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El delfín


Siempre le gustó el futbol. Desde que era un chiquitín regordete de cabellos dorados y piel sonrosada que iba al kiosco a pedirle el suplemento deportivo a Don Daniel. Le gustaba también cruzarse la calle para pedir tamales fiados a la señora que vendía fuera de la iglesia; le causaba mucha gracia a la comerciante ver a un chiquito tan glotón y dispuesto a todo con tal de comerse su tamalito ¿Cuántos vas a querer güero? Le preguntaba con ternura. Todos lo adoraban en la cuadra, pues era el nieto menor de una señora muy querida en la colonia, una señora que siempre tenía para los demás, muy elegante y guapa.


Siqempre se le veía con el Delfín de la mano a la hora de la misa de la tarde, el chiquito tenía una mirada muy dulce pero traviesa, adoraba a su abuela y ella a él más. Los años pasaron como siempre pasan y la casa paterna se derrumbó para dar lugar a unos modernos edificios, la señora L. No quiso mas vivir ahí pues le dolía demasiado el recuerdo de sus padres y el frío ya se convertía en un mal acompañante para sus cansados huesos. El delfín jugaba creciendo cada día más, quería ser futbolista, salvar al mundo, ser ecologista, ser tortuga ninja. El calor les gustaba a la abuela y a él. Desde que se movieron al caribe la vida era menos gris, menos triste; ya no se cruzaba por los tamales como cuando era pequeño, pues era ya un jovenzuelo guapo de cabellos rubios que tocaba el bajo en una banda de rock con sus amigos, amaba a Soda Stereo y quería ser famoso. La abuela lo veía crecer y era feliz. A veces, como todo adolescente, era complicado, pero ¿Quién no lo fue de joven? pensó mientras evocaba su juventud cuando le gustaban las películas de guerra y comer los pirulís que su padre de compraba los domingos. Era la mas pequeña de 6 hermanos y a la vez la mas delicada y ruda ¡Qué esperanzas que en sus tiempos en su casa le permitieran a sus hermanos ser músicos! Vivimos tiempos distintos sin duda, se dijo mientras volvía al presente. El delfín era ya un chico de 19 años que se la vivía peleando con sus hermanas, los tres tenían el carácter fuerte de la madre. Tenía ahora 30 años e inició varios negocios sin mucho éxito aunque eso nunca lo detuvo. Era muy inquieto, quería pegarla, quería comerse al mundo. No llegó a ser famoso, pero sí feliz. La abuela aún lo ve caminando al trabajo con el sol bañando sus rubios cabellos como si el uno no pudiese existir sin el otro. “Allá va mi Delfín” piensa, viendo aún al chiquitín regordete tarareando alguna canción y pensando que negocio emprenderá próximamente, adiós pequeño Delfín, regresa a salvo.

April 27, 2019, 1:39 a.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Victor Banderas Soy un diseñador gráfico que vive de la música, ávido lector y aspirante a escritor. Me encantan las historias cortas y dinámicas aunque disfruto enormemente una buena novela o libro de divulgación. Espero disfruten lo que escribo.

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