erendidemonai Erendi Demonai

"KJYADEN" es una historia de la Saga "Relatos de Guerreras". Una antología de historias de género Epico Fantástico y Ciencia Ficción. Algunos relatos están situados en escenarios y épocas de la historia humana, así como otros estarán creados a partir de la imaginación del escritor. La narrativa se lleva a cabo en primera persona, se plasma su modo de ver las cosas, sus sentimientos y emociones de la protagonista. En algunas historias podrán encontrar personajes y lugares repetitivos que se mencionan en otras, puede ser que se conecten entre sí, haciendo que el lector saque sus propias conclusiones. Se tratan algunos temas como la soledad, el maltrato, violación, pérdidas familiares, entre otras. Relatos de Guerreras nace como la necesidad de plasmar su estado de ánimo de el escritor. La portada de la Antología es creación de Erendi Demonai.


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" K J Y A D E N "

"A veces, suelo creer que los caminos no se conectan por casualidad. Pasó hace mucho, mucho tiempo, y no puedo creer que mi gesto de bondad haría que cientos de años después, ella, formara parte de mi familia..."

◇◇◇◇◇

Kjyaden era una joven hechicera perteneciente al Reino Blizzard, en las Tierras Nevadas del Norte. Hija del Gran Mago del Reino, Ahli Sihir, mano derecha y consejero del Gran Señor del Norte, Snow.

Blizzard era muy conocido por su blanquecino color, sus frías estructuras como el mármol y su pésimo clima; motivo por el cual era muy importante la magia en ese lugar.

En ese reino predominaban los magos y los hechiceros de alto nivel. Esto se debía a que la magia irradiada por todos ellos mantenía en pie la ciudad, a la vida natural, y otorgaba un ambiente adecuado para la vida de sus ciudadanos.

Kjyaden formaba parte de los magos prospectos para reemplazar a los hechiceros de mayor edad; aún se mantenía como aprendiz en la academia cuando fue notificada. Sin embargo esta parte para Kjyaden significaba la pérdida de sus aspiraciones, ya que al convertirse en una más de los sustentos del Reino, le obligaba a nunca irse del lugar y para Kjyaden, esto era como retenerla en una prisión.

Como toda una adolescente rebelde e inconforme con el mundo se fugó del lugar para evadir su responsabilidad, pero al ver que la situación era muy diferentes en el exterior, decidió regresar a su reino, sin embargo ya no pudo hacerlo, debido a que había olvidado que Blizzard mantenía una membrana mágica que lo protegía de todo. Esta membrana no sólo evitaba que el horrible clima azotara el Reino, sino, también evitaba que el lugar fuera encontrado por los forasteros. De esta manera Kjyaden ya no pudo regresar a su reino.

Mi encuentro con Kjyaden fue muy breve, pero la recuerdo bastante bien. Nunca había visto a una niña de su edad transmitir tanto desespero. Tampoco suplicar como si la vida se le estuviera yendo; ayudarla cuando más lo necesitó, creo fue lo que hizo que las fuerzas sobrenaturales nos pusieran en la misma corriente de sangre cientos de años después...

◇◇◇◇◇

Terminaba el otoño, las hojas de los grandes árboles se pintaban de tonalidades cafés, naranjas, amarillos y marrones. El viento jugaba enredándose con las ramas secas, causando que una lluvia de hojas multicolor cayeran al suelo. Los caminos se volvieron escandalosos, cada paso se escuchaba a metros de distancia al romper las láminas de la naturaleza; no se podía pasar desapercibido en aquel lugar.

Eldan, mi maestre y yo, cruzábamos el Bosque Idan en dirección al Reino de Blizzard. Éramos originarios del Reino de Luz, y por orden de la Reina Elian, debíamos entregar un valioso objeto al Señor del Castillo del Norte, Snow.

El objeto era demasiado importante para mantener la paz y amistad entre ambos reinos, por lo que la escolta constaba de tres integrantes; esto para no llamar la atención de los distintos seres que se encontraban rondando en nuestro camino. Aunque, esto no servía de mucho, ya que nuestra apariencia, la cual era bastante marcada de alguien del Reino de Luz, y la elegante confección de nuestra vestimenta, delataban nuestro lugar de origen; y en los siete reinos sabían que alguien perteneciente al Reino de Luz, caminando fuera de su reino, siempre significaba traer custodiando algo de gran valor.

Debido a esto, nuestro grupo tenía integrantes con una particularidad especial. Eldan se mantenía en alerta por si alguien trataba de emboscarnos en el camino. Su sangre elfica permitía una conexión con la naturaleza, la cual le avisaba de cualquier peligro. Al más mínimo movimiento, sonido, presentimiento, alteración de los elementos y entorno, nos indicaba que nos mantuviéramos atentos ante un posible ataque; era nuestros ojos a la distancia.

Mi maestre, Oreden, era un miembro de la Élite de los mejores instructores de el Reino. Mi maestre contaba con un sin fin de conocimientos, entre ellos, conocía cada historia, cada ser, cada objeto, cada hechizo, cada lugar de cada rincón de los Siete Reinos; era impresionante saber como tantas cosas cabían en su mente sin volverse loco. Además de ser un grandioso guerrero en todo tipo de arte en el combate, un ser muy completo en donde pocos tenían la oportunidad de trabajar con uno de estos Maestres, ya que ellos escogían a quien entrenar si veían potencial.

Y al final estaba yo, mi nombre es Erendi Chroniel y desde mis seis años fui entrenada como guerrera. Formo parte de un grupo llamado los Siete Rayos Guardianes de el Reino de Luz, grupo Élite de Väktares, miembros que poseen una habilidad especial con los elementos. Nací con el don de manejar el elemento viento a mi voluntad, gracias a mi madre. Sin embargo también puedo manejar en menor escala el elemento agua, al ser la parte que me heredó mi padre; y entonces como dije antes, Eldan, mi Maestro y yo viajábamos por el bosque.

El día transcurría y nos acercábamos a las Tierras del Norte. El atardecer comenzaba y con ello los vientos helados del territorio nos daban la bienvenida. Nos adentramos en el bosque de Snjör, un bosque cobijado por una nieve extremadamente blanca que a pesar de pensar, que no podía tener condiciones para mostrar un paisaje lleno de vida, era sorprendente ver con tus propios ojos que era todo lo contrario; los fríos que azotaban esa región causaba que todo fuera natural y bello, al no tener intervención alguna del hombre.

A lo lejos miramos una ventisca en dirección a nuestro camino. La nieve cada vez se tornaba más densa y los cielos se cubrían con nubes oscuras cargadas de furia; debíamos parar y buscar refugio.

Eldan, con esa conexión con la naturaleza, nos guió a una pequeña caverna que tal vez había servido como hogar de hibernación para algún oso, nos adentramos con precaución.

Antes de que la luz del sol desapareciera por completo Eldan y yo salimos a buscar ramas caídas de los árboles para encender una fogata, y así pudiéramos pasar la noche sin congelarnos. Mi maestre se quedó en la cueva protegiendo y resguardando el objeto que nos había dado la Reina, en nuestra situación era el mas apto para cuidarlo en caso de que nos atacarán.

Recuerdo haber tomado el camino a mi izquierda, mientras que Eldan tomó el de la derecha. Iba mirando los árboles, buscando ramas gruesas que aguantarán ser quemadas toda la noche, y así no llevar centenares de ramitas que tendríamos que cambiar a cada momento para mantenernos calientes.

Cuando sin buscarlo, ni preverlo, a lo lejos escuché unos pasos ir a toda prisa sobre la nieve. Tomé con mi mano diestra mi espada y me escondí detrás de un gran tronco de árbol para observar. Esperé hasta tener visión de quien se trataba para saber si debía preocuparme o dejarlo pasar de largo. Cuando frente a mí, alguien cayó al suelo tropezando por la nieve.

Me llevé una gran sorpresa al ver a una joven. Ella tendría más o menos diecisiete años, ya que aún conservaba sus rasgos de niña, facciones tiernas y ojos llenos de ilusiones. Sus pupilas eran de un color oscuro, ojos grandes adornados con pestañas largas y muy negras. De piel bronceada, cabellos negros ondulados y largos. Con una estatura media y complexión delgada. La joven llevaba un vestido holgado entre color verde oscuro y azul; tonalidad de las hojas congeladas del bosque. La pobre chica sufría de frío, sus dientes titiritaban y chocaban entre si.

Sin dejarme llevar por su apariencia, la estudié, esto para asegurarme de que no era alguien tratando de llamar mi atención para robarme. Cuando estuve segura de que no representaba una amenaza, salí de mi escondite y me acerqué a ella justo al frente extendiendo mi mano. La chica se asustó al verme y palideció, pude notar como se llenó de terror mientras en su rostro caían lagrimas a centenares y toda su fe y esperanza se esfumaba. Solo pudo echarse hacia atrás y golpear mi mano.

—Ten piedad ¡no me mates! — suplicó—. Juro que haré lo que Él desee.

El desespero en sus palabras llamó mi atención. Era extraño ver a alguien de su edad suplicando de esa manera, como si ya supiera que se acercaba su final.

—No te haré daño —dije de manera amigable—. Veo que estas huyendo de algo, te ayudaré si lo deseas, pero... — la miré de arriba a abajo—, déjame darte esto. —Me quité la capa que me resguardaba del frío y se la entregué.

Mi capa era de color entre verde bandera y turquesa, lo cual hizo que combinará con su vestido muy bien. La joven se quedó inmóvil tratando de asimilar mi acción, al parecer nadie había hecho un gesto amable para ella en mucho tiempo.

—¡Listo! —dije cuando abroché el botón superior de la capa—. Así ya no tendrás frío.

Le ofrecí de nuevo mi mano, ella accedió a darme la suya y la levanté. Esa chiquilla tenía la intención de decirme algo, confesar algo importante, cuando un grito a la lejanía la interrumpió y ella se tensó.

"¡Pequeña hechicera no podrás huir de nosotros!", dijo alguien a nuestras espaldas.

De inmediato la joven se colocó detrás mío asustada. Saqué mis espadas de inmediato y esperé hasta poder ver a los agresores. La noche había llegado y de no ser por las antorchas que llevaban esos sujetos, no podría haber tenido visión de mi alrededor.

Aquellos que la perseguían eran conocidos como "Los Dibujantes". Todos sabían que donde ellos plasmaran un dibujo con tinta negra y roja, terminaba teniendo vida su creación. Debido a esto, eran considerados un grupo muy letal, ya que sus dibujos se levantaban materializados y con atributos como el ser u objeto real.

El hombre que perseguía a la joven llevaba por nombre Gorem, líder de los Dibujantes. Y la pelirroja que llegaba en el flanco contrario era conocida como Asesina; tenía a dos de los dibujantes más letales a cada uno de mis flancos.

—Entrega a la chica y juramos no hacerte daño. —Me dijo en forma de orden el Líder Dibujante—. Sé quien eres, Väktare de Viento, evitemos una pelea y cada uno sigamos nuestro camino. Sería muy estúpido enfrentarnos por alguien como ella, —señaló a la joven a mis espaldas.

—Si me conoces, sabrás entonces que no puedo hacer lo que me pides —dije—, y si me atacas, tendrás un grave problema con mi Reino.

—¿Tu Reino? —preguntó con sarcasmo el dibujante—, ¿no querrás decir con la Reina de Luz el Líder Legionario? —el hombre se burlaba de mi.

—Entonces sabes que nadie provoca a la Reina de Luz —dije mas seria—, y nadie se atreve a tocar algo que le importa al Líder Legionario. —Lo amenacé.

El intruso borró la sonrisa triunfante de su rostro. Se llenó de seriedad al entender que provocaría si se atrevía a tocarme; la Reina de Luz era mi tutora y una leyenda guerrera en el continente, el Líder Legionario era un guerrero vampiro Ancestral que me tenía un gran aprecio.

Gorem me conocía, pero ¿quién no había escuchado de los Väktares del Reino de Luz?, éramos famosos en los siete reinos del continente de Mu.

Mientras que el mandamás Dibujante se tomó la molestia de acaparar mi atención, del lado opuesto la pelirroja dibujaba a un enorme dragón. Ellos no cumplirían su palabra, me iban a atacar a traición y seguramente entre las sombras del bosque había más Dibujantes escondidos esperando la orden de su Líder.

Me preparé para lo que pudiera pasar, no era la primera vez que me encontraba con alguien peligroso, cuando, una enorme neblina comenzó a inundar el lugar. El fenómeno no era natural, bueno sí, al ser creada por mi maestre que manejaba la naturaleza a su antojo. Él se encontraba en algún lugar del bosque, había salido a buscarme cuando Eldar regresó a la cueva sin mi.

En la confusión, agarré a la joven de la mano y corrí guiándola hasta nuestro refugio temporal. Mi Maestre creo una barrera en el exterior de la cueva para que no pudieran localizarnos, y se sumergió en la profundidad de la cueva con nosotros. Se le veía tranquilo como siempre, como si no hubiera hecho un esfuerzo al invocar una variante de los elementos; esto es lo que definía la diferencia entre Maestres y los demás.

Una vez que la tranquilidad volvió, mi Maestre me reprendió por querer hacer las cosas sola, también por entrometerme en un asunto que no era mío y querer hacerme la valiente frente a Los Dibujantes. Sin embargo cuando miró a la joven que había ayudado, olvidó que hacía conmigo y se le acercó.

—¿Quién eres?— le preguntó con esa pasividad que lo caracterizaba.

—Mi nombre es Kjyaden —respondió la joven seguramente al creer que recibiría un regaño como lo hizo conmigo—. Soy hija del Gran Mago que sirve al Señor de las Tierras del Norte, Snow. —Esta parte nos sorprendió a todos—. Desobedecí las ordenes de mi padre al no querer formar parte de los Sustentos del Reino de Blizzard, y escapé de mi responsabilidad, —se sinceró entre lagrimas—, por mi osadía jamás podré regresar a mi hogar, ya que mi padre creó un encantamiento para que la ciudad jamás fuera encontrada, inclusive por los que nacimos ahí. —Se le veía sumamente arrepentida—. Desde niños se nos advirtió que nunca saliéramos de el reino, y se supone que sólo aquellos con magia pueden encontrar el camino, pero cuando yo salí aún no me enseñaban como localizar la barrera y pues me perdí. Fue entonces cuando encontré a los Dibujantes, al principio me hicieron sentir necesitada e importante, pero después me di cuenta que sólo querían que le diera más fuerza a sus creaciones. Escapé también de ellos y heme aquí, huyendo como una delincuente sin hogar y sin un lugar al cual acudir.

Cuando Kjyaden término de contarnos su historia, mi Maestre, Eldar y yo, nos miramos teniendo lástima por la chica. A la vez que nos preguntábamos si sería prudente decirle que nosotros íbamos a su hogar. Podíamos regresarla a su reino, pero primero teníamos que saber si su relato era verdad. De esta forma mi Maestre nos llamó a Eldar y a mí para hablar a solas.

—No sabemos si su historia es real,— dijo lo que Eldar y yo también pensábamos— así que hay que confirmarla. Eldar y yo nos iremos por la mañana para entregar el objeto, —informó—, tú Erendi, te quedaras con ella, a nuestro regreso te pondremos al tanto de lo que haremos, ¿de acuerdo?

Mi amigo y yo asentimos al estar de acuerdo. Regresamos con Kjyaden y le ofrecimos comida, algo de beber, por que creímos que en su persecución no tuvo tiempo de hacer y la dejamos tranquilizarse.

—¿Tú que crees? —me preguntó Eldar mientras señalaba a la niña con un ademán de cabeza.

—Tu dime, eres el experto leyendo a todo ser.

Gracias a la conexión de Eldar con la naturaleza, siempre sabía quien poseía un corazón puro o uno lleno de maldad. Tal vez el que no pudiera leer a Kjyaden se debía a su magia, tal vez el tiempo junto a Los Dibujantes había corrompido su propio flujo mágico, haciendo que el Elfo no pudiera llegar a una conclusión.

—Le daremos el beneficio de la duda. —Dijo por fin, para luego platicar de otra cosa como solíamos hacerlo siempre.

Kjyaden nos observaba desde su posición, lejos de mi Maestre, supongo le causaba algo de temor la imponencia de su ser, pero cerca de Eldar y yo; la bella figura de Eldar con ese porte que tiene todo Elfo seguramente llamaba su atención.

—Creo que le gustas —dije a Eldar para incomodado un poco—. Así como le gustas a todas en cualquier lugar que estemos.

—Lastima que aquella que me interesa no me vea como ellas. —Con esto, Eldar se apartaba de mi e iba a charlar con mi Maestre sintiéndome un poco culpable.

Kjyaden al ver que mi amigo se había ido, se acercó a mí mientras se desabrochaba la capa por el cuello. Cuando estuvo a unos pasos me extendió la prenda entregándome mi propiedad.

—Toma —dijo algo torpe—, tu capa... —se avergonzó— gracias. —Se quedó inmóvil con el brazo extendido.

—Puedes quedártela —respondí con una sonrisa—, te combina de maravilla con tu vestido. —Miré como le sacaba una sonrisa mi comentario.

—No puedo aceptarla, —tenía bastante vergüenza—, se ve que es muy costosa.

Sin embargo regalar una capa era de gran ayuda a mi guardarropa. La Reina Elian siempre me recibía con un regalo a mi regreso de cada misión, haciendo que tuviera centenares de capas de diferente estilo y color. Vestidos que solo usaba de vez en cuando para darle gusto. Zapatillas y botines a montones; una capa perdida seguramente iba a ser remplazada por otra a mi regreso.

—Descuida, —tomé la mano de Kjyaden pegándola a su cuerpo—, yo tengo más como esta, y hay cierta personita que me las regala a cada rato, —y era verdad—, puedes quedártela.

Kjyaden se sentó a mi lado con una bella sonrisa admirando la elegante prenda, creo la había hecho feliz por un momento.

—¿Así que con esto visten las personas como ella? —dijo en bajo la joven llamando mi atención. —Digno de su belleza —balbuceó.

—¿Te refieres a mi? —pregunté sin recato alguno, haciendo que Kjyaden se sonrojara y se llenará nuevamente de vergüenza a un pensamiento que se supone era personal.

—Perdón —se disculpó de inmediato—, pero es que pareces tan irreal que me cuesta trabajo asimilar que eres una persona como yo.

¿Irreal?

Era la primera vez que me decían eso. A mi criterio había seres que en verdad parecían irreales y a los cuales jamás tendría la oportunidad de compararme; una de ellas era la Reina Elian.

—Soy tan humana como tú, tengo defectos —aclaré de inmediato—, si hablamos de personas irreales, tienes como buen ejemplo al Señor del Norte, Snow. Ya sabes, con ese cabello blanco y piel como la nieve. De un atractivo sin igual que enamora a toda fémina al primer vistazo. Además de ser poseedor de un enorme poder congelante capaz de hundir todo el planeta en un invierno perpetuo solo con desearlo.

—Se te olvidó decir que también es un guerrero legendario — comentaba Kjyaden con sarcasmo—. La verdad es que no tengo el gusto de conocerlo, toda mi vida me la he pasado en la academia tratando de mejorar mi magia, que nunca he podido tan siquiera atravesar las puertas del Castillo Blizzard y ver a nuestro Señor a la lejanía, —se encogió de hombros— pero veo que un Väktare puede darse el lujo de conocer tierras, personas y realeza de otros Reinos.

—Yo tampoco conozco al Señor del Norte —confesé—, lo que te acabo de decir es por que lo he escuchado de otras personas.

La chica me miró desconcertada, es, como si no creyera mis palabras.

—Y un Väktare no es lo que crees. Tenemos muchas restricciones y responsabilidades; en pocas palabras, no te dejes llevar por nuestro exterior.

Dicho esto, ninguna pronunció una palabra más. Kjyaden sufría de un cansancio extremo y poco a poco fue quedándose dormida hasta que su cabeza cayó sobre mi hombro.

Del lado opuesto, mi Maestre nos observaba estudiando el comportamiento de la forastera, quería saber que tan concordante eran sus palabras con su actuar. Eldar, a su lado, se mantuvo con los ojos cerrados, no dormía, solo descansaba sin dejar de prestar atención al entorno.

"Mantenla vigilada", entendí la orden de mi maestre al verlo a los ojos.

De esta forma, tratamos de descansar un poco. Llevábamos cinco días de viaje y no sabíamos si nuestro retorno sería inmediato, o podríamos enfrentarnos a algo inesperado. Coloqué a Kjyaden en la pared de la cueva y la tapé con la capa, reacomodé el fuego y con espada en mano, trate de dormir un poco.

Aug. 16, 2023, 4:19 p.m. 0 Report Embed Follow story
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To be continued...

Meet the author

Erendi Demonai Para mi no existe el: "Y vivieron felices por siempre..." por que simplemente la vida real no es así. Mis personajes nunca llegarán a declararse, por que de hacerlo terminarán con el corazón roto o muertos. Escribo Fantasía, Fantasía Epica y Ciencia Ficción. Las Realidades Alternas me gustan.

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