volgrand1550144069 Manuel "Volgrand" Gala

Ésta, es la historia de dos amigas que supieron ver más allá de la lógica. Ésta es la historia de Star Whistle y su más querida amiga, y del mal que las amenazará. Nos situamos en Mountain Peak, casi treinta años antes de los eventos de My Little Pony, y a muchas leguas de distancia de Equestria.


Fanfiction Cartoons Not for children under 13.

#My-little-pony #terror #horror #sobrenatural #amistad #slice-of-life
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La tormenta

La ventisca se desató sobre Mountain Peak, trayendo consigo toda la fuerza del invierno. Estaba resultando bastante duro para el asentamiento poni, pero no era nada desconocido para sus habitantes.


Aún no era de noche, pero las densas nubes ya ocultaban casi toda la luz. Todos los ponies se resguardaron, con sus familias, en sus respectivos hogares, encendiendo fuego para combatir el frío. Todos, menos una yegua que, desafiando el clima, galopó hasta el linde del poblado.



—¡Star!¡Star Whistle!

Solo el viento respondió a la llamada. La madre poni, sabiendo que su hija no había vuelto al pueblo, corrió a la casa más cercana y golpeó la puerta con todas sus fuerzas.


—¡Abrid!¡Ayuda!


Un poni adulto abrió la puerta y miró a la histérica poni.


—¡Glittering Light! ¿Qué ocurre?

—Mi hija. ¡Mi hija no ha vuelto al pueblo!

*    *    *    *

Star Whistle se encogió bajo un arbusto de bayas, intentando encontrar el calor que la abandonaba por momentos. Era una potrilla de seis años, de pelaje gris claro y crines rubias y blancas. Había salido a comer unas moras salvajes —que en estas tierras crecen incluso en invierno—cuando la tormenta la sorprendió. Trató de volver sobre sus pasos, pero en seguida el viento y la nieve la desorientaron. Cuando trató de seguir sus propias huellas, la nieve ya las había cubierto.


Buscó durante mucho rato, llamando a su madre. Pero de nada sirvió. Su madre le dijo una vez que, si se perdía, se escondiera bajo un arbusto y esperara. Y así lo hizo. Star Whistle tenía cada vez más frío. Y sueño. Empezó a tener mucho sueño. No podía explicar por qué, pero supo que eso era un mal signo.


—¡Mamá! ¡Mami!


El viento arrastró la desesperada llamada de la pequeña poni. Siguió llamando a su madre, a gritos, mientras pudo. La oscuridad ya era profunda cuando un violento relámpago refulgió sobre el cielo. El grito de la pequeña poni quedó cubierto por el rugir del trueno. Star Whistle volvió a llamar a su madre. Pero nadie respondió.


De pronto escuchó un aullido. No supo de donde vino, o si estaba lejos o cerca. Eran los lobos invernales. Star Whistle se encogió aún más bajo el arbusto, dejando que la nieve de éste le cayera encima y la ocultara aún más.


No veía ningún movimiento, aparte de la tormenta. Cada vez se sentía más cansada. ¿Debería volver e intentar llegar al pueblo? ¿Era mejor quedarse quieta?


Crack.


Escuchó el crujir de una rama de un arbusto cercano. Alguien se movía. Star Whistle abrió mucho los ojos y salió de su escondite. Era su madre, ¡tenía que ser su madre buscándola! ¿Quién más podía ser si no?


—¡Mamá, mamá, mamá…!


Lo primero que vio fue un pelaje espeso, de color gris claro. El lomo de la criatura se alzaba varios pies sobre el suelo, mucho más alto que cualquier poni adulto. El ser empezó a girar, y al hacerlo, Star Whistle vio que sus patas acababan en cuatro garras. Se movía con el sigilo, la soltura y la rapidez de un cazador nato.


Y entonces vio sus ojos. Dos ojos brillantes, de color ámbar, que refulgieron bajo la oscuridad. El lobo invernal clavó su mirada en la pequeña poni y mostró sus dientes, gruñendo.


Star Whistle gritó y echó a correr con todas sus fuerzas en dirección contraria al depredador. Las pezuñas se le hundían en la nieve, casi hasta la barriga. Llamó a su madre a gritos, buscando una senda que la llevara al pueblo.


De pronto sintió que se hundía más de lo normal. Bajo la nieve recién caía había un agujero en el que la poni quedó atrapada. Solo un segundo. Pero fue suficiente para sentir el aliento del lobo en tras ella. Se giró, aterrorizada, mientras el lobo se acercaba, gruñendo por lo bajo.


"Se me va a comer…"


Era lo único que Star Whistle podía pensar. Retrocedió, y por azar, vio un arbusto a su espalda. Saltó bajo el mismo, esperando en vano que el lobo no pudiera alcanzarla. Pero el depredador se acercó andando, sin gastar energía innecesariamente. Se agachó bajo el arbusto, y, cuando ya iba a morderla, se escuchó un nuevo gruñir.


Pero este era más agudo.


El gran lobo miró a un lado. Star Whistle siguió su mirada. Había otro lobo. Mejor dicho, un lobezno que dentro de poco entraría en la juventud. A diferencia de su hermano, su pelaje era completamente blanco, camuflándose perfectamente en la nieve.


Los lobos se miraron durante mucho tiempo. Star Whistle creyó escuchar pequeños gruñidos, pero no estaba segura. De pronto, el gran lobo se fue, dejando sola a la poni con el lobezno. Éste se acercó al arbusto donde ésta se ocultaba, y se tumbó en el suelo, mirándola directamente.


La poni miró al lobezno, y en seguida supo que no quería hacerle daño. Y, mirándolo atentamente, intuyó que era chica. Era un lobezno chica (¿o se decía lobezna?). Su ojo izquierdo era ámbar, el derecho, azul. La lobezna parecía estar estudiando a la poni a su vez. La miraba de una forma muy extraña, como si la atravesara con la mirada. Sin levantarse, la lobezna avanzó unos centímetros hacia Star. Pero la poni se asustó y retrocedió. La loba volvió a quedarse quieta.


Así pasaron mucho rato, hasta que Star se convenció de que la loba no era una amenaza. Poco a poco, la loba se fue acercando. Star se sentía extraña. Sabía que los lobos eran muy peligrosos, pero sabía que esa lobezna no lo era. Cuando ya estaban a pocos centímetros la una de la otra, la loba se tumbó en el suelo. Star Whistle supo que la estaba invitando a tumbarse con ella.


Y así lo hizo. Con temor al principio, se acercó y se tumbó junto a la loba. Al sentir el calor de ésta, se dio cuenta de cuánto frío tenía. Star Whistle empezó a tiritar violentamente. La loba le puso una pata encima, dándole parte del calor que su pelaje le proporcionaba.


Fue una noche muy extraña: una poni durmiendo junto a un depredador que bien podría habérsela comido. Pero ahora, era el lobo el que había decidido salvarla.


—¿Me llevarás a casa?


El lobo gruñó, muy flojo, emitiendo un sonido gutural. Star whistle, aunque se asustó al oírlo, tardó poco en ver que no estaba amenazándola. Star dio por imposible hablar con su salvadora. La lobezna siguió gruñendo durante mucho tiempo, horas.


Star whistle, al principio, creyó que eran gruñidos sin sentido. Pero, sin nada mejor que hacer e incapaz de dormir, los escuchaba. Notó que no todos eran iguales. Algunos parecían salir de la garganta del lobo. Otros de su pecho. Los había que sonaban como gruñiría un lobo, pero otros se parecían al ronroneo de un gato. Y, a veces, hacía un ruido con la garganta, como si aullara sin abrir la boca. Había pausas entre los sonidos, unas más largas que otras.


Y poco a poco fue notando patrones que se repetían. Varias veces repitió exactamente los mismos gruñidos y sonidos, con las mismas pausas.


Star Whistle giró la cabeza para mirar a la loba. ¡Le estaba hablando! ¿Pero qué decía? La poni se giró completamente para poder mirarla. La loba miró a la poni y dejó de gruñir…hablar. Star pensó en cómo podrían entenderse. Con una pezuña se señaló a si misma.


—Star Whistle.


Después señaló a la loba. Ésta no respondió, como si no entendiera, por lo que Star volvió a intentarlo. La loba gruñó de una forma particular. Pero, ¿qué quería decir? ¿Era su nombre? Un momento, ¿acaso los lobos usaban nombres?


Star miró al arbusto y cogió dos bayas. Se comió una y empujó la otra con el hocico a la loba. Ésta la olió, y la repudió haciendo el mismo gruñido que antes. Ese gruñido significaba "no". Entonces, los lobos no usaban nombres. Star cogió una ramita, y sobre la nieve dibujó una casita.


—¿Me llevarás al pueblo?


La lobezna no respondió. Star dibujó, como pudo, un poni yendo a la casita. La señaló:


—Yo. Star Whistle –luego señaló la casa—. Pueblo. ¿Me llevarás al pueblo?


La lobezna hizo otro gruñido diferente. Star lo interpretó como un "Sí". La tormenta empezó a amainar, pero aún era muy fuerte. Quedaban muchas horas hasta el amanecer. Ni la poni ni la lobezna durmieron aquella noche, mientras ambas aprendían la una de la otra.

* * * *

Con el amanecer, la tormenta amainó. Los ponis, que habían buscado por los alrededores a Star Whistle, pudieron ahora alejarse más del pueblo. Pero ya nadie guardaba esperanzas. Ni el poni más robusto habría soportado una tormenta semejante.


Glittering Light buscaba desesperadamente a su hija, llamándola a gritos, al igual que muchos otros. Estaba a punto de derrumbarse cuando escuchó un grito.


—¡Lobos! ¡Los lobos invernales!


Los ponis reaccionaron agrupándose en círculo, cogiendo palos y algunas herramientas para defenderse. El poni que se había adelantado más volvió corriendo con el grupo.


—No vais a creerlo… ¡no lo vais a creer!

—¿El qué? –preguntó otro poni


Como respuesta, los lobos hicieron acto de presencia. El más grande de todos, era un lobo de color gris claro, casi blanco. Era más grande, fuerte y corpulento que cualquier poni. A su lado, un lobezno, casi un joven lobo, cuyo pelaje era gris y blanco.


Y, junto a los lobos, una pequeña poni se arrastraba por la nieve. Star Whistle, en perfectas condiciones.


—¡Star! –gritó la madre de ésta.

—¡Mami!


La potrilla echó a correr hacia su madre. Los lobos detuvieron su paso. Pero Star, antes de llegar con su madre, se detuvo y los miró. Ante los sorprendidos ponies, la potrilla gruñó, o rugió a los lobos, con su aguda vocecilla. Los lobos la miraron y bajaron sus cabezas, como si hicieran una reverencia. Después se fueron.


Ahora sí, Star Whistle corrió hacia su madre y la abrazó. Glittering rompió a llorar al ver a su hija viva. Algunos ponis acariciaron a Star también, preguntándole si estaba herida y qué había pasado. Aunque la mayoría permaneció en silencio, tratando de entender la extraña imagen que había visto, o como Star Whistle había sobrevivido.


Después volvieron al pueblo. Glittering Light se llevó a su hija a casa, donde la bañó y le dio de comer. Star le contó cómo la lobezna le había dado calor durante la noche, y que por la mañana la llevaron de vuelta al pueblo. La madre estaba asombrada y agradecida. No esperaba que un lobo pudiera mostrar sentimientos así.


—Cariño –le preguntó la madre—¿por qué gruñiste a los lobos?

—No les gruñí, mami.

—¿No?

—Les dije: "Agradezco vuestra ayuda". Eso creo.

Glittering guardó un sorprendido e incrédulo silencio.



Feb. 14, 2019, 7 p.m. 0 Report Embed Follow story
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