mysterious_angel_31 Carbrielys Basanta

Un arma biológica ha acabado con gran parte de la humanidad. Sobrevivir es un lujo y el amor lo es aun más... pero ellos decidieron tomar ese lujo. Historia inspirada por la canción The Cure de Lady Gaga.


Science Fiction All public.

#lgtb #post-apocalíptico #cura
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Hasta el Fin

—Somos realmente patéticos. Un mes fuera y ya no podemos más. — dijo Ryan, con una risa irónica, mientras mirada el techo de la destartalada casa.
—Si mal no recuerdo fuiste tú quien quiso escapar. — señaló Matthew, quien estaba acostado en el desgatado sofá de la casa abandonada que habían encontrado, tratando de recuperar el aliento luego de la larga carrera que habían hecho.

—Sigo creyendo que fue la mejor idea, era morir aquí, tratando de luchar, o morir allá como otros experimentos fallidos más.

Sus vidas ya eran bastante difíciles antes y ahora que habían decidido abandonar lo único que les daba "seguridad", lo sería aun más. La Tierra como lo conocían se había acabado cinco años atrás, luego de tantos altercados entre los países, la guerra había terminado por cobrar muchas vidas cuando los líderes mundiales creyeron que un arma biológica era la mejor opción. Miles de vidas se perdieron en los países donde esta arma fue lanzada y todas aquellas personas que quedaron vivas pero infectadas transmitieron la enfermedad al resto del mundo en su intento por escapar de sus países.

Rápidamente, al ver el desastre que habían causado, los líderes quisieron deshacer sus errores ordenando la búsqueda de una cura... pero nada funcionaba. Todos los medicamentos existentes solo lograban mantener los síntomas controlados, pero el virus no desaparecía sin importar los esfuerzos que se hacían por arreglar la situación. La muerte se hizo algo muy común, los medicamentos eran muy costosos y no muchos podían tenerlos. No había familias intactas e incluso las poblaciones de algunos países estaban al borde de la extinción.

La última alternativa fue crear complejos militares donde las personas podrían vivir y recibir el tratamiento correspondiente. El único requisito era ser sujeto de pruebas obligatoriamente para conseguir una cura definitiva. Nadie dudó en aceptar esa oferta. Al entrar a los complejos, los adultos debían someterse inmediatamente a pruebas y los niños serían sometidos a ellas una vez que cumplieran la mayoría de edad.

Sin embargo, también había familias que se negaban a aceptar este trato. A estas familias se les trataba de convencer de cualquier forma. Los Sovier, quienes tenían dos hijos, Camille, de diez años, y Ryan de quince, se negaron rotundamente a ir al complejo hasta que su hija menor cayó en cama cuando la enfermedad avanzó en ella. Preocupados por su pequeña y con miedo de que su hijo mayor tuviera el mismo destino, aceptaron el trato que tanto aborrecían. En cuanto llegaron al complejo Sunrise, Camille fue atendida y se mantuvo estable. Ryan fue asignado con otro grupo de chicos para que recibiera educación y entrenamiento militar, mientras sus padres se convertían en nuevos conejillos de indias.

Ryan se sentía extremadamente solo en ese lugar, todos allí parecían ser amigos y él simplemente era el chico nuevo. Él nunca había sido bueno haciendo amigos por lo que pasaba la mayor parte de su tiempo estudiando o entrenando para matar todo el tiempo libre que tenía. Muchas veces, mientras estaba ocupado entrenando, le parecía sentir una insistente mirada sobre él y cada vez que volteaba, se encontraba solo con una difusa figura que se escondía rápidamente. Nunca le prestó atención hasta que la misteriosa voz se rió de él cuando se resbaló mientras golpeaba el saco de boxeo de la manera más torpe posible.

Cuando decidió enfrentarse al extraño, se encontró con un chico de cabellos azabache apoyado en la pared riendo sin consideración alguna.

—¿Te parece gracioso? — preguntó en un tono frío.

—Mucho, hace tanto tiempo que no reía así. — dijo el chico, tratando de aguantar las risas. Ryan rodó los ojos y se dio la vuelta, molesto y listo para marcharse. —. Pero que sensible eres. — comentó cuando el castaño dio un pasó.

—¿Te gustaría que alguien que no conoces se burle de ti? — el desconocido se encogió de hombros ante esa pregunta.

—Ya estoy acostumbrado, todos se burlan de mí. Soy Matthew, por cierto. — se presentó.

—Ryan.

Esa fue la primera conversación de miles que tendrían después. Ambos chicos no tardaron en volverse unidos. Ambos eran unos solitarios, no acostumbraban a pasar tiempo con nadie más y por ello recibían burlas. Ryan siempre había sido el fuerte entre ambos, el que se había metido en decenas de problemas por pelear con otros chicos, mientras Matthew era quien intentaba mantenerlo a raya.

Con el pasar del tiempo y para sorpresa de ambos, sus sentimientos empezaron a cambiar e incluso sus actitudes. Solían sonrojarse por cualquier cosa que dijera el otro y ponerse nerviosos cuando, por distintas razones, la distancia entre ambos se acortaba. Era algo nuevo para ellos pero decidieron intentarlo, aun cuando solían discutir constantemente por sus personalidades tan distintas, dejaron que el amor los guiara y cuando las tragedias llegaron a sus vidas, su amor fue la cura para ambos.

Ryan fue el primero en derrumbarse cuando, un año después de llegar a Sunrise, su hermana murió, incapaz de seguir aguantando más. Esa pequeña era su adoración y perderla había sido un golpe fuerte para él, y cuando sus padres murieron a causa de los experimentos semanas después, sintió como su vida se venía abajo. Se alejó de todos, incluso de Matt. Lo evitaba cada vez que este intentaba consolarlo o hablar con él, pero el pelinegro nunca dejó de intentar ayudarlo.

Cada noche, en la madrugada, Ryan salía de su habitación y caminaba por el complejo aprovechando la soledad de la noche... una de esas tantas noches Matthew se decidió a seguirlo. Era un noche oscura, la luna nueva dejaba a oscuras todas aquellas partes donde los faroles no llegaban, lo que ayudó a Matt a pasar desapercibido la mayor parte del tiempo.

—¿Qué haces aquí? — preguntó el castaño al ver a su novio siguiéndolo cuando la luz de las farolas no pudo ocultarlo.

—¿Piensas evitarme para siempre?

—No respondiste mi pregunta.

—Tú tampoco la mía. — Ryan rodó los ojos cansado. —. Vamos, Ryan, no puedes hundirte para siempre en tu tristeza. No tienes porqué lidiar con esto solo. — le dijo Matt, acercándose a él.

—Estás perdiendo tu tiempo, estoy bien. — replicó y Matt bufó.

—No soy idiota, Sovier. No estás bien.

—Nadie lo está, todos estamos infectados y no hay ninguna cura, toda la familia que me quedaba murió a causa de esa enfermedad y todos moriremos en algún momento, ya sea por el virus o por los malditos asesinos que se hacen llamar científicos. — dijo Ryan con rabia, apretando los puños. Matt lo tomó por los hombros y le sonrió.

—Sí, tienes razón, no hay cura hecha por esos imbéciles pero yo puedo ser tu cura. — le dijo suavemente colocando su mano en su mejilla. —. Déjame serlo, y te prometo que estaré aquí para ti cuando lo necesites, te lo daré todo, dime que sí y voy a arreglarte con mi amor, dime que sí y seré tu cura.

Se miraron a los ojos en silencio durante varios minutos, hasta que el castaño no pude seguir con su indiferencia hacia él. Se lanzó a sus brazos en busca del consuelo que necesitaba y que tanto se había negado a recibir. Matthew lo sostuvo con firmeza acariciando su cabello.

—No me dejes. — susurró el castaño.

—Nunca lo haría. No debes hacerte el fuerte siempre, te pido que hoy, entre mis brazos te desahogues, yo haré que tu dolor desaparezca. No hay mucho que pueda hacer en esta situación, pero te prometo que estaré a tu lado.

Esa noche, ambos juraron ser el compañero del otro en las buenas y en las malas, hasta que sus vidas acabaran a causa del virus o los experimentos, estarían juntos, lucharían juntos contra cualquiera que quisiera destruirlos y lo harían porque se amaban.

En tiempos como ese, en los cuales la vida parecía escurrirse de sus manos, encontrar el amor era casi un regalo divino y para ellos, el haber conocido al otro, era su mayor golpe de suerte.

Decidieron vivir sin preocuparse por nadie más que por ellos mismos. Disfrutaron cada día, cada entrenamiento o clase juntos, disfrutaron las cosas pequeñas y simples de su compañía, quizás no podían darse muchos lujos pero con tener los besos y abrazos del otro era más que suficiente. Pero esos momentos de felicidad se esfumaron cuando estuvieron a meses de cumplir la mayoría de edad. Muchos habían muerto durante ese tiempo como prueba de que los científicos no estaban ni cerca de encontrar una cura. Matt fue el primero de ambos en cumplir dieciocho años y al día siguiente de tener la mayoría de edad fue reclutado para cumplir con su deber como sujeto de prueba. Desde ese día, Matthew volvía a casa con Ryan totalmente exhausto y adolorido, con miles de marcas y moretones a causa de los experimentos.

Ryan se encargaba de cuidar de Matt, aliviar sus dolores y ayudarlo con cualquier cosa que necesitara. Cada noche se acostaba junto a él y le cantaba. Con mucho esfuerzo habían logrado dar con esas viejas canciones pop que habían causado revuelo años atrás. Ryan no tenía mucho aprecio por estas pero Matt en cambio las había amado, y el castaño no vio mejor detalle que aprendérselas y cantarlas para relajarlo luego de un día lleno de sufrimiento.

—Estoy bien. — solía susurrar Matthew con voz débil sonriendo ante los cuidados del castaño.

—Deberías aprender a mentir mejor. Pero no importa cuando veces digas que estás bien, yo te cuidaré sin importar nada. — le respondía Ryan.

Con el paso de las semanas las pruebas se habían vuelto cada vez más fuertes, las dosis de las drogas que suministraban iban incrementando y eso estaba destrozando a Matt, e incluso algunos chicos ya habían muerto, pero Matthew se esforzaba en fingir estar bien para no preocupar a su novio. Sin embargo, con cada día que pasaba, Ryan veía como la vida del pelinegro se iba escapando de sus manos. Igualmente le preocupaba el hecho de que en pocas semanas su cumpleaños llegaría y tendría que pasar por lo mismo. Tenía que buscar una manera de salvar a Matt y a él mismo en el proceso. Luego de unos días de meditarlo, llegó a la idea más obvia.

—Debemos escapar. — murmuró una noche. Matt abrió los ojos y se sentó en la cama abandonando sus brazos.

—¿Qué dices? — preguntó sin dar crédito a sus palabras.

—Debemos escapar. ­— repitió, ahora con más convicción. —. Si nos quedamos aquí moriremos por los experimentos.

—Pero si salimos moriremos por la enfermedad. — replicó Matthew

—Da igual, estando aquí tampoco lograremos curarnos. Vámonos, formemos una vida fuera, sé que todo está destruido pero prefiero vivir fuera de este lugar con la certeza de que podremos tener varios años de tranquilidad que verte morir poco a poco cada día, no quiero perderte. — le había dicho el castaño con tanta ternura que Matt no pudo resistirse a esa idea posiblemente suicida.

—Hagámoslo, dime que hacer, te seguiré hasta el fin. — aceptó el pelinegro sonriéndole.

Habían robado ropa, agua y comida antes de irse, causando un gran revuelo al ser los primeros en escapar. Ahora vivían yendo de un lado a otro, buscando casas abandonadas y escapando de los guardias que querían llevarlos nuevamente a Sunrise, pero aun con las dificultades, el simple pensamiento de que estaban juntos, los hacía seguir con sus vidas. Tal vez nunca podrían hacer desaparecer el virus instalado en sus cuerpos pero por más cursi que sonara, su amor mutuo había logrado ser su cura para muchas otras cosas.

Dec. 31, 2018, 12:02 a.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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Carbrielys Basanta ¡Bienvenidos! Gracias por leerme, espero que disfruten sumergirse en mis mundos fantásticos. Soy una joven escritora de 18 años, con grandes aspiraciones, sueños locos y mucha imaginación. Disfruto del canto y la música además de escribir. la escritura y la lectura se han convertido en mis pasatiempos favoritos y me han acompañado por muchos años. Y bien, Jeslar está esperando por ustedes.

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