shiroakuma Acaimy

Freha ya estaba cansada de su vida monótona, rodeada de pretendientes atraídos únicamente por su exorbitante fortuna. Una tarde decidió huir de su inminente matrimonio interenándose en el bosque, sin saber que estaría yendo directamente a su perdición.


Romance Young Adult Romance All public.

#amor #dioses
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Freha había sido una niña amorosa, gentil y sumamente alegre a la cual jamás se la veía sin una sonrisa, siempre se encontraba en el jardín de su gran hogar jugando con flores o con su pequeño perro Oris en compañía de su amada madre, una mujer igual de amigable pero más serena, ambas fueron inseparables hasta el día en que esta falleció de una terrible enfermedad. A Freha se le desapareció la sonrisa del rostro. Había quedado sola.


Su padre era un hombre sumamente rico al cual solo le importaban dos cosas, su fortuna y sus hijos varones que continuarían con el apellido Hass. Al principio no le dio mayor importancia a la pequeña, le daba regalos costosos con la esperanza de que calmara un poco su ánimo pero esto no sucedió, Freha se volvió inestable, rebelde, completamente desobediente. Vivía huyendo hacia el bosque o espantaba a comerciantes que visitaban su hogar con la intención de cerrar contratos con el señor de la casa, Y esto último le valió una gran reprimenda de parte de toda su familia.


Ellos no entendían que lo único que buscaba era atención, incluso si eso significaba castigarle, quería que la notaran dentro de la familia, porque después de todo ella también era una Hass. Pero los años pasaron y la situación no cambio, todos la ignoraban como si solo fuese un estorbo y con el tiempo ella misma se rindió, se convirtió en una mujer tranquila y serena muy parecida a su madre, pensó que quizás así su padre la tomaría en cuenta, y así fue. Lentamente él empezó a notar sus cambios y con el pasar de los días se fue volviendo más atento hacia ella hasta llegar al punto de poder sostener conversaciones agradables.


Freha estaba muy feliz por ser notada al fin, tanto que cuando su padre le pidió que conociera a alguien ella acepto sin dudarlo dos veces, a pesar de que la idea le extrañaba un poco. El día pactado se encontró con un muchacho más grande que ella, quizás por unos diez años, elegante y cortés pero algo altanero, no fue de su agrado totalmente pero aun así lo trato con gentileza; cuando el día termino su padre le pregunto si el muchacho era de su agrado pero ella lo negó y fue cuando él le pidió que se encontrara con otro hombre cuando comprendió de que se trataba, no eran encuentros casuales, él trataba de encontrarle un marido, y tenía por seguro que todos ellos eran de familias adineradas e importantes.


Su molestia fue muy grande, ahora entendía su cambio de actitud, no sintió afecto hacia ella a causa de su nuevo carácter, por el que tanto se había esforzado en lograr, lo que vio fue una oportunidad de utilizarla como moneda de cambio, y el saber que su padre solo quería utilizarla por el bien de la fortuna familiar le rompió el corazón, pero no podía hacer nada más, no sabía cómo huir de su hogar, ¿A dónde se dirigiría? ¿Con quién? ¿Qué haría? No tenía la valentía suficiente para hacerlo. No podía. Casi como una muñeca controlada por hilos se dejó llevar por los deseos de su padre, día tras día recibía a hombres que le desagradaban, en los que veía solo interés, esperando el momento en que su padre encontrara al candidato ideal y terminara de cortar su poca libertad, solo debía esperar allí, sentada como una linda y dócil muñeca sin objetar una sola palabra lista para decir si, acepto cuando el momento así lo indicara.


Luego de una agotadora tarde junto a un conde malhumorado y prepotente se dispuso a descansar al fin, y fue al único lugar de toda su casa en la que podía esta en completa paz y tranquilidad, la biblioteca; allí podía sentarse por horas y leer sin que nadie le molestara, ese era su refugio. Luego de un largo rato terminó una corta novela y se levantó para colocarlo en su lugar cuando, desde la estantería superior, cayó un viejo libro de tapa azul avejentada, casi como si estuviera pidiendo ser leído nuevamente, al tocarlo lo reconoció de inmediato, era el libro de cuentos que su madre solía leerle y que desde su muerte había estado abandonado en aquella estantería. Se sentó nuevamente pero esta vez con el libro entre sus manos, no tardo en hojearlo una y otra vez recordando aquellos hermosos cuentos que había oído en su niñez y que tanto la inspiraban, pero hubo uno en especial que le trajo muchos recuerdos "El jardín de Solut" un cuento corto casi al final del libro que hablaba de un dios que había sido castigado por los dioses mayores a causa de un grave crimen, y su pena fue vivir la eternidad encerrado en un jardín custodiado por un ángel, perdido en la tierra y sin compañía. Su madre siempre le decía que aquella historia era real, le decía que el bosque que los rodeaba estaba encantado, y dentro de él se encontraba ese jardín secreto, pero ella solo reía y seguía jugando con Oris sin darle mayor importancia.


Al día siguiente su padre le trajo la peor noticia posible, su matrimonio había sido decidido, se casaría con aquel conde que conoció el día anterior, él hombre había quedado tan encantado con ella que de inmediato pidió su mano y el señor Hass no había perdido tiempo en acéptalo a él y a su título de nobleza. Pero para ella esto significaba el final de su vida, ya no sería una persona libre nuca más, pasaría a ser el objeto de un hombre que la utilizaría sin sentimiento alguno, solo la quería por beneficios y eso la asustó ¿Jamás conocería el amor verdadero? ¿Solo sería un objeto de cambio toda su vida?, el temor corrió por sus venas al tiempo que pensaba en huir, se negaba a solo ser usada, ella quería vivir. En cuanto su padre desapareció por el umbral de la puerta tomó todo el dinero que tenía ahorrado y huyó hacia el bosque tan solo con lo puesto, su idea era confusa pero sabía que cruzándolo se encontraba un pequeño pueblo, quizás podría encontrar un medio de transporte allí.


Pasó horas corriendo sin rumbo, tratando de esquivar ramas y rocas que amenazaban con hacerla tropezar, trató de guiase pero no sabía cómo, miraba el cielo pero no lo entendía y ya no sabía cómo ubicase, todo era inútil, sin importar cuanto corriera no podía salir del bosque, ni siquiera ver algo más allá de los árboles y arbustos. Ya rendida empezó a caminar sin rumbo fijo, pensando que quizás morir en el bosque sería lo mejor, saber que al menos en la muerte podría hacer su voluntad la calmaba ligeramente. Siguió caminando así, sin un rumbo y con resignación cuando sintió que algo le arañó los brazos, habían sido espinas, miró a su alrededor y notó que había una largo camino rodeada por matorrales de rosas rojas como la sangre y con cierta emoción siguió aquel camino que le recordaba al cuento del jardín, aquel lugar también estaba marcado por rosas rojas, y al final de este se encontraban unas enormes rejas doradas que dejaban entre ver el interior, ambas custodiadas por ángeles de plateadas armaduras.


Siguió el camino sin pensarlo dos veces, corrió esperando que el jardín existiera en verdad, porque aquel lugar perdido del mundo podría ser su salvación, corrió hasta que sus fuerzas se acabaron y al final del camino lo encontró. Aquel mítico lugar existía en verdad y era mucho mejor de lo que los cuentos podían relatar, las rejas brillaban con una aparente luz propia y tras ellas se encontraba un jardín repleto de las flores más bellas que sus ojos alguna vez habían podido presenciar, casi con desesperación se acercó para abrir las rejas cuando un alado ser se aceró a ella con una imponente presencia. No dijo una sola palabra, bastó con verla para que el ángel entendiera que, para haber podido llegar hasta allí, ella debía tener algo especial, era la mujer elegida. Para sorpresa de Freha la dejo pasar sin poner objeción alguna.


Una vez dentro no pudo contenerse en tocarlo todo, las flores, los libros, las lámparas de cristal, todo. Notó que el jardín era solo el centro de la construcción, a su alrededor había una serie de habitaciones con paredes blancas, y de la que parecía ser una pequeñísima cocina salió un hombre alto, ligeramente moreno con cabellos negros como la noche, al notar el desorden levanto sus brillantes ojos miel hacia ella con incredulidad dejando caer la delicada vajilla que traía sobre una bandeja plateada ¿Cómo era posible que estuviera alguien más en esa pequeña prisión?


El crujir de la pequeña taza contra el suelo de piedra pareció despertarlo de su trance y lo primero que hizo fue ir hacia ella de manera amenazante para tomarla por los hombros y gritarle ¿Cómo entraste aquí? Ella no sabía cómo responder, estaba tan asustada de la reacción de aquel hombre que pequeñas lagrimas rodaron por sus mejillas rosadas, y por alguna razón eso conmovió ligeramente el corazón de Solut quien la soltó de inmediato y dio un paso para atrás tratando de que parara de llorar, cuando logró tranquilizarse él le volvió a preguntarlo mismo pero esta vez de forma calmada. Sin decir una palabra ella señalo al ángel en la entrada, quien los ignoraba completamente estando erguido de espaldas a la situación.


Cuando Solut encaró al ángel para que sacara a aquella muchacha del jardín este solo respondió lo de siempre Nadie puede salir de la prisión. Entendió, luego de meditarlo unos instantes, que ella no podría haber llegado sola, menos haber podido pasar al ángel sin ayuda alguna, todo debía ser parte del retorcido plan de alguno de los dioses mayores, y así era, la diosa del amor se había compadecido del solitario dios, y a pesar de su pecado consideraba que no merecía la infelicidad eterna, al menos merecía conocer el amor y así quizás podría entender el error que había cometido.


Sin importar los intentos que hiciera el ángel se negaba a dejarla salir, así que rendido miró a la joven asustada y lo primero que pensó fue que en poco tiempo tendría un cadáver del cual deshacerse, después de todo, ella era una simple humana, en un par de décadas moriría sin más y lo dejaría en su pacifica soledad nuevamente. Recogió todo lo que había tirado hacía rato y preparo más té con el resto del juego de vajilla, para calmarla le sirvió una taza junto con un par de galletas con las cuales ella de inmediato entro en confianza, por alguna razón no le temía, pero él bien sabía que no todo era bueno en ella, poseía maldad, rencores, avaricia, lo sabía muy bien, porque él la había vuelto así, no solo a ella, sino a todos los humanos.


Lo habían encerrado por una simple razón, cuando la humanidad fue creada era perfecta, al igual que los dioses, pero él sintió celos de la creación de los otros dioses y en un acto de maldad pura lleno los corazones de los humanos con los sentimientos más oscuros como la ira, el temor, le avaricia y el desdén, para cuando los dioses se dieron cuenta ya era tarde, la humanidad se destruía a sí misma, habían guerras, muertes, asesinatos, masacres, se habían vuelto corruptos y ya jamás podrían ser lo que fueron en un principio. Ellos, furiosos con Solut pensaron en matarlo, pero ese sería una liberación muy sencilla por lo que decidieron castigarle con lo que más le dolería, la soledad. Lo encerraron en una jaula celestial, de donde jamás saldría, viviría su inmortal existencia viendo como el mundo seguía su curso y a los dioses mayores vivir una vida de lujos y prosperidad mientras él se mantenía estancado en el tiempo. Al principio él creyó que se volvería loco, gritó, peleo, insulto a los dioses, hizo todo lo que estuvo a su alcance para tratar de huir pero nada funcionó. Con el pasar de los siglos se calmó hasta el punto de cerrarse por completo a todos los sentimientos que alguna vez pudo tener, se había vuelto una roca, carente de sentimiento alguno. Al menos así fue hasta que conoció a Freha, aquella mujer con solo derramar un par de lágrimas había logrado hacerle sentir culpable, era poco, pero al fin y al cabo era mucho más de lo que había sentido en los últimos siglos.


Los primeros meses fueron cansadores para él, no entendía como una mortal podía tener tanta energía, hablaba todo el día, bailaba en soledad, a veces cantaba y leía sin descanso para luego relatarle todas las historias que él ya se conocía de memoria, a veces se ponía a hablar con él ángel en la puerta aunque este solo daba respuestas cortas, con el tiempo hasta él se abrió más a ella y mantenían conversaciones largas y fluidas sin dejar de lado su seriedad.


Trató de ignorarla al principio, pero por alguna razón su parecencia le era agradable, con el pasar de los meses sintió que aquella criatura podía serle incluso una buena compañía, ya no la veía como un simple estorbo y pensó que era su oportunidad de disfrutar un poco de la compañía de otro ser vivo, después de un año él se determinó a ya no ignorarla, lentamente se fue acercando a ella, primero manteniendo amenas conversaciones, luego pidiéndole que le contara cuentos, disfrutaba de su voz y de su sonrisa al contarlas, su risa le llenaba el hueco de su alma y sus ojos azules hacían que se perdiera cuando ella le hablaba, un día ella lo invitó a bailar un simple vals lento, pero sintió una gran conexión al danzar, con que suave compás podía olvidar el mundo que los rodeaba, eran solo ellos. Ella también sentía que su parecencia le llenaba, que al fin había encontrado a un hombre que no la veía como un objeto y eso le hizo sentir feliz, con solo ser su amiga ella podía sentirse completa, pero fue aún más feliz cuando él le empezó a prestar verdadera atención y notó un cambio en su actitud, ya no solo la veía con ojos de amabilidad, había algo más. Lo que ambos sentían se desarrolló lentamente y con el pasar de los años se volvieron como dos partes del mismo ser, a veces discutían y había días en el que el mal humor de Solut provocaba rechazo en ella y eso lo enfurecía, pero no podían pasar mucho tiempo molestos, a la hora del té ambos se sentaban tranquilos y como si nada hubiese pasado disfrutaban de la infusión junto a una animada charla.


Él era lo que ella no buscaba pero realmente deseaba, un amor honesto que no buscara beneficios y ella era lo que él necesitaba para entender sus pecados, un alma pura que le enseñara de afecto y lo curara. Ambos se hacían bien, no podían ser perfectos pero querían sanar junto al otro, y lentamente se animaron a demostrarse aquello que sentían pero callaban con recelo, pero al mismo tiempo ambos temían a los que iban a demostrar, no le tenían miedo al rechazo sino a la desgracia. Él era un dios ¿y si ella no era suficiente para él? En cambio él le temía a la muerte ¿hacia lo correcto en entregar su amor a alguien que lo abandonaría?

Pero desdieron lanzarse a ese abismo de incertidumbre, sabiendo que hicieran lo que hicieran el final sería el mismo.


Se amaron por largos años, tiempo que atesoraron día tras día sin pensar en lo que les depararía el futuro y decidieron ser felices sin pensar en lo demás, dos almas unidas por un sentimiento mutuo que no necesitaban del mundo que los dañó, ellos solos sanarían lentamente aquellas heridas. Aquello pasó se ser una prisión a un pequeño paraíso de paz y tranquilidad, no deseaban más que vivir por toda la eternidad allí, en compañía del otro. Pero aquello era un sueño irreal y un día la catástrofe llego sin aviso previo.


Los dioses se habían enterado del actuar de la diosa del amor e iracundos bajaron a la tierra, irrumpiendo en aquel jardín de paz, lo primero que hicieron fue inmovilizar a Solut y recordare el terrible pecado que había cometido siglos atrás, uno por el que jamás seria perdonado y siempre seria castigado, acto seguido el dios de la luz tomo a Freha por los hombros y con un simple ademan la cegó de por vida dejando que cayese al suelo completamente aterrada de la situación, no temía tanto por ella, mas temía por su amado al cual ya no podía encontrar con la mirada. Con una imponente voz el dios reinante en los cielos castigo a la joven también, condenándola a dejar el Jardín y a jamás encontrarlo de nuevo, jamás vería a Solut otra vez.


Solut trato de rescatarla, intentó con todas sus fuerzas acunar en sus brazos a su asustada amante pero le fue imposible, hiciera lo que hiciera lo tenían inmovilizado, solo pudo gritar su nombre mientras veía como el ángel que lo había custodiado por tantos siglos dejaba su puesto para levantar en brazos a la joven que a su vez gritaba su nombre. Cuando fue libre corrió hacia las puertas que se cerraron frente a él de forma abrupta, solo pudo verla alejarse en los brazos del ángel mientras se sentía completamente devastado. Ya no sabía que era vivir sin ella.


Freha fue dejada en la puerta de su antiguo hogar, y tras un par de toques que ella no había efectuado, su familia la recibió y tras la sorpresa inicial la trataron con la calidez de un hogar. Tras su desaparición su padre se sintió devastado, no solo porque había perdido la oportunidad de una gran alianza sino que había perdido a aquella niña que le recordaba tanto su difunta esposa, en el fondo la quería y su ausencia lo dañó, durante años él buscó incansablemente, de hecho no se había rendido hasta el día de su muerte. Sus hermanos que también la habían buscado en su momento, aunque algo fríos aún, le brindaron todo el cariño que pudieron y la apoyaron en todo lo necesario respecto a su ceguera.


Mantuvo en total secreto aquel majestuoso jardín así la existencia de Solut, no porque quisiera olvidarle, sino porque sabía que nadie le creería. Pasó años guardando en su corazón aquel amor y rogándole a los dioses por la oportunidad de verlo nuevamente, tan solo una más, pero los años pasaron y ella envejeció cada vez más sin recibir respuesta alguna, pensó que moriría sin verlo nuevamente y aquella idea le provocaba un gran dolor. Él, en cambio, se había rendido con la idea de verla nuevamente, solo rogaba por que pudiera recuperar la vista, solo quería que fuera feliz porque aquel castigo no se lo merecía, ella era tan pura que no se merecía todo el dolor que debía estar cargando.


Ambos suplicaron por años, día tras día por la felicidad del otro, esperando que aunque ya no pudiesen verse al menos llegaran a la felicidad y con el tiempo conmovieron a los dioses con su persistencia, ninguno se había olvidado del otro, su amor era sincero y eso tocó sus corazones. Mucho tiempo después de su separación, cuando Freha ya estaba cercana a la muerte fue llamada por una conocida voz, aquel ángel que había conocido en su juventud la llamaba y sin dudarlo se levantó con lentitud de su lecho y se dirigió directamente a aquel ser alado que, como lo había hecho una vez en el pasado, la tomó en brazos dirigiéndose al jardín que ella tanto añoraba. Un escalofríos le recorrió el cuerpo cuando tocó nuevamente aquellas rejas doradas, al abrirlas con lentitud sintió que frente a ella se abrían las puertas de la felicidad nuevamente y con un poco de miedo llamó a su amado en voz alta, pero al notar su vos áspera y avejentada sintió vergüenza ¿Acaso él la amaría aun estando tan marchita? Sintió la necesidad de irse cuando sintió que una mano tomó las suyas con delicadeza, Solut no podía creer lo que sus ojos veían, era su amada nuevamente, su agarre se fortaleció tratando de asegurarse que fuera ella realmente, de carne y hueso. Él le ayudo a internarse en el pequeño jardín, no podía contener la felicidad de verla nuevamente, la amaba a pesar de los años y su obvio cambio, él nunca dejó de quererla, no era su cuerpo lo que amaba, era su alma y eso no había cambiado en todos esos años.


Pero eran conscientes de la situación, este solo era un piadoso regalo. Ambos notaron la presencia de la muerte casi impaciente en las puertas del jardín. Este sería un último baile.

May 19, 2019, 11:04 p.m. 0 Report Embed Follow story
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