Esa chica ocupaba cada rincón de mi mente desde que la vi por primera vez, solo necesite de un segundo para saber que necesitaba sentir su vida entre mis manos, ser yo quien segara su vida, el único ser que podía decidir si ella merecía seguir respirando o no, a partir de ese día la me dedique a conocerla; estudie su rutina, la vigilaba, a donde ella iba yo también, la aceche como el león a la gacela, supe quienes eran sus conocidos, su horario para ir a la escuela, el transporte en que volvía a su casa, hasta que me decidí a hacerla mía.
Esa tarde ella regresaba más tarde de lo normal, pero no estaba sola, la acompañaba un joven de unos 20 años, alto, fornido, de piel blanca y bastante apuesto, dentro de mi no podía contener la rabia, ¿como era posible que ella no pudiera ver que si alguien tenia derecho a hacerla reír era yo?, ¿como era capaz de no entender que yo la quería para mí, por que no valoraba mis esfuerzos?, me anime a seguirlos, fue un martirio, no podía soportar que él la abrazará, tomará su mano, acariciara su mejilla... Me decidí, debía hacer algo, sentí el contacto de la culata del revolver, solo debía esperar...
Todo sucedió muy rápido, cuando me di cuenta él tenia un disparo en la frente, ella me miraba pidiendo misericordia; no pensaba concederla, estábamos en un callejón obscuro y sin salida, ellos habían entrado, yo solo los seguí, apunte el arma a su pecho, vacilé; pues tuve una mejor idea, la iba a matar lentamente, ella sufriría lo que yo sufrí.
Cuando termine, la deje exánime en aquel sucio callejón, cerré sus ojos con mis manos y me aleje de allí. ——
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