Era toda una belleza. Se casó siendo muy joven, pero solo lo hizo por dinero. Con un millonario que por edad podría haber sido su padre, pues ella tan solo tenía veinticinco años y el cincuenta.
Tenía la misma edad que ella. Se conocían desde niños. Paseaban de la mano cuando eran adolescentes y se besaban a escondidas. Ella fue su primera novia y su primer (y único amor), pero era demasiado pobre, para aspirar a conquistar el corazón de alguien tan materialista.
Vivió a lo grande, mientras los años iban pasando, entre fiestas, amantes, drogas, viajes, joyas, pieles y todo tipo de lujos. En fin, la vida desahogada y caprichosa de los que tienen mucho dinero.
El tiempo iba pasando, pero él, seguía amándola en silencio, lo malo es que continuaba siendo tan pobre como siempre, y sin billetes no hay amor , excepto cuanto tienes mucho dinero y puedes comprarlo, y que nadie se extrañe, hay amores que se venden, y clientes que están dispuestos a pagar lo que sea por ello, no hace falta dar nombres, todos lo sabemos…
Cumplió los cincuenta, pero seguía siendo una mujer hermosa, y tan egoísta (una entusiasta adoradora del “Dios Oro”) como siempre. Su amor por la riqueza, permanecía intacto, pero el que sobraba en su vida, era el marido. Aquel decrépito anciano, había envejecido fatal (tanto dinero, muchas veces hace daño a la salud), parecía tener noventa años, aunque solo tenía setenta y cinco.
Estaba dispuesto a hacer lo que fuera por ella, y pesar de que sabia de sobra, que había cambiado su amor (incondicional), por dinero, pensaba que aún podían llegar a estar juntos (¡pobre iluso!).
Continuará...
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