homme de lettres» y «enfant terrible» de la narrativa fantástica nacional del último siglo y medio del relato corto y de la novela corta de Venezuela. Yo me envanezco y celebro con júbilo y regocijo espiritual haber descubierto tempranamente a este escritor raro de la literatura venezolana y de haberme ocupado de leer con frenética fruición la vasta obra escrita de este narrador, poeta y ensayista que no cesa de subvertir los cánones literarios establecidos por la tradición académica e institucionalizada en Venezuela.

FUENTE:

https://lnkd.in/ewh_MPH


SUMARIO

PÓRTICO /05/

Por Moisés CÁRDENAS

-I-

SOBRE «ESPECTROS» EN LA NARRATIVA DE JIMÉNEZ URE

Por Ednodio QUINTERO

-II-

SOBRE «ACERTIJOS»

Por Juan CALZADILLA

-III-

JIMÉNEZ URE Y EL MITO DEL REBELDE (LOGOSÍMBOLO)

[Anotaciones sobre su obra poética]

Por Alexis VÁZQUEZ CHÁVEZ

-IV-

«REVELACIONES» DE JIMÉNEZ URE: LA CLAVE GNÓSTICA

Por Ennio JIMÉNEZ EMÁN

-V-

SOBRE «DICTADOS CONTRARREVOLUCIONARIOS»

[La inteligencia herida en la Materia Oculta de Jiménez Ure]

Por Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ

-VI-

«ILUMINADO»

Por José Antonio YÉPES AZPARREN

-VII-

EN LA TIERRA DE ABRAXAS /71/

Por Néstor L. RIVERA URDANETA

-VIII-

«DESAHUCIADOS»

Por Héctor LOPEZ

-IX-

ANÁLISIS DEL LIBRO «DESAHUCIADOS» /83/

Por Marisol MARRERO

-X-

«ALUCINADOS»

Por Carlos DANÉZ

-XI-

«CUENTOS ESCOGIDOS»

Por Juan LISCANO

-XII-

CONFESIONES ACERBAS DE JIMÉNEZ URE

[APUNTES SOBRE «CONFESO»]

-XIII-

EL DIGNATARIO DEL LIBRO «ERSOS»

Por María Conchita MAURO C.

-XIV-

LAS VOCES DE «LUXFERO»

Por Carlos DANÉZ

-XV-

A PROPÓSITO DE «LUXFERO»

Por Isabel ABANTO ALDA

-XVI-

LOS «ADEPTOS» O LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD

Por Carlos DANÉZ

-XVII-

«ADEPTOS»

Por Ramón AZÓCAR A.

-XVIII-

«CUENTOS ABOMINABLES»

Por José Antonio YÉPES AZPARREN

-XIX-

JIMÉNEZ URE ENTRE LA SOLEDAD Y LA DESGRACIA

[APUNTES SOBRE «ACIAGO»]

Ramòn AZÓCAR A.

-XX-

LA NOVELA «ABERRACIONES»

Por Marisol MARRERO

-XXI-

LA NOVELA «ABERRCIONES»

Por Manuel GAHETE JURADO

-XXII-

SOBRE «EL DESPOTISMO»

Por Luis BENITEZ

-XXIII-

«PENSAMIENTOS» JIMÉNEZ URE

Por José Manuel BRICEÑO GUERRERO

-XXIV-

«RETRATO DE MEMORIA DE ALBERTO JIMÉNEZ URE»

Por Alberto José PÉREZ

-XXV-

«ABSURDOS»

Por Gabriel JIMÉNEZ EMÁN

-XXVI-

LAS «REVELACIONES» DE JIMÉNEZ URE

[El escritor «a quien el Diablo dicta»] /175/

Por Teódulo LÓPEZ MELÉNDEZ

-XXVII-

«CUENTOS ABOMINAB

Por AZHIEL (¿?)

-XXVIII-

«EL DESPOTISMO»

Por Luis DE SAN MARTÍN

-XXIX-

DE «DESAHUCIADOS» A «CONFESO»

Por María Antonieta FLORES

-XXX-

«CUENTOS ABOMINABLES»

Por Pedro RANGEL MORA

-XXXI-

«DESAHUCIADOS»

[Degeneración, parodia y utopía]

Por Lidia SALAS

-XXXII-
«OTREDAD, «PARADOJA Y «FICCIÓN» EN LA NARRATIVA DE ALBERTO JIMÉNEZ URE
[Notas sobre Moralejas, cuentos. Asociación de Escritores de Mérida, 2005. Primer Premio de Narrativa «Antonio Márquez Salas», 2004]
Por Enrique PLATA RAMÍREZ
-XXXIII-

«ACERTIJOS» Y RESPUESTAS

Por Gustavo GUERRERO J.

-XXXIV-

SOBRE SU LIBRO «PENSAMIENTOS», AMIGO URE

Por Ángel J. CAPPELLETTI

-XXXV-

SOBRE «JIMÉNEZ URE A CONTRACORRIENTE»

Por Joan Sebastián ARENA ARAUJO

-XXXVI-

JIMÉNEZ URE Y EL GOLIATISMO LITERARIO

[SOBRE «ABERRACIONES»] /235/

Por Gabriel MANTILLA CHAPARRO

-XXXVII-

ACERCAMIENTO A LA IRONÍA EN «LUCUBRACIONES»

Por Javier Alexander ROA

-XXXVIII-
«APROXIMACIONES A LA OBRA LITERARIA DE JIMÉNEZ URE»

Por Juan Gregorio RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

-XXXIX-

SOBRE «PENSAMIENTOS DISPERSOS»

Por José SANT ROZ

-XL-

SOBRE «SUICIDIOS» E «INMACULADO»

Por Mauricio NAVIA A.

-XLI-

LAS CONVERSACIONES DEL INQUISIDOR JIMÉNEZ URE

[SOBRE SU LIBRO «INQUISICIONES»]

Por Carlos DANÉZ

-XLII-

ALBERTO JIMÉNEZ URE: TEMÁTICA, ESCRITURA Y ACTITUD

Por Juan Antonio VASCO

-XLIII-

«LA NARRATIVA DE JIMÉNEZ URE O UNA AVENTURA PARA EL SER SONÁMBULO»

Por José Napoleón OROPEZA

-XLIV-

Lectura del libro «Perversos»

Por Moisés CÁRDENAS

-XLV-

«ACIAGO»

Por Ramón E. AZÓCAR

-XLVI-

«SUICIDIOS», «LUCÍFUGO», «FACIA» E «INMACULADO»

Por Roberto J. LOVERA DE SOLA

-XLVII-

«INMACULADO»

Por Juan A. CALZADILLA ARREAZA

-XLVIII-

«FACIA» O LA OBSESIÓN POR EL ROSTRO

Por María del Amparo PASTOR Y COS

-XLIX-

LOS «PENSAMIENTOS DISPERSOS» DE J. URE

Por Rafael PÉREZ CLAVIER

-L-

«PENSAMIENTOS DISPERSOS» Y «EPITAFIOS»

(EPÍSTOLA ANALÍTICA)

Por Fernando BÁEZ

-LI-

EL PENSAMIENTO DE ALBERTO JIMÉNEZ URE:

BREVE APROXIMACIÓN

Por Fernando BÁEZ

-LII-

«DICTADURA DE ULTIMOMUNDANO»

Por Moisés CÁRDENAS

-LIII-

ACERCAMIENTO A LA NOVELA «ABERRACIONES»

Por Moisés CÁRDENAS

-LIV-

«CUENTOS ABOMINABLES»

Por José Antonio YÉPES AZPARREN

-LV-

VIGENCIA DE LA NOVELA DESAHUCIADOS

Por Melissa URANGA

-LVI-

DICTADOS CONTRARREVOLUCIONARIOS

Por Joan Sebastián ARAUJO ARENAS

-LVII-

REVELACIONES

-LVIII-

JIMÉNEZ URE A CONTRACORRIENTE

Por Ricardo GIL OTAIZA

-LIX-

SUICIDIOS

Por Joan Sebastián ARAUJO ARENAS

-LX-

LA POESÍA CONFESA DE JIMÉNEZ URE

Por Rodolfo QUINTERO NOGUERA

-LXI-

SUSTRACCIÓN A LO FANTÁSTICO EN ALBERTO JIMÉNEZ URE

Por Leonardo PEREIRA MELÉNDEZ

JIMÉNEZ URE ANTE LA JAURÍA

Por José SANT ROZ

-LXIII-

DEL CUENTO BREVE MUTILADO

Por Moisés CÁRDENAS

-LXIV-

CUENTOS ABOMINABLES/

Por Oscar ALBAN

-LXV-

SOBRE LUCÍFUGO

Por Joan Sebastián ARAUJO ARENAS

-LXVI-

RELECTURA DEL LIBRO PERVERSOS

Por Moisés CÁRDENAS

-LXVII-

DE PERVERSOS A LA OBRA TODA JIMENEUREANA

Por Eliéser William OJEDA MONTIEL

-LXVIII-

LA ESCRITURA DE ALBERTO JIMÉNEZ URE

Por Miguel SZINETÁR

«EPÍLOGO» 01

Por Ricardo GIL OTAIZA

«EPÍLOGO» 02

Por Rafael RATTIA


PARA CONSULTAR EN HEMEROTECAS


[1986] LISCANO, Juan: LA NARRATIVA VENEZOLANA . Diario El Nacional, Caracas (5 de agosto): «JIMÉNEZ URE toma distancia con la realidad, establece el reino del absurdo, de lo inverosímil, de un psiquismo arbitrario, vagamente filosófico y nihilista …» [Frag.]

[1986] JIMÉNEZ, Maritza: ALBERTO JIMÉNEZ URE: VENEZUELA ES UNA COMARCA INTELECTUAL (Entrevista) .- Diario El Universal, Caracas, Agosto 2.

[1987] LISCANO, Juan: ABERRACIONES . Diario El Nacional, Caracas (27 de enero): «-En Aberraciones -incesto, blasfemia, sadismo, crimen, descomposición universal física y metafísica, monstruosidades, monstruos tenebrosos y excremenciales- se demuele a gusto la religiosidad y la nostalgia por la Causa Primera... »[Frag.]

[1987] YEPES AZPARREN, José Antonio: ALBERTO JIMÉNEZ URE: MALEFICIO. Diario El Universal, Caracas (21 de junio): «-Lo absurdo sigue surcando sus narraciones; no por fortuita fijación con lo insólito, sino por verdadera pasión. Admiro esa escritura de trazo rápido que sabe alcanzar, no olvides, momentos de inequívoca belleza, de esplendor poético … »[Frag.]

[1987] SZINETAR, Miguel: LA POÉTICA COMO SINTESIS FILOSÓFICA (Entrevista). Diario El Universal, Caracas (26 de julio): «Para mí, como para los escritores de la Antigüedad, la poesía es un vehículo del pensamiento filosófico …» [Frag.]

[1987] PEÑA, Edilio: ABERRACIONES . Crítica publicada en el Diario de Caracas (27 de diciembre): «-Es importante en Aberraciones la preocupadísima forma en que narra JIMÉNEZ URE. La pulcritud de su lenguaje pulimentado. Eso sí, sin alterar el curso de lo narrado con formalismos manieristas. Es lacerante, pero resulta placentera como producto narrativo (…) La prosa de Alberto JIMÉNEZ URE llega al tener el aliento de los grandes narradores de la ficción contemporánea y lo que la hace diferente es esa manera de combinar lo real para lo absurdo , lo irreal y latente en el alma humana … »[Frag.]

[1988] SZINETAR, Miguel: ABERRACIONES. Diario Frontera, Mérida (31 de enero): «-Leí Aberraciones. JIMÉNEZ URE ha ido elaborando su propio estilo a través de un esfuerzo sistemático. Su literatura se ha ido haciendo más difíciles y es -indudablemente- suya, propia, diferenciada de la multitud de textos similares, fastidiosos, reiterativos que han salido en los últimos años, como una peste, de los talleres literarios (con algunas honrosas) … »[Frag.]

[1988] BARRERA LINARES, Luis: ABERRACIONES . Diario de Caracas (3 de abril): «-Con el afán de abordar temas actuales en base a un universo narrativo ficticio -suprarreal, dirían algunos- JIMÉNEZ URE nos propone en Aberraciones una historia en la que, sin caer en la prosa moralizante, analiza y detalla la situación de un país sustentado en la farsa y en los intereses creados … »[Frag.]

[1988] NAVARRO, A.: ABERRACIONES . Diario El Nacional, Caracas (3 de julio): « Alberto JIMÉNEZ URE nos presenta en Aberraciones con la narración de un acto grotesco, aunque no extraño ni imposible: un contacto sexual feláctico entre una adolescente ( Priscila ) y su padre ( Federico Flavios ) . De igual manera, final de ese éxito, pensamos que el escritor nos moviliza dentro de una enciclopedia psicoanalítica freudiana: con goce, el adolescente succiona y recuerda la conducta de la madre para proporcionarle más leche … »[Frag.]

[1988] SERRA, Jesús : ALBERTO JIMÉNEZ URE: LA CONSTANCIA Y DIVERSIDAD CREADORAS.- Diario Frontera, Mérida (Octubre 8): «-Alberto no solo es el narrador de la palabra eficiente y de mundos peligrosos, es, además, el poeta que se inclina con reverencia ante el tono de reflexión aguda y serena. Pero, por otra parte, también es el pensador que se vale del artículo de prensa, valiente y certero, para ver sus juicios acerca de los ingentes y candentes problemas políticos, sociales y culturales del país »[Frag. De un texto leído a propósito de un homenaje que la Dirección de Cultura del Gobierno del Edo. Portuguesa, en la ciudad de Guanare, Venezuela, le ofreció a JIMÉNEZ URE]

[1989] MANTILLA MANTILLA, José Esteban: ABERRACIONES . Diario Frontera, Mérida (23 de febrero): « Aberraciones imanta y es espeluznante. El lector siente náusea y se asquea. Experimenta el enfrentamiento entre su razón y la irracionalidad. El demonio de sus carnes le produce asfixia: hiper-secreción por lo que es, ha sido y vive … »[Frag.]

[1992] GÓMEZ, William: LAS ABOMINABLES NARRACIONES DE JIMENEZ URE. Diario Correo de Los Andes, Mérida (Correo Cultural, 27 de junio): «-Con exacerbado escepticismo, JIMÉNEZ URE desarrolla argumentos que saltan de lo absurdo al morbo, lo ambiguo: fantasía filosófica, que intencionalmente desconcierta y desarrolle hilos hacia una consecución final . La muerte … » [Frag.]



Sept. 17, 2022, 11:54 a.m. 0 Report Embed Follow story
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Alberto Jiménez Ure http://www.redescritoresespa.com/J/jimenezU.htm https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Jiménez_Ure

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