Muñeca de trapo
Hay una muñeca de trapo sobre mi cama, se ve gastada y algo sucia, parece que sus ojos sin vida miran al vacío. La tomo para verla desde cerca, tiene su cabello mal cortado y coloreado por encima de su color original, me hace pensar que quizá no se tomó una buena decisión y su aspecto se vio afectado casi ofendiendo la vista. Su cara descolorida y manchada tiene una expresión de eterna melancolía, acentuada por las oscuras ojeras bajo sus ojos vacíos. De sus orejas cuelgan aretes que parecen haber sido metidos a la fuerza, incluso dañando el tejido macilento que hace de su piel. Su cuerpo, desproporcionado, está cubierto por un viejo pijama que pareciera ser masculino, bajo él se esconde la desproporción de sus brazos más delgados que las gruesas piernas y el sobrepeso que parece apelotonarse en su pecho y abdomen; bajo el pijama la tela está sucia como casi todo su cuerpo con excepción del ropaje. Las piernas están desiguales en su largo, siendo la izquierda más corta que la derecha; las terminaciones son toscas y por su desgaste se ven casi grotescas.
Me parece una muñeca triste, pero por su apariencia puedo notar que ya han jugado bastante con ella. Miro sus ojos y siento deseos de llorar… ¿Quién tendría una muñeca así? ¿Quién la arrojaría a las alcantarillas? Siento que si intento lavarla, la romperé.
Muñeca de porcelana
Una muñeca de porcelana fue abandonada a las afueras de la gran ciudad. Dentro del frágil material, los ecos de las cosas vistas y oídas por sus ojos vacíos y sus orejas esmaltadas, aquellos ecos resuenan, rebotando en su interior en un interminable bucle de dolor que no puede salir, el dolor quedó atrapado, para siempre… o hasta que la muñeca caiga a pedazos.
Dos voces diferentes habitan en ella, se difuminan entre el rencor y la misericordia, se diluyen en suspiros helados, prisioneros de las paredes de porcelana, casi a un golpe de escapar y gritar a las afueras. Rumorean que un escritor ha muerto y se lamentan entre sollozos y silencio. La existencia de sus existencias, no existen sin que alguien les haga hablar, los ecos se apagan contra su voluntad. Un escritor yace desconocido, perdido, dormido y muerto, los ecos lloran su desaparecer violento. Mientras, por fuera, lentamente la porcelana se fisura; podría asegurar que aquella muñeca, lloraba.
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