Mi final estaba cerca, estaba segura de ello. Pero eso no significaba que terminaría rendida. Llevaba caminando casi un día entero desde que había dejado atrás los restos de nuestra nave estrellada. Mi tanque de oxígeno estaba por acabarse y el planeta en dónde habíamos aterrizado de seguro acabaría conmigo si me sacaba el traje.
El único motivo de mi expedición en estas tierras desconocidas habían sido las huellas que dejaron mis compañeros tras abandonar la nave. Cuando desperté, no encontré a nadie. Lo que significaba que seguían vivos. Por un momento, estaba tan enfocada en encontrarlos que no pude dimensionar del todo en dónde me encontraba. Me detuve por un minuto para contemplar mí alrededor con detenimiento. Ninguna película de ciencia ficción le hacía justicia al ecosistema de este planeta. La tierra era de color púrpura y una suave niebla cubría todo. En la distancia, se divisaba un conjunto de complejas cuevas entre las montañas. Eso solo podía significar una cosa: habíamos cumplido con nuestro objetivo. Encontramos vida fuera de la Tierra. Deseaba creerlo con todas mis fuerzas.
Como me encontraba distraída y el traje limitaba mi visión, no me percaté de su presencia. En medio de la niebla, una silueta se materializó. Avanzaba con lentitud y daba la impresión que sus pies no tocaban el suelo. Estaba dando media vuelta para huir cuando su voz me detuvo.
—Aguarda, no temas. No quiero hacerte daño.
Me tomó un tiempo asimilar de dónde provenía la voz. Estaba hablándome en el interior de mi cabeza. Mientras hablaba, sus labios se mantenían sellados, pero la intensidad de su mirada me confirmó que estaba comunicándose conmigo. Se acercó un poco más y pude tener una mejor vista de él. Su figura era casi idéntica a la humana, me pasaba como treinta centímetros de altura y podría haberlo confundido con uno de mis compañeros si no fuera por su color de piel. No llevaba puesto ninguna ropa y su piel parecía una cascada de lavanda que manaba desde su interior con fluidez.
—¿Cómo te llamas?
—Kerri —respondí en mi mente. No sabía si podría escucharme, pero respondió al instante.
—Seré honesto contigo, Kerri. Tu nave se estrelló contra un cultivo muy importante para mi pueblo. Como resultado, acabaron con toda tu gente por venganza. Tienes suerte de que no te hayan encontrado, pero si lo hacen, de seguro morirás.
La confirmación de la perdida de mis compañeros me pegó duro. Me encontraba sola en un planeta distante y lo más probable es que no regresaría jamás. Para empeorar la situación, todos los habitantes del planeta querían acabar conmigo. Más bien, casi todos.
—Como aún sigo con vida, asumo que no quieres matarme. Entonces, ¿qué se supone que haga?
—No estoy de acuerdo con la forma en que se está manejando nuestra especie. Yo era el príncipe heredero de este planeta, hasta que me opuse a mi padre y terminé perdiéndolo todo. Aun así, no he renunciado a mis ideales y no pienso permitir que te hagan daño. Fallé al salvar a tus compañeros, pero no me daré por vencido contigo.
—Entonces tendremos que huir lo más lejos posible para que no puedan encontrarnos.
—Eso sería imposible, el planeta es muy pequeño y nos encontrarían en poco tiempo. Solo nos queda una salida, pero es algo descabellado.
Mi plan original era apoyar la expedición en búsqueda de un planeta habitable para la raza humana. No tenía pensado enemistarme con toda una nación y formar parte de una rebelión, pero tendría que adaptarme a las circunstancias.
—Soy toda oídos. Después de todo, has dicho que no hay otra opción.
—Como hijo del gobernante, estoy dotado de una energía que es capaz de moldear el suelo. Gracias a esta habilidad, construimos y deshacemos todo a nuestro alrededor. El plan es dividir el planeta en dos. Nosotros nos quedaríamos en la zona inhabitada y el resto permanecerá del otro lado, sin poder alcanzarnos.
—En ese caso, el núcleo quedaría expuesto. ¿Eso no implicaría la destrucción del planeta?
—Ya se han hecho pruebas en el pasado para dividir la población. No es sencillo de explicar, pero nuestro suelo tiene la capacidad de regenerarse cada vez que hay grietas. El quiebre ocasionaría un desequilibrio del ecosistema, pero con el tiempo, todo volverá a la normalidad.
—No podría pedirte que hagas todo eso por mí, es demasiado.
—No pienso retractarme. Haré esto por mí y por ti. Todo saldrá bien. ¿Confías en mí?
—No debería. Pero, sí. Confío en ti.
Se acercó a mí y me tomó de las manos. La forma en que se movía era hechizante y apenas me di cuenta de que me había desprendido el traje hasta que empecé a quedarme sin oxígeno. Pero acercó sus labios a los míos y su beso me devolvió la respiración. Mis pulmones se llenaron de aire y una sensación calurosa inundó mi cuerpo. Cuando nos separamos, podía respirar sin necesidad del tanque.
Me quedé esperándolo sobre una cumbre rocosa mientras él se alejaba para comenzar la división del planeta. Al principio, solo percibí una leve vibración. Pero al cabo de unos minutos, la tierra comenzó a partirse y un estruendo resonó en todo el planeta. Parecía que el fin estaba cerca. Una nube de polvo se elevó y creí que lo había perdido. Pero resurgió de entre las cenizas y llegó hasta mí.
—Ahora debemos ocultarnos hasta que las toxinas se disuelvan en el espacio.
Una especie de esfera rosa se acercó flotando hacia nosotros. Parecía tener vida propia y cuando aterrizó, se formó un hueco en su centro. El príncipe entró y me tendió una mano. No estaba muy entusiasmada de entrar en un espacio reducido, pero la nube de polvo se acercaba con rapidez. Cuando entramos, la abertura se selló y nos quedamos a oscuras por un momento. Nuestros cuerpos estaban pegados y las paredes del capullo nos envolvían como el vientre de una madre.
—El capullo lanzará unas feromonas que nos mantendrán en un estado de sueño hasta que sea seguro salir. Pero nuestras conciencias estarán conectadas todo el tiempo. No estarás sola.
Sus palabras me reconfortaron. Tal vez no podría volver a la tierra, pero ya no estaba sola. Ni siquiera sabía su nombre, pero este príncipe había hecho hasta lo imposible para mantenerme con vida. Ya tendría tiempo para resolver lo demás una vez que volviéramos a la superficie. Pero en ese momento, decidí aferrarme a él hasta que la tormenta pasara y me olvidé de todo lo demás. Nuestras mentes estaban fusionadas y pude sentir su amor mientras me abrazaba con fuerza hasta quedarnos dormidos. No sabía lo que me deparaba el futuro, pero estando a su lado, parecía todo sería más soportable.
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