u16143310641614331064 JC Domínguez

¿A dónde se van los amados cuando mueren? ¿Será cierto todo lo que nos han dicho antes?


#62 in Short Story All public.

#347 #343 #50768 #341 #245 #fantasmas
Short tale
30
5.5k VIEWS
Completed
reading time
AA Share

Minerva


¿Para qué te escribo, Minerva, si no hay quien te haga llegar esta carta al infierno? Quizás me la escribo a mí. ¿Qué hiciste para terminar en ese lugar, Minerva? Si tú eras un alma generosa y buena, ¿qué me espera a mí? Aun hoy no quiero creer en esta verdad, pero he visto el infierno y a ti en él.

El día que moriste dejé de pintar, de contestar el teléfono, de abrir la puerta. Me obsesioné con la idea de contactar contigo por cualquier medio. Esperaba por las noches escuchar cualquier sonido: un delicado paso tuyo, un susurro detrás de mi oído mientras lavaba los platos, el rechinar de una silla cuando servía la cena, cualquier cosa que me dijera que seguías aquí, conmigo. Pero no has hecho ningún ruido después de muerta.

Cuando llegué a casa después de tu funeral, iba a suicidarme. Tenía la navaja en mis manos y lloré cuando supe que no tenía el valor para hacerlo. Tú siempre tomabas las decisiones importantes, ¿cómo esperabas que pudiera matarme sin ti? Sé lo egoísta que soy. De verdad ahora lo sé.

Comencé a viajar luego de que no encontrara otra forma de saber de ti en esa ciudad que nos vio juntos. Ni sé de dónde saqué dinero para estar de un sitio en otro. Buscaba en todas partes a médiums famosos, pero fueron puros charlatanes. Luego visité a unos ermitaños, creyentes de la tierra y las plantas, allá en las montañas. Me decían que ahí encontraría la paz interior, pero en vez de eso, lo único que encontré fue una neumonía terrible que por poco me mata. Un monje me rescató a tiempo, aunque pienso que no hubiera sido tan malo morir ahí. La vista era preciosa.

Después de mucho andar, me dijeron de una señora que leía las cartas en un pueblo no tan lejano. Doña Lola era el nombre de la persona que buscaba. Me advirtieron que había muchos haciendo ese tipo de trabajo; que no hiciera caso de ninguno más que de ella. No fue difícil dar con su casa; era donde más personas hacían fila. No sé qué buscaban los demás, yo sólo quería hablar contigo, quería saber cómo te iba. Justo antes de entrar por una cortina pequeña a un cuarto increíblemente angosto, me sentí ridículo. Tú sabes cuánto renegaba de esas creencias, de las supersticiones, nunca traje a ningún santito colgado; pero cuando me decidía sobre marcharme, doña Lola me miró tan fuerte que todo pensamiento se me borró al instante. Sin resistencia la obedecí. Puse el pago en un jarrón negro y, tras comenzar, ella empezó a moverse como si tuviera un ataque epiléptico. Sus ojos estaban en blanco, igual que mi mente. Comenzó a hacer ruidos extraños y a pronunciar palabras en otro idioma. Suspiró fuerte y regresó en sí.

—Buscas a tu mujer muerta —me dijo.

Asentí con la cabeza.

—Ella te está esperando.

Yo no sabía cómo reaccionar a esa última frase. Amor mío, ¿me estás esperando? Tú no querrías eso, ¿verdad? ¿O quieres que muera para estar contigo?

Pregunté a la vidente qué significaban eso, ¿cómo podría asegurarme de que eras tú? ¿Había otro mensaje? Sacó cartas una por una antes de volver a hablarme.

—Tu mujer no descansa. Grita todas las noches y, justo antes de que puedas estar con ella, te negarás.

Me rehusé a creerle. ¿Cómo era posible que renegara de estar contigo? En ese momento pensé que, incluso en ese infierno, estaría bien si estaba contigo. Le pregunté a esa señora de qué manera podía saber más. Me contestó que ella era el único medio, pero comprobó en mi reacción que no confiaba del todo en sus palabras. Suspiró y me contó sobre este sitio.

Es un pueblo en medio de la nada. Parece que viven del sol y del viento nada más. Después de todas las mentiras con las que me había topado, creer en la magia de este lugar me parecía tonto, pero me alegro de haber decidido darme una última oportunidad.

Llegué luego del viaje más largo y cansado que había hecho en toda mi vida. Pronto di con una suerte de hostal en el que me dejaron quedarme a cambio de muy poco dinero. Las personas acá son muy calladas, salen poco de sus casas. No te imaginas lo deprimente que es ver este pueblo fantasma. En este sitio desembocan los últimos caminos. No hay más tierra que le siga a esta. Las casas están hechas con materiales improvisados y nadie se preocupa por comodidades o lujos. Hay campos sembrados a medias y las personas recolectan justo lo necesario para no morir de hambre. A duras penas pude hacerme entender con la dueña y de milagro hallé a un muchacho que hablaba español. Con dificultad me explicó que ahí estaban muy cerca del fin del mundo, por lo tanto, muy cerca del que sigue. La única atracción arquitectónica son las ruinas de un puente que no comunica a ninguna parte. Está sobre un acantilado. ¿Recuerdas cuando fuimos a ese pueblo en medio de la sierra? Estuvimos afuera, en medio de un gran cañón y gritamos: “¡ECO!”. Nos regresó la palabra una voz ajena, pero nuestra. Un espejo de sonido a destiempo. Aquí se suponía que debía pasar lo mismo si gritaba desde el puente. Es parte de las leyes naturales. Pero no fue así. El joven guía que me había llevado hasta esas ruinas se tapó los oídos. Miré hacia el acantilado y grité tu nombre con todas mis fuerzas: “¡Minerva!”. ¿Sabes qué ocurrió? Estoy seguro que lo sabes. En vez de mi voz, de que el vacío regresara tu nombre, miles de personas gritaron desde el abismo. El miedo repentino me hizo sentir que caía sobre la nada. En lugar del eco escuché lamentos que escalaban las rocosas paredes y llegaban a mí. No podía creerlo. Nadie en su sano juicio lo creería. En verdad estaba a unos pasos de la muerte, de ese lugar de voces interminables, de llantos eternos. El muchacho me miró con melancolía cuando ya no se escucharon los gritos. Supuse que eso le recordaba a un familiar muerto. Le dije que estaría bien si me dejaba solo, que no tuviera cuidado de mí. Me dio la espalda sin objeción y se marchó. Grité otra vez tu nombre tratando de descubrir, estúpidamente, qué truco había en ese sitio, y volvieron todas aquellas aberraciones a llamarme desde abajo.

Regresé al pueblo. El guía me esperaba en el hostal. En mi torpeza y descuido se me había olvidado pagarle.

―¿Qué es todo eso? ―le pregunté.

―Lo que le dije. El otro mundo.

―¿Quién construyó ese puente?

―Nadie de los que están aquí saben. Es más viejo que nosotros.

―¿Por qué crees que es el otro mundo?

―Porque cuando ellos lloran, puedo escuchar a quien me cuidó.

Quedé frío con su respuesta. Quise decirle cualquier cosa para consolarlo, pero caí en cuenta que su dolor no llegaba mendigando lástima; a pesar de su corta edad, su dolor era muy viejo. Me miraba sin expresión y supuse que consolarlo, aunque fuera con palabras, sería lo mismo que un insulto.

Paseé por el pueblo antes de que anocheciera. Algunos ancianos se ponían a fumar en sus puertas, cada uno callado, inmóvil, como si fueran estatuas que arrojaban humo. Cada rostro allí estaba apagado, como si el estar en contacto con la muerte les fuera matando más rápido sus espíritus que sus cuerpos.

Al día siguiente volví a las ruinas solo. No me sacaba las palabras que el chico había pronunciado el día anterior. No podía quedarme con la duda. Tenía que volver a gritar. Fue entonces cuando, entre esos cientos o miles de sonidos, reconocí tu voz: escuché tu lamento, tu súplica. Estaba tan convencido que podía jurar por mi alma que eras tú, Minerva. Un impulso natural me hizo caminar hacia el borde del puente, mirar hacia abajo, hacia el fondo que no se veía por una bruma espesa y gris. Cerré los ojos, un poco más tranquilo. Ansiaba verte… Pero es hipócrita que ahora diga eso cuando no pude lanzarme, aun sabiendo que allá estarías tú.

Ahora entiendo a la población de este pueblo olvidado. ¿Para qué vivir aquí si no hay nada, no hay futuro, no hay vida? La respuesta es que todos ellos son como yo, Minerva, somos un pueblo de cobardes; estamos aquí por el puente, para gritar de vez en cuando y escuchar, aunque sea en una súplica, la voz del ser amado. Estas personas y yo también estamos muertas a nuestra manera, Minerva. No te sientas incomprendida. Sólo esperamos el coraje para lanzarnos por decisión propia o quedarnos quietos para ver a quien nos llevará a donde ahora tú estás.

Querida Minerva, ¿para qué escribirte esta carta si no hay quien te la haga llegar al infierno? En realidad, y a estas alturas, ya me da lo mismo porque, en cualquier caso, inevitablemente esta carta terminará en las manos de un muerto.

Sept. 28, 2022, 12:43 a.m. 8 Report Embed Follow story
14
The End

Meet the author

JC Domínguez Escritor de género fantástico, de narrativa corta y novela. Nacido en el norte de México (Cuatro Ciénegas, Coahuila), 1991. Lic. en Letras Españolas.

Comment something

Post!
Scaip Scaip
Divino, divino. La forma en que expresaste todo, el realismo mágico del pueblo, me parece que es una historia preciosa (más allá de la tragedia) la que nos diste.
January 04, 2023, 01:45

  • JC Domínguez JC Domínguez
    Muchas gracias por tus palabras. En efecto, el realismo mágico puede convertir la tristeza en una bella historia de amor. Espero que te pases por mis otros cuentos si gustas, y que sigas acá cuando traiga otro. Saludos! January 04, 2023, 01:48
Susan Susan
Grandioso. estubvo muy bueno. disfrute mucho este relato. la redaccion me encanto muy bien pulida y el final... definitivamente me encanto
January 03, 2023, 20:40

  • JC Domínguez JC Domínguez
    me da mucho gusto que haya sido de tu agrado. Espero poder traer más cuentos y que sigas aquí cuando escriba más. Saludos! January 04, 2023, 01:47
Sebastián Pulido Sebastián Pulido
Hermoso y triste.
October 05, 2022, 02:05

  • JC Domínguez JC Domínguez
    También me pareció así cuando lo terminé de escribir. Gracias October 05, 2022, 02:05
  • Sebastián Pulido Sebastián Pulido
    ¡Literalmente, acabo de escribir eso! ¿Cómo es posible que respondieras tan rápido, me esperabas o algo? October 05, 2022, 02:07
  • JC Domínguez JC Domínguez
    Dio la casualidad que andaba por acá cuando me comentabas, Sebastián. Ahora sí me tardé jaja. Abrazo October 10, 2022, 22:39
~