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La medicina es una ciencia exacta

Desde hacía tiempo, en los clasificados barriales se presentaba como Tupaq Qhawana. Decía ser jampiri del pueblo kolla, venido del Tawantinsuyö y de los ayllus altoandinos, inspirado por Tayta Inti y Mama Killa. Pregonaba que era capaz de traer y amarrar al ser querido, hacer florecer un negocio, leer las hojas de coca esparciéndolas sobre un haguayo y adivinar el humo del cigarro. Revelaba que era depositario de los willka unanchakuna legados por Manco Kápac, el Intichuri; que hacía videncia pendular y curaba daños, hechizos y maleficios. Se declaraba conocedor del kausay —que le fuera revelado por Wiraqocha y Pachakamaq—; heredero de la cosmovisión de los kollas, sólo entendible en runa-šimi y sin traducción posible en kastilla-šimi.

Aclaraba, por si hiciese falta, que los materiales estaban incluidos en el precio de todos sus trabajos.

Su consultorio era una habitación de paredes descascaradas, alquilada a una familia boliviana, a pocas cuadras del centro de Laferrere. En la puerta había atado con alambre una plaqueta de bronce, en la que se leía:

Tupaq Qhawana

Jampiri Inka - Curandero

Atendía con un disfraz que se parecía más a la vestimenta de un arapahoe de las praderas norteamericanas que a la de un willka incaico. Recibía a sus pacientes con el saludo ritual:

—Ama quella, ama suwa, ama llulla, ama hap’a.

Al que ellos respondían con una mezcla confusa de oraciones cristianas:9

—… y con tu espíritu.

—… por mi gran culpa.

—… sin pecado conseguida.

En realidad, había abandonado en tercer año la Licenciatura en Astrofísica, que cursaba en la Universidad Nacional de La Plata.

Cierta vez oyó de alguien que curaba con numerología, y decidió ir más allá, aplicando una mezcla extraña de yachay quichua y análisis matemático.

Armó, de apuro, una cosmogonía en la que, por ejemplo, Coco Mama decidía sobre la salud y la enfermedad mediante el planteo de ecuaciones en derivadas parciales; para lo cual, la diosa establecía funciones entre variables independientes —el amor del Aniceto, la culebrilla de la menor de los Pérez, los sabañones del Tape Mansilla— y sus derivadas. Decía que el Teorema de Cauchy-Kovalesvskaya aseguraba la existencia y unicidad de soluciones al mal de ojo, aunque pudiera ocurrir que la función incógnita o alguna de sus derivadas no fuera analítica, y en tal caso se explicaría por qué habiendo previsto que don Macario Maldonado recuperaría el caballo que perdió en un truco, el pobre viejo terminara entregando su jubilación para que no lo metan en cana.

En otros casos manifestaba que Supay, el diablo, era experto en el análisis complejo de funciones holomorfas, y traía a colación el curioso comportamiento de éstas cerca de las singularidades esenciales —dónde dejó los dientes postizos el Payo Segovia; qué pasó con el abuelo de la señora del mecánico, que fue a comprar cigarrillos en el año cincuenta y ocho, y nunca volvió— descrito por Weierstrass y Casorati, que da origen a las meromorfas, y de cómo es imposible encontrar una respuesta en el campo de los números reales cuando se anula la función denominador.

Cierta vez recurrió a su método con Ña Ángela, que estaba peleada con su aparejado y no podía ella sola con su problema. Estaba convencida que de pura envidia le habían hecho una saladura; y fue a ver a Tupaq Qhawana para que le haga una limpia.

Previos ritos de purificación, el jampiri le dijo:

—El mal es una abstracción, Ña Ángela, como los números: uno ve una manzana al lado de otra e inmediatamente asocia «dos»; aunque el número dos no aparezca por ningún lado. Y siendo así, nos podemos valer de los recursos de la matemática para entender al mal. Por ejemplo, la Pachamama me muestra que usted tiene problemas de hígado; y llego a eso partiendo de un khipu kolla, que representa una ecuación binómica indeterminada de tercer grado a la que podemos aplicar la integral segunda de Riemann-Stieltjes, por ser una serie infinita recursiva, sujeta al cálculo de variaciones de Lagrange; y puedo decirle que el resultado es uno solo: su marido. Me lo dice Amaru, va a tener que aplicarle determinantes. Tome esta chuspa, y vaya dándosela de a poquito, todas las mañanas, con un vasito de caña.

El marido de Ña Ángela sufrió una apoplejía apenas una semana después.

La carátula de la causa penal dice: «Sosa, Anselmo Carlos s/ejercicio ilegal de las matemáticas».

April 17, 2018, 2:08 a.m. 0 Report Embed Follow story
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To be continued...

Meet the author

Daniel Frini (Argentina, 1963) Autor de “Poemas de Adriana” (2017), “Manual de autoayuda para fantasmas” (2015) y “El Diluvio Universal y otros efectos especiales” (2016). Participa en numerosas antologías y fue traducido a varios idiomas. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio ‘La Oveja Negra’ (2009), Premio ‘El Dinosaurio’ (2010), Premio I Certamen Internacional de Relato Corto Nouvelle (2017, España) y el Místico Literario del Festival Algeciras Fantastika 2017 (España).

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