angel_nuzzolese Ángel Luis Nuzzolese

Vivencias paralelas, un viaje que lo transportará a situaciones inesperadas. Todas las semanas una historia diferente, una nueva cita con lo desconocido.


Science Fiction All public.

#381 #ciencia #ficción #copiador #austria #física #Cuántica
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El copiador de Karl


Si algo no sabía hacer correctamente Karl, era armar el moño que llevaría con su smoking alquilado. Era una persona de bajo perfil, no le gustaban los protocolos ni los halagos personales, pero en esta ocasión no tendría más re- medio que adecuarse a las circunstancias que lo rodeaban. Esa noche sería una de las más importantes de su carrera.

Hacía un par de meses que vivía encerrado en su estudio de Wolfsberg, una pequeña y taciturna ciudad de Austria, corrigiendo algunos manuscritos de su teoría, en la que venía trabajando sin descanso desde hacía siete años. Él la había publicado en la prestigiosa revista científica Annalen der Physik.

Su esposa Emma lo interrumpió intempestivamente.

–¡Karl!, ¡Karl!… discúlpame que te moleste, sé que te disgusta que interrumpa tus estudios, pero acaba de llegar un telegrama de Estocolmo, es de la Real Academia de Suecia. ¡Podría ser importante!

Él tomó con mucha parsimonia el abrecartas; ya que no quería dañar el papel, porque su meticulosidad científica se lo impedía, y lo abrió muy despacio.

Leyó el telegrama, levantó la vista y quedó mirando perplejo a su esposa por unos cuantos segundos. Le comunicaban nada menos que era el ganador del premio Nobel de Física de ese año.

Emma se abalanzó sobre Karl y quedó un largo rato abrazándolo, sentada sobre su regazo, cosa poco habitual en ella, ya que era una mujer un tanto fría, criada con normas de conducta muy ortodoxas que se remontaban a otras épocas. Pero esta vez las había olvidado por un instante, la emoción era casi incontrolable.

No sólo era el prestigio que le daría ese premio internacional sino casi el millón de euros que recibiría. Esa suma les iba a permitir cumplir el sueño de Emma y de Lena, la hija de ambos: mudarse a Innsbruck y practicar su deporte favorito, el esquí de alta montaña, el cual resultaba muy caro para ellos. El sueldo de Karl como docente de facultad no alcanzaba para esos lujos.

El viaje desde Viena a Estocolmo fue placentero para la familia, era la primera vez que Lena, de catorce años, viajaba en avión.

La sala de conciertos de Estocolmo lucía radiante esa noche, con la orquesta filarmónica interpretando música clásica. Los miembros de la realeza sueca, el público y los familiares de los premiados, vestidos con sus mejores galas.

El doctor en Física, Karl Ingram, hizo su entrada al recinto desde la parte trasera, formando una fila junto a los demás homenajeados. De pronto se encontró con la mirada cómplice de Lena, a la que le guiñó un ojo muy cariñosamente.

La entrega, por cierto, extremadamente protocolar, se cumplió con normalidad, entre discursos formales, reverencias y aplausos medidos. Sin embargo, una situación inesperada se le presentaría a Karl a la salida del recinto.

Una maraña de periodistas especializados lo esperaba a los costados de la alfombra roja de la entrada. La sorpresa fue mayúscula, no esperaba que una simple teoría de Física tuviera tanta repercusión en los medios periodísticos, pero en ella había un potencial revolucionario, algo que no ocurría desde que en 1905 se conociera la Teoría General de la Relatividad, de Albert Einstein.

–¡Doctor Ingram! ¡Doctor Ingram! Por favor ¡Un minuto de su tiempo! ¡Queremos hacerle algunas preguntas!

Karl no salía de su asombro, ya que al lado suyo se encontraban algunos ganadores de otras especialidades tan importantes como la suya; pero los periodistas parecían estar especialmente interesados en él.

–Doctor ¿Nos podría explicar en forma simple, para que lo entienda la gente, su nuevo descubrimiento?– preguntó uno de los periodistas.

–Es la teoría de la copia cuántica, que permitiría, valga la redundancia, “en teoría”, copiar y replicar cualquier clase de átomos que se encuentren en la naturaleza.

–¿Qué quiere decir doctor, con esto de replicar? ¿Usted podría duplicar un objeto cualquiera?

–Yo no puedo duplicar nada, caballero. Le acabo de decir que sólo es una teoría.

–Pero en caso de que la teoría se pudiera hacer realidad, ¿Qué se podría hacer con su descubrimiento?

–Se podría construir una placa de duplicidad cuántica, que mediante un láser especial que escanee un objeto cualquiera pueda acumular en la placa la ubicación tridimensional exacta de los átomos, y luego reproducir éstos en un plasma receptor.

–Pero… no lo tome a mal ¿Quiere decir que podría duplicar un objeto entonces… aunque sea en teoría? Y de ser así ¿Qué tipo de objetos podrían ser?” –preguntó el periodista.

–Cualquier objeto –dijo Karl.

–Doctor Ingram ¿Usted imagina las implicancias que podría tener para la humanidad esta teoría si se llevara a cabo…?

–Sí, me imagino… pero no se preocupe señor, del papel a la realidad siempre hay un trecho muy, pero muy largo. Tal vez se tarden años, o tal vez nunca se pueda concretar…

–También se podría duplicar un diamante, una barra de oro, un barril de petróleo… o dinero… bueno no – se corrigió.

¡En este caso sería falso!… ¡pero los otros objetos, sí!… –dijo otro periodista.

–Lo felicito por su frondosa imaginación, joven –dijo Karl.

–¡Gracias doctor! Una pregunta más ¿Qué pasaría en el caso de duplicar objetos animados?… por ejemplo, un animal… ¿se podría hacer?

–Los objetos animados también están hechos de átomos, así que también se podría.

–Y… ¿una persona también entonces?… pero… ¿Qué pasaría con su alma? Con su esencia de ser humano ¿Se duplicaría también? –preguntó el joven.

–Mire muchacho, yo soy un científico, esa pregunta se la dejo para los teólogos. Gracias a todos, pero estoy un poco cansado después de la ceremonia. Gracias por su interés en mi teoría.

Era una buena ocasión para el festejo, sin dudas. Karl llevó a su familia a uno de los mejores restaurantes de Estocolmo. No se preocupó por los gastos, pidieron los mejores platos y un buen vino francés. El premio podía cubrir esos lujos.

Después de algunos paseos por Estocolmo, ciudad que ninguno de los tres conocía, emprendieron el regreso a Wolfsberg. Habían pasado pocos días fuera de casa, pero la familia ya extrañaba la paz de su pequeña ciudad.

Muy pocas horas habían transcurrido desde la llegada a su hogar. Esa misma noche, casi cuando se iban a acostar, alguien tocó el timbre. “¿Quién podría molestar a esa hora a personas recién llegadas de viaje?” –pensó Emma.

Tuvo que sacarse la ropa de cama y volver a vestirse para atender a la visita. Su esposo estaba conversando con Lena en su habitación y no escuchó el timbre.

Era un hombre prolijamente vestido con un traje gris oscuro.

–Buenas noches señora ¿Podría hablar un momento con el doctor Ingram, por favor? Es algo de suma importancia…

–Vea señor, no lo tome a mal, pero creo que éstas no son horas para hacer un reportaje… o lo que fuere que vaya a decirle.

–Es que no puedo perder tiempo, señora Ingram. Tengo que cumplir con el mandato de mi jefe y partir enseguida. No voy a hacerles perder tiempo ni a usted ni a su esposo. Le vuelvo a repetir, es muy importante mi mensaje.

Emma subió las escaleras, entró a la habitación de Lena y le comunicó la novedad a Karl. Su curiosidad científica pudo más. Se cambió con ropa adecuada y bajó a atender al visitante.

–Buenas noches doctor, mi nombre es Josef Müller

¿Puedo pasar un momento?

–Sí, adelante, tome asiento –dijo Karl.

–Voy a ser conciso, doctor Ingram. Vengo comisionado por el profesor Franz Rachwald, de Viena.

–¿Rachwald? ¿El famoso físico multimillonario?

–Sí, así es. Le ofrece financiar un proyecto, que implica llevar a cabo su teoría de la duplicidad cuántica. Él pone a disposición sus instalaciones, y un presupuesto de…

¡me da un poco de pudor!… usted sabe de la fortuna del profesor…

Las cifras que manejaba ese hombre eran fuera de la imaginación de cualquiera. Permitirían llevar a cabo cualquier clase de proyecto, y además, concretar la teoría que le había llevado tantos años de estudios y sacrificios. Pero ¿podría convertirla en realidad? Él mismo se lo dijo al periodista “del papel a la realidad…”.

La oferta era difícil de despreciar. Después de conversarlo con Emma, al día siguiente sacó un pasaje a Viena. Empezaría las investigaciones pero esta vez no serían en papel, había que llevarlas a la práctica, cosa que le resulta- ba complicada. Él era un físico teórico.

El profesor Rachwald lo esperaba ansioso, le mostró las instalaciones de su laboratorio, que por cierto eran impresionantes. Karl nunca había estado antes en un lugar de esa magnitud. Si bien conocía varios de los complejos aparatos de investigación, eso superaba ampliamente sus expectativas.

Karl, antes de empezar con los trabajos, le puso al profesor una condición que no tendría excepciones; caso contrario no contarían con su ayuda. En el supuesto de tener éxito, nunca duplicarían a un ser vivo. Eso estaba muy por fuera de la ética de Karl. En ese momento le vinieron a su mente las palabras del joven periodista.

Decenas de científicos se pusieron a sus órdenes, y tras meses de intenso trabajo, obtuvieron los primeros resulta- dos. La placa cuántica estaba tomando forma; ya podían recabar los datos del objeto con el láser y acumularlos en la placa. Era un enorme avance que ni siquiera Karl podía creer, aunque fuera el padre de la criatura.

El tiempo pasaba y faltaba una parte importantísima del experimento, plasmar los datos obtenidos de la placa cuántica en el plasma receptor, lo que les permitiría “duplicar” el objeto.

Por fin, y gracias al empeño de todos, el esfuerzo dio sus resultados; estaban preparados para iniciar su primera prueba. El entusiasmo del equipo era indescriptible, ese experimento era uno de los más importantes que hubiera hecho la humanidad y ellos lo sabían muy bien.

El láser lector se encendió. Las computadoras de altísimo rendimiento también, y la placa cuántica estaba lista para hacer su trabajo. Con tremenda emoción y casi temblando, el profesor le preguntó a Karl qué objeto pondrían en el duplicador. El doctor Ingram miró su mano izquierda y con mucho cuidado sacó de su dedo anular el anillo de compromiso con Emma. Lo puso debajo del láser.

En la pequeña cámara receptora algo se estaba forman- do en el centro del plasma. A los pocos minutos de comenzado el experimento, Karl y el profesor abrieron la puerta del receptor. ¡El anillo se había duplicado! No era parecido

¡Era exactamente el mismo! Con las mismas marcas que el uso y el tiempo le habían dado… ¡Y hasta tenía grabada la fecha del día de la boda!

Estaban exultantes de alegría. Habían tenido un éxito rotundo.

Después de haber duplicado distintos objetos pequeños, desde un diamante hasta un tubo de ensayo con combustible; todo con resultados perfectos; no tenían mucho más que pensar. Había que agrandar la cámara receptora y empezar a experimentar con objetos de más volumen. En sus cabezas no cabía tanta expectativa. Lo que podrían hacer con ese dispositivo era totalmente inimaginable.

Karl les envió a Emma y a Lena dos pasajes en avión para que de inmediato se trasladaran hasta Viena. Quería contarles de su éxito y volver a verlas después de tanto tiempo. Habían transcurrido ocho meses desde que había partido de Wolfsberg.

La familia del doctor se instaló en un lujoso hotel vienés, pero como siempre pasa con los grandes descubrimientos, sus autores ponen en riesgo sus vidas.

Así ocurrió con las misteriosas muertes de Rudolf Diesel, inventor del motor que lleva su nombre, o Stanley Meyer, que inventó el motor que funcionaba con agua.

Karl empezó a recibir llamadas intimidantes, que cada vez se hacían con más asiduidad. Él y su familia estaban en grave peligro.

Alguien en el laboratorio había violado el secreto, y los grandes intereses internacionales también estaban en grave peligro. Ese dispositivo podría cambiar para siempre el curso de la humanidad y destrozar imperios y monopolios mundiales.

No lo permitirían, y Karl lo sabía perfectamente. Ése era un tema que lo desvelaba y no lo dejaba dormir.

Tres hombres entraron a la madrugada al hotel donde se hospedaban los Ingram. Uno de ellos redujo al conserje y al guardia de seguridad, y los otros dos subieron a la habitación de la familia.

De una brutal patada abrieron la puerta de la habitación, extrajeron sus pistolas con silenciador y sin siquiera despertarlos, masacraron al matrimonio. Luego se dirigieron a la habitación de Lena, que se estaba levantando de la cama por los ruidos.

No tuvieron contemplación de que fuera una niña, le dispararon tres veces sin piedad…

Otro grupo de cinco individuos tomó por asalto el laboratorio del profesor Rachwald, y tras rociarlo con combustible, lo incendiaron. Las fórmulas, los apuntes, el dispositivo duplicador y la misma vida del profesor, se perdieron.

Los oscuros personajes que manejan los intereses mundiales habían cumplido su propósito. Para ellos, el curso de la historia y de la economía no debía cambiar de un día para el otro.

En Innsbruck, el día amaneció con el cielo muy despejado y la temperatura de ese día era bastante agradable. Lena hizo una bola de nieve y se la arrojó a su papá. Su mamá, Emma, se sumó a la divertida batalla. Luego, los tres enfundaron los esquíes que habían comprado el día

anterior y subieron al teleférico. Pasaron toda la tarde esquiando en la alta montaña.

El doctor Karl Ingram había dejado de lado su ética profesional. La protección de su familia estaba primero.

Sin dudarlo, había copiado a su esposa y a su hija; y por último, se copió a sí mismo.

La pregunta teológica del joven periodista estaba resuelta. El alma de los tres estaba con los originales en Innsbruck, y los cuerpos que quedaron sin vida en Viena. Eran sólo eso, cuerpos vacíos…


July 5, 2022, 9:22 p.m. 0 Report Embed Follow story
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