—Es usted un loco, un desquiciado.
—Bueno, muchas gracias.
— ¿Por qué me dices «gracias»?
—Bueno, considerando que solamente a los genios se les considera por carecer de cordura, me siento completamente honrado de que me lo diga. Aunque yo no sea un genio, aprecio mucho su valentía al decírmelo tan fríamente. No me malinterprete, piense que lo tomo como un cumplido—.
Y se marchó. Sin decir ni una palabra. La tentación intentaba provocarme, pero ya estaba acostumbrado a los intentos de tantos hombres que querían colmar mi paciencia.
Quizás estaba un poco loco después de todo. La gente esta tan concentrada en su rutina de normalidad que se sorprende por cualquier tontería que podría realizar hasta el más idiota. Pero los idiotas prefieren colmar la paciencia de los que reciben atención. Y varios lo habían intentado conmigo. Muchas veces a decir verdad.
Bebía mi vino francés de calidad mientras escuchaba un lento y tranquilo jazz. No tenía idea quien sería: ¿Chet Baker? ¿Paul Desmond? ¿John Coltrane?
Realmente daba igual. Todo daba igual. Los idiotas que molestaban, las preciosas damas que te trataban de trastornado y hasta los tipos como yo, que bebían vino mientras escuchaban la música en silencio.
Era fácil aparentar ser un tipo corriente, y mucho más fácil era sin tener con quien conversar, con quien valiera la pena una simple charla.
Todo cambiaría cuando llegara al apartamento. Seguiría bebiendo, pasaría la noche tratando de sacar algo en el papel y fumaría bastantes cigarrillos. Muchos tipos en mi lugar sacarían cuentos o quizás hasta libros con la hermosa ciudad que tenía detrás de la ventana, pero para mí ya era otro lugar en el que vivía. Era romántica e inspiradora, eso era cierto, pero para los tipos como yo, locos que se encierran en una habitación tratando de sacar algo y bebiendo botellas de vino, la ciudad nos llenaba de un falso pensamiento inexistente, como una hermosa dama de compañera. Como aquella mujer, que luego de decirme loco, se fue a la casa de un abogado o con algún otro hombre adinerado.
Tenía razón, estaba completamente loco. Me serví un trago, encendí un cigarro y me senté frente a la desafiante máquina de escribir. Pensé por un momento y puse lo primero que se me vino a la mente.
Gracias.
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.