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pamela sepulveda


La perdida de un ser querido puede ir de ser muy doloroso a hacerte perder totalmente la razón. Hilda y Bárbara, a pesar de quedar huérfanas desde muy pequeñas, encontraron la manera de seguir adelante viviendo grandes aventuras en el bosque. Su felicidad y tranquilidad en aquel lugar parecía infinita, hasta que un día, una cruda pero liberadora realidad, tocó la puerta. En algún lugar del cielo se encuentra todo aquello que perdimos pero que seguro encontraremos tarde o temprano.


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La tormenta

Las nubes en su tonalidad más oscura se aproximaban con rapidez, provocando que el viento corriera con gran fuerza. La tormenta llegaría en minutos, así que Hilda se apresuro en buscar a su hermana y volver.

La lluvia comenzó a empeorar, así que corrió hacia la casa grande lo más rápido que pudo, cuidando que en el camino no tropezara con una piedra, debía apresurarse, pues el río que había de cruzar, crecería tanto que le impediría llegar con su hermana, quién ya la esperaba del otro lado.

El agua ya estaba muy salvaje, era imposible ver las piedras debajo de aquel borbollón de agua. La preocupación visitó los pensamientos de Hilda una y otra vez, hasta que su hermana Bárbara lanzó una cuerda.

—¡Hilda, toma la cuerda! no podrás cruzarlo sin sostenerte de algo. — gritó Bárbara empapada en agua.

—¡Las flores! Se las llevará la corriente. — contestó Hilda preocupada.

— ¡Hazlo ya! — con gran angustia le insistió su hermana.

Entre relámpagos que encendían el cielo y truenos que asordaban aquel salvaje día, Hilda logró cruzar la corriente sana y salva. Rieron orgullosas por la gran hazaña, felices de estar con bien.

Corrieron a casa, se pusieron ropa seca y cenaron mientras el sonido de las goteras sonaba dentro de las cubetas que las cuidadoras habian colocado por todos lados.

Las hermanas aprendieron a cuidar una de la otra desde muy pequenas, cuando el destino las obligo.



Una noche, entre la oscuridad del bosque, un ruido alarmador despertó a Hilda.

Cuando digo alarmador me refiero a una alerta de que alguien se aproximaba.

Las ramas se movían de diferente manera a lo habitual y el delicado crujido de hojas secas sobre el pastizal alcanzaba a llegar hasta los tímpanos de aquella joven atemorizada.

Las noches en aquel lugar eran totalmente insonoras, por eso, cualquier ruido, por más pequeño que esté fuera, podría ser escuchado a varios metros de distancia.

Con miedo, se levantó de la cama, con la delicadeza de una pluma para no despertar a su hermana. Bajó las escaleras lo más despacio que pudo para evitar que crujiera la madera, aunque todo esfuerzo fue en vano, la madera crujía inevitablemente. Hasta que finalmente se paró frente a la puerta de entrada, justo antes de fijarse por la mirilla, tocaron la puerta cuatro veces seguidas, con gran fuerza.

– Ayuda! estoy perdido. — llamaron a la puerta.

Era la voz de un hombre joven. Repetía constantemente que estaba perdido, al parecer había entrado al bosque para cazar o realizar alguna otra actividad y la oscuridad de la noche le habría impedido salir del lugar.

Una de las cuidadoras, Clarience, bajo despues de unos minutos para revisar que sucedia, cuando llego al recibidor observo a Hilda perpleja e inmovilizada, quizas porque casi no tenia comunicacion con hombres y aquella voz la desoriento.

Clarience abrio la puerta, pero ya no habia nadie.


A la mañana siguiente, de un brinco, Hilda se puso de pie cuando se encontro durmiendo en la sala. Se acercó con temor y curiosidad a la puerta y no alcanzo a ver a nadie. Después levantó lentamente la cortina del ventanal que permitía ver el porche y alcanzó a ver la punta de una bota sobre el suelo. El hombre seguía ahí, había dormido junto a la puerta, pero, ¿por qué?


—¿Quien eres? —Preguntó Hilda abriendo un poco la puerta principal.

El joven se levantó de inmediato, sacudió su cabello y acercándose un poco a la puerta, le comentó lo mismo de una noche anterior y que por la ma;ana una de las cuidadoras ya habia hablado con el, dandole oportunidad de esperar en aquel porche a que alguien del pueblo pasara a recogerlo.


Las horas pasaron y como habitualmente lo hacian, todas las chicas salieron al frente para comer al aire libre.

—¿No crees que él sigue allí afuera? ¿ó si?— le preguntó Nora, una de sus companeras.

—Ahi seguia esta manana. — le respondió Hilda.

— Es guapo, lo observe por mi ventana antes de salir a alimentar a los cerdos. - respondio otra de las chicas que las acompanaba hacia el patio.


Se sentaron a comer aquella tarde pero ya no habia rastro de aquel hombre y tampoco preguntarian a las cuidadoras. Prefirieron aceptar que ese momento extrano pero entretenido habia llegado a su fin.

Oct. 21, 2021, 10:56 p.m. 0 Report Embed Follow story
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