No sé ni qué día ni que hora era
Solo el sol rebotaba en mí cara en ese cuarto lleno de cajas y humedad paredes de madera podrida y empapelados de nostalgia
El silencio era el filo que cortaba el olor a muerte impregnada
Tantas preguntas
Tantos silencios
Llame y alguien riendo respondió:
-No sé porque yo siempre caigo bien parado y vos terminas así
Quería arreglar las cosas ese derrumbe de palabras
De flechas que irrumpian en mí mientras vos te limpiabas
tu imagen de nene bueno brillaba
El asesinato perfecto existe la muerte psicológica irrumpió el emergente de la existencia sin una mínima gota de dialéctica
El hartazgo de la repetición naufragando en la idealización
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