liberiposa Libe liposa

Sólo falta algo de tiempo, para que el mundo se sumerja en un completo caos. Las cosas van de mal en peor. Un nuevo líder del averno, se alzó para apoderarse del mundo entero, mientras que desesperados y completamente angustiados por las constantes invasiones demoniacas y la evidente corrupción que presentaba el mundo, los humanos cada vez más perdían la esperanza, de que las cosas volverían a la normalidad. Sin embargo, no todos pensaban lo mismo. Aquellos, dispuestos a luchar por lo que les pertenece, antes de que aquel siniestro ser acabe por completo, con lo que queda de humanidad, arriesgarán sus vidas, por el mundo. Segunda parte.


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Recuerdos dolorosos



_ Iska... ¡Iska!_ la voz de su madre, lo sobresaltó. Sin embargo, aún seguía sosteniendo las caderas de la mujer que lo montaba.

_ ¡Mierda!_ gruñó el chico, mientras la otra resoplaba.

_ ¡Faith me matará!_ masculló ella, entre aterrada y divertida, intentando levantarse del regazo del chico. Pero este seguía sosteniéndole las caderas con firmeza.

_ No… ya casi… acabo_ le pedía rojo como un tomate.

_ ¡Iska!, ¿cuándo piensas salir de tu cuarto?, ¡estará lista la cena en unos minutos!

_ ¡Ya voy, deja terminar de masturbarme!

_ ¡¿QUÉ?!_ Iskander y la prostituta, se aguantaron la risa.

_ ¡Iska!

_ Mierda, viene hacia acá… escóndete_ le pidió a la chica, quien bufó_ ¡vamos, mueve ese culo gordo, rápido!

_ Si así lo quieres…_ dicho esto, comenzó a cabalgarlo tan violentamente, que Iskander comenzó a gemir.

_ No me… no me refería a eso… pero… ¡ah!_ cerró los ojos y acabó en el interior de su compañera.

_ ¿Te gustó?_ le preguntó, al verlo jadeante.

_ Sí…_ respondió, mientras se dejaba caer en las almohadas_ valieron la pena las cinco monedas de plata…

_ ¡ISKA!_ la puerta de abrió de golpe, y ambos se sobresaltaron al ver la madre del chico, aparecer_ ¡¿PERO QUÉ DIABLOS?!_ chilló desconcertada, al ver que su compañera de trabajo, se levantaba del regazo de su hijo, para vestirse con calma.

_ Tu hijo me pagó, Faith… y no me gusta dejar a mis clientes a punto de llegar… Soy una trabajadora responsable… Ya sabes, negocios son negocios.

_ No sé cuántas veces te he dicho, que no aceptes las propuestas de mi hijo_ refunfuñó la mujer, ceñuda, mientras Iskander intentaba recuperar la respiración.

_ Lo siento, Faith… Pero no me puedo resistir a un buen pedazo.

La mujer resopló.

_ Tan sólo tiene dieciséis, Ginger.

_ ¡Jo!, ¿en serio?_ miró al chico, quien se sentaba en la cama, sudoroso y cansado_ vas en buen camino, chico. Cuando seas grande, no tendrás que envidiarle la verga a ningún kaldjordiano…

_ Ginger, tienes clientes… Vete ya, antes de que te golpee, ¿sí?

_ Como usted ordene, suegra…_ dicho esto, al acercarse a la salida, Faith le dio una patada en el trasero, haciéndola saltar, para después cerrar la puerta y mirar a su hijo, con preocupación.

_ Iska… Te he dicho que…

_ ¡Sí, sí, ya lo sé, ya lo sé!, que no debo tener relaciones con tus amigas... De acuerdo_ gruñía Iskander, al tiempo que se levantaba de la cama, para ponerse los pantalones_ Pero… tenía curiosidad.

Faith suspiró.

_ La culpa es mía_ admitió ella, con tristeza, haciendo que su hijo se volteara para verla sorprendido. Ante su expresión, continuó_ has crecido en este ambiente… tan promiscuo… Hubiera deseado darte una mejor vida, Iska, pero… No pude…_ agachó la vista, y sus ojos se nublaron de lágrimas_ Entiendo por qué tu hermano optó por irse…

_ Mamá…_ Iskander se le acercó, para tomarla de las mejillas y se miraron. Ambos tenían el mismo color de ojos. Un intenso verde jade, que brillaban a la luz de las velas_ no digas eso… Yo me siento afortunado de la vida que tengo.

_ ¡Por supuesto!, te puedes acostar con decenas de mujeres…

Iskander se echó a reír.

_ No me refería a eso. A diferencia de los niños que viven en ese orfanato que hay al frente… Siempre agradezco que tengo a la mujer que me dio la vida, a mi lado. No necesito nada más, para sentirme completo, mamá.

_ ¿Aunque no tengas padre?

_ Nunca lo he necesitado. Tú lo eres todo para mí_ le respondió, en un susurro, haciéndola llorar.

_ Mi bebé…_ abrazándolo con fuerza, posó con delicadeza su rostro, sobre el hombro de su hijo, sin importarle que estaba sudoroso u olía a la mujer con la que se había acostado. Esas cosas, pasaron a segundo plano. De hecho, ya ni recordaba lo molesta que estuvo, hace un momento_ Te amo.

_ Y yo a ti, mamá…

_ Pero prométeme que tendrás cuidado, ¿sí?, algunas de las chicas tienen sífilis.

Iskander asintió, con una sonrisa.

_ ¿Eso significa que me das permiso, para…?

_ A estas alturas, ya te habrás acostado con todas las del burdel, ¿no?_ dijo ella, con resignación, al mismo tiempo que se volteaba, cuando vio a su hijo sonreír picaronamente.

_ Menos con tu jefa… Esa gorda es intragable.

_ Esa gorda intragable dejó que ambos viviésemos aquí.

_ Pero eso no significa que me tenga que acostar con ella, por piedad, ¿o sí?

Faith se echó a reír.

_ Sólo deseo que seas respetuoso. Eso es todo. El que seamos putas, no significa que tengamos que aguantar faltas de respeto.

_ Lo sé, madre… Lo siento.

_ Date un baño… Te esperaré para cenar.

_ De acuerdo.



Iskander vivía en el burdel, donde su madre trabajaba, pues ella no tenía familiares con los que dejar a su hijo, para que lo cuidaran, ni tampoco tenía deseos de abandonarlo a su suerte.

Aunque la vida, para Faith, siempre había sido dura, nunca se sintió rencorosa por lo que tuvo que pasar.

Ella tenía dos hijos.

A los doce fue violada por su padrastro reiteradas veces, y su madre, al creer que su hija lo había provocado, no le creyó que había sido abusada por él y la echó de la casa.

“¡Eres una puta!” estalló su madre, furiosa, cuando Faith le confesó todo lo que su padrastro le estuvo haciendo, mientras ella trabajaba.

Tuvo que marcharse con lo puesto; con un embarazo bastante avanzado y vivir en la calle, por varios meses, sintiéndose sucia y a la vez decepcionada de la mujer que se decía llamar su madre.

“¿Cómo puedes creerle a un hombre antes que a tu propia hija?” le había preguntado entre lágrimas. Sin embargo, sólo recibió una serie de golpizas que lastimaron su cuerpo.

Producto de las constantes violaciones de aquel sujeto, nació Azriel, y Faith, aunque al principio, no se sentía con las fuerzas para cargar tal responsabilidad, como era hacerse cargo de un hijo que nunca deseó, al pasar el tiempo, se dio cuenta de que no tenía corazón para abandonarlo.

En un callejón, en el suelo frío y húmedo, acompañada por los perros callejeros y un vagabundo, nació aquel niño, el cual le dio esperanzas para volver a levantarse, aunque las circunstancias no hacían más que hundirla cada vez.

Buscó trabajo de puerta en puerta. Se ofrecía como sirvienta, incluso como deshollinadora… mas nadie fue capaz de darle algo de ayuda.

El hecho de que tuviera un hijo, soltera, ya era demasiado complicado, para que pudiese trabajar sin distraerse con el niño, cuando él necesitase de su atención.

Hasta que llegó a una bella casona, donde Faith, desesperanzada, decidió preguntar por algo de trabajo.



No había comido en días.

De repente encontraba algo en los basureros. Hasta se sorprendía a veces, cuando luchaba con los mismos perros, por un trozo de pan… Pero la necesidad podía más que el orgullo. Una necesidad que ansiaba zacear con avidez, pues al no alimentarse adecuadamente, Azriel comenzaba a llorar descontroladamente, por no producir la leche suficiente para él.

Entonces, cuando la dueña de la casona apareció, luego de que Faith llamara desesperadamente; pese a su aspecto poco agraciado, en aquella mujer de gustos extravagantes y excesivo maquillaje, encontró la salvación.

“¡Niña!, ¿qué haces a estas horas de la noche… y con ese crío en brazos?” le preguntó, aturdida, al ver al bebé que se retorcía en los delgados brazos de la niña, llorando amargamente. “¿Es tu hermano?”

“Mi hijo” le respondió, con un hilo de voz, sintiendo que las fuerzas, la abandonaban y la mujer se apresuró para atenderla.



Poco después, Faith comenzó a trabajar en el burdel.

Primero, como mucama. Luego, cuando cumplió la mayoría de edad, y al darse cuenta de que daba más dinero, Faith se convirtió en una prostituta.

Debido a su belleza y linda figura, comenzó a acaparar una buena cantidad de clientes, los cuales la frecuentaban bastante y recompensaban por sus servicios, con dinero extra o regalos carísimos.

Gracias a ello, pudo inscribir a Azriel en una escuela y fue desde ese momento, cuando la actitud del niño, comenzó a decaer.

Antes, no se había atrevido siquiera cuestionar a su madre. Sin embargo, a medida que se juntaba con niños de su edad y frecuentaba extrañamente, la iglesia que había en la escuela, su actitud hacia ella se tornó fría y despectiva, como si le avergonzara el hecho de que fuese su madre.

“Deberías buscarte un trabajo decente” le había dicho Azriel, cuando tan sólo tenía seis años. “Las madres de mis amigos, son honradas. Trabajan en trabajos normales… ¡No en cosas como estas!, da asco”

Lo peor de todo, era cuando el pequeño, preguntaba sobre su padre.

“¿Por qué no me parezco a ti?, soy tan feo… y tú tan bella… ¿quién es mi padre?, ¿es feo?”

“No lo recuerdo, mi amor” le confesaba Faith, con tristeza.

“La verdad es… que me esfuerzo en olvidarlo”

Cada vez que el niño preguntaba por él, sentía algo extraño en su interior. Como si deseara vomitar. Como si deseara huir y correr y abandonar por completo la vida que seguía aferrándose a ella.



Hubo un tiempo, en que deseó morir.

Que deseó, ser sólo polvo.

“Tal vez, así tendría más sentido mi existencia”

Pero al mirar aquel niño, al cual acogió en su interior durante nueve meses… Aunque poco se parecía a ella… Faith fue incapaz de darle la espalda.

Por mucho que la criticara…

Por mucho que se riera de ella a sus espaldas, Faith jamás dejó de amarlo. Aunque él se avergonzara de su persona. Porque a pesar de todo… era su hijo.

“¿Por qué andas con tantos hombres, madre?... ¿qué haces tanto en esa habitación?... ¿Es que no piensas esperar a papá?...”

“¿Por qué tienes que ser así?” se preguntaba Faith, con pesadumbre. “¿Ese es tu propósito?, ¿te regocijas con lastimarme?, ¿tanto te gusta verme sufrir?... No te entiendo”

Mas al mismo tiempo, se recordaba que tan sólo era un niño, el cual aún no lograba comprender cómo funcionaba el mundo.

Entonces, Faith decidió armarse de valor. Decidió soportar sus dudas, sin flaquear. Sin demostrar dolor.

Pero Azriel, jamás la comprendió.

“¿Adónde vas?” le preguntó Faith, angustiada, cuando él, a sus quince años, abría la puerta principal de burdel, sosteniendo una maleta de cuero desgastada.

En ese entonces, Iskander sólo tenía cinco.

“A buscar a papá”

“¿Para qué, Azriel?”

“¿Cómo que para qué?” rugió el chico, mirándola con enfado, “¡Para conocerlo!, ¡para que me de una mejor vida!, ¡mejor de la que tú me has dado hasta ahora!”

Faith cayó al suelo y se echó a llorar.

“¡No puedes decirme eso a mí… Te he dado todo para que seas mejor que yo!, ¿y aún así… no basta?”

Los gritos lograron interrumpir las actividades habituales de las prostitutas y sus clientes.

Hasta la jefa del burdel había bajado las escaleras, al abandonar su oficina y dirigirse hacia el escándalo, apestando a incienso y colonia barata.

“¿Pero qué diantres pasa aquí?” preguntó la mujer, poniendo los brazos en jarras, mientras se detenía detrás de una devastada Faith.

“Mi hijo… ¡Se quiere ir!, ¡quiere ver a su padre!”

“¿Por qué no le cuentas la verdad, de una vez por todas?” le sugirió la mujer, con un dejo de fastidio en la voz, “Tal vez, así te comprenda…”

“¿Qué verdad?” preguntó, Azriel, girándose por completo, para ver a su madre.

Aquellos ojos pardos, eran arrolladores. Capaces de convecerla, de que ella tenía la culpa de todo. Y ante él, se sintió indefensa y angustiada, como si fuese incapaz de contradecir sus pensamientos.

Se armó de valor. Intentó calmarse y mirar aquellos ojos, sin caer en la derrota.

Sus labios se abrieron, temblorosos y de él brotó la verdad, que tanto deseó sumergir, en el fondo de su corazón. Mas deseaba que él se detuviera. Que pudiese ponerse en sus zapatos, alguna vez.

“Tu padre… era mi padrastro” le confesó, temblando de pies a cabeza. “Fui violada por él, una y otra vez… Tú naciste… por eso”

Azriel siempre creyó que su padre, algún día vendría por él. Que lo rescataría de la miseria y que a pesar de todo, estaba dispuesto a perdonarlo, por haberlo abandonado… Sin embargo, al escuchar aquella confesión, se quedó paralizado. Incluso sus manos habían dejado caer la maleta que sostenía.

Pese a que estuvo por varios minutos, incapaz de realizar algún movimiento que lograse sacarlo de su bloqueo, su rostro se crispó y pálido como la cera, no hizo más que mirarla con asco. Una expresión que Faith, pese al tiempo, aún sentía muy fresco, en su corazón.

“No te creo” sentenció. “No puedo creerte… No cuando sólo te la pasas vendiendo tu cuerpo… Como si no lo hubieses disfrutado…”

“¡Azriel!”

Iskander, era muy pequeño para comprender lo que sucedía. Solamente sabía, debido a la atmósfera tan lúgubre y tensa, que su hermano estaba a punto de dejarlos.

Y en efecto… Simplemente levantó una vez más su maleta, y se largó sin más, bajo la intensa lluvia que siempre caía en el reino otoñal.

Aquella visión de su hermano, desaparecer entre una capa gruesa de lluvia torrencial, mientras su madre lloraba amargamente en el suelo, quedó grabada en su mente. Y hasta el día de hoy, seguía recordándolo. Aunque, extrañamente, el rostro de Azriel, no podía recordarlo con claridad. Pues, luego de eso, habían pasado muchos años...



A diferencia de su hermano mayor, Iskander nunca tuvo interés en conocer a su padre. Lo único que sabía, era que fue un cliente predilecto de su madre y al saber que sería padre de un hijo, no deseado, desapareció como si la tierra se lo hubiese tragado.

Mas a él, nunca le importó.

Tenía a su madre y eso le bastaba para ser feliz.



Aquella noche, donde ella e Iskander, cenarían, se suponía que sería como todos los días. Pero él, nunca pensó que las cosas, se tornarían extrañas.

A último minuto, llegó un cliente, que solicitaba a Faith.

Ésta, un poco desconcertada, le avisó a su jefa que no atendería más, aquel día, pues no se sentía en condiciones. Sin embargo, el extraño sujeto, insistía en verla.

_ Mamá… no vayas_ le pidió Iskander, preocupado, al ver al sujeto. Era alto, musculoso y calvo. Su cara tenía el aspecto de un huargo rabioso.

Con tan sólo verlo, le dio mala espina. Sin embargo, Faith no le dio importancia.

_ He visto hombres peores que ese, descuida… Sólo quieren algo de cariño_ lo calmó su madre, con paciencia_ Además, el dinero te vendrá bien, para comprar unas botas nuevas… Las necesitas.

_ No es necesario, mamá… ¡Yo por eso trabajo de barrendero!_ protestaba el chico, ruborizándose y su madre soltó una risita.

_ Lo sé, hijo… Pero el dinero que estás juntando, es para comprarte tu propio caballo, ¿no es así?

Iskander volvió a enrojecer. Tener su propio caballo, siempre había sido su sueño. Equivalente, en otros tiempos, a un niño que sueña con su primera bicicleta.

“Recuerdo… Su última sonrisa, antes de partir. Era tan dulce… Nunca sentí que me faltó algo. Gracias a ella… siempre me sentí amado. Siempre… me sentí como un ser humano”

Faith después de charlar brevemente con su desconocido cliente, en el vestíbulo, lo guió hacia su cuarto y ambos entraron.

Nadie le dio importancia a aquel sujeto. De hecho, las mujeres de aquel burdel ya estaban acostumbradas a recibir hombres con tal aspecto. Pero Iskander, por dentro, se sentía inquieto. Por primera vez, en mucho tiempo, había un desconocido que la deseaba por una noche. Generalmente, Iskander solía identificar a cualquier sujeto que cruzara el vestíbulo del burdel.

Pasado un tiempo, que a Iskander se le hizo eterno, el hombre salió del cuarto y con una sonrisa de oreja a oreja, se despidió con un ademán de la mano, del chico, quien lo miró con desdén.

Entonces, levantándose rápidamente de la silla, se precipitó hacia el cuarto de su madre.

_ ¿Mamá?, ¿estás ahí?

Silencio.

_ ¿Mamá?

Comenzó a impacientarse. La llamó una y otra vez. Golpeó la puerta con más energías, hasta el punto de embestirla y cuando logró entrar, se quedó de piedra.

_ ¡MAMÁ!_ gritó, mientras el corazón, parecía a punto de estallarle por dentro. Se tornó torpe, tembloroso y la respiración le escaseaba.

Su madre se encontraba amordazada en la cama, con un pañuelo impidiendo el sonido de sus gritos, y su cuerpo destrozado por las feroces palizas de una pata de madera, de la mesita de noche que había en el cuarto.

Ensangrentada y desfigurada, su pose, resultaba perturbadora, al tener los huesos fracturados y el cráneo destrozado, como si se le hubiesen estrellado una roca sobre la coronilla.

Después de ver aquella grotesca y sangrienta escena, sus sentidos se nublaron por completo, al mismo tiempo que todas las mujeres que allí trabajaban y vivían, aparecieron debido a los chillidos de Iskander, el cual se desmayó al poco rato.





Abrió los ojos.

No comprendía por qué, pero se sentía débil y tembloroso, como si se encontrase enfermo.

Sin embargo, la brisa que entraba gracias a la ventana abierta, logró tranquilizarlo.

Pese a que ya estaba acostumbrado a presenciar la muerte de otros, la de su madre nunca pudo superarlo.

“¿Dónde estoy?”

Se sentó en la cama con dificultad, y se sobresaltó al ver a la mujer con la que había hablado bajo el árbol, mientras esperaban a que la lluvia cesara.

_ ¿Se encuentra bien?_ le preguntó, preocupada.

_ Sí_ mintió Iskander, aunque lucía pálido y los temblores delataban su malestar_ ¿dónde estoy?

_ En un hogar_ respondió Silene, sin dejar de mirarlo con preocupación_ estuvo dos días inconsciente…

_ Uh…

_ Debió estar muy cansado_ supuso Silene, mientras le tendía una bandeja rebosante de comida e Iskander, parpadeó sorprendido.

“Ahora que lo recuerdo… no había comido en días”

Sin embargo, el que detonó tal descontrol, no fue por la falta de comida. Sino por el hecho, de rememorar sus recuerdos, al ver a su hermano de golpe.

Para el desconcierto de Silene, este parecía volver a desmayarse, así que, se apresuró en socorrerlo.

_ Necesita comer algo… no se ve bien…

_ Sólo necesito algo de combustible_ dicho esto, Iskander tanteó su abrigo, para encontrar su petaca de plata. Y al encontrarla, la abrió con torpeza y comenzó a beber como si fuese agua.

Silene, suspiró y sin poder evitarlo, le arrebató el objeto, para indicarle la bandeja.

_ Eso sólo empeorará su estado… Debe comer.

_ ¡Oye!, ¡mi petaca!_ protestó el cazarrecompensas, al ver que Silene, se levantaba del asiento para salir del cuarto.

_ No se la devolveré, hasta que coma…

_ ¡Pero la necesito para acompañar la comida!

_ Hay agua_ dicho esto, cerró la puerta, dejándolo absolutamente solo e Iskander resopló.

_ ¡Mierda!, ¡ni que fuera mi madre…!_ soltó molesto.

Pero, al terminar la frase, su semblante se tornó melancólico.

“Si supiera, en lo que me he convertido… Si supiera todo lo que he hecho… Sin duda, me desconocería” pensó, con amargura.



Benin suspiró, afligido.

Bastó un par de días, para que el Papa pusiera patas arriba, toda la ciudad.

Inmediatamente, designó un sacerdote suplente y discutió acaloradamente con el alcalde, imponiendo con descaro un poder del cual resultaba abrumador.

_ Ahora… no tengo ningún lugar, al cual ir_ susurró, apesadumbrado, mientras tanto, Iris le ofrecía una taza de té_ el nuevo sacerdote se apropió rápidamente de la iglesia…

_ No sé por qué le das tantas vueltas, Benin… Quédate con nosotros_ lo calmó Iris, suavemente y Silene asintió con la cabeza, con una pequeña sonrisa.

Últimamente, Silene se veía más sombría de lo normal. Benin se pudo percatar de eso, con rapidez.

Aunque era entendible.

Luego de los acontecimientos ocurridos, los siluanos estaban completamente débiles y cansados, al tener que levantarse, luego de un episodio tan traumático, como la extraña invasión demoniaca, el cual seguía pareciendo un mal sueño, para la mayoría.

Gracias a la ayuda de June y Berenice, las heridas de Silene sanaban con rapidez. Y aunque se veía mucho mejor, seguía viéndose exhausta y ojerosa.

“Me hago el ánimo, de continuar con mi vida… Por mucho que me cueste” pensaba ella, al tiempo que observaba a su hijo gatear, siguiendo a los niños que se dirigían al exterior, para jugar y aprovechar al máximo, el resplandor de un bello día soleado.

Si apenas podía cargar con el trágico final de su amado, con recordar inconscientemente, la pérdida de su hermana, era algo que la dejaba sin fuerzas, hasta el punto de temer por su cordura.

“Es difícil cargar el peso que tengo… Me dificulta el respirar, hace que mi corazón se esfuerce el doble, en latir… Que la garganta se me apriete, hasta el punto de no poder hablar… Estoy tan cansada de esto… ¿Cuándo podré dormir bien?”

Pero Silene se resistía.

No quería que Iris sospechara sobre sus inquietudes. No quería que su pequeña hermana, se decepcionara de ella.

Todavía no se sentía con fuerzas para compartir la gran verdad.

Todavía, no era el momento para atormentarla.

Necesitaba de ella. Necesitaba de su vitalidad, de su esperanza… Pues ahora, Silene simplemente se sentía agotada.

Tomó a su hijo en brazos y lo abrazó con fuerza.

La suavidad de su piel, enterneció a la joven madre. Y en aquellos ojos azules, logró intuir esa mirada tan dulce y cálida, que ansiaba cada día.

“Dame un motivo, para seguir viviendo. Aunque sea, por un instante… Dame todo lo que puedas darme… Por favor… Te necesito”

Zev, esbozó una sonrisa. Próximamente, cumpliría el año, así que sus gestos resultaban tan espontáneos y adorables, que Silene se sintió embargada por aquella dulzura, que su hijo le brindaba sin siquiera pensarlo.

Respiró hondo y lo abrazó con más fuerza, mientras tanto, su hermana y Benin seguían charlando.

Sintió el susurro de los aleteos, y Silene alzó la vista, para cruzarse con aquellos ojos magenta, tan grandes y vivos.

_ No te atormentes_ le aconsejó en un susurro dulce_ rodéate con todas las personas que puedas… Distráete. Sabías que esto tenía que suceder… Y aunque sientas que es tu culpa, tú sólo actuaste en defensa propia… No busques solución en algo que ya pasó.

Silene asintió, y sin poder evitarlo, dejó escapar unas lágrimas de tristeza.

Se sentía como la Silene que había pisado por primera vez, las tierras kaldjordianas. Una Silene triste, totalmente confundida y destrozada.

Esperaba que algún día, pudiese sentirse viva, otra vez.

_ Salgan, enanos_ gruñó una voz, que hizo girar sus cabezas.

El forastero, entró al comedor, siendo rodeado por los niños, que murmuraban fascinados, a su alrededor. Su vestimenta de cuero y armas de fuego, era lo que más llamaba la atención del resto.

_ ¿Alguien me podría decir, qué diablos hacen tantos mocosos, en este lugar?_ preguntó Iskander, echando un vistazo, a su alrededor, con aire distraído, sin dejar de sostener la bandeja, la cual lucía los platos perfectamente vacíos. Tanto Silene como Iris, sospechaban que pudiese haber limpiado los platos, con la lengua, mas decidieron no preguntar por ello.

_ Porque es un hogar de niños_ respondió Iris, sin inmutarse.

_ Los baños, están al fondo, a mano derecha_ le indicó Silene, al ver que Iskander se olfateaba las axilas.

_ Vale… Gracias…_ dicho esto, se abrió paso entre los niños, y se dirigió hacia los baños, con paso firme.

_ Es guapo_ opinó Iris, bebiendo un poco de té.

Silene se limitó a sonreír y Benin resopló, avergonzado.

_ Llévale una toalla y ropa limpia…_ le pidió a su hermana menor, agitando una sonajera de madera, para distraer a Zev_ la que lleva está sucia.

_ ¿Yo… yo?_ balbuceó, Iris, dando un respingo, por lo que Silene asintió enérgicamente.

Vio con ternura, que ella se ruborizaba.

Apenas lograba hablar con chicos de su edad, sin sentirse apenada o completamente nerviosa, aunque Benin siempre había sido una excepción, y mientras ella reunía la ropa, para su nuevo invitado, con entusiasmo, su amigo la contemplaba cabizbajo.

_ No creo que sea buena idea, que me quede aquí_ comentó el chico, con amargura, haciendo que Silene diera un respingo.

_ ¿Por qué?, si es por el ruido…

_ No, Silene…_ rio Benin_ es sólo que… Iris se ve entusiasmada, con el cazarrecompensas, ¿no?

_ No te pongas celoso_ le pidió Silene, echándose a reír, enternecida.

_ ¡Yo… yo no estoy celoso!_ exclamó el chico, rápidamente.

_ Sí, claro_ dijo June, mordaz.

_ Relájate… Además, necesitas un tiempo para ti… Supongo que ahora, querrás replantearte tu vida…

Benin asintió, con seriedad.

_ Ahora que el padre Amadeo, se ha ido…_ sus manos aferraron con fuerza, el vaso_ necesito… avanzar.

_ Todos tenemos que hacer el esfuerzo.

_ Mmm… ¿Señor?, le traje una toalla para que se seque y ropa limpia_ le dijo Iris, al golpear la puerta con los nudillos.

Se abrió y el hombre apareció desnudo y empapado de pies a cabeza.

Iris se quedó de piedra. Su cabello se había rizado en las puntas, al mojarse y su cuerpo atlético lucía una cicatriz que le cruzaba el pecho.

Iris, le tendió con brusquedad, las cosas e Iskander las recibió, parpadeando.

_ ¿Qué sucede?, ¿quieres follar?

_ ¿Es que no se da cuenta, que está desnudo?_ chillaba la chica, enrojeciendo.

_ Tampoco es para tanto_ la apaciguó, chasqueando la lengua, despreocupado y al ver que Iris estaba a punto de salir corriendo, la detuvo de la muñeca_ ¡Cálmate!, no es algo como que hayas visto por primera vez…

_ La verdad, es que si lo es_ susurró Iris, apartándose de él, corriendo e Iskander se quedó observándola por un largo rato, mientras dejaba el piso mojado.



_¿Qué te pasa?_ le preguntó Silene, a su hermana, al verla colorada.

_ ¡Nada!_ rio, forzosamente_ ¿qué podría pasarme?

_ Estás roja como un tomate, Iris_ le explicó su hermana, parpadeando.

_ Eh…

_ Gracias por todo, pero será mejor que me vaya_ dijo una voz, poco después y detrás de Iris; haciéndola saltar del susto. Se giró y enrojeció más, al ver a Iskander. Esta vez ya estaba vestido, con una camisa y pantalón.

La mirada verdosa de Iskander, era extraña. Una mezcla de indiferencia, con algo de hastío. Mas a pesar de su aspecto impenetrable, generalmente eran raras las veces, en la que lucía realmente serio.

_ ¿Está seguro?_ le preguntó Silene, preocupada_ sigue viéndose enfermo…

_ Sólo tuve un mal sueño. Eso es todo. Además el baño logró quitarme la mugre que acumulé por días…

_ Me alegro que se sienta mejor… Pero, ¿cómo pretende irse?, las carreteras están bloqueadas, debido a un derrumbe y las fisuras que dejaron los temblores…_ le recordó Silene, pensativa, haciendo sobresaltar a Iskander.

_ ¡Diablos!_ rugió, enfadado_ ¿por qué demonios tuve que parar en esta ciudad de mierda?_ golpeó el aire con un puño, haciendo respingar a las hermanas y a June_ ¿y cuándo creen que podré irme de aquí?

_ Las personas están trabajando arduamente, para retirar los escombros de la carretera_ le contaba Silene, mientras mecía a un Zev, sensible por la brusca reacción de Iskander_ demorará un par de semanas…

_ ¡MIERDA!_ gritó, enojado y Zev echó a llorar, alterado.

_ ¿Tanto apuro tiene por irse?_ le preguntó Silene, sorprendida e Iskander soltó un gruñido.

La verdad, no le importaba tener que esperar un poco más… Si no fuera porque su hermano seguía en el mismo lugar. Eso era lo que lograba irritarlo.

La presencia de su hermano… era lo último que deseaba ver.

Mas, al ver los semblantes confundidos de todos, Iskander suavizó su rostro. Sobre todo, porque el bebé seguía llorando, por su culpa.

_ Perdón… No quise…

_ No pasa nada_ lo apaciguó Silene, con calma_ supongo que tendrá sus razones, para reaccionar de esa forma. Pero descuide. Aquí podrá quedarse, hasta que las cosas se solucionen_ dicho esto, se levantó de la silla y ambos se miraron, a la cara.

Por un momento, Iskander creyó que hablaba con su madre. Y sin poder evitarlo, se quedó paralizado, rendido ante aquella mujer tan calmada.

Él desvió la vista.

Incapaz de mantener por más tiempo, esa mirada que parecía comprenderlo sin siquiera necesitar más información, a regañadientes se apartó de ellos, como si deseara algo de serenidad.

_ ¿Cómo puedes estar tranquila?_ le preguntó Benin, a Silene, quien se había quedado en absoluto silencio_ ese tipo, parecía estar a punto de perder el control.

_ No lo sé_ reconoció ésta, asombrada de sí misma. Pero luego, su semblante se tornó melancólico_ supongo que… Ya estoy acostumbrada a este tipo de actitudes.

Al decir eso, Iris y June, se miraron con tristeza.



Iskander se echó en el pasto, para observar el cielo radiante. El sonido de los niños al gritar y reír, mientras jugaban, acompañado por los cánticos de las aves y el murmullo de las copas de los árboles, al agitarse suavemente debido al viento, lo sumió en una profunda tranquilidad.

Desde que había abandonado, el burdel, siempre estuvo en constante movimiento.

Apenas vio a su madre asesinada, no esperó a que el día llegara, para enfrascarse en una búsqueda frenética, por su asesino.

Se juró vengarla. Se juró devolverle a aquella bestia, todo el dolor que le causó a la mujer que tanto adoraba… Sin embargo, necesitaba respuestas. Tenía que saber el por qué de aquel acto tan espantoso.

_ Es un buen día, ¿no lo cree?_ le preguntó una voz, que hizo que su cabeza se girara. Aparecía Silene, con una cesta llena de ropa recién lavada, mientras que su hijo la seguía gateando.

_ Sí_ admitió Iskander, sentándose_ no seas tan formal_ le pidió, mientras la veía tender la ropa, en unos cordeles_ dime por mi nombre…

_ De acuerdo_ dijo, esbozando una sonrisa amable_ no he tenido la oportunidad de agradecerle, su ayuda, como es debido...

_ Ya estamos a mano_ dijo, haciendo un ademán, para restarle importancia, al asunto_ me han cuidado, como si fuera un niño.

Silene, soltó una risita.

_ Es lo que cualquier persona haría… Después de todo, ayudó desinteresadamente al padre Amadeo…

_ ¿Desinteresadamente?_ Iskander hizo una mueca_ soy un cazarrecompensas… ¿Crees que mis acciones son desinteresadas?

Entonces Silene, sonrió de oreja a oreja.

_ Lo sé… Aunque… ¿Lo que hizo realmente fue por interés o sólo por instinto?, hay veces, que por más que tengamos nuestras propias reglas, somos capaces de romperlas.

_ ¿Entonces, crees que lo hice sin esperar nada a cambio?

_ Lo más probable.

Los labios del hombre, dibujaron una sonrisa sincera, aunque Silene apenas se percató de aquel gesto, pues estaba ocupada en tender la ropa.

_ La armadura de cuero, que usaba, está tan desgastada que Benin ha ido a conseguirse otra_ le contó la mujer, sacando a Zev de la cesta rápidamente.

_ No son nada baratas_ le dijo Iskander, alzando una ceja, asombrado_ estaba reforzada con escamas de dragón.

_ Digamos, que es la recompensa, que el sacerdote tenía para usted.

_ Qué abuelo tan generoso_ admitió Iskander, mientras se dejaba caer en el pasto, otra vez y Silene rio_ Lo que sigo sin entender… ¿Es cómo ustedes dos han podido tener todo esto?, se ven jóvenes y solitarias…

_ A punta de esfuerzo_ le contaba Silene, volviendo a apartar a Zev de la cesta con ropa mojada_ Me dediqué por muchos años, a trabajar en las minas…

Iskander silbó.

_ ¿Trabajaste en las minas?, no lo puedo creer…

_ ¿Por qué?_ le preguntó Silene, asombrada.

_ Bueno, pues… Uno se desgasta bastante en ese trabajo… Luces tan delicada y femenina…

_ ¿Crees que debería tener otro aspecto?_ y Silene, rió a carcajadas, cuando Iskander bufó_ mi aspecto mejoró cuando dejé de trabajar allí y comencé a dedicarme a cultivar_ le explicó, con calma_ gracias a eso, pude crear mis propios remedios y pomadas, que lograron sanar mis manos partidas o mis pies callosos…

_ Pero… Esta casa te debió costar una fortuna…

_ No, la verdad… Cuando la adquirimos, estaba completamente abandonada y desgastada_ recordó Silene, pensativa_ por lo que escuché de los mineros, era que fue el hogar de un asesino, el cual había muerto y sus restos fueron sepultados bajo los cimientos de la casa. Nadie quería ocuparlo, porque creían que su alma condenada, vagaba por estos lugares… Pero… nunca se pudo demostrar si eso fue verdad.

_ Entonces… la casa, costó una ganga.

_ Exactamente unas veinte monedas de plata_ Iskander, volvió a mirarla, con los ojos bien abiertos_ Sin embargo… lo que más nos costó, fue remodelarla, ¿sabes?

_ ¿Y por qué diablos decidieron hacer de esta casa, un hogar para niños?

_ Mi hermana lo quiso así_ respondió la mujer, viendo cómo June aparecía, para jugar con Zev.

_ ¿Tu hermana?

Silene indicó a Iris, quien en ese momento hacía la comida, en la cocina, con la compañía de Shirin. Iskander se levantó para verla.

_ Oh.

“La chica pecosa”

_ Su nombre es Iris. Y bueno… ella tenía ese sueño.

_ Qué sueño tan extraño.

_ Tal vez lo sea, para nosotros. Pero por alguna razón, ella pensó distinto.

“Siendo sincero… las chicas puritanas, no me van” pensó Iskander, con aire aburrido. “Demasiado perfectas… para un hombre, como yo”

_ En fin… el tema más importante…

_ Tu petaca la arrojé a la basura.

_ ¡¿QUÉ?!, ¡¿POR QUÉ TE CREES CON EL DERECHO DE HACER ESO, MUJER?!_ estalló Iskander, tan repentinamente que todos se sobresaltaron, menos Silene, quien se echó a reír.

_ Sólo bromeaba_ lo calmó, imperturbable. Sacó del bolsillo delantero de su delantal, el objeto de plata, que tanto apreciaba el cazarrecompensas y este, ceñudo se acercó a ella, a zancadas, para arrebatárselo de un tirón.

_ ¡No vuelvas a hacer una broma, como esa!_ la amenazó, apuntándole el pecho con un dedo.

_ ¿Tanto aprecias su contenido?

_ El alcohol se consigue en cualquier parte… Pero no esto_ agitó violentamente la petaca y Silene se encogió de hombros.

_ De todos modos, se hubiera vendido bastante bien…

_ ¡Qué fastidiosa!_ soltó este, mientras se alejaba y Silene reía, con los brazos en jarras.



Cuando anocheció, luego de darles de cenar y beber un vaso de leche caliente, acostó a todos los niños, en sus respectivas literas.

Había sido un día muy divertido, para ellos. Jugaron bastante con Benin y con Iskander, quien lo hizo a regañadientes, cuando vio los enormes ojos verdes de Shirin, ablandar su esquivo corazón.

También leyeron cuentos bajo las sombras que le proporcionaban los árboles y cantaron, hasta hartarse.

Le sorprendió bastante, no ver a Iris hace rato.

Benin estaba tan cansado que prefirió irse a dormir pronto y Zev ya dormía en su cuna, abrazando a June, como si se tratase de su muñeca.

Todo estaba tan tranquilo, que Silene decidió ir a ordeñar la única vaca que había podido comprar, con treinta monedas de plata.

Y antes de salir de la casa, oyó unas voces en el cuarto donde dormiría Iskander, el forastero.

_ Tranquila… no te pasará nada_ decía este.

_ Uh… tengo miedo…

“Iris”

Silene tragó saliva. Se imaginó lo que estaba pasando en el cuarto… Sin embargo no sabía si intervenir o no.

_ ¿Entonces, por qué vienes?

Silencio. Se imaginó a su hermana avergonzada y Silene se sentó en el suelo, preocupada.

“Vamos… Ella tiene la edad suficiente para decidir… por ella misma, ¿verdad?” pensaba, con inquietud. Odiaría si Iskander se atreviera a hacerle daño a Iris.

_ Sientes curiosidad… es normal…

Ella soltó un jadeo.

_ Yo… yo nunca…

_ Lo sé.

_ ¿Cómo?

_ Por como actúas… Estás temblando.

_ Tengo… tengo miedo.

_ Entonces, no me hagas perder el tiempo y vete de aquí_ le pidió Iskander, con una agresividad innecesaria.

En ese momento, Silene frunció el ceño y cerró sus puños sobre el regazo.

_ No… no, yo… yo quiero…

_ No quiero que te arrepientas, después.

Hubo un prolongado silencio, así que Silene decidió levantarse rápidamente del suelo, para golpear la puerta.

_ ¡Iris!, ¿estás ahí?_ preguntó, fingiendo inocencia_ ¡necesito que ordeñes la vaca, mientras limpio el establo!

_ ¿No lo puedes hacer mañana?_ le preguntó, con incomodidad.

_ Mañana debemos ir al mercado_ el tono de voz que empleó, sonó genuinamente preocupado_ se nos están acabando las provisiones…

“En serio, si no hacemos trueque o no consigo ganar dinero pronto, estaremos jodidas”

_ Mmm… está bien_ refunfuñando, Iris abrió la puerta y se encontró con su hermana, quien la miró aliviada. Roja como un tomate y sin decir ni una palabra, agarró la lámpara de aceite, que sostenía Silene en sus manos y se dirigió al exterior, con cara de pocos amigos, para que después, Iskander apareciera, sin camisa y ajustándose los pantalones, con aire despreocupado.

Al ver que Silene lo miraba, con una ceja levantada, éste frunció el ceño.

_ ¿Qué?, ella sola entró al cuarto. Yo ni ganas tengo de hacerlo con tu hermana_ se excusó.

_ No he dicho nada, aún.

_ Tu cara basta para saber lo que piensas.

Silene, suspiró, mientras tanto Iskander ponía los brazos en jarras.

_ Tal vez la salvaste de que cometiera un error.

Ella alzó la vista y vio que él le guiñaba un ojo.

_ No me gustan los compromisos… y esa chica… me pone en aprietos. Se merece a alguien mejor.

La mujer, bajó la vista con cierta tristeza.

_ No digas, eso. En ningún momento dije que no fueses bueno para ella.

_ Pero lo pensaste, ¿no?

Ambos se miraron a los ojos, mas Silene, parpadeó.

_ La verdad, es que me preocupaba que Iris tomara una decisión tan precipitada. Necesitan conocerse.

_ ¿Conocerse?_ Iskander se echó a reír, a carcajadas, para el desconcierto de Silene, quien se lo quedó observando, en silencio_ ¿Qué es lo que te acabo de decir?, yo no busco una relación. Sólo busco divertirme… Y la chica, no venía tan sólo para eso.

_ Agradezco que seas honesto_ admitió Silene, algo inquieta por las palabras del hombre_ y lamento lo ocurrido.

_ No interrumpiste absolutamente nada_ se sinceró Iskander, arqueando las cejas y Silene sonrió.

_ Buenas noches… Iskander.

_ Buenas noches_ y mientras Silene se alejaba de él, se descubrió incapaz de apartar la vista de ella.

El corte de pelo la hacía ver más seria, pero debía admitir que lucía atractiva.



_ Iris…_ Silene vio que su hermana, ordeñaba la vaca de mala gana. Y al escuchar a su hermana, siguió sin apartar la vista de las ubres que agarraba con firmeza, aunque se había ruborizado.

_ ¿Qué?

_ ¿Estás molesta?

_ ¿Por qué te entrometiste?_ le increpó, tan repentinamente, que Silene se sobresaltó. Y más, cuando su hermana se levantó de un salto de la banquita, para ponerse frente a ella, tan enfadada que Silene, seguía sin poder salir de su asombro_ ¡iba a ser mi primera vez!

_ ¡Y es por eso, que debes pensarlo bien, Iris!_ se defendió su hermana mayor, rápidamente_ él aún no lo conoces…

_ No se ve un mal tipo.

_ Lo sé… pero…

_ ¿Y qué importa si lo quiero hacer con un desconocido?_ soltó Iris, enrojeciendo al decir aquello.

_ Iris… no te sentías lista… ¡No tienes que esforzarte!, todo llegará a su tiempo…

_ Para ti es muy fácil decirlo_ gruñó Iris, enfadada_ ya diste tu primer beso… ¡Te acostaste con un príncipe!

_ ¡Iris!

_ Y a pesar de todo el escándalo… tuviste a alguien que te amara… Y te diera un hijo_ Iris bajó la vista, apenada_ yo sólo quería… experimentar.

_ Lo sé…

_ Si lo sabes, ¿por qué te entrometes?, ¡no eres mi maldita madre!_ dicho esto, Iris la apartó de un empujón y se dirigió hacia la casa corriendo, llorando de rabia y vergüenza. Pero Silene, no la detuvo.

Se sentó en la paja seca, para observar abstraída en sus pensamientos, un punto cualquiera, mientras la vaca rumiaba la paja, ajena a la humana que se encontraba ahí.

Sin poder evitarlo, un recuerdo logró aflorar en su mente. Un recuerdo que causó que su corazón diera un vuelco.


Recordó aquella noche, y después de pasado varios meses, en la que ella accedió a hacerlo con Einar.

Temblaba de pies a cabeza, sentada con rigidez, en el borde de la cama. Ante ella, estaba él, quien la miraba en silencio.

“¿Estás segura, que esto es lo que quieres?” le preguntó, manteniendo la calma, pues sabía lo asustada que estaba.

Silene, asintió.

Le temblaba el cuerpo, pero estaba decidida.

Era algo que le nacía. Que deseaba a gritos. Pero por temor… había callado tanto tiempo.

Tuvo muchas dudas. Sin embargo, sentía que esa noche, era el momento indicado para dar el siguiente paso.

Notaba lo ansioso que estaba. Podía ver su rostro claramente impasible, pero un ligero temblor que recorrió su cuerpo, delató las ganas que había contenido por todo este tiempo, como un verdadero caballero.

Agradeció que no la presionara.

De hecho, fue ella que al final, le pidió que lo hicieran.

Se le acercó, con paso firme, para sentarse a su lado y acariciarle el cabello.

Era sedoso, largo y delicado, como todo su ser. Y Einar temió no ser lo suficientemente cuidadoso, con la mujer que amaba.

“Príncipe… está sudando” le dijo Silene, al ver que la piel de su rostro, brillaba debido al sudor que lo cubría.

Él esbozó una sonrisa y la besó.

Pese a que no dijo absolutamente nada, supo que también estaba asustado. Pero a medida que seguían besándose, la ternura comenzó a transformarse en pasión, que encendió a ambos, cual chispa de una llama.

Ni siquiera se dio cuenta, cuando Einar ya la tenía completamente desnuda. Mas cuando reparó en ello, él la recostaba suavemente en la cama.

Luego, él se desnudó y al verlo completamente descubierto, soltó un grito ahogado.

“¿Qué demonios es esa cosa?” chilló, espantada, apuntando su entrepierna.

“Mi pene” respondió, con calma. “¿Por qué?” al verla asustada, se sintió confundido.

“¡Esa cosa... ¿va a caber?, ¡es como si un plátano enorme quisiera meterse dentro de un kiwi!” balbuceó y Einar hizo el esfuerzo para no reír.

“Tranquila…”

“¿Me va a doler?”

“Si no te calmas… puede ser”

“Dios mío…”

“Si quieres, dejamos todo esto aquí”

Einar se levantó, e iba a colocarse los pantalones, pero la mano de Silene, aferró su muñeca derecha. Giró su cabeza, para encontrarse con aquellos ojos negros que tanto le gustaban. Eran brillantes y tiernos. Pero esta vez, su mirada era distinta. Era una mirada que lo hizo enrojecer.

“No… lo siento… estaba asustada” murmuró, sin apartarle la vista y Einar se volteó, para mirarla.

“Lo entiendo… Pero mi intención no es hacerte daño…” le explicó con suavidad, mientras Silene lo acercaba hacia su cuerpo, hasta quedar él, sobre ella. Se miraron y esta, al ver aquellos ojos tan azules, logró serenarse.

Fue tierno, muy dulce y cuidadoso, como si temiera romperla.

Aún recordaba esa sensación. El de tener sobre ella, un cuerpo capaz de envolverla por completo, como si sólo existieran ellos dos.

Con él, todo lo demás, parecía no tener sentido. Nada más importaba en su mundo. Sólo aquel hombre que tanto amaba.

A pesar de que sus manos eran fuertes, callosas y grandes, en ningún momento fue áspero ni agresivo. La acariciaba con tanta delicadeza, que a veces logró desesperarla.

Gracias a él, descubrió su propio cuerpo.

“¿Qué haces?” le preguntó Silene, jadeando y estremeciéndose cuando él la frotaba entre sus piernas.

“¿Cómo?” preguntó distraído. Su mirada no se apartaba de la expresión que adoptaba ella a cada instante, como si lo disfrutara.

“Eso…”

“¿Estoy siendo muy brusco?”

Silene negó con la cabeza, y se aferró a sus hombros, cuando comenzó a jadear con más fuerza, al mismo tiempo que él la tocaba cada vez con más pasión.

Poco después, soltó un gemido. Su cuerpo se retorcía y Einar siguió tocándola, hasta que ella pidiera no seguir, entrecortadamente.

Después de eso, él la rodeó con sus brazos y lentamente, se unió a la mujer que se aferraba con fuerza de su espalda, hasta que no pudo contenerse más y se adentró con fuerza, en su interior, haciéndola gritar.

Al principio, temió abrir los ojos. Pero al hacerlos, se encontró con la mirada de Einar, quien lucía muy excitado y jadeaba, mientras se movía enérgicamente sobre ella.

A Silene no le importó. De hecho, sólo deseaba más y más. Hundió las uñas en su piel, lo atrajo hacia ella y se abrió por completo.

Y mientras sus besos parecían quemar cada espacio de su cuerpo, Silene a su vez, lo tocaba desesperadamente, como si deseara que él lograse fusionarse por completo.

No quería dejarlo. Desde ese momento, nunca más.


En esos momentos, mientras contemplaba el cielo estrellado, Silene lloraba silenciosamente. Por dentro, sentía que su corazón volvía a despedazarse. Aquellos recuerdos, por muy bellos que fuesen, lograban herirla, como si unas garras se hundieran en su pecho, atravesaran su carne y desgarraran todo su interior.

Agradeció estar a solas.

Había necesitado pensar en él.

Debía admitirlo. Le costaba demasiado seguir. Y se odió, por el hecho de sentirse de esa manera. Como si no pudiese vivir sin sentirse vacía. Como si algo, inevitablemente le faltase.







Al día siguiente, Silene, acompañada de su hijo y hermana menor, fueron al mercado.

Últimamente, las cosas estaban más agitadas, que de costumbre. Y una de las razones, era por la benevolente visita del nuevo Papa, quien enfundaba paz y consuelo, para los más desamparados.

_ La ayuda de Dios, ya ha llegado. Ha venido para salvarlos del apocalipsis_ decía este, con gravedad, mientras sostenía las manos, de un anciano tembloroso.

_ ¿Apocalipsis?_ preguntó Iris, frunciendo el ceño y Silene, sosteniendo a su hijo, con fuerza, observó detenidamente, al nuevo personaje, que apareció como caído del cielo.

Sin duda, su imagen irradiaba luz. Gracias a su vestimenta y gestos, lucía como un ángel.

_ Dios actúa, a través de mí. Dios… me ha dado una misión. Que es la de protegerlos, con mi bendición… con mi luz… Si aceptan mi ayuda, nada les faltara. Y nadie, los amenazará. Se los prometo.

_ ¿Cómo planea, ayudarnos?_ preguntó una mujer, con preocupación.

El hombre, sonrió.

No faltó mucho tiempo, para que él diera a conocer su plan.

Instaló, gracias al permiso del propio gobernador, del país, en cada ciudad, una Santa Inquisición; emulando aquella institución de tiempos antiguos y olvidados, adquiriendo un poder exorbitante en cada región de Edrev.

En Siluas, aquella institución se alojó, en el orfanato Esperanza, donde Iris y Silene, pasaron la mayor parte de su infancia. Causando que los niños, que allí se encontraban, fuesen sacados del lugar, por el ejército.

_ ¡¿QUÉ?!_ Iris, al ver cómo los niños eran sacados a golpes, del orfanato, se apartó de su hermana y se abrió paso, para discutir con algún soldado_ ¡¿por qué diablos…?!

_ ¡No llames a ese ser, en estas tierras!_ soltó uno, encolerizado, al tiempo que le daba una fuerte cachetada, a la chica, quien cayó al suelo_ ¡si lo llamas, atraerás el horror, otra vez, ¿o acaso eso es lo que quieres?, ¿acaso eres una bruja, una aliada de ese perverso ser?!

_ ¡IRIS!_ Silene, corrió hacia ella, y se abalanzó al ver que el soldado, sacaba su látigo, para el alivio de la gente.

_ ¡Castíguenla!, ¡se lo merece!_ gritaban las personas, al tiempo que Silene levantaba a su hermana del suelo.

_ Apártate, zorra… A menos que quieras recibir el castigo de la muchacha_ soltó el soldado, mirándolas, con desdén.

Silene, pese a que sentía mucho miedo, se atrevió a mirarlo con desafío. Y antes de que el hombre, se sintiese provocado, por tal insolencia, una mano detuvo la muñeca que sostenía el látigo.

_ Tranquilo_ susurró Azriel, con suavidad_ sólo están alteradas y afectadas, por el horror del infierno…

_ Sí… Excelencia_ murmuró el hombre, bajando el látigo, lentamente.

_ Recuerda, lo que pasó en Sadlands… y compréndelas…

_ ¿En Sadlands?_ Silene miró al papa, con preocupación_ ¿qué pasó, allí?

_ ¿No lo saben?_ preguntó el papa, con sorpresa.

_ Es difícil, que las noticias lleguen con fluidez de un país a otro_ le explicó Silene, rápidamente, temiendo ser castigada, por su poca formalidad, para hablar con un hombre tan poderoso. Sin embargo, Silene aún no comprendía bien cómo diablos lo había hecho, para apoderarse de un cargo tan importante… Incluso, su presencia, justamente en aquel lugar, le resultaba extraña.

Vio, que en ese instante, todos se lo quedaban mirando, expectantes.

También tenían curiosidad, por saber cómo había llegado a ser Papa, luego de siglos sin haber alguno, que velara por aquella doctrina religiosa, que había perdurado, a pesar de todo.

Así que no tuvo más alternativa, que explicar cómo la invasión demoniaca, afectó considerablemente a Sadlands, quien el mismo pueblo, lo nombró como el gobernador supremo de esas tierras.

_ ¿Y qué pasó con la reina Charis?_ preguntó la mujer, incapaz de mantenerse callada, y esta vez, la mirada que le dirigió Azriel, fue glacial, como si de pronto, deseara arrebatarle el látigo a su guardia, para castigarla por sus cuestionamientos. Sin embargo, se contuvo.

_ Fue severamente castigada, por su alta traición.

_ ¿Alta traición?

_ No más preguntas_ le pidió Azriel, con cansancio, mientras su figura era resguardada por los fornidos cuerpos de sus guardias_ Necesito, un momento, para rezar…

“¿Alta traición?, ¿la reina Charis?”

Aquella información, le dio mala espina. Aunque la pregunta más urgente de todo, era si la reina seguía viva o no…

Sintió una fuerte punzada, en el estómago. Temió por ella. Y temió por este nuevo líder, que al parecer, tenía todas las ganas de apoderarse de los más vulnerables, como un cáncer, que enfermaba el cuerpo, sigilosamente.

Aug. 18, 2018, 6:57 p.m. 2 Report Embed Follow story
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Tenebrae Tenebrae
¡Un buen inicio de la secuela! Me gustó bastante y se nota la gran mejoría en tu estilo de narración en comparación con el capítulo 1 de Semper del libro anterior. Me dolió bastante conocer el pasado de Iskander, lo narraste tan bien que me lo he imaginado de forma brutal y me horrorizé por igual al tratar de ponerme en sus zapatos...
March 21, 2019, 15:04

  • Libe liposa Libe liposa
    Ay gracias Tenebrae! 😍 La verdad, es que intento tomar todas las críticas y consejos que me dan, para mejorar. De hecho, me gusta bastante cuando pueden decir algo que me hará mejorar y espero que se refleje cada vez xD gracias por leerme, te adoro jajajaja 😄 March 21, 2019, 20:39
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