La frente altiva, la boca en llamas,
violáceo su rostro, tornóse contra sí.
Soberbia mirada de cristal resquebrajado
oteando el horizonte, vacío, sin luz.
Palabra de muerte nunca pronunciada
macilenta fenece como la virtud.
Procaz el silencio se ocupa del llanto
que, Oh! sino nefando... nadie derramó.
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