Cuando me despierto, mi cabello es un enorme nido.
Cuando mi mamá me peina, es distinto, pues ella transforma mi cabello desordenado en una coleta bien arreglada.
Cuando hago ejercicio en la escuela, mi cabello pierde el control y algunas niñas al darse cuenta, se rien de mi cabello
— ¡Pelo de alambre!
— ¡Esponja!
Y muchas cosas más .
Al llegar a mediodía, mi cabello se vuelve a convertir en un enorme nido. Varias veces la maestra de ciencias me ha mandado al baño a arreglarlo.
—¿No te peinas, Raquel? Se más cuidadosa
Y así…todos los días.
Empecé a usar gel, no funcionó. Mi cabello quedó tieso como por dos días enteros. No pude peinarme.
Traté de usar cremas para rizar mi cabello como el de Elizabeth, si a ella no le decían nada por sus rizos, a mi tampoco, pues estarían ordenados como los de ella.
No funcionó, la maestra dijo que los pajaritos harían nido en mi cabeza. Desde ahí supe que lo mío no es el cabello rizado.
Intenté con dos trenzas, pero siempre terminaba con una más arriba y la otra más abajo.
La maestra siempre decía:
“Niñas que no les pase como a su compañerita Raquel, porque parece que un rayo le cayó en la cabeza.
Todos los días planifiqué darle forma a mi cabello. ¡Sólo quiero que sea normal! Como el de Lucy o como el de las niñas que salen en los programas infantiles, su cabello nunca se desordena como el mío.
Una tarde, decidí peinarme por décima vez en el día. Me miré al espejo y noté algo, no me veía tan desordenada después de todo, creo que mis profesoras exageraban. Entonces tomé dos ligas e hice dos coletas.
No había cabello rizado, estaba bien después de todo, mi cabello medio liso estaba normal, le acentaba muy bien a la forma de mi cara redonda. Mi cabello si tenía un brillo especial, con sus desordenes y todo, pienso que, al no tener una forma exacta podía hacer montón de peinados y así no aburrirme del mismo estilo.
El lunes fui a la escuela con dos trenzas bien atadas. El martes fui con una coleta alta. El miércoles fui con un cebollín y los comentarios de las maestras disminuyeron, esta vez ya no tenía nidos en la cabeza, ni habían rayos atacándome.
Después de todo, mi cabello si era normal, quien no estaba actuando como tal, era yo, ¡claro!, porque siempre estaba atacándome, en lugar de buscar una solución que me ayudara a mejorar.
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