ivanescurra Ivan Escurra

Confiar en la persona equivocada provoca que Ryoku termine en las garras del enemigo, quien lo mantiene encerrado en las celdas de su castillo de huesos. Nadie se atreve a enfrentarse a las criaturas que habitan en ese castillo hasta que un ejército se planta frente a las puertas, listo para la batalla. Podría ser la oportunidad perfecta de escape para Ryoku, pero el juramento de sangre que hizo con su amo lo obligará a luchar por él, acabando con cualquiera que se atreva a poner un pie en el castillo de huesos.


Fantasy Dark Fantasy Not for children under 13.

# #elataquevil
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Juramentos crueles

Ya ha pasado un año desde que uní mi sangre con el hombre al que alguna vez amé más que a un hermano. El único sentimiento que albergo para él en la actualidad es odio puro. Pero me odio más a mí mismo por confiar en él con tanta facilidad. Fue mi estúpido optimismo lo que me llevó a buscar el lado bueno en los demás. Pero resulta que hay quienes nacen siendo malvados. Es la única explicación para el cambio de actitud que sufrió Mizuki. Lo más probable es que me estaba engañando todo este tiempo para ganar mi confianza.

Nuestros pueblos nunca se han llevado bien. Mizuki vive en la zona de Wa, pero se los conoce popularmente como “los pálidos” debido al color de su piel. Pero su apariencia no es lo único que los diferencia de los demás. Además de su pelo y piel extremadamente blancos, poseen la capacidad de imaginarse objetos o seres vivos y traerlos a la vida. Aunque solo unos pocos han sido capaces de perfeccionar esta habilidad, como Mizuki, quien había nacido con un talento innato para crear criaturas grotescas.

Él era un lobo solitario, rechazado por su propio pueblo. Por esa razón, me vi atraído por su presencia. Me veía reflejado en él, pues tampoco sentía que encajaba dentro de mi gente. Mi nombre es Ryoku Shigeru, hijo mayor de la familia Shigeru. Pertenecemos al pueblo de Kushiro, una tierra que se dedica a la agricultura. Mi personalidad nunca se amoldó a nuestra vida pacífica y tranquila en medio de las montañas. Desde niño me han atraído las historias de guerreros y batallas épicas, hasta que la guerra llegó hasta nosotros y terminaron reclutando a mi padre. Nunca más lo volví a ver, pero la llama en mi interior siguió encendida. La necesidad de explorar el mundo mientras blandía mi espada se había instalado en mi mente de forma permanente.

En una noche acalorada, tuve una discusión muy intensa con el jefe del pueblo. Para calmar mis nervios, caminé sin rumbo hasta llegar a las puertas del pueblo de los pálidos. Cuando me di cuenta de dónde me encontraba, di media vuelta para alejarme a toda prisa. Entonces, lo vi sentado en la cima de una roca. Mizuki tenía la cabeza echada para atrás y su plateada melena caía hasta la hierba. Su camisa desabotonada ondeaba con la fresca brisa de la noche. Daba la impresión de haber salido de una pintura.

—¿Vas a acercarte o piensas observarme toda la noche desde la distancia? —se burló.

Nunca debí haber aceptado su invitación. Ese primer encuentro selló mi destino y ya no pude apartarme de su lado. Contar con alguien que me comprendía me nubló la vista y pasé por alto todas las señales de alerta. Cada noche me escabullía para encontrarme con él y conversábamos durante horas hasta quedarnos dormidos bajo las estrellas. Mizuki se encontraba aún más solo que yo. Cada vez que faltaba a nuestros encuentros, se ponía furioso.

Una noche me invitó a conocer un lugar secreto que se encontraba dentro de su territorio. Nunca antes había cruzado las murallas de su pueblo y aunque confiaba en mis habilidades de combate, no podía evitar sentir un poco de temor ante los peligros que ocultaban los pálidos. Era bien sabido que adentrarse en sus tierras sin invitación era una sentencia de muerte. Aun así, confié en Mizuki y lo seguí.

Llegamos a un claro rodeado de columnas en ruinas. En el centro del agua se encontraba una luz titilante. Nos metimos al agua para llegar hasta una gema y cuando la alcanzamos, Muzuki pidió mi ayuda para liberar la gema de la roca que la aprisionaba. Me dijo que solo se soltaría con un sacrificio de sangre. Al principio me negué, pero Mizuki se cortó la palma con una daga y me instó a imitarlo. Unimos las manos sangrantes y logramos liberar la gema carmesí. En ese instante, pude sentir mi alma uniéndose a la de Mizuki. Pero no se sintió correcto. Sin saberlo, había atado mi vida a la de él para siempre.

Intenté regresar a casa, pero mientras más me alejaba de Mizuki, sentía cómo me debilitaba. Mi corazón estuvo a punto de detenerse cuando me encontraba a tan solo pasos de la muralla. Entonces supe que no tenía escapatoria. Tendríamos que estar siempre cerca el uno del otro, me gustase o no. Aun así, seguí intentando huir. Pero Mizuki me amenazó con llevar ruina y muerte a mi pueblo. El miedo de perder a mi familia fue lo único que me detuvo. Hicimos un juramento y prometí quedarme a su lado siempre y cuando no se metiera con mi pueblo.

A partir de ese momento, la dinámica de nuestra relación cambió por completo. Mizuki exploró los límites de la atadura y comprobó que tenía más poder sobre mí de lo que imaginaba. Con el fin de acercarse más a mí, se metía en mi cama todas las noches. No podía negarme, así que descargaba toda mi rabia contra él. Pero Mizuki lo recibía con gusto; sentía un enfermo placer por el dolor. Mientras más marcas le dejara en la piel, mejor.

Como mi humor solo empeoraba, me concedió la oportunidad de blandir una espada. Pero resultó ser solo otra forma de tortura. Cada vez que un forastero se adentraba en la tierra de los pálidos, me obligaba a acabar con ellos. No es que Mizuki necesitara de mi ayuda. Con cada día que pasaba, su habilidad para crear monstruos mejoraba. Llegó a tal punto que los hombres más poderosos de su tierra comenzaron a temerlo y eventualmente, conspiraron en su contra. En la noche que atacaron, los dejé pasar. Pero cuando me di cuenta que los golpes que Mizuki recibía también me afectaban, tuve que detenerlos. Después de todo, aun quería regresar a mi hogar. Con el filo de mi espada, me enfrenté a cada uno de ellos hasta el amanecer.

No pasaba un día sin que extrañara a mis hermanos. Aribumi y Yamauchi no descansarían hasta encontrarme. Pero esperaba que no fueran tan estúpidos como para acercarse a la tierra de Wa. De seguro habían recibido los informes sobre el infame alzamiento de Mizuki hacia el poder y todo lo que había hecho para escalar. De solo recordarlo, me dan escalofríos.

Gracias a su habilidad, fue capaz de crear imitaciones de los Gashadokuro, criaturas míticas de las tierras de Yamato. Aunque ya no se veían desde hace décadas, Mizuki los volvió a popularizar. Además de su increíble tamaño, estos esqueletos hambrientos aterrorizaron la tierra de los pálidos debido a su sed de sangre. Durante el primer ataque, la mitad de la población fue masacrada. Los pocos que quedaron se doblegaron ante el poder de Mizuki y decidieron servirlo. Con las criaturas Gashadokuro aumentando, la ciudad de Wa se volvió un yermo desolado. Los pueblos aledaños se percataron de la nueva amenaza y huyeron a otras tierras. Los pocos que se animaron a enfrentarnos, recibieron una muerte atroz.

Como de costumbre, esta mañana estaba recostado en la cama con Mizuki durmiendo sobre mi pecho. Me preguntaba de qué formas podría acabar con él sin morir en el proceso, pero nada se me ocurría. Un sirviente que no apreciaba lo suficiente su vida tuvo el atrevimiento de irrumpir en la habitación para dejar un mensaje. Lo que anunció no tenía ningún sentido, pero despertó algo en mí. El enemigo había asediado nuestra ciudad.

No sabía de quien se trataba, pero habían reunido un gran ejército. Nos superaban por mucho en número, pero en el fondo sabía que no sería suficiente para acabar con la horda de Gashadokuro que los aguardaban en las sombras.

La primera decisión de Mizuki fue enviar a todos los pálidos restantes para enfrentarse a una batalla cuerpo a cuerpo con el enemigo. Parecía una idea irracional. Los pálidos eran igual de frágiles que Mizuki. Sus delgados cuerpos no estaban hechos para el combate. Con sus dagas hechas de huesos y sus habilidades para invocar criaturas de bajo rango, no eran rival para el enemigo. En menos de una hora, el ejército que nos había sitiado acabó con todos. El rostro de Mizuki no mostró ningún tipo de emoción, como si no le importara en absoluto la extinción de su gente. Tal vez era su intención deshacerse de ellos todo este tiempo.

Cuando el ejército se dirigió hacia nuestro castillo, los esqueletos gigantes emergieron de sus escondites y el verdadero derramamiento de sangre comenzó. Al tener que controlar una cantidad tan grande de Gashadokuro al mismo tiempo, Mizuki se encontraba en una posición vulnerable. No podría cumplir con su rol de titiritero y defenderse de posibles ataques al mismo tiempo, así que me designó la tarea de protegerlo. Hubiera preferido que me enviara al campo de batalla, pero me resigné a obedecerlo.

De a poco, algunos soldados fueron colándose en el castillo, pero la mayoría de ellos llegaban moribundos. Los que tenían la fuerza suficiente para luchar estaban cubiertos de sangre. Se acercaban jadeantes a mí, con brazos amputados y mordeduras de los esqueletos en todo el cuerpo. Apenas se acercaban y los sacaba de su miseria con una sola estocada. Pensé que la batalla acabaría en cuestión de segundos, pero hubo un cambio en el ambiente que hizo temblar a Mizuki.

Cuando se concentraba, sus pupilas eran de color blanquecino. Pero ahora me estaba observando con sus característicos ojos morados. Había perdido la concentración y un puñado de Gashadokuro se libraron de su agarre.

—No están solos… Hay algo allá afuera que está destruyendo mi creación —susurró preocupado.

No conocía otra criatura que fuera capaz de enfrentarse a un Gashadokuro, a no ser que… No, no podía ser verdad. Ni siquiera podía decir en voz alta lo que estaba pensando por miedo a que se hiciera realidad, pero tampoco encontraba otra explicación.

Las únicas criaturas capaces de acabar con un Gashadokuro eran los Tengu. Seres legendarios que pertenecían al pasado de mi tierra. Solo alguien lo suficientemente loco o desesperado se atrevería a invocarlos. La presencia de los Tengu en la tierra solo podría significar destrucción absoluta, o eso decían las leyendas. Aparte de mí, solo había dos personas en el pueblo que sabían la manera correcta de invocarlos. Antes de caer enferma, mi madre nos había revelado varios secretos que mantuvo ocultos a los largo de los años. Nos proveyó de estos conocimientos en caso de que nos encontráramos en grave peligro para protegernos cuando ella ya no estuviera.

Incapaz de controlar mi nerviosismo, salí afuera para ver lo que estaba sucediendo. Los Gashadokuro luchaban sanguinariamente contra cientos de guerreros Tengu. Estos últimos lucían como las leyendas los describían. Tenían forma de enormes pájaros monstruo fusionados con humanos. Su apariencia era feroz y algo terrorífica. En poco tiempo, comenzaron a tomar ventaja sobre los Gashadokuro, reduciéndolos a una pila de huesos inertes.

Cuando se fijaron en mi presencia, se dirigieron hacia mí. ¿Acaso no habían sido invocados por mis hermanos? No entendí lo que estaba ocurriendo, pero desenvainé mi espada y me defendí lo mejor que pude. Pero al poco tiempo percibí que mi muerte se acercaba. No era rival para ese tipo de criaturas. Pensé que se trataba de un castigo divino por los pecados de Mizuki hasta que vi a Aribumi y Yamauchi corriendo hacia mi dirección. Después de todo, sí habían sido mis hermanos quienes invocaron a los Tengu. Eso significaba que los Tengu me estaban atacando porque percibían la sangre de Mizuki mezclada con la mía. Maldito Juramento…

Yamauchi les ordenó que se detuvieran, pero los Tengu seguían atacándome. Cuando estaban por lanzarse sobre Mizuki, vi que Aribumi sacaba una flauta que tenía sujetada detrás de su obi. La melodía que se extendió por el castillo detuvo a todos los Tengu, quienes fueron desvaneciéndose uno por uno. Miré alrededor y ya no quedaba ni un solo Gashadokuro en pie. Por fin se había acabado. Mis hermanos corrieron a mi encuentro y me abrazaron con todas sus fuerzas. Me dejaron sin aliento, pero era tan reconfortante que tuve que contener el llanto.

—¿Cómo supieron dónde encontrarme? —pregunté incrédulo.

—Sabíamos que te escabullías para encontrarte con ese tipo —respondió Yamauchi.

—Cuando no regresaste a casa, sabíamos que algo andaba mal —añadió Aribumi—. No podíamos hacer nada en ese momento, pero nos dedicamos a juntar un ejército durante todo este tiempo y contábamos con el secreto de los Tengu en caso de que la situación se complicara.

—Ryoku, perdón por haber tardado tanto —se disculpó Yamauchi.

—No hay de qué disculparse. Todo esto es mi culpa. Pero no se preocupen, es hora de que regresemos a casa.

Giré para enfrentarme a Mizuki por última vez y pude percibir el odio en sus ojos. Pero había algo más: envidia. No estaba dispuesto a dejarme ir y haría lo que fuera para detenerme. Alzó las manos y un par de esqueletos comenzaron a tomar forma. Corrí hasta él y lo detuve, sosteniéndole los brazos con fuerza. No permitiría que le hiciera daño a mi familia por nada del mundo. Si tenía que morir por ello, lo haría.

—Cómo te atreves a abandonarme —me reprochó.

—Porque mi lugar no es contigo. Siempre lo has sabido, pero eres tan terco que fuiste hasta el extremo con tal de salirte con la tuya —suspiré resignado—. Ya fue suficiente, Mizuki. Terminemos con esto por las buenas.

—No vas a dejarme. Si tengo que acabar con esos dos idiotas para que te quedes conmigo, que así sea —vociferó.

Ya no tenía caso prolongar mi agonía por más tiempo. Sostuve a Mizuki de la cintura y lo apuñalé en la espalda. Sentí que la espada también me atravesaba pero no lo solté hasta ver cómo la vida abandonaba esos ojos morados. Al igual que en el principio, nuestra sangre se mezcló a medida que nos desangrábamos. Me aferré a él hasta que las fuerzas abandonaron mi cuerpo y caí con estrépito en el pavimento. La oscuridad llegó para llevarme y me envolvió con su manto negro para siempre.

O eso fue lo que creí…

Tres días después volví a abrir los ojos. No tenía sentido, pero estaba recostado con vendas cubriendo mi abdomen. Intenté moverme y sentí dolor por la herida que me había autoinfligido. Mis hermanos menores descansaban en el borde de la cama. Se habían quedado dormidos mientras me cuidaban. El sol del amanecer entraba por la ventana y después de meses, volví a relajarme.

Si Mizuki estaba muerto, no entendía por qué sobreviví al rompimiento de nuestro juramento. Lo más probable es que me hubiera engañado para que no escapara. Con él, nunca se podía saber qué era verdad y qué no. Después de todos sus esfuerzos, no logró mantenerme a su lado. Su perdición inició el día en que traicionó mi confianza, destruyendo el amor que había sentido por él en un principio. Ahora solo queda espacio para mis hermanos en mi corazón.

Sept. 14, 2024, 3:38 a.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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Ivan Escurra Me gusta escribir fantasía y horror. INTJ 😈 Parawhy 🇵🇾

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Variasdi Variasdi
Me encantan los libros de fantasía
September 21, 2024, 19:25
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