Iban... ¿Cuántas?... ya había perdido la cuenta. La última se mintió Britanny, burdamente apoyada en el mostrador del bar de aquel club nocturno de moda.
—Señorita—pronunció el barman, extendiéndole una copa que ya veía doble, y de la cual solo tenía conocimiento de que era alguna bebida exótica que había pedido minutos antes, cuando aún conectaba un pensamiento con otro.
Hipó producto de aquel burbujeante elixir, y esto le sacó una risita algo tonta, mientras su mirada seguía inspeccionado las figuras algo difusas de la concurrencia masculina en aquella noche de sábado.
Hasta que la suerte, o algún lascivo dios pagano que reconocía sus ansias debajo de aquel estado alcohólico, la llevó a encontrarse con unos ojos negros que la dejaron pasmada.
—¡Rayos!... es lindo—declaró arrastrando las palabras, que fueron en parte para el barman, y en parte para sí misma.
El hombre detrás de la barra solo sonrió y se dispuso a seguir atendiendo a los clientes que ya se agolpaban, y ella entendiendo su gesto (con su nula capacidad de raciocinio por el ahogo etílico) como una confirmación y quizás empuje para que hiciera lo que quería, se dirigió con pasos inseguros y torpes hacia el rincón oscuro desde el cual aquel atractivo joven la miraba.
—Britanny Jules... así me llaman, o Bry o Bj... aunque eso no suena muy femenino que digamos—fue su extraña presentación, entredicha en palabras algo arrastradas.
Él la miró fijamente ¡Maldita sea que era guapo de cerca!
Tendría su edad, cercana a los treinta años, una impresionante altura, un físico marcado que se podía adivinar en los pliegues ajustados de su nívea camisa, y un rostro armonioso que seguramente atraería muchas miradas.
—Lo sé—fue su respuesta, aun más extraña—Soy Ikabo... y solo vine por ti esta noche.
Algo en esa contestación debió alarmarla y alertarla, pensaría horas después, pero en ese momento, y en ese estado, le pareció la respuesta más normal del mundo.
—¿Así que si, eh?—contestó en un tono juguetón, mientras por su creciente desequilibrio se apoyaba en el respaldar de cuero negro del sillón de dos cuerpos en el que él estaba—Y dime Ikabo, si haz venido por mi...¿qué esperas para llevarme?
Luego de decir esto Britanny rompió en una estruendosa carcajada, que llamó la atención de unas cuantas personas que pasaban.
Dejo de reírse al ver que su broma no era correspondida con una risa, ni siquiera una sonrisa del hombre a su lado, quien mantenía la pose rígida de una escultura griega, exquisita tanto por su belleza como por su templanza.
—Britanny—comenzó él, luego de unos incómodos segundos—Sal afuera conmigo... se me hace tarde para otro compromiso y quiero terminar esto cuanto antes.
Aún debajo de su condición de ebriedad, ella se sintió algo insultada por su comentario.
¿Quién era para apurarla así? Y peor aún, para decirle que otra cita lo aguardaba.
Sí, era verdad que casi se le había regalado en ese directa insinuación de sexo casual, aunque... ¿era necesario ser tan maleducado?
Pero... ¡Demonios! Estaba jodidamente guapo.
Él sonrió al fin, aunque quedamente, y tomándola de un brazo con firmeza zigzagueó entre los concurrentes con un paso ligero y raudo hacia la salida.
Un par de minutos después salían por la puerta principal. Britanny al sentir el fresco aire de la noche neoyorquina sintió que la embriaguez se le subía a alturas insospechadas.
Teniendo poco y nada de control sobre sus actos, ella le echó a su amante de turno sus brazos al cuello.
—Hueles horrible—le dijo él, entrecerrando los ojos con gesto asqueado.
—Eres condenadamente romántico Ikabo... si no fueras tan lindo ya te hubiera dejado solo y me hubiera marchado—le increpó ella, sintiéndose cada vez más mareada—Si no lo fueras y pudiera caminar sin terminar desparramada en una zanja.
Otra vez su risa beoda apareció, mientras sus caderas con vida propia se acoplaban a las ajenas.
—Tranquila... antes que nada, necesito que firmes algo—le explicó él, alejándola un poco de su esbelta anatomía.
—¿Firmar?, ¿qué, voy a comprarte?—jugueteó—¿Cuánto sales bombón?... Romperé el chanchito que guardaba para una nueva secadora, pero lo vales... ¿adónde ? muéstrame antes de que se me olvide como hacerlo.
Él levantó una de sus manos y rodeó su muñeca con sus dedos, como si le tomara el pulso. Luego le hizo una pregunta.
—Britanny Jules, ¿aceptas ser parte de los diez pasos de experimentación cósmica en plena conciencia y aceptación de sus estatutos y reglas?
—¿Qué..?—le preguntó ella, creyendo que jugaba y habiendo entendido solo la mitad de sus palabras—Si... si acepto, seré la señora...¿Cómo te apellidas?
Él no respondió a su última interrogante, sino que apretando con su dedo pulgar esa porción latente de su mano, la hizo respingar por un súbito dolor similar a un choque eléctrico.
—¿Qué me hiciste? Dolió—se quejó Britanny.
—Lo necesario... nos vamos—le respondió él, y luego todo a su alrededor se desdibujó y comenzó a sentir que su cuerpo giraba, se extendía y se expandía. Un rayo potente de luz los cubrió por completo, y ella quiso gritar, pero aquel grito se perdió mientras ingresaban a un interminable agujero negro.
Cuando ella volvió a abrir los ojos, cayó de rodillas al suelo. Sintió el estomago revuelto y la cabeza palpitándole furiosamente. Miró a su alrededor, estaba en una habitación completamente blanca, parecida a las de los manicomios, sin absolutamente nada en ella. No, nada no, frente a ella estaba Ikabo observándola.
—¿Dónde demonios me trajiste?—le inquirió, notando al hablar que el efecto del alcohol consumido poco antes parecía haberse esfumado por completo—¿Dónde?
Él respiró hondo y cruzó los brazos sobre su fornido pecho antes de contestarle.
—Ya te lo dije antes... aceptaste ser parte de los diez pasos de experimentación cósmica. Por eso te traje aquí, tú misma firmaste accediendo.
Britanny trató de evocar esa aceptación a lo que sea que decía, y recordó a medias algo sobre una firma y otros enunciados raros... pero nada más que eso.
—No sé que diablos me dijiste, ni que rayos firmé, pero no lo hice en forma consciente, estaba absurdamente embriagada, ¿o no lo notaste?¡Pedazo de idiota!
—Lo noté, pero eso no cambia el hecho de que lo hiciste, y en forma voluntaria, sin ningún tipo de presión de mi parte. Es más, viniste sola hacia mí—le explicó él lentamente, como si fuese una niña pequeña—Ahora bien, no estamos en algún lugar especifico, sino más bien en un sector artificial de análisis, creado por Omiostron, la sede científica interplanetaria. Estas aquí, repito, voluntariamente, para ser examinada en forma breve, y luego dejada en perfecto estado en tu planeta de residencia... ¿algo más que quieras saber antes de que comencemos?
Ella se quedó con la boca abierta, sin poder articular ninguna palabra y solo atinando a negar con la cabeza.
—Entonces... ¿ninguna duda?—continuó él—Bien, empece...
Britanny lo interrumpió antes de que terminara la oración.
—No, nada esta bien... vuelve a dejarme en el lugar de donde me sacaste ¡No entiendo nada!, ¿quién demonios eres tú?
Ikabo suspiró, y luego de observarla por un segundo respondió a su pregunta.
—Es cansador repetirte todo dos veces, Britanny Jules. Estamos y somos lo que te dije y escuchaste bien, pero que obviamente te cuesta creer. Yo soy Ikabo Alcalima Riadne, un analista científico del planeta Aria, en la galaxia de Tamesis.
—¿Un extraterrestre?—dedujo ella con los ojos muy abiertos por el asombro, y él asintió—Pero no te ves... oh espera, esta es la forma que tomas para secuestrar humanos, ¿no es cierto?
—No... ustedes los terrestres tienen mucha imaginación. Hay muchos planetas con ecosistemas similares al suyo, y atmósferas casi idénticas, los que dan como resultado, lo obvio, que seamos iguales, o casi—le dijo él a la vez que en un golpeteo insistente de su pie en el suelo daba cuenta de que estaba creciendo su impaciencia.
—Uhmm...¿ estás seguro que no eres un loco, fanático de viaje a las estrellas?—le cuestionó Britanny con el ceño fruncido.
—No. Creo que lo sabría si lo fuera... y ya, señorita Jules, tengo un compromiso después de su revisión y estoy algo retrasado, así que empecemos—le anunció Ikabo sacando de uno de los bolsillos de su pantalón de vestir gris lo que parecía una arandela plateada del tamaño de una pulsera.
—¿Qué es eso?—le preguntó ella, retrocediendo un paso.
—Paso uno... descontaminación—anunció él, mientras sostenía apuntado hacia ella ese objeto que cabía en el hueco de su mano—Cállate, y no respires.
De improviso un intenso chorro de liquido transparente brotó de aquella arandela sin fondo, empapándola completamente con algo parecido al agua, pero con más densidad.
Duró solo unos segundos, pero sin haber hecho caso a su advertencia, este fluido se le metió en los ojos, en la boca, en la nariz y además por cada orificio de su cuerpo.
Cuando este se detuvo, ella escupió aquel liquido insípido que había tragado en abundancia.
—Bastar...do...Imbe...cil—lo insultó entre expulsiones e intentos de respirar normalmente.
—Insultas demasiado, Britanny... te advertí—le recordó—Deberías estar más atenta.
—¡Que te den!¡ Idiota!—le gritó colérica—¿qué fue lo que me echaste encima?
—Es la linfa extraída de ciertos árboles de mi planeta, es atoxica, aunque altamente desinfectante—le aclaró Ikabo con voz pausada.
—¡Me desinfectaste!...¿¡Pero qué maldita cosa crees que soy!? Estoy limpia y libre de gérmenes.
—Britanny... en la forma en que te entregas al primero que te sonríe, dudo mucho que estés libre de infecciones, enfermedades, y quien sabe de que otra cosa.
—Oh, olvidé que estaba frente al señor alíen impoluto—le respondió ella con tono burlón—En lugar de Britanny quizás deberías llamarme sucia humana.
—Como quieras—cedió el, encogiendo los hombros—Sucia humana, ya estas pulcra. Ahora sigamos con el paso dos... inspección visual—dijo él, y ese anuncio no le agradó para nada.
—¿Cómo que inspección vi...—preguntaba Britanny, cuando fue interrumpida por un zumbido que nuevamente provenía de la arandela, de la cual fluyó algo. En esta ocasión fue una serpenteante estela dorada que onduló hasta donde ella estaba para rodearla, y en una milésima de segundo disolver todas sus prendas para dejarla como Dios la trajo al mundo.
—¿Qué?...¿Cómo te atreves?—le gritó con la voz temblándole por la vergüenza, y las manos intentando presurosas, cubrir en parte su pubis y sus senos.
Ikabo no le respondió, pero se acerco rápidamente a ella, hasta tenerla frente a él.
—Solo será una observación fugaz—le explicó él, a la vez que haciendo girar aquel aro plateado obligó de pronto a sus brazos a elevarse en alto, y a sus piernas a abrirse en una posición nada decorosa.
—¿Qué me haces?... ¿¡Es que no tienes el menor sentido de respeto y decencia?!... ¡Gusano infeliz!—le reprochó ella mientras en vano intentaba liberarse de su sujeción invisible.
—Tranquila—la apaciguó Ikabo, mientras examinaba con su mirada analítica desde su cabeza, bajando por su cuello, su pecho, vientre, sus caderas; recibiendo todo tipo de improperios y agravios verbales de la mujer que lo maldijo algo más fuerte cuando sintió sus ojos recorrer su delicado monte de venus—Si no cesas con ese vocabulario soez, voy a amordazarte Britanny, solo observo y traslado datos... no te haré más que eso.
Sin poder evitarlo ella se relajó y dejo que él continuara evaluando su anatomía, hasta que habiéndola recorrido toda, centímetro a centímetro, se puso de pie y activando su artefacto volvió a materializar su antigua vestimenta, al mismo tiempo que la liberaba.
—Eso fue bochornoso, inmoral y ruin—murmuró apenada—Cuando me vaya de aquí rogaré cada día de mi vida para que alguna otra raza conquiste tu asqueroso planeta y los convierta a todos en sus esclavos sexuales.
Una pequeña risa brotó de los labios del examinador cósmico, una que sorprendió a Britanny y que él corrigió rápidamente.
—Excelente, continuemos—expresó él tan sereno como siempre, después de unos segundos de ser acribillado por su mirada celeste—Paso tres... respuesta a estímulos externos.
Eso le sonó mal.
De nuevo aquel condenado artilugio demoníaco se activó, y de el emergió un viento helado, tanto como nunca antes sintió, y que se enfocó en su tiritante silueta.
—¡Apágalo!—gritó entre el ruido ensordecedor—Moriré congelada ¡Maldición!
Aquel aire glacial la cubrió de pies a cabeza, sumergiéndola en su abrazo gélido que parecía escarbar sus huesos y aletargar sus sentidos. No podía hacer nada más que temblar de frío.
El idiota de Ikabo solo estudiaba sus reacciones, y escribía.
Tan repentinamente como empezó aquel soplo inclemente se detuvo, y ella cayó al suelo por la debilidad que este le había causado.
—¿Está bien, Señorita Jules?—le preguntó él, sin levantar su mirada de sus anotaciones.
—Muérete—solo le respondió ella, a lo que él acotó.
—Lamento tu incomodidad, pero estos datos son necesarios. No te imaginas lo rapidez con la que evolucionan ciertas especies, estos parámetros nos permiten conocer cualquier alteración en la suya, por más ínfima que sea.
Britanny no dijo una sola palabra.
—Muy bien, paso cuatro... respuesta a estímulos internos—siguió él con su conteo infernal, y ella involuntariamente se encogió en el suelo. Eso había sonado aún peor.
Escuchó un sonido y supo de donde provenía, pero no se permitió levantarse, ni ver su tortura nueva.
—Britanny—la llamó él, y pasados unos segundos agregó—Britanny, si cooperas terminaremos antes y podrás volver a tu habitual vida de desorden y libertinaje.
Ella alzó la cabeza y le dirigió una mirada envenenada.
—Eres un experto en charlas motivacionales, ¿no es así, Ikabo?—le dijo con sarcasmo— ¿cómo piensas atormentarme ahora?
—No sé si será un tormento, púes tu misma te lo haces varias veces a la semana—le respondió, y luego hizo surgir de la arandela un dispositivo de placer, idéntico al que ella guardaba en su mesita de noche.
—Oh... ¿qué?... ¿qué piensas hacerme con eso?—siseó entrecortadamente—Vas a... pero dijiste que no me dañarías.
—Y no lo haré, usarás esto en ti, como acostumbras, y solo tomaré apuntes sobre tus reacciones. Sabes Britanny, este cuarto ha tomado desde tu llegada las distintas variaciones de tu temperatura corporal, pulso, circulación sanguínea, modificaciones a nivel hormonal y celular... Estás siendo examinada íntegramente.
Britanny le echó una mirada a su Eros 2020. Vaya que tenía recuerdos de solitarias noches felices a su lado.
Pero hacerlo ahí... ¿Y delante de él?... Le parecía una locura total a la que no estaba dispuesta a prestarse.
—No, no lo haré—se negó rotundamente—Es enfermizo... no soy una muñeca con la que tú y tus camaradas van a jugar.
—Britanny—suspiró él—De todos los estímulos internos que encontré, este me pareció el menos traumático. Podría dejarte pasar hambre por unos días y ver tu repuesta a ella, o no permitirte beber por el mismo tiempo para conocer como reaccionas a una sed extrema... o...
—¡Basta!—lo interrumpió ella—Lo entendí... eres un maldito desgraciado. Lo haré.
Ikabo asintió con la cabeza y acercándose a ella unos pasos le extendió la réplica de su juguete sexual.
Britanny respiró hondo, dudó por un instante, y luego levantándose la corta falda, llevó aquel aparato cilíndrico a su interior, encendiéndolo en el proceso. Este comenzó el cimbrar y la rotación que bien le conocía, y ella cerró los ojos por la pena, y también para no enfrentar la mirada inquisitiva de su examinador.
Conforme los minutos avanzaban, su estado de excitación también lo hacía, haciéndola sentir aún más avergonzada y expuesta. Pudo sentir que el desenlace orgásmico ya la alcanzaba y con el para su alivio, el final de su faena, pero a segundos de sentir la necesitada culminación, oyó la orden algo agitada articulada por Ikabo.
—Es suficiente...Lo hiciste bien.
Ella abrió los ojos para mirarlo algo confundida, y más aun cuando lo que se alojaba aún dentro de su cuerpo se desvaneció casi mágicamente, dejándola con unas ansias evidentes.
Con la frustración hablando por ella, Britanny le reclamó.
—¡Hombre tenias que ser!... estaba a punto de... Y ahora me dejas... Olvídalo, eres un completo idiota.
Él sonrió, pero esta vez no escondió rápidamente su gesto.
—Bien, vamos por la mitad—dijo mientras se acercaba a ella y tomaba una de sus manos—Paso cinco... respuesta al dolor.
Todo sucedió tan rápido que apenas su mente pudo procesarlo. Ikabo sacó una pequeña hoja muy afilada, cortó una porción de la piel de su brazo con ella, Britanny gritó por el inesperado daño, él la observo un fugaz momento, y luego la herida se cerró, cicatrizándose sin dejar rastro alguno.
Lo miró extrañada, pero no supo que decir.
Ikabo se alejó de nuevo y esta vez enfocó el aro a una de las paredes del cuarto.
—Seguiremos con el paso seis...—decía, y de pronto se evaporó.
Britanny se quedo paralizada ¿Dónde rayos se había metido aquel imbécil?, ¿sería otra de sus retorcidas pruebas?
Esperó unos minutos y así como desapareció, él volvió a aparecerse.
—Lamento eso. Mis superiores me transportaron a su centro de mando—le explicó mostrándole lo que parecía una pequeña piedra similar a un zafiro colocada como un gemelo en el borde de su camisa blanca.
—¿Con eso?—le preguntó ella observando la joya.
—Si, es un transportador de materia. Con el me trasladan a su presencia si me necesitan, y no puedo regresar hasta que ellos, que poseen una copia, lo decidan—le respondió él—Continuemos... como decía ,vamos al paso seis... Concepción global de la raza humana.
Ella alzó una ceja, pues aquel título no le aclaraba nada. Pensaba en decírselo cuando una serie de imágenes se plasmaron en la pared. Distintos hechos y personajes, lugares y emociones evocadas, tiempos antiguos y modernos. La historia de la raza humana.
Ella entendió.
—Nos creo más capaces, misericordiosos y fuertes de lo que aparentan nuestras decisiones y actos. Con una aptitud innata para superarnos y alcanzar lo inalcanzable, porque nuestra fe no ve fronteras, ni nuestra determinación limites. Nuestra fragilidad solo amplía nuestra resistencia e ímpetu, y lo transitorio de nuestras vidas solo nos esfuerza a hallar formas de dejar una huella perenne en nuestro fugaz paso por el mundo.
Silencio. De sorpresa y complacencia por parte de Ikabo. De orgullo y determinación por parte de Britanny.
Él hablo primero.
—Expresaste con mucha elocuencia el sentir de toda tu especie... Me sorprendiste y mucho.
Ella lo siguió.
—Aunque me hallaste en un momento de locura, y solo has sabido despertar con tus actos mi parte burda, debes enterarte de que soy una profesional, una licenciada, alguien con tantos títulos y diplomas, que bien podría empapelar con ellos tu preciado cuarto de experimentación.
Los dos se sonrieron. Detestaba notar el hecho de que por alguna incoherente razón y luego de todas las cosas que le hizo, aquel apuesto marciano le caía bien.
—Continuemos. Paso siete—prosiguió Ikabo—Concepción personal existencial.
No tuvo que explicárselo, comprendió perfectamente. Empezó su propio análisis, mientras veía pasar en la pared escenas de su propia vida.
—Soñé con amar desde que tengo uso de memoria. Fue mi deseo más intenso y mi anhelo más profundo. Pero no lo encontré en forma recíproca, solo entregué todo, para no recibir nada a cambio. Lloré, descreí y me decepcioné, y así me encontraste, buscando solo satisfacción carnal, sabiéndola sencilla y sin dobleces, no como aquel sentimiento que se me negó, que percibí manoseado y mentiroso. Lo demás en mi vida, aunque parezca relevante, solo logra con su luz enfocar la oscuridad de lo que me falta.
Otro silencio, y Britanny pudo ver en los ojos negros de Ikabo cierto brillo de emoción que denotaba cuanto su confesión lo había conmovido.
—No dejes de buscar, Britanny. La perseverancia es el camino al triunfo, quizás tengas obstáculos recurrentes, pero estos solo lograrán darle mayor valor a lo que deseas cuando lo hallas encontrado.
Su comentario le gustó, y se sintió un poco inquieta mientras sentía el calor de sus mejillas sonrojadas.
—Paso ocho—siguió él, luego de aclararse la voz—Valoración de conocimientos.
Distintos cálculos, preguntas y acertijos se dibujaron en la pared blanca. No era una genia, pero su inteligencia superaba la media, lo cual la hacía sentirse más apenada por el estado en el que Ikabo la había hallado.
Decidió no embriagarse más, mientras resolvía y respondía aquello con poca dificultad.
—Te lo dije, soy lista Ikabo Alcalima Riadne. Puedes confirmar que hay vida inteligente en este planeta—se rió y él la acompañó en ese gesto.
Sus miradas se encontraron una vez más y se sintió nerviosa, no alterada y con ganas de asesinarlo como momentos atrás, sino con la inquietud que aporta el creer ser testigo de un naciente hallazgo.
En ese tris no lo detestó, pero aún faltaban dos pasos y no podía cantar victoria.
—Ya terminamos...paso nueve, muestra de fluidos—prosiguió él.
Britanny maldijo por dentro.
—¿Qué significa eso?... ¿Qué tipo de muestras?, ¿ y de dónde?—le preguntó recelosa.
—Bueno, tenemos de sangre...de el paso cinco, algo de sudor que absorbí del paso dos...y de ciertos fluidos que dejaste en tu... ¿cómo le llamas?, ¿ Eros 2020?—dijo, y se sonrió con picardía.
—Eres increíble—le dijo ella, entre irritada y ofendida.
—Gracias—le contesto él.
—No fue un cumplido—le aclaró con la voz tensa, y él no tardó en responder.
—Lo sé.
Una nueva batalla de miradas sostenidas y preguntas encriptadas.
—Ven, acércate, sucia humana—se rió Ikabo—Solo me falta una muestra de tu saliva, abre la boca, casi concluimos el examen.
Ella lo hizo dócilmente, mostrándose un poco enojada aún, aunque ya no lo estaba.
Él exploró con un hisopo el interior de su boca, y la cercanía de los cuerpos agitó sus respiraciones, que delataron lo que estaba sucediendo detrás de los pasos, las palabras serenas y los insultos lanzados.
Al finalizar Ikabo le obsequió una sonrisa de tal calidez, que fácilmente con ella podría derretir la Antártida.
—Paso diez, Britanny... y aunque sé que me odias, fue todo un placer—le dijo él, incluyendo a su despedida un movimiento suave de su cabeza.
—Paso diez...—repitió ella—¿Vas a matarme?
Él se rió ante su pregunta.
—Sería muy drástico, ¿no lo crees? Pero no negaré que con tantos improperios que me has dedicado, quisiera lavarte la boca con jabón, como la corrección que sé te hace falta.
Britanny sonrió y negó con la cabeza, antes de volver a preguntarle, esta vez en un tono más serio.
—Me borrarás la memoria ¿no es verdad? Como en hombres de negro. Mira aquí Bry, y olvídame. Muchos hombres antes que tú desearon decir algo como eso.
—Yo no lo deseo, Britanny—le contestó él rápidamente—Y no lo haré, no consiste en eso el paso diez, aunque se asemeja...voy a sellarte para que no puedas contárselo a nadie, ni escribirlo, ni nada que se le parezca. Estarás imposibilitada de darlo a conocer, para siempre.
Ella frunció el ceño, no esperaba que le dejasen mantener esos recuerdos.
—Pero... si nadie puede contar su experiencia, ¿cómo es que hay tantos que afirman haber sido abducidos y sometidos a pruebas donde les insertaban sondas en sus orificios?... Acaso...—le peguntaba ella y él la interrumpió.
—Si, mentían... como antes dije, los humanos poseen una vasta imaginación, aunque en general les cueste creer lo que es lógico; no están solos en este universo.
—Es un adiós entonces—susurró ella agachando la mirada. Ikabo la tomó de la barbilla suavemente y le respondió con dulzura.
—Su adiós es una palabra algo confusa para mi... muchos la dicen y se ven al día siguiente. No te diré ni me dirás adiós; hay un sinnúmero de variantes señorita Jules, y a ellas les vamos a dejar decidir la palabra correcta.
Ahí lo supo,y se sintió tonta... ¿en cuánto, unas horas?... se había enamorado.Y de un extraterrestre irritante de hermoso rostro y un trabajo algo inquietante.
—¿Pu-uedes?..—tartamudeó algo cabizbaja, extendiéndole la mano en un saludo final que la dejaba con una sensación entre agridulce y amarga.
Él asintió y tomó la mano que se le extendía en una apretón delicado y cálido.
Britanny deseó dejarle un beso en los labios o expresarle en parte lo que sentía, y que él había provocado, pero no tuvo oportunidad, pues el mismo primer rayo cosquilleó en sus labios y después la envolvió como al inicio, para llevársela en ese túnel de oscuridad lejana.
Como todo un caballero él la dejo frente a su casa, luego de una cita nada ordinaria, y entre suspiros esperanzados. Sí, esperanzados, porque si algo era, además de grosera y lista, era rápida.
Miró en su mano ese mineral azul y esbozó una sonrisa que dejaba en claro sus intenciones.
Ikabo entregó el informe. Dos exámenes más siguieron a ese último, ese que lo había dejado meditando y con los sentimientos confusos.
Un hombre mayor, una atractiva joven universitaria. Los pasos uno a uno, como siempre, el sello final y un merecido descanso.
Alzó los ojos y vio el suspendido edificio de apartamentos en el cual residía en la zona sur de Talima, la congestionada ciudad sede del gobierno mundial de Aria.
Con pasos lentos y un caminar algo distraído, entró en su hogar, donde fue recibido por la voz electrónica de Nina, su asistente departamental.
—Doctor Riadne... sea usted bienvenido. La temperatura ambiental es de 15 grados, la humedad supera el 40%, y las probabilidades de lluvia ácida son del 2 ,1%. La atmósfera ha sido esterilizada y sus alimentos nocturnos se están descongelando en el pre-cocedor radial... ¿hay algo más en lo cual pueda serle útil?
—No—respondió él desplomándose sobre un sillón de delicados tonos pastel—Puedes apagarte,y reconectarte para la transmisión de datos vespertina.
El silencio reinó en su sala como era costumbre, uno que de súbito fue roto por un zumbido agudo que inundó sus oídos, el cual reconoció como anterior a una transportación. Observó la piedra en su manga. Era nueva, el extravío de la anterior lo había obligado a reponerla.
No se resistió, ni que sirviera de algo ¿Dos veces en un mismo día? Los continuos requerimientos de sus superiores lo estaban hartando.
Abrió los ojos con resignación, para encontrar la mesa ovalada y a los directivos de Ominstron frente a él... pero no fue esa la imagen que vio.
Con una expresión divertida y una sonrisa juguetona, Britanny lo observaba a una distancia de dos metros. En sus manos tenía un manguera que se veía enlazada a una llave de agua.
—Paso uno—comenzó ella adoptando un tono serio.
—¿Qué?...—solo salió de él, quien trataba aún de entender que era lo que estaba sucediendo.
—Paso uno—repitió ella, y luego le sonrió pícara—Ikabo, cállate y no respires.
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