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LA SALA DE INTERROGATORIOS

Municipio de San Cristobal de las Casas, año 2007 - 8:45 a.m.



Aquellos alumnos de diez años se encontraban emocionados de asistir a una excursión a la jefatura de policía, miraban por la ventana las calles de aquel pequeño municipio de San Cristobal de las Casas, dentro del autobús los alumnos murmuraban y chillaban por las ansias de llegar a su destino, tomados de la mano de su compañero de asiento. La más pequeña de los alumnos, Lucia, una pequeña de cabello negro profundo, grandes ojos almendra y complexión delgada como aguja, miraba por la ventana sin expresión alguna, exhalo profundamente acomodándose la falda azul del uniforme, siempre se sentaba en el primer asiento cuando viajaban de excursión. Siendo treinta y un alumnos, ella siempre terminaba sola al momento de elegir una pareja, por lo que terminaba siguiendo a la maestra María José a donde fuera; aquello realmente le hacia sentir sola, pero siempre hacía un intento de conseguir un amigo o un compañero para las excursiones sin exito, no era buena conversando, además de que su físico le hacía atraer burlas por parte de sus compañeros, aunque lo último no le importaba.


Finalmente habían llegado, Lucia miraba el edificio un tanto emocionada, y miro por el rabillo del ojo a su profesora con aquella misma expresión. La señorita María José suspiro sonriente mientras mira a al resto de los niños— Muy bien niños, formen una fila, vamos a bajar sin empujar, no olviden agradecer al chófer por traernos —. Los alumnos obedecieron, sin embargo Lucia permanecía sentada, mirando fijamente por la ventana, aquella jefatura de policía, sentía inmensa curiosidad por entrar— Vamos Lucia, hay que bajar ya cariño —. La profesora la llamo con una voz dulce mientras le extendía la mano para llevarla con sus compañeros, la niña de ojos almendra sonrió suave y tomó la mano de su maestra para seguirla.



~ L U C I A ~


Jefatura de Policía de San Cristóbal, año 2007 - 9:30 a.m.



El jefe de policía caminaba frente a los niños, se detenían ocasionalmente en alguna oficina que captaba su atención, los murmullos inundaban la oficina, así como las conversaciones entre los que se encontraban trabajando en ella. El jefe de policías era un hombre alto de aspecto bonachón, su piel era morena, su complexión era atlética, sus ojos y cabellos de color negro como la noche más profunda, vestía su típico uniforme de policía y sus ojos brillaban al ver el interés de la juventud por conocer más sobre la importancia de la justicia. Era de los pocos hombres justos que existían en la actualidad— En esta sala se encuentran los expedientes de los sospechosos que llegan a la jefatura, se guardan las evidencias y testimonios que serán utilizados al momento del juicio o interrogatorios—.


Lucia miraba curiosa los alrededores de las oficinas, sin embargo noto que había una puerta de color blanca al final de un pasillo que vio momentos atrás del recorrido y de la cual no se dijo nada, más bien el jefe parecía querer evitar ese lugar, la curiosidad la carcomia por dentro, deseaba hechar un vistazo en aquella puerta, quizá solo era un armario donde guardaban los artículos de limpieza o el cuarto de intendencia, pero querer quitarse la duda no tenía nada de malo— Disculpe...—. Dijo Lucia con algo de vergüenza, y levantó la mano para que supieran quien estaba hablando— ¿D-Dónde está el baño?—. El hombre con uniforme de policía miraba sonriendo a la pequeña mientras le apuntaba a la puerta junto a aquel pasillo— Gracias... —. La niña se apresuró para dirigirse a aquella puerta, mientras sus compañeros avanzaban entrando a la oficina, donde los oficiales les mostrarían las evidencias y los casos más recientes.


Lucía por su parte ya se encontraba en el baño, lavando sus manos, desde ahí a pesar de estar alejado podía escucharse el eco de la voz del jefe de policía, estaba relatando algunos de los casos— El caso de José Luis Rodríguez, apodado como "El ropavejero" es uno de los casos más recientes, este hombre se hacía pasar por un pordiosero, pidiendo ropa y objetos viejos para comprarlos. Aprovechaba que los padres iban por las cosas para dormir a los niños y meterlos en el saco donde se suponía que llevaba las cosas para venderlas por partes; siempre escapaba antes de que los padres regresarán. Se creía que no trabajaba sólo, sin embargo nunca se encontraron pruebas de algún cómplice... —. Lucia escuchaba desde la puerta del baño, la cual cerró tranquilamente, para ir con sus compañeros, sin embargo aquel extraño pasillo llamó su atención nuevamente. Miro fijamente la puerta, quizá si mira a rápido no habría problema alguno. Miro nuevamente desde su lugar la puerta donde se encontraban sus compañeros y los oficiales, para asegurarse de que nadie la viera.


Sonrió al notar que todos estaban concentrados en el jefe de policía, por lo que se adentro en aquel pasillo y camino lentamente hacia aquella puerta de color blanco; ocasionalmente miraba hacia atrás para cerciorarse de que nadie la descubriera. Nunca había desobedecido las reglas, sin embargo realmente tenía unas enormes ansias por saber que había tras esa puerta. Finalmente llegó frente a ella, sintiendo un extraño zumbido en sus oídos; lentamente dirigió su mano a la perilla de la puerta, girandola despacio. Exhalo profundamente para después abrir la puerta y en ese momento algo dentro de aquel cuarto cayó rápidamente junto a ella, haciéndole dar un pequeño brinco por el susto. Una escoba. Suspiro aliviada mientras miraba dentro, encontrando solo algunas escobas más, un par de recogedores y cubetas, además de algunos productos de limpieza. Sintió algo de decepción, y recogió la escoba que había caído, para después cerrar la puerta y dirigirse a donde sus compañeros, al menos se había quitado la duda.



~ L U C I A ~



Jefatura de Policía de San Cristóbal, año 2007 - 10:15 a.m.



— ¡Saquenme de aquí! ¡Le diré a la maestra María José! —. Lucia gritaba desde aquel pasillo donde fue encerrada, mientras dos de sus compañeros varones cerraban con llave y bloqueaban la puerta con una mesa que estaba en la oficina de al lado. Por su parte Lucia golpeaba fuertemente la puerta de aquel lugar, preguntándose como es que había llegado a ese punto. Recordó que sus compañeros Carlos y Manu fueron enviados por un oficio a la dirección de la jefatura, pero al tardarse tanto la maestra la envió a ella para llamarlos a que se apresuraran. Cuando los encontró, ellos ya habían roto una de las lámparas de la jefatura, por ello la encerraron en el primer lugar que vieron— ¡No le diré a nadie lo de la lámpara, pero por favor déjenme salir! —. Las lágrimas empezaron a escapar y recorrieron el rostro de Lucía «Piérdete palo de escoba» esa fue la respuesta de aquellos niños al correr de regreso con los demás.


El llanto de la pequeña resonó por aquel cuarto, mientras está se sentaba abrazando sus piernas. Escondió su rostro en sus piernas para acallar su llanto. Tarde o temprano alguien vendría por ella, solo debía intentar calmarse; respiro profundamente y exhalo una y otra vez, logrando que sus lágrimas pararan. Miro alrededor observando una puerta de color negro en el costado derecho de la habitación, y una pequeña cámara de seguridad en una esquina, sonrió aliviada al ver la cámara, y se levanto rápidamente para comenzar a hacer señas a la cámara. Más un extraño ruido se escucho detrás de la puerta negra, quizá alguien estaba ahí, si era un oficial podría pedir ayuda con su comunicador. Rápidamente fue hacia la puerta y la abrió, para observar su interior— Vaya, vaya... Creí que los oficiales de policía eran más altos —. Una voz grave y ronca llamó a la niña, Lucia guió su vista hacia una mesa que se encontraba en la habitación, tras esta una silueta masculina le mira a con una sonrisa amplia, los colmillos afilados del hombre resaltaban aquella sonrisa, haciendo que un escalofrío recorrerá el cuerpo de la niña de diez años— No te asustes pequeña, no voy a lastimarte... Al menos no ahora... —. Lucia observo con atención a aquel hombre, vestía una camiseta de color gris y holgada, unos pantalones de mezclilla azul, y tenía un reloj de color negro en el brazo izquierdo, sus ojos de un color verde brillante, sin embargo parecían estar desorbitados, su piel de tono lechoso con poseía unos cuantos lunares en la parte de los brazos— aunque admito que tu pequeño cuerpo podría servir para un delicioso guiso —. Una risa ronca y profunda resonó por la habitación; la única lámpara que iluminaba el cuarto no dejaba ver en su totalidad las fracciones de aquel hombre, sin embargo su presencia realmente era imponente y macabra.


— U-Usted... ¿Come niños?... —. La niña de cabello negro retrocedió un par de pasos con la intención de salir de aquel cuarto— ¿por qué un adulto se comería a un niño?... —. El hombre sonrió nuevamente ante el comentario de la niña negando con la cabeza, parecía — Eso es asqueroso... Es aterrador... —.


— ¿Lo es?... Dime pequeña, ¿has comido pollo frito? —. Lucia asintió ante la pregunta, mientras observaba los ojos verdes de aquel hombre— ¿hamburguesas, albóndigas, perros calientes?... —. Nuevamente la niña volvió a afirmar con la cabeza, el hombre poso sus brazos en la mesa y se recargo sobre estos, permitiendo a Lucia ver el rostro completo del hombre. El cabello de un color castaño claro, sus llamativos ojos verdes, poseía una barba no muy larga— ¿Sabes de que están hechos?... —. Lucia lo pensó un momento, deteniendo sus pasos.


— ¿C-carne?... —.


— Que niña tan lista... —. Murmuró el hombre de cabellos castaños con un tono de ironía, la niña volvió a retroceder un par de pasos— precisamente, están hechos de carne... ¿Sabes que más está hecho de carne?... —. Lucia negó confundida ante aquella pregunta, a lo que el hombre volvió a sonreír mostrando sus dientes en una sonrisa amplia— Los humanos... —. Lucia sintió un escalofrío al escucharlo— si los humanos también están hechos de carne, ¿Cuál es la diferencia entre comer carne humana y comer carne de un cerdo o una vaca?... — Lucía lo pensó, mientras su mirada se desviaba hacia sus pies, analizando las palabras— Si los humanos pueden masacrar un cerdo o una vaca para comer su carne, ¿por qué no pueden masacrar a otros humanos también?—. El hombre de cabello castaño río entre dientes mientras le hacía una señal a Lucia para que se acercara, la niña lo pensó un poco y posteriormente se acerco a aquel hombre lentamente — Después de todo, mi dulce niña... —. El hombre cargo a la niña para sentarla en su regazo cuando estuvo lo suficientemente cerca — ¿Cuál es la diferencia entre la carne humana y la carne de un animal?... —. El de ojos verdes sonrió acariciando el cabello de la niña con delicadeza— Lo único que impide que una persona cometa un homicidio es el miedo a las consecuencias que pueda tener... —. Acerco su rostro a la cabeza de la niña para olfatear su cabello— Pero una vez logras superar aquel miedo... El ver a una persona morir en tus manos, se vuelve una experiencia excitante y placentera...—. Lucia miro al hombre con curiosidad y después bajo suavemente la cabeza pensando en sus palabras, sintió una tranquilidad inexplicable al estar cerca de aquel hombre, mientras sus palabras comenzaban a tomar sentido en su mente.


— ¿Cómo se siente... matar? —. murmuró Lucia aún con la cabeza agachada, mientras el adulto le acurrucaba la cabeza en su pecho, y le abrazaba como padre a su hija. Lucia entrecerró la mirada y se acurruco un poco más, era extraño, pero sentía tanta paz y seguridad— ¿a qué sabe un niño...?—.


— Sientes una corriente eléctrica que recorre cada parte de tu cuerpo... Es una sensación tan dulce y excitante... —. Respondió aun acariciando la cabeza de Lucia— La adrenalina sube desde tus pies hasta tu cabeza como un relajante cosquilleo; olvidas todos aquellos problemas que te rodean, al menos por un minuto. Deseas hacerlo de nuevo y de nuevo y de nuevo… matar mí querida niña… es estar vivo… —. Una sonrisa invadió el rostro de la pequeña mientras cerraba los ojos – preguntaste a que sabe un niño, ¿cierto? —. Lucia asintió — Es como comerte al cordero más tierno y jugoso del rebaño —.


La puerta de aquella sala se abrió, dejando ver a un hombre alto y fornido de piel morena, quien tenía una expresión de angustia, aquella que describe el miedo al fracaso, la niña abrió un poco los ojos y observo al jefe de policías en la puerta — Vamos pequeña, tu maestra está muy preocupada… —. Murmuro suave el hombre de uniforme azul, mientras se acercaba lentamente al hombre con la niña en su regazo, mientras extendía la mano para tomar la de la pequeña. Lucia extendió la mano y la acerco lentamente al hombre de ojos negros y placa dorada, bajando del regazo ajeno. El hombre de ojos verdes detuvo a la niña tomándola del brazo no muy fuerte y acerco su rostro al oído de Lucia, susurrando mientras miraba con una sonrisa cínica al jefe de policías. Causando un ligero temblor en este último, por la tensión de aquella situación.


— No olvides lo que te he dicho… —. dijo por último el criminal en aquella sala, mientras dejaba ir a la niña. El oficial Medina tomo rápidamente la mano de la niña encaminándola junto a él a la salida; Lucia miro hacia atrás y observo la sonrisa de aquel hombre de ojos verdes, ante esto la niña detuvo el andar del policía al detenerse.


— ¿Cuál…? —. El criminal le miro curioso, ampliando más su sonrisa — ¿Cuál es su nombre?... —. Medina miro con sorpresa a la niña, para luego guiar una mirada de enojo al hombre de ojos verdes. Aquel caníbal de ojos verdes y aspecto dominante coloco sus brazos sobre la mesa de la sala, mientras mostraba una expresión de satisfacción.



— Nicolás, Nicolás Guzmán —. Fue lo último que dijo, antes de que Medina volviera a encaminar a la niña con su grupo escolar, más Lucia no dejaba de miras hacia atrás — Fue un placer, pequeña Lucia…—.

May 24, 2019, 6:17 a.m. 0 Report Embed Follow story
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Kyo Akuma Represento aquel deseo oscuro que invade tu corazón

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