Aquello que no se nombra, no existe.
George Steiner
Inés despierta a mitad de la noche oyendo los gritos de una mujer. Tiembla de pies a cabeza y el miedo le hiela la carne cuando escucha esos llantos desgarrando la madrugada. Los perros de la cuadra empiezan a aullar. Sabe que es ella. Antes de que esa voz la arranque de sus pesadillas y la arroje de nuevo al mundo, sueña con una tarde nubosa, lluvia fuerte cayendo, un bosque; en el sueño, siente que está cerca, casi a punto de encontrarla. Alguien le persigue, siente un impacto en la espalda… y entonces, un sobresalto.
—¡Mamáááá!
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