La conciencia volvió lenta a acomodarse entre los resquicios de mi mente fragmentada, dándome una extraña sensación de pesadez, como si me hallase inmerso en materia viscosa que no me deja mover. Abrí los ojos súbitamente mientras mis oídos zumbaban, y un incontrolable temblor se apoderaba de mi cuerpo.
Ante mi vista borrosa se extendía un cielo oscuro y nublado, cortado por una enorme luna que titilaba al compás del viento helado. A mi memoria retornaron los últimos jirones de recuerdos que conservaba. El gran colisionador de hadrones en aquel edificio bajo tierra… los sonidos de alarma… el correr desesperado de decenas de personas, señal de un fallo catastrófico en el experimento… un estallido enceguecedor, y luego, el más sepulcral silencio.
Entrecerré los ojos en un intento por observar mejor a mi alrededor, aunque luego deseé no haberlo hecho. Después de todo, la luna no era tal cosa… Un agujero blanco y brillante se había abierto en el firmamento, oscilando con extraña cadencia. Una fuerza creciente atrae ahora a cada átomo de mi cuerpo hacia la boca cósmica que había devorado todo cuanto me rodeaba, y lo seguiría haciendo con cuanto quedase… el experimento había salido muy mal…
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