montserrat-orozco1544316090 Montserrat Orozco

Sólo se fue, sin decir nada. Se largó de mi vida, no se despidió de mí. La sospecha abunda en mi ser, como el viento en la bandera que recorre el mar en un navío confuso e infinito. Luego me di cuenta, que después de tantos años he perdido la razón, no me he dado cuenta de las consecuencias de mis actos, me siento tan tonto que sentirme de esta manera no va a cambiar nada. Mi pequeña Aurora, tan valiente, tan audaz. Se fue de mis manos. O ¿no? Las mentiras se esparcieron por todos los rincones de mi vida, desde principio a fin. No me di cuenta de que las personas que mas confiaba eran las más peligrosas, las más horribles. Ahora, ella desapareció, no se sabe nada. Sólo que un día salió una fiesta, la cual yo estuve y nunca pensé que fuera la última vez... total, nunca volvió. Pero, la única manera de saber qué pasó con ella es leer sus mas oscuros secretos, no será la mejor idea pero no encuentro otra, no importa si tengo que perder la cordura, no importa sí mi oscuro corazón se rompa, no importa sí tengo que ver el triste pasado de esta bella chica. ... Está novela presenta material explicito, escenas de abuso y violencia, así mismo, también abuso de drogas y alcohol, lenguaje no apto para personas sensibles. Se recomienda leer está novela a partir de los 15 años, además, no me hago responsable de cualquier efecto al leerla. También, este libro no está basada en hechos reales pero su objetivo es causar impacto a la población para concientizar acerca de todos los peligros que existen en las calles. Sí su contenido se parece a la realidad es mera concidencia.


Thriller/Mystery Not for children under 13.

#amor #cartas #desaparición #crimen #pecados #misterio #miedo #suspenso
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Carta 1: "Sanar el dolor"

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: la noche esta estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

...

Abrí mis ojos, me sentía mareado, perdido. La sensación de vacío era muy evidente en mi estomago y el hambre no era la razón, me sentía perdido, confundido sería el sentimiento correcto. Había escuchado esa voz recitando el mismo poema una y otra vez, la voz de una mujer, una voz muy familiar, pero mi ignorancia se hace notar al no investigar de donde provenía, era un idiota por decidir ello, pero discutirlo no arreglaría nada.

Me siento sobre la cama, miró el frío piso antes de levantarme rumbo a mi ropero para cambiarme e ir a la escuela para luego ir al entrenamiento después.

Era una rutina, una rutina que tenía que cumplir, aunque no quiera. Era algo declarado.

...

Miré a todos mis amigos, sentados, mirándose entre sí, riendo. No sabía el hecho de porque en mi rostro no había una sonrisa, me sentía estúpido.

— ¡Hey! – dijo Alex llamando mi atención - ¿Qué pasa? – preguntó, me senté con la bola de individuos y tiré mi mochila aun lado.

— Nada... no tuve una fantástica noche que digamos – respondí.

— ¿No te pudiste jalártela a gusto? – preguntó juguetona Emma. Yo no reí.

— Madura, por favor. – Respondí sin humor.

— ¿Estás enojado? – Pregunto Maxon.

— No... - respondí – sólo es que... - miré enfrente mío, vi el pupitre vació de Aurora, sin ella allí, sentada, leyendo un libro o escribiendo tonteras ignoradas por todos. No he sabido nada de ella desde la fiesta.

— Aurora – dijo Maxon en un susurro – Daniel, ella se fue a vivir con su mamá a Francia, no te preocupes.

— ¿Francia? – dijo Alex – a ella no le gustaba Francia.

— ¿Cómo sabes eso? – le pregunté con una cierta duda.

— ¿Y me lo preguntas a mí? – contestó Alex – se supone que son compañeros de salón desde niños.

— Se supone – Río Emma. - ¡Vamos Alex! Daniel apenas sabe como se llama, ¿tu crees que sepa como se llama la puta de Aurora?

— ¡Cállate, Emma! – Regañé – Me sorprende que siendo una chica insultes a otra.

— ¡Oh, perdón! – dijo Emma otra vez - ¿te pegué en la vagina? – bromeó otra vez.

— ¡Cállate! – regañó Sara - ¡que lenguaje!

— ¡Mis huevos! – contestó agresiva Emma.

— ¡Señorita Brown! – escuchamos a la maestra entrar, todos mis compañeros murmuraron al ver la increíble entrada de la tutora con su rostro arrugado como pasa. – Ese lenguaje no está permitido en esta institución. Le pido que lo modere. – Ella giró ignorando el regaño. – Viendo la riña que todos sus compañeros provocan... ¿no le molesta que su novio vaya por unos libros que está en la dirección? – levanté la mirada hacia la anciana.

— ¿Yo? – dije sin más.

— ¡Usted! ¿Cómo cree? La señorita Brown anda con uno y con otro... obvio que usted, vaya. – Me levanté a duras penas del asiento y caminé hacia la salida, miré hacia atrás y observé a la maestra - ¡Vaya! Que su estadía me hará mas vieja. – Giré y cerré la puerta tras mío.

La verdad es que Emma tenía razón, no sabía nada de Aurora, a pesar de que hemos sido compañeros de clase durante 11 años, desde que aprendimos a escribir y a leer. Nunca me he dignado a saber de ella, no le pregunté nunca sus gustos o preferencias. Pobre de Aurora, apenas me doy cuenta de que estás lejos y sin tu estadía siento un profundo vacío en el alma. Siento que ella era una parte indispensable de mi vida escolar.

Llegué a la dirección, sonreí a la secretaria mostrándole amabilidad.

— Hola – dije – vengo por...

— ¿El pedido de la maestra de filosofía?

— Efectivamente – ella se levantó de su asiento y se fue. Giró y tropiezo con una mujer, tumbo un par de cosas que tenía en sus manos avejentadas por la edad. – Lo siento. – Repito mis lamentos una y otra vez, mientras recoge los papeles con una rapidez impresionante, ni siquiera me digne a ver que había tirado.

— ¿Daniel? – levanté la cabeza y pude ver sus ojos azules, poco a poco reconocí su rostro. - ¿Daniel? – Repitió mi nombre, reaccione a ver quién era.

— ¿Es la mamá de Aurora? – pregunté, me sentía tonto por la pregunta, era evidente que era su madre.

— Si, Daniel... - sus ojos tenían un color rojo, tenía la piel pálida, parecía enferma.

— ¿No se supone que usted está en Francia con Aurora? – ella se sorprendió con mi pregunta.

— ¿En Francia? – dijo la mujer. – Imposible... está escuela esta llena de mentiras... te veo en mi casa a las 5, tienes que ayudarme.

— ¿Ayudarle en qué? – pregunté.

— Joven – llamó la atención la secretaria, volteó y me da los libros – dile a tu maestra que lo regresé antes de que termine su jornada – asentí rápidamente, vuelvo a voltear para ver a la madre de Aurora... necesito respuestas.

...

— Déjame ver si entendí – decía Maxon mientras comía su almuerzo en la cafetería – la mamá de Aurora te pidió que fueras a su casa, para algo que te iba a decir acerca de mentiras y de la propia Aurora.

— Si – respondí.

— ¿Piensas ir?

— Tengo que ir – dije – Es evidente que algo está pasando aquí.

— ¿Por qué lo dices? – preguntó Sara.

— Todos los maestros están raros – respondí. -Tan sólo míralos, parecen que no han dormido en días.

— Mira quien habla – dijo Emma.

— Es enserio. Además, Aurora no le gustaría ir a Francia ¿Por qué vivir allí? Y eso no lo es todo, su mamá esta aquí y la escuela nos mintió, nos dijeron que Aurora se mudó a Francia.

— Buen punto – dijo Maxon.

— Es una locura – negó Alex – no puede ser posible.

— Es una posibilidad – decía Sara – ve, tienes que saber lo que pasa.

— Nada está pasando – comentó Emma – es una pérdida de tiempo.

— Estoy de acuerdo con Emma – dijo Alex.

— Yo apoyo a Sara – finalizó la riña Maxon.

— ¡Basta! – finalicé – voy a ir... quiero saber lo que está pasando.

...

Me sentía raro, nunca he visitado esta casa, pero sin embargo sé su dirección, la única vez que pude apreciarla fue cuando mi mamá traía galletas en navidad a la mamá de Aurora, como un regalo. Miraba a todos lados, la casa era linda por dentro, sillones de color marrón, una chimenea que enfrente suyo había una mecedora apuntando hacia ella y no hacia la sala... extraño, pero ignoraré ese detalle. La vi, caminó rápido hacia mí con un pequeño baúl, lo dejo en la mesa y lo abrió con una pequeña llave para la cerradura.

— Lamento por tardar tanto – escuché el clic del baúl - ¡uf! Aun sirve esta cosa.

— No entiendo – dije - ¿Qué pasa? ¿Por qué me citó aquí? – ella se quedó callada.

— Tienes que ayudarme.

— ¿En qué?

— Ayúdame a encontrarla – me dio un pequeño volante que se encontraba en el interior del baúl. Era la foto de Aurora, parecía feliz, posaba en un árbol con un vestido floreado y una sonrisa de oreja a oreja. – Está desaparecida. – Sentí los pies fríos, mi espalda se endureció y mi piel se puso pálida.

— ¿Desaparecida? – negué con la cabeza – no es posible.

— Lo es... todo es posible.

— ¿Qué hago con esto? – pregunté.

— Necesito que te quedes con esto.

— ¿Por qué...? – respire hondo – bien. Pero necesitó que me diga que realmente está pasando.

— Aurora desapareció hace una semana. – Sentía que me quedaba sin saliva, mi boca se quedaba seca, mis latidos bajaron de un de repente. – Después de la fiesta no he sabido nada de ella.

— ¿Se refiere a la fiesta de bienvenida de Emma? – Ella me miraba triste, rota y desesperada.

— Si, creo. – Decía. – Ella, me dijo que regresaba antes de la una de la mañana, pero nunca llegó... ¿estuviste en esa fiesta?

— Si, claro que estuve, pero tomé demasiado y no recuerdo nada. Emma es mi novia, ella debe saber algo.

— Gracias, Daniel – dijo un poco animosa – tú conoces a mi hija a la perfección – una especie de remordimiento se esparció por mi cuerpo.

— Claro. – Mentí, cerré el baúl y me lo puse en las piernas.

...

Eran las 10 de la noche, tocaba la guitarra que mi abuelo me había regalado antes de morir, estaba cantando la típica canción de "la, la, la", había estado en clases de canto y de música hace un par de años, pero aun así recordaba cada pequeño detalle. Miré el baúl que se encontraba a mi lado, lo abrí y vi la primera carta, dejé mi guitarra aún lado, tomé la primera y leí lo que tenía escrito por encima. "Sanar el dolor", pude reconocer la letra de Aurora, era un tanto cursiva, parecía que lo escribió desde Word. Ignoré ese hecho y abrí el sobre, saqué el papel un poco viejo, parecía que lo habían escrito hace unos meses atrás. Respiré hondo y empecé a leer.

"

El dolor que no se desahoga con lagrimas puede hacer que sea

Otros órganos que lloren.

Francis J. Braceland (1900-1985) Psiquiatra estadunidense.

25/09/2017

Sé que es ridículo que a mi edad tan joven escriba por medio de cartas, pero es el único medio donde puedo expresarme sin enfrentarme a que roben mis pensamientos y sentimientos, el famoso plagio.

Tengo 16, soy muy chica para expresar dolor o angustia, pero mi psicólogo dice que es muy bueno empezar a escribir lo que pienso, más ahora que me enfrentó a problemas de "adultos", un tanto ridículo, el dolor de "adultos" y el dolor de "niños" es casi parecido, ¿no lo crees?

También es tonto preguntarte acerca de lo que tu piensas, no sé quién va a leer esto. No creo que sea mamá porque ella me odia. Ni tampoco papá porque... bueno, es una de las razones por las cuales estoy escribiendo. Quiero decir, que tú, la persona que lee esto, te pido que no me juzgues por lo que leerás ya que no necesito a un juez, necesito a un oyente.

Quiero empezar a decir la razón por la cual escribo estas cartas. Hace alrededor de unos 3 años, mi padre enfermó de cáncer de cerebro, lo cual, a mis ridículos 13 años no podía ver magnitud del caso. Pensé que pronto mi padre estaría bien... lo cual mi hipótesis fue incorrecta.

Mi padre fue perdiendo la noción del tiempo, no sabía si era mañana, tarde o noche. Para él, el tiempo pasaba muy rápido, tan rápido como el mejor corredor del mundo. Luego, perdió la audición, no escuchaba nada, ni mi voz, ni la de mi mamá, ni el dulce canto de los pájaros que volaban por el cielo, ni la linda melodía que dejaba a todos hipnotizados, ni el sonido del piano. Se quedó prácticamente sordo. Por lo tanto, mi papá, mi madre y yo aprendimos lenguaje de señas para poder comunicarnos con él. Al principio fue difícil, pero al paso de los meses, la magnitud fue desapareciendo poco a poco.

Para finalizar... ese día. No era mi culpa, no lo es y nunca lo será.

Estaba en mi pieza, viendo la televisión. En ese momento yo tenía 15 años... salí de mi cuarto por unas galletas para poderlas comer mientras veía la televisión. Pude ver la sombra de su cuerpo mirando la chimenea, estaba sentado en la mecedora. Mis pies fríos caminaron firmemente hacia él. Me puse enfrente de él para que me viera y se diera cuenta de que yo estaba allí y decirle por medio de mis manos sí necesitaba algo. Lastimosamente, no se dio cuenta. Tenía los ojos abiertos, pensé que me estaba jugando una broma de mal gusto, el siempre era así, hacia bromas para jugar con mis sentimientos y ver que tan fuerte era. Pero ese no era el caso. Reí pensando en la posibilidad de que era una broma, toqué sus manos para llamar su atención y decirle que su broma no era divertida, mis palabras se esfumaron al tocar su piel... sus manos estaban frías como el invierno mas temeroso por los niños enfermos. Toqué su rostro, el cual estaba a la misma temperatura que sus manos y luego, pude sentir que no respiraba. Estaba muerto.

Esa noche.

Esa noche, nunca había llorado tan fuerte, nunca había sacado tantos gritos y suplicas como en ese momento, aullaba y le pedía a Dios que me ayudase, pero el se quedó sordo en ese momento. Hasta el Dios mas misericordioso dejo sola a una pequeña sin su padre. Lloré tanto que hasta mis mejillas enrojecieron por el calor de mis lágrimas, mi garganta se quedó sin voz, mis manos se quedaron heladas y mi cuerpo se quedo sin alma.

Los vecinos me escucharon y llamarón a la ambulancia. El medico forense le dijo a mi madre que había muerto una hora antes de que lo encontré, que había tenido un ataque y murió por no ser atendido a tiempo.

Recuerdo cuando enterraron a mi padre. Mi mamá se alejó de mí. Después, cuando llegamos a casa, mi madre me hecho la culpa de la muerte de mi padre. Dijo que hubiera estado a su lado antes de su muerte, hubiera estado más al pendiente, pero no estaba. Que era mi culpa.

Es fácil echarle la culpa a los demás por lo que hizo el destino, porque todos somos unos egoístas, nadie quiere ser el malo de la película de Disney o ¿sí?

Desde ese día, mi madre no volvió a ser la misma. Era cada vez mas distante, mas lejana. Decidí ir con el psicólogo de la escuela y me ayudara con mi duelo. Pero siendo realistas, jamás voy a superar la muerte de papá. Porque sé, que no importa cuantas terapias vaya con los mejores especialistas. Jamás volveré a sentirme igual como me sentí esa noche.

La dulce muerte tocó a mi puerta ese día, mis oídos humanos no eran capaces de comprender lo que tenía enfrente, mi sensibilidad era nula, el corazón frenó, los sentimientos se fugaron de la brecha de la verdad, los pensamientos se colaron, mis manos limpias y vírgenes no eran capaces de tocar el suelo que arde más que el infierno. Ahora, la niña con los labios tiernos está al otro lado de la muerte, y me mira, me observa, me juzga, me dice, "hubieras llegado antes", hubiera, hubiera, pero nunca llegué. ¿Ese castigo justo para una criminal que no ha pagado su delito?, ¿acaso Dios dejara a su hija privilegiada sola en el mar confuso y melancólico?

No tengo la más mínima idea.

"


...

— No tengo la más mínima idea – terminé de leer, mis ojos seguían llorando, era algo imparable. – Esta es la letra de Aurora. Son los pensamientos de Aurora. – Mis amigos se quedaron callados ante lo que había dicho.

— Pobre de Aurora – dijo Sara – Emma – ante las palabras de Sara, Emma la miró - ¿recuerdas a donde fue Aurora?

— No... no me acuerdo de nada – decía Emma. – De igual manera, esto es muy sospechoso.

— ¿Sospechoso? – preguntó Maxon - ¿Por qué lo dices?

— ¿No saben leer? – dijo Emma – Aurora se sentía triste por la muerte de su papá, su madre le echaba la culpa por no haberlo encontrado antes, tal vez ella no está desaparecida.

— ¿A qué te refieres? – pregunté enojado – Sólo juzgas sin conocer.

— ¿En serio Daniel? – contestó Emma - ¿juzgo sin conocer? Apenas sabías donde vivía Aurora, y eso que eran compañeros de clase hace 11 años y ni siquiera te dignaste a ser su amigo... seamos sinceros. Aurora no quería estar con su mamá, tal vez ella escapó.

— Es una posibilidad – dijo Alex – lee la carta, ella muestra tristeza. Se sentía sola, creo que después de la fiesta tomó demasiado y se largó.

— No lo creo – dije – es muy tonto.

— Es una teoría, no una ley – contradigo Emma.

— Lo sé... lo sé.

Miré al otro lado de la cafetería, y pude mirarla, su pelo negro echado en su espalda, mientras comía, pude notar su cuerpo, oler su aroma a perfume dulce y salado al mismo tiempo. Volteo su cabeza y... era otra chica... no Aurora, no mi Aurora.

Dec. 9, 2018, 1:09 a.m. 0 Report Embed Follow story
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