Ella era pegajosa. Jamás me dejaba en paz. Me seguía a todas partes, incluso cuando a mi esposa no le gustaba que pasara tiempo con ella. Tenía el pelo blanco, largo como pocos en visto, y como pocos veré, porque tal pureza en esos movimientos solo puede encontrarse una vez en la vida.
Y que suerte que la encontré, porque entonces jamás habría escuchado sus ladridos al volver a casa, o habría sentido sus lengüetazos de felicidad cuando la dejaba subirse al sillón mientras veía televisión.
Ella era... pero siempre será esa fiel compañera que se quedó a consolarme, hasta cuando mi esposa murió. Y por eso, espero, que ellas se encuentren arriba, para abrazarlas cuando yo vaya con ellas.
Gracias. Y te extraño.
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