Él viene en las noches, atraído por la luz de una luna negra, arrastrando consigo a las almas de los pobres diablos que osan salir de sus camas luego de no poder conciliar el sueño. A él no le importa tu origen, tu edad o tus costumbres, a él solo le interesa tu mente, busca incansablemente a más víctimas para cumplir sus planes indescifrables.
Esta cubierto por unas telas negras como la noche. Sus ojos son enormes, brillantes y rojos como rubíes; su boca sin dientes torcida y desformada, siempre sonriente al ver a su víctima. Sus manos son como navajas y están bañadas en sangre podrida. Y su piel es de un color gris como la ceniza, parecido a un cadáver en plena descomposición.
Él sabe como doblegarte, él te observa desde hace mucho tiempo, conoce tus debilidades así como a tus más grandes y atroces temores.
Él espera a que te quedes completamente dormido, y, arrastrándose por tu habitación, lentamente se posa junto a ti, y te mira fijamente por largo rato, inmóvil y sin emitir sonido alguno, con esos ojos y su sonrisa amplia y deformada.
Es muy posible que al cabo de un rato te despiertes, exactamente lo que quiere... Te costará conciliar el sueño de nuevo. Sientes que algo no va bien contigo y decides salir de la cama. Un gran error...
Sientes frío, mucho frío, sin importar que temperatura haga.
Vas a la cocina a comer algo, pero ves que tus reservas están vacías. Malhumorado, decides encender la televisión, pero la señal está muerta.
Piensas que sería buena idea leer un libro; y en ese momento, con tu mente distraída, es cuando él aprovecha. Sin que lo notes empieza a acariciar tu cabeza lentamente, con sus dedos largos y afilados. Pero no lo vez ni lo sientes.
Tus pensamientos se nublan y te empiezas a marear.
Te dan nauseas y vas corriendo hacia el baño. Al acabar solo ves sangre y te sientes aun peor.
Decides limpiarte la cara, pero del grifo no sale agua. Y cuando te vez en el espejo, ya no notas tu reflejo. El heraldo de la muerte es cada vez más fuerte, y con cada paso que das, este se acerca más a ti, y ya no puedes detenerle.
Entras en pánico y decides salir de tu hogar, no te molestas siquiera en cerrar con llave.
Notas que todas las casas del vecindario están a oscuras, y ninguna luz ilumina la penumbra. No hay movimiento alguno, ni autos, ni personas, ni animales, ni siquiera el viento soplando.
El silencio es sepulcral. Pero luego, se oye algo insoportable, un chirrido, como si alguien estuviera arrastrando unas cuchillas por el pavimento.
No logras ver nada y sigues caminando, pero el sonido se escucha cada vez más cercano a ti.
Desesperado, decides correr.
El sonido se escucha cada vez más próximo, no importa que tan rápido corras o que tan lejos vayas.
Te sientes agotado y decides detenerte.
Luego de eso, solo hay silencio.
En medio de la calle vez un gran espejo, enmarcado en metal oxidado.
Sientes un aliento en la nuca, y tus más grandes miedos se manifiestan en tu mente. De pronto te sientes frío y mareado, y tus ojos ven en el espejo una cara horrenda y desfigurada.
—Mi reflejo...— Murmullas.
El reflejo tuerce la cabeza y sonríe de oreja a oreja. Sus ojos rojos se tornan negros.
Te sientes ligero y sientes algo extraño. Lo último que vez es como unas garras atraviesan tu pecho y te arrancan el corazón.
Te despiertas en tu cama tranquilamente, como si fuese un día normal. Te sientes algo extraño por algún sueño que intentas rememorar. Cada noche vives lo mismo sin poder recordar. Y luego pasarán lo días, hasta que llegue el momento, en que no volverás a despertar.
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