Quisiera hacer arder ciudades con el fuego impetuoso de mi ansiedad.
“Cuídate hermosa mariposa”
―Puedes volar, te veo volar.
―Oh, amable profesional, no es un vuelo, es mi caída, la que anhelo.
No hay más cumbres que alcanzar, ¿está mal querer verlas desde abajo? ¿Está mal desear vivir sin ser visto?
Las colinas del olvido están tan verdes este invierno, casi no logro distinguir el color de mi piel en el plano difuso que se presenta con oposición ante un cielo azul, hirsuto de árboles de indefinido verdor.
De hecho es asfixiante, este septiembre es delirante.
He ido perdiendo terrenos que creí, eran míos, patios llenos de piedras y flores, donde los infinitos ecos de mis pisadas se funden con las raíces de los árboles.
Fue ese el lugar donde quedó mi verdadero yo, siento que llevo fingiendo desde siempre y no puedo quitarme esta sensación inocua del pecho. Soy un salvaje en destierro, la sorna de un ángel majadero, todos los caminos a lo divino se derrumbaron sobre la sangre pecadora, por lo que nada puede hacerse ahora.
Quiero mentir y asesinar la bondad en mí, ya no más piedad para lo innato, esta bestia sedienta de mal, esta yo que no quiero aceptar, quiero ver todo arder.
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