Pues, ésta es la historia1: estamos allí yo, Enrico, el Frá y el Giá, sentados en una escalera justo enfrente de la entrada de la disco “Duplé”, Frá enciende un cigarrillo, tira 2 bocanadas y lo tira al suelo, justo delante del Giá, que empieza a toser y a decir:”Me cago en tu puta madre y en todos los jodidos fumadores...” pero el Frá le dice:”Cállate ya, coño2” y Enrico ríe y dice que parecen una pareja de maricones que pelean para que uno de los 2 no fume en la cama, y yo también rio pero veo una tía que está buenísima y me fijo en ella y Enrico sigue mi mirada y ve también la tía buena y dice.”Joder, que maciza”, pero el Giá y el Frá no le escuchan y siguen discutiendo por culpa del cigarrillo, y el Frá dice:”Y a ti que más te da, acabamos de salir de un sitio que está lleno de humo” y el Giá contesta:”Pero coño, por lo menos déjame respirar al aire libre “y Enrico comenta:”¿Qué os dije? Maricas3, pelean para una chorrada en lugar de fijarse en las tías”, y yo sigo mirando a la tía buena, una rubia de metro y ochenta con una minifalda de infarto, pero entra en un coche, un porsche que te cagas y el Frá dice:”Mirad vuestra tía buena, esa te la follas sólo si tienes pasta”, y Enrico le contesta:”No digas chorradas, ¡si acaba de salir de un sitio cutre como éste! Esa es una que presume ser la reina de la fiesta, y después viene en este cuchitril a ver si da el braguetazo”, pero yo no lo escucho y intento imaginarme como sería follarse una tía así, en una habitación de lujo con mantas de seda y una botella de champan, pero el Frá se levanta y dice:”Estoy hasta los huevos de mirar las tías y de no ligar! Anda, para dentro y a ver si esta noche no tengo que cascarme otra paja”, y los 3 se levantan y Enrico me mira, y me dice:”Venga, Simone, muévete, a ver si conseguimos algo bueno” y yo le digo que sí, ahora voy, pero mi mente sigue pensando cómo sería ligar con una chica guapa, y llevarla un sitio bonito, no a esta cutre disco perdida entre los montes, en un entorno frío y inhóspito, donde sólo ves yonquis y alcohólicos y nunca consigues ligar con una tía normal, no pido mucho, una chavala de mi edad y ya está, te llevo a cenar , te llevo a bailar y después vamos con el coche hasta la playa y allí hacemos el amor y al final cuando la llevo de vuelta a su casa bajo la ventanilla y ella me dice dulcemente:”Te quiero” y me besa en la boca, pero aquí estoy, tengo 23 años, no tengo novia, aún vivo con mis padres y estoy tan lleno de alcohol que si me encienden un fósforo enfrente de la boca voy a estallar, pero Enrico me llama y me dice:”Todo bien?” y le contesto que sí, todo bien, y él dice:”Pues vamos , El Giá dio con el tío de las pastillas y hay que pagarlo” y me pone su mano en la espalda y dice:”Y verás que después todo irá mejor, apuestas a que esta noche ligamos?”, y yo le digo que sí, a lo largo de la noche sólo he dicho que sí y que sí, parezco un mono descerebrado, monosílabos y ya está, me pregunto porque me costará tanto hablar con la gente pero el Giá me da en la mano una pastillita roja, me la trago y digo:”Sí, ahora todo irá mejor”. Antes de entrar en la disco, noto como afuera hace bastante calor; después me acuerdo de que hoy es el 31 de marzo, el primer día de primavera.
Las personas
esperaban en la entrada de la cueva a que el Gran Hechicero saliera,
con los vaticinios para el próximo año. Tamir estaba entre la
muchedumbre, pero empezaba a ser escéptico acerca de las capacidades
del Gran Hechicero. El año anterior éste había previsto que iba a
ser una época dorada para la ciudad, pero hubo esa maldita epidemia
que mató casi la población, incluido el hermano de Tamir. El
difunto hermano de Tamir, Alek, siempre había hecho los
sacrificios, siempre había rezado a los dioses, y nunca había
cometido actos blasfemos .Pues ¿por qué había muerto? El Gran
Hechicero le había explicado que a veces los dioses se llevaban a
los mejores hombres, para tenerles a su proprio lado en el Reino de
los Cielo. Pero Alek tenía 25 años, era un chaval tímido y
educado, nunca había tocado un arma, luchado con otro hombre,
peleado. ¿No era mejor que siguiera en la Tierra, para trabajar
duro, tener una familia, engendrar hijos? Tamir no había dicho nada
de todo esto al Gran Hechicero, porque éste hubiera podido marcarle
como herético, y la punición para la herejía era la muerte por
lapidación.
La muchedumbre empezó a gritar en cuanto el Gran
Hechicero salió de la cueva con su túnica negra, el bastón
sagrado y el gorro ceremonial, donde hacía buena muestra de sí
el cráneo del anterior Gran Hechicero. Empezó a contar algo de una
guerra que se acercaba, y de que los Dioses le habían dicho que el
pueblo tendría que sufrir un poco más, pero al final ganaría
y la ciudad prosperaría durante 100 años seguidos, pero Tamir no le
hizo caso, porque en su mente sólo había la imagen de Alek, su
joven hermano muerto por los caprichos de unos dioses lejanos y
misteriosos.
*******
Dentro de la disco la música es alucinante, las luces demasiado
fuertes, la gente mucha y todo el mundo baila locamente. Yo bailo un
rato, después paro, después vuelvo a bailar, y mi corazón late muy
fuerte y la cabeza es muy ligera, y me siento feliz. Me acerco a una
chica y le hablo, mi aspecto es el de un pringado bajo, con gafas y
feo, pero en este momento mi cuerpo no me pertenece, ahora sólo mi
mente importa, y mi mente en este momento es un río, un océano de
emociones y deseos que desbordan, y hablo y hablo, realmente no sé
ni si me gusta esta chica, pero está allí y huele bien y el
contacto con su cuerpo me excita y le tomo la mano y le digo:”Anda,
vamos a bailar”. Bailamos muy juntos, su cuerpo roza el mío, y me
pongo más excitado cada momento que pasa.
Me acerco a ella
y la beso, ella me besa a mí y yo huelo un olor muy fuerte a
cerveza, pero en ese momento no es desagradable. La llevo conmigo
fuera de la disco, vamos a mi coche, pongo la música a todo volumen
y conduzco hasta un descampado, allí follamos y después de
vuelta a la disco, ella se va con sus amigas y yo busco a Enrico y
los demás. No le pregunté el nombre, y ella no me preguntó el mío.
No hemos hecho el amor, pienso; ha sido más bien un acto puramente
físico, sin sentimientos ni emociones. En ese momento, me viene a la
mente un libro que había leído unos meses antes. El libro se llama
“Crash”4,
y cuenta de como en un futuro ni demasiado lejano el mundo es una
inmensa carretera llena de coche perenemente parados en un atasco
interminable: ya no hay parques, ni arboles, ni campos, sólo una
inmensa autopista que parece no terminar nunca. El protagonista,
insatisfecho con su vida y con el sexo, descubre una nueva forma de
placer arriesgando su vida en los choques de auto. Encontré
asombrosa la comparación entre el acto sexual sin amor y un
accidente entre 2 coches: en ambos casos, dos cuerpos sólidos se
encuentran, penetran el uno en el otro, causando algo intenso y
único. El protagonista, guiado por un tal Vaughan, el
“profeta” de esta nueva visión de la sexualidad como acto
simbólico de la penetración de cuerpos y metal, empieza a recorrer
las carreteras buscando accidente intencionados, y llegando al
orgasmo sólo en el momento en que su coche se empotra contra otro:
es un orgasmo frío, mecánico, un himno a una nueva sexualidad que
se conforma a ese mundo donde lo natural ha desaparecido, y queda
sólo el frío del hormigón y de los edificios. Vaughan va
demasiado lejos, y se mata intentando empotrarse contra la limusina
de una famosa actriz que le gustaba, en un intento extremo de
demostrar que el amor, el sexo y los choques de auto son simplemente
una variación del mismo concepto abstracto: el encuentro de dos
cuerpos sólidos que buscan la penetración, la fusión, la
intensidad de un momento único seguido por el silencio.
Esa
noche, en esa disco pienso en esto, y pienso que con esa chica hice
algo muy parecido a lo que tanto gustaba a Vaughan y al protagonista
del libro de Ballard: sexo sin amor, orgasmo sin pasión, penetración
en el cuerpo de una mujer sin llegar ni a lo lejos a rozar su alma,
sus sentimientos, su verdadero ser. En esa autopista que es el mundo
moderno, me pregunto, tal vez ya no exista espacio para el amor.
Pensamientos raros, que me dan una risa tonta...
Para celebrar las
predicciones para el año nuevo, se organizó una gran fiesta en el
pueblo. La guerra que se acercaba ensombrecía un poco los ánimos de
la gente, pero el Gran Hechicero había dicho que esa noche todo el
mundo tenía que disfrutar de la vida, para reforzarse antes de los
tiempos difíciles que acechaban a la pequeña ciudad.
Tamir se
quedó a un lado, sin comer ni beber nada. Se sentía cansado,
cansado de ver como los habitantes del pueblo se dejaban guiar por
las predicciones de un viejo hechicero loco. Era verdad que habían
tenido problemas con los habitantes del otro pueblo que surgía cerca
del mar, pero de momento nada dejaba prever una guerra...siempre que
no fueran ellos, los paisanos de Tamir a empezarla. Y él estaba
seguro de que la empezarían, y todo esto sólo para satisfacer a los
deseos de los dioses.
Aguira, una chica de figura esbelta y
cabello rubio se le acercó: olía a cerveza, y estaba claramente
borracha. Se agarró a Tamir, y él no pudo resistir a la tentación,
y se la llevó a un pajar cercano, y allí le hizo el amor. Pero
cuando acabó, no se sintió mejor: se sentía más vacio, triste y
solo que antes. Dijo esto a Aguira, pero la chica le reprochó de no
segundar la voluntad de los dioses celebrando la fiesta como era
debido, y volvió corriendo a bailar locamente cerca de la gran
hoguera que habían encendido en la plaza principal del pueblo.
Tamir, la vio alejarse, y pensó que por lo menos gracias a los
dioses esa noche había hecho el amor. Pensamientos raros, que le
dieron una risa tonta....
*******
Enrico
ha desaparecido, imagino que se fue con alguna tía al descampado, el
Frá y el Giá están sentados y miran a las tías bailar y siguen
dándole a la vodka, yo me siento y dejo que el placer de la droga y
del alcohol invada mi cuerpo, son las 4 de la madrugada y ya tengo
los deberes hechos, y no tiene sentido pensar en los problemas del
día a día: la universidad que va mal, el dinero que no está, las
mujeres que no fijan en mí aparte de cuando están borrachas y
sobretodo la relación con mis padres. Tengo que vivir con
ellos porque sin pasta no sabría adonde ir, pero al mismo tiempo los
detesto de todo corazón. Pero, qué coño, a la mierda todo, a la
mierda el amor, el futuro, la esperanza, aquí no hay espacio para
esto, aquí lo que hay que hacer es cerrar los ojos y disfrutar, y el
lunes otra vez a huir de los fantasmas de mi mente y del fracaso de
una vida que no acaba de despegar: pero hasta el lunes sólo habrá
paz y olvido.
Enrico vuelve, le preguntamos qué tal y nos
contesta que la chavala no estaba mal. Frá le pide:”Como se
llamaba” y Enrico dice:”Ni puta idea” y empezamos a reír,
excepto el Giá que se levanta con la mirada seria y dice:”A la
mierda, otra noche sin mojar” y va al servicio. Nosotros 3 le
miramos, y Enrico dice:” ¡Joder, que pesado el tío! ¡Que bebiera
menos y entintara ligar más! ¿Tú estuviste con él: se acercó
acaso a alguna chica?”. El Frá contesta:”qué va, ya sabes:
beber y quejarse”, y Enrico nos mira y nos dice:”A ver, hay que
hacer que el pobre Giá folle. ¿Le llevamos de putas?”. Estoy tan
salido que digo que para mí está bien, así deja de quejarse. Cada
uno de nosotros pone 20 euros, ¡y ya tenemos el regalo para nuestro
amigo!
Tamir volvió a la plaza central, y allí vio a sus amigos, Makir el herrero, Faray el carpintero y Sulik, el hijo del jefe del pueblo, que no trabajaba ya que su familia era la más rica de la aldea. Tamir vio que los tres hablaban animadamente, y se unió a la conversación. Resultó que Makir se había enamorado de una chica del pueblo del mar, Alathea, y le había dejado embarazada. Cuando los padres de ella descubrirían lo que había hecho la hija, empezarían los problemas. La única solución, le comentó Makir, era casarse con ella en secreto; esto lo arreglaría todo. Sulik dijo que si esto era lo que había que hacer, pues podían aprovechar de esa noche para ir hasta el mar y convencer a la chica a seguirles. Sulik sabía que esa noche también en el otro pueblo se estaba celebrando una gran fiesta, y ¿qué mejor ocasión que ésta, cuando todo el mundo estaría borracho?
*******
Cuando el Giá vuelve, le llevamos al coche y le obligamos a salir, a pesar de sus quejas. El coche es un Panda Young, un cacharro que mis padres me compraron para que estuviera a tono con mi aspecto de pringado. Es de color rojo, pequeño, el típico coche donde una tía como la que vi antes afuera ni se atreve a salir. Pero si uno nace desgraciado seguirá siendo un desgraciado toda la vida, ésta es la única cosa cierta en la vida, y al fin y al cabo tengo el coche que merezco, pero otra vez me doy cuenta de que estoy poniéndome deprimido y no es el momento, sería una lástima desperdiciar tanta droga y tanto alcohol, pues doy otro trago a la botella y enciendo el coche. A mí lado se sienta Enrico, y detrás el Frá y el Giá, éste último que sigue preguntándonos donde vamos, pero Enrico le dice:”Cállate ya, ahora vas a ver” y el Giá se calla y se enciende un cigarro, pero el Frá dice que no puede fumar allí y empiezan otra vez a pelear. Yo no los escucho, enciendo el motor y empiezo a conducir despacio. Soy muy bueno a conducir cuando estoy mamao, por esto mis amigos confían en mí. Me pongo tranquilamente en el carril derecho, más a la derecha que puedo, y nunca supero los 50 Km por hora. Mi coche, pequeño y inofensivo, pasa desapercibido a los controles de la policía: hasta el momento, nunca nos han parado de vuelta después una noche de borrachera. Pienso que será porque cuando la guardia civil ve quien conduce pensará que un tío con gafas y cara de pringado no puede ser un peligro. Si tuviera un coche más grande, sí que sería un blanco para los controles de policía. ¿Pero quién se fija en mí? Ni la policía, y me pregunto si la chica con la que acabo de hacer el amor (¿Cómo se llamaba? ¿Corina?¿Giovanna? Intento recordarme pero no puedo) se habrá fijado en mí, o si para ella mi presencia no ha sido algo importante, sólo una imagen borrosa en un sueno de alcohol y drogas. Pero....¡ya está bien! Nada de pensamientos negativos, no ahora, no aquí, no con una botella de vodka en mi regazo, droga en mis venas y alcohol en mi sangre! Ahora hay que ser felices y divertirse, desconectar de toda la mierda que es mi vida, y pensar en la calle, centrarme en conducir bien y ya está. Mañana (o el lunes, cuando me pasará la resaca) ya habrá tiempo para la depresión, pero ahora no. A mí lado, Enrico cuenta como se ha ligado la tía que acaba de tirarse, atrás el Giá y el Frá le miran con admiración, yo como siempre no hablo y de vez en cuando digo sí, claro que sí, así se hace. En el espejo retrovisor, veo por un instante la silueta de una persona: está lejas, al borde de la carretera, tal vez sea un autostopista que espera que alguien le recoja. No lo veo bien, pero por un instante siento como un sentimiento de solidaridad con ese autostopista solitario: los dos somos dos almas perdidas en la noche, dos náufragos en un mundo oscuro de soledad. Pero ahora no puedo parar, y me alejo rápido de él, de los pensamientos que me trae: en este momento, estoy a salvo en mi mundo de droga alcohol. “¡Qué te den!”Digo en voz baja. Enrico me escucha y dice:” ¡Así Simone, que le den por culo a todos esos hijos de puta!” y no sé muy bien a quien se refiere, pero no se lo pregunto: al fin y al cabo, me da igual; en ese momento, todo me da igual.
Mientras
caminaban hacía el otro pueblo, cabalgando rápidos, Tamir pensó en
Amira. ¿Por qué había querido acostarse justo con él? En el
pueblo había muchos chicos solteros, con más dinero y trabajos
mejores que el de Tamir. Bueno, ser el jefe de los cazadores era un
cargo importante, pero pocas chicas querían casarse con los
cazadores. Las probabilidades de quedarse viudas eran muy altas,
porque en caso de guerra los cazadores tenían que enfrentarse a los
enemigos juntos con los pocos soldados de profesión que había en el
pueblo. Tal vez, en el éxtasis de la fiesta, Amira quiso
olvidarse por un instante del mundo real, y soñar que Tamir era su
prometido, y que pronto se casarían, y tendrían hijos y una
casa para ellos. Tonterías, sueños de borracho. Todo el mundo sabía
que Amira se casaría con Guimar, el hijo del usurero, y así dos de
las familias más ricas del pueblo se unirían y podrían derrotar al
padre de Sulik y hacerse con el alcaldía del pueblo.
Mientras
cabalgaban, Sulik, erguido en su esplendido semental vestido con una
larga gualdrapa de seda roja, contaba a los demás como esa noche se
había acostado con dos chicas distintas, y estaba dando todos los
detalles. Faray le escuchaba mirándole con admiración, mientras
Makir estaba callado, pensado seguramente a la chica que le esperaba.
De repente, Tamir se paró y bajó del caballo. Se quedó parado al
borde de la carretera, porque vio algo raro e inesperado: dos luces
fuertes y cegadoras que se dirigían veloces hacia él. Tamir se
quedó boquiabierto, porque nunca había visto algo parecido; y lo
más increíble de todo, era que sus compañeros no parecían haber
visto esas luces mágicas y misteriosas, y seguían cabalgando
tranquilamente. Tan rápido como habían aparecido las luces se
fueron, y Tamir se dijo que seguro había tenido una alucinación;
no había otra explicación, ya que no había tocado ni una gota de
alcohol y no estaba borracho.
Tamir volvió a montar su caballo y
siguió el rastro de sus compañeros, pero su mente y sus ojos
volvían una y otra vez a ver esas luces misteriosas; y lo más raros
de todo, era que cada vez que pensaba en ellas le entraba una súbita
tristeza.
*******
Mientras conduzco, tengo un recuerdo súbito, como se alguien se hubiera metido en mí cabeza. Recuerdo el día de mi primera borrachera, cuando conocí a Enrico, Frá y el Giá, en la playa de Marina de Massa. Ese día caminaba sólo por la playa, mirando el horizonte lejano y con la mente perdida detrás de mil pensamientos confusos y contradictorios: pensaba en el futuro, en la muerte, en lo que había hecho hasta entonces(poco), en lo que iba a hacer de mi vida, en las mujeres que había amado (pocas), en las que me habría gustado amar (muchas, y muchas imaginarias), cuando de repente di con estos 3 chicos que estaban allí sentados en la arena, pasándose una botella de vodka. “¿Hey, tienes un cigarro?” me preguntó uno de ellos, y yo le contesté que no, que lo sentía. Otro me dijo que no tenía porque sentirlo, mejor para mí que no fumara, y otro que no le hiciera caso, que el Giá siempre está tocando los huevos con esto del humo, si le gustaba tanto cuidarse que no bebiera tanto y que no se hiciera tantas pajas. Los 3 rieron, y yo reí también, pero al mismo tiempo empecé a ponerme nervioso. Me daba pánico la gente. Era muy tímido, y hablar con alguien me ponía en dificultad. Pero ellos parecían no notarlo, y entre una broma y otra se dirigían a mí, me hacían preguntas, y finalmente me indicaron la botella y me preguntaron si quería un trago. Yo nunca había tocado el alcohol hasta entonces. Nunca en mi vida, ni un trago de cava por Navidad. Pero en ese instante me pareció falta de educación decirle que no, y cogí la botella y di un trago largo y de pronto me pareció como si los pulmones se quemaran, el corazón se parara y el estomago estallara como una bomba. Empecé a toser y sentí nausea, pero uno de eso chicos de levantó y me preguntó:” ¿Todo bien? Es una mierda de licor, lo reconozco, pero es barato. Anda, siéntate y verás que te pasa”. Me senté, dolido, con nausea, y miré al mar lejano intentando tranquilizarme. El dolor pasó enseguida, y en su lugar apareció una sensación de bienestar como nunca había probado antes. Mi mente se vació, mi cerebro pareció ligero como el aire, y empecé a charlar y charlar, nunca lo había hecho ante, y los chico se rieron de mis chistes y me pasaron otra vez la botella y alá, otro trago! La tarde pasó rápida, y cuando empezó a anochecer y uno de los chicos dijo “Tengo que irme, mañana aquí a las 3, y te toca pagar a ti, Enrico”. Yo contesté:”¡No, mañana invito yo!”. Fui el primero en quedar sorprendido de esta respuesta, pero me contestaron:”Vale, pues a las 3 y recuerda, vodka Smirnoff, por favor, no esta mierda del Carrefour que acaba de comprar el Frá!”. Vi alejarse a mis nuevos amigos, feliz por haber conocido por fin nueva gente, después de varios meses hablando y viviendo prácticamente sólo. Ya estaba anocheciendo, y con dificultad conseguí incorporarme, pero, por primera vez en mi vida, el atardecer no me parecía tan oscuro.
El cielo estaba lleno de estrellas, y Tamir recordó la primera vez que había ido al templo con su padre, hacía más de 10 años. Su padre durante el camino que separaba su casa del templo sagrado le había dado consejos sobre como portarse delante del Gran Hechicero, y le recomendó hablar lo menos posible y contestar rápido a las preguntas.
Al entrar al
templo, que no era nada más que una cueva donde el Gran Hechicero
había montado un altar y adornado las paredes con dibujos raros y
pieles de animales muertos, Tamir había visto que no estaría solo
durante esta primera charla con el Gran Hechicero: allí estaban
también Marek, Sulik y Faray, los chicos que estaban destinados a
convertirse en sus mejores amigos, que en aquel entonces sólo eran
tres chavales como él asustados por esta primera visita a un lugar
tan importante.
La aparición del Gran Hechicero les dio un
susto. Era muy anciano, y tenía la cara llena de arrugas, y cada
arruga era un sendero esculpido por el tiempo en ese rostro
impasible. Estaba tan delgado que se parecía a un esqueleto, y la
calavera que llevaba en su gorro ritual sólo sirvió para aumentar
el miedo que los 4 chavales tenían hacia esa persona, mística y
espantosa al mismo tiempo. Pero en cuanto el Gran Hechicero empezó a
hablar de los dioses, de sus poderes extraordinarios, de como
vigilaban el pueblo y protegían la vida de sus habitantes, los 4
niños que se estaban convirtiendo en hombres quedaron atrapado por
la fascinación de esas historias mitológicas. Escucharon como
Mulamai, el Dios Supremo, llegó un día a la Tierra, y forjó todo
objeto inanimado: los verdes bosques y los negros abismos, el mar
azul y el Sol resplandecientes, los prados llenos de flores y los
áridos desiertos. El Gran Mulamai contempló su creación, y
complacido consigo mismo volvió al Reino Celestial. Pero su hijo,
Bartabamak, vino a escondidas al mundo que su padre acababa de crear,
y para desafiar al progenitor creó los seres vivientes, y estos se
esparcieron por todo el globo y destruyeron los prados, quemaron los
bosques y se dedicaron a actos tan blasfemos como luchar entre ellos
y ensuciar con la sangre ese mundo tan perfecto que Mulamai había
creado .Lleno de ira, el Dios Supremo relegó a su hijo en el Reino
del Inframundo, donde estaban los Demonios que hace muchísimos años
Mulamai había echado del Reino Celestial, y decidió borrar para
siempre las criaturas engendrada por el hijo. Pero cuando se paró y
contempló lo que estaban haciendo los seres humanos, vio que estos
no conocían sólo el Mal: había también amor y paz, poesía y
arte, orden y ciencia. Mulamai entendió entonces que había sido
injusto a la hora de punir el hijo, y lo libró del Inframundo y le
permitió volver a su lado en el Reino Celestial; después reunió a
todos los Dioses y encomendó a cada uno la protección de alguna
parte de la Tierra. Y fue así que los Dioses bajaron a la Tierra, y
desde entonces velaban sobre el mar y los montes, las ciudades y las
calles, los animales y los seres humanos. Y siguió hablando así
durante horas enteras.
Cuando los 4 chicos salieron, ya estaba anocheciendo. Tarim miró al Sol que se escondía despacio detrás del horizonte, y nunca un atardecer le pareció más radioso.
*******
Estamos en el descampado de las putas, un vertedero que huele a
mierda y orina, pero tengo tanta drogas en cuerpo que ya no percibo
los olores. Yo, Enrico y el Frá estamos sentados en el suelo,
apoyados al coche, mientras el Giá se lo ha llevado una puta de unos
30 anos, alta y delgada, no me fijé demasiado en ella pero el Giá
dijo que quería ésa y le hemos dado el dinero y ahora esperamos a
que vuelva, no sabemos cuánto tardará porque con todo lo que tiene
en cuerpo dudo mucho que se le ponga dura. Sentados en ese
estercolero veo coches que se paran, y otras putas se acercan y
hablan con los conductores, unos se van pero muchos abren las puertas
y dejan salir a las chicas, y después al descampado a follar. Me
pregunto porque esas chicas estarán allí, si el sueño de esas
mujeres era terminar siendo usadas como objetos por un grupo de tíos
borrachos y presumidos, pero enseguida otro pensamiento me entra en
la cabeza y me pregunto si yo quisiera estar allí, bebiendo vodka a
las 5 de la madrugada con Enrico a mi lado que habla de sus aventuras
y el Frá que le escucha en silencio, tengo el estomago lleno de
alcohol y las venas llenas de droga y me doy asco por estar tan
petao, pero cuando el Frá me da otra pastilla digo “por qué no?”
y me la trago, y me pregunto que espero que hagan estas putas
pastillas, ¿tal vez borrar mis recuerdos? Si pudiera elegir un
recuerdo de mi pasado que borrar, no tendría duda en cancelar todos
recuerdos sobre mis padres. ¡Cuánto odio esa pareja de viejos
chiflado que me trajeron a este mundo!¿ Por qué tuvieron que
engendrarme? Por qué me hicieron el don de la vida? Recuerdo una
obra de teatro de un autor italiano5
que me gusta mucho, la obra se llama “Ambleto”, es una versión
moderna del clásico de Shakespeare. Hay un monologo del protagonista
que me encanta. Es el lamento fúnebre del protagonista, Ambleto, un
Hamlet moderno campechano y algo vulgar, durante el funeral del padre
recién fallecido. Dice:“Padre, a lo largo de tu vida nunca
estuviste orgulloso de mí, siempre me odiaste por lo débil que
soy...Padre, tú me diste la vida, pero, a ti, ¿quién te lo había
pedido? ¿Quién? Yo no, ¿para qué? Para ser así, más raro
que uno de esos monstruos que se exhiben en las ferias, que
tienen 2 cabezas y si le dices que bailen bailan para que la
gente se ría de ellos y les tiren monedas...Tú me engendraste, pero
incompleto. Yo soy el Am sin el Bleto, el todo sin una parte...”.
Estas frases siempre me vienen a la mente en momentos como estos.
¿Por qué tuve que nacer? ¿Y por qué mis padres me odian tanto? Yo
no pedí nacer, fue decisión de ellos; me hacen el don de la vida,
y después no me enseñan como se utiliza... pensamientos raros otra
vez, chorradas de borracho que vuelven a darme una risa tonta.
La
pastilla hace efecto, y el cerebro se tranquiliza, y la depresión
pasa de golpe y me quedo mirando al vacío. El Frá empieza a
hablar:”Ostras, mañana es mi cumple, ¿los sabíais? Cumplo 22
anos. No lo quiero celebrar, no celebro mi cumpleaños desde que
tenía 14 anos. Ese día mis padres me regalaron un perrito, un
cachorro tan mono que me enamoré de él nada más verle. Tenía
novia en aquel entonces. Crecimos el cachorro junto, mi novia y yo,
pero un día ella me deja y desde entonces tengo que cuidar yo del
cachorro, pero un día me despisto y el cachorro cruza la calle y un
camión lo atropella. Y yo estoy allí llorando, y mi padre me
ve llorar en la calle y me pilla y me dice que me vaya a casa y no
llores como un mariquitas. ¡Desde ese día mi padre ya no me
respeta! Y no he vuelto a tener novia... ¡ni un cachorro! ¡No tengo
ni un jodido perro que me haga compañía!” y empieza a llorar.
Enrico dice:” ¿Pero qué historia de mierda es esta? Guárdate tus
mariconadas para otro día” pero el Frá sigue llorando, y
solloza:”Pero desde entonces estoy solo. No tengo ni un perro que
me haga compañía” y llora y llora y yo entiendo que le acaba de
entrar la borrachera triste, a veces le pasa y se pone de un
pesado....Yo y Enrico nos miramos, intento decir algo pero oímos
alguien que canta “Fratelli d’Italia” y es el Giá che viene
hacia nosotros con una sonrisa inmensa y nos abraza y nos
dice:”Gracias chicos, soy los mejores “y sigue cantando y riendo
y coge la botella y le da un trago que parece durar una eternidad y
Enrico le dice:”Anda, tranquilízate y vámonos de aquí” pero el
Frá no quiere levantarse y sigue llorando y yo casi no les escucho,
ni al Giá que grita “Soy el campeón” ni al Frá que solloza
“siempre sólo, toda la puta vida solo”, ni a Enrico que se
enfada y dice “Ya está, vámonos, ¡qué quiero dormir, hostia!”
y pienso que diablo hago yo aquí, son la 5 de la madrugada y estoy
desperdiciando mi vida en un puto descampado que huele a mierda, otra
vez siento asco hacia mí mismo y otra vez tengo que beber la vodka
para echar los malos pensamientos de mi cabeza pero esta noche es
así, un poco deprimido y un poco alegre, yo no soy como el Frá y el
Giá, yo mis sentimientos los guardo dentro, nunca expreso a palabras
lo que pruebo. Me gustaría coger mis amigos y decirle:”Miraos,
estamos en un lugar lleno de mierda, nuestras vidas son una mierda,
¿por qué no hacemos nada para cambiarlas? ¿Queremos seguir así
para siempre? ¿Para llegar a los treinta alcohólicos o peor, unos
yonquis que viven por la calle y mendigan para comprar las drogas?
¡Somos jóvenes, aprovechamos esta ocasión! Desde mañana planeamos
el futuro, hacemos algo para que dentro de 10 años podamos decir que
hemos dado un sentido a nuestras vidas”. Pero me callo, y no digo
nada, hasta que Enrico coge el Frá y lo tira en el coche, después
agarra el Giá que sigue cantando y riendo y lo empuja en el asiento
de atrás.”¡Vamos a casa, y rápido! Yo esto no lo aguanto más
“me dice, y yo subo al coche y arranco. No pongo radio, tanto el
Giá canta en voz alta:”O sole mío”.Es increíble lo que puede
hacer el amor....incluso cuando es de pago.
Sulik,
Faray y Tamir estaban escondidos en la maleza, al borde de la
carretera, a unos 500 metros de la ciudad del mar, mientras Marek
había ido solo a buscar a la chica que había dejado embarazada.
Habían dejado los caballos atados a un árbol unos Km antes, para
que el ruido de las bestias no llamara la atención a la gente del
pueblo .No que fuera necesario: la pequeña ciudad estaba desierta, y
todo el mundo estaba en la playa, bailando y bebiendo alrededor de
unas inmensas hogueras que habían encendido a las orillas del mar.
Otra fiesta, pensó Tamir, otra muchedumbre que quiere divertirse sin
pensar en el mañana. ¿Qué habrá predicho su Gran Hechicero?
Guerra y sufrimiento, como el Gran Hechicero del pueblo de Tamir, o
tal vez un futuro lleno de esperanza y prosperidad? Era imposible
saberlo, porque ambos pueblos celebraban las predicciones para el
futuro de la misma forma, divirtiéndose locamente como si esa noche
fuera la última que verían. Tamir miró al mar oscuro, y después a
las estrellas lejanas, los ojos de los dioses que observaban a los
humanos, según lo que le habían dicho desde pequeño. Se acordó de
una historia rara, que alguien le había contado. Hablaba de una
criaturas monstruosas que vivían en ciudades de mármol y piedra en
el fondo del mar, criaturas deformes que eran lo que quedaba de los
experimentos de Bartabamak cuando éste decidió intentar crear la
vida. Primero creó las plantas, y fue un éxito, después los
animales, y fue otro éxito. Pero a la hora de crear vida
inteligente, falló, y los primeros seres que plasmó eran
aberraciones de la naturaleza, mezclas blasfemas de plantas y
animales que se movían con dificultad y cuando hablaban proferían
chillidos inhumanos. Fue después de muchos intentos que Bartabamak
creó finalmente al hombre, la criatura perfecta, dotada de
intelecto, fuerza y belleza. La Tierra era para el hombre, decidió
el hijo del Dios Supremo, pero no pudo destruir las criaturas nacidas
de sus experimentos. Sintió pena por ellas, y construyó una
inmensa ciudad bajo el mar, una ciudad prohibida para el hombre, y
allí relegó a esos monstruos para la eternidad. La historia cuenta
de como Bartabamak prohibió a las criaturas salir del mar, pero se
dice que en las noches de luna llena, cuando el cielo estaba lleno de
estrellas que se reflejaban en el mar, las criaturas salían de su
cárcel de agua y, a la orilla del mar, entonaban cantos misteriosos
y indescifrables, que eran oraciones a los Dioses Lejanos para que
les sacaran de esa ciudad submarina.
Tarim no se acordaba de la
moral de esa historia. Imaginó que era algo sobre la perfección del
ser humano, o sobre como los hombres tenían que estar agradecidos a
los dioses para el don que habían recibido. Pensando ahora a esa
historia, Tarim sintió piedad para esas criaturas, esos seres que no
eran culpables de su deformidad ni había pedido nacer. Presos para
siempre en una fría y obscura ciudad a miles de metros bajo el mar,
¿qué pedirían cuando salían a la playa? ¿Perdón por haber
nacido, a pesar que no fue culpa de ellas? ¿O que alguien le diera
la paz de la muerte, que llevaba consigo el final de la conciencia y
del sufrimiento? Y los hombres, ¿de verdad tenían que estar tan
agradecidos a los dioses? En la tierra había muerte, sufrimiento,
dolor, enfermedades y guerras. Los jóvenes morían y los ancianos
lloraban la muerte de sus propios hijos. Una enfermedad podía
destruir un pueblo entero, y una lluvia de lágrimas surcaba las
caras de las viudas, de los huérfanos, de todas las personas que
había perdido un ser querido por un capricho de los dioses.
Tamir
decidió que bastaba ya con pensamientos tan blasfemos. Centró su
atención sobre lo que estaba contando Faray, pero éste estaba
tumbado debajo de un árbol, y de repente empezó a llorar y a
contar de como 5 años antes, en una noche como ésa, había soñado
con llegar a ser un guerrero valiente y respectado en todo el pueblo.
Pero su familia elijó para él el trabajo de su padre, y de sus
abuelos y de sus tatarabuelos, el carpintero, y el sueño se fue al
carajo y durante toda su vida Faray iba a ser sólo un simple
carpintero. Y siguió llorando, pero ni Sulik ni Tamir le hicieron
demasiado caso: Faray había bebido demasiado, y cuando se
emborrachaba a menudo le pillaba la borrachera triste. La única
solución era no hacerle caso, y dejar que le pasara. De
repente, Marek apareció enfrente de ellos. Sonreía todo contento, y
abrazó a sus amigos y le dijo que había sido una falsa alarma: la
chica no estaba embarazada, y sus problemas se habían terminado. Los
cuatro jóvenes empezaron a caminar hacia el lugar donde habían
dejado los caballos, y Marek cantaba feliz una canción típica de su
pueblo, para celebrar el pasado peligro.
*******
Y allí están. A
unos 500 metros de distancia, parados al borde de la carretera. Mis
peores enemigos los sábados por la noche: las patrullas de policía,
con sus jodidos controles de alcoholemia. Y si me van a parar ahora y
me hacen el test, puedo ir despidiéndome ya de mi coche, mi carnet y
mucha pasta. Así que paro el coche y pongo las luces de emergencia.
¿Qué hacer? Por lo general, nunca tuve problemas con la pasma,
excepto para el miedo que me daba ver uno de sus coches parados al
borde de la carretera y empezar a pensar en lo que podía pasar si me
paraban. Pero ahora tengo en la parte trasera del coche un tío
que llora como una niña, sollozando “por qué tuviste que morir,
Peggy!”(imagino que Peggy sea el nombre del jodido cachorro que la
palmó), y, cosa más preocupante, otro tío que canta sin parar
“Fratelli d’Italia”, y se asoma por la ventanilla y
grita:”¡Maderos, os quiero a vosotros también!”.Estamos
demasiado lejos para que le oigan, pero pasar enfrente de la patrulla
con el Giá en estas condiciones es como llevar una pancarta con
escrito:”Paradme, estamos pedos y queremos pasar lo que queda de la
noche en chirona.”
“No podemos estar aquí toda la noche”
dice Enrico en voz baja, y añade:”¡Queréis callaros, joder!”.
Como respuesta, el Giá empieza otra vez a cantar “Volare. “Me
bajo del coche y aprovecho para mear” me dice Enrico, y yo sigo su
ejemplo y vacío mi vejiga contra un árbol. Los dos quedamos en
silencio un instante, hasta que el Giá baja del coche y corre y nos
abraza y nos dice:”Mis mejores amigos” y canta y canta y está
tan salido que empiezo a reír. Enrico me mira y me dice:”¡No hay
nada de que reírse, joder! ¿Qué hacemos con éste? ¡Quieres
callarte de una puta vez!”. Yo miro a Enrico, después al Giá,
después al coche, después vuelvo a mirar a Enrico y digo:”Tal vez
tenga una idea...”.
Mientras caminaban, oyeron el ruido de varios caballos que cabalgaban rápidos en la carretera: por lo menos seis hombres, todos armados de largas espadas y con antorchas en las manos. El grupo de guerreros se paró justo en el medio de la carretera, como si quisiera cortarla. Escondidos detrás de un árbol, a pocos metros de donde habían dejado los caballos, Sulik, Marek, Faray y Tamir miraron sorprendidos a los caballeros, hasta que Marek, ahora pálido como un muerto, reconoció a los 2 hermanos de Alathea. Parecían bastante enfadados, y entre las blasfemias que proferían los 4 llegaron a entender que la familia de la chica de la ciudad del mar se habían enterado, los Dioses sabían cómo, del romance secreto de la hija, y querían vengarse del seductor que había robado la virginidad a la joven. Los 4 chicos se fueron hasta los caballos, pero la situación era difícil: si querían volver a su pueblo, tenían que pasar por la carretera. No había otra forma: a los 2 lados de la carretera el camino era demasiado accidentado y los árboles demasiado numerosos para que los caballos pudieran pasar. La única alternativa era coger el camino del monte, pero esto significaba por lo menos 2 días de marcha en condiciones difíciles, y los chicos no estaban preparados para esto. Marek seguía cantando feliz, diciendo que no le importaba morir ya que estaba enamorado de Alathea y morir por amor no se puede llamar muerte, sino sacrificio (Marek estaba bastante borracho); Faray estaba apoyado a un árbol, llorando como un niño y repitiendo continuamente que era un fracasado. Tamir evaluó la situación, y le pareció tan absurda que empezó a reír. Sulay le reprochó que no había nada de lo que reírse, porque si los hermanos de Alathea pillaban a los 4 juntos les iban a matar. Y ¿tal vez el Gran Hechicero no había profetizado justo esa misma mañana el comienzo de una guerra? Y la matanza de 4 jóvenes era excusa suficiente para empezar 1000 guerras. Había que encontrar una solución y rápidamente, porque si no volvían a casa antes del amanecer seguro que desde el pueblo mandarían alguna patrulla a buscarlos, la patrulla se toparía con el grupo de amigos de los hermanos de Alathea, los 2 grupos se picarían y así era como comenzaban las guerras. Tarim miró a Marek, después a al caballo de Sulik con su esplendida gualdrapa roja, después otra vez a Marek y dijo que tal vez tenía una idea...
*******
Mi coche, ese cutre
Panda Young de color rojo, pasa enfrente de la patrulla sin que ellos
nos hagan ni caso. Normal: un tío con gafa y cara de pringado
conduciendo, otro tío que tranquilamente está sentado a su lado
mirando atento a la carretera, otro tío que está tumbado en el
asiento de atrás llorando, pero estando tumbado no le pueden ver, y
la voz del Giá, entonando “Va pensiero” que sale del maletero,
donde lo hemos encerrado para que la policía no le vea en ese
estado. Enrico y yo tuvimos que pensarlo un rato, sobretodo porque
temíamos que se iba a asfixiar, pero en cuanto el Giá empezó a
cantar ”Laura non c’é” de Nek, Enrico lo cogió, lo levantó
del suelo y lo tiró dentro del maletero, encerrándolo allí para
que no diera un espectáculo delante de la policía. Y que la próxima
vez elija mejor su repertorio, ¡hostia!
Pasado el peligro, casi
estamos cerca de mi objetivo: volver a casa con el carné de conducir
aún en mis manos. Faltan unos 3 Km para llegar a Marina di Massa. El
Giá ya no canta, y con voz débil dice:” ¡Y esta noche he dado en
el blanco! Sí, esta noche soy un campeón… ¿chicos, me podéis
sacar de aquí?”. Como tengo que mear otra vez, paro el coche
al borde de la carretera, y Enrico dice:”Anda, vamos sacándolo de
allí”. Bajamos los 3 del coche, el Frá en pleno delirio, contando
historia sin sentido de su infancia, tanto que temo que le dé algo
de un momento para otro. Él, Enrico y yo meamos, pero el Frá no
consigue ni mear, por lo salido que está, así que Enrico me pide la
llave del coche y se la da al Frá y le dice:”Haz algo útil, saca
al Giá del maletero”. Enrico y yo nos quedamos un rato sin hablar,
mirando al pequeño pinar que se encuentra antes de nosotros. ¿Habrá
parejas de amantes por allí a esta hora, follando en los coches y
besándose con ternura? Como me gustaría tener una mujer a mi lado
ahora, a esta hora de la noche, cuando estoy con tres colegas llenos
de pastillas pero me siento tan solo, y el calor de un cuerpo
femenino es todo lo que desearía, un beso, un beso y ¡nada más! Si
Enrico VIII daba su reino por un caballo, yo daría mi alma para un
beso dado con amor. Pero el pinar es oscuro, si hay parejas allí se
esconden de ojos indiscretos, y en mi corazón siento el mismo
silencio y la misma obscuridad que hay en ese momento en el pinar; y
si en algún lugar hay amor, yo no lo llego a ver. Mis pensamientos
son interrumpido por la voz del Frá, que con voz temblante nos
dice:”Chicos, creo que tenemos un problema...” y me devuelve las
llaves del coche. Enrico blasfemia, yo no entiendo el porqué, y cojo
las llaves en mis manos: a través de la cortina de drogas y alcohol,
las miro fijamente, y noto algo raro en ellas, como si faltara
algo... ¡para ser exactos, como si faltara un trozo de la
llave!”Estaba intentando abrir el maletero, pero no lo conseguía,
y hice fuerza y...verás...es que....” y se calla. Enrico dice otra
blasfemia, y los tres nos acercamos al coche, y miramos al maletero
con la cerradura bloqueada.”Ya está bien chicos, dejadme salir de
aquí” dice el Giá, y Enrico me pregunta: “¿Tienes
herramientas?”, y yo le contesto que sí, y él me dice:”Bueno,
pues a trabajar, no podemos dejar al Giá allí dentro”. Se calla
un rato, y después añade:”Piensa: mañana tu padre pilla el coche
para ir a recoger tu abuela, y se encuentra con el Giá encerrado en
el maletero. Y como es domingo y hasta el lunes los talleres no
abren, el Giá tendrá que pasarse el finde allí encerrado. Esto le
va a quitar la gana de follar por lo que le queda de la vida”.”O
se va a hacer maricón” añado yo. Enrico y yo empezamos a reír,
el Frásolloza:”Soy un inútil, no hago nada bien” y el Giá
desde dentro el maletero nos pregunta:” ¿Por qué estáis riendo?
¿Pasa algo? ¡Y sacadme de aquí de una puñetera vez!”.
Finalmente,
Enrico consigue abrir el maletero. Es mecánico, y no le resulta
demasiado difícil sacar el trozo de llave que se había quedado en
la cerradura. Después con las herramienta que le di consigue
encender el motor (de paso, yo aprendo el noble oficio de ladrón de
coches), y podemos seguir el viaje hasta nuestros hogares. Mañana
tendré que explicar a mis padres porque estropeé la llave, pero el
domingo es día de resaca y realmente nada me importa, porque entre
mí y la realidad hay un dulce estrado de niebla, los restos de la
borrachera y de las pastillas que acabo de tomar en ese largo, loco y
al fin y al cabo inútil sábado noche.
Sulik, Faray y
Tarim trotaban tranquilos por la carretera, Faray encogido en su
caballo blanco, Tarim erguido en su montadura y llevando las brisas
del caballo de Marek. Sulik cerraba las filas, con Marek atado a una
cuerda bajo su caballo, y protegido a la vista por la gualdrapa roja.
Marek, a pesar de la posición bastante incómoda, seguía cantando,
pero cuando se encontraron a menos de 500 metros de los hermanos de
Alathea que bloqueaban la carretera, Sulik le dijo en voz baja que se
callara. Los tres chicos fueron hacia los hombres armados, y estos,
nada más verles, fueron hacia ellos con las espadas en las manos. Le
dijeron que se parasen, y le preguntaban que hacían por allí. Tarim
explicó que vinieron hasta el pueblo del Mar a buscar a su amigo
Marek, que completamente borracho había ido hasta allí para huir
con una chica de ese pueblo; quien fuera esta chica lo desconocían,
pero se fueron tras él para encontrarle antes de que hiciera una
locura. La búsqueda había sido inútil, porque todo lo que habían
encontrado era el caballo de Marek, atado a un árbol y abandonado:
seguro que su amigo había huido con su novia utilizando el camino de
la montaña. Los hermanos de Alathea se miraron durante un rato,
después dijeron a los chicos que podían pasar, y le dieron un
recado para Marek: si le vieran, que le dijeran que iban a por él, y
que tuviese mucho, mucho cuidado. Tarim dijo que lo haría, después
él, Sulik y Faray, que seguía lloriqueando, prosiguieron la marcha.
Galoparon rápidos un buen par de Km, para alejarse lo más
posible de los enfadados hermanos de Alathea, pero tuvieron que
pararse para soltar a Marek de la barriga del caballo, ya que el
chico, entre una canción y otra, gritaba que empezaba a marearse.
Tarim y Sulik bajaron, mientras Faray seguía encogido sobre su
caballo, sin decir palabra y mirando con cara triste la carretera
llena de polvo. Sulik sacó un cuchillo, levanto la gualdrapa y vio a
Marek todo sonriente, y le dijo que le iba a soltar, pero justo en
ese momento, con el estruendo de mil truenos el cielo estalló
en un resplandor de fuegos colorados: eran los fuegos
artificiales, que celebraban el final de la fiesta en el pueblo de
los chicos .El espectáculo era asombroso- una lluvia de estrella
doradas seguidas por decenas de arcos iris y nubes de oro- pero los
caballos no la pensaban así y se asustaron muchísimo. Faray
consiguió controlar el suyo y no cayó de la montura, Tarim
consiguió, no sin dificultades, calmar a su caballo y al de Marek,
pero a Sulik se le fueron las riendas de su semental y éste huyó
calle abajo, llevándose consigo al pobre Marek, ¡que entre las
nieblas de las borrachera preguntaba qué era lo que estaba pasando y
pedía ayuda a gritos! Tarim, Faray y Sulik se quedaron
boquiabiertos, viendo como el caballo se iba calle abajo y
desaparecía de la vista. Sulik fue el más rápido en reaccionar:
saltó sobre el caballo de Marek, y se fue tras su cabalgadura y
sobre todo tras su amigo, cuyos gritos se oían claramente desde
lejos.
Los tres chicos cabalgaban rápidos, pero el caballo
de Sulik era el más veloz de todos y llevaba buena ventaja: no sería
tarea fácil alcanzarlo. Mientras galopaban, Tarim dijo que no podían
volver al pueblo así, porque el día después Sulik habría tenido 2
problemas: no sólo explicar a su padre que había perdido su
caballo, ¡sino explicar a la familia de Marek que había perdido a
su hijo también! Tarim y Sulik empezaron a reír, Faray siguió
sollozando que era un inútil, y desde lejos Marek gritaban que le
soltaran de allí.
La persecución duró una buena media hora,
pero finalmente el caballo de Sulik se paró para comer en un prado y
los otros 3 chicos pudieron alcanzarlo. Rápidamente levantaron la
gualdrapa, y vieron a un mareado Marek que decía, o más bien
farfullaba que era el hombre más feliz del mundo porque tenía una
mujer que le amaba, pero que habría cambiado su felicidad con ser
sacado de debajo del caballo, porque la bestia olía mal y él tenía
gana de vomitar. Sulilk cortó la cuerda, y Marek cayó pesadamente
al suelo; no se hizo daño, o por lo menos no sintió dolor debido a
la borrachera que llevaba. Abrazó a Tarim y Sulik, le dijo que eran
los mejores amigos del mundo y después corrió detrás de un árbol
y vomitó todo lo que tenía en el estomago. Tarim le miró, y pensó
que, sin duda alguna, esa había sido la noche más rara que había
vivido en su vida.
*******
Tarim
y Sulik estaban sentados en un prado al borde del río que cruzaba su
pueblo. Miraban en silencio el amanecer, relajados
ahora que Marek y Faray habían vuelto a sus casas, el herrero pálido
como un fantasma y totalmente mareado pero feliz y alegre (Tarim se
preguntó si el día después se recordaría de las promesas de amor
eterno hechas a Alathea), el carpintero mortificado por como se había
portado.
Tarim miraba ahora las tranquilas aguas del río, ahora
el cielo despejado de nubes, y se preguntó si de verdad allá arriba
había dioses que espiaban y juzgaban todo los que los hombres
hacían. El joven pensó en las guerras, en las enfermedades, en el
dolor que cada ser humano sentía a lo largo de la vida, y se dijo
que si de verdad había Dioses, éstos tenían que ser criaturas
crueles e indiferentes al dolor humano. Su mente volvió a pensar en
su hermano, el joven Alek, muerto sin culpa alguna en el pleno
esplendor de su juventud, y una sensación de odio entró en su
cuerpo, odio hacia los Dioses, hacia el Gran Hechicero con sus
inútiles profecías, hacia la muchedumbres de sus paisanos que
creían ciegamente a lo que le contaba un viejo loco que iba por allí
llevando en su gorro una calavera. Los pensamientos blasfemos eran
algo prohibido, pero Tarim se sentía tan desilusionado acerca de las
injusticias de la vida que no podía frenar estos pensamientos tan
peligrosos.
Pensaba en
Aguira, esa chica tan guapa cuyo destino estaba marcado por la
voluntad de los padres, en Alathea, seducida por las promesas de un
joven que tal vez el día después ni volviera a pensar en ella, en
Faray, tan desesperadamente encadenado al sueño imposible de llegar
un día a ser guerrero, y otra vez en su hermano Alek, la flor
arrancada prematuramente de las praderas de la vida. Malditos dioses,
se dijo, malditos seres crueles que con sus mentiras tenían el
pueblo esclavo de los caprichos del Gran Hechicero. Y fue entonces
cuando lo vio. Estaba allí delante de él, a unos 100 metros de
donde se encontraba, en la otra orilla del río. Esa visión
espectral hizo sentir un escalofrío a Tarim: ¿tal vez los Dioses,
ofendidos por pensamientos tan blasfemos, habían enviado un monstruo
del Inframundo para vengarse? Pero la aparición, que Sulik parecía
no ver, estaba allí parada, sin moverse: era algo parecido a una
gran caja roja, con dos ojos luminosos y patas redondas y negras. Si
ese era un monstruo del Inframundo, pensó Tarim, no era nada de
espantoso, más bien una patética criatura que ni podía moverse. El
Gran Hechicero les había hablados de perros con 10 cabezas, de
dragones que escupían fuego, de gigantes con 3 pares de ojos y 4
brazos que podían hacer pedazos a un hombre sin problema alguno.
Pero la aparición no tenía nada de espantoso ni sobrenatural: era
un ser inmóvil y ridículo, que seguro ni podía cruzar el río y
llegar hasta Tarim y Sulik. El chico se dijo que si eso era todo lo
que los Dioses sabían hacer, pues sus ideas no eran tan blasfemas.
Preguntó a Sulik, el cual no veía la criatura, si él pensaba que
el destino de cada hombre era decidido desde el principio por los
dioses. Sulik contestó que sí, claro que tenía que ser así: esto
es lo que les habían enseñado desde que eran pequeños, y además
el Gran Hechicero no podía mentir. La mirado de Tarim volvió a la
aparición, que seguía quieta como antes, y en su mente tomó forma
la firme decisión que desde ese momento, desde ese amanecer ya no
iba a creer en dioses que contralan la vida del hombre. No sabía que
iba a ser de su vida: podía morir el día después en una guerra o
vivir hasta los cien años una vida pacífica, casarse con la mujer
que quería o quedarse solo para siempre, pasar toda su vida en el
pueblo o irse a conocer el mundo, ser un triunfador o un perdedor,
ser feliz o triste, sufrir o gozar, amar o agonizar. Pero de una cosa
estaba seguro: su destino estaba en sus manos, y sólo él podía
elegir el camino que le habría llevado a través de la inmensa
pradera de la vida.
Sulik dijo que estaba cansado y que quería
ir a casa. Los dos joven se levantaron, y nada más incorporarse la
criatura misteriosa en la otra orilla del río desapareció tan
rápidamente como había aparecido; ya en el prado no se veía ningún
patético monstruo rojo, sino sólo la hierba movida por una ligera
brisa y los ruiseñores que cantaban armoniosamente. Antes de entrar
en el pueblo, Tarim notó que afuera hacía bastante calor. Después
se dio cuenta de que era algo normal: al fin y al cabo, ése era el
primer día de primavera.
Conduzco tranquilo hasta Marina di Massa, dejo al Frá en su casa, ya
no llora y dice en voz baja:”lo siento, no sé que me pasó”,
después llevo también el Giá al chalet que su familia tiene cerca
de la playa, baja del coche y nos dice:” ¡Os quiero, chico, os
quiero! ¡No sólo me hacéis follar, sino que incluso me rescatáis!
¡Os quiero!” y se va: ¿se acordará de todo esto mañana?
Enrico
y yo quedamos allí, mirando al tío alejarse, y en el coche nadie
habla. Está amaneciendo, y un frío sol primaveral se refleja
en el mar. En la playa, a lo lejos, veo una figura solitaria sentada
inmóvil en la arena, y me acuerdo del autostopista en la carretera.
Otra persona solitaria, otra alma perdida en este
mundo. En mi cabeza, me suena una canción
de los Pink Floyd, dice:”We were two
lost soul swimming in a fish bowl\\years after years\\running
over the same old ground, and what we found?\\the same old fear\\how
I wish you were here”6.
No sabría decir quién es este “you” que tanto deseo que
estuviera aquí: ¿un amigo, la mujer de mi vida, yo mismo? Pero un
yo mismo mejor, un yo mismo feliz, sin miedos, con esperanza para el
futuro, un yo que estuviera en paz consigo mismo.
Estoy cansado,
me duele, la cabeza, Enrico mira el mar y dice:”Otra noche de
mierda”. Contesto que sí, y le digo que le llevo a casa.
Encendiendo el motor tocando los cables que Enrico me había
indicado, pero antes de arrancar le pregunto:”Oye, ¿tú crees que
un día encontraremos nuestro camino en esta vida?”.Él me mira,
esboza una sonrisa y dice, mirando fuera de la ventanilla:”Las
personas como nosotros nunca encuentran su camino, nunca. Nos hemos
perdidos hace mucho tiempo...y nadie verá a buscarnos”. Le digo
que sí, pero esta vez no estoy convencido: si nadie nos verá a
buscar, tendremos que encontrar nosotros nuestro camino, porque la
vida no puede ser sólo un oscuro pozo de alcohol y pastillas.
Enciendo el coche y me meto en la carretera. En la playa, la figura
solitaria ha desaparecido, y sólo unas gaviotas vuelan sobre la fría
arena batida por una ligera brisa.
1 Este primer párrafo no lleva puntuación no porque se me estropeó la tecla del punto en el ordenador (como por ejemplo me pasa con la tecla “B”, que tengo que pulsar con más fuerza para que funcione); simplemente, quiero dar la impresión de confusión mental que el prota tiene en la cabeza.
2 Este capítulo está llena de palabrotas, para darle un toque más realista, así que estáis avisados...
3 Si los comentarios de los protas parecen algo machistas, es siempre por el tema del realismo. Resumiendo: el autor no comparte ni quiere fomentar los comentarios y aptitudes se los protagonistas de esta historia. .
4 De J. C. Ballard, 1973
5 “Ambleto” por Giovanni Testori, 1977
6 “Wish you were here”, Pink Floyd, 1975, canción escrita por Roger Water y David Gilmour
Thank you for reading!
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