Conocí a Jacob en una aplicación para citas en mi teléfono, quedamos en vernos en su casa y aunque sé que no es el lugar ideal para una primera cita, acepté su invitación sin ningún problema. Después de un largo día en la universidad llegué a casa y me preparé para verme con él, después de media hora ya estaba lista. Sin embargo, llegué tarde a su casa... Pero sabía que esta cita no entablaría una relación, así que no me preocupé por ello.
Estando en aquel lugar me encuentro con los soñolientos ojos de Jacob, al parecer acababa de llegar de viaje y lo primero que hizo fue invitarme a su casa. Lo escaneo de arriba hacia abajo y puedo notar que se ve mucho mejor que en fotos, no era tan alto como me lo esperaba pero no importa. Sus ojos color miel y su cabellera rubia me tenían enloquecida.
Me invita a pasar y en el proceso me va explicando que ha pasado la tarde durmiendo, en ciertas ocasiones se le escapa el ingles y puedo notar que es perfecto. Me muestra su pequeña pero cómoda habitación. Nos adentramos a la cocina y tomo asiento mientras lo escucho ofrecerme agua, se disculpa porque no tiene otra cosa que brindarme pero valoro el gesto y acepto su oferta. He estado un poco nerviosa y no sé por qué. ¿Le estará dando vueltas al asunto en su cabeza? ¿No era lo que él esperaba?
Jacob no pronuncia ninguna palabra y se dirige a su habitación, entra y sale rápidamente de ella. Puedo sentir la tensión en el ambiente y mis manos empiezan a sudar. Se acerca a mi y me arranca el vaso de las manos... Se voltea y en par de segundos se encuentra besándome, me carga y me lleva a su habitación.
Parecía un animal hambriento, estrujaba mi cuerpo y me pegaba hacia él como si tratase de huir de entre sus brazos. Treinta minutos después nos encontrábamos acostados en su cama, tenía mi cabeza sobre su pecho y podía sentir su corazón aún latir con rapidez. - ¿Te ha gustado?
- Sí... Le respondo suspirando.
- Espero vuelva a repetirse.
- Supongo.
E inmediatamente pienso que dijo lo que todos dicen después del sexo, pero nunca cumplen. Al menos no conmigo.
Buscamos nuestra ropa unos minutos después y me invitó a comer pizza. Algo andaba mal, nadie había tenido este detalle conmigo desde hacía ya mucho tiempo.
Después de comer me llevó a casa y sentía como me miraba desde adentro del automóvil, algo sucedía con este hombre.
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