Los miraba. Era fácil descifrar sus pensamientos a través de sus rostros. Labios, ojos, cejas, pestañas. Todos parecían seres independientes. Cada movimiento insinuaba una palabra. El silencio era absoluto pero podía escuchar sus voces, las risas, los llantos y las plegarias. Algunos dormían pero lograba ver entre sus sueños. Todos viajábamos. Ahí estábamos conversando sin conversar. Compartiendo nuestras más profundas emociones.
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