kesii87 Lucía Camacho

Camile Dunst va a casarse con el hombre correcto y seguro, a pesar de que no agita su corazón. Entonces conoce al padrino de bodas y su mundo se pone patas arriba. Roger Watson es todo lo que detesta en un hombre (mujeriego, creído, egocéntrico y capullo), pero no puede negar esa gran atracción sexual que existe entre ambos.



Erotica For over 18 only.

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Prefacio.

El bar de ambiente estaba a rebosar, todos aplaudían y vitoreaban a las bailarinas que salían al escenario, metiendo luego fajos de billetes en sus estrechas braguitas.

Una despedida de soltero tenía lugar en aquel antro llamado “La pecera”. La mesa de los amigos del novio era la que más ruido hacía con diferencia. Se habían bebido como diez botellas y no parecían estar cansados, en lo absoluto.

Sólo había uno de ellos que no parecía en la misma honda que el resto. Debía ser el jet lag que le estaba jugando una mala pasada, porque él no era así, en realidad.

–Rogger, ¡despierta! – espetó su mejor amigo – si estás cansado vete a la casa, no pasa nada si te vas – aseguró.

Intentó aguantar, pues era la despedida de soltero de su mejor amigo, y no quería perdérsela por estar muerto de sueño. Lo cierto es que cuando le contaron que la despedida sería brutal, imaginó otra cosa, y no lo típico que se hacía en estos casos.

Se levantó con desgana, se despidió de los presentes, agarró sus efectos personales y se largó sin más.

Casi una hora más tarde, el taxi lo dejaba frente a la mansión de su mejor amigo, esa en la que vivía con su actual novia, y en la que había dejado el resto de sus pertenencias.

Metió la mano en sus bolsillos, buscando algo, percatándose entonces de que había olvidado pedirle las llaves del lugar a su amigo.

–¡Mierda! – se quejó, al darse cuenta de que estaba en la calle y la única forma para poder entrar era volviendo al local de ambiente en el que había dejado al resto - ¡Joder! – maldijo, quedándose pensativo durante un par de minutos, cayendo en la cuenta de algo.

***

En el interior de una lujosa mansión tres chicas alocadas se divertían, tenían todo lo que se pudiese desear en una fiesta: grandes cantidades de alcohol, música y el “stripper” estaba de camino. ¿Qué podría salir mal? No os engañaré, aquella noche no estaba siendo mi noche en lo absoluto. Para empezar, me había peleado con Alex, el cual opinaba que había que aplazar la boda pues su abuelo y su padre no podrían estar presentes.

Ni siquiera os lo he dicho aún, pero Alex era mi prometido.

Estaba más borracha que nunca, pues no solía beber con asiduidad.

Cuando las chicas me dijeron que estaban preparándome una fiesta de despedida, no me lo podía creer, incluso intenté zafarme. Las fiestas no iban demasiado conmigo. Me gustaba el orden y la serenidad, ¿era mucho pedir que me hicieran algo más tranquilo? Pues al parecer sí que lo era.

Aun así, en aquel momento, no podía quejarme, pues al menos tenía alcohol para ahogar mis penas.

Bailaba, divertida, con mi copa en la mano, cuando recibí un mensaje del idiota de mi novio, lo abrí con desgana y observé lo que me ponía. No iba a disculparse ni por asomo, él no era así, nunca se disculpaba ante mí, y eso era algo que odiaba.

<<Rogger va de camino a casa, he olvidado darle las llaves. ¿preparaste la habitación que te pedí?>>

–Móviles fuera – me dijo Madison quitándomelo de lleno, tirándolo al sofá, para luego coger mis manos y seguir bailando aquella canción tan sexy.

El timbre de la puerta nos puso a todas histéricas, incluso gritamos, pues aquello sólo quería decir una cosa: el “stripper ya estaba allí” Corrimos hacia ella, como si se nos fuese la vida en ello, pues ninguna queríamos ser las últimas en pasar un rato con aquel bombón que nuestro amigo Tony nos había enviado. Era una pena que él no hubiese podido estar presente, por culpa de esa escapada con su marido, a las islas Fiyi.

Abrí la puerta y …

¡Por Dios! Era incluso más guapo que en la foto que Tony nos había mandado. Era alto, guapo, con el cabello alborotado y oscuro, barba de tres días que lo hacían ver tremendamente sexy, y el rostro algo cansado, vestido con unos jeans y una blusa, miraba hacia nosotras sin comprender. Pero no fue nada de eso lo que llamó mi atención, si no su mirada sobre la mía, que hizo que me latiese el corazón a toda velocidad, cómo nunca lo había hecho, ni siquiera por Alex.

Hacía tiempo que la magia entre él y yo no fluía, aunque… si he de ser totalmente sincera… ni siquiera estaba segura de que alguna vez la hubiésemos tenido. Siempre supimos que nos casábamos por un favor personal a mis padres más que por otra cosa.

Él estaba mucho más irritante que de costumbre, al principio pensé que podría ser por la boda, pero entonces caí en un pequeño detalle: había empezado a estar molesto por todo después de que volviese de su último viaje de trabajo.

–Señoritas – comenzó el estríper haciéndome volver al presente. Su voz ronca y sensual me atraía incluso más.

–Es más guapo en persona – dijo Madison, mientras yo me mordía el labio inferior, histérica, bajando la mirada.

Sabía que Katy se abalanzaría sobre él de un momento a otro y cuando lo hizo no fue ninguna sorpresa, pues había estado hablando de ello antes.

–¡Oh Dios Mío! – comenzó Madison después de leer el mensaje que acababa de llegarle – Tony dice que su amigo no puede venir.

–Entonces… ¿éste quién es? – señalé hacia el chico al que nuestra amiga seguía besando y que a él estaba dejado sin aliento. Caí en la cuenta en cuanto pensé en ello detenidamente – ¡Oh, Mierda! – me quejé, haciendo que ella me mirase con la boca abierta, pues yo no solía ser tan mal hablada con ellas, no era parte de mi fachada de buena hija y novia.

Agarré a Kat del brazo y tiré de ella para apartarla de él, mientras este intentaba recuperar la compostura.

–¿Qué está pasando? – Se quejó nuestra amiga que parecía molesta de que la hubiese interrumpido en su mejor momento.

–Él no es el stripper – le informé, haciendo que Mad rompiese a carcajadas con tal malentendido, mientras Kat no entendía nada – es Rogger, el amigo de Alex.

Todas miramos hacia él para corroborar mi teoría, pero este estaba ocupado limpiándose las babas que mi amiga le había dejado en la boca. Esa chulería nata que se gastaba hizo que a las tres se nos cayesen las bragas.

–Hola chicas – nos saludó mientras Katy le saludaba con los dedos, algo nerviosa, tocándose los labios que habían estado sobre los suyos, sin estar ni un poquito avergonzada.

–Soy Madison – se presentó la otra, con una sonrisilla tímida. ¡Por Dios! ¿Cómo podían ponerse así de estúpidas sólo por un tío?

–Yo Katy.

–Soy Camile – sé que mi nombre marcó un antes y un después en su cerebro, pues tan pronto como lo escuchó perdió su sonrisa y bajó su mirada. Quizás había pretendido algo más conmigo… ¿A quién pretendía engañar? Era más que obvio que no era así, él estaba demasiado bueno como para fijarse en… ¿Pero qué demonios estaba pensando? Yo iba a casarme, no podía estar pensando en otro tío de aquella forma.

–¿Ya ha terminado la despedida de soltero de los chicos? – preguntó Kat, haciendo que él negase con la cabeza.

–No – respondió, para luego mirar hacia cada una de nosotras, de nuevo – ¿Esto es una despedida de soltera? – preguntó, mientras Katy asentía, y él sonreía hacia ella – ¿sólo estáis vosotras tres?

–Nos ha fallado el stripper – se quejaba Madison.

–¿Queréis ir a una despedida de verdad? – preguntó con chulería, conquistando a mis amigas, yo por el contrario no me fiaba demasiado. No cuando le aseguré a Alex que no haría nada del otro mundo en la despedida.

Y así fue como acabamos en el garito más frecuentado de la ciudad. ¿La razón? Había ganado la mayoría absoluta.

Yo no solía salir de pubs y la respuesta era más que obvia: No puedes hablar con nadie en un pub, la música está tan alta que no puedes escuchar nada más y hay demasiada gente. Aunque lo cierto es que me encanta bailar y cuando hay música reconozco que me vuelvo un poco loca. Esa noche baile como una subnormal en la pista, mientras él ligaba con las chicas en la barra. Odio a ese tipo de chicos, por lo que no iba a acercarme demasiado.

La música cambió y empezó una de mis favoritas. ¿Os he dicho ya cuanto adoro el hip hop? Pues me encanta, aunque es un secreto, ni siquiera Alex conoce esa faceta de mí, tan sólo la comparto con mis amigas.

No podía evitarlo, no podía simplemente no bailar, no cuando sentía la música tan dentro de mí, retumbando de aquella manera.

Las chicas llegaron y se acoplaron rápidamente después de haber obtenido su copa, parecíamos unas profesionales bailando aquella canción de uno de mis cantantes favoritos.

Me reí mucho.

Cuando quise darme cuenta Madison se había largado con un mulato muy mono, al que apenas podía verle la cara y bailaban reguetón en la pista.

Katy parecía una lapa con Rogger, no se separaba de él ni un poco. Pero pareció sentirse agradecido tan pronto como ella se marchó al baño.

Nuestras miradas se cruzaron, pero yo fingí no darme cuenta de nada y seguí bailando. Él se fue acercando poco a poco, con movimientos muy profesionales. Se movía realmente bien y cuando estuvo justo delante me agarró la mano para seguir mis pasos con bastante acierto.

No dejamos de mirarnos en toda la canción, lanzándonos miradas cómplices, sonrisas, y buenas vibraciones.

La canción terminó y empezó otra un poco más movida, él siguió mis pasos, incluso cantó conmigo cada parte de la canción. Parecía que él también adoraba el hip hop, pero no era así, su música favorita era otra, justo como me dijo más tarde.

Los chicos no solían acercárseme demasiado, sobre todo porque yo no los dejaba hacerlo, tan sólo Alex había logrado entrar dentro de mi muralla, pero en aquel momento no estaba tan segura de haber hecho lo correcto.

Reí divertida, cuando él puso una pose dura justo al terminar la canción.

Aprovechó eso y acercó su boca a mi oído para susurrar algo.

¡Cielos! Su voz era incluso más sensual de más cerca.

–Demasiado cursi para mí – me dijo, haciéndome reír. Él era muy parecido a mí en muchos aspectos – no somos tan cercanos para bailar una lenta, ¿no?

–No va nada conmigo – le dije, acercándome a su oído para contestarle. Dándome cuenta entonces de que su mano aún estaba entrelazada a la mía. Quizás en cualquier otro momento me habría importado que alguien nos viese y pensase algo que no era, pero en aquel momento, con tanto alcohol en mi organismo me daba completamente igual.

–Yo no debería si quiera estar aquí contigo – se quejó él, poniéndome sobre aviso de algo importante – se supone que me he ido de la despedida de los chicos porque estaba cansado e iba a dormir.

–¿Qué te ha hecho cambiar de idea? – pregunté, apretando su mano para no caerme, volviendo a sentir su respiración en mi oído.

–Ir a un bar con tres chicas, es el sueño de todo tío – bromeó, haciéndome reír, él era todo un caso, mucho más divertido e interesante de lo que Alex me había contado.

–Esta canción está un poco mejor – aseguré al escuchar los primeros acordes – a pesar de ser lenta.

–Demasiado lenta para mí – me corrigió, volviendo a hacerme reír. Tirando de mi mano tan pronto como la canción rompió. Bailamos aquella canción más cerca de lo que debíamos, mientras Katy salía del baño y nos observaba sorprendida, pues ella sabía cómo era yo que no solía dejar que los chicos se me acercasen tanto. Por el contrario, en aquel momento tan sólo reía, junto a un pleno desconocido, bailando, disfrutando de su compañía, como si fuese una chica normal.

–¿Quieres un trago? – pregunté, tras largo rato bailando, observando a Kat cerca de la barra. Asintió y me marché sin más – ¿Qué haces aquí tan sola? – pregunté, llamando al camarero, indicándole que quería un par de tragos.

–¿Vas a acostarte con él? – preguntó, haciéndome reír.

–Kat, voy a casarme – respondí, mientras ella lucía enfadada – por mí puedes quedártelo enterito. No es mi tipo – y era cierto, no lo era, puesto que no estaba interesada en ningún hombre, hacía mucho que me había dado cuenta de que yo nunca tendría eso que tenía el resto, eso que llamaban amor no estaba echo para mí. De hecho, nunca me había enamorado.

–En ese caso… – comenzó, quitándome los vasos que el camarero acababa de servirme – me voy a conquistar a mi hombre – me dijo, para luego marcharse hasta Rogger, sin más. Sonreí, justo como solía hacer cuando ella se proponía seducir a un chico, pero perdí la sonrisa tan pronto como recordé cómo me había sentido al bailar con él.

Sacudí la cabeza y busqué con la mirada a Mad, no parecía haber rastro de ella por ninguna parte, pero entonces la vi, cerca de la puerta, seguía allí con el mulato, pero… ¡Ostras! Acababa de darme cuenta de que le conocía, era Jack, el tipo del bar que solíamos frecuentar para nuestros cotilleos.

Él la agarró de la cintura y la atrajo hasta sí, pero para mi sorpresa ella no parecía ni un poquito incómoda. Jamás lo hubiese imaginado, que a mi amiga pudiese gustarle aquel tipo.

Sonreí a darme cuenta de que ella era más parecida a mí de lo que había creído en un principio, siempre haciéndonos creer que era una chica diferente, sin demasiadas ganas de involucrarse con un chico.

Volví a pedir otros dos tragos al camarero y me llevé ambos a la pista, me bebí el primero mientras bailaba aquella marchosa canción, tenía pensado emborracharme hasta que ya no pudiese más, quería olvidarme hasta de mi propio nombre, hasta que la correcta y modosita Camile hubiese desaparecido y sólo quedase la zorra que solía escapar del orfanato antes de ser adoptada.

Cuando quise darme cuenta estaba rodeada por un montón de babosos. Sonreír, divertida, dispuesta a beberme mi otra copa de un solo trago. Levanté la vista, observando frente a mí a aquel idiota. Sonreí con chulería, justo cuando se hubo detenido.

Bebí hasta la última gota de alcohol sin dejar de mirar hacia sus ojos, para luego dejar el vaso sobre sus manos, y darme la vuelta volviendo a bailar, sin prestarle atención.

No entendía qué hacía allí, ¿por qué no estaba con Katy?

–¿No crees que ya has bebido demasiado? – preguntó justo detrás de mí, sobre mi oído con esa voz que me ponía los pelos de punta. Un calor que no provenía de ninguna parte me invadió casi por completo. Agarró mi mano al sentirse ignorado y tiró de mí, arrastrándome por toda la pista, atravesando todo el camino hacia la puerta, deteniéndose en el exterior. Me solté tan pronto como reaccioné, y le empujé.

–¿Quién te crees que eres? – espeté, enfadada, dispuesta a volver a entrar, pero él volvió a detenerme. Le observé, con cara de malas pulgas – ¡No me conoces!

Me miró con calma, mientras yo le miraba sin comprender, acercando su rostro al mío. Todo aquello sucedió antes de que me diese cuenta, acercó su boca a mi oído y se quedó allí sin decir nada por unos segundos, mientras yo me quedaba muy quieta, sin apenas respirar. Aquello no se parecía a nada que hubiese sentido con anterioridad.

–Deja que te lleve a casa, Camile – rogó, con aquella voz sexy que tanto me ponía los pelos de punto – mañana puedes volver a ser una gata salvaje que los aleja a todos de ti.

Tiró de mi mano hacia la calle principal, sin más, sin tan siquiera detenerse a esperar una respuesta por mi parte. Y para mi sorpresa yo no le detuve. Quizás fue el alcohol, lo cierto es que estaba muy borracha, o quizás fue otra cosa.

–¿Qué estás haciendo? – me quejé, intentando soltarme, sin éxito – no estarás intentando ligar con la futura esposa de tu mejor amigo, ¿no?

Ni siquiera me echó cuenta, me trató como si fuese una niña pequeña, detuvo al taxi y luego me empujó para que me metiese en él.

Estaba nerviosa, histérica. ¡Dios! Ni siquiera podía moverme y menos mirar hacia él, que estaba sentado junto a mí en el taxi. Tan sólo podía mirar por la ventana, mientras entrelazaba mis dedos unos contra otros, de forma tosca y violenta, intentando pensar en cualquier otra cosa, pero por más que lo intentaba tan sólo podía pensar en su cercanía y en su mano tirando de mí de un lugar a otro.

Iba a casarme en pocos días, era en eso en lo que tenía que pensar, y no en aquel hombre que era un enigma para mí.

Los minutos se me hicieron eternos, y no dejaba de mirar por la ventanilla, como una idiota, sin saber qué decir o que hacer para aplacar esa sensación de incomodidad.

–Siento si he sido un poco rudo – comenzó él, haciendo que me asustase, pues no había esperado que él hablase.

–¡No he avisado a las chicas! – caí en la cuenta en ese justo entonces, mirando hacia él, mientras me llevaba las manos a la cara, haciéndole sonreír – ¿te hace gracia? – pregunté, indignado, mientras él asentía, dejando caer su cuerpo hasta que hubo chocado contra mi hombro.

–Mucho – admitió, haciéndome dudar hasta de mi propia existencia. Bajé la cabeza, avergonzada, mordiéndome el labio inferior. Acababa de olvidarme de todo.

El taxi se detuvo frente a la mansión y ambos salimos del auto, justo después de que él hubiese pagado. Caminamos hacia la puerta, admirando la espesura de la noche, rodeando el jardín.

–Tus amigas saben cuidarse mejor que tú – me dijo, justo cuando mirábamos hacia la luna, desde la entrada a la casa. Ni siquiera le miré, sonreí, porque sabía que tenía razón, ellas estarían bien – ha valido la pena abandonar la despedida de los chicos sólo por esto – admitió, haciendo que ladease la cabeza un momento, observando como sonreía, parecía feliz por algo – hace una noche preciosa, ¿no te parece? – me preguntó, ladeando la cabeza, mientras yo sonreía.

–Ha sido una gran noche – acepté, el asintió, en señal de que estaba de acuerdo, y ambos entramos en la casa.

April 14, 2023, 10:44 p.m. 0 Report Embed Follow story
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