Viernes 7 de Agosto de 1987:
“El lanzamiento ha sido todo un éxito. El Dr. Jacobs, tratándose este del único tripulante a bordo del aparato ha trasladado su alegría al comprobar que todos los aspectos del despegue se habían llevado a cabo según lo previsto. Tal y como se deberían desarrollar los acontecimientos, el retorno de la misión Karcobs, debería producirse durante la mañana del 31 de Octubre de 1989. Buen viaje Jacobs. Saludos desde la Tierra”.
Aquel abrasador día de agosto de 1987 se pronunciaron las palabras más importantes de la misión Karcobs a través de los labios del CEO de la NASA con la participación del jefe de la misión Thomas Karper, quien tras haber trabajador con sudor, sangre y lágrimas mano a mano junto al Dr. Kevin Jacobs, lo habían conseguido de una vez por todas, verían sus nombres reflejados en la historia, pero sobretodo como un hito en el mundo de la astrofísica. Desde mismo instante eran el ejemplo de cientos o miles de niños que compartían el mismo sueño que aquellos dos adultos quienes habían sido testigos del cumplimiento de dicho sueño aparentemente imposible pero que rompió barreras tal y como estaba destinado a hacerlo.
Jacobs tenía miedo por dos factores, su desconocimiento en el campo experimental del espacio en sí mismo, queriendo decir con esto que a pesar de haberlo estudiado durante toda su vida, jamás lo había visitado en sus propias carnes, pero también en el ámbito de lo personal, debido a que si algo malo o desafortunado tenía lugar, perdería no solo su vida, sino toda su familia, o mejor dicho, ellos a él. Las largas jornadas lejos de ellos para finalizar el proyecto a tiempo y con éxito fueron demasiado perjudiciales para su salud, pero a pesar de todos los obstáculos jamás hubo lugar en su mente para la rendición. Sabía que todo lo que estaba por ocurrir cambiaría el curso de los acontecimientos y quería formar parte de ese cambio, más bien, quería ser la cara que todos imaginarán cuando sucediera.
Los primeros instantes sintió una soledad de magnitudes inimaginables salvo que alguien haya vivido en primera persona el contacto del cuerpo con el universo fuera de las fronteras de nuestro mundo, era vacío, silencio, casi tristeza incluso. Todo aquel espectáculo maravilloso que cualquier habitante de la Tierra pudiera imaginar no se asemejaba en nada con la realidad del asunto, estábamos solos en medio de la nada, daba incluso miedo, podía multiplicarse por infinito el valor que comenzaba a darle a todo el color, la vida y el alma que poseía el pequeño rincón dentro de tanta negrura monumental como suponía nuestro planeta azul, la casa de todas las especies habitantes de este.
Pero debía asumir ese defecto dentro de todo lo bueno. Debía asumir que pasaría un largo o más bien larguísimo periodo de tiempo en aquel gélido e inhóspito paisaje que le envolvía como si de los brazos de la propia muerte se tratase. Primero de todo, con una potente señal que habían desarrollado estratégicamente para la comunicación pero también para el entretenimiento durante el espacio de tiempo en el que permaneciera allí, encendió la televisión y comenzó a ver las noticias, donde por todas partes aparecían su rostro con el de Karper. Tras soportar tanta exposición mediática prefirió pasar a algo más divertido, comenzó a disfrutar de varias sitcoms como por ejemplo “Las Chicas de Oro”, “ALF” o incluso “La hora de Bill Cosby”.
Su misión realmente era explorar ciertos aspectos, materiales e incluso tomar fotografías del entorno cósmico que abrazaba nuestro globo. Y vaya si lo logró, tomó algunas fotografías que para la época en la que se tomaron tenían el reconocimiento popular de ser algunas de las más fieles representaciones de ciertas características del espacio jamás llevadas a cabo. Pero toda aquella exploración se extendió hasta algo más de lo previsto. Un año después de su llegada al territorio tan desconocido en el que nadaba el sistema Solar, comenzó a sentir una especie de simbiosis entre su ser y el entorno. En un primer momento se sintió cómodo con esa casi acogida personal del universo hacia su persona, pero en parte poco a poco llegó incluso a sentirse asfixiado por esto. Aún con todo ello, era plenamente consciente de que no iba a ser un año sino algo más de dos años los que se mantuviera suspendido en la nada con una nave que cada vez le atormentaba más pero que se trataba a su vez de la mayor aspiración de su existencia.
La costumbre fue llamándole poco a poco y él fue haciéndose a ella. Solía enviar pequeños metrajes a su familia de su cotidianidad en el reducido espacio donde pasaba la mayor parte de las jornadas, también leía cómics o revistas de terror e incluso, aunque cueste creer que fuera capaz de ello, era gran adepto del subgénero conocido como “horror cósmico”. De hecho, con bastante frecuencia podía llegar a imaginar situaciones parecidas a las sucedidas en las desgastadas páginas de aquellas obras cuyo fin era, sin más miramientos, asustar a la humanidad con ideas sobre la vida extraterrestre y sus intenciones para con nosotros. En ocasiones esas reflexiones le llevaban a momentos en parte divertidos, ya que cuanto más pensaba en ello más ridícula concluía que era la probabilidad de que ocurriera, pero otras, habían pistas que le indicaban todo lo contrario.
Como cuando la peor parte de la travesía dio comienzo. No fueron fallas técnicas, físicas o químicas, nada de eso, todo se trataba del contenido que en ocasiones podían llegar a registrar los aparatos con los que retrataba el cosmos. Es decir, no la imagen en sí cuyos rasgos variaban más bien tirando a poco e incluso en circunstancias escasas –todo hay que decirlo– nada, sino objetos o criaturas desconocidas para nosotros, por lo tanto tratadas como “No Identificados” que trataban de robar el protagonismo, aunque de la forma más discreta posible, de la escena.
Sus intervenciones dieron comienzo en 1989 cuando relativamente no quedaba demasiado para su regreso a casa. Cabe destacar que Tom sabía que ese regreso no se produciría en la fecha indicada a priori sino que se retrasaría alrededor de un año, o en otras palabras, que lo más probable era que volviera en 1990.
En marzo del 89 Kevin registró algo histórico dentro de la ya extraordinaria etapa espacial en la que estaba viviendo. Algo parecido a un insecto se colaba en la instantánea. Pero sus dimensiones calculadas a escala por el propio Jacobs se asemejaban –encontrándose al lado de un humano– a las de un tiburón blanco adulto, y por lo tanto, de 6 metros. No le aportó demasiada profundidad a la cuestión más que haber calculado tamaño de la “cosa” que aparecía allí pero que posiblemente podía ser un fallo de la lente.
El giro a todo el asunto vendría más tarde, cuando divisó en septiembre un grupo de diez de estos seres en otra foto. Las cosas estaban asustando a Kevin quien desconocía lo que podría pasar si eso se acercaba a su nave, o a la Tierra, no sabía su comportamiento, su forma de socialización, su jerarquía, su mecanismo, no tenía idea de la psicología y desarrollo de aquello, era un potencial peligro a futuro que le ponía entre las cuerdas ya que no sabía si comunicarlo a la central –cosa que desataría una oleada de pánico y fascinación porque las teorías trabajadas durante años sobre vida alienígena se conformaban– o no contarlo arriesgándose a que ocurra algo sin estar nadie preparado. Optó por la segunda, lo pensó, le dio mil vueltas, pero no vio otra salida.
No supo nada más de aquello, parece como si su decisión hubiera desvanecido por completo cualquier nuevo contacto con lo que fuera lo que aparecía en las fotografías e incluso cualquier riesgo de volver a toparse con ello. A pesar de imaginar su tamaño, el aspecto era algo que con total probabilidad no podía ni siquiera dibujar en su mente porque la resolución de lo que capturaban las cámaras no era demasiado definida a tan largas distancias de modo que todas las suposiciones al respecto formuladas por su parte eran a ciegas, incrementando la intranquilidad del doctor exponencialmente mientras transcurrían sus semanas en soledad.
Envío a su familia varios vídeos con una frecuencia que cumplía religiosamente y sin excusas, su familia era para él lo más importante ya que era la base de todo lo que para Jacobs tenía importancia, sin ellos nada tendría sentido. Así lo enfocó desde que conoció a su esposa Karen Jacobs con quien tuvo dos maravillosos hijos, Guy y Theo, por la razón por la que se había obsesionado con evitar convertirse en Jack Jacobs, su padre, la de emplear la mayor cantidad de tiempo posible en el trabajo pero no con la familia, debiéndose esto a que si pones a tu familia como el centro de todo, lo demás gira alrededor de ella adaptándose a esta pero no la familia al resto como era necesario hacer con su padre.
Las noticias le hacían regresar los pies a suelo firme, nunca mejor dicho, porque toda aquella información del hogar en que nació le devolvía ese contacto con la humanidad, con los problemas y virtudes de la Tierra, olvidándose por minutos de estar flotando en una nave a varios kilómetros de ella.
Se comunicó varias veces con la central a quienes sistemáticamente enviaba las instantáneas capturadas durante la “aventura espacial”, nombre con el que le gustaba denominar la misión a Karen, la esposa de Kevin. Las fotos las mandaba en orden cronológico salvo aquellas que contenían el material sensible en cuestión, curándose en salud ante cualquier alerta emitida por la NASA. Su familia siempre le decía lo mucho que le extrañaba y él, cuyas esperanzas de volver parecían mantenerse intactas todavía, les aseguraba que cada vez faltaba menos, pero concluir todo aquello con un enorme abrazo. Lo que provocaba la sonrisa de todos los miembros de esta.
Despertó la madrugada del 15 de febrero de 1990 sudando como nunca lo había hecho, era como si algo relativo a la calefacción de la nave o a su funcionamiento técnico estuviese dando severos problemas a todo el sistema, cosa que Jacobs debía solucionar antes de que cualquier catástrofe pudiera suceder. Había dos formas de llevar esto a cabo, la primera era desde dentro, tenía que encontrar de donde emergía el problema para cortarlo de raíz, pero la segunda opción era desde fuera, que solo elegiría en caso de únicamente poder hallar la solución ahí o incluso que los daños vertieran de ese mismo exterior, impidiendo su resolución desde el interior.
Durante cuatro largas horas investigó el origen de dichos defectos por todos los escenarios de la máquina en la que llevaba, pero a mucha honra, embutido casi –por meses– tres años, sin embargo, no hubo éxito alguno en dicha búsqueda, temiéndose lo peor debido a que en esa circunstancia “algo” sería “el/la/lo” responsable de ello, perdiendo por cada segundo transcurrido de su existencia cualquier ánimo de recibir el vacío espacial que le aguardaba tras las paredes del vehículo.
Entonces, sin más dilación y tras haber preparado todo lo que ya estaba acostumbrado a poseer durante sus trayectos al exterior de la nave, salió. La sensación era la misma aunque parecía haber cambiado, a pesar de que ya se había familiarizado al hacerlo en varias ocasiones cada día de su estancia allí, lo diferente era que notaba compañía, como, si no estuviera solo. Probablemente fuera algo consecuencia de la sugestión pero aún con esas era imposible que por su cabeza no rondasen personajes de lo más aterradores a la par que variopintos que pudieran infligir daño sobre su persona. De hecho, llegados a cierto punto se centró más en si veía o percibía algo fuera de lo común que en reparar la avería que le había llevado allí. Creyó ver sombras, movimientos, pero no estaba sucediendo realmente nada de eso, todo era producto de su potente imaginación que la mayoría de las ocasiones le traicionaba sobretodo en momentos como ese.
Al fin logró comprobar lo que fallaba, lo solucionó y regresó lo antes posible al interior. Ya dentro se preparó para proseguir con su sueño interrumpido lográndolo al instante. Todo proseguía según lo establecido y parecía que no habría más inconvenientes a lo largo del viaje. Tras incorporarse de la cama fue al baño. Lo hizo tranquilamente cruzando el pasillo como solía cada vez que necesitaba expulsar residuos corporales, pero esta tuvo que detenerse porque algo no pareció estar en su lugar. Estaba seguro o casi, de que había visto algo en medio del pasillo, creía que de nuevo era culpa de sus pensamientos hipocondríacos pero al mismo tiempo defendía lo que había percibido, se negaba a la teoría de estar “loco”. Tres años allí son muchos, tal vez estaba desvariando, o le afectaba. Por lo que regresó para salir de dudas y, efectivamente, no había nada.
Tras salir del aseo fue cuando la locura se convirtió en un hecho verídico y perceptible a través de los sentidos, alejando toda duda sobre lo que pasaba allí. Escuchó un golpe. No lo había hecho en tres años, tampoco ahora. Un golpe en una de las estancias de la nave. Entró en pánico pero para sus adentros ya que no podía mostrar ni un mínimo de terror al no saber si, lo que se hallase con él dentro de lo que ahora era su cárcel, podía al igual que muchos depredadores de la Tierra, sentir el miedo de sus presas. Pero la gota que colmó el vaso fue el segundo golpe, más cerca todavía que el primero. No tenía armas, nada con lo que defenderse por lo que se mantuvo en silencio esperando a que ocurriera lo que tuviera que ocurrir. Sin embargo, no volvió a escuchar ningún golpe más. Eso le hizo creer que provenían de fuera y no de dentro, lo que igualmente era perturbador ya que, no había supuestamente nada fuera, simplemente el cosmos, ¿o puede que se tratara de eso lo que llamaba desde el exterior?
Lo que tuvo lugar más tarde fue que una vez pareció asegurarse de que ya no se producían más ruidos se dispuso a mandar mensajes a la central que decían lo siguiente y que derivaron en una conversación con uno de los responsables de comunicación disponible en esos instantes:
-¿Me recibe alguien? -Dijo Jacobs un tanto desesperado-.
-Buenos días Dr. Jacobs, soy Paul le recibo.
-De acuerdo Paul, estoy asustado, porque…
-Dígame Jacobs, ¿Acaso está en peligro?
-Creo casi con total seguridad que sí lo estoy.
-Vale, tranquilícese cuénteme de qué se trata. – Respondió Paul con la intención de obtener más información al respecto de lo sucedido pero sin agravar la situación-.
-No va a creerme nadie.
-Voy a hacerlo señor Jacobs, confíe en mí, estamos en contacto con usted para casos como este precisamente.
-Hay algo conmigo. -Aseguró Kevin dejando atónito a Paul-.
-*Silencio*.
-¡Paul dígame que sigue ahí maldita sea!
-Relájese Jacobs sigo aquí, solo que… -Trató de justificar su ausencia-.
-¿Qué? ¿Qué acaso no era lo que quería oír?
-No, no es eso de verdad.
-Ayúdeme de una puta vez.
-Vale, hagamos algo, voy a comunicárselo a su amigo Karper ¿de acuerdo?
-Por favor.
Pasaron varios minutos hasta que Karper contactó con Kevin…
-Hola Kevin ¿de qué se trata?
-Hay algo conmigo en la puta nave. -Le explicó Jacobs aprovechando la oportunidad de que una de las personas a la más conoce le estaba escuchando-.
-No sé si podemos ayudarte Kevin. -Respondió Tom de la forma que menos se esperaba que lo hiciera-.
-¿Cómo? -Quedó perplejo-.
-¿Qué podríamos hacer para ayudarte Kevin? Para cuando nosotros llegásemos o te trajésemos sería demasiado tarde, habría acabado contigo.
-Cielo santo, sacadme de aquí, no aguanto más con lo que sea eso dentro de donde llevo viviendo tres malditos años a la espera de que me indiquéis cuando regreso. -Estalló contra quien le había acompañado hasta donde estaba ahora-.
-Esa era tu misión Kevin.
-¿Q…qué? -Preguntó sin asimilar la información-.
-Tu misión no era fotografiar el cosmos, no enviaste las fotos que nos importaban, las tienes guardadas o las has tirado pero mientras tú imaginabas lo bonito que era todo allí fuera yo sabía que había algo más, algo oscuro de lo que teníamos que defendernos, solo que tú nunca me prestaste atención, de modo que el que debía sufrir las consecuencias de dicha ignorancia no eras otro que tú, Kevin para que de una puta vez hagas algo que contribuya y no simples hallazgos bonitos.
-¿Estás diciendo que sabías que había algo donde me enviabas y aun así lo hiciste, teniendo dos hijos además de mi esposa, teniendo una familia, Tom? -Alegó sin poder creer lo que estaba revelando su hasta entonces mejor amigo-.
-De verdad que lo siento.
-No sientes nada, dios no lo haces.
-¿Quieres despedirte de tu familia?
-¿En serio estás preguntándome esto?
-Sí, no vas a poder hacerlo más tarde.
-Me has traicionado Tom. A mi familia solo quiero decirles que espero que lo que he hecho pueda salvar a todos en caso de ataque, que les quiero como a nadie, y que espero que me recuerden de la mejor forma posible.
-De acuerdo Kevin, siento no haberte dicho a lo que ibas.
-¿A una sentencia de muerte?
-Si lo hubiera hecho no habrías ido.
-Como cualquier ser humano, pensaba que cumplíamos nuestro sueño de surcar las estrellas.
-Ya, ese era tu sueño, el mío era poder seguir viéndolas sin que nadie me atacara desde ellas.
-¿Y qué es?
-¿El qué?
-Lo que hay aquí conmigo.
-No lo sé.
-¿En serio?
-Sí, solo tenemos estudios y pruebas pero nada más aparte de algunos avistamientos de altos mandos de la misión.
*Golpes de la criatura*
-Vale, adiós, corto.
-Adiós Kevin.
*Fin de la transmisión*
Tras esa desgarradora conversación que salió a la luz algunos años más tarde, concretamente en 1993, Kevin sabía que las posibilidades de morir eran altas, pero no había otra opción, solo había que afrontarlo. Los estruendosos movimientos de la criatura volvieron a resonar, era como un tambor de la muerte que solo le recordaba que estaba a punto de llegar su final. Entonces, rugió. Se percató de que lo que se hallaba con él era peor de lo que imaginaba, aunque por la ventana observó cómo más y más ejemplares de esa especie –a la que sólo podía describir como totalmente alejada de todo lo elucubrado acerca de los alienígenas hasta aquel instante– se aproximaba a la nave, en respuesta al rugido del otro individuo. Eran como arácnidos pero con un exoesqueleto enormemente fuerte y metálico. Sus ojos eran negros como el vacío espacial y su poder tan solo se intuía con mirarles. Iban a matarle, aún así corrió por todos los lugares que se le ocurrieron para escapar, era imposible, estaba perdido, rompieron las ventanillas, no podían entrar pero también hicieron estallar la compuerta de salida. Se adentraron cinco miembros más para terminar con lo que su compañero había empezado al allanar el hogar galáctico de Kevin. Este al no ver más futuro se encerró en una de las habitaciones y acabó con su vida apuñalándose a sí mismo. Después le devoraron en grupo.
Al tenerlos a punto con un satélite cercano, lo estrellaron contra la nave para destruir a todos los potenciales ejemplares de la especie sin descartar cualquier amenaza relativa a las criaturas o a seres vivos cósmicos en un futuro tanto a largo como a corto plazo. Aprovecharon el fin del plan para alegar que la nave sufrió un accidente y por eso la misión fue un fracaso. Tras la publicación de la cinta conversacional del fin de Kevin, todos los miembros de la famosa Misión Karcobs fueron detenidos aunque absueltos más tarde al considerar el juez que se trataba de un asunto de seguridad internacional por lo que en lo respectivo al “homicidio y traición” de Kevin nunca se hizo justicia, simplemente se abonó una gran cantidad de dinero a la familia de Jacobs además de otorgarle la Medalla Presidencial de la Libertad a título póstumo, como si eso fuera a cambiar algo...
FIN.
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