violetajm Violeta Murillo

Jack solía vivir en Skyfall, hasta el día de su muerte. Tras ello, se verá obligado a vivir en un mundo diferente, el cual se irá convirtiendo poco a poco en su hogar. Sin embargo, una serie de asesinatos en su antiguo pueblo consiguen que se vea obligado a averiguar qué ocurre entre ambos mundos, con la ayuda de su mejor amiga Denisse. Pero se verá atrapado, y solo podrá seguir adelante con la ayuda de una persona que jamás pensó que conocería.


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CAPÍTULO 1

Las horas en el reloj pasaban tan lentas que casi parecía que el tiempo se había detenido y, con él, el mundo había dejado de girar y los corazones habían dejado de latir. Pero sabía bien que eso era tan sólo una nube de falsedad creada por mi imaginación de infinitos finales y principios. Tantos, que se podría decir que ni siquiera había principio ni final. Eran pensamientos sin fin que nacían unos a partir de otros, entrelazándose así en una interminable cadena de irrealidad, mezclada con intrascendencia y locura. Me gustaba la idea de saber que tenía una capacidad diferente a la del resto de los niños, pero a veces me aterrorizaba. Mientras que el resto de chicos de mi edad pensaban en cosas tan simples y sin valor alguno, como era aquel famoso pensamiento sobre qué querían ser de mayores, yo pensaba en otro tipo de cosas que hacían que surgieran dudas en mi interior, que me ponían los pelos de punta y me daban escalofríos cada vez que me encontraba con alguno de ellos.

Como muchas otras veces, estaba pensando en la muerte. ¿Qué podría haber detrás de ella? ¿Qué era realmente la muerte? ¿Acaso morimos del todo o nuestras almas perduran hasta la infinidad entre las partículas del aire? Quería saber qué ocurría después de perder la vida, quería descubrirlo yo mismo, aunque no sabía que eso pronto se haría realidad, y que pronto descubriría lo que muchas noches en vela me había intrigado.

Miré fijamente al viejo reloj que colgaba de la pared paralela a la de mi cama, aunque apenas lo veía por la cantidad de oscuridad que reinaba en la habitación. Podía escuchar el ligero TIC TAC que producía la casi invisible manecilla de los segundos, ruido que confirmaba la vida duradera del reloj. De no haber sido por ese ruido, habría pensado inmediatamente que el tiempo había desaparecido, se había parado; pero ese ruido nunca dejaba de hacer eco entre las paredes. Seguía sin poder ver qué hora marcaba, ya que la única luz que se colaba a través de las oscuras cortinas que colgaban delante de la venta, rompiendo así esa perfecta y negra neblina que cubría la habitación, era la de la luna creciente. Iluminaba lo suficiente como para ver las siluetas de los objetos que decoraban la sala, pero nada más.

Ya acostado en la cama, refugiado en mi búnker de sabanas, suspiré. Era otra noche más, igual que muchas otras; o al menos eso pensaba. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí el viento feroz golpeando contra la casa, creando cientos de ruidos que se asemejaban a risas siniestras, a voces que susurraban mil palabras a mis oídos; a un silbido suave que viajaba a través del aire, a través de las finas ramas de los árboles, los cuales movían sus esbeltos cuerpos sensualmente, dibujando así siluetas grises que bailaban en la pared blanca de mi habitación. Parecía la típica escena de una película de terror, justo la parte en la que el protagonista se aterroriza y se obsesiona por los ruidos de la noche y de repente es llevada al silencio entre los estruendos de una tormenta descontrolada.

Me reí, sabiendo—o más bien, pensando que sabía—que eso no me ocurriría a mí. Pero después de esa noche no me reiría por ese pensamiento, más bien, me reiría por lo ingenuo que era de pequeño al no saber que esa noche pronto se convertiría en mi propia película de terror. Dejando de lado aquellos pensamientos, comencé a pensar en algo que realmente me importaba en ese momento y me estaba comiendo vivo poco a poco desde que había ocurrido.

Mi padre había huido de casa hacía horas, después de haber tenido una gran pelea con mi madre. Como de costumbre, había escuchado toda la conversación, solo que no había comprendido del todo sobre qué hablaban. Había sido una de las peores peleas que habían tenido en mucho tiempo y esa sola idea causaba que el miedo que ya circulaba por mi cuerpo aumentase. ¿Qué podría pasar después de todo esto? Realmente no quería pensar en ello porque sabía que mi mente me iba a jugar sucios trucos, creando cientos de teorías diferentes, ninguna con un final feliz, cosa que tan sólo empeoraría mi situación. Pero aunque quisiese, no podía eliminar aquella imagen de mi padre saliendo de casa, con la ira inyectada en su intensa mirada; mirada que veía tan sólo a mi madre.

Estaba preocupado. Había marchado de casa a las once de la mañana y era casi medianoche, y aún no había habido señales de vida por su parte. ¿Acaso volvería? Eran pocas las veces—por no decir inexistentes—las que se iba pronto por la mañana y se quedaba tantas horas fuera, y eso era de todo menos buena señal.

Había estado preguntándole todo el día a mamá a ver que se suponía que había pasado y si papá estaba bien, pero todas las veces evadía mis preguntas con preguntas o con un mero y perturbador silencio. Pero en ningún momento me rendí, porque sabía bien que tarde o temprano me lo tendrían que contar, y siempre era mejor saberlo temprano antes que tarde. Lo único malo de no haberme rendido fue que la mala suerte había decidido acompañarme en ese momento en el que realicé esas preguntas por última vez, consiguiendo que mamá me enviase a la cama a una hora temprana. Me parecía injusto que me quisieran apartar del tema, ya que había estado en cada pelea y había oído cada palabra que se había escapado de boca de ambos. Pero la vida es así, cuando eres un niño tienes que preocuparte de cosas de niño y cuando eres mayor te preocupas de cosas de mayor. Y aunque fuese así, no me hacia ni pizca de gracia, ya que siempre me había decantado más hacia los temas de adultos, temas con importancia, antes que por los temas intrascendentes de los que hablaban los compañeros de mi clase. Era estresante, pero no había nada que yo le pudiese hacer.


Dando eso por concluido, aparté todo aquello de mi mente y cerré los ojos con la idea de conciliar el sueño de una vez. Di mil vueltas en la cama, incapaz de dormir. Resoplé fuertemente, un tanto indignado por mi constante insomnio, pero intenté prestarle cuanta menos atención pude, cerrando una vez más los ojos. Y justo cuando estaba a punto de caer en brazos de Morfeo, el reloj de cuco que vivía en la pared de nuestro salón, sonó, marcando las doce de la noche. Acompañado de ese ruido, sonó un gran golpe, el de una puerta siendo cerrada. Me sobresalté al oírlo, pero pronto me recuperé del susto y salí de puntillas de la habitación.

Si mal no suponía, iba a ser papá, que había venido después de trece largas horas fuera de casa. Cuando llegué a la cima de la escalera, confirmé mis suposiciones. Mi padre había llegado y estaba más enfadado que nunca. Mi madre se acercó a la puerta principal, donde estaba aún mi padre dando tumbos con una botella en mano.

Pronto las risas que se escapaban de boca de él fueron sustituidas con un gruñido al verle a ella. Eso fue lo que más me había herido, teniendo en cuenta que había visto cada una de las escenas violentas entre ellos. Y estaba bien seguro de que esta era la primera vez que mi padre llevaba esa mirada, y más aún, dirigida a mi madre.

Me senté en el escalón más alto, tratando de mantenerme resguardado en la oscuridad, aunque eso no me costó mucho, ya que las sombras que invadían la casa conseguían envolver mi cuerpo de tal manera que hasta podría decirse que me sentía invisible. Pero ahora no era tiempo para tonterías, tenía que centrarme en lo que estaba ocurriendo abajo.

Mi madre vio la botella que él llevaba en la mano y después, sus miradas se juntaron. No podía ver la expresión de mi madre, pero todo en mi cuerpo me decía que tenía miedo. Era la primera vez que sentía eso y no me gustaba nada. Sabía que mi padre no se atrevería a hacerle nada, nunca había posado una mano sobre ella y tampoco veía la posibilidad de que hoy fuese el primer día que lo hiciese, pero obviamente me veía equivocado. No sabiendo esto último, me auto-convencí de que él la amaba y que, debido a esto, no le haría daño físicamente.


—¿Josh? ¿Qué has hecho? —preguntó mi madre, fijando la mirada en la botella casi vacía que llevaba papá.


—¿No es obvio? —respondió él, tomando otro trago y soltando una carcajada al mismo tiempo.


No era la primera vez que venía a casa bebido, pero sí era la primera vez que su mirada expresaba toda clase de sentimientos, ninguno de ellos buenos, que al verlos me ponían los pelos de punta. No entendía por qué la miraba así, ellos se amaban. Incluso iban a tener a mi hermanito dentro de poco.


—El niño me ha estado preguntando cosas todo el día, Joshua. ¿Qué se supone que le debo decir? ¡Esto tiene que acabar! —dijo mi madre en un susurro, con la intención de que yo no lo escuchase, sin saber que yo ya estaba ahí presenciando la escena.


—Mira Kira, me da exactamente igual lo que le digas a ese mocoso. —Mi padre dio un paso hacia adelante, acercándose amenazadoramente a mi madre.


Ella se frotó la barriga como si estuviese protegiendo al bebé, mientras que mis ojos se llenaban de lágrimas cristalinas. Pestañeé varias veces para evitar que consiguiesen escaparse, e intenté calmarme respirando silenciosamente, pues no podía permitir que me descubriesen.


—¡No hables así de tu hijo! —exclamó mamá entre dientes, tratando de mantener la voz lo más baja posible.


—No digas eso... Sabes perfectamente que...


No le dio tiempo a terminar la frase; la mano de mamá se alzó y golpeó a papá en la mejilla. El golpe hizo eco por toda la casa, pero no pareció preocuparles. Ella ahogó sus llantos tapándose la boca con la misma mano con la que había golpeado a mi padre; la otra, seguía protegiendo su barriga ligeramente hinchada. A pesar de ello, las lágrimas recorrían su rostro, y tuve que hacer un vasto esfuerzo para que no me ocurriese lo mismo.

Detestaba verla llorar. Aunque habían sido pocas las ocasiones que la había visto así, cada vez que sucedía un dolor inmenso se apoderaba de mi ser; me sentía impotente al no poder hacer nada por ella, al no poder calmarla.


─Me da igual, Kira, ya te lo he dicho. Nunca quisimos tenerlo y lo sabes, y sabes que si pudieses volver atrás y no tenerlo lo harías. Los dos lo sabemos. E incluso si lo he criado yo y toda esa mierda él no es... ─No terminó la frase, esta vez por voluntad propia.


¿No soy qué? Esperé a que terminase la frase, pero las palabras nunca llegaron a pronunciarse. Observé su rostro; no expresaba emoción alguna. Tampoco hizo esfuerzo por mantener el volumen bajo, a diferencia de mamá, quien temía que yo pudiese despertarme. Pero, supuse, que ya se habría hecho a la idea de que estaba despierto, ya que los gritos de papá retumbaban por el pasillo, creando un eco dentro de mi cabeza que me atormentaba.

Por unos segundos permaneció quieto, pero pronto pude ver cómo empezó a dar golpes a las cosas, dejándolas caer al suelo y romperse en pedazos. Se acercó a mamá, mientras que ella se echaba lentamente hacia atrás, tratando de alejarse de él lo máximo posible, lo cual hizo que acabaran ambos en el salón. Bajé un par de escalones más para continuar escuchando y, con un poco de suerte, poder ver entre los barrotes. Las luces de arriba estaban apagadas, lo que significaba que gran parte de las escaleras estaban sumidas en la penumbra; eso me daba una ventaja.


─Su cumple es dentro de unos días, Josh. Va a tener ya siete años, ¿no crees que has tenido tiempo suficiente para decir esas cosas? ─reprochó ella.


De brazos cruzados, miró incrédula a mi padre, mientras que las lágrimas continuaban por ahogar su rostro. Él la observaba ceñudo, sin saber con exactitud qué decir. En un abrir y cerrar de ojos, mi di cuenta de que su mano estaba golpeándola frenéticamente.


─¡No! ─grité yo, renunciando a mi perfecto escondite en la oscuridad y corriendo hacia ella.


─Jack, ¡vete! ─exclamó mi madre como pudo, ya que yacía en el suelo bajo el cuerpo fornido de mi padre, su rostro oculto bajo sus manos ensangrentadas.


La escena me aterraba, pero no pensaba irme sin hacer nada.


─No me pienso ir, mamá ─aseguré, tratando de ponerme frente a mi padre con lágrimas formándoseme en los ojos.


Nuestras miradas se cruzaron y ya no podía ver a mi padre ahí dentro. Veía un monstruo de ojos oscuros, sin vida pero llenos de adrenalina, dispuestos a hacer lo que fuese para desahogar su cólera, para deshacerse de los demonios que drenaban la vida de su cuerpo poco a poco. Me dolía verle así. Me dolía saber que una simple botella había conseguido cambiar a mi padre por un monstruo que estaba destruyendo a mi familia por sus malditos caprichos.

Lo próximo que supe fue que estaba en el suelo, donde antes había estado mi madre herida, y de pronto la oí llorar y gritar de fondo. Noté cómo el impacto de la botella de cristal en mi cabeza empezó a esparcirse con lentitud por todo mi cuerpo, causando un dolor tan inaguantable que comenzó a entumecerse, convirtiéndose en un mero calor que recorría impasible por mis venas, mis huesos y cada milímetro de mi cuerpo. Podía notar golpes en otras zonas de mi cuerpo, pero no presté atención; no podía.

Moví débilmente mi mano temblorosa al lugar del impacto, y todo lo que podía sentir eran trozos de cristal incrustados en mi cabeza, mezclándose con la espesa sangre que brotaba de las heridas sin cesar. Un único pensamiento pasó por mi mente; este era el final.

Mamá se arrodillo como pudo para poder sujetarme en su regazo durante mis últimos momentos. Noté las lágrimas frías cayendo sobre mi frente.


─Mamá... Te... Te quiero ─balbuceé.


Fueron las únicas palabras que fui capaz de pronunciar. Podía oír sus llantos y sus gritos haciéndose aún más altos y seguidos, mientras que me agarraba con fuerza contra su pecho. Dejé de sentir nada, ya no sentía el roce de su piel con mi piel, ya no sentía sus dedos acariciando delicadamente mi piel ni el calor que había recorrido mi cuerpo minutos antes. Traté de decirle que se tranquilizase, pero no podía, ya no tenía control sobre mi cuerpo. Y poco a poco, los ruidos que había podido escuchar se iba ahogando junto con mi ser, y la realidad se me escapó torpemente de las manos; estaba solo, en el silencio, en la oscuridad.

Fueron unos segundos aterradores, hasta que vi una luz cegadora envolviendo mi cuerpo, arrancándome de los brazos de mi madre; aquellos que no iba a volver a sentir nunca y que no me iban a volver a abrazar.

Por unos instantes, conseguí ganar esa constante batalla con mi cuerpo; tomé control y abrí los ojos, pero al mirar abajo lo único que pude ver fue a mi madre sollozando con desesperación, mientras sujetaba un cuerpo entre sus brazos. Mi cuerpo. Pero, ¿cómo era posible que fuese yo si me encontraba ahí arriba? Miré de nuevo hacia donde me alzaba, pero ya no me encontraba en el mundo. Estaba... ¿en el cielo?


Me levanto sobresaltado y lleno de sudor en mi cama; una vez más he tenido esa terrible pesadilla. Son las once y media de la noche, aún queda media hora para que cumpla los 18 años. Llevo esperando este día desde que subí aquí arriba y me explicaron cómo funcionaba todo. Por fin conseguiré tener las alas más grandes aún y me asignarán un pueblo al que proteger. Espero que estos once años de entrenamiento para este día hubiesen servido de algo.

Intento volver a dormirme pero lo único que consigo es dar vueltas en la cama. Me quedo mirando al techo en blanco y recuerdo el sueño que acabo de tener. Ese horrible día que me perseguiría durante el resto de mi existencia, las dudas que aún rondaban mi cabeza desde ese día, mi hermano... Los minutos me pesan como toneladas de acero sobre mi cuerpo, haciéndoseme eternos, interminables.

Finalmente me consigo relajar y cierro los ojos. Me giro unas veinte veces y me muevo durante unos minutos para coger la postura perfecta y dormir en el lado fresco de la almohada, y después de eso me dejo llevar poco a poco por Morfeo.

Mi despertador suena lo que parecen minutos después aunque al mirarlo sé que en realidad han pasado horas. Vuelvo a cerrar los ojos para dormir cinco minutos más pero los vuelvo a abrir bruscamente cuando me doy cuenta de qué día es. ¿Cómo se me había podido olvidar? Me levanto perezosamente de la cama soltando mi típico gruñido mañanero que indica que no se me debe molestar mucho pero inmediatamente oigo a alguien llamar a la puerta. Denisse entra con una sonrisa y me acerco a ella. A ella es a la única a la que le dejo molestarme por las mañanas, aunque no lo suele hacer a estas horas.


─Buenos días, pequeña. ─Rodeo mis brazos alrededor de ella, apretándola en un fuerte abrazo.


─Muchas felicidades, Jack. ¿Has dormido bien? ─Se separa de mí; preocupación cubre su rostro y sus pupilas cubren de negro sus preciosos ojos color azul.


Se me borra la sonrisa de la cara al recordar los 11 anteriores años aquí. Esa noche me atormenta de vez en cuando, pero los días antes de mi cumple es cuando más pesadillas tengo recordándome aquella noche que estuve en la Tierra por última vez. Parece un tiempo tan lejano que a veces se me olvida que de verdad viví allí. Aunque no es nada extraño que se me olvide, porque he vivido más años aquí que allí y de verdad que prefería que fuese así.

Denisse me mira expectante mientras espera mi respuesta y pronto salgo de mis pensamientos para contestarle.


─Sí, sí he dormido bien ─miento.


No me gusta mentirle pero si hay algo que he aprendido por mi cuenta en este lugar es a mentir. Desde aquel día todo el mundo me pregunta si estoy bien. ¿Cómo esperan que esté bien? Fui asesinado por mi mismísimo padre, ¡por Dios! Sé que todos los que estamos aquí hemos sido asesinados o se suicidaron en nuestro tiempo en la Tierra ─y cada día llegan personas nuevas─ pero no todos podemos superar aquello que vivimos en nuestro último día así que, ¿por qué se empeñan en preguntar estas cosas? En fin.

Denisse ha estado aquí para mi desde el día uno. Ella era de nacionalidad francesa aunque su padre era australiano y su madre inglesa. Vivían en Australia, en un pueblo cercano al mío, a Skyfall. Fue raptada y asesinada a la edad de cinco años, un año antes de que yo llegase aquí. Por suerte el golpe que causó su muerte la dejó amnésica, por lo que no recuerda nada de lo que pasó, aunque unos años después Matthew ─el que controla esta zona de este vasto imperio de ángeles─ se lo contó. No por placer ni deber, sino porque ella sentía curiosidad acerca de su pasado, aunque yo intenté convencerla de que no lo hiciese.

Con ella tuve mi primer beso y mi primera vez, a los 13 y 17 años. Ella ha sido mi vida entera desde los seis años, pero hay veces que la veo tan solo como una mejor amiga. ¿Quizás es lo que sienten los humanos? No lo sé y nunca lo sabré.


─No me mientas. ─La voz de Denisse me vuelve a sacar de mis pensamientos.


No digo nada y simplemente le miro a esos ojos tan brillantes que tiene, los cuales a la luz son de un azul grisáceo hermoso, y le coloco detrás de la oreja un mechón de pelo negro que había caído en su preciosa cara que parece hecha de porcelana, moteada con pequeñas pecas. Ella sonríe y le doy un beso en la frente.


─Me voy a duchar. Aún queda... ─digo mirando mi reloj─, una hora para la ceremonia.


─Vale, no tardes. Voy a desayunar, ¿nos vemos en el comedor? -pregunta mientras se acerca a la puerta.


─Por supuesto ─digo con una sonrisa, y se marcha.


Me doy una ducha rápida y en diez minutos me encuentro con Denisse en el comedor, como habíamos acordado. Los minutos se me hacen eternos en este día el cual llevaba años esperando que llegase, y eso me estresa. Y once años tras mi llegada estoy sentado en esta silla de comedor, en este día tan especial y tan ansiado, ahogándome en mis propios pensamientos y revolviendo entre mi oscuro pasado. Como siempre, su voz me rescata de esa oscuridad que va trepando poco a poco por todo mi cuerpo, apoderándose de mi cabeza.


─¿Jack? ¿Estás ahí? Quedan veinte minutos para la ceremonia, ¿piensas ir así? ─dice señalando mi ropa informal.


Sin decir una palabra salgo disparado del comedor para cambiarme y corro a la sala de ceremonias. Para mi suerte quedan aún 15 minutos para que empiece y aún hay alumnos que no han llegado. Somos tan solo diez los que nos "graduamos" este mes, si así se le puede llamar. Cada final de mes se realiza esta misma ceremonia con todos aquellos que han cumplido 18 años a lo largo del mes. Yo, por suerte cumplo hoy mismo en el día de la ceremonia, por lo que Matthew me permitió graduarme este mes en vez del siguiente.


El tiempo se me pasa volando y pronto estoy en el pequeño escenario delante del podio donde se encuentra Matt entregándonos nuestros diplomas. La gente aplaude al verme, lo cual hace que me sienta más nervioso de lo que ya estaba. Sin embargo, sonrío, mostrando mi inmensa gratitud al público, el cual se conforma en su gran mayoría de profesorado.


─Jack, parece mentira que ya tengas 18 años. Parece que fue ayer cuando llegaste aquí y estoy realmente orgulloso de tu progreso y de poder ser el que te entregue esto ─dice Matt dándome mi diploma─. Has sido como el hijo que nunca pude tener y me alegra decirte que ya eres libre y que ha llegado el día de anunciar que eres el nuevo protector de Skyfall.


El corazón se me para al oír ese nombre, pero consigo darle las gracias y forzar una pequeña pero significativa sonrisa. Me retiro del escenario para que el siguiente pueda subir.


─Jack, ¿estás bien? ─Alguien tenía que preguntar, cómo no.


─Sí, Dess, estoy bien. Realmente, no importa, me ayudará a terminar con mis pesadillas. ─Las palabras salen solas de mi boca y al oírlas pienso que puede que tenga razón.


Me dirijo a mi habitación para cambiarme por tercera vez hoy y voy al aparcamiento a por mi coche, que no ha sido usado en mucho tiempo. De ahí me dirijo al edificio representante de Australia y voy en busca de mi nueva oficina, desde donde estaré vigilando mi pueblo de ahora en adelante. No me apetecía volar hasta aquí porque el crecimiento de las alas tan bruscamente es realmente doloroso y aún puedo sentir cómo el dolor me recorre el cuerpo, enviándome un escalofrío por la columna vertebral. Al fin encuentro la puerta que pone "SKYFALL" en grande y entro después de unos minutos intentando reunir el coraje que me hacía falta para girar el pomo de la puerta.

Esto es. Desde hoy voy a poder estar controlando y estar viendo aquel pueblo en el que me crié durante casi siete años. Por fin podré ver qué ha sido de la vida de todos mis seres más queridos. Excepto mi padre. Él me da igual.


March 12, 2018, 2:04 p.m. 5 Report Embed Follow story
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jf jesus fox
me encanto este capitulo seguiré leyendo porque la historia del comienzo te hace sentir que eres parte de ella
July 26, 2018, 11:01

VV Victor J. Vega
¡Primer capítulo leído! :). Uf, el comienzo ha sido brutal. Se me han puesto los pelos de punta. Según lo estaba leyendo, me has hecho estar en tensión acerca de lo que iba a pasar. Seguiré leyendo más capítulos, porque de un primer vistazo has logrado captar mi atención rápidamente (como supongo que le ocurrirá al resto), Además, pienso que el realizar la historia puede tener sus puntos de complicación, al narrar un mundo imaginario de alguna manera. Me encanta leer lo que escribes, es la mejor frase ^^
April 23, 2018, 19:46

  • Violeta Murillo Violeta Murillo
    Muchas gracias, jo. Que ilusión me hace que hayas podido sentir todo eso, es justo lo que quería pero nunca estuve segura de si lo había hecho bien, por lo que me alegra mucho oír que hayas podido sentir el momento. ¡Espero que te gusten el resto de capítulos! :) April 24, 2018, 09:22
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