Es triste pensar que el futuro es incierto, pero vivir el oscuro silencio que deja el caos de la destrucción tras horas de ruido, frío y miedo, no solo es triste, sino desgarrador.
Es triste sentir cómo la vida sigue su camino, sin dar tiempo para que las cicatrices de la devastación se puedan camuflar con un par de sonrisas… es difícil, muy difícil.
Ver y sentir la mirada de un pequeño niño que se esconde entre los escombros de la supervivencia, es aún más difícil y es imposible no descifrar lo que piensa, siente o desea. Ahora, nada le pertenece, todo se ha ido. Está solo.
Su vida no será la misma: las horas de juego con amigos en esas calles que ahora los escombros adornan, caminatas hasta la escuela buscando un futuro, su familia, sus padres, todo se ha ido. Sin embargo, él pide una nueva oportunidad para reconstruir lo poco que aún le queda en su corazón: ¡Sus ganas de vivir!
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