kawsay Domingo Kawsay

Todos tenemos algo que queremos; pero... ¿hasta dónde somos capaces de llegar para hacerlo realidad? Sobretodo si no estamos seguro de que... eso que tanto deseamos... existe. De todas las personas, Wayra Sinchi se encuentra en la "recta final". Nunca faltarán las adversidades; pero él está seguro de algo... en esta lucha perpetua conocida como vida, jamás se dará por vencido.


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1er céfiro: *El tesoro del incanato* V2

¿Eres poseedor de algún sueño que sea el eje central de tu vida? Conocimiento, fama, poder… la imaginación es el límite. Sin importa lo que llegaste a proyectar en tu mente… déjame decir que… los sueños existen para hacerlos realidad.


Con estas últimas palabras grabadas en él, Wayra Sinchi, un muchachito de 12 años, se encuentra en medio de la búsqueda de aquello conocido como El tesoro del incanato.


Solo hay un pequeñísimo detalle… importante… no tiene prueba alguna que demuestre la existencia de aquel lugar donde se concentra toda clase de riquezas inimaginables.


Lo más probable es que ese sueño perdiera su intensidad con el paso del tiempo, al tener de origen… un cuento de fantasía… de no ser por… aquel día… aquella carta… aquel mensaje… marcando un antes y un después en los sucesos de su vida.


“¿Hasta dónde eres capaz de llegar para hacer realidad tu sueño? Si logras superar tres pruebas, el Telar de la iluminación se desplegará… permitiéndote conocer la verdad. Tú tienes la última palabra, Wayra… ¿o debería llamarte pequeño Raki? ”


Por muchas interrogantes que llegaron a surgirle, sumándole lo desconcertado que se encontraba tanto por la forma en la que recibió aquella carta como una palabra en específico escrita ahí… él estaba seguro de que… no podía dejar pasar esta oportunidad.


Al reverso de la hoja, se indicaba que la primera prueba era leer todos los libros de la Sala de Arte, Literatura, Historia y Geografía de la Biblioteca Nacional del Pirúa.


Con un tedioso tramo inicial, evidenciando su nulo progreso debido a todas las dificultades que aparecieron; logró mantener cierto ritmo… que mejoraría debido a decisiones tomadas que lo afectaría en otros aspectos de su rutina. Utilizando su sueño como motor y motivo… era cuestión de tiempo para encontrarse a punto de superarla.


******


- Piso rectangular y bancas, libres de suciedad. Parte delantera del nicho y alrededores, limpiecito. Solo faltarían las flores… de seguro no tardarán en llegar, taita.


Como suele ser habitual, cada dos semanas, Wayra se encuentra en el cementerio Aves del paraíso. La limpieza era la primera de las actividades a realizarse, y la que más empeño y tiempo requería debido a todo el polvo acumulado desde su última visita.


Mientras escurría un trapo, se percató de que una pluma negra cayó a su lado. Dando un breve vistazo al cielo, observó a dos aves surcando los alrededores… aquellas son las favoritas de su padre… al identificarlas, le fue inevitable recordar parte de un día en particular… durante la última vez que compartieron un momento padre e hijo.


Tocando, la parte superior del nicho, con las yemas de sus dedos, procedió a resaltar más la sonrisa que dibujaba en su rostro, estando presente desde que cruzó por la entrada principal de este lugar. Llegó… el momento de limpiar lo “más importante”.


De cuclillas, frente a una estatua de madera con forma de gallinazo, marcó un inicio raudo evitando dejar un solo lugar de aquello sin revisar, dándole uso a la mayoría de utensilios de limpieza que trajo consigo. Todo esto dio como resultado…


“Creo que… volví a exagerar un poquito… aunque siento los brazos algo entumecidos… valió la pena… pude sacarle más brillo que lo habitual…”.


Viéndose obligado a tomar un descanso, al no ser capaz de levantar los brazos ni mover las piernas por un breve lapso de tiempo, sujetó lentamente su mochila, sacando del interior… su libro favorito, aquel que solía llevar a todas partes… con un breve vistazo a la tapa, dio inicio a la lectura del único cuento plasmado entre sus páginas.


******


Según la historia redactada, el impero incaico tuvo una expansión tan inmensa que abarcó toda clase de… “mundos”, interactuando con innumerables culturas.


Tierras misteriosas, parajes de ensueño, lugares inhóspitos… infinitas posibilidades estuvieron al alcance del incanato. Todo gracias al conocimiento de una habilidad que les permitía controlar cierta energía, manifestándose por medio de llamas abrasadoras.


Transportándose por medio de unas “cerámicas mágicas”, nada parecía frenar su prometedor desarrollo; sin embargo… el ocaso llegó en el momento menos esperado.


Con el arribo de los invasores, inició la crisis que pondría fin a esta civilización. Entre las diversas medidas tomadas, una de las más importantes fue esconder el tesoro de valor incalculable que poseían, habiéndose nutrido producto de todos los viajes realizados hacia tierras sacadas de una realidad que dejaba en ridículo a la fantasía.


Designando a seis akllas del sol, debido a sus habilidades, ellas trasladaron todas las riquezas hacia aquel mundo que se encuentra por encima de todos.


Durante las investigaciones respectivas, los invasores descubrieron el contenido de una pequeña parte de lo que había desaparecido… como especies únicas de animales, recursos naturales inagotables, la cura de cualquier enfermedad… entre muchos otros.


Haciendo una mención específica del oro que tanto anhelaban, había una cantidad tan absurda que con una pequeña porción se podría llenar todos los océanos conocidos.


Denominándosele… El tesoro del incanato… aún son muchas las interrogantes que esperan respuesta alguna… en torno a uno de los misterios más grande de todos los mundos habidos y por haber… siendo la ambición máxima de los exploradores.


******


“Toda historia parte de hechos reales… solías repetir ello… quizá solo para inculcarme el hábito de leer… lo decías con tanta convicción… taita…”


A la distancia, dos jóvenes lo observaban de reojo, uno limpiaba un nicho cercano para pasar inadvertido mientras la otra aparentaba estar en medio de una visita.


Entre las distintas expresiones de melancolía y abatimiento que inundaban el cementerio, si alguien enfocara su atención en Wayra, se encontraría con un gordito carialegre de cuclillas cuya mano derecha rozaba la parte frontal de un nicho.


- Han pasado un poco más de dos años… desde que empezó la primera prueba… desde que tengo un sueño… desde que te echo tanto en falta… no me rendiré… solo quedan algunos libros. Cuando los termine, te vendré a visitar este domingo, taita.


- ¡¡¡Y yo te conseguiré un regalo muy especial para la ocasión!!!, tacañito.


Sorprendido por estas últimas palabras, al girar a modo de acto reflejo, terminó por perder el equilibrio… estrellando su retaguardia con fuerza en el pavimento.


- AUCH… parece que sigues con esa costumbre de concentrarte demasiado en tus pensamientos. Déjame ayudarte. Si te mantienes de pie, quizá el dolor disminuya.


- Gracias, Nina. Me descuido por unos segundos… y logran sorprenderme…


- Yo diría que la verdadera sorpresa es saber que vendrás dos domingos seguidos. Supongo que, para una ocasión especial, estarás dispuesto a desembolsar más…


Al pensar en dinero, la preocupación de Wayra opacó al dolor que experimentaba.


******


- Eeehhh… uuhhmm… que sea algo económico, por favor… ya sabes… aaahhh… algo despampanante provocaría que el racimo desaparezca a los pocos días…


- Descuida. Los descuentos por ser amigo y cliente preferente te ayudarán. Además… si quisiera dejarte en bancarrota… créeme que lo hubiese hecho hace mucho tiempo...


Evitando incomodar a otros visitantes, ellos trataban de no reírse tan alto. Haciendo un poco de memoria, ella era la primera amiga que Wayra hizo desde la “partida” de Achik, su gran amiga de la infancia… aunque él… por ahora… prefiere estar “solo”.


- Uhm… ¿escuchaste todo lo que dije?, Nina. No puedo creer que ni oí tus pasos…


- Solo que vendrías este domingo… veamos… ¿qué podría conseguir?... ¿una corona?


Tras acomodar las flores con firmeza, Wayra procedió a regarlas. Por otra parte, Nina quedó fascinada al observar el estado actual de la estatua con forma de gallinazo.


- ¡Pu-puedo ver mi reflejo! Solo conozco a… alguien más… capaz de hacer algo así…


Al observar, de reojo, su expresión, él captó aquel pesar que Nina evidenciaba en ciertas ocasiones. De las dos personas que estuvieron observándolo, una se había retirado al percatarse de que ella se dirigía a entregarle un ramo de flores a Wayra.


- Nina, un par de señoras te están llamando por allá. De seguro necesitan flores y algunos fósforos. Si no vas tú, me plantearé seriamente el hacerte la competencia.


- Oye, no intentes quitarme la clientela. Regresaré antes de que prendas alguna vela.


Gracias a su rápido actuar… él evitó de nuevo... tener que preguntarle al respecto.


******


Un viernes más en la vida de Wayra dio inicio; pero no se trataba de uno como cualquier otro… era “el viernes especial”, siéndole imposible descansar lo suficiente producto de la emoción… algo que “solucionaría” con una bebida energizante.


Desde las seis de la mañana, entre sus labores matutinas, varias estaban vinculadas a la pequeña bodega de su familia. Entre abrir el local, realizar la limpieza de la entrada y colocar las cosas en su respectivo lugar, se acercaba el momento de partir al colegio.


Esperando a que los clientes restantes fuesen despachados, para pedirle a su madre lo que él necesitaba, aprovechó para echar algo de agua sobre su revoltoso cabello.


- Arregla el cuello de tu camisa, sacude tu pantalón y que no vea tus zapatos mal lustrados. Toma el dinero de tu almuerzo. Si yo fuera tú, huiría… DIGO… me iría ya.


Ayudado por su hermana mayor, Wayra agarró su mochila para dirigirse a la salida…


- ¡Alto ahí! ¿No crees que te estás olvidando de algo sumamente importante?


Reconociendo el tono de voz de su madre, ocasionándole un “profundo temor”, él se dejó guiar por su instinto de supervivencia. Dándole un fuerte abrazo, esperaba que ella no se fijara en su aspecto… no quería oír algunas “bonitas” palabras tan temprano.


- Hijito. Hijito. Hijito. Muy bonito gesto de despedida; pero solo iba a entregarte tu granola. Por cierto… si intentas ir de nuevo todo desalineado, te sacaré la mierda.


Utilizando de excusa el poco tiempo que le quedaba, Wayra se alejó tan rápido como pudo de la bodega… olvidándosele que tiene asma. Para su buena suerte, logró llegar a la hora; sin embargo, durante toda la mañana, estuvo con las piernas entumecidas.


******


Si bien estudiar en un colegio, solo para varones, resulta ser una experiencia “única”, las clases solían transcurrir con… normalidad. Wayra se esforzaba al máximo para comprender y memorizar todos los saberes impartidos, luego no podría repasarlos.


Con cierta frecuencia, algunas burlas dirigidas hacia él se escuchaban, remarcando, por lo general, su evidente sobrepeso o su actual “bajo” rendimiento académico.


En cualquier caso, Wayra había aprendido a sobrellevar la situación, ignorando gran parte de esos comentarios, viéndose obligado a ceder ante determinadas peticiones.


Al finalizar la última clase del día, una potente emoción se apoderó de él. Sin perder ni un solo segundo, abordó un autobús con rumbo al centro de la ciudad Achikilla.


Habiendo almorzado en alguna de las famosas “tía veneno” de la zona, para así poder sumar dinero a su “pequeño” ahorro, Wayra caminaba en medio de la multitud.


“No sé si mi estómago está gruñendo porque quizá aún tengo hambre… o algo que comí lo está ocasionando… no importa mientras pueda ir lo antes posible a…”


Han transcurrido un aproximado de 185 años desde su inauguración; pero la Biblioteca Nacional del Pirúa aún se mantiene imponente. Con un bello estilo arquitectónico, él no puede evitar quedar maravillado cada vez que visita este lugar.


Descendiendo al sótano, a su mano izquierda se encuentra la Sala de Arte, Literatura, Historia y Geografía. Listo para dar por superada la actual prueba, Wayra tomó el último libro que estaba pendiente, sumergiéndose por completo en sus páginas.


PAM… el sonido provocado al juntar la tapa dura con el papel… indicó el final…


******


Recostado sobre la mesa, Wayra experimentó un cruce de toda clase de emociones. Por un lado, estaba convencido de que en cualquier momento empezaría a llorar… aún no asimilaba el haber realizado algo que estaba muy lejos de sus posibilidades.


Por otra parte, no podía derramar una sola lágrima… como consecuencia de una promesa hecha con su padre. Los recuerdos del camino recorrido inundaron su mente, resultando ser el más significativo… su primera visita a esta sala… junto a Achik.


En aquella ocasión, Wayra casi se desmayó al ver tantos libros juntos, pensó que ella lo había traído a una sala de torturas para vengarse por alguna broma o algo parecido.


Mientras Achik terminaba con la lectura de un libro por hora, él a las justas leía una página antes de quedarse dormido… sin lugar a dudas, esto era lo que más le aburría.


Con el inicio de la primera prueba, Wayra debió luchar contra sí mismo para poder hacer algún diminuto progreso. Por las malas, aprendió que ciertos libros eran cambiados, al mes, por otras ediciones… viéndose en la obligación de volver a leerlos.


No fueron pocos los momentos donde estuvo a punto de rendirse. Incluso, en bastantes ocasiones, optó por irse al parque Mishi, ubicado a unas cuadras de la biblioteca, a lamentarse por no haber aprovechado la oportunidad de adoptar ese hábito de leer.


En esos momentos depresivos, con quedarse observando su libro favorito… Los deseos del soñente… recordaba la razón por la que seguiría adelante… hasta… la…


Recuperando la calma, Wayra dirigió su mirada al techo para intentar hacerse alguna idea de lo que podría suceder ahora. Entre los escenarios que barajó, quizá alguien aparecería ante él… aunque lo más “realista” es que le volviesen a enviar una…


******


“PERO QUÉ... eso que está volando cerca del techo es… una paloma de papel… cómo supieron que acababa de completar la prueba… quizá… me quedé dormido…”


Interrumpiendo sus pensamientos, Wayra se dio un fuerte pellizco para comprobar si estaba despierto. Sin quitarle la mirada de encima, a la par que sobaba su brazo izquierdo para “reducir” el dolor, no podía creer que nadie más notara esa presencia.


Tras inclinar su cabeza por unos minutos, buscando una explicación a esto, recordó la primera carta que había recibido. Antes que se decidiese por tomarla sin llamar la atención, notó que ese objeto se encontraba frente a él, reposando sobre la mesa.


“Si ambas cartas son similares… será mejor buscar un lugar donde leerla sin llamar la atención… uhm… no importa solo quiero saber su contenido lo antes posible…”


Siendo incapaz de ocultar su nerviosismo, Wayra subió las escaleras de dos en dos. En el segundo piso de la biblioteca, hay una amplia sala que suele estar vacía.


A diferencia de las otras, en esta se encontraban varios cuadros en exhibición, resaltando la ausente presencia de alguna fémina, entre los diversos personajes ilustres, y uno inmenso que representaba la llegada de los invasores al incanato.


Teniendo la seguridad de que nadie lo interrumpiría, desdobló la carta al instante.


“Felicitaciones, pequeño Raki... Uku Pacha te recibirá con los brazos abiertos. Habiendo interiorizado el objetivo, llegó el momento de iniciar su búsqueda. ¿Cuánto tiempo podrías tardarte? Recuerda que… quien decidirá esto… solamente… eres tú.”


De aquel mensaje, dos palabras en concreto… le resultaban tan... familiar…


******


Con un fugaz vistazo al cielo, se aprecia una luna carmesí que resalta en medio del frío velo de la oscura noche, cuyo destello acompaña a unas penumbrosas calles.


Cada cierto tiempo, innumerables pisadas y perturbadores gemidos alteran el silente ambiente. En este inhóspito escenario… uno debe estar alerta en todo momento.


“Tanto la amauta como ella creen en él… pero… la simple presencia de esta criatura puede significar una gran amenaza… si tan solo tuviese el permiso de eliminarte… “


Oculta entre las sombras, una encapuchada mantenía su enfoque en aquel extraño ser. Gruesos labios, dientes y garras afiladas, ojos saltones, fosas nasales anchas y una protuberancia en la cabeza, similar a un cuerno. Su rostro estaba remarcado por líneas blancas, resaltando aún más la única emoción que reflejaba… una rebosante sonrisa.


“De no ser por esas cadenas blancas que rodean tu pecho… poco o nada te diferenciaría de otras impurezas… hacía dónde se dirige… debo seguirle el rastro… quizá podría confirmar la presencia de Asiri… otra impureza… acaso la…”


Sorprendiendo a la encapuchada, debido a la poca información poseída, la impureza de las cadenas blancas arremetió contra una ichik. Estando en el suelo, procedió a despedazarla… hasta obtener el cristal de su interior… que terminó por devorar.


“Aunque sea un tipo especial… esa fuerza se asemeja a la de una impureza wiñana… conexión entre los dos… búsqueda de poder… una ayuda externa… ahora entiendo porque pediste que me encargara… espero que estés listo para lo peor… Wayra”


Pasando totalmente desapercibida, una sonrisa distante reflejaba la emoción por los futuros eventos... mientras aquella criatura caminaba al encuentro de… sí mismo.

Dec. 10, 2018, 4:42 a.m. 0 Report Embed Follow story
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