Aquella noche todo iba a ser diferente. La televisión estaba apagada, las cortinas cerradas. Ninguno de los miembros de la familia había pronunciado palabra alguna desde que se sentaron a la mesa. El reloj marcó las ocho, y tan solo el perro, un cachorro de pastor alemán, movió un poco las orejas al escucharlo sonar. Aquella noche había un plato menos en la mesa.
Era la primera vez que cenaban los tres. Solos. Claire levantó la vista y miró a sus hijos fingiendo una expresión indiferente. La pequeña había pasado noches sin dormir, con lágrimas y terribles pesadillas, y sus ojos aún reflejaban la pena de los días anteriores, rojos y algo hinchados por la pérdida. No tenía hambre. Su plato estaba intacto, al igual que el de su hermano. La mujer procedió a observarlo con sumo cuidado, procurando que sus miradas no se encontrasen. El rostro del chico aún presentaba algunos rasguños, pero parecía ser un milagro el hecho de que hubiese escapado prácticamente intacto del accidente, salvo por la profunda cicatriz localizada sobre su ceja izquierda. Ethan se culpaba. Se culpaba por todo. Claire lo sabía, pero no se le ocurría ni una sola forma que no hubiese probado de alejar esos pensamientos de su cabeza, pues todos los intentos de hablar con él habían sido en vano. Su hijo no escuchaba, tan solo se mantenía en silencio, ignorando cualquier tipo de conversación que estuviese teniendo lugar a su alrededor, concentrado únicamente en las terribles imágenes que no dejaban de visitar su mente.
Gritos, sangre, silencio.
Su vida había sido destrozada en cuestión de segundos, y todo por su culpa, o al menos eso era lo que él pensaba. Él era el culpable de que su padre no estuviese con ellos en la mesa, de que no pudiesen escuchar su voz, verle reír, oler la pesada colonia que se echaba por las mañanas cuyo olor se mantenía hasta finales del día... Él había sido el causante de todas esas ausencias, y se negaba a perdonarse a sí mismo a pesar de que nadie sentía rencor alguno hacia él. Los accidentes forman parte de esas cosas que se nos escapan de las manos, que muchas veces van en contra de nuestros deseos y voluntad, pero era el hijo mayor de esta familia el que había desencadenado los trágicos sucesos.
Miró de pronto al frente, encontrándose con el rostro pensativo y triste de su madre. La imagen le destrozaba hasta el punto de no saber distinguir la realidad de la pesadilla. Se herían entre ellos por su propio aspecto, pero tan solo era una reacción humana ante la tragedia. De pronto, la pequeña comenzó a llorar, y algo se comprimió en el pecho de su hermano y su madre. Era la pena, el miedo, la impotencia... Claire se levantó y se agachó a su lado, sentándola en su regazo para consolarla, sintiendo como sus ojos la traicionaban también. Ante la situación, el chico se levantó, dejándolas solas.
A simple vista solo faltaba uno, pero por dentro, los dos se habían marchado.
Tori B.
